Capítulo 4: Cicatrices
Sus movimientos era algo que siempre captaba su atención. Ese simple gesto de levantar un poco el cuello de su camiseta para secarse ligeramente el sudor de su cara, a Akaashi le parecía realmente sexy en su capitán. Todo en él le resultaba atractivo. Bokuto iba a dar el saque inicial de nuevo y esta vez, con Kuroo en la línea delantera, Akaashi sabía que la defensa era más sólida que nunca. Era experto en bloqueos.
Ese chico nunca se distraía en un partido. Miraba fijamente a sus oponentes y sobre todo, se fijaba en sus movimientos para intuir hacia donde querrían rematar. Pese a ello, Kuroo era de esos jugadores que no daban un pie en falso, hacia la lectura y por mucho que intuyese algo, no saltaba hasta que no lo veía claro. Sus reacciones podrían ser algo más lentas, pero eran eficaces al noventa por ciento.
El saque de Bokuto fue perfecto, con fuerza y directo a la línea de atrás, sin embargo, fue detenido. Elevaron el balón hacia el colocador y entonces, Akaashi ya no volvió a perder de vista su objetivo. Ese balón tendría que llegar a sus manos para poder colocar. El colocador del otro equipo con un grácil movimiento, elevó el balón hacia alguno de sus rematadores pero no llegó a pasar la red, las manos de Kuroo, mucho más rápido que ellos, bloquearon a la perfección el balón dejándolo caer a la altura de la red en el equipo contrario.
¡Sonreía! Él siempre sonreía tras un buen bloqueo. Esa sonrisa de la que él se enamoró en su día. ¡El chico imposible! Ese al que no podría decirle lo que sentía al menos durante la universidad puesto que jugaban en el mismo equipo. Si no hubieran ido a la misma universidad... si no estuvieran en el mismo equipo, quizá habría tenido alguna opción con él, pero siendo de esta forma... aunque la verdad era, que si no hubieran coincidido allí, quizá tampoco se habrían llegado a conocer como ahora.
Era irónico pensar en ello, cuando por fin podía pasar más tiempo junto a él, era cuando más imposible se volvía salir con ese chico.
Absorto en ese pensamiento estaba cuando Kuroo se giró hacia él y colocó las palmas de sus manos en alto como si quisiera que él las chocase. Lo hizo por no dejarle mal frente a nadie aunque era la primera vez que él celebraba algo así precisamente con el colocador, más que nada, porque él no había ni tocado la pelota.
El siguiente punto daba comienzo. Volvían a sacar ellos por ganar la jugada. Esta vez, el remate de los adversarios fue una perfecta finta, pasando por encima de la cabeza de Kuroo y yendo directamente hacia Akaashi. Por un instante, dudó. Si él tocaba la pelota primero, no podría colocar en el segundo golpe, sin embargo, el brazo de Kuroo fue mucho más rápido. En un hábil movimiento, estiró el brazo hacia atrás para poder levantar el balón hacia él. La colocación era posible a esa altura, no era un pase perfecto pero podía hacerlo. Bokuto ya corría por la banda derecha así que colocó para él. Fue un buen remate, en el tiempo preciso. Otro punto se sumó a su marcador.
***
El momento del vestuario, era sin duda alguna el más contradictorio de todos para él. Por una parte, le gustaba, porque podía lanzar alguna miradilla hacia el cuerpo desnudo de su capitán cuando iba hacia la ducha o cuando salía de ella, pero a la vez, era el peor de todos sabiendo que eso sería lo máximo que tendría en su vida, sólo unas miradas vergonzosas.
Akaashi sacó de su taquilla la toalla y la dejó sobre el banco azulado del vestuario antes de observar a Kuroo. Estaba a apenas unos metros de él, cuatro taquillas más a la derecha y ya se estaba quitando la camiseta empapada en sudor con la que había jugado.
Sonrojado al ver los músculos de su espalda tensarse de esa forma, volvió a girarse hacia su toalla. Él no tenía ni por asomo el físico de Kuroo, él era alto, con abdominales marcados, con la espalda ancha y la musculatura bien visible, él en cambio, era más bajito y aunque era cierto que marcaba algo sus abdominales, su espalda no era tan ancha como la de su capitán, ni sus hombros tan fuertes. Ni siquiera podían compararse las piernas, las de Kuroo estaban mucho más trabajadas, supuso que por las veces que tenía que tirarse al suelo y levantarse para salvar jugadas.
Fingió estar arreglando la ropa a la espera de que todos se fueran hacia las duchas y entonces, volvió a mirar a su capitán. Se quitaba el pantalón corto de voleibol. Fue entonces, cuando el capitán se giró ligeramente hacia él, que Akaashi observó la cicatriz en la parte superior de su abdomen, justo bajo el pectoral izquierdo.
‒ No me duele – susurró Kuroo al ver cómo Akaashi se había quedado mirando ese punto concreto.
‒ Lo siento, es de mala educación quedarme mirando algo...
‒ No pasa nada, no eres el primero que se queda mirándola – sonrió Kuroo – tiene mala pinta pero no es para tanto.
‒ ¿Fue el bazo? – preguntó Akaashi.
‒ Sí. Tuvieron que extirparlo.
‒ Sé que se puede vivir sin el bazo pero me pregunto, ¿qué consecuencias tiene el vivir sin él?
Kuroo sonrió ligeramente y pareció pensar en esa pregunta.
‒ Tengo que tener cuidado con las fiebres – sonrió – estoy más expuesto a infecciones. El médico ya me avisó de que si sufro fiebres o escalofríos debería ir a urgencias lo antes posible o podría padecer una sepsis fulminante.
‒ ¿Qué es una sepsis fulminante? – preguntó con mayor curiosidad Akaashi.
‒ La sepsis ocurre cuando una infección desencadena una reacción en cadena en todo el cuerpo. Suele ser provocada por infecciones bacterianas pero otro tipo de infecciones de origen no bacteriano también podrían provocarla. Puede ser mortal – comentó – y personas como yo que ya no tenemos el bazo para ayudar con el sistema inmunológico, estamos más expuestos a sufrir infecciones de este tipo.
‒ ¿Qué síntomas produce? – volvió a pregunar Akaashi. Quería saberlos por una sencilla razón, por si alguna vez veía a su capitán sufrir un episodio semejante poder llevarlo al hospital más cercano.
‒ Respiración y frecuencia cardíaca rápida, dificultad para respirar, confusión o desorientación, dolor o molestia extrema, fiebre, escalofríos, piel húmeda o sudorosa... cosas así – susurró Kuroo – pero estoy bien, no tienes que preocuparte en exceso por esto. Además, mi médico suele mandarme las vacunas que necesito y esas cosas. Puedo tener una vida completamente normal. Voy a la ducha. Date prisa o te quedarás el último – sonrió de nuevo Kuroo, tomando su toalla y marchándose en ropa interior hacia una de las duchas con el bote de champú y gel en su mano.
***
Bajo el agua caliente de la ducha, se estaba realmente bien. Akaashi sentía sus músculos desentumecerse completamente. Ya ni siquiera podía escuchar las duchas del resto de sus compañeros, señal de que todos habían terminado y posiblemente, se habían marchado a casa. Fue entonces cuando terminando de aclararse el cabello, decidió salir con la toalla bien anudada a su cintura.
Kuroo era el único que quedaba allí, ya vestido y terminando de meter la ropa de deporte en la bolsa para irse.
‒ ¿Mejor? – susurró Kuroo como si quisiera saber si la ducha le había sentado bien.
‒ Sí. Necesitaba una buena ducha – sonrió Akaashi.
‒ Cámbiate, te espero fuera y te acompaño a la residencia.
‒ No hace falta que...
‒ Estaré fuera – dijo sin más Kuroo, poniéndose la cinta de la bolsa de deporte sobre el hombro y caminando hacia la puerta.
¡El chico perfecto! Así le resultaba su capitán a Akaashi. Si sólo no fuera su capitán... si no fuera de su equipo. Pese a la fama que tenía Kuroo con sus ligues, Akaashi pensaba que era inmerecida. Él era un buen chico, atento y dulce, con mala suerte en el amor. Intentaba tener relaciones sentimentales firmes y sólidas pero todos acababan alejándose de él por algún motivo, seguramente por su padre y esa preocupación exagerada que tenía por su hijo tras el accidente.
Resopló. Podía entender la preocupación de su padre. En ese accidente, su mujer murió y estuvo a punto de perder a su único hijo, eso le había vuelto mucho más protector con él.
Akaashi movió la cabeza y dejó de pensar en esas cosas. De nada servía tener que pensar cuando nada sucedería.
Si lo pensaba bien y con detenimiento, sus vidas eran muy diferentes. Él estudiaba su segundo año de Literatura en la universidad, Kuroo estaba en su tercer año de periodismo. Él dependía de una beca gracias al voleibol, Kuroo en cambio, jugaba sin presión porque no la necesitaba para mantener su estancia allí. Su madre limpiaba en un hospital para poder mantener a su familia, Kuroo venía de una familia más alta económicamente, su padre era el decano de la universidad.
Akaashi terminó de guardar las cosas en su bolsa y salió del vestuario con el corazón latiendo a mil por hora. ¿Sería verdad que Kuroo estaría allí esperándole? No solían ir juntos casi nunca, de hecho, él seguía juntándose mucho más con Bokuto al que siempre había admirado y con quien siempre jugó al voleibol durante la secundaria.
¡Allí estaba! Con la espalda apoyada contra la pared y mirando algo en el teléfono. Sonrió al verle. Realmente era un gran chico, todos decían de él que era un provocador nato y era cierto, al menos mientras jugaba. Él también pensó eso durante muchos años, pero ahora que jugaba en su mismo equipo, se daba cuenta de algo muy importante, además de ser un experto en la provocación, era muy amable y siempre ayudaba a los demás a mejorar. Era cauteloso pero a la vez muy fiel a su propio equipo y le gustaba esa sonrisa que tenía cada vez que las cosas salían exactamente como él quería.
‒ Ya estoy, lamento la demora – dijo Akaashi a modo de disculpa por su tardanza.
‒ Me preguntaba... ¿Por qué siempre te quedas el último? ¿Te da vergüenza acaso desnudarte frente a los demás?
‒ La verdad es que no. Llevo desde primaria jugando a voleibol con los compañeros, estoy acostumbrado a los vestuarios – susurró Akaashi –. Pero no negaré que me gusta más ducharme cuando ya estoy solo. Me siento más cómodo y sin presión.
‒ Es bueno saberlo. La verdad es que... tú y yo no solemos hablar demasiado, habría que cambiar eso.
‒ ¿Me lo dices como capitán? – sonrió ligeramente Akaashi.
‒ Como capitán, como compañero y como un amigo. Siempre te veo ir con Bokuto a todos lados y sé que os conocéis desde hace muchos años, eso me hace cuestionarme qué clase de capitán soy que apenas sé nada sobre ti.
‒ ¿Qué quieres saber?
‒ Todo lo que quieras contarme. Lo único que sé de ti... es que quieres que tu nivel de potencia física sea un poco más alta. Y a eso puedo ayudarte.
‒ ¿Enserio? ¿Entrenarías conmigo?
‒ Si quieres.
Kuroo bajó los primeros peldaños de las pequeñas escaleras hacia la acera dando inicio a la caminata que tendrían hasta los dormitorios de la residencia donde se quedaban. Akaashi bajó las escaleras tras él cuando un vehículo se detuvo frente a ellos. Su capitán pareció quedarse sorprendido también, como si hubiera reconocido el coche a primera vista. En cuanto la ventanilla se bajó, Akaashi pudo ver claramente el rostro del padre de su capitán. Había venido a buscarle, seguramente preocupado porque ya había terminado la práctica de voleibol.
‒ No te esperaba aquí, papá – susurró Kuroo aproximándose hacia la ventanilla.
‒ Es de noche, temía que pudiera pasar algo.
‒ Sólo iba a acompañar a Akaashi hasta la residencia. ¿Te acuerdas de él? El colocador de nuestro equipo...
‒ Sí, le recuerdo bien – sonrió el decano – subid ambos, os acercaré yo a la residencia.
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