Capítulo 6: La ironía de la vida
Los nervios no le permitían dormirse. Aquella conversación que surgió de una forma casual, provocó en su interior todo un torrente de emociones y pensamientos que obligaban a su cerebro a mantenerse activo. En la cama, daba vueltas y vueltas. Sus ojos, primero se fijaron en la ventana de su cuarto, cubierta por la fina cortina que impediría que entrasen los rayos de luz de la mañana. Posteriormente, al girar, se fijó en la silla del escritorio y sus libros.
La literatura no era una asignatura que gustase a demasiada gente y desde luego, tampoco tenía grandes salidas profesionales pero a él le apasionaba. Si hubiera podido elegir una profesión, habría sido escritor aunque sabía de sobra lo complicado que era poder hacerse un hueco en ese mundo y que la gente leyera sus libros. Por el momento, se conformaba con estudiar algo que le gustaba y escribir novelas en secreto.
Al otro lado de la habitación, en la cama de al lado, dormía su compañero: Bokuto. Con él había asistido a la escuela, al instituto, a todos los campamentos de voleibol, a todas las excursiones y campamentos escolares... sin duda alguna era su mejor amigo, con el que siempre había practicado ese deporte que tanto le gustaba y con quién quería seguir jugando pero... ni siquiera a él se había atrevido a contarle lo que sentía por su capitán.
Quizá le entendería. Nunca le dijo nada sobre su orientación sexual ni nada semejante pero estaba convencido que su amigo no se escandalizaría por algo así, sin embargo, también sabía que no tenía filtro, es decir, solía ser un poco bocazas y metía la pata por hablar demasiado. Decirle algo semejante habría puesto en peligro su beca en el equipo.
¿Lo más duro de todo ello? No poder contarle a nadie ese secreto. Le carcomía por dentro, le quemaba y odiaba esa sensación. Cuando hablaba con Bokuto sobre citas o las chicas que a su amigo le gustaban, él sentía que no podía ser totalmente sincero.
¿Cómo explicar que se derretía cada vez que Kuroo le obsequiaba una mirada? O que moría en celos cuando le observaba besarse con alguna chica que no llegaría a mucho más con él. No podía, simplemente no podía expresarle a nadie que le gustaba verle estudiar tirado en el césped del campus, o cuando se limpiaba el sudor de su frente con la camiseta del equipo esos escasos segundos tras una anotación en algún entrenamiento, o la envidia que sentía de una simple gota que se derramaba de la fuente cotidiana tras el pabellón donde Kuroo siempre bebía.
Él nunca había tenido demasiada suerte con las relaciones. Kuroo tampoco. Era un poco irónico que ambos sintieran lo mismo el uno por el otro, o al menos, eso creía tras la conversación de ese día. Normalmente, cuando él se había confesado, le habían rechazado de forma educada, así que perdió un poco de motivación en ello. A Kuroo lo veía casi imposible y sin embargo, algo había encajado para luego, darse cuenta de que era imposible estar juntos mientras continuasen en el mismo equipo universitario. ¡Maldita ironía de la vida!
***
Estaba absorto en la forma en que Kuroo sonreía, en sus gestos. Allí sentado junto a la fuente, todavía con su camiseta del equipo sudada, sostenía la botella metálica de agua en sus manos. Kuroo hablaba con una chica, ésta le había interceptado al salir del pabellón en dirección a la fuente.
‒ ¿Me estás escuchando? – volvió a preguntar Bokuto quien al parecer, llevaba un rato hablando con él.
‒ Sí, te escucho.
‒ Últimamente estás... no sé, muy espeso.
‒ ¿Espeso? – preguntó Akaashi.
‒ Sí, como en tu mundo. Me cuesta que me prestes atención.
‒ Demasiadas cosas en la cabeza, supongo. Los exámenes están cerca.
‒ Estudias demasiado.
‒ A mi madre le cuesta mucho que yo esté aquí.
‒ Lo sé. Quieres sacarte la carrera en el menor tiempo posible y volver a casa. Ayudar económicamente. Lo sé de sobra, te conozco desde que íbamos a la guardería.
Akaashi sonrió ligeramente. Eso era cierto. Siempre habían sido grandes amigos y por eso mismo, cuando volvió a mirar a Kuroo que terminaba de hablar con la chica, se sintió mal por no poder contar nada de aquello a su mejor amigo.
‒ Entonces ¿qué?
‒ ¿Sobre qué? – preguntó Akaashi frente a un resoplido de su amigo, era evidente que no había escuchado absolutamente nada de lo que había dicho.
‒ Sobre lo de esta noche, ir a lo de la fogata esa que hacen en la hermandad. Fiesta – comentó Bokuto ilusionado.
‒ Ehhh, no – dijo Akaashi – tengo que estudiar.
‒ Tu siempre dices eso. Venga, habrá chicas. He conocido a una que me gusta y he quedado con ella.
‒ ¿Y qué tengo que ver yo en todo eso? – preguntó Akaashi.
‒ En que eres mi cómplice, si trae a una amiga, que seguro la traerá para no venir sola, necesito que distraigas a la amiga.
‒ No – dijo Akaashi – no voy a tener una supuesta cita con alguien porque tú quieras ligar.
‒ No es una cita... es... bueno sí, es como una cita.
‒ Ya. No.
‒ Por favor.
Esa cara de cachorrito que Bokuto solía ponerle cuando quería algo le conmovía demasiado. Akaashi intentó no mirarle. Desvió su rostro pero entonces, se encontró con Kuroo sentándose a su lado con la botella recién llenada de agua fresca de la fuente.
‒ ¿De qué habláis? – preguntó el capitán.
‒ De la fogata de esta noche – dijo Bokuto.
‒ Oh, sí. La fiesta. ¿Vais a ir?
‒ Yo sí. Tengo una cita – dijo Bokuto con orgullo mientras sonreía. Kuroo sonrió también.
‒ ¿Y tú? – le preguntó esta vez directamente a Akaashi.
‒ Tengo mucho que estudiar.
‒ Siempre dice eso – se quejó Bokuto – quizá tú puedas convencerle, como capitán.
‒ No creo que me haga mucho caso aunque se lo pida. Pero... yo iré, la fogata la hacen todos los años y me gusta verla. Quizá deberías verla al menos una vez en la vida. Irá todo el equipo. Creo que sería bueno que vayamos todos, ya sabes, para afianzar lazos entre compañeros.
‒ Está bien. Iré, pero sólo un rato.
***
La fiesta de la fogata era todo un ritual en la universidad. Los estudiantes se relacionaban allí, festejaban y se relajaban un poco antes de los exámenes. Aún quedaba un poco para tener que hacerlos pero... a él ya le preocupaban. Muchos estudiantes quizá ni habían empezado a estudiar, pero Akaashi sí lo hacía. Tenía demasiadas cosas para memorizar.
Cuando Akaashi llegó, la fogata aún no había sido encendida pero la gente ya se agolpaba cerca de ella para ver cuando la encendieran. Bokuto estaba a su lado y miraba impaciente a todos lados esperando encontrarse con su cita.
Akaashi se centró en la hoguera y en los estudiantes que ya tenían sus vasos en la mano dispuestos a iniciar la fiesta. En unas pocas horas, posiblemente más de la mitad de ellos irían borrachos. Él no tenía intención de beber.
Fue en ese momento, cuando ante sus ojos, observó a Kuroo no muy lejos. Caminaba hacia la fogata desde otra de las calles universitarias. Llevaba un botellín de cerveza en la mano pero iba solo. Por un instante, le observó.
Como si supiera que alguien le observaba, Kuroo se giró también para darse cuenta, que allí estaba Akaashi. Sonrió y elevó la mano que no tenía el botellín de cerveza para saludarle. Akaashi entonces, quiso ir hacia él. Inició el camino, sin embargo, alguien se interpuso en el camino. Eran las chicas con las que había quedado Bokuto.
Una última mirada fue lo que cruzaron ambos chicos antes de sonreír sabiendo que ahora, sería imposible reunirse, sobre todo porque Bokuto ya estaba haciendo de las suyas, hablando sin parar con ellas, invitándolas a tomar algo y sobre todo, arrastrándole a él para que distrajera a la amiga y que él pudiera ligar. Kuroo sonrió al ver a Akaashi metido en ese lío.
Akaashi elevó los hombros como si intentase decirle que no había otra opción, que no podía en ese momento ir a saludarle. Kuroo lo entendió y se dirigió hacia el otro lado de la hoguera.
¡Aburrido! Intentaba prestar atención a las conversaciones pero la realidad era, que esos temas que estaban tratando, a él no le terminaban de gustar. Se sentía como un pez fuera del agua. Nunca había sido un chico realmente sociable, él siempre pensó que era más introvertido, aún así, con sus compañeros de equipo se llevaba bien y siempre tenía algún tema de conversación interesante, quizá porque eran chicos y las aficiones coincidían.
‒ Estás muy callado – dijo finalmente Bokuto sentado en el césped junto a su cerveza, aprovechando que las chicas habían ido al aseo.
‒ No tengo nada interesante que decir.
‒ Siempre has sido muy calladito.
‒ Supongo que sí.
Akaashi vio a las chicas a lo lejos que volvían y entonces, resopló. Le esperaba un largo tiempo de aburrimiento pero entonces, cuando llegaron hasta ellos, alguien más apareció ante sus ojos como un héroe que venía a rescatarle.
‒ Por fin os encuentro. Te he estado buscando por todos lados. ¿No recuerdas que tenías que ayudarme con el bloqueo? – preguntó Kuroo guiñándole un ojo a Akaashi sin que los demás se dieran cuenta.
‒ ¿Vas enserio? ¿Os vais a poner ahora a practicar? – se quejó Bokuto.
‒ Habíamos quedado, ya va con retraso – dijo Kuroo.
‒ Lo siento. Se me olvidó. Lo siento Bokuto, tengo que ir a ayudarle.
‒ Vale – se quejó Bokuto aunque no podía hacer nada.
Akaashi se levantó con rapidez agarrándose a ese clavo ardiente que le salvaba de aquella situación y caminó tras Kuroo hacia el pabellón.
‒ Gracias.
‒ Estaba viendo lo aburrido que estabas.
‒ Las citas no son lo mío.
‒ ¿Ah no? No me creo nada de eso. Simplemente, es que creo que no has tenido ninguna cita.
Akaashi pensó en ello. Era cierto. No es que hubiera salido formalmente con alguien. Normalmente si se había enamorado, no fue correspondido, así que no estaba seguro de qué se sentía en una cita o algo así.
‒ ¿Va enserio? ¿Ninguna? – preguntó Kuroo al caer que había acertado en ello.
‒ No. Ninguna.
‒ Entonces, tendré que cambiar eso. Vamos, sígueme.
‒ ¿Dónde vamos?
‒ Voy a invitarte a una cita.
‒ ¿Enserio? ¿Y qué pasa con eso de que debíamos tener cuidado?
‒ Es sólo una cita entre amigos. Nada más. El entrenador sólo verá que estamos practicando o le diré que intento socializar más contigo porque eres mi colocador. No hay problema.
‒ De acuerdo. Pues te sigo entonces.
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