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Fugitiva. Reino Tierra. Parte I

Narrador omnisciente:

"¡Boom!"

Se escuchó un fuerte estruendo, muchos gritos, un estallar, la tierra tembló, igual sus cuerpos.

Sin decir nada; pero con el corazón queriendo salir por su boca, Brendan se acercó con rapidez a la puerta, la abrió y se paró fuera del pequeño portal; sin importarle sus pies descalzos absorbiendo el frío de aquella helada nieve.

— ¡E-el Reino...! —la voz del joven salía en suspiros ahogados por la sorpresa.

Transcurridos unos segundos, Brenda y Daphne se acercaron a él, asustadas.

— ¡¿Qué pasa?! —habló Brenda, y cuando llevó su mirada hacia los pies de la colina quedó sin aliento.

— ¿Q-qué es...? —Daphne se puso pálida, un nudo de nervios recorría su estómago viendo aquello.

Luces, explosiones, fuego, rayos... todo debajo de aquel manto de estrellas que los observaba.

Estaban en silencio, los relámpagos se escuchaban por doquier a pesar del cielo estar totalmente despejado, por lo que esto los llevó a una conclusión.

— ¡¡El Reino del Rayo está atacándonos!! —exclamó Brenda dando pasos hacia atrás, aterrorizada— ¡¿P-por qué?!

— Tenemos que salir de aquí... —susurró Brendan con voz ida, otra explosión hizo retumbar la tierra— ¡¡Ahora!!

El chico agarró las manos de sus compañeras y las llevó con rapidez adentro de la cabaña, recogieron las cosas más necesarias y salieron de allí, en dirección contraria al Reino.

Corrían sin mirar atrás, colina abajo, con sus pies dejando huellas tras ellos, rezando que ninguno de aquellos rayos cayese allí, aunque era poco probable, debido a que estaban alejados y fuera de su rango de visión.

Los pinos altos que parecían querer tocar el cielo, la oscuridad de la noche y los ruidos de las explociones los rodeaban.

Daphne tenía la respiración acelerada, estaba asustada; con su corazón latiendo a toda velocidad, golpeando contra sus costillas con fuerza.

Corría mirando hacia el frente, pero su mente en blanco hacía su mirada vacía.

Le costaba correr, su cuerpo se encontraba en absoluto schock, solo escuchando las órdenes dadas por Brendan acerca de las direcciones que debían tomar.

— ¡Debemos ir al pueblo más cercano! —gritó el peliblanco.

— ¡¿Al del Reino Tierra?! ¡Queda a unos cuantos kilómetros de aquí! —informó su hermana, corriendo tras él.

— ¡¡Aaah!! —escucharon un quejido por parte de Daphne, seguido de un ruido sordo al ella caer en la nieve.

Los gemelos frenaron y observaron hacia atrás, viendo a la chica en el suelo.

— ¡Daphne! —ambos gritaron su nombre, acercándose hacia ella.

— ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —Brenda se arrodilló frente a ella.

— Tropecé con una rama... mi tobillo... duele... —hizo una mueca de dolor cuando la albina tocó su pie.

— Brendan, deber-

— ¡Tonta! —exclamó el chico, interrumpiendo a su hermana menor— Te llevaré, no podemos quedarnos aquí —habló frunciendo el seño, subiéndola a su espalda con ayuda de Brenda.

— Perdón... —susurró Daphne apoyando su cabeza en su hombro mientras comenzaban a correr nuevamente, solo que ahora más suave debido a ella— Lamento ser una carga...

— Has silencio —soltó el chico observando hacia el frente, Daphne bajó la mirada—, no molestas.

Sus mejillas se tornaron levemente rojas, entonces sonrió y volvió a recostarse en su hombro, cerrando sus ojos, esperando a que llegasen.

Media hora después de que bajasen el ritmo de su paso llegaron a un pequeño pueblo, eran casas con aspecto antiguo y gastado.

Daphne se había quedado dormida, para cuando abrió los ojos se encontró en una habitación, solo había dos faroles alumbrando; brindando una luz tenue.

— ¿Brendan? —pronunció mientras se levantaba, viendo al chico a su lado, dormido en una silla.

Se le quedó viendo, tenía un rostro de absoluta tranquilidad y paz, relajado totalmente. La chica sintió curiosidad, se acercó un poco sin hacer ruido. Dirigió su mano con lentitud hacia su mejilla, se veían muy suaves, como pidiendo que las acarisiasen, pero justo antes de que sus pieles rozasen, el peliblanco abrió sus ojos.

Rapidamente la chica apartó su mano y los pómulos de sus cachetes se tornaron rojos.

— ¿Ya despertaste? —dijo algo somnoliento, con sus ojos entrecerrados.

Asintió, mirando hacia su tobillo, estaba vendado.

— ¿Qué haces aquí? —dijo, juzgando por la apariencia del cielo que se veía a través de la ventana y el silencio en el entorno, estaban en plena madrugada.

— Yo... —se levantó—...estaba vigilando para cuando despertases... ya sabes... te sentirías perdida, así que creí que sería mejor que yo estuviese aquí —dijo pasando una mano por su cabello blanquesino, con un tenue rojo en sus mejillas, evitando la mirada de la ojiverde.

— ¿Qué? No digas tonterías, ve a dormir —habló preocupada, si no dormía bien sería un problema mañana.

— Tranquila, lo haré —la observó, entonces una duda curzó por la mente de Daphne.

— ¿Qué haremos? —dijo casi en susurro.

— Iremos al Reino Tierra... te ayudaremos a completar tu misión —respondió decidido, la chica lo vió con sorpresa, comenzando a sentir nervios.

— N-no le encuentro lógica a nada de esto... ni siquiera tengo un poder ¿Cómo podremos contra... todos esos rayos y...? —su respiración se agitaba a medida que las palabras salían de su boca, su corazón latía más rápido, dando tumbos contra su pecho, el cual subía y bajaba con desesperación.

Solo un toque de sus pálidas manos sobre las de ella logró calmarla.

— Hey, tranquila, lo lograrás —sonrió, ella volviendo a sentir que el alma le llegaba al cuerpo; porque segundos antes, parecía haberse esfumado como humo en el viento.

De repente sintió un escalofrío recorrer su muñeca derecha, rápidamente la observó sin romper la unión de sus manos. Ambos vieron sorprendidos como uno de los círculos allí comenzaba a dibujarse solo, pintando el símbolo de la Nación del Agua; el cual era constituido por una ola, pero se detuvo a mitad de camino, sin completarlo.

— ¿Qué fue...? —Daphne veía hacia allí con confusión, entonces el chico la soltó.

— No puede ser... yo... —observó sus propias manos— ¿Soy uno de los Elegidos? —preguntó a si mismo, sin poder creerlo.

— Al parecer así es —respondió dirigiendo su mirada hasta conectar con la suya—. Tendrás que ayudarme... —él la observó ante aquellas palabras, ella tragó duro— S-siento arrastrarte a esto... no es m-

— ¿Estás de broma? Esto es lo mejor que me ha pasado —sonrió sorprendiendo a su contraria—. La Nación del Rayo acabó con mi Reino... ¡Podré luchar contra ellos! —habló con emoción y a la vez rabia hacia aquella nación que atacó su pueblo, él sin haber podido hacer nada, sabiendo que sería en vano, pero ahora que descubrió que era parte de los Elegidos, significaba que si podría alzarse contra ellos.

— ¿Quieres enfrentarlos? —dijo con preocupación.

— ¡Claro! ¿No lo viste? ¡Destruyeron mi Reino! ¡Masacraron a inocentes! ¡Se merecen mi odio! —frunció el seño, recordando las imágines de aquel lugar en llamas, resonando gritos por doquier. Apretó sus puños, sintiendo impotencia.

Daphne se percató de esto, acercando su mano y envolviendo la suya, sonriéndole dulcemente.

— No te preocupes, podrás vengar a tu pueblo.

Solo esas palabras lo hicieron relajar, pero a la vez muchas dudas pasaron por su mente, sabiendo que si hubiese sido su hermana u otra persona, no hubiesen logrado calmarlo... tal vez era por la persona que las dijo.

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A la mañana siguiente Brenda se encargó de despertar a Daphne, pero de un modo un tanto extraño.

— ¡Daphne! ¡Despierta! ¡Despierta! —gritó, lanzándose a la cama, logrando sacarle un susto que la despertó de golpe.

— ¡Brenda! ¡¿Me quieres matar?! —dijo levantando su torso, viendo a la chica tirada sobre sus muslos.

— ¡¿Es cierto que mi hermano es uno de los Elegidos?! ¡¡Que envidia!! —se incorporó con rapidez, diciendo su queja.

— No grites, es temprano —respondió en susurro, tapando sus oídos.

— ¡No seas quejona! —dejó una palmadita sorbe su cabeza.

— ¡Mira quién habla! —se defendió, haciendo puchero.

— ¡Pero es injusto! ¡La mitad del poder de Brendan es mía! —se cruzó de brazos, dejando a Daphne pensativa.

— ¡Es cierto! —agarró la mano de Brenda sin previo aviso y la colocó sobre la marca en su brazo, ante el contacto se completó el dibujo que había quedado a medias.

— ¡Wow! ¡¿Qué fue eso?! —dijo viendo hacia aquel dibujo impresionada.

— Eres parte de los Elegidos, debido a que tú y Brendan forman un solo Elemento, que es el Agua —explicó.

— ¡¿En serio?! ¡Es genial! —festejó con alegría, Daphne pensó que esto era serio y ella lo tomaba muy a la ligera, pero no dijo nada.

— Bueno, me cambiaré —se levantó de la cama, viendo que estaba con la misma ropa de la noche anterior—. Y debo bañarme...

— Sí, te esperamos afuera. Te dejé un vestido allí— apuntó sobre un estante—, es mejor, para que no resaltes, tu ropa era extraña —rió y se retiró tras un asentimiento se cabeza.

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Daphne salió de su habitación, encontrando a los gemelos esperando por ella.

— Ya estoy —sonrió, luciendo un vestido igual al de Brenda, solo que el de la mencionada era celeste y el de ella era azul oscuro. (Multimedia)

— ¡Te queda hermoso! ¿Verdad hermanito? —con su codo golpeó el brazo del chico, sin verlo, pero al no escuchar respuesto lo observó, quedando sorprendida por su reacción.

Brendan estaba sonrojado, observando a la chica fijamente, esta se sintió incómoda.

— ¡Brendan! —habló la peliblanca con una risa burlona, intentando hacerlo reaccionar, logrando su cometido.

— ¡A-ah! ¡¿Por qué gritas?! —observó a su hermana.

— Jajajaja, por lo menos disimula que te gusta ¡Tonto! —rió en voz alta, Daphne desvió la mirada con vergüenza.

— ¡N-no me gusta! ¡Solo...! —vió hacia la castaña, sonrojándose más— ¡Vámonos ya! —se dió la vuelta con el seño fruncido, inflando sus cachetes, comenzando a caminar.

— Vale vale —respondió Brenda divertida—. Vamos Daphne.

La nombrada asintió, pero apenas apoyó el pie lastimado al frente lanzó un quejido.

— ¿Estás bien? —Brendan se le acercó.

— Sí, tranquilo, puedo caminar, no se preocupen por mí —sonrió grandemente, y aunque los gemelos no se convencieron, aceptaron, dirigiéndose al Reino Tierra.

Después de cuatro horas de camino avistaron a lo lejos el lugar que buscaban. La temperatura había subido; ya desde hacía unos kilómetros la nieve no se veía en ningún lado.

— ¿Ese es el Reino Tierra? —interrogó la ojiverde, curiosidad adornando sus palabras.

— Así es, nunca habíamos venido, pero según los rumores es uno de los más sofisticados —respondió Brenda con una sonrisa.

— Ya veo.

El dolor de su tobillo le molestaba y fingía una sonrisa aún cuando estaba sudando frío, le dolía caminar; pero tenía que soportarlo, no quería ser una carga.

Unos minutos después llegaron junto a las primeras edificaciones que eran rodeadas por una pequeña muralla llena de torres de vigilancia. Pudieron pasar al identificarse como habitantes del Reino Agua, que huían de la invasión.

— ¿Mhh? —pronunció un chico que pasaba por su lado, deteniéndose al ver la marca en el brazo de Daphne— ¡Tú! —ante el llamado los chicos se voltearon, viendo a un castaño de ojos cafés.

— ¿Ah? ¿Quién eres? —interrogó Brendan, viéndolo con desconfianza, el chico lo ignoró, acercándose a Daphne, agarrando su muñeca.

— Oiga, ¿Qué hace? —apartó su mano, frunciendo el seño.

— ¡Al fin te encuentro! Soy Harry, sacerdote de los templos del Norte del Reino Aire —sonrió grandemente.

— ¡Oh! ¿Sacerdote del Reino Aire? ¿Vienes por la profecía? —Brenda habló con emoción.

— ¡Así es! ¿Cómo se llama? —se dirigió a la castaña, hablándole con respeto.

— Soy Daphne, ella es Brenda y su hermano gemelo, Brendan —presentó también a sus compañeros.

— Ya veo, un gusto conocerlos. Daphne, tengo como misión guiarte y custodiarte, debo saber todos los detalles de los avances de la profecía y hacer que esta se cumpla a toda costa —informó el chico, sonriendo con amabilidad.

— Bueno... íbamos hacia una posada, para luego pensar como haríamos para encontrar al Elegido de este Reino —Daphne se encogió de hombros y el chico asintió.

— Lo sé.

— ¿Lo sabes? —Brendan alzó una ceja.

— Sé quién es el Elegido.

— ¡¿En serio?! —los tres se le acercaron.

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No muy lejos de allí, rodeada de objetos lujosos, se encontraba una chica de cabello negro y ojos de igual color; aunque estos no tenían nada de brillo, pareciendo no tener vida.

Su mirada se mantenía fija a pesar de que su cabeza se moviese a todos lados, buscando con su "sexto sentido" dónde se encontraba el vestido que debía ponerse para bajar a cenar con su padre; el mismísimo Rey del Reino Tierra.

Una vez captó las señales sísmicas que emanaba el rozar de la tela del lindo vestido verde contra el suelo hecho de piedra, se le acercó, agarrándolo para ponérselo.

Una vez lo hizo, salió de su habitación, con sus pies descalzos para poder poder "ver" mejor.

Cuando llegó a la gran habitación, pudo sentir una gran mesa, era larga y había alguien sentado en la punta, su padre; el único que podía sentarse allí.

— Buen día, señor padre —hizo una pequeña reverencia, levantando de las puntas su vestido de detalles dorados, bajando su cabeza.

— ¡Llegas tarde! ¡Una de las primeras reglas para ser princesa es ser puntual! ¡¿Cuántas veces debo repetirlo, Patricia?! —alzó la voz, haciendo eco en todo el lugar, la chica cerrando sus ojos con fuerza a pesar de no poder ver, aún sin levantar la cabeza— ¡Ya he terminado de cenar! ¡Si quieres come tú sola! —sintió la silla arrastrarse y sus pasos alejarse de allí; dando un portazo al salir del salón.

Fue solo en ese momento cuando decidió levantar su rostro.

— No tiene que preocuparse, señor padre, no pienso molestarlo más, no me volverá a ver —susurró y se sentó en una de las sillas de los laterales, observó su plato de comida, pero se levantó y retiró segundos después.

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— Entonces, ¿Quién es? —preguntó Daphne con curiosidad. Estaban todos en una habitación no muy espaciosa, pero suficiente para colocar sus sacos de dormir, o en este caso, solo unas sábanas sobre el suelo y otras para taparse.

— La Elegida del Reino Tierra es Patricia Lambert, la mismísima princesa.

Se escucharon varios estruendos; pues gracias a la sorpresa, a Brendan se le cayó un vaso de agua que sostenía, sin romperse, a Brenda se le cayeron varias sábanas y Daphne escupió el agua que había en su boca, comenzando a toser.

— ¿Q-qué? ¿La princesa? —habló la castaña entre toses, recordando que en ese tiempo era gobernados por reyes.

— ¿Cómo vamos a llegar hasta la princesa? —Brendan alzó una ceja con frustración.

— ¡Es imposible! —su hermana negó con la cabeza.

— No lo es, tranquilos, la encontraremos —sonrió el de hebras castañas; demasiado confiado en sus palabras.

— ¿Como estás tan seguro? —Daphne se cruzó de brazos.

— Tengo mis secretos —rió levemente—. Ahora durmamos, mañana será un largo día —bostezó y los demás asintieron.

Se recostaron y durmieron toda la noche, estaban cansados de caminar tanto y el tobillo de Daphne estaba inchado, debía darle reposo pero no lo estaba haciendo, le restaba importancia, pensando que no debía ser una carga y que ella era la responsable de todo, por lo que debía esforzarse y ayudar.

Lo que no sabía es que pronto su tobillo sería más que un problema.

✧.*_🌹_Palabras:_🌹_*.✧
2504

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8/3/2022

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