6. Reminiscencia - El hoy
La mejilla le ardía, le dolía e incluso le palpitaba. Hubiera querido quejarse de ello, pero en su lugar soltó comentarios sobre qué molesto era sostener una bolsa sobre lo que no estaba herido, o que la mano se le había cansado inútilmente al no estar lastimado, también si podrían hacer los hielos de sabor para que se los comiera en lugar de presionarlos sobre la piel. Estaba bien, estaba bien, estaba bien... repitió la mentira hasta el punto en que perdió la noción de si era a sí mismo o a ellos a quienes pretendía engañar.
Habían tenido que salir a combatir a dos villanos, nada del otro mundo, malhechores que en primera instancia lucieron inofensivos, apariencia que poco les duró cuando demostraron que la debilidad del equipo radicaba en la ausencia de miembros. Tony los detestó por ello, por mostrar que su equipo tenía huecos, que faltaban integrantes, y los odió cuando hirieron a Peter.
El pequeño Peter que ahora mismo se encontraba en la enfermería.
Escuchó el sonido del reloj que colgaba en la sala, el sonido le acarreó una sensación aciaga. El tiempo corría y seguía con el presentimiento de que algo escapaba de él, algo que solo se mantenía en las sombras para surgir violento y arrasador. Emociones que no habían hecho más que volverse aún más frecuentes de lo que ya eran desde la visita del dios de las mentiras. Del sueño hacían dos semanas.
Pepper entró en su campo de visión y se acercó a él. Llevaba puesto un ceñido vestido color marfil, y las mejillas coloradas. Seguía siendo hermosa a pesar de ya rozar los cuarenta.
—Tal vez no necesites cirugía reconstructiva —bromeó la CEO de Stark Industries y se sentó al lado en un tiempo.
—Esa debe ser la mejor noticia de tu vida. Podrás seguir viendo en bruto la obra de arte que soy. —Guiñó un ojo y su mejilla lo resintió.
Pepper puso los ojos en blanco antes de sonreír.
—¿Has pensado en ese sueño? Porque yo sí, Tony. Y me asusta.
No necesitaba mayor referencia, él le había contado todo sobre esa noche y el porqué estaba sentado frente al ventanal. Una mano fría le recorrió la espalda.
—Sí.
—¿Qué piensas hacer?
—Todavía no decido.
—Tony... —Pepper suspiró—, debes hacer que vuelvan. Y antes de que me interrumpas —advirtió alzando una mano para silenciarlo—, no lo digo por ellos, sino por ti. No quiero que estés sin apoyo allá fuera cuando tengas que enfrentarte a lo que sea que venga. Me da miedo imaginarte peleando solo. —Su amiga le acarició la mejilla sana y con una voz sosegada agregó—: Necesito saber que habrá gente que cubrirá tu espalda.
Agradeció la calidez del gesto y negó suavidad.
—¿Cómo podría el asesino de mis padres cuidar de mí?
Pepper le dedicó una mirada de comprensión y luego alejó los brazos para cruzarlos sobre el pecho.
—Primero, Tony, si lo que dices es cierto, él no era completamente consciente de lo que hacía así que no olvides lo que te convenga.
—Eso no lo hace más sencillo, lo entiendo, pero sigue siendo doloroso.
Su amiga sonrió ligeramente.
—Permíteme terminar, Stark, como decía: segundo, la culpa lo hará actuar. Mató a los padres y tú lo sabes, cómo podría permitir que el hijo muriese si él puede evitarlo. —Pepper se mordió el labio inferior como si hubiera dicho algo malo.
—Señorita Potts, no conocía esa faceta suya —señaló juguetón para desviar la atención, y aminorar el remordimiento en los ojos de su amiga.
—Señor Stark, qué poco observador es. Yo hubiera quemado el desierto entero para recuperarlo si hubiera sido necesario. Usted ofrece un buen sueldo, no me gustaba la idea de tener que buscar trabajo, el papeleo y todo eso hubiera sido agotador.
—No, Pepper, no. Un desierto no puede quemarse, además puede que el fuego me alcanzara también... —Luego, como si no hubiera reaccionado ante la última idea dijo—: ¿solo el sueldo es bueno?
—También me gustan los caros regalos de cumpleaños. —Pepper hizo una mueca.
—Y los viáticos, señorita Potts, los viáticos son estupendos, no los desacredite.
Ambos rieron un par de segundos después.
—Por favor, Tony, piénsalo —continuó su exnovia.
—Lo haré.
—Señor Stark, es decir, Tony. —La voz de Parker los alcanzó, aún llevaba puesto su traje, y cuando reparó en el desliz se corrigió, luego con la alegría que lo caracterizaba agregó—, ¡esto es asombroso! ¿Puedo romperme una rodilla? Creo que mi cartílago es ineficiente, con el arca podrían reconstruirme uno. Y hacerlo mejor, incluso.
—No has cambiado en nada —intervino Pepper.
—Oh, señorita Potts.
—Hola, Peter.
—Señor, me permito recordarle que tiene una reunión programada en dos horas —terció la sucesora de Jarvis.
—Oh, Viernes, debes rezar para que Tony asista. —Su amiga soltó una suave carcajada.
—¿Señor, debo hacerlo? En mis protocolos no está indicado cómo debo rezar.
—No, querida, a Pepper siempre le ha gustado exagerar. Iré a ducharme, asegúrate de que el helicóptero esté a tiempo.
—Lo haré.
Se despidió de su exnovia y de Peter con un movimiento de las manos, y luego sin mucho ánimo se alistó. No necesitaba que su amiga le recordara lo que debía hacer, ya lo sabía pero eso no facilitaba las cosas, la muerte de su mamá seguía escociendo tanto como al principio, el dolor no había menguado y la herida sangraba tanto como desde el inicio. Incluso más, porque había sido profundizada y agrandada por Steve. Y una mierda, no debía pensar en ello. Tenía que prepararse para lo que le esperaba, que estaba seguro tendría algún par de problemas para convencerlos de lo que pretendía.
Cuando la reunió acabó la cabeza le punzaba, tuvo que tomarse un par de aspirinas. Como se lo esperaba, fue difícil razonar con hombres tan obtusos como solo podían ser los directivos orgullosos de admitir que necesitaban de vuelta al resto del equipo. Lo terminaron aceptando, no de buenas ganas y con muchas condiciones, que después tendría que saber sortear para evitar disputas entre ellos. Una vez más.
—Qué buena charla, señores —dijo despidiéndose—, pero tengo otros asuntos que atender. Lo típico, salvar al planeta, brindar energía limpia, becar a los estudiantes del MIT, etcétera. Nada fuera de lo común.
Y salió de la sala de juntas con dirección a la azotea del edificio, su transporte lo esperaba, las hélices ya giraban imperiosas. Fury lo interceptó justo cuando ponía un pie sobre el helicóptero.
—¿Cuál es el plan, Stark?
—¿Plan? ¿Hay fiesta? ¡Y no me invitaron! —bromeó.
—Hablo en serio.
Apretó su muñeca izquierda en reflejo.
—El plan es traer al resto y hacernos más fuertes. Tan simple como eso.
—Tú impulsaste el registro de los súper humanos.
—Es de sabios cambiar de opinión —respondió con una sonrisa y se colocó las gafas oscuras.
—Esto no es un juego.
—¿Le parece que estoy jugando? —Subió por completo al helicóptero dejando a Fury desconcertado.
Él tampoco entendía lo que estaba haciendo, pero sabía que era lo correcto. Por fin sus hombros se sentían menos pesados, aunque fuera por instantes efímeros. Solo faltaba contactar con el rey de Wakanda, hacerlo público y si todo salía bien, el resto del equipo estaría volviendo en menos de una semana.
La noche llegó sin incidentes augurando un descanso verdadero. Durante su ausencia Peter se había encargado de esconder todo el café que había en la torre, y aunque pudo llamar por más o simplemente ordenarle a Viernes que le dijera el escondite, valoró el gesto y no lo hizo. El niño trataba de cuidarlo y saberlo le reconfortaba aunque no lo dijera. Se metió en la cama, y cerró los ojos.
Caminaba por las calles de Nueva York a plena luz del día, a su alrededor circulaban los transeúntes con sonrisas en el rostro y cafés en las manos, continuó avanzando disfrutando del mundano instante. Resultaba tranquilizador el ruido de los coches y las personas, después de todo representaban lo que era la vida en la tierra. Continuó enfilando las calles por unos segundos más, hasta que cayó en cuenta que algo no cuadraba, que era Nueva York pero no era igual a la real, observó con cuidado hasta descubrir los relojes que cada edificio tenía en la parte alta, brillaban y anunciaban la hora con fuerza, el golpeteo del segundero podía escuchar incluso desde abajo. Esos relojes no estaban en el mundo real.
Volteó a los lados y gente se mostró indiferente ante los artificios, de hecho, todos parecían emitir el mismo sonido aunque no al unísono, prestó más atención al segundero hasta reparar en que el sonido provenía de sus corazones. Continuó extrañado con el recorrido, escuchando e intentando dar una explicación lógica a eso.
De pronto, vio a Steve observándolo al final de la acera, y toda la cacofonía aminoró hasta ser nada, todos sus sentidos se concentraron en la persona de iris azules. Las personas perdieron importancia, los relojes fueron olvidados y el sonido de sus corazones quedó desechado por demás, lo único de lo que fue consciente fue de la línea directa que sus miradas tenían. No solo él, de hecho parecía que el mundo los veía y respetaba también, porque nadie se atravesó entre ellos. El corazón amenazó con salírsele del pecho.
Steve sonrió con inseguridad, tenía los hombros caídos y los ojos tristes. Tony le devolvió el gesto con el mismo sentimiento extendiéndose por todo su cuerpo. Avanzó lentamente hacia el soldado solo unos pasos, debía mostrarse fuerte e ignorar el dolor de la traición, pero entonces Steve corrió hacia él... Corrió y lo abrazó con tanta fuerza que Tony sintió que las costillas se le rompían. El olor familiar del rubio lo envolvió y todo su interior clamó al recordarlo.
—Te he extrañado tanto, Tony. —La voz del Capitán estaba rota—. Lamento haber desperdiciado tanto tiempo, lo siento tanto...
—Tranquilo, Cap, teníamos diferentes ideas... —consoló ignorando la segunda parte del problema.
—Tony, debí decírtelo. No supe qué hacer, no confié en ti y por eso todo salió mal. Yo no quería perderlo, pensé, yo creí...
—Steve, no necesitas decir nada. Está en el pasado y él no fue consciente.
—La muerte hizo que lamentara amargamente el haberme ido. —Las lágrimas corrían gruesas por las mejillas de Steve.
—¿Cómo? ¿Morir?
—Pero prometo encontrarte en la siguiente vida, y la siguiente... Te seguiré a donde quiera que vayas —declaró—: porque tú eres mi vida.
Entonces, Steve cayó, no porque sus rodillas flanqueasen sino porque la tierra se desmoronaba. Un parpadeo después, Tony tuvo el mismo destino y en el espacio, en la caída que parecía infinita, logró alcanzar a Steve hasta sujetarlo y poder abrazarlo. No servía de nada, no tenía la armadura consigo, pero si caerían, caerían juntos. Apenas tuvo el tiempo suficiente para sellar sus labios en un beso.
Despertó bañado en sudor y con la respiración agitada. Todos sus sueños acababan igual: todo caía. Todo moría, y él no podía impedirlo. Fue por café y luego se puso a trabajar en su taller.
Los días pasaban tranquilos sin contar las pesadillas que por la noche lo atormentaban, pero había aprendido a obviarlas con trabajo que consistía e intensas trasnochadas jornadas dentro del taller, para que cuando durmiera lo hiciera tan profundo que su mente no pudiera conducirlo a escenarios lúgubres. Por supuesto no siempre funcionaba. Pero Tony se mantenía positivo ante las posibilidades de 50/50.
—Extraño a Banner, Viernes —confesó una noche mientras estaba en el taller.
—Sigo sin tener lecturas sobre algún desastre que haya podido causar su... personalidad.
—Claro que no, querida, ese hombre sabe esconderse si lo quiere.
—Una de mis funciones es encontrar lo que no quiere ser encontrado, jefe. Me hizo para ello, señor.
Tony sonrió ante la indignación de Viernes, había mejorado mucho el trabajo que hizo con Jarvis y aunque en algunos puntos la nueva IA palideciera en comparación, lo cierto era que la había vuelto un poco más humana, más receptiva a los cambios de tono, a los segundos significados e incluso a las palabras no dichas.
—Y eres muy buena haciéndolo, no lo dudes.
—Gracias, jefe.
Se levantó del suelo y fue a sentarse en la cómoda silla del escritorio que tenía.
—Viernes, dame las noticias más recientes de nuestros nada discretos amigos.
La IA obedeció y enseguida sobre los cristales que fungían como pantalla emergieron diversas notas sobre héroes enmascarados que contenían desastres y villanos.
—Tal vez no lo encontramos porque —comenzó a explicar al tiempo que manipulaba las notas—, actúa con personas que pueden distraernos de él. Cuando algo bueno pasa y se susurra de un grupo como responsable, pensamos en automático en el capitán y sus seguidores.
—¿Jefe?
—Si el responsable es solamente una persona, ¿qué pensarías, Viernes?
—En un nuevo superhéroe o el doctor Banner.
—Exacto, pero con los vigentes acuerdos de Sokovia, que ya son muy flexibles pero que muy pocos saben, los que pudieron ser nuevos superhéroes desistieron.
—Eso dejaría al doctor Banner como único responsable.
—Muy bien, querida. Pero no es el estilo de Bruce, él no actúa solo y aunque quisiera no puede. Sería demasiado conspicuo.
—Sin embargo, si está con el Capitán, entonces pasaría desapercibido porque él sería el último recurso, además de que proveería de la inteligencia suficiente para que el equipo sobreviviera, porque hay una enorme deficiencia sin usted, señor.
—Gracias, Viernes.
—El doctor Banner ayudaría sin estar presente.
—Así es. Con Banner y los recursos de Wakanda es que actúan.
Tony no era estúpido, después de que T'Challa anunció lo grandiosa que era Wakanda y lo desarrollada que estaba, no le fue difícil atar cabos e intuir que el rey ayudaba a los vengadores ocultos. Quizá no con asilo, pero sí con recursos.
—Revisaré nuevamente cada nota y cinta de video, señor.
—Gracias.
—Jefe, Visión se acerca con Rhodey.
Esta era la tercera noche sin dormir más de dos horas, era claro que vendrían.
—Bien, te lo encargo, cariño. Debo irme, no quiero hacer enojar a estos hombres.
—Que descanse, señor.
Salió del taller a tiempo para evitar que golpearan los cristales para llamar su atención.
—Visión, Rod, me encantaría sentarme a tomar un café y saber qué los hace caminar a las tres de la mañana, pero debo ir a dormir.
—Tony... —Rodhey entornó los ojos.
—De verdad, que voy a la cama —dijo, alzó los brazos y avanzó a su habitación.
Esa noche durmió un poco más, no hubo ninguna pesadilla, pero despertó igual de sobresaltado cuando escuchó la alarma.
—¿Qué sucede, Viernes? —Llamó a su armadura.
—Es Thor, señor. Ha arribado en la torre. Y no viene solo.
—No me digas que ha traído al desquiciado de su hermano.
—Es un grupo de personas que desconozco.
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