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Capítulo 34. La Verdad Detrás de los Ojos Amatista.




Eric jadeaba en el piso, con gruñidos de animal herido. Su pensamiento estaba siendo apuñalado por recuerdos inconclusos. Las imágenes se mezclaban distorsionadas, golpeando su psiquis sin poder discernir qué era verdad y que no. El pasado oculto en su memoria luchaba por terminar de romper el bloqueo al que había sido sometido desde niño. Algo en su interior le decía que no le había sido mostrada toda la verdad. Pero al mismo tiempo, la angustia y el desconsuelo que oprimía su pecho le hacían querer ceder su voluntad a la oscuridad que rodeaba su mente y perderse dentro de ella sin retorno.

El patriarca observaba a su nieto desde detrás de su muro de protección invisible. Contemplaba cómo se retorcía de dolor, y la sonrisa pintaba su rostro con una expresión de siniestra satisfacción. Tenía las esperanzas puestas en que la sangre lycan que corría por las venas de Eric, lo llamara con fuerza y lo convirtiera en un poderoso endemoniado. Notaba cómo con sus garras gruesas, curvas y negras arañaba el suelo terroso. Estos eran ligeros vestigios de la transformación, y si eso sucedía, la fuerza y poder de un Moon estarían pronto bajo su control. En su interior, agradeció a su hija por no haber cumplido su orden en el pasado, cuando la envió a acabar con el destino de su vástago. Un nuevo tipo de lycan invencible estaba por nacer; uno que podría matar al dios guardián de la montaña mágica Nok.. Había hecho un trato con Christian Dark de entregarlo con vida, pero no iba a perder la oportunidad de que su nieto demostrara su poder, destruyendo al legendario zorro de nueve colas.


—¡Ya basta! ¡Basta de esto! —gritó el príncipe vampiro.

La voz de Hye Sung cortó el murmullo que generaron las primeras palabras de Dongwan. Sus manos, cerradas en puños, temblaban y sudaban de indignación. Los ojos dorados brillaban con destellos rojos de rabia; estaba harto de toda aquella situación.Ya era mucho el daño que su primo le había hecho, con la broma que acabó su relación con Eric; no le permitiría que usara el nombre de su madre en sus juegos macabros.

—He soportado tus estupideces por siglos —continuó Hye dirigiéndose a Dongwan— y no sé qué malditos demonios pretendes, pero te juro que voy a matarte si vuelves a mencionar a mi madre en tus desvaríos.

El rostro de Hye Sung estaba desencajado. Sus cejas casi se unían en el entrecejo y sus ojos, fijos y agudos, mantenían una mirada que lanzaba rayos destructores condenando las acciones del vampiro sexy. La boca del rubio exhalaba pequeños jadeos con cada frase que pronunciaba, intentando controlar el dolor que abría heridas cada vez más profundas en su corazón.

Lo que había descubierto Hye Sung en pocas horas rebasaba su cordura, dejándolo inestable y sin saber en qué o en quién confiar. El mundo en el que creía se había derrumbado con una sola palabra de aquel ser nauseabundo y malvado, que había aparecido de repente en sus vidas. Ahora comprendía por qué su padre y el alfa de los Moon, tenían tanto temor del Patriarca. No era la ferocidad de su raza lycan lo que lo hacía un ser peligroso, sino el veneno que contenían sus palabras.

Como vampiro y heredero de un linaje inmortal estaba preparado para enfrentar la maldad, la traición y hasta la muerte. Pero nada podía haberlo preparado, ni se comparaba, con el recibir una carga de odio tan fuerte en el puño de Eric y enterarse que ese odio provenía de su sangre lycan. Sangre que los convertía automáticamente en enemigos mortales.

También estaba preparado el príncipe heredero para enfrentar la traición del mundo; pero la de su propio linaje era un golpe demasiado bajo y profundo. Su padre no solo era el asesino de la madre del ser que amaba, sino que le había ocultado toda la verdad a ambos. Y Dongwan, ¡Oooohh! ¡Ese era el peor! Lo consideraba parte de su propia vida, su sombra protectora, aquel en el que se refugió cuando el abandono de Eric lo llevó a la locura. Él, precisamente, fue el causante de aquel dolor. ¿Cómo pudo confiar en ese vampiro que ni siquiera lleva su apellido? era un Kim, y la parte de su sangre Dark estaba viciada con la maldad de la endemoniada de su madre... Y ahora se atrevía a ensuciar el nombre de Son Ya Dark. Ella era lo único bonito, limpio y puro que le quedaba, así que no permitiría que el estúpido Dongwan la enredara en sus mentiras. No, primero lo mataría.

Hye Sung llenaba su sangre de rabia mientras que en su mente surgían cada vez más motivos para sostener su fatal determinación. Dongwan lo observaba de reojo, y haciendo un mohín de fastidio, lo increpó.

—¿No he dicho ni tres frases y ya estás alterado? Por eso te dije que te sentaras. Y es mejor que me hagas caso. Siéntate, porque ahora es que se viene el grueso de este asunto —le dijo con toda su desfachatez.

La reacción del rubio vampiro fue inesperada e impredecible, como la de un relámpago que revienta en medio de una noche clara. Su aura asesina se elevó al máximo, sus ojos teñidos completamente de rojo lucían desorbitados. Sus colmillos afloraron y con sus garras cargadas de veneno puro, se lanzó encima del vampiro azabache.

—¡Maldito desgraciado! ¡Debí matarte cuando te encontré con el teriántropo! Debí dejar que explorara tu infame corazón —le gritó mientras intentaba tomar su cuello por asalto.

Pero Dongwan hizo gala de sus destrezas, ganadas en las batallas que había librado aun antes de que el rubio naciera. Con un movimiento que ni el propio Hye logró ver, se colocó detrás de él y le inmovilizó ambos brazos.

—Es cierto, debiste matarme cuando pudiste. Me habrías ahorrado el desagradable trabajo de tener que mostrarte lo que soy —le dijo al oído.

Su voz cambió. De aquel tono chillón y casi aniñado que acostumbraba a usar, pasó a una vibración grave, profunda y aterradora que Hye sintió retumbar en todo su cuerpo. Su aliento olía a sangre fresca como de quien acababa de comerse a una familia completa. Y el peso de su aura era tan aplastante que comenzó a reducir el tamaño de los pulmones del rubio, haciéndolo jadear en busca de oxígeno. Dongwan lo soltó y caminó unos pasos, ubicándose frente a él.

Hye no pudo moverse, lo que vio en su primo lo dejó paralizado. Ya no era el vampiro sexy y deschavetado de siempre. Estaba parado al frente de una versión que no conocía. Era la imagen del primer descendiente, el primer vampiro de élite de la tercera generación. De aquel a quien le perteneció el título de heredero del linaje un siglo antes que a él, y no solo por haber nacido con el apellido Dark, sino por las cruentas batallas que había enfrentado y ganado con honor. Lucía majestuoso y muy intimidante.

—Debiste matarme —insistió Dongwan con su voz retumbante— y librarme de este momento... Desde que comenzamos este viaje me has pedido que te diga la verdad. Lo evadí tantas veces porque sabía que no estabas preparado... Ver lo perturbado que te han dejado unas pocas palabras me dice que yo no estaba equivocado. ¡No estás listo! Sin embargo, ahora no queda más remedio. No solo vas a saber la verdad sino que tendrás que vivirla a través de mí —dijo enfático.

Se acercó hasta quedar a dos pasos de su inmovil sol. Los ojos amatistas, que refulgían con tintes rojizos, arponearon los de Hye que aún estaban rojos. El rubio sintió la corriente eléctrica entrar por sus pupilas y recorrer su cabeza. De inmediato, comenzó a ver imágenes de la mansión en el pasado. De la época en la que él era apenas un niño. Fue entonces que se dio cuenta que estaba observando los pensamientos de su primo. Aturdido por la oleada de memorias, su cuerpo se balanceó casi perdiendo el equilibrio.

—¡Siéntate, Hye Sung! —le ordenó. El rubio obedeció y se arrojó al piso buscando estabilidad. Dongwan regresó a sentarse sobre su piedra, con las piernas cruzadas una sobre la otra.

Desde lo alto, casi rozando el techo, el dios zorro observó la escena con una sonrisa de satisfacción.

—Parece que por fin te lo tomaste en serio, pajarraco.

—Cállate.

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Muy atrás en el tiempo... 600 años antes.

Euduundal lucía un cielo cubierto por oscuras nubes que amenazaban con desatar una épica tormenta. Sin embargo, la intrépida luna, redonda y completa, colaba sus rayos plateados por entre las nubes para brindar algo de luz. La noche era propicia para el juego y la diversión. Hye Sung mostraba la vitalidad de un niño, semejante a la edad mortal de siete años, corriendo y saltando en cuatro patas entre piedras y árboles. Jadeaba por el esfuerzo que era mayor, el bosque de entrenamiento físico era inmenso para su pequeño y delgado cuerpo infantil, y aunque podía volar de rama en rama, prefería adoptar una forma canina para saber qué sentían los lobos al desplazarse de esa forma tan rudimentaria. Dongwan lo observaba desde la copa de un árbol. Amaba ver su cabello dorado resplandecer, iluminado por el plata de la luna y de los impredecibles relámpagos que de vez en cuando tomaban por asalto al cielo

—¡Primooooooouuuuuuuuu! —gritó el príncipe desde lo alto de una roca. Su grito se asemejó al de los lobos aullando a la luna.

Dongwan sonrió por su ocurrencia.

—¿Qué quieres Vampilobo?

—Vuela a buscar a Hyugie antes de que comience la lluvia.

—¿No puede estar ni un segundo lejos de él? Te repito, por sexta vez, que está en la mansión con tu madre repasando algunas técnicas marciales que aún no domina. Ya te dije que es un lobo tonto.

—¡No digas eso!... Por favor, ve por él. No quiero que empiece la lluvia y que se la pierda.

—Si interrumpo a Son Ya en su clase, va a patearme. Y tú, deberías dejar de jugar y concentrarte en tu entrenamiento. Me tienes castigado aquí, perdiendo mi valioso tiempo, cuidándote.

—Wannieeeee, por favor.

El vampiro sexy, quien a pesar de tener ya varias décadas sobre la faz de la tierra lucía la belleza de un chico en sus diecisiete años, exhaló con fastidio.

—Sólo porque me llamaste Wannie, te voy a complacer. Quédate aquí y entrena hasta que yo regrese —respondió y se desvaneció.

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Dongwan apareció en la puerta de la residencia Dark y notó algo inusual. Los guardias, a quienes siempre asustaba con su inesperada presencia, no estaban en sus puestos. Antes de entrar observó su alrededor, el silencio profundo también le advertía de una situación fuera de lugar. Sabía que su tío no estaba en la mansión; había ido con su padre y el alfa de los Moon, a atender una alerta de avistamiento de lycans infectados, en el sur de la ciudad.

De pronto percibió un ambiente pesado. La brisa traía un olor a sangre, mezclado con el de lobo, eso activó sus sentidos. Sin duda, algo estaba pasando. Entró y recorrió la primera estancia, luego el gran salón principal y todo estaba vacío. Subió a las habitaciones en busca de su madre, pero ni ella ni el tío abuelo Christian daban señales de estar cerca. Agitado, bajó de nuevo las escaleras y se dirigió al área de servicio; sus ojos amatistas bañaron de principio a fin el lugar. No había sirvientes, pero el olor a sangre fresca se incrementó. Hizo un esfuerzo para sobreponerse al aroma que lo seducía y continuó hasta la parte trasera de la mansión, hacia la sala de artes marciales en la que esperaba encontrar a su tía Son Ya.

La puerta de cristal ahumado estaba trabada. Algo muy pesado y con un abrumador olor le impedía abrirla. De inmediato supo lo que era: la pestilencia típica de lobos endemoniados. Sus amatistas relampaguearon mostrando de inmediato sendas vetas rojas. Sus uñas negras afloraron y los colmillos le reventaron las encías. No había llegado todavía a la categoría de un vampiro de élite y su nivel de batalla no era óptimo, pero la indignación de saber que un apestoso endemoniado amenazaba a su familia, no le permitía detenerse en nimiedades.

Se retiró dos pasos y con su cuerpo lleno de furia, pateó la puerta de tal forma que reventó el cristal, astillándolo en miles de pedazos. El impacto hizo que el lycan que estaba atravesado volara a un lado, dejándole el paso libre.

Lo que encontró dentro del salón le cortó la respiración por unos minutos. Su maestra, la líder Son Ya Dark, estaba siendo acorralada por dos lobos negros que debían medir más de dos metros de alto, inluso estando en sus cuatro patas. Sus hocicos destilaban babas en un tono marrón oscuro, típico en los lobos endemoniados que están en la última etapa de la infección por licantropía. En este punto se volvían bestias salvajes sin consciencia, feroces, y atacaban hasta matar o morir.

Los lobos gruñeron con furia, alterados por su inesperada intervención. La vampiresa rodeaba con sus brazos el pecho del joven heredero del clan Moon y lo apretaba con fuerza hacia ella, para protegerlo. Sus ojos, que normalmente eran perlas brillantes y risueñas que miraban con ternura, estaban llenos de angustia y atentos a los movimientos nerviosos de los lobos.

Nunca antes había enfrentado a licántropos endemoniados, pero su primer impulso, como adolescente inexperto, fue saltar sobre ellos y destrozarles el cuello. Sin embargo, apenas respiró, el tercer lobo que estaba en la puerta y que se había recuperado del impacto del golpe, se paró frente a él y lo amenazó con sus fauces abiertas.

De repente, sintió la voz de su maestra invadir su mente. Esto los sorprendió porque esa era una práctica prohibida, lo que le dio a entender que ella estaba muy desesperada. Con una vibración firme le dijo que se calmara y que siguiera sus instrucciones.

—Escúchame bien, Dongwan. Esta clase de lobos reacciona por impulso, así que no pierdas el control ni te lances como loco al ataque.

El vampiro sexy resopló, se veía que su maestra lo conocía bien. Lo único que deseaba en ese momento era darle en la madre a esas malditas bestias y hacerse un collar con sus colmillos. Pero era la rabia que le agitaba su helado corazón lo que le hacía creer que podía hacer eso. Su mente lógica le decía que no saldrían bien librados de aquel encuentro con lobos. La desventaja era evidente. ¿Dónde estaba la inestable de su madre cuando él la necesitaba?

—Wannie, querido —escuchó de nuevo la suave voz de Son Ya—, voy a distraer a estos dos lobos... Tú, evade al que está cerca de ti . No pierdas tiempo peleando con él, solo evádelo, toma a Hyugie y sal de aquí. Está muy agitado y eso no es bueno.

Dongwan observó al chiquillo lobo que lucía de siete años mortales. Su pecho subía y bajaba con rapidez. Sus dientes crujían y sus manos, tensas, temblaban con las garras casi expuestas. Su mirada no era de temor, como Dongwan esperaba, era de rabia; como si el ver aquellos lobos amenazandolos le causara indignación. No había dudas de que era un Moon. Al menos eso fue lo que pensó en ese momento. Sin embargo, no estaba de acuerdo con la idea de su maestra. Bajo ninguna circunstancia él la dejaría sola con tres bestias irracionales. Se negó rotundamente.

—¡Dongwan! Esto no es un entrenamiento. Es un enfrentamiento real.¡ Haz lo que te dije!

—¡Tía, estás loca! Lo que quieres hacer es un suicidio. No te voy a dejar sola. Sé que entre los dos podremos...

—¡Soy tu líder y te estoy dando una orden! ¡Protege al heredero Moon! ¡Ahora!

El tiempo pareció detenerse en ese instante. Todo lo que aconteció después de esas palabras de la líder Dark sucedió en fracción de segundos, pero Dongwan lo vivió como en cámara lenta.

Son Ya Dark tomó con todo su peso al joven Moon y lo lanzó hacia Dongwan; al mismo tiempo que abarcaba con sus brazos el cuello de los dos lobos frente a ella para impedirles el movimiento. En un acto reflejo, él voló y atrapó a Hyugie entre sus brazos antes de que cayera al piso, pero su pie fue alcanzado por las fauces del lobo quien lo desgarró de inmediato. Con un movimiento rápido giró en el aire y le pateó la cabeza con la otra pierna, logrando que lo soltara. Luego extendió una de sus manos y sus garras envenenadas lograron hundirse en el cráneo de la bestia y ésta se desplomó sin vida. Él cayó al suelo, maltrecho, pero seguía sujetando con fuerza al niño.

Con gran destreza y habilidades insuperables, la líder del clan Dark acabó con uno de los lobos y casi tenía dominado al otro. Pero su angustia de madre adoptiva de los dos jóvenes la hizo quitar su mirada del lycan y voltear para asegurarse que estuvieran bien. Ella había olvidado la lección más importante que una y otra vez le realcó a Dongwan: "Nunca quites la vista de tu oponente hasta que esté muerto".

Recibió una feroz mordida en su hombro y las garras despiadadas cruzaron su pecho de lado a lado. La sangre de la líder corrió rápidamente por todo el lugar, mezclándose con la del lycan muerto.

La cabeza de Dongwan iba a explotar en llamas, pero sabía que tenía que cumplir con la orden que le fue encomendada. Tomó a Hyugie y trató de sacarlo de ahí, pero el niño lobo tenía sus propios planes: vengar el ataque a su amada maestra. La furia se apoderó de su pequeño cuerpo haciendo que su huesos tronaran, alertando de una evidente transformación. Su piel se cubrió de inmediato con un pelaje, que no era el gris claro que Dongwan acostumbraba a verle. Este era oscuro, tan oscuro como el del lobo endemoniado que ahora tenía enfrente y que exhibía en sus fauces la sangre de su líder.

Dongwan quedó perplejo ante la ferocidad del chico. En un solo acto, el heredero Moon saltó sobre el lobo endemoniado, que era al menos tres veces más grande que él, y le clavó sus colmillos en el cuello. Sin piedad, con garras y dientes lo atacó, hasta que en cuestión de segundos lo dejó completamente inerte.

El sagrado salón de artes marciales se convirtió en un reguero de cuerpos destrozados y sangre. Solo se escuchaba el sonido de las respiraciones agitadas, llenas de confusión, angustia, dolor y rabia. Dongwan temblaba impresionado, no solo por ver la terrible herida que tenía su maestra, sino por el aspecto salvaje que había adoptado el joven Moon, que después del ataque cayó desmayado y convulsionaba intoxicado por el sabor de la sangre fresca que por primera vez probaba. Incluso inconsciente, jadeaba con la rabia corriendo en sus venas y la sangre seguía destilando en sus colmillos.

Dongwan intentó sobreponerse, necesitaba atender la grave herida de su tía. Se arrastró hacia ella y la levantó para recostar su espalda contra la pared.

—Tía, bebe de mí. —Le ofreció su cuello. Pero la líder Dark lo apartó a un lado.

—No... no hay tiempo..., llévate a Hyu... Haz que se calme. Que vuelva a ser...él.. No pue... den verlo... así.

—¡Tía, él es un...! —le dijo, mirando al lobito de reojo. No terminó la frase.

—Pro... prométeme... que mi Hye... Qué mi Sol...  no se entere nunca.

—Tía, bebe de mí. Por favor —le repitió Dongwan con las lágrimas que se mezclaban con su propia sangre.

—Tú..., mi valiente Wannie..., estás herido. No puedes... ayudarme. Para... sanar... nece-sitaría toda tu...sangre.

—¡Tómala toda! ¡No me importa! Por favor, tía. ¡Hye te necesita! —suplicaba entre sollozos.

De pronto, fueron interrumpidos por un lamento lastimero que provenía de uno de los cuerpos de los lycan. Después de muertos o incluso estando gravemente heridos, los endemoniados adoptaban la forma humana que tenían antes de ser infectados. Pronto pudieron ver que sus atacantes eran dos hombres y una mujer. Almas inocentes que fueron vilmente controladas por alguna mente malvada para cometer asesinatos.

—Esa mujer parece que está viva aún, a pesar del feroz ataque de Hyugie —observó Dongwan.

Son Ya dirigió una débil mirada hacia la mujer que mencionó. Sus ojos se abrieron levemente, mostrando asombro en sus pupilas de oro.

—Qué... endemoniado... y cruel destino... el de esa pobre mujer —exclamó, mirándola con tristeza—. Ayúdala, por favor.

Dongwan se sorprendió por el pedido de su tía. No se dejaba ayudar, pero pedía por la bestia que la había atacado a ella. Ni hablar, no haría nada para salvar la vida de una miserable infectada.

—Ella... es... Jessica... Jessica Moon..., la madre de Hyu-gie... Ayu...da...la.

Esa fueron las últimas palabras de la noble y hermosa Son Ya Dark. Su corazón había sido partido en dos por las garras de la misma mujer que le pedía que ayudara.

💧💧💧💧💧💧💧💧💔💔💔

Aquella era una noche propicia para el juego y la diversión, pero para Dongwan fue la peor de su larga y atormentada vida. Se quedó paralizado. Sus ojos amatistas se volvieron opacos y su respiración se detuvo. Su mente no podía procesar todo lo que acababa de pasar: La vida de su maestra se le escapó de las manos sin que pudiera hacer nada, y también fue testigo de la salvaje transformación del heredero Moon en un lycan, y de cómo éste asesinó a su propia madre.


¡Dios!, no tengo nada que decir 💧💧

Solo que espero que estén bien y que me dejen sus comentario.

¡Ah! ¿y qué les pareció la ternura de Hye a sus siete años?

Me tocó salir de mi reposo para terminar este capítulo. Les juros que estos chicos no me dejaban en paz. Me despertaron a las 5 y 56  de la mañana para que me sentara frente a la compu.

Qué locura. Bueno, me regreso a dormir.

Abrazos.

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