El hilo de Oz Vessalius
Del todo lo incompatible en esta vida, supongo que somos el mayor ejemplo.
Y es que ese amor, de un progenitor, fue realmente valioso para mí. Podía soportar traiciones, intentos de robo y hasta de secuestro, pero jamás estuve preparado para esas palabras.
El tío Oscar está preocupado, lo sé. Esa sonrisa en sus labios no puede engañarme; sé que está preocupado, y no es para menos, ya que en estos días no he tocado mi comida. He dormido en lapsos de tiempo extraños y cada que sueño, las pesadillas se ciernen sobre mí, obligándome a abrir los ojos para cegarme con la maldita realidad.
El tío Oscar ha dicho que tal vez necesito escribir una carta para liberar lo que me lastima, pero ¿Cómo podría hacerlo cuando todo mi cuerpo duele y a la vez no sangro? ¿Cómo puedo escribir cuando siento mi mano tan dura como las piedras del jardín?
Aún así, quiero intentarlo. Aunque esta carta no llegue a las manos de nadie y solo guarde polvo y humedad en esta habitación, es mi deseo escribir no para el hombre que es mi padre, sino para mi mejor amigo y de igual forma, sea este un secreto en donde pueda liberar las palabras que encierro en este momento.
Ese niño, más pequeño que yo, que fue encerrado y que seguramente está sufriendo por mi culpa en la oscuridad, es la persona en la que he confiado tanto como para apostar mi vida en él. No me acuerdo si llegué a pensar que podía ser mi mejor amigo el día en que lo conocí con los ojos llorosos y le salvé la vida, pero ahora he sido testigo de lo mucho que me duele y aprecio.
En el momento en que salió corriendo para buscar en mi padre una pizca de lastima para su hijo, tuve como una punzada en el pecho; era un mal presentimiento que acertó justo en el clavo.
Sé que no era su intención lastimarme, que con ese tierno corazón que tiene, tan tímido y dulce, sólo quería darme un momento con mi padre.
No nos era posible saber lo que iba a suceder.
Aunque en mi caso, ya sospechaba algo así. Quiero decir, los días que pasaba estudiando para sorprenderlo, no creía que fueran suficientes y ahora lo sé, cualquier cosa que haga no será suficiente nunca, porque hubiese sido mejor que no hubiera nacido.
¿Cierto? Puede que yo también lamente el haber nacido, pero con todo eso en contra, con la corriente casi ahogándome, tengo un par de y pequeñas razones para seguir. Gil siempre me extiende su mano, a veces pienso que él cuida más de mi que yo de él. Ada es otra y muy hermosa razón; es mi pequeña hada de sonrisa resplandeciente. Y no podía faltar el tío Oscar, a veces me gusta pensar que él, en otro mundo y menos doloroso, pudo haber sido mi papá.
No niego, ahora estoy confundido. Como mencioné anteriormente, he cambiado abruptamente en algunos comportamientos. Cuando Ada viene a pasar el rato conmigo creo que me quedo callado por mucho tiempo. Ella dice que mi mirada pierde el brillo y que las ojeras la aterran, que mi expresión esta semejante a la ausencia y que eso la aterra.
No la culpo, también he temido de mí, pero vuelvo a perderme en la cinta de ese día en donde deseó no ser mi padre justo frente a mí.
Su voz y su expresión de repulsión las tengo bien presentes. En su momento no supe cómo reaccionar ¿Cómo debería cuando me ilusioné hasta cierto punto?
El ramo de flores cayó, eso lo recuerdo muy bien y sus pétalos parecieron volverse piedra junto con ese frío corazón de mi progenitor.
Pero algo que no puedo perdonar, es que a Gil se le hubiese tratado de esa forma. Él me defendió con más fuerza y amor que cualquier otro subordinado o adulto ¿y cómo se le fue pagado? Encerrado en el sótano.
Las primeras horas intenté salir de este cuarto, por ventanas y hasta por la chimenea. Quería estar con él, que, si él iba a tener ese castigo, estuviéramos juntos, pero cada que lo intentaba me encontraban y me devolvían al punto de partida.
Qué crueles e insensibles son los mayores. Si he de convertirme en algo así, prefiero permanecer siendo un niño, aunque esto me cueste las miradas de desaprobación.
Me encuentro en un lugar fuera de mí, no creo tener anhelos y aquello que podría traerme algo de paz se encuentra debajo de mis pies.
Es duro saber la verdad, pero más lo fue vivir con la esperanza que no me traería nada más que su desprecio.
Las palabras de mi padre siguen presentes, todavía ahora que es de día y estoy escribiendo esto y comienzo a debatir si en algún momento podré olvidarlas, sin embargo, estoy escondiendo todo dentro de mí; trabajo en crear de nuevo ese rostro sonriente difícil de descifrar y que les toma poca importancia a las crudezas.
El hilo que me mantenía unido a él se trozo, no hay duda, y a cambio me trajo un vacío con el que debo aprender a lidiar antes de volver a encontrarme con Gil.
Estoy callando mi alma, escondiendo mis sentimientos y haciendo esta carta en donde dejo bien claro que no deseo echarle la culpa a mi padre. De burlas hirientes y palabras filosas puedo morir, pero no será su error, sino el mío, por haber nacido.
✶⊶⊷⊶⊷❍⊶⊷⊶⊷✶
El rubio se limpió un leve rastro de lágrimas. Respiró hondo, sus pies colgaban de la silla y observó por la ventana que el día estaba muriendo.
Dobló la misiva dos veces y la metió en un sobre para después levantarse y correr en dirección del librero. Tomó un libro con tapa rojo y metió la carta.
Algo debía admitir, algo que no mencionó directamente en la carta y es que, a esa corta edad, conoció el verdadero dolor y sus lagrimas pesaron tanto como un baúl, en donde ya no cabían tantos pesares.
—Tal vez intente esconder mi dolor en la alacena... —murmuró Oz, en la soledad de esa habitación—. Será buena idea.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro