Capítulo 20. El Vampiro Sexy y el Lobo Platinado. Enuentro en la planicie.
La brisa corría por la pradera moviendo las hojas de los árboles y la hierba fresca, a su antojo. Era una tarde deliciosa. El sol descendía con lentitud por el poniente ofreciendo un espectáculo de colores en el firmamento. Se podría decir que el clima en la planicie era agradable; pero al pie de la pequeña colina, lo que se sentía en el ambiente era otra cosa: Incertidumbre y miedo por un lado, tensión y pánico por el otro.
—Ocúltense —les dijo Eric en voz baja y pegó su espalda contra la colina para ocultar, lo más que pudo, su fornido cuerpo. Con las cejas levantadas y los labios contraídos se dirigió a Minwoo—. ¿Cómo se enteró de nuestra presencia?
—¿¡Yo qué sé!? —respondió con un grito silencioso que se ahogó en su garganta.
El mortal apretó a Andy entre sus brazos e imitó a Eric resguardándose al pie de la colina. Jinnie hizo lo propio y se agachó para esconderse detrás de las piernas del lobo mayor.
Hye Sung no entendió nada de lo que decían, pero los imitó y cubrió su espalda. Algo sabían los lobos y el mortal, sobre ese lobo platinado, que los tenía tan alterados.
—¿Qué sucede? ¿Quién es ese lobo? —preguntó Hye, con la voz tan baja que era casi un rumor.
Pero el vampiro sexy, que ni cuenta se dio de lo que sucedía, interrumpió el secreteo, hablando sin temor, a viva voz.
—¿Ya vieron a ese lobo? ¡Es un muñeco de peluche! Me encanta ese pelaje largo y ensortijado. —dijo con los ojos brillantes de emoción.
Dongwan había quedado tan prendado de la majestuosidad del lobo blanco, que no se percató del temor que había en los ojos de los otros. Y tampoco pudo ocultar más su secreta debilidad por las colas largas y peludas.
—¡Por los mil demonios fashionistas! Tiene una frondosa cola blanca ¡con la punta en dorado! ¡Siento que voy a morir!... ¿Por qué todos tienen cara de susto y están susurrando? —dijo, luego, al verlos con los ojos desorbitados.
—¡Cállate! —le gritaron Eric y Minwoo en una sola voz.
—¡Si sigues diciendo estupideces vas a morir en serio! —le dijo Minwoo con la voz baja, pero con la entonación de un regaño.
Eric tomó a Minwoo por los hombros, lo miró con ternura y le dijo—: Amigo, lo siento mucho, pero tendrás que correr.
—¿¡Yo por qué!? ¡Ahora mismo no puedo enfrentarlo! —refutó el mortal de inmediato y le hizo un gesto con la boca señalando a Andy.
Moon se aclaró la garganta y procedió a enumerar las razones del por qué debía ser él quien saliera a dar la cara por el grupo. Le habló de su valentía y del maravilloso poder que tenía para calmar a la bestia enfurecida. Le recordó las veces que se había enfrentado al peligro, estando detrás de la barra del MinWoo's Blood and bar, y de cómo había logrado resolver situaciones de conflicto. Todos los atributos positivos que tenía el mortal, los mencionó para convencerlo de ofrecerse en sacrificio.
Jinnie se levantó del piso, arrancó a Andy de los brazos de Minwoo y lo llevó consigo detrás de Eric.
—Y tú eres su sabor favorito —dijo el lobito, agregando una razón más a las palabras de su hermano.
El lobo mayor confirmó, con un decidido movimiento de cabeza, las palabras de Jinnie. Esa era la razón más poderosa, aunque Eric había decidido no mencionarla, por delicadeza.
—¿Y si mandamos al pajarraco? ¿Tal vez él quiera probar algo nuevo? —le dijo Minwoo a Eric, en un intento por zafarse del asunto.
—¿Estás loco? —respondió Moon en un murmullo un poco más alto—. ¿Quieres que nos mate a todos? Esa bruja debe tener un sabor horrible.
—¡Estúpido perro! Te estoy oyendo. Para que sepas, mi sabor es exquisito. ¡Ven, pruébame!, —dijo Dongwan y extendió su brazo a las fauces del lobo mayor.
—¿En serio quieres ser el sacrificio de un lobo platinado? —le preguntó Hye a Wannie, con sorna. Era evidente que su primo no sabía lo que estaba diciendo.
Un gruñido se escuchó por encima de sus cabezas. Levantaron las miradas, pero por la posición en la que estaban, pegados a la colina, no pudieron verlo. Sin embargo, aquel gruñido sostenido y por lo bajo, era indicio de que el visitante blanco se estaba impacientando.
Eric regresó la mirada al mortal. Una mirada casi de súplica.
—Min, sabes que tú eres el hombre.
—Andy está aquí,... no puedo... —No terminó la frase, los ojos de Eric parpadearon varias veces y con insistencia.
—¡Maldición!... Esta me la debes —le dijo Minwoo, finalmente.
El mortal se quitó el bolso que llevaba en su espalda y miró a su hermano. Jinnie apretó al chico en sus brazos, dándole a entender a Min que lo cuidaría. Este asintió y después de soltar un largo suspiro, emprendió una furiosa carrera hacia la pradera por la que habían venido.
El canto del lobo platinado se escuchó una vez más, pero esta vez fue diferente. Ya no aturdía ni dolía en los tímpanos, sino que era como una hermosa melodía de amor. Sin duda Minwoo era su favorito y era a él a quien esperaba.
De un saltó, el cuerpo estilizado del lobo pasó por encima de las cabezas de todos. Su pelambre, movido por el viento, parecía desprender hilos dorados que se desvanecían en el campo visual de los presentes, como estrellas fugaces. Con delicadeza posó sus patas en la tierra alfombrada de hierba fresca y, sin siquiera mirar a los otros, emprendió la carrera detrás de Minwoo.
Los dos lobos Moon se relajaron y se sentaron en el piso, ante el asombro y las protestas desesperadas de los otros tres. Ese lobo era casi del tamaño de Eric, si agarraba al mortal, lo destrozaría sin miramientos. Dongwan propuso ir tras ellos y sorprender al platinado entre todos.
—¡Siéntate! Esperemos aquí. Si nos metemos va a ser peor para Minwoo —le dijo Eric a Wannie.
—¿Cómo puede ser peor? ¡Lo está persiguiendo! —dijo Andy, suplicando ayuda para Minwoo—. Conozco la fama del lobo albino. Nunca lo había visto, pero sé que es muy sensible y caprichoso, y eso lo hace feroz ¡Puede matar a mi hermano!
Jinnie lo tomó de la mano y lo jaló obligándole a sentarse junto a él.
—Tranquilo, Diddy. Mi primo Heechul adora a Minwoo, es su persona favorita, nunca le haría daño... Aunque como está molesto, puede que lo muerda un poco. Pero no te preocupes, de seguro Min logra calmarlo y luego, Hee, lo llenará de babas. En todo caso, estamos aquí.
Dongwan clavó la mirada en Jinnie y arrugó el entrecejo. No estaba seguro de haber entendido bien lo que dijo. «¿Primo? ¿Adora a Minwoo? ¿Persona favorita?», se preguntó, pero no dijo nada. Y fue Andy quien le ayudó a aclarar las cosas con sus múltiples preguntas.
—¿¡Es tu primo!? —preguntó el joven vital, con los ojos abiertos y sus manos a los lados de ambas mejillas—. Eso no lo sabía. ¿Entonces por qué ustedes le tienen tanto miedo? ¿Y por qué dices que adora a mi hermano? Él también se ocultó, espantado. ¿De dónde se conocen ellos? ¿Por qué Min no quería ir con él? ¿Por qué el lobo blanco lo persigue? ¡Parece que se lo quiere comer!
Jinnie apretó los labios, no estaba preparado para la descarga de preguntas que se le vino encima, después de que quiso aclararle un poco el panorama, para que se calmara. Bien lo dice el dicho: "No aclares que oscureces".
—Eeee... Eso ya te lo explicara Minwoo después. Solo te diré que no es que le tengamos miedo a él, sino a su intensidad; y cuando está molesto se pone peor. En serio, no querrás ser el favorito de Heechul. —respondió y se frotó los brazos como si esa última frase le produjera escalofríos.
Dongwan se había quedado atrapado en las palabras anteriores del lobito y reaccionó.
—¿¡Llenarlo de babas!? ¿Dices que va a pasar su lengua rasposa por todo el cuerpo del enano musculoso? ¿¡Qué hay peor que eso!? ¡Tenemos que detenerlo!
—Más te vale que te calmes, bruja —le advirtió Eric—. Y frena tu mente pervertida. No lamerá todo su cuerpo,... solo las partes que estén descubiertas. Y si tú intervienes Minwoo no te lo perdonará. Heechul es muy celoso y sobreprotector con él; si alguien se mete entre ellos ahora, mi primo no lo va dejar en paz ni un segundo.
Dongwan se quedó pensativo y lanzó la mirada hacia donde el mortal corría, desesperado, por salvar su dignidad. «¿Celoso con él? ¿A qué se refiere?» se preguntó.
Observaron la infructuosa carrera de Minwoo. Por los vientos que soplaban, en cualquier momento el mortal caería. No había piernas humanas que lograran ganarle en carrera a un lobo platinado, y aunque Min no era un mortal común, estaba impedido de usar sus habilidades de kitsune.
Eric interrumpió el breve silencio—. Lo que no entiendo es cómo se enteró Heechul. Hemos ocultado nuestra esencia desde que pisamos el puerto de Pretón. No pudo olernos. ¿Tú le comentaste algo? —preguntó a Jinnie.
—Nooo. Yo no haría nada sin consultarlo. No sé cómo se enteró de nuestra presencia —le replicó el lobito y agregó—. A menos que...
—¿Qué?
—A menos que lo haya atraído el perfume de Min. Es lo único que nos podría haber delatado.
Eric asintió a las palabras de Jinnie. Esa era una posibilidad, y muy certera—. ¡Uhhhju! Es lo más probable. Percibió el perfume de Min. Heechul conoce muy bien ese aroma.
«¿Conoce muy bien su aroma? ¿por qué?», repitió Dongwan en su mente. Algo ya no le estaba gustando de ese encuentro con el lobo de la pradera.
—Entonces, ¿ese lobo era la sombra que nos venía siguiendo? ¿Estaba persiguiendo a mi hermano? —preguntó Andy.
—Sí —respondió Jinnie.
El vital abrió su mano y con la palma le asestó un golpe al lobito en la espalda—. ¿Cómo es que no te diste cuenta de que nos venía siguiendo? ¿No se supone que tú cuidas la retaguardia? ¿No tienes olfato? ¿No sentiste su aroma? —le reclamó.
Jinnie arrugó la cara, pero más por la sorpresa que por el golpe en sí. Andy tenía una mano suave y tersa, cuando lo golpeaba era como una caricia para el lobito.
—No lo vi porque tú estabas sentado en la parte de atrás... Y sí tengo olfato, y muy bueno, pero este es el territorio de Heechul, ¡todo huele a él! —le replicó.
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Hye Sung permaneció en un profundo silencio. Se sentó sobre la hierba y desde abajo, jaló a Dongwan para que este hiciera lo mismo; le sugirió que se mantuviera callado. Decidió no intervenir ni opinar nada, dejaría que Eric tomara el control de las decisiones del grupo. El último enfrentamiento con el lobo mayor lo había dejado con un estado de ánimo muy bajo. También se sentía agotado física y mentalmente. Se preguntó si estaba experimentando lo que los mortales llaman depresión. Parecía estar enfermo, pero no era algo del cuerpo sino dentro de su pecho.
Los ojos de Eric se movían inquietos. Sin pretenderlo, su mirada se quedaba fija sobre él. Sí, varias veces se sorprendió a sí mismo observando al rubio vampiro. Cuando se daba cuenta, enterraba la mirada en la hierba o fingía prestar atención a la conversación de los jóvenes a su lado. Pero de pronto, sus pupilas grises volvían sobre la figura estilizada del rubio.
El lobo cayó en cuenta que en todo el camino, Hye había pronunciado solo las palabras necesarias al interactuar, y justo en ese momento, mantenía una actitud sumisa, silente y apagada; algo que era completamente distante de su verdadera personalidad. ¿Le preocupaba verlo así? Sí. ¿Haría algo para averiguar qué le pasaba al vampiro? No. Si le preguntaba el porqué de su actitud, lo más probable sería que Hye Sung le diera una aguda respuesta y él no estaba listo para ella.
Eso pensó el lobo al principio, pero verlo cabizbajo, arrancando la hierba con sus afiladas uñas, le hacía sentir mal. ¿A dónde se había ido el vampiro prepotente y engreído que lo había molestado durante siglos?
Supuso que su repentino alejamiento había sido causado por el encuentro en aquella colina, cerca del restaurante, en Nongto. Contempló la posibilidad de que había sido muy duro con él, aunque eso no tenía mucho sentido. En el pasado se habían enfrentado de formas más violentas y el vampiro nunca lo dejó en paz.
¿Cuál había sido la diferencia?¿Se descontroló él un poco más? A decir verdad, Eric no recordaba todo lo sucedido. Tenía lagunas en ciertos puntos de la discusión y eso le aterraba. Esa era la verdadera razón por la que no quería preguntarle al rubio qué le pasaba, temía que le dijera algo que él no recordara. Pero no podía seguir siendo un cobarde.
Se levantó del lugar en el que estaba y se acercó al rubio. Se dejó caer con pesadez a un metro de distancia de él. No se sentó sobre sus patas traseras, como solía hacerlo, sino que adoptó una postura de loto para estar acorde con la actitud corporal del vampiro. Eso lo aprendió con los viejos chamanes de la montaña.
Hye levantó la cabeza con lentitud. Esperó, con mirada expectante, para saber qué le diría el lobo. Eric se colocó la capucha de la chamarra que portaba y escondió sus ojos debajo de ella. Estaba nervioso y no sabía el porqué.
El rubio exhaló soltando un largo suspiro, luego sonrió. Entendió, en ese tímido movimiento del lobo, que estaba intentando acercarse. Ambos se quedaron en silencio y lanzaron la mirada hacia el horizonte, justo a donde se llevaba a cabo una salvaje y adorable cacería.
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El corazón de Minwoo golpeaba con fuerza en su garganta. Las venas de sus brazos y piernas estaban brotadas, y el sudor caía en gruesas gotas sobre sus ojos, cegando su visión. Los músculos de su cuerpo estaban tan tensos que en cualquier momento colapsaría. Le quedaban dos opciones: tomar fuerza de su esencia para seguir corriendo hasta que el lobo se aburriera —cosa que debido a su gran intensidad era improbable, en al menos en una hora más— o detenerse y negociar una rendición pacífica, lo que frustraría mucho al joven platinado.
Con ambas opciones Minwoo estaba perdido. Había una tercera, que de seguro era la que Heechul esperaba, pero con Andy cerca, él no debía ni siquiera pensarla. Sus piernas ya no daban más. Resignado a sufrir las consecuencias, dio media vuelta y se detuvo casi llegando a la carretera principal.
—¡Heechul!... Detente, por favor,... me rindo —le dijo, jadeando, y elevó ambas manos al aire en señal de rendición.
Pero el lobo no se detuvo. Sus patas apenas rozaron el suelo, y con gran velocidad, siguió corriendo hacia él hasta que lo embistió. Minwoo cayó cuatro metros adelante. Su espalda golpeó contra el piso haciendo un ruido seco que lo hizo toser.
—¡Levántate y pelea como bestia! Vas a pagar caro el haber entrado a mi territorio a escondidas —rugió feroz el platinado. Sus ojos seguían encendidos en fuego mientras la brisa movía con suavidad los rizos de su frente.
—¡T-t-te... juro que... íbamos a llamarte! —Le gritó sin levantarse del piso y apoyando su mano en un costado. Heechul no lo atacaría mientras lo viera indefenso. Al menos eso esperaba Minwoo.
—¡No mientas! Llevo dos horas oliendo tu perfume en mi territorio. He estado esperando a que tomarás el maldito comunicador para llamar. Ahora levántate y ¡pelea!
Minwoo Exhaló y forzó una tos seca.
—Hee, querido, no-no puedo pelear —dijo con un tono de voz dulce y amoroso—. Mi hermano vino conmigo y sabes que no puedo usar mis habilidades. Si peleo contigo sin estar preparado me voy a morir. —El mortal mordió sus labios y suplicó clemencia. Incluso fingió sentir dolor en un lado de su cuerpo.
—¡¡No me llames querido!! Esta vez no te va a salvar la labia astuta de tu lado oscuro —le gritó el lobo, molesto.
—Es en serio, Hee. Yo... sabía que estaba cerca, por eso no te llamé...Sabía que vendrías... No quiero pelear contigo.
Heechul movió su gran cabeza plateada de un lado al otro para aligerar la tensión del cuello. Agudizó su mirada de fuego y sonrió, dejando expuestos los colmillos.
—Preferiría darte tu merecido en una buena pelea, pero ya que te niegas, por tus mentiras, igual vas a morir. —dijo y con un salto se abalanzó sobre él.
Las patas delanteras del lobo se posaron con brusquedad sobre el pecho musculoso de Minwoo. La presión hizo que el mortal emitiera un quejido seco, pero fuerte. Sintió las garras como agujas punzar su carne. Heechul no estaba jugando. Debía sentirse realmente dolido por el hecho de que ellos, que habían vivido momentos difíciles y disfrutado tiempos de aventuras y compañerismo con él; pasaran por su territorio sin intenciones de detenerse ni a saludar.
Minwoo, estoico, lo dejó hacer lo que quisiera. Él, que en más de una oportunidad utilizó sus artimañas románticas, para convencer al lobo platinado de hacer lo que nadie quería hacer, era quien más merecía que Heechul lo castigara.
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Eric se levantó del piso con un movimiento rápido. El aura agresiva de su primo había aumentado. Las cosas parecían no estar funcionando como se esperaba. Minwoo necesitaba ayuda. Los otros notaron el movimiento nervioso del lobo y se levantaron también.
—¿Qué sucede? —preguntó Hye.
—No estoy seguro, pero siento a Heechul todavía muy alterado. Ya pasó tiempo suficiente como para que estuviese satisfecho con Minwoo.
Dongwan no lo pensó dos veces y se desvaneció.
—¿¡A dónde fue la bruja!? Más le vale que no se acerque a ellos. Heechul no tolera muy bien a los vampiros y menos entrometidos —dijo Eric.
Hye miró a su alrededor y agudizó su visión vampírica. Logró ver a Dongwan dirigiéndose justo hacia la carretera.
—No sé qué le pasa. Últimamente ha estado muy extraño y sensible con respecto a Min.
—Eso nos va a meter a todos en problemas —dijo Eric y exhaló.
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Las fauces de Heechul se abrieron sobre el rostro de Minwoo. Al principio fue algo aterrador: la expresión agresiva de sus ojos, su aliento ácido golpeándole la nariz, la baba cayendo sobre él; y luego, uno de los colmillos rozó su mejilla. El mortal sintió como se le rasgaba la piel y dos gota de preciosa sangre surgieron como consecuencia.
Con mucha suavidad, el lobo pasó su lengua por la mejilla ensangrentada, cerró los ojos y se saboreó con deleite. Y así como funcionaba en el bar, la sangre del mortal calmó el mal humor del platinado.
Minwoo sintió como el lobo disminuyó la presión de sus patas y retrajo las garras. Fue en ese momento que aprovechó para hacer su toque mágico. Levantó la mano y lo acarició detrás de una de las orejas. De inmediato, Heechul se desarmó. Recostó su cabeza sobre el pecho musculoso, aflojó todo su peludo cuerpo y cayó, cuan largo era, encima de él aprisionándolo contra la hierba húmeda. El mortal se quejó por el peso, pero solo un poco.
—Tramposo desgraciado, sabes que tus caricias me quitan fuerzas —dijo Heechul, exhalando de éxtasis por la mano de Minwoo que rascaba su oreja.
—¡Quítate de encima, perro descolorido! —se oyó una voz detrás de ellos.
Una fuerza invisible separó al lobo platinado de su presa y lo arrojó varios metros hacia adelante.
—¡Nooo! —gritó Minwoo levantándose del piso con rapidez.
El lobo giró su cuerpo y cayó sobre sus cuatro patas, adoptando de inmediato una posición de ataque. Sus ojos amarillos divisaron una figura mortal, no pudo percibir su aroma, pero sabía que detrás de aquellas pupilas amatista no había un humano.
—-¿Quién eres? ¿Y cómo te atreves a interrumpirme? —rugió la voz gutural del lobo.
Dongwan también adoptó una posición de ataque. No iba a dejarse amilanar por aquel inmenso lobo de silueta definida, pelambre impecablemente blanco, rizos sedosos y de cola frondosa. Al vampiro sexy le provocaba abrazarlo en lugar de pelear con él, pero debía defender lo que le pertenecía.
—-¿Cómo te atreves tú, lobo desteñido y sin clase, a atacar tan salvajemente a mi mortal. Solo yo puedo hacerle daño, ¿entendiste? —dijo, desafiante.
Minwoo abrió los ojos de forma exagerada y volteó la mirada hacia Dongwan. Quedó pasmado de oírlo hablar con tanta propiedad. «¿Dijo: mi mortal?», se preguntó mentalmente. Desvió la mirada a un lado y recordó que durante la pelea con los biyangsimjo el pajarraco había dicho una frase similar: «mi enano musculoso». Y de repente, se sonrojó.
Heechul se levantó en sus patas traseras y empezó el proceso de transformación. En cuestión de segundos tenían frente a sí, a un hombre que aparentaba unos 24 o 25 años mortales. Era muy alto y contenía en su cuerpo casi todos los elementos del firmamento: las nubes en el blanco de su piel, un cielo limpio y despejado en sus ojos, el sol tibio del amanecer en los rizos de su cabello que le llegaba a los hombros. Pero lo más impresionante era que estaba desnudo, y sin ningún pudor, mostraba todos sus atributos a quien quisiera verlos.
A Dongwan casi se le salen los ojos al ver semejantes... músculos expuestos. «¿Este hombre no sabe que existen diseñadores que hacen ropa a la medida?»
Sin mediar palabra, el platinado se acercó con pasos firmes hacia Minwoo, ignorando totalmente al vampiro sexy. Cuando estuvo a dos pasos del mortal, le preguntó.
—¿Me puedes explicar qué fue lo que escuché? —Su voz sonaba muy diferente a la de su versión lobo. Esta era dulce y melodiosa, casi un susurro.
Minwoo miró a Dongwan, que lo perforaba con sus amatistas, y luego a los profundos ojos azules de Heechul. ¿Qué debía hacer? Tenía frente a él a dos temperamentales seres inmortales reclamando su atención. Apretó los labios para contener la sonrisa involuntaria que reventaba en su interior. La situación le recordó aquella vez en el bar, en la que Andy se emocionó porque los líderes estaban peleando por él.
«Ese es el encanto de los mortales. Estos dos ¿Se pelearán por mí?» pensó Min con una sonrisa mental.
El mortal llenó sus pulmones de aire para concentrarse. La situación era graciosa, pero también muy peligrosa, y su posición era completamente diferente a la de Andy. Estos dos no se pelearán por él, sino "con él ", y por eso debía decidir cuál de ellos era el más peligroso.
—-Yo... no sé por qué esta persona dijo eso. Hee... No lo conozco. Es la primera vez que lo veo —mintió descaradamente y negó a Dongwan. Heechul era el más peligroso.
El vampiro sexy dio dos pasos hacia atrás y con su mano cubrió la boca abierta por el asombro. Fue como si le hubiesen dado una gran bofetada. Su madre le había dado muchas de esas, pero ninguna le había dolido tanto. Los ojos de Dongwan mostraban tal expresión, que Minwoo se arrepintió de sus palabras. Sin darse cuenta se había dejado llevar por su oscura esencia kitsune.
Eric y los otros llegaron al lugar. La mayor sorpresa para todos fue el lobo platinado que ahora era un hermoso y brillante hombre desnudo. El lobo mayor se quitó su chamarra y se la colocó a su primo. Le pidió a Jinnie que le prestara la suya también, y se la amarró en la cintura. Entre las dos chamarras apenas lo cubrían.
Heechul observó la cabeza gacha de Minwoo y agudizó la mirada.
—Te has vuelto un mentiroso muy malo, mi querido Min. Ahora no quiero verte, pero aún no he terminado contigo—dijo y se dio la vuelta para hablar con su primo Eric.
Minwoo resopló con pesadez. Se sentía como una celina aplastada. Tomó aire de nuevo y se llenó de valor para hablar con Dongwan. Debía pedirle disculpas, se había portado como un asqueroso traidor. Pero no pudo ni pronunciar media palabra, el vampiro sexy dio la vuelta y se alejó de él, dejándolo con la boca semi abierta.
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Hola, holaa. Feliz domingo.
Pensé que no iba a publicar hoy. No tenía casi tiempo para escribir y el capítulo estaba a medio camino. Gracias a Dios que tuve un chance y me dio la inspiración.
¿Qué les pareció este capítulo?
Nuestro querido mortal no es tan santo como parece, tiene su lado oscuro también. Y este lobo platinado llegó para sacar lo peor de él, ja ja ja ja. ¿Qué opinan?
Cuéntenme sus impresiones, me encanta leerlas.
Les dejo por acá una fotico de nuestro Lobo platinado y el artista que lo inspiró. Espero que les guste. Les recuerdo que mis personajes nada tienen que ver con la personalidad ni comportamiento, o gustos sexuales, de los artistas que lo inspiran.
Sí, es Kim HeeChul, de SuJu
Este capítulo va dedicado a otra fiel seguidora de estas historias y una gran petals. PetalElf19o6 Espero que te guste este personaje.
¡Ah! Les recuerdo que las celinas de Euduundal son como nuestras cucarachas. Algo así:
Gracias por leer, votar y comentar. Nos vemos el próximo domingo.
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