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Capítulo 16. El Puerto de Pretón.



Apenas pisó tierra firme, Jinnie se paralizó. Sus pupilas grises se ensancharon reflejando la infinidad de colores que le rodeaban; su nariz, que apenas se recuperaba de la sal, olisqueaba con dificultad los confusos aromas del lugar. Etéreo, alcanforado, almizcle, floral, mentolado, picante y pútrido por un lado. Amargo, dulce, agrio, ácido y fresco por el otro. ¿Cómo podía un solo lugar contener todos los olores?

Su cabeza giraba sin detenerse en alguna dirección en particular. Quería verlo todo al mismo tiempo. Las tiendas apostadas a ambos lados de la calle principal, vestían fachadas de colores fuertes y mostraban en amplias mesas de metal especímenes vivos, muertos, semi vivos y podridos. Exhibían todo lo que se comía, y hasta lo que Jinnie jamás se imaginó que se comiera. Los vendedores gritaban a todo pulmón ofreciendo sus mercancías y competían entre razas, inmortales y vitales, por igual para atraer clientes. Esta era una práctica de ventas que no había cambiado en siglos.

Andy lo tomó de la mano, lo desancló del piso en el que se había quedado pegado y lo llevó con él. Las largas piernas del lobito temblaban al caminar, jamás en su vida había estado en un lugar así. En Nolangsaen había mercados, sí, pero todas las tiendas estaban detrás de vidrios transparentes y los vendedores permitían que vieras con calma lo que querías comprar. No te arrastraban de la ropa, intimidando, para que entraras en sus negocios.

Para el joven vital, por el contrario, aquel era un lugar muy conocido. No solo había estado en él cuando viajó la primera vez a la Isla capital, sino que de niño acompañaba a su padre al puerto de Pretón, para negociar algunas verduras y otros productos de la granja. Su padre decía que era mejor hacerlo directo con los compradores y no usar a los sapures, que era una raza de intermediarios muy usureros.

Andy le arrojó su mochila a su hermano y corrió hacia los puestos en los que ofrecían la mercancía al detal, arrastrando con él al aturdido lobito. Quería mostrarle el lugar donde vendían las verduras de su granja.

Minwoo atrapó la mochila y exhaló, resignado; sabía que por mucho que insistiera en que debían permanecer juntos, no podría detenerlo.

—¡Dydy! No te alejes mucho. Te llamo para avisarte dónde voy a estar. Y trata de no encontrarte con algún conocido —le indicó, confiado en que su hermano conocía bien la zona.

—No te preocupes, solo vamos hasta el puesto de Iliang —le gritó desde lejos, el joven campesino.



La primera vista del puerto de Pretón era alucinante. Altos y modernos edificios, con estructuras hechas en CrConi y ventanas de cristal líquido, capturaban la atención de los viajeros mostrándose como invencibles gigantes de metal. Sus inmensos brazos eran las grúas movían la mercancía en contenedores electrónicos, y las colocaban con delicadeza sobre la cubierta de los barcos de carga. En contraste con el lujo y la modernidad de los primeros, sobresalían el bullicio y desorden de las tiendas de productos marinos apostadas en los bajos, cuyos patios eran besados por las pequeñas olas del mar.

A medida que caminaban hacia el centro de la ciudad, el contraste se separaba y se definían las clases. Atrás dejaban las pequeñas tiendas con techos de tela gruesa y vistosa, con su peculiar olor a fresco, a campo y mar. Comenzaron a ver lujosos locales con aparadores diseñados para artículos exclusivos. Allí el olor era a dinero y prestigio.

Eric se separó del grupo de hombres que le acompañaba y les indicó que le esperaran en el restaurante Bon Repas. Él iría primero a la oficina principal del puerto para alquilar un vehículo. Necesitarían de un buen transporte si pensaban recorrer medio país. Sin esperar respuesta de los otros, emprendió el camino hacia el lado contrario.

Llevaba tres cuadras andando cuando sintió a alguien venir detrás de él. Su corazón se aceleró y, así mismo, él aceleró el paso. El otro tuvo que correr para poder alcanzarle.

—¡Oye! ¡Espérame! ¿Por qué caminas tan rápido? Solo vas a alquilar un maldito auto, no a apagar un incendio —reclamó el rubio cuando lo alcanzó por fin.

Eric no respondió. Se apresuró para alejarse más, hasta que llegó a la puerta del local de alquiler.

—¿En serio no vas a hablarme? ¿Vas a estar mudo toda la travesía? —insistió Hye.

—Ordené que me esperaran en el restaurante —dijo de mala gana.

—¿Ordenaste? Pensé que nuestro sistema era democrático. ¿Cuándo te nombramos dictador?

El lobo agudizó la mirada y la clavó en los divertidos ojos dorados. Abrió la puerta del local y entró sin decir palabra, luego la cerró en las narices de Hye.

El rubio elevó una de las comisuras de sus labios dibujando una sonrisa de medio lado—. Ley del hielo ¿eh?... A él se le olvida que ese es mi juego favorito. Soy el demonio del fuego, capaz de hacer estallar un iceberg —se dijo y entrecerró los ojos. Con una expresión malévola, empujó la puerta de cristal.

Encontró a Eric observando el interior de una camioneta todo terreno de seis puestos con cabina extra.

—Esta cosa es muy rústica. Salta como un maldito frijol. Nos dañará los riñones —se quejó.

—No recuerdo haber pedido tu opinión —dijo el lobo y se dirigió hacia otro vehículo.

—¡Tshhhi! —Hye se burló por su infantil respuesta. Desde donde estaba, criticó el otro vehículo en el que Eric se había subido para revisar el interior—. El color de ese es horrible y tiene el chasis doblado. ¿Dónde dejaste tu sentido de la estética?... ¡Ah! Es cierto, nunca los has tenido —dijo y se echó a reír.

Eric salió del asiento del piloto y resopló. Caminó con largos pasos hacia el rubio entrometido.

—¡¡Eres un maldito grano en el culo!!

Lo dijo tan alto que los presentes en el local voltearon hacia ellos. Sintió las miradas de reproche de los vendedores y la vergüenza le coloreó el rostro. Cerró las manos en puños y apretó los labios. Dio media vuelta, dando la espalda a Hye, y corrió hacía el otro extremo del local, hacia el área de los "classic".

HyeSung cubrió su boca con el dorso de la mano para tratar de ocultar su gran sonrisa. No podía evitarlo, una vez más pasaría por alto el consejo de su abuela materna: ¡no lo dejará quieto! Las orejas y mejillas coloreadas del lobo era lo mejor que había visto en mucho tiempo. Hizo una reverencia de disculpa a las personas del lugar y corrió detrás de él. 

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Minwoo le informó a Andy que lo esperaría en el Bon Repas y le recalcó que no se tardara. Colgó el dispositivo de comunicación y caminó cargando su mochila y la de su loco hermano. Desde donde estaba eran siete cuadras hasta el local de comidas, ubicado en la zona de mayor actividad turística de la ciudad, rodeado de tiendas y centros comerciales de todo tipo.

Dongwan lo seguía dos pasos atrás. Comenzaba a hacer calor, sus botas de cuero le molestaban y la ajustada chaqueta de piel de leogar lo estaba asfixiando. Además, se sentía algo incómodo por la actitud indiferente del mortal. Hace un tiempo que no le gritaba: "pajarraco estúpido". Decidió entretenerse mirando los locales de alrededor, así evitaría la tentación de fastidiar al enano musculoso. Del otro lado de la calle vio algo que le interesó, y sin dudarlo, se dirigió hacia allá.

Minwoo lo vio escabullirse hacia el centro de comercios y murmuró, protestando, para sí mismo.

—¿Va a comprar souvenirs?... Pajarraco estúpido ¿Piensa que estamos de vacaciones o de Shopping? ¡No lo voy a esperar! ¡Qué se pierda si le da la gana! —se dijo, molesto, y continuó hasta el restaurante.

El guapo mortal entró en el lugar y el aire acondicionado lo golpeó, refrescando el calor de la caminata. No había dudas de que aquella zona era de contrastes. En la madrugada había un frío que congelaba los huesos y luego, un calor del demonio lo abrazaba. Compró una bebida refrescante y se ubicó en una de las mesas del fondo.

El local no era tan grande como su negocio, pero estaba bastante bien de tamaño. Tenía mesas de cristal que modificaban su forma de acuerdo a la cantidad de personas que había en ellas. «Debo comprar unas así para el bar», pensó.

La mesa que escogió estaba reducida a cuatro puestos. Había otras más grandes, pero desde allí podía ver la calle y la entrada del local; así estaría atento a la llegada de todos. Apretó el botón de acuerdo a las indicaciones anotadas a un lado y la mesa se extendió lo necesario. Volvió a pulsar el botón y el cristal líquido regresó a su forma original. Probó una vez más a llevarla a seis puestos. Sonrió como un niño con juguete nuevo y decidió que cuando terminaran la misión conseguiría algunas de esas para el negocio. 

De repente se vio sentado, solo, en una mesa gigante y se sintió extraño.

—Parece que ninguno de este grupo entiende lo que es acatar órdenes y trabajar en equipo —dijo torciendo el gesto—.  Moon dice: esperenme en el restaurante, y ¿qué sucede?; apenas llegamos Dydy y Jinnie se escabulleron. Luego Hye se va detrás de Eric y ahora este pajarraco...—No terminó de protestar. Ya se estaba aburriendo de ser tan él. Bebió un poco de té helado para pasar el mal rato.

Lanzó la mirada hacia afuera del local. Las amplias ventanas le permitían entretenerse observando a los transeúntes. Estaba acostumbrado a ver seres de todas las razas. El local que dirigía era frecuentado por muchas de ellas. Sin embargo, lo que más se notaba en este lado del país era la diferencia de clases sociales. Pudo darse cuenta, por la forma de vestir, cuales eran las razas que dominaban el poder económico de la zona.

Al menos en el área portuaria, los salamacos eran los más acomodados. Vestían con prendas hechas a la medida, adecuadas a su tipo de piel y habilidad natural de transformación. Eso era algo que no todas las razas de tierra firme podían permitirse, por lo costoso que eran los diseñadores exclusivos. La mayoría debía adaptarse a lo que hubiese en el mercado textil, aunque quedaran desnudos si debían realizar un cambio de forma. Más de una vez vio a teriántropos con las colas peludas atrapadas dentro de telas inadecuadas.

Por fortuna los vitales no tenían ese problema. Al no poseer ningún poder o habilidad inmortal, usaban prendas sencillas y todo les quedaba bien. Y lo decía en especial por el mortal que venía subiendo por la calle principal y que llamó su atención. Traía en la cabeza una gorra con visera ancha que le cubría parte del rostro, protegiéndolo del sol. Las manos las tenía metidas dentro de los bolsillos de una chaqueta azul cielo. Una manera de andar poco adecuada para el calor, pero se veía elegante y cómodo.

Minwoo dedujo que el hombre debía ser muy joven. Llevaba unos  pantalones de mezclilla negra, ajustados al cuerpo y rasgados en las rodillas; una moda bastante retro usada por los vitales adolescentes en estos tiempos. La franela sobresalía por debajo de la chaqueta, cayendo sobre las caderas, y hacía juego con unos tennis blanquísimos con los que marcaba su rítmico andar. No sabía por qué, pero no podía quitar la mirada de aquel desconocido. Tal vez era porque le recordaba a Andy; aunque este chico caminaba como si fuese un modelo de pasarela.

De repente se dio cuenta que el joven se dirigía al restaurante. Cuando lo vio entrar se puso nervioso. «Se habrá dado cuenta que lo estaba mirando» se preguntó, avergonzado. Volteó la cara hacia el otro lado del local y trató de disimular.

En cuestión de unos pocos segundos el chico estaba parado junto a él—. ¿Me puedo sentar contigo? —le preguntó con un tono seductor.

Minwoo frunció el ceño, algo confundido. ¿Hablaba con él?  Volteó la cabeza y elevó la mirada buscando el rostro del joven. Debajo de la visera de la gorra, brillaban unos juguetones ojos amatistas que paralizaron al mortal.

Abrió la boca, pero solo aire salió de ella. Una palabra, que fue aspirada por el asombro, se atragantó en su garganta. Sus ojos desorbitados fueron recorriendo, de arriba a abajo, el cuerpo del joven sin poder dar crédito a lo que veían.

En vista del reseteo mental que tenía Minwoo, Dongwan decidió sentarse de una vez. El aturdido mortal reaccionó, desviando rápidamente la mirada hacia el lado contrario de donde se había sentado el super sexy y juvenil vampiro.

—¿Y? ¿Qué tal? —preguntó Dongwan con un tono, ahora mimoso.

—Te-te... te ves extraño —respondió con la respiración entrecortada.

—¿¡Tan mal me veo!?... No debí dejar que esa chiquilla me aconsejara —dijo torciendo los labios con decepción y continuó hablando sin parar—. Le dije que quería parecer un mortal normal y ella se empeñó en que usara este atuendo. Dijo que me veía genial. Incluso insistió en que me mirara al espejo para convencerme. No podía decirle que, total, era lo mismo. Así que solo confié en su palabra. —Hizo un puchero y agregó—: Hasta le regalé mi chaqueta de leogar.

Minwoo exhaló despacio para calmar su respiración agitada. Su mirada seguía clavada en el fondo del local.

—No dije que te veías mal, solo... extraño. No es tu estilo —dijo. Recordó que no lo había visto arrastrar su pesada maleta—. ¿Dónde está la horrible maleta morada con tu ropa?

—En el camarote del Odisea. Espero que el que la encuentre sepa apreciar el buen estilo de mi diseñador exclusivo.

Minwoo giró la cabeza y lo miró de frente. Le sorprendió saber que se había desecho de toda la extravagante, llamativa y costosa ropa que traía. Pero mirarlo así fue un error; sus ojos se quedaron atrapados en aquel rostro juvenil. Detalló sus mejillas de porcelana, sus labios carnosos y tiernos,  sus amatistas brillando risueños. ¡Qué locura! Un cambio de look no podía haber hecho todo eso. Siempre fue guapo, pero ahora... resplandecía.

—¡Maldición! —dijo y resopló—. Parece que tuvieras la edad de Andy ¿Eso es lo que hace la sangre de Hye? —preguntó y regresó la mirada al fondo del restaurante, hacia el área de servicio. Debía mantener sus ojos lejos de él. Si no había podido sacar de su mente los pálidos y fríos labios que lo besaron la noche anterior, estos, tiernos y jugosos...  Era demasiada tentación.

—No lo sé. Nunca la había probado. Pero es posible, él siempre se ve joven y hermoso —le respondió, divertido—. Aunque no creo verme tan hermoso como él. Ya que no soportas ni mirarme —agregó.

—Ehh,... e-estoy viendo algo que me interesa más.

—A ver, ¿qué es? —Dongwan dirigió la mirada hacia donde la tenía Minwoo para saber qué era lo que llamaba su atención—. ¡Es solo el cartel con el menú.! ¿Es eso lo que tanto te interesa? —le reclamó.

—¡Claro! Soy chef. Me interesa saber qué se come de este lado del mundo.

—Eres un barman, no un chef. Preparar unos cuantos sandwiches y un café no te hace chef.

La puerta de cristal se abrió de nuevo y como un ventarrón entraron los dos mocosos que estaban esperando. Minwoo respiró aliviado, los chicos lo salvaron del incómodo bochorno.

—¡¡Hermano!! Mira lo que te compré —dijo Andy apenas entró en el local. En sus manos traía un racimo de una fruta de color rosado pálido, de apariencia delicada y jugosa. Los ojos de Minwoo se dilataron y brillaron como estrellas.

—¡Oh, dios! ¿En serio? ¿Es Butter Rose? ¿Desde cuándo la venden aquí?—dijo, levantándose de la silla.

Tomó la delicada fruta de las manos de su hermano. La admiró por un momento y, casi con temor a que se desvaneciera, la acarició. Cerró los ojos y aspiró profundo para atrapar el sutil aroma a rosas en sus fosas nasales. Luego pasó sus labios por la delicada piel, y con total lentitud, la mordió. El jugo corrió por la comisura de sus labios y él se dejó caer de nuevo sobre la silla, sumido en un éxtasis total.

Dongwan contempló la escena con detalle. Sintió una corriente recorrer su cuerpo y un leve jadeo escapó de su boca, ligeramente abierta. Nunca había visto al enano musculoso tan... ¿feliz?  Miró a Andy y este tenía una amplia sonrisa pintada en sus labios. Luego, observó a Jinnie: sus cachetes estaban abultados y de su boca chorreaba un líquido transparente.

—¿Puedo probar? —preguntó con curiosidad.

Los chicos lo miraron con los ojos entornados, de momento no lo reconocieron, pero Andy igual le ofreció una fruta. La probó de inmediato. Su piel era suave y el jugo, refrescante, saltó por todos lados apenas la mordió. Trató de saborearla más, pero se deshizo en la boca apenas tocó su lengua. Era un sabor extraño. Nunca antes había probado una fruta así. Por su forma parecía una manzana, o más bien una pera pequeña. Era dulce y ácida a la vez;  deliciosa, sí, pero no tanto como para causar un orgasmo. Todavía no entendía por qué el barman mortal estaba en ese estado.

—No es por la Butter Rose en sí —le explicó Andy, aún con la sonrisa en sus labios—. Esa fruta la siembran nuestros padres en la granja. Así que para nosotros es como el sabor del hogar. Y él debe tener años que no la come.

Dongwan volvió la mirada hacia Minwoo, que aún permanecía sumido en su emoción. Probó de nuevo la fruta, pero esta vez con más calma y detalle. Le interesaba mucho saber a qué sabía un hogar.

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Eric frenó de golpe y Hye rebotó con fuerza sobre el asiento.

—¡Oye! ¡Ten más cuidado! Si vas a manejar así, déjamelo a mí. Alquilaste esta cosa que casi se desarma ¿y la vas a tratar así? —le reclamó el rubio.

—¡Aaaaaggghh! ¡Quieres callarte! ¡Me tienes harto con tus quejas! —le gritó. Se bajó del vehículo y azotó la puerta.

Entró en el restaurante y buscó al resto del grupo con la mirada. Minwoo le hizo señas desde una mesa al fondo del local. Jun Jin y Andy rodeaban a otro chico. Hablaban con él y tocaban su ropa con gestos emocionados y sorprendidos. Eric frunció el ceño, extrañado, y se sentó al lado de Minwoo, quien lo puso en contexto.

—¡Lo que nos faltaba! Si esta bruja iba a terminar transformado en otra cosa, podía haber elegido un ser menos peligroso, como un cíclope o un troll... ¿Por qué otro salvaje adolescente?. —dijo Eric, torciendo el gesto.

Cinco minutos después, cuando logró por fin zafarse de la trampa que era el antiguo cinturón de seguridad, HyeSung entró al restaurante y se reunió con los otros.

—¡Pueden creer la imbecilidad de Moon! —dijo apenas se sentó en la silla al lado de Andy—. Vimos cinco o seis transportes. Todos apropiados: con amplias cabinas, cómodos asientos, aire suspensor en las ruedas, motor todo terreno y ambientación interna automática; y solo por que me quejé de UNO, este...¡este imbécil! ¡Alquiló una lata de pillorinos!

Las miradas de los cuatro restantes en la mesa, se dirigieron primero a Eric y luego al flamante vehículo aparcado en las afueras del restaurante. En cierta forma parecía un todo terreno, tenía ruedas anchas, pero eran tan altas que se veía raro, como una araña. Una sola cabina con carrocería de acero —comprendieron la comparación de Hye con las latas en las que conservaban en el pasado al pescado de mar—. Tenía faros por todos lados, aunque por lo opacos de sus cristales no parecían funcionar. El color era dificil de describir; podía decirse que era como un café negro, muy cargado, al que le habian echado una gota de leche. En el techo tenía una rejilla de metal, ideal para cargar cajas y maletas pesadas, pero ellos solo llevaban unos cuantos bolsos. En el frente, el parachoque estaba adornado con una estructura de metal que parecía...

—¡Dientes! ¿Para qué necesitamos un vehículo con dientes? ¿¡No te basta con los tuyos!? —le dijo Hye, ofuscado.

—¡Mataburros! En la antigüedad los llamaban mataburros, no dientes —aclaró Eric.

El silencio se hizo en la mesa. Los cinco que escucharon la respuesta de Moon se quedaron en blanco.

Jinnie se acercó al oído de Andy y le susurró:

—¿Todavía existen los burros?

Andy volteó hacia él y acercó también su boca a la oreja del lobito que la movía de un lado a otro, con curiosidad.

—Creo que en este grupo hay unos cuantos —respondió.

—¡Oyeeee!

Andy le hizo señas para que bajara la voz y le susurró—. Esta vez no lo digo por tí. Pero, en serio, dime, ¿para qué quiere Eric un vehículo con mataburros? ¿No se supone que los lobos matan a sus presas despedázandolas con sus garras y las comen arrancando las entrañas con sus propios dientes?

Jun Jin arrugó toda la cara y sacó la lengua con un gesto vomitivo.

—¡Qué asco! ¡Ya no hacemos eso!... ¿Qué clase de libros lees? —le dijo, mirándolo con espanto.

—¿No lo hacen? ¿Qué hacen ahora?

—Barbacoas.

—Aaah.

Minwoo resopló varias veces y logró recuperarse del impacto informativo de Eric. Metió el dedo índice en uno de sus oídos y lo movió de un lado a otro para asegurarse de escuchar bien.

—Entonces, ¿Cómo para qué terminaste alquilando una reliquia de la era cristiana? Aparte de mataburros ¿también viene con crucifijos, agua bendita y demás?... Digo, porque supongo que tu intención es exorcizar a los Red Vetusto; claro, eso si logramos hacer que esa cosa arranque —le dijo con sorna.

Los chicos rieron ante el sarcasmo de Minwoo, lo que molestó a Eric en serio.

—¡Qué les pasa a todos ustedes! ¡Se les olvidó qué es lo que hacemos aquí! Somos un grupo de exploradores aficionados. No podemos andar con vehículos lujosos y cómodos. ¡Le tienen miedo a ensuciarse las manos y a llenarse un poco de grasa! —les reclamó. Luego se dirigió a Hye—. ¡Y tú! No tienes derecho a decir nada. Te quejaste de todos los autos que vi: "Este salta como frijol, "Aquel me va a dañar los riñones. Con ese se me va a aplanar el culo...". —Lo remedó con una vocecita aflautada.

—Prefiero hacerme un trasplante de riñón y de culo, antes que cruzar medio país cómo pillorinos: ¡unos encima de otros! —respondió Hye, molesto.

Dongwan elevó las cejas—. ¡Eso me gusta! Voto por quedarnos con este vehículo...  Andy, ¿quieres ir sentado en mis piernas? —dijo con una sonrisa pícara.

Minwoo y Jun Jin lo fulminaron con la mirada y los otros tres entornaron los ojos.

—¿Quéé? ¿Qué dije? —preguntó y rió a carcajadas.

—Me alegra saber que has vuelto a ser el mismo descarado de siempre —dijo Hye con sarcasmo; pero luego reparó en el cambio de Dongwan. No, no era el mismo de siempre—. Tú..., ¿por qué te ves más joven que yo? Es más, te ves como Andy. ¿Y esa ropa? ¿Qué pasó contigo?

—¿Yo qué sé? Dímelo tú, fue tu sangre la que bebí.

—Mi sangre no produce ese efecto, si fuera así yo sería el eterno adolescente. A ti te está pasando algo más —dijo. Lo observó con detalle, con una expresión de curiosidad. Luego frunció los labios y pensó detenidamente, con los ojos entornados.

El silencio volvió a la mesa y todos miraban a Hye, expectantes; esperaban que diera alguna razón lógica al cambio de Dongwan. Después de unos minutos de tensión, Hye sonrió: tenía la respuesta.

—¡Tú! —señaló al vampiro sexy con el dedo índice acusador—, ¡Estás enamorado! —sentenció.

Minwoo escupió el té que se estaba tomando, bañando a Eric. Dongwan casi se ahoga con su lengua.

—k-k-k-k-k ¿¡Khé!? T-t–t-.tú, ¡te volviste loco! ¡Qué ascooo¡ Cómo dices algo así —gritó el vampiro sexy, hiperventilando, casi en histeria. Su rostro se contrajo: cejas, boca, nariz, todo. Parecía que sus músculos faciales estaban sufriendo de un espasmo y se retorció como si las palabras de Hye fueran agua bendita. Cubrió su boca con una mano, haciendo gestos como de quien quiere vomitar—. Tengo náuseas. Necesito ir al baño —dijo y se levantó de prisa.

Andy se asustó por el estado de Dongwan, se veía realmente mal. Le preguntó a Hye si debían seguirlo para ver que todo estuviera bien.

—Déjenlo —dijo aguantando la risa—. Necesita escupir lo que acaba de oír. —Terminó por echarse a reír a carcajadas.

—¿Pero si crees que esa es la razón por la que se ve tan joven y hermoso? —preguntó Jinny con curiosidad.

—No lo sé. Solo se lo dije por molestarlo —respondió cuando se le calmó la risa—. Pero sí es cierto que los vampiros experimentamos cambios cuando nos atacan las emociones y a veces se pueden notar a nivel físicos.

—¿Cómo así? —insistió Jinnie.

Hye Sung exhaló con pesadez. No era un tema del que le gustara hablar, pero el lobito se veía realmente interesado. Así que decidió darle una clase.

—Bueno, hagamos una pequeña comparación. Fíjate en los lobo: Cuando se enamoran  lo saben casi de inmediato y se vuelcan hacia afuera totalmente. Demuestran lo que sienten sin temor. Desarrollan un instinto de sobreprotección, casi obsesivo, y son capaces de acabar con cualquier cosa, o persona, que intente dañar o acercarse a la persona amada. —Hye se detuvo, miró a Andy y luego a Jinnie, quien no dejaba de afirmar con la cabeza a todo lo que decía.

—En cambio a los vampiros —continuó—  nos es más difícil entender y aceptar que estamos enamorado, por eso nos volcamos hacia adentro. Desarrollamos cambios internos y nuestra obsesión se basa en volvernos física y emocionalmente mejores, para agradar y no dañar a los que amamos. Pero lo asumimos como una necesidad interior, no nos damos cuenta de lo que en realidad está pasando  y terminamos por fastidiar a la persona amada.

Andy, Jinnie y Minwoo escuchaban con atención a Hye. Pero a Eric, toda aquella explicación le revolvía las vísceras.

—¿Y tú?, Hye. ¿Te has enamorado alguna vez? —preguntó el vital menor.

Y Eric estalló—. ¿¡Quién te crees? ¿la doctora corazón!? —interrumpió—. ¡Qué vas a saber tú de lo que siente un lobo! —Se puso de pie y acabó con la reunión—.  ¡Ya basta de esta estupidez! Minwoo, acompáñame a buscar un hotel donde descansar unas horas. Esta noche saldremos para Nongto.

—¿Viajaremos de noche en esa cosa? —preguntó Hye, en tono sarcástico.

El lobo agudizó la mirada—. Si tienes miedo te puede devolver. No te necesitamos —le dijo, pero sin mirarlo. Luego paseó la vista por los otros y continuó— De hecho, no necesitamos a nadie que no quiera acatar órdenes. Cualquiera se puede quedar en el camino.

Y con estas palabras se dirigió a la puerta del local. Minwoo le siguió en silencio.

—¡Hermano! —lo detuvo Jinnie—. ¿Qué quieres que hagamos mientras tanto?

Eric sonrió. Jun Jin lo había entendido perfectamente—. Saquen a la bruja de Blancanieves del baño y vayan a comprar provisiones para el viaje. Cuando encontremos un buen hotel avisaremos para reunirnos de nuevo.

Las órdenes fueron impartidas y el ambiente se volvió algo tenso, pero todo parecía haber vuelto a la ¿normalidad?

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Bueno, bueno. Aquí estamos.  ¿Qué les pareció este capítulo?. 

Les dejo algunas notas e imagenes para ambientar.

Quise amenizarlo con el video de Shinhwa Eusha Eusha, porque creo que en este capítulo todos se comportaron como unos crios, jajajaja.

La imagen que encabeza el capítulo es el puerto de Busan en Corea de Sur. Me pareció apropiado para recrear el Puerto de Pretón.

El CRroni es considerado el metal más duro del mundo. 

Los Salamancos son unos seres inmortales que manejan el elemento fuego. Se parecen  a algo así:

Esta imagen la cree con una IA. Se ve ganial ¿eh?

Creo que todos nos imaginamos esto, cuando Hye habló de la lata de pillorinos.

Pero Eric alquiló algo como esto:

Moderna para nuestro tiempo, pero para ellos era una anitguedad.

¡Ahh! El Outfit de Dongwan que enloqueció a Minwoo:

En esta fruta me inspiré para la Butter Rose ¿La conocen? En mi país le dicen Pomarosa o pomagas:

Bueno. Espero que les haya gustado este capítulo. ¿Qué piensan que fue lo que causó el cambio de Dongwan? Y qué creen que debe hacer Hye ¿dejar quieto a Eric o seguir fastidiándolo?

Les leo en los comentarios. Gracias por estar ahí. Nos vemos el próximo domingo.

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