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9: Hoist the colours

La luna estaba llena en el cielo nocturno. Según los textos que consultaron, ese era el momento cuando el tridente tenía su mayor nivel de poder, por lo que su magia debía ser suficiente para terminar con la malvada abuela cecaelia.

Song, Ikkena y la reina guardaron con cuidado todos los libros y pergaminos, y luego de llevar la lancha hasta la orilla del agua, subieron a ella, dispuestos a partir.

De repente, una voz resonó en el aire. Era Aidenora, la bruja del mar: —¿A dónde creen que van con MI tridente? —preguntó con autoridad.

El príncipe sujetó con fuerza el artefacto mágico y respondió: —No es tuyo, era del rey del mar.

Ella sonrió de lado y respondió: —Ya lo dijiste, era. Pero él ya no está, así que debe estar en manos más capaces de manejar su poder.

Leira abrazó a su hijo, mirando con temor a la hechicera. Ikkena también abrazó a Song, queriendo protegerlo. Así arropado, el príncipe respondió a la bruja: —Tú me advertiste que no confiara en cualquier persona, y para mí, tú entras en esa definición.

Aidenora rió y dijo: —Lo sé, jovencito. Pero no te di esa bonita cola ni la verdad sobre tu madre para no ganar nada a cambio, ¿o qué creías? Ahora, dame ese tridente, y no te preocupes, me encargaré de la vieja bisabuela.

Song apuntó el tridente a la anciana: —No, no lo haré. Puedo devolverte tu poder y tu verdadera forma, pero no te daré este tridente.

Aidenora se encogió de hombros. —¿Y tú qué sabes de ese tridente? Yo te contaré parte de la historia que nos llevó hasta aquí: La abuela de Leira siempre me ha envidiado y querido ser más poderosa que yo. He demostrado ser la bruja más poderosa de los mares con mis conjuros y hechizos legendarios, lo que me ha ganado el temor y respeto de los seres submarinos. Pero mi superioridad se derrumbó cuando el tridente fue entregado al rey del mar. Sentí mucha decepción y enojo al no ser yo la elegida para portar ese poderoso objeto, y aunque me resistí al principio, no pude luchar contra su poder. El tridente otorga un dominio y autoridad inigualables sobre los océanos, por lo que me resigné. Sin embargo, la abuela de la sirenita estaba empeñada en excluir a su nieta de la sucesión y tramó un plan siniestro para obtener el tridente. Comenzó a influenciar a la sirenita, la hizo soñar con el mundo humano, llenando su mente con la idea de ser parte de ellos. Con astucia y maquinaciones, la abuela sembró en el corazón de la pequeña Leira ese anhelo desmedido y desvió su atención del océano y de su talento para la magia. Sabía que el rey tritón nunca permitiría que su hija renunciara a su esencia de sirena, y mi enemiga lo aprovecharía en su beneficio.
Y así sucedió. La sirenita, en su desesperación por convertirse en humana, acudió a mí, a la bruja del mar. Le presenté un trato, aunque sabía que me pesarían las consecuencias. El rey del mar se enfureció al descubrir lo que su hija había hecho y me expulsó del océano, pero sabía que esto solo era el comienzo del caos. Leira estaba consumida por su ansia de vivir en la superficie y yo parecía estar lejos del triunfo. El tridente quedó en las manos petrificadas del rey del mar y sus otras hijas, quienes se autoimpusieron ese castigo; pero tú, pequeño Song, lo arrancaste de sus manos. La cecaelia no pudo hacerlo por su falta de poder y fuerza. Si te rindes ante mí, no sólo regresaré a Leira a su verdadero cuerpo, también destruiré finalmente a la abuela y te enseñaré sobre magia. ¿No te parece un buen trato?

Song contempló las palabras de Aidenora con cautela. Por un lado, la bruja del mar le ofrecía restaurar a su madre a su forma original y poner fin a la malvada abuela cecaelia. Por otro lado, Song no podía ignorar el hecho de que Aidenora había hechizado a Leira y causado estragos en su vida. El príncipe miró a su madre y vio la determinación en sus ojos. Leira no quiso ser parte de los planes maliciosos de su abuela y estaba dispuesta a luchar hasta el final.

Con ese apoyo, Song apretó el tridente con más fuerza y dijo: —No puedo confiar en ti, Aidenora. Has causado mucho daño y no puedo ignorarlo. No puedo dar el tridente a alguien que sólo busca su propio beneficio. Si de verdad quieres redimirte, demuéstralo. Ayúdanos a derrotar a la abuela cecaelia, pero no te haremos entrega del tridente.

Aidenora frunció el ceño, y su mirada se volvió amenazante. —Te equivocas, príncipe arrogante. No necesito tu permiso para obtener el tridente. Si no me lo das voluntariamente, lo tomaré por la fuerza.

Una ola gigante se elevó detrás de Aidenora y se precipitó hacia Song, Leira e Ikkena. Ante eso, Song concentró su energía mágica y creó un escudo protector para proteger a su familia. La ola chocó contra el escudo con un estruendo ensordecedor, pero no logró romperlo.

Enojada, la bruja del mar decidió usar su hechizo más difícil. Llevó sus manos a su frente y pronunció unas palabras mágicas, que aunque no parecieron tener efecto, sí lo hicieron. La hechicera dejó de tocarse la frente y abrió un portal, por donde apareció la figura, primero desconcertada, pero después vengativa, del rey Cire.

Instintivamente, Ikkena se colocó delante de Song en un intento de protegerlo, pero el rey ya había visto todo lo que tenía qué ver, y miró a la anciana por un momento para decirle: —Muchas gracias por informarme de esto, señora. Será recompensada —y avanzó hacia "su" familia.

Aidenora sonrió malignamente y se sentó sobre una roca, sin apartar los ojos del tridente. —Claro que lo seré.

Mientras el rey Cire se acercaba, Song apretó el tridente con fuerza y se preparó para defender a su familia y enfrentar al malvado rey. Leira tomó la mano de su hijo y le dijo con determinación: —Estamos juntos en esto, Song. No importa lo que suceda, siempre estaremos juntos.

Song agarró el tridente con fuerza y se preparó para enfrentarse al rey Cire. —Padre, tus días de control y abuso han llegado a su fin. Usaré este tridente para proteger a mi madre, a Ikkena y a todos los seres.

El rey no respondió. Su expresión era de desprecio y una furia oculta crecía en sus ojos. Miró al tridente que sostenía Song y luego a la bruja del mar. Finalmente, se volvió hacia Leira y dijo con frialdad: —Me has decepcionado, Leira. No eres digna de ser una reina. Mira qué le has hecho a nuestro hijo, ahora es un monstruo marino.

Leira, aunque se sintió herida por las palabras del rey, mantuvo la calma y respondió con valentía: —Ya no estoy buscando tu aprobación, Cire. Lo único que me importa es proteger a mi hijo.

En ese momento, el rey Cire hizo una mueca y se lanzó hacia ellos con un grito de furia, alzando su espada contra la reina, quien fue cubierta por Ikkena en su defensa.

—¡Tú, niño insolente! ¡debí matarte igual que a tu madre, antes de que interfirieras en la vida de mi hijo! - vociferó Cire.

Ikkena tembló de ira y lo empujó hacia atrás: —¡¿Usted fue quien la mató?! ¡¿Y así cree que lo dejaré llevarse a Song?!

El príncipe también estaba furioso, no dudó y utilizó el poder del tridente para invocar una poderosa corriente marina que golpeó al rey Cire, desestabilizando su ataque y dándoles la oportunidad de defenderse. Pero el monarca no se detuvo, contraatacando con su espada.

La batalla fue feroz y desgastante. El agua se agitaba a su alrededor, y los rayos de electricidad chispeaban a medida que el tridente era utilizado para atacar y defender.

Aidenora disfrutó de la pelea. Ella sabía que necesitaba el tridente para vencer a la abuela cecaelia, pero también echaba un vistazo furtivo a las habilidades y poderes que el príncipe había adquirido a través del artefacto. Sabía que, con su astucia e inteligencia, podría hacerse con el tridente en cualquier momento.

Finalmente, el rey Cire se rindió. Estaba totalmente derrotado y agotado. Leira se acercó a él y dijo suavemente: —Es hora de que enfrentes las consecuencias de tus actos, Cire. Pero hoy, nosotros vencimos por encima de la oscuridad que nos has impuesto.

La hechicera rió a carcajadas y dijo: —No tan rápido, yo me encargaré de esto —, y con un movimiento de su mano, hizo que el rey se encogiera hasta un tamaño diminuto, y se lo comió de un mordisco. Pero esa era una distracción, pues de inmediato, Aidenora aceleró el paso y se lanzó para arrebatarle el tridente al príncipe.

Con un movimiento rápido, Song apuntó el tridente hacia Aidenora y liberó todo el poder acumulado en él. Un hilo de energía eléctrica azulada surgió y envolvió a la bruja que luchó desesperadamente, intentando romper el hechizo, pero el poder del tridente era demasiado para él. A medida que se debilitaba, su figura se volvía más translúcida hasta que finalmente desapareció por completo.

Los océanos se calmaron y una sensación de alivio llenó el aire. Pero era la calma antes de la última batalla.

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