1. Al principio solo había oscuridad - El hoy
Era una sensación ominosa y aciaga.
El vacío quería consumirlo.
Caía...
La gravedad lo arrastraba y aunque sus pies y manos pelearan contra esa fuerza invisible, lo cierto era que se trataba de una batalla perdida. De una guerra perdida. Gritó ante tal impotencia, lloró ante el recuerdo que a su mente llegó. Había perdido, no solo una contienda, de hecho, eso era lo de menos. Los extrañaba, a todos y cada uno de ellos, echaba de menos esas sonrisas cálidas que se mostraban ante sus comentarios sarcásticos y bromas ligeras, algunas quizá no tanto. Miró en derredor y todo parecía seguir el mismo curso que su alma: cuesta abajo. Se desmoronaban engranes, estrellas, polvo dorado y cosas brillantes que no pudo distinguir ni entender su procedencia. Y el aire comenzó a faltarle. Tuvo miedo de olvidarse a sí mismo, de que en aquella travesía descendente, que parecía infinita, olvidara lo que era, olvidase quién era.
Volvió a gritar y entonces pudo despertar.
Y al principio solo había oscuridad. Esa negrura que amenazaba con destruir los vestigios de lo que alguna vez fue un equipo, una familia. Incluso después de dos meses Tony temía que la huella de los vengadores desapareciera del complejo, se mentía creyendo que si dejaba intactas las habitaciones que alguna vez tuvieron vida sería como si ellos estuvieran allí, no tocaba nada ni tampoco se acercaba. Estaba asustado del olvido. Se reprendió un segundo después, ¿a quién pretendía engañar? Era claro que ellos lo habían dejado en el pasado, lo desecharon cuando fue necesario y siguieron adelante. Y Tony, que se conocía demasiado como para su propio bienestar, sabía que los recibiría con los brazos abiertos si ellos desearan volver... ¿Pero, de nuevo, quién querría volver con alguien que era la hipóstasis del egoísmo, de la egolatría y de la arrogancia? Nadie. Lo sabía y lo entendía a la perfección. No los culpaba.
De hecho, todo había sido por su causa. Fue su culpa. Cada maldito suceso fue su culpa, porque debió claudicar, porque debió haber usado el diálogo para llegar a un acuerdo con su equipo y no con la burocracia, pudo haber hecho más, era Tony Stark, debió haber manejado mejor a las Naciones Unidas, y arribar a un consenso que no incordiara a nadie, pero él en su libre albedrío no lo había hecho. Empleó la fuerza para lastimar a quienes amaba cuando lo pensó necesario, usó los puños para defender lo que creyó correcto, incluso cuando no era un bien para todos y, sobre todo permitió que muchos fueran encerrados, no importaba si habían sido solo unos días o unas horas, ellos habían estado tras cristales blindados. A pesar de que ahora se encontraran en libertad gracias al Capitán eso no borraba el hecho de que él los había conducido hasta ello.
Era su culpa. Él y las malas decisiones.
La ausencia escocía en su pecho, no importaba qué hiciera esa punzada no desaparecía. Estaba solo, siempre lo estuvo, pero no quiso aceptarlo. Ni siquiera Pepper estaba en ese momento con él pues se encontraba viajando por negocios, en un ataque de moralidad fue honesto con la pelirroja. No sabía bien qué quería, no entendía del todo qué sentía por el grandote de ojos azules, pero sí se daba cuenta que lo que a ella le profesaba no era amor, al menos no como el que un hombre le ofrecía a una mujer. Habló con la verdad y el corazón en la mano, lo último que buscaba era herirla en algún sentido. Ella lloró, y cada lágrima a él se le tatuó en la memoria quedando impregnadas en su alma. La abrazó, pero ella lo rechazó y luego se marchó.
—Pepper —suplicó al ver la esbelta figura dirigirse a la puerta de la mansión.
—No, Tony, esta vez no. No puedo. —Ella volvió la mirada a él, los ojos rojos y los pómulos húmedos—. Al igual que tú, tampoco sé qué estoy sintiendo. —Antes de partir se quitó el anillo que le había dejado y lo puso sobré una mesa de cristal.
—No tienes que devolverlo. Es tuyo.
—Sí, tengo qué.
—Lo siento. De verdad.
—Yo no —respondió aún en la distancia—. Te agradezco que hayas sido sincero, pero ahora necesito tiempo.
—Pepper... —No terminó lo que iba a decir, ni siquiera sabía qué decir.
—No te preocupes, estoy bien. —Ella fingió una sonrisa—. Y seguiré como directora de Industrias Stark, claro, a menos que solicites mi renuncia.
—El puesto es tuyo tanto como quieras.
Se despidió con una sonrisa. El eco de los tacones todavía rebotaba entre las paredes de su cráneo. Cómo no iba a hacerlo, olvidarlo sería una casi una afrenta hacia sí mismo.
Recordó con acritud cómo Steve se enteró de la ruptura, aunque no como tal, mintió diciendo que solo se estaban dando un tiempo. Justo cuando iba a firmar los acuerdos, casi lo había convencido. Si hubiera firmado todo habría terminado de manera distinta. Hasta que reveló que Wanda estaba recluida en el complejo. Había sido por su bien, era eso o ser juzgada en los tribunales, a ojos de todos y escuchando susurros ofensivos. Tony no lo quiso, e irremediablemente la protección que le brindó, pensando que era lo correcto, se volvió en su contra. Estúpido. Tal vez el Capitán tenía razón, todo lo que hacía estaba mal. Después de todo él había creado a Ultron.
Se frotó los ojos de forma inconsciente, la cama caliente lo invitaba a quedarse en ella, pero su mente hiperactiva le impedía conciliar el sueño, tampoco es que lo quisiera, no si iba a tener pesadillas.
Recordó dónde estaba y con quiénes. No todo estaba perdido, tenía que valorar a los se quedaron a su lado, a quienes defendieron eso en lo que creyó. Rhodey, Visión, e incluso Pepper quien había regresado tan pronto se enteró de lo sucedido. Esa mujer se repuso al poco tiempo y, aunque no podía dilucidar si era una fachada o algo real, se lo agradecía. Habían vuelto a ser tan amigos como antes, sonrisas fáciles y regaños ante los excesos. Pepper era un pilar importante en su vida, amaba a esa mujer como persona, desde el principio estuvo allí, cuidándolo y procurando su bienestar, o sacando la basura que solía llevar a casa cada día. Pepper quien nunca se dejó amilanar por él se encontraba viajando hacia donde estaba, pasaría sus vacaciones con él cuando podía irse a cualquier sitio del mundo con todos los viáticos pagados.
Cambió de posición, recostándose de lado. Fue un error. El escudo del Capitán América lo miraba de lleno, con los colores azul, rojo y blanco gritándole que no debería estar allí, en el cuarto de un millonario. Tenía dueño, Tony lo sabía bien, mas en ese momento no pudo controlarse y le gritó que no se lo merecía, que no era digno de él. Ver cómo el círculo de vibranium caía al suelo le dolió tanto como la traición de un secreto guardado. Uno, que por cierto, no le pertenecía.
Con el traje roto, y la piel sangrándole tuvo que usar los desechos para lograr comunicarse con alguien, porque quedarse en Siberia era la muerte en forma de nieve. Empezaba a tener frío y con los dedos entumecidos la tarea le llevó más de lo esperado.
—Pepper —dijo entre susurros, incluso hablar se le estaba dificultando.
—¿Tony? ¿Tony estás bien? He visto las noticias...
—Ayúdame. —Torpemente le envió las coordenadas de su ubicación.
—Oh por dios, Tony. Resiste.
Y fue lo último que escuchó antes de caer desmayado, el dolor tanto físico como mental habían hecho mella en él.
Lo siguiente que supo era que se encontraba en el complejo, conectado a sueros y demás. Peter estaba junto a él, con las piernas cruzadas y leyendo un libro.
—¿Pepper? —preguntó con voz rasposa.
—Fue a descansar, ha estado casi todo el tiempo junto a usted. —El chico se levantó y revisó sus signos en los aparatos que lo vigilaban.
—¿Ahora eres médico también?
—No es muy difícil entenderle a estas cosas —explicó con dulzura.
Suspiró reprimiendo un sollozo, de verdad que dolía y mucho porque él era más sensible que nadie, y lo odiaba. Por eso se había refugiado en la fachada de playboy y excéntrico millonario, apartando a todo aquel que buscara hacerse de un lugar en su corazón, porque cuando se fuera, cuando lo abandonara, habría cavado tan profundo en él que resentiría su partida.
—Tranquilo, señor Stark, está a salvo —confortó Parker al verlo quebrarse.
Sonrió sin alegría, recordando. Peter en su error creía que estaba así por casi morir, pero no había cosa más equivocada.
—Gracias, chico.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos.
—Hey, ¿podrías darme algo para dormir? —pidió.
—No estoy seguro de que sea lo correcto, señor Stark, ha dormido por casi dos días.
—Me duele mucho. —Era una verdad a medias.
—Está bien.
Y descansó en la oscuridad de la inconsciencia.
La segunda vez que despertó Pepper estaba allí, y viéndola no pudo mantener todas sus piezas juntas, sollozó rompiéndose en su presencia. La pelirroja lo abrazó y él le refirió todos los detalles que la prensa no había desvelado al mundo, sus mejillas adquirieron un adorable color rojizo, delatando que era presa del enfado.
Viró el cuerpo hacía el otro lado, ver el escudo de Steve le acarreaba malos recuerdos. Estuvo así unos minutos, los suficientes para que decidiera levantarse y dirigirse a su taller. Se calzó de pantuflas y antes de salir de la habitación echó un último vistazo al círculo de tres colores, a lo mejor debería llevarlo a otro lugar, quizá era lo correcto... Tal vez lo haría, sí, no, otro día.
—Viernes, querida, haz café —le pidió a la IA.
—Por supuesto, jefe.
Caminó hacia su santuario, y con cada paso las luces iban encendiéndose gracias a Viernes.
Había estado trabajando en mejorar sus trajes, de hecho, había trabajado y modificado el Extremis para acoplarlo a las armaduras.
La puerta del taller se abrió cuando puso la palma de su mano sobre la pared de cristal.
—Pon algo de música, Viernes.
Y la IA obedeció.
—El café está listo.
Tony fue a la cafetera y se sirvió la bebida caliente, el aroma relajó sus músculos y el sabor lo revivió. Luego volvió a trabajar.
Abstrayéndose en las mejoras, en la implementación de la sustancia al metal y disfrutando de la música que había elegido la sucesora de Jarvis, olvidó unos instantes todo.
De niño jamás imaginó que llegaría a hacer algo realmente importante para la humanidad, y no era su parte egocéntrica la que hablaba, sino que en ese momento le ofrecía al mundo algo más que cosas que explotaran, no era un héroe, en definitiva no, su historial estaba manchado con la muerte de muchos inocentes, y aunque no había sido él quien lanzó las bombas ni quien apretó los gatillos, sí había sido el hombre que puso en las manos de asesinos muchas armas. Y en ese instante, en el taller, buscaba redimirse.
De niño también admiró al Capitán América, quien con el corazón bueno y con ideales honestos liberó a todos del yugo de la guerra, de la sangre. Nunca pensó que llegaría a conocerlo, mucho menos a pelear en el mismo bando, codo a codo, espalda con espalda. Tony había sido su más grande fan, pero entre ser un fan y luchar junto a él existía un abismo de distancia. Esas impresiones tan fuertes ahondaron en su ser. Quizá allí radicaba el centro de su dolor, el corazón de la agonía. La traición no sería traición si él no tuviera sentimientos más allá de la amistad por Steve, quizá de ese modo aceptaría los hechos sin desvanecerse.
De niño, Steve fue su héroe y ahora caía en cuenta que no solo de la infancia sino por entero, en todo momento: Steve era su héroe... ese infantil sentimiento de admiración había mutado a uno más maduro, a uno real y crudo al percatarse que el hombre de América no era perfecto, tenía defectos como cualquier humano, e incluso con ello jamás dejó de admirarlo, de quererlo. Y todo lo condujo a lo que pronto terminó en amor, en el amor más fiel y devoto que alguna vez sintió.
Buscó demostrarlo de distintas formas, mejoró el escudo y el traje, modificándolos para que resistieran los golpes y la energía fuera distribuida en lugar de absorbida por el cuerpo de Steve. Solicitó muchas veces que le dijera cómo lo sentía, qué faltaba para hacerlo mejor. Rogers sonreía y agradecía, al tiempo en que negaba con la cabeza. Un hombre capaz de cometer errores, lo comprendía e incluso así la tarea de superar la traición no se volvía más sencilla.
El dolor de un corte lo hizo volver al presente, se había lastimado con una punta de metal, y la sangre manó de la herida. No era grave, pero lucía escandaloso. Cogió una toalla que pronto volvió su color rojo y corrió al baño a enjuagarse.
—Deberíamos ir a la enfermería. —Visión tomó su mano y examinó el corte, eran casi cinco centímetros.
—¿Qué haces despierto tan temprano, Vis? ¿Qué haces aquí para empezar?
—Señor Stark. —El androide negó ligeramente y luego se corrigió—: Tony, es casi medio día.
—¿De verdad? —atinó a decir.
Visión lo arrastró a la enfermería y luego lo obligó a comer algo.
No estaba solo, se recordó.
Hola, mundo... Nuevo fic c: Espero que les guste.
Y por cierto, será actualizado entre cada semana y cada dos (? Dependerá del tiempo que me deje libre la universidad, igual, de dos semanas no pasará :DD
Que hayan disfrutado, gracias por leer c:
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