12. Cuando el cielo se rompió - El hoy
James le sonrió, apenas estiró las comisuras de sus labios, pero Tony supo ver la intención.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti, Barnes? —preguntó mientras bebía un par de sorbos de café.
—No sé cómo explicarlo.
—¿Necesitas ayuda con el brazo? —Tony entendía que quizá pedirle algo era tremendamente complicado, principalmente por el pasado que compartían—. Puedo revisarlo si quieres.
—No, no. Muchas gracias. Shuri hizo un buen trabajo.
—Claro que lo hizo —concordó recordando un par de correos.
Tony sintió un llamado, algo extraño que no podía describir pero que lo instaba a correr al taller y abrir la caja fuerte que resguardaba su más rara pieza. Que de paso sea dicho, no recordaba cómo era que él la tenía, no tenía idea de dónde la había comprado o encontrado. Brillaba de forma extraña, con colores grises y plateados... Tony, creyó en algún punto haber visto colores azules en su lugar.
La atmosfera del lugar comenzaba a asfixiarlo, era todavía era difícil vivir con él e intentar ignorar el hecho de que su madre pidió ayuda antes de que su rostro fuese... parecía, además, no ser el único incómodo, James se paseaba por la cocina como si no encontrara qué hacer con sus piernas y brazos, o qué decir dado el momento por el que estaban pasando.
—Qué buena charla —concluyó él en su lugar—. Si me disculpas.
Había avanzado un par de pasos cuando la voz de James lo detuvo, viró el cuerpo para encararlo y apreciar cómo justo en ese instante Steve entraba a la cocina. Algo en él volvió a romperse.
—Gracias, Tony.
Hizo una mueca que esperó que pasara por una sonrisa antes de salir de allí. Fue a su taller en pos de aquella vocecita que parecía gritar por un poco de amor. Abrió la caja que la contenía y el bultito vibraba con vehemencia, Tony lo observó por unos instantes antes de acunarlo entre sus palmas. No vibraba, palpitaba. Casi lo sintió vivo.
—No sé qué seas, pero tranquilo. —Acarició el exterior con sumo cuidado—. Cuando descubra qué eres te repararé.
Tony continuó tocándolo hasta que reparó en que el bultito reaccionaba al tacto, eso llamó su atención. ¿Era un huevo? ¿Una nueva forma de vida? Le pidió a Viernes que llamase a Bruce en calidad de urgente, él tenía que verlo también.
—¿Qué sucede, Tony? ¿Estás bien?
—Sí, sí. Ven —pidió desde una mesa, el corazón estaba sobre ella.
—¿Qué es eso? —Bruce caminó alrededor, observando con detenimiento el suave compás que seguía—. Parece un corazón.
Tony no había caído en cuenta de ello, pero una vez que Bruce lo mencionó lo apreció con claridad. ¿Cómo podía habérsele pasado por alto?
—Tienes razón. Y sigue vivo.
—Eso es evidente.
—¿Y bien? ¿Quieres descubrir con qué estamos tratando?
—Tony... —respondió dubitativo—. No sabemos qué es. Podría ser peligroso.
—Exactamente por eso dije descubrir. —Uso un desatornillador para señalarlo.
Bruce cedió, y él sonrió.
Primero, lo sometieron a cuantos estudios pudiera realizar Viernes sin ser intrusiva. La IA no pudo identificar los metales con los que estaba hecho el exterior, tampoco pudo penetrar con rayos X al objeto en cuestión; no a menos que usara niveles que superaban lo peligroso en humanos, y dado que no tenían idea de casi nada optaron por no hacerlo.
—¿Crees que necesitaremos sangre? —preguntó de repente, olvidando por un instante el informe impreso de Viernes que poco aportaba.
—¿Sangre?
—Es un corazón, Bruce. Vamos a operar un corazón... literalmente.
—¿Operar?
—Sí. —Puso los ojos en blanco, su hermano de ciencias no hacía más que repetir sus palabras—. Yo seré la enfermera que te pasará todo lo que requieras. Voy por un bisturí y pinzas.
Sacó ambos del laboratorio de la doctora Cho y luego volvió. Se los tendió a Bruce y este los tomó, Tony supo ver la pequeña chispa de curiosidad en sus discretos ojos.
—¿Debería usar una bata? —preguntó herramientas en mano.
—No.
Bruce, cual cirujano profesional, se colocó a un lado de la mesa piezas en mano; no obstante, antes de comenzar tocó el corazón movido por la curiosidad. Dos cosas ocurrieron casi al mismo tiempo; primero, alguien gritó, segundo, el corazón se contrajo y el brillo se opacó. Tony por instinto tomó el bultito y lo acunó en sus brazos a la par que lo acariciaba. Allí donde Bruce había tocado, la tonalidad brillante del corazón mermó.
—¿Quien gritó, Viernes? —Continuó acariciando el corazón, poniendo especial interés en las áreas opacas.
—James Barnes.
Frunció el ceño sin entender.
—Qué extraño.
—¿Podría el corazón estar conectado con el soldado de invierno? —preguntó Bruce.
—Es imposible —respondió y luego se dirigió a la IA—. ¿Viernes, qué le ha pasado a Barnes?
—Mis lecturas no son claras, su cuerpo experimentó una clase de contracción, su pulso se aceleró y la parte del cerebro encargada del dolor se activó. —Viernes puso el video del suceso.
—Bien, veamos si sucede lo mismo al abrirlo.
El corazón volvía a tener la misma tonalidad que otrora, Tony tomó entonces el bisturí de la mesa y fue él quien abrió el bultito. Dentro, había engranes y tonillos que se movían al compás del latir; sin embargo, el interior carecía de la tonalidad brillante del exterior, algunas piezas parecían a punto de desmoronarse, otras más estaban resquebrajadas al grado de que cada movimiento suponía un enorme esfuerzo, y aunque había unas cuantas buenas, apenas alcanzaban a ser poco menos que la mitad.
—Tony... ¿Cómo es esto posible? ¿Es algo que tomaste de los chitauris? —Barner contemplaba con asombro el interior del corazón, tan similar a un reloj, con la misma sincronía y perfección.
—No, Bruce, no —contestó a la par que se movía por el taller en busca de una que otra pieza que pudiera usar para sustituir las del bultito.
—Es un corazón, pero no hay sangre.
—También lo noto. —Volvió con los puños llenos, aunque desechó muchas se alegró al ver que había varias útiles.
—No tiene sentido.
Después de sustituir cuantas pudo, Tony solicitó hilo y aguja y Bruce se los proporcionó a los pocos segundos, ipso facto comenzó con la labor de unir la piel allí donde había cortado. Para sorpresa de ambos, nadie volvió a gritar ni tampoco el corazón pareció cambiar de color.
—Creo que solo hay una forma de saber si están conectados —dijo después de anudar.
—¿Cómo?
—Tócalo de nuevo.
Su hermano de ciencias frunció el ceño desconcertado.
—Tony... Si lo están eso podría hacerle daño.
—Y si no lo están entonces solo serán suposiciones y no arribaremos a ningún lado. Además, no hay otro modo de saberlo.
Bruce suspiró y accedió, con calma y mucha inseguridad acercó la mano izquierda hasta rozar la piel del bultito. Los hechos se repitieron.
Se miraron desconcertados, y él volvió a calmar el sufrimiento del corazón con suaves caricias.
—Creo que eso confirma que no es una coincidencia —señaló Bruce.
Tony empezó a reír. Aquello no tenía sentido... por qué él tendría el corazón de Bucky. ¿Sería esa la razón por la cual el soldado de invierno mató a sus padres? ¿James sabía que su corazón estaba en manos de la familia Stark? ¿Pero por qué lo tendrían ellos?
Bruce iba a tocar de nuevo el corazón, pero Tony retrocedió a tiempo.
—Vale, ya, que muchas pruebas y capaz que deja de latir.
—Tenemos que averiguar la razón por la que James responde a lo que le suceda al organismo...
Sí, eso era obvio, porque, aunque pareciera un corazón, Tony no creía en cuentos de hadas, nadie podía vivir sin su corazón, morirían en el acto. La conexión que gastaba el artefacto con James era de una índole que escapaba a su comprensión.
No tuvo tiempo de seguir con sus cavilaciones, pues Viernes en ese momento le notificaba que Thor había vuelto con más personas.
—¿Más fans de Shakespeare? —inquirió poniendo los ojos en blanco.
—No estoy segura señor.
Se dirigió a la terraza en donde Thor estaba junto al resto.
—¡Ten cuidado con eso!
Tony frenó en seco cuando una mujer de piel pálida lo señalaba, no, señalaba al bultito que llevaba entre manos.
—¿Qué sabes de esto? —Alzó el corazón.
—Yo nada, el hermano de Thor es el que lo sabe.
—¿Loki? Espera un segundo, ¿puede alguien decirme quiénes son nuestros invitados?
Thor carraspeó y con el habitual ímpetu fue presentando uno a uno del grupo que él dijo se hacía llamar Los Guardianes de la Galaxia.
—Dice que no deberías tratarlo tan descuidadamente. —La mujer insecto continuó con la explicación.
—A ver, ¿Loki está aquí? —preguntó volteando a todos lados y percatándose que el resto del equipo ya estaba allí.
Natasha, Steve, Bucky... James Barnes que en ese momento lo veía con algo parecido al anhelo, no lo entendió y siguió de largo con el recorrido visual. Pero a los pocos segundos le fue inevitable regresar los ojos y encontrarse con la mirada de Bucky.
—Sí, no. —Thor se apresuró y caminó hacia él, cuando habló su voz contenía una nota de tristeza todavía más profunda que la que antes había escuchado—. Mi hermano está muerto, pero su alma no puede viajar a Hel.
—Thor tiene en la armadura una pequeña botella que debes beber para entender todo —indicó Mantis—. La escondió allí cuando supo que no podría dártela él mismo.
El mencionado alzó las cejas sorprendido mientras Mantis se acercaba a él y extraía la botellita de cristal de poco menos de 5 centímetros de alto para dársela.
La recibió suspicaz.
—¿Solo debo beberla?
—Sí.
—¿Cómo sé que no es veneno?
—De la misma manera en que sabías desde hace mucho que algo venía a por todo el universo.
—Thanos —sentenció Gamora.
Tony tragó y guardó el frasco en un bolsillo. Entonces un círculo de chispas naranjas apareció en medio de la nada.
El hechicero que había encontrado a Bruce. Strange.
—Disculpa, ¿y tú qué haces aquí? —Puso los ojos en blanco—. Este complejo es propiedad privada.
—Algo entró a la atmosfera, tenía que cerciorarme que no fueran los hijos de Thanos.
—Muchas gracias, estamos bien, Strange. Necesitas un lugar donde guardar la joyería, ¿no deberías estar haciendo eso?
—Se queda conmigo.
—Entonces busca dónde esconderte, mago.
—Hechicero...
—Lo que digas. —Tony agitó las manos restándole importancia al asunto—. Viernes, encárgate de nuestros nuevos huéspedes. Menos del mago, el tiene un museo al cual volver.
—No, tengo que ir a Nidavellir, usaré una nave —dijo Thor.
—¿Nidavellir? ¿Eso existe? —preguntó asombrado el mapache.
—Loki dice que debes esperar a que Tony beba la pócima. Es probable que tenga dudas.
Thor lo pensó unos instantes.
—Solo un día. No hay tiempo que perder.
Asintió y luego marchó de nuevo al laboratorio, Bruce caminando con él.
—Tony, no estarás pensando en beberte eso, ¿verdad?
No respondió, y comenzó a medio levantar el desastre que habían hecho.
—Tony...
—Sí, te escuché. No lo sé, Bruce, por el momento necesito trabajar, luego pensaré en ello.
—Al menos no lo hagas solo, déjame estar allí por si algo malo pasa.
—Lo consideraré.
Y con esas palabras su hermano de ciencias se despidió mientras él se quedaba en aquel enorme taller que no ofrecía ninguna respuesta a las interrogantes que emergían cada segundo en su cabeza. Caminó hasta un sofá en el que descansó.
—Stark.
Dio un pequeño saltito por lo repentina de la voz.
—¿Qué haces aquí, mago? Este complejo tiene la mejor seguridad. —Luego se dirigió a la IA—. Viernes, recuérdame ajustar tus protocolos.
—Sí, jefe.
—Es la ventaja de abrir portales —intervino el hechicero.
—¿Qué quieres?
—Debemos planear la estrategia contra Thanos.
Stark soltó una carcajada.
—Esa debe ser la peor excusa del mundo. —Luego lo pensó mejor—. Aunque muy ad doc, te reconozco eso.
—Me doy cuenta de que no es necesario fingir contigo.
—No, no lo es. No es que hayas sido muy sutil al principio.
Tony recordó las palabras de Bruce, si bebía el líquido azul al menos que no lo hiciera solo.
—Tu compañía me viene perfecta —dijo sacando el frasquito—, qué oportuno de tu parte. —Empinó la botellita en dentro de sus labios.
—¿Qué quie... —Stephen no terminó su pregunta.
El sabor fue amargo, espeso y de algún modo salado. Se resbaló con lentitud por su garganta, pero no necesitó de mucho tiempo para hacer efecto.
Fue brutal. No había otra palabra para describir el precipicio por el cual cayó. Una vorágine de imágenes acometió contra su mente, revelándole el pasado, el sufrimiento y la soledad que observó en los corazones ajenos y, por encima de todo ello, revivió el dolor por el que pasaba cada que cedía una parte de su propio corazón. Soltó un grito. Strange se acercó dispuesto a ayudar.
—Estoy bien —mintió, no era sencillo de asimilar.
Un par de ojos azules también se asomaron en los recuerdos, un chico delgado de cabello rubio que solía ser golpeado en los callejones estaba allí, en las calles, en sus pensamientos y en su mirada; Tony lo había procurado todo el tiempo. Era Steve, Steve Rogers... Lo entendió todo, la razón de la extraña conexión que había sentido desde el primer momento, la necesidad de protegerlo en ese mundo nuevo, su afán de proporcionarle un hogar; su mente no lo recordaba, pero su corazón sabía quién era.
No tenía ningún sentido lo que estaba viendo, el tiempo no cuadraba, el mundo que veía era al menos 200 años antes del de ahora, tenía que ser un alucinógeno, no tenía pies ni cabeza. ¿Elfos? ¿Magos? ¿Hechiceros? Nada de eso existía... Alzó los ojos, Strange lo veía. Él era un hechicero, ¿sería posible que fuese una reminiscencia de lo que un día fue?
Las lágrimas fluyeron sin que él pudiera retenerlas, riachuelos de agua salada bañaron sus mejillas y él tuvo la necesidad de encogerse para mantener todas las piezas juntas que lo conformaban, sus manos comenzaron a rodear sus rodillas, pero otras manos, unas blancas y llenas de cicatrices se ofrecieron a mantenerlo en una pieza. Strange lo estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que Tony necesitó concentrarse para poder respirar; no obstante, agradeció el gesto.
—Sh, no sé qué esté pasando, Tony, pero estoy aquí.
Se aferró a Stephen, apretando la capa en un intento de aminorar el tormento. Comprendió qué era el bultito de brillos plateados, entendió por que James lo había visto con anhelo y comprendió que debía regresarle su corazón para que él pudiera ser libre.
Tony suspiró. Él era el herrero de corazones.
Nota 1:
Lamento muchísimo haber tardado tanto D: no me di cuenta del tiempo
Nota 2:
Muchas gracias a la personita que me recordó sobre esta historia, agradezco mucho tu espera. Y de nuevo gracias c: Tú sabes quién eres
Nota 3:
A los que continúan leyendome, gracias c:
Nota 4:
Ya no quiero prometer nada, porque se acerca el fin de semestre D:
Nota 5:
Si ven errores o incongruencias, por favor, haganmelo notar D:
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