Capítulo 1: San Valentín para solteros
— En serio, tengo que estudiar.
La queja no se hizo esperar. Todos y cada uno de los miembros del equipo de voleibol conocían a Akaashi. Él era un chico inteligente y, sobre todo, cauto y responsable. No era un chico que hiciera locuras, no se soltaba en las fiestas... o más bien, ni siquiera iba a ellas. Se pasaba los días de la semana estudiando en su cuarto y los fines de semana, volvía a casa para estar con su madre. Era la auténtica definición de "un buen chico".
— Vamos, tío, es San Valentín.
— Creía que eso era para parejas.
Con el bolígrafo en su mano, Akaashi trataba de concentrarse en la tarea, sin embargo, su mejor amigo Bokuto le pedía insistentemente que fuera con él y el resto del equipo a la fiesta universitaria que celebraban los solteros de la universidad en un bar cercano.
— No me gustan las fiestas, tengo mucho que estudiar y mañana hay entrenamiento – intentó que su mejor amigo entrase en razón y le permitiera quedarse en el cuarto de estudiantes.
— Ni hablar, hoy no te escapas. ¡Vamos!, siempre te dejo estudiar, haz esto por mí aunque sólo sea una vez. Si no te diviertes, dejaré que vuelvas al cuarto. Por favor... – puso Bokuto sus ojillos más tiernos y adorables para intentar convencerle. Su amigo resopló finalmente y dejó caer el bolígrafo sobre la libreta.
— Está bien. Iré. Pero sólo un rato – se excusó colocando su dedo índice frente a su rostro para detener el impulso de Bokuto de querer saltar a abrazarle – y dejarás que me vaya sin rechistar cuando me aburra.
— Trato hecho.
Akaashi cerró la libreta y sonrió ante la efusividad de su amigo y compañero de cuarto. Tantos años habían jugado juntos al mismo deporte que ahora, estando en la universidad y pese a haber elegido carreras distintas, tampoco le sorprendía estar nuevamente con él en el equipo.
— Cámbiate, rápido. Todos los del equipo deben estar ya en la fiesta.
¡Todos los del equipo! Akaashi desvió su mirada hacia la libreta cerrada. No le gustaban las fiestas, pero su corazón se aceleró al pensar en ella, o más bien, al pensar en una única persona de su equipo que estaría allí: Kuroo Tetsurō, su capitán en el equipo universitario.
Como hijo del decano de la universidad, había sido admitido casi al instante, pero el puesto de capitán, se lo ganó con esfuerzo y sudor. Le conocía de antes, había jugado contra él cientos de veces en el instituto, pero ahora, jugaban juntos. Todo se volvió complicado desde el primer día que abrió la puerta del pabellón de voleibol y se lo encontró practicando.
Si en el instituto llegó a creer que sentía algo por él, ahora no tenía dudas de ello, sin embargo, Kuroo siempre estaba en alguna relación y por si fuera poco, no ayudaba que fuera su capitán. No podía enrollarse con alguien del equipo. Habría sido tachado de querer obtener favores como estar menos tiempo en el banquillo o incluso, podía desestructurar la buena relación que fluía entre todos los componentes del equipo.
¡No! Kuroo no podía estar allí. Era una fiesta para solteros, era lo que dijo Bokuto y Kuroo salía con alguien. Siendo San Valentín, estaba claro que se habría ido a alguna de sus memorables citas con su pareja.
— ¡Vístete de una maldita vez! – se quejó Bokuto a la vez que abría el armario y buscaba alguna camiseta que lanzarle a su compañero.
Con una sonrisa y frente a la impaciencia de Bokuto, Akaashi colocó las manos frente a su rostro para detener el impulso de la camiseta que su compañero le lanzaba y levantarse para buscar una camisa que ponerse encima.
***
La música podía escucharse desde fuera del local a un par de calles, sin embargo, le taladró los oídos en cuanto puso un pie en el interior. Las chirriantes luces de colores le molestaban más que le ayudaban a ver y la gente a su alrededor se movía con brusquedad, bailando con las copas en sus manos. Definitivamente, odiaba las fiestas.
Al fondo, en una mesa de ping pong, sus compañeros reían y bebían de unos vasos de plástico puestos en triángulo sobre la mesa. Parecían divertirse y Bokuto, que iba a su espalda, prácticamente le hizo a un lado para pasar delante e ir hacia sus compañeros con entusiasmo para unirse a la fiesta.
Akaashi sonrió al ver cómo Bokuto se lanzaba sobre los hombros de un par de jugadores que se reían al ver cómo al otro extremo de la mesa, otro de sus compañeros vomitaba debido a la cantidad de alcohol ingerida. No fue eso lo que llamó la atención de Akaashi, sino ver que el compañero de juego de ese chico que tan mal se encontraba, no era otro que Kuroo. La sonrisa se le borró al instante del rostro. No esperaba verle allí.
No pudo dejar de mirar la escena y mientras todos se asombraban y se giraban a mirarle cuando Bokuto les decía que había conseguido convencerle para ir a la fiesta, Kuroo acercaba a su compañero hacia uno de los asientos para que se calmase.
Por un instante, sus ojos se cruzaron y el sonrojo llegó a las mejillas de Akaashi al ver la gran sonrisa de Kuroo y cómo le hacía gestos con la mano y la pala de ping pong.
— Ey, Akaashi, ven aquí, necesito un compañero.
La sonrisa de Kuroo no era como la de otras veces y el rubor en sus mejillas le indicaba a Akaashi que debía estar algo borracho ya. Para que él estuviera allí en ese día tan especial, era porque había ocurrido algo.
— ¡Eh...no, gracias! – dijo Akaashi con rapidez, a lo que Kuroo borró su sonrisa y se quedó paralizado con la mano en alto sin entender el motivo por el que era rechazado. ¡Ésa no era su noche!
Bokuto, al ver cómo su capitán bajaba la mano lentamente con la que estaba saludando, dejó de abrazar a sus compañeros y los tres se dirigieron directamente hacia Akaashi, agarrándole de la nuca y obligándole a agacharse como si todos fueran a contarle un gran secreto.
— ¿Qué haces? – preguntó Bokuto.
— Pues... no se me da bien el ping pong y desde luego, tengo tolerancia cero al alcohol. No quiero beber – se excusó Akaashi.
— Acaban de romper con Kuroo – susurró otro de sus compañeros para asombro de Akaashi. Jamás habría pensado que alguien quisiera romper con su capitán. Los rumores que le llegaban es que era todo un don Juan, pero que trataba muy bien a sus citas –. Mírale, ¿crees que estamos jugando a esto por diversión?
El tercero de los compañeros hizo un gesto como diciendo un: "sí jugamos por diversión", pero pronto, Bokuto y el que estaba hablando le lanzaron una mirada para que no lo dijera.
— Esto es por Kuroo. Tenemos que hacer que olvide sus penas. Vamos, ve a jugar con él.
— Pero es que no...
El empujón que recibió fue suficiente para llegar prácticamente al lado de su capitán. Akaashi no tuvo más remedio que apoyar la mano derecha sobre la mesa de ping pong para evitar caer de bruces, sin embargo, las manos de Kuroo ya estaban próximas a él para bloquear el impulso y tratar de evitar su caída. No fueron necesarias. Akaashi se incorporó enseguida pese al sonrojo de sus mejillas al estar tan cerca de su capitán.
— Lo siento, es que... no sé jugar.
— Te enseñaré – sonrió Kuroo con inocencia – si quieres...
Como un auténtico idiota, incluso antes de poder pensar una respuesta lógica, completamente embelesado por su presencia, sus ojazos y esos labios tan varoniles que sonreían con dulzura, la cabeza de Akaashi ya estaba asintiendo. Todo el equipo estalló en un griterío al haber convencido a su "colocador" de jugar. Era casi un milagro que Akaashi aceptase estar allí y participar en esas cosas.
Estando Bokuto al otro lado de la mesa junto a otro de sus compañeros, Kuroo pasó a explicarle las normas a Akaashi. Eran sencillas. Tenían dos saques, uno cada individuo de la pareja y el objetivo: meter una bola de ping pong en uno de los diez vasos que formaban un triángulo del campo contrario para hacerles beber. Golpear y derramar el vaso también contaba. Ganaba el equipo que conseguía quitar todos los vasos del campo contrario y proteger los suyos.
¡A Kuroo se le daba genial! Su primer saque ni siquiera tocó la mesa contraria, entró de lleno en uno de los vasos intermedios. El grito eufórico de Kuroo se agregó a las quejas y maldiciones del otro equipo al que obligaban a beber. Fue Bokuto quien tomó el vaso y bebió con rapidez para volver a la partida y poder bloquear a Akaashi en su siguiente saque.
Akaashi sacó y por raro que sonase, pese a que hubo un rebote en el campo contrario de la bola, estos no pudieron bloquearla y entró en uno de los últimos vasos.
— ¡Maldita sea! – se quejó Bokuto bebiendo de nuevo al haber fallado el bloqueo.
Fue Bokuto quien, al terminar de beber, tomó la pelota, la mojó en el vaso de agua de al lado para limpiarla y se dispuso a sacar. Fue un saque directo a uno de los vasos de Kuroo, pero al no haber rebotado la pelota, Kuroo no pudo bloquearla, por lo que pese a sus maldiciones, bebió del vaso correspondiente antes de sacarlo de la mesa.
Esta vez, fue su compañero el que realizaba el saque y por desgracia para el equipo rival, la pelota entró directa en el vaso cerca de Akaashi.
— Te toca beber – sonrió Kuroo.
Akaashi no estuvo muy convencido de ello. Tomó el vaso entre sus dedos, sacó la pelota para dejarla en el vaso con agua y miró el contenido con dudas. Odiaba el alcohol. Era raro en alguien de su edad puesto que a todos sus compañeros les gustaba, pero él no veía nada divertido en ese ambiente.
Tanto se lo pensó que el juego continuaba. Kuroo volvió a conseguirlo. La pelota entró y el compañero de Bokuto tuvo que beber, sin embargo, miró hacia Akaashi, a quien le tocaba sacar y seguía mirando la cerveza.
— Vas a tener que beber algo más rápido o puede que la próxima vez, les toque a ellos y no puedas defender si sigues con eso en la mano.
— Lo siento. Seré más rápido.
Kuroo sonrió al ver que, finalmente, Akaashi se bebía la cerveza toda del tirón y dejaba el vaso perfectamente colocado a su lado. ¡Era gracioso! Para ser sincero, era la primera vez que Kuroo veía a Akaashi de fiesta y le divertía ver lo formal que era. Al mirar atrás, vio en el suelo todos los vasos que él había lanzado cuando su compañero los dejaba de nuevo bien colocados en una de las mesas contiguas.
— Lánzalo – sonrió Kuroo.
— ¿Qué?
— La próxima vez, no te preocupes, sólo lanza el vaso.
— Oh... vale.
***
Las cuatro de la mañana y seguía despierto. Era todo un récord para Akaashi sabiendo que había estado de fiesta y no precisamente estudiando. Mañana tenían entrenamiento y estaba allí, riéndose junto a su capitán, caminando y arrastrando los pies por la calle en dirección a las habitaciones de estudiantes. Kuroo era de tercer año, uno más que él, así que su cuarto se encontraba en la tercera planta.
Todos habían ido abandonando el club, pero él se había quedado hasta el final al ver que su capitán necesitaba más tragos y desahogo. No fue hasta el final de la fiesta cuando se había abierto un poco más y le había estado contando lo ocurrido con la persona que se suponía que salía. Se notaba que le había dolido y estuvo jugando y bebiendo para intentar despejar su mente.
En esas circunstancias, Akaashi no quiso abandonarle y allí estaba, llevándole hacia su cuarto pese a que ambos estaban bastante borrachos, Kuroo más que él.
La puerta del edificio a las habitaciones estaba abierta y subir las escaleras hasta el tercer piso fue toda una proeza en sus condiciones. Los últimos peldaños ya iban arrastrándose por el suelo sin dejar de reír.
Kuroo se puso en pie frente a su puerta, buscando las llaves en el bolsillo de su pantalón. Tras varios intentos por acertar, finalmente, pudo abrir. Fue Akaashi quien perdió el equilibrio al querer despedirse, cayendo sobre el abdomen y pecho de Kuroo y quedando los dos tumbados en el suelo de su cuarto privado mientras reían sin poder parar.
— Debería irme – rió Akaashi – lo siento.
— Ey... Akaashi, gracias por lo de hoy.
— No tienes que agradecerme... – levemente incorporado sobre el pecho de Kuroo, Akaashi se perdió en sus ojos. Las risas se fugaron y ambos se pusieron extrañamente serios –... nada.
— Yo creo que sí – susurró Kuroo con seriedad, llevando su mano derecha hacia la parte de atrás de la cabeza de Akaashi y ejerciendo cierta presión para evitar que la moviera.
Incorporándose con lentitud, sintiendo su corazón latir con mayor fuerza, Kuroo finalmente llegó hasta los labios de su compañero. Un suave y dulce beso cargado de un aroma a alcohol les hizo cerrar los párpados y dejarse llevar por aquel momento que resultaba demasiado raro.
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