Alain

Las voces de mi cabeza andan muy calladas. Supongo que al fin tendré un día normal. Entonces, ¿por qué estoy acechando a Clavel? La sigo como un acosador hasta un jardín apartado. Con su pequeña canasta, comienza a recolectar flores, luego se sienta y se pone a crear una corona con estas. Cómoda en el césped, rodeada de vegetaciones, la hace ver como una bella pintura.

Una rama que piso cruje, entonces alza la vista y yo maldigo por lo bajo.

―¡Salvaje! ―Se levanta―. ¡¿Me espías?!

―No puedo negarlo ―digo, avergonzado.

―No deberías, rechazaste la propuesta de mi padre.

Camino hasta ella y le quito una flor.

―¿Tú querías casarte conmigo? ―consulto y me río―. ¿No es muy pronto?

Sus mejillas se tornan en ese hermoso rubor que tanto me gusta.

―No sé, ¿cuánto tiempo hay que esperar para casarse? ―pregunta, incrédula.

Pongo la flor en su cabello, me observa con intensidad mientras lo hago.

―Si te digo la verdad, tampoco tengo idea, pero responde la pregunta, ¿no? ―Sonrío de lado―. ¿Querías?

―¿Y tú? ―contraataca mientras entrecierra los ojos.

―Bien jugado.

―Deja de seguirme. ―Se gira y la agarro del brazo, la acerco hasta mi cuerpo―. ¿Q...? ¿Qué? ―expresa con la cara más roja que le haya visto.

―¿Sabías que clavel significa "flor de los dioses"?

―Sí, algo así. ―Mira hacia un costado para no contemplarme―. Mi padre me cuenta historias.

―¿Y le crees?

―No sé. ―Duda.

―No deseo ponerte en contra de tu padre, solo necesito saber que me decía la verdad.

―¿Me quieres usar como tu cura? ―cuestiona.

―En absoluto, por eso lo rechacé en primer lugar, pero si la secta se entera, me da miedo que te lastimen.

―¿La secta?

―Entiendes que seré un monstruo, ¿verdad?

―Sé que te tienes que curar de algo, pero no tengo idea de qué, o sea, ¿te convertirás en uno?

―Espero que no. ―Me río―. No sé cómo funciona. El punto es... ―Trago saliva―. Si la secta descubre que hay una supuesta cura, podrían matarte.

―¿Te preocupas por mí? ―declara, sonrojada.

―Claro.

―Oh. ―Me mira fijo y ese gesto me vuelve loco. Es demasiado linda. Hace una pausa antes de formular algo más comprensible―. Entonces, sí.

―¿Sí? ―Quedo confuso.

―Si quería casarme contigo.

Mierda, todas las espinas de mi espalda se mueven, o eso es lo que creo que pasó. Por suerte, tengo ropa que me ayuda a no cerciorarme de tales cosas raras en esta maldición.

Me acerco despacio a su boca y le doy un tierno beso, el cual, enseguida me devuelve con la misma dulzura. Es pequeño y emotivo, trae una sensación agradable. Me gusta como se siente que me correspondan.

―Yo también ―le aclaro.

Ella me sonríe, regalándome otro bonito gesto que me encanta. Me gusta este buen momento, me cautivaría perdurarlo por siempre. Ese es mi más grande deseo, porque normalmente, mis anhelos se destruyen con facilidad.

Al menos, quisiera ser afortunado por una sola vez.