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13. Y la luz emergió - El hoy


Tony continuó llorando por unos segundos mientras el mago lo sostenía evitando que se dejase arrastrar por la gravedad hasta quedar encogido en el suelo asumiendo las cosas. El piso bajo sus pies ofrecía un consuelo inaudito, ofrecía la realidad que en esos instantes le estaba siendo arrebatada.

«El tiempo... Es imposible.»

Tembló, y nada tuvo que ver el frío. Aferró los dedos a los brazos de Strange.

—Tony, ¿qué sucede? —preguntó el mago cuando pareció que su llanto había cesado hasta ser suaves quejidos.

—Nada que requiera trucos, mago —respondió alejándose tan rápido como le fue posible, como si su toque le quemase, recriminándose en su fuero interno por haber caído tan bajo... literalmente—. Gracias, por tu compañía, ahora debo irme.

—Siempre es un placer —respondió Strange sin malicia ni burla en la voz, su mirada tampoco estaba matizada con alguna sátira.

Tony frunció el ceño ante la respuesta, el mago rara vez no aprovechaba la oportunidad para responderle con un acertado comentario.

Salió de la habitación cogiendo el corazón en el proceso.

—Viernes, ¿dónde está Thor?

—Está en el ala sur, señor.

—¿Está con los guardianes del espacio?

—Sí.

Tony respiró profundo, aquello era una locura, era algo imposible... y aun con todo, aceptaba que necesitaba respuestas, y no había nadie mejor en ese momento que el hermano del hechicero que lo visitaba en sueños, aunque técnicamente hablaría con el hechicero, bufó, el mundo estaba de cabeza. Encontró al grupo compartiendo una pequeña sala, nadie hablaba, tenían la preocupación y angustia tatuadas en los rostros. Quill y Gamora estaban muy cerca, sus rodillas se rozaban como una sutil muestra de que estaban juntos.

—Thor —llamó—, necesito hablar con Loki.

El aesir alzó el rostro, la mirada triste seguía allí y los hombros caídos revelaban su dolor.

—Yo no puedo comunicarme con él —confesó y sus ojos ya tristes se hundieron en una miseria todavía mayor—, esa es Mantis.

Notó como Gamora tomaba a Quill de la mano para sacarlo de la habitación, concediéndoles así un poco de privacidad. Rocket y el arbolito hicieron lo mismo, Tony se sentó frente a Thor y Mantis intentó dedicarle una sonrisa, pero su armadura estaba rota, su máscara se encontraba hecha trizas ante la revelación de ser poco más que un hombre ancestral... Un inmortal. Con una memoria pésima tal veía.

Acunó el corazón entre sus palmas sintiendo cada latido, dibujando suaves caricias por sus relieves.

—Loki dice que contestará todas tus preguntas, que el idi... —Parpadeó sorprendida ante sus palabras y luego se corrigió, su mirada inocente disculpándose—, que Thor no sabe nada, pero lo necesitaba aquí. El alma de Loki está atada a la de Thor, y si él se iba, Loki tendría que seguirlo también.

—El tiempo —sentenció sin circunloquios—, el tiempo no cuadra. Tampoco tengo recuerdos de mi muerte, ni de nada similar... Son 231 años desaparecidos, 231 años que no tienen sentido.

—Porque nunca moriste, Tony —respondió Mantis en lugar de Loki—, fuiste convertido en un bebé. El llanto se volvió tu lengua, y el tiempo fue escondido. Lancé un hechizo lo bastante fuerte como para borrar las memorias de todo el mundo, modifiqué sus recuerdos con ayuda de las nornas. Cuando supieron que algo terrible se acercaba ellas intervinieron, tenías que sobrevivir, tenías que ser escondido para que no corrieras ningún riesgo; y las razas se dividieron en consecuencia. Cuando la paz desfiló por las calles, no hubo razón para mantenerse juntas, así que se alejaron. Cada raza decidió prepararse como pudieran para enfrentarse al Titán loco, los elfos de Midgard migraron a Álfheim, los enanos los imitaron, y los hechiceros que vivían se fueron extinguiendo al abandonar sus prácticas, lentamente sus circuitos mágicos fueron debilitándose hasta que dejaron de ser heredados, por eso hay tan pocos.

—¿Y este corazón? —Alzó el pequeño bultito.

—Sabes perfectamente a quién pertenece. Lo sabes ahora, sobrevivió a todo porque no tenía corazón, porque su corazón siempre estuvo a salvo contigo.

—Steve pasó más de 60 años congelado... —murmuró de repente abrumado al imaginárselo.

—No, estuvo 231 años, pero así debía ser. La paz arribó para instalarse, él debía esperar para poder vencer al Titán.

—¿Y ahora? ¿Cómo se supone que lo venceremos?

—Thor y yo iremos a ver a las nornas... —respondió Mantis y luego, usando su propia voz preguntó—. ¿Yo también?

La respuesta, que Tony no escuchó, tuvo que haber sido un rotundo no a juzgar por la desilusión en los enormes ojos de la mujer.

—Hermano, necesitamos ir a Nidavelllir.

—Loki dice que después.

—Gracias, Loki. Mantis, Thor. —Sonrió a modo de despedida, sabía cuándo sobrava en una conversación, y aunque vencer al Titán Loco era también su trabajo, no era el líder como para decirles qué y qué no hacer.

Tony se levantó para volver a su taller, era cierto que parte de sus dudas habían sido resueltas, pero asimilarlo no era sencillo, hacía unas horas él era simplemente Tony Stark, el egocéntrico millonario.

Tony no fue a su taller como tenía planeado originalmente, esta vez cedía a su cansancio mental y al dolor instalado en el pecho al percatarse que nada era lo que parecía; cambió de dirección yendo a su habitación. Se despojó de la ropa como si de repente pesara más de cinco kilos cada prenda, quedándose solo en ropa interior para hundirse en la cama... Estaba como realmente era: vulnerable, no por la desnudez, la desnudez era algo habitual, sino al encontrarse en un punto en el que desconocía todo, en el que él no había tenido voz en las decisiones que afectaron su vida.

Las lágrimas afloraron nuevamente en su rostro, lentas y cálidas, pero con sabor amargo, no hubo ningún arrebato solo una tranquila desazón, se acomodó sobre el costado izquierdo, de ese modo las gotitas saladas de su corazón no entraban en sus oídos.

Tenía el corazón de James junto a él, pequeño y brillante. Lo observó unos instantes antes de quedarse dormido.

Cuando abrió los ojos el sol ya entraba por su ventana. Ya sabía qué debía hacer.

—¿Viernes, qué hora es? —preguntó a la par que se incorporaba y tallaba los ojos.

—La 1 de la tarde.

Se sorprendió, talló sus ojos.

—¿De verdad? —No había dormido tanto tiempo desde hacía... mucho tiempo, la última vez que lo había hecho había sido antes de descubrir a Iron Man—. ¿Thor ha partido ya?

—Sí, señor. Salió poco antes del amanecer, él esperó la noche entera a que usted fuese por alguna otra consulta.

—Gracias —murmuró antes de meterse a la ducha.

Salió con la toalla envuelta en la cadera, suspiró y se apresuró a hacer lo que había estado postergando: tenía que poner el corazón de James en su lugar. Tony se vistió particularmente bien, sería un momento importante, alguien recuperaría su corazón y eso no debía pasar desapercibido. Tenía que hacerlo bien y tenía que mostrar respeto. Su antiguo yo tenía sus propios rituales, pero en ese momento a él le resultaron distantes y ajenos, no podía hacer mucho en realidad, así que siguió el protocolo de la modernidad ante un evento significativo.

Tony se preguntó si quizá la falta de corazón fue lo que hizo que James sobreviviera a todas las torturas de Hydra, si tal vez la ausencia del centro de su vida lo protegió de algún modo y lo dejó vulnerable en otras maneras. El Soldado del Invierno había perdido la voluntad, pero a cambio había ganado la fuerza para sobrevivir a todo maltrato y tortura de aquella organización, era mucho más fuerte de lo que Tony había creído otrora. Sonrió, por alguna extraña razón tuvo un pinchazo de orgullo en el pecho.

Se acomodó al final el saco, tenía que probar su teoría.

Colocó el corazón en un pequeño cofre y fue a su taller. No supo qué otro sitio podría ser bueno para semejante acontecimiento.

—Viernes, llama a Barnes —solicitó.

—Enseguida.

Puso el cofre sobre una mesa y esperó pacientemente a que el sargento apareciera.

Lo hizo, y Tony contuvo la respiración. James le sonrió, una sonrisa falsa pero que significaba que el hacha de guerra debía ser enterrada. Tony sonrió también, deteniéndose en el cuerpo del soldado, intentando descubrir secuelas ante la ausencia de un corazón, la camiseta que llevaba dejaba expuestos su pecho y brazos, los pantalones ceñidos le ayudaron en la empresa. No halló nada fuera de lo normal.

—¿Necesitabas hablar? —Barnes se removió incómodo ante el prolongado silencio.

—Sí, creo que... —En ese momento, Steve apareció en su campo de visión, iba tras el soldado—. Creo que puedo eliminar el control de Hydra sobre ti —dijo con seguridad.

—No es necesario, Tony. Shuri dijo que no podía, que algo faltaba que...

Abrió el cofre revelando con ello el pequeño bultito interrumpiendo la protesta del soldado, James enmudeció.

—No puedo explicarlo, pero esto te pertenece —indicó tomando el corazón, lo acunó entre sus manos e ignoró todo lo que pudo a Steve—. Puedo devolvértelo, pero tienes que confiar en mi.

El rostro de James palideció y sus ojos se cristalizaron, Tony fue consciente de que su respiración se aceleró. Allí estaba de nuevo: el mismo semblante de anhelo que anteriormente le había mostrado.

—¿De qué estás hablando, Tony? ¿Qué es eso? —Steve frunció el ceño confundido.

—Esta realidad fue alterada cuando se supo de la inminente llegada de Thanos, antes yo era... yo podía reparar corazones. —Respiró profundo antes de referirle lo que había visto.

—No tiene sentido —negó Steve—. Nadie puede vivir sin corazón.

—Mira a James —respondió con el habitual sarcasmo—, y dime que no está vivo.

Un pesado silencio se instaló entre los tres, Steve apretó los labios.

—Confío en Tony. Bucky, deberías hacerlo. —Steve sonrió.

Bucky asintió y se acercó hasta quedar enfrente de él. Tony había recibido la teoría en forma de recuerdos de cómo hacerlo, pero lo cierto era que, pese a que la práctica tenía como principio la teoría, se trataba de la vida de James Buchanan Barnes, la cosa sería mucho más sencilla si se tratase de un súper robot asesino.

Tony le tendió el corazón a James y este lo recibió entre sus manos con una sonrisa, el genio descubrió en la mirada cristalina en los ojos del Soldado de Invierno amor por lo que sus palmas resguardaban, y el suave temblor de sus labios le indicó la creciente necesidad en él. Tal como lo recordaba, la gente entraba en frenesí.

—Tony...

—Lo tengo. —Recuperó el corazón y entonces enterró las manos en el pecho de Bucky, el soldado soltó un suave quejido antes de sacar su mano.

Lo hizo de manera rápida y violenta, no tenía idea de si había otra forma, pero hundió los dedos en la carne de James, y lejos de encontrarse con piel, músculo y sangre, sintió algo distinto, como si fuera un cuerpo encerrando aire, y él lo hubiese penetrado.

Lo siguiente que pasó fue tan rápido que su mente apenas pudo registrar los sucesos. Estar tanto tiempo sin corazón hizo que el cuerpo de Bucky se resistiera a aceptarlo al principio, por eternos segundos su rostro fue una pintura de dolor hasta el punto de que se vio obligado a que sus rodillas tocasen el suelo, Tony se apresuró a brindarle soporte, las lágrimas corrían por las mejillas del Soldado y Steve pronto estuvo a su lado.

—Estoy completo —susurró con el rostro hacía el suelo, luego lo alzó—. Estoy completo —repitió con una sonrisa que podía rayar en la demencia—. Y todo es gracias a ti, Tony.

Sonrió al ver a James con algo que podía ser un genuino sentimiento, iba a bromear sobre ello cuando sus labios se vieron asaltados por los de James. Los delgados y sonrosados labios de James estaban sobre los suyos, acariciándolos mientras con las manos lo sostenía del rostro y sus dedos se deslizaban por su piel. Tony fue consciente de todo, desde la tímida intrusión de la lengua de James en su boca hasta de la posición demandante del Soldado. Solo duró cuatro segundos, cuatro segundos que parecieron ser mucho más que cuatro minutos.

—Aléjate de él —ordenó Steve a la par que los separaba con una violencia impropia del correcto Capitán América—. Él es... Merece nuestro respeto, Bucky.

Toda la euforia en el rostro de James desapareció en menos de un parpadeo, dando paso a una evidente culpa. Los ojos azules parecían los de un cachorro que era regañado por rasgar el sofá.

—Tony, yo...

—Está bien, es una muy buena manera de faltarme el respeto —bromeó intentando aligerar el ambiente.

—Tony... —reprendió Steve.

—Tony nada —respondió y se acercó a James, lo tomó del cuello y depositó un suave beso en sus labios—. Hey, no te sientas mal, que tampoco estuvo tan malo —dijo antes de salir de su propio taller.

Se dirigió a la cochera y tomó un audi R8, sintiéndose libre condujo por autopistas como si no pudiera morir.

Estacionó el auto, junto a un hombre que vendía naranjas. Compró un par y comenzó a comerlas.

—Conducir así no es seguro. —La voz de Strange se hizo a un costado.

—Aja... —La boca llena hizo que su voz saliera atropellada.

El mago se colocó frente a él y clavó su mirada en él.

—Sé quién eres, sé qué el pasado y nuestras memorias fueron alteradas.

—¿Cómo?

Stephen sonrió con autosuficiencia.

—Controlo al ojo de Agamotto. Tengo ciertos privilegios. Después de lo que pasó hace rato, tuve que averiguar que te había afectado tanto.

—Como sea.

—Tony, tienes que cuidarte, de ti depende todo. 






Comentarios y sugerencias, los espero ansiosa, disculpen la demora. Solo por si acaso, será todo el IronWinter (o como se llame) que habrá. 

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