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Capítulo 7: Una cita camuflada

A esas horas de la noche y con todo el mundo en la fiesta cerca de la gran hoguera, el pabellón deportivo estaba completamente vacío. Kuroo dio la luz y ambos entraron en aquel amplio espacio. La red estaba quitada y el material todo guardado. Como capitán y además también hijo del decano, Kuroo tenía llaves. No fue algo que sorprendiera a Aakashi y menos sabiendo la relación padre – hijo que tenían.

‒ Voy a sacar la cesta con los balones – dijo con tranquilidad.

‒ Iré preparando la red entonces – susurró Aakashi, como si tuviera miedo de que alguien les pillase allí. Ni siquiera estaban haciendo algo mal o ilegal, pero sentía que se escondían pese a que Kuroo no lo hacía en realidad.

Kuroo simplemente sonrió al escucharle hablar tan bajito pero no quiso decir nada. Caminó con calma hacia la puerta donde guardaban todo y se perdió tras ella para buscar los balones.

Cuando regresó, Aakashi estaba empezando todavía con la red pero Kuroo le echó una mano. ¡Nervioso! Así es como se puso al sentir el cuerpo de su capitán tras él y cómo elevaba los brazos por encima de su cabeza para anudar la red a los mástiles.

Ese chico era tan alto y su musculatura era simplemente perfecta para su gusto. Aakashi siempre odió los chicos con demasiada musculatura, los típicos que iban al gimnasio sólo por fardar. Kuroo tenía sus abdominales marcados, no en exceso, eran de forma natural por los entrenamientos de voleibol. Sus brazos eran fuertes pero tampoco excesivo... ¡Era perfecto! A él le gustaban así. Posiblemente era el bicho raro. Todo el mundo querría a los chicos súper musculosos pero él era algo que detestaba. Le gustaban los chicos proporcionados, con músculos pero sin excesos.

‒ ¿En qué piensas? – preguntó Kuroo al terminar de anudar la red viendo que Aakashi había dejado de mover sus dedos.

‒ En que me pone un poco nervioso que estés ahí detrás – dijo abiertamente.

‒ Oh, lo siento. Me apartaré entonces.

Kuroo hizo el amago de apartarse, pero Aakashi se giró hacia él y agarró la parte alta de su camiseta para impedir que siguiera marchándose.

‒ En realidad, me gusta tu fragancia. No sé qué perfume es pero se mezcla con tu champú afrutado – sonrió Aakashi – y me gusta.

‒ Pues si vamos a ser sinceros, creo que si no me dejas que me aparte un poco, acabaría besándote y eso sería un gran problema – sonrió Kuroo a lo que Aakashi soltó la camiseta.

¡No quería soltarla! ¡No quería que Kuroo se apartase! Deseaba tanto a ese chico y que fuera tan honesto con él y en sus sentimientos le hacía querer desmayarse allí mismo, realmente le gustaba demasiado su capitán pero era verdad que no podían estar juntos. El entrenador no permitiría algo así y desde luego, no sacarían del equipo a Kuroo y él estaba becado. El voleibol, seguir en el equipo es lo que pagaba la mayor parte de la cuota universitaria. Él estaba allí gracias a esa beca, no podía perderla.

‒ Es una mierda – susurró Aakashi.

‒ Si que lo es – repitió Kuroo – pero yo no seré el culpable de que puedas perder tu beca. Puedo esperar a acabar la universidad y si aún te intereso para entonces... quizá podremos estar juntos.

‒ Es un suplicio saber que sentimos lo mismo y tener que aguantarnos y reprimirnos – se quejó Aakashi aunque era más para él que para Kuroo.

‒ No te negaré eso. Pero... como yo lo veo, sólo tenemos unas pocas opciones: contenernos hasta acabar la universidad, llevarlo en secreto o que pierdas tu beca y poder estar juntos, y la última no es algo que me guste, porque entonces también te alejarías si no puedes estar en la universidad conmigo, sería un asco total, ni estaríamos juntos ni terminarías tus estudios y ambas son importantes para mí. Aunque... podría dejar yo el equipo.

‒ Ni hablar, eres un gran capitán y un muy buen jugador, sabes jugar en todas las posiciones, eres... exactamente como un gato que se acopla a todos lados. Eres el corazón del equipo.

‒ Lo dejaría si pudiera estar contigo.

‒ ¿Y si ocurriera como con el resto de tus relaciones? ¿Si terminásemos en unos meses? Perderías todo. No es admisible.

‒ Es un riesgo que correría por ti.

‒ Y yo me sentiría demasiado culpable de que abandonases el deporte que amas o demasiado incluso para romper contigo porque hiciste algo semejante por mí, por esta relación, es una carga demasiado grande sobre mis hombros y no quiero eso.

‒ Lo comprendo.

‒ Y llevarlo en secreto... es un riesgo.

‒ Uno muy grande. Podrían pillarnos si no fingimos bien y sinceramente, no sé si puedo fingir ser sólo tu capitán y luego verte a escondidas como si fuéramos delincuentes.

‒ Siendo honesto, tampoco sé si yo podría fingir tan bien como para que nadie sospechase.

Kuroo terminó de apartarse entonces y agarró uno de los balones del cesto.

‒ ¿En qué querías mejorar? – preguntó Kuroo – al menos en voleibol puedo serte de ayuda – sonrió.

‒ Nunca te hago colocaciones a ti.

‒ Porque soy bloqueador la mayoría de las veces.

‒ Pero a veces, cuando tienes oportunidad, también rematas y lo haces muy bien. Creo que te coloco mal la mayoría de las veces.

‒ Un poco bajo para mi gusto – dijo Kuroo – necesito un poco más de altura que la que sueles emplear con los demás.

‒ Eres muy alto y tienes brazos largos. Vale, probemos tus remates y mis colocaciones. Necesito saber cuánto puedes saltar o cual es tu salto más cómodo para hacerme una idea de la altura.

‒ De acuerdo.

***

¡Difícil! Hacer colocaciones perfectas para Kuroo era complicado pero tras tres cuartos de hora repitiendo una y otra vez lo mismo, empezaba a pillar donde estaba su punto. ¡Demasiado alto cuando sus dedos rozaban el balón! ¡Demasiado bajo cuando no podía saltar a su punto óptimo y debía saltar menos! ¡Mal pase cuando se quedaba en la red porque Kuroo no había podido ver la trayectoria y sólo vio el balón para intentar darle! Tenía que ser perfecto, que el balón fuera directo a su mano estuviera donde estuviera para que él, sólo tuviera que preocuparse de la trayectoria. Desde arriba, él veía mejor que nadie dónde mandar el balón, como evitar a los bloqueadores, sólo tenía que tener el pase perfecto.

Empezaba a pillar cual era su punto óptimo. Las últimas veces, Kuroo parecía cada vez más cómodo con las colocaciones. Ya no buscaba el balón, sino la trayectoria y eso es lo que él estaba practicando ahora por su cuenta, como mover el balón desde arriba una vez le llegaba a la mano.

Una voz les sobresaltó a ambos en el último remate. Por suerte, la persona que había entrado no había pronunciado palabra hasta que terminaron el remate para evitar distracciones. Era su entrenador.

‒ ¿Entrenador? – preguntó Aakashi.

‒ ¿Qué hacéis a estas horas entrenando? ¿No deberíais estar por la fiesta?

‒ Culpa mía – dijo Kuroo con una sonrisa inocente a la vez que se secaba el sudor del rostro con el borde de la camiseta, dejando ver parte de sus abdominales – he arrastrando a Aakashi hasta aquí para que me hiciera unas colocaciones. Quería practicar con él los remates. Usted siempre me ha dicho que tengo que entender a todos los del equipo, pero apenas he tenido relación con Aakashi desde que llegó al equipo.

El entrenador les observó unos segundos pero él lo único que veía era una práctica normal y corriente.

‒ Vale, pero no os vayáis tarde, mañana habrá más entrenamiento.

‒ Descuide. Supongo que invitaré a mi compañero a algo después del entrenamiento ya que le he arrastrado hasta aquí.

‒ De acuerdo. Pero a la cama en cuanto acabéis. Debéis descansar también.

‒ Claro entrenador – dijo Kuroo como buen capitán obediente – terminaremos enseguida.

‒ Guárdalo todo y cierra después de terminar. Asegúrate de que todo esté perfecto, no quiero que nos digan nada por el desorden.

‒ Descuide. Lo dejaré todo tal y como estaba.

En cuanto el entrenador se marchó, Aakashi miró a Kuroo con cara de sorpresa.

‒ ¿Me invitarás a algo después del entrenamiento?

‒ ¿Qué mejor forma de que no sospechen nada que ir directo? Nadie hará rumores cuando me vean tener la cita contigo.

‒ ¿Es una cita?

‒ Para nosotros sí, para los demás, tu capitán te está premiando con algo porque te he arrastrado tras de mí para que me ayudes.

‒ Eres un listillo.

‒ Puede, pero he conseguido lo que quería, una cita contigo sin que nadie sospeche. Ve pensando qué querrás mientras voy a guardar todo. Buscaré unas toallas también en mi taquilla, habría que ducharnos, no es bueno salir sudados como vamos.

Aakashi sonrió. Desde luego Kuroo parecía tener siempre todo bajo control. Era inteligente y desde luego, eso de ir por la vía directa le ahorraba muchos problemas. Ocultaba algo de información, pues sí, pero le salían bien las jugadas.

Mientras Kuroo recogía los balones, Aakashi descolgaba la red para guardarla y después, siguió a su capitán hacia los vestuarios donde ellos tenían sus taquillas para poder ducharse. Kuroo le dejó una toalla como si hubiera tenido previsto que irían allí tras la hoguera. Kuroo pensaba en todo siempre.

El moreno no dijo absolutamente nada cuando le lanzó la toalla a Aakashi. Se desvistió como siempre hacía tras los entrenamientos y se dirigió directo a la ducha. Aakashi escuchó el agua caer pero no se asomó en ningún momento.

Aprovechó aquel momento a solas para desnudarse también. Sentía todo su cuerpo pegajoso a causa del sudor. Necesitaba urgentemente esa ducha, él mismo sentía el repulsivo olor que emanaba su cuerpo. En el corredor de las duchas, sólo una estaba con la cortina echada y la toalla colgaba de la barra superior. El humo auguraba que el agua ya le salía caliente y por tanto, Kuroo debía estar ya dentro lavándose. Él entró en la ducha contigua, abrió el grifo para esperar a que saliera caliente y colgó la toalla también por encima de la barra de la cortina como solía hacer.

Cuando el agua empezó a salir caliente, la aclimató a su gusto con las manivelas y entonces, empezó a ducharse. No se dio cuenta de algo importante, hasta que fue a echar mano de ello: el champú y el gel. No lo había traído de su taquilla.

‒ Tetsu – susurró su nombre – te importaría pasarme tu champú. Se me ha olvidado en la taquilla.

Por encima de la pared de azulejo blanco apareció el bote de champú.

‒ Gracias – lo agarró Aakashi para empezar a enjabonarse el cabello.

Al aclararse el cabello, Aakashi se quedó inmóvil un segundo. Recordaba aquella noche con su capitán. Kuroo bebió mucho en esa fiesta pero él no tanto como para no acordarse. Kuroo decía que sentía lo mismo que él pero en parte, había algunos momentos donde él ponía eso en duda. Quizá sólo fue por ese instante, quizá se confundía sólo porque le gustó o porque no quería herirle.

‒ Tetsu... lo de aquella noche... ¿Seguro que no fue un error por el alcohol? Digo... a veces esos sentimientos se pueden confundir y...

La cortina se abrió súbitamente sorprendiendo a Aakashi, quién al girarse, vio como su capitán entraba en su ducha y se acercaba a él tras cerrar la cortina a su espalda.

‒ Yo no he confundido nada – dijo Kuroo – estoy segurísimo. ¿Tú crees que fue un error?

‒ No. Yo sé muy bien qué siento por ti. No estaba borracho y...

‒ Yo tampoco lo estoy ahora – dijo Kuroo con una ligera sonrisa antes de unir sus labios a los de Aakashi como si con ese gesto, quisiera quitar cualquier duda que pudiera albergar – estoy muy sobrio y te aseguro que no fue un error. Hacía mucho tiempo que me fijaba en ti pero no creí que fueras accesible precisamente para mí. Nunca hablábamos demasiado, así que pensaba que no sentías nada.

‒ No hablo mucho contigo porque a veces impones demasiado respeto. Me da miedo meter la pata contigo. Sabes que suelo ser demasiado directo y eso a veces me lleva por el mal camino con la gente.

‒ A mí me gusta que seas directo.

Un nuevo beso surgió entre ambos, esta vez mucho más pasional que el anterior. ¿Tenían miedo de ser pillados? Pues sí, pero aquel sentimiento que tenía el uno por el otro era mucho más fuerte que el miedo que les decía que estaba mal seguir adelante.

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