Parte única
— Esta noche es importante, majestad. —la cortesana Song alisaba con paciencia la túnica que vestía el príncipe heredero aquella mañana.
El príncipe miraba hacia adelante, como si estuviese perdido en sus pensamientos, pero había escuchado perfectamente lo que su cortesana había dicho. Y realmente no le importaba. Quería evitar el tema a toda costa, aunque sabía que entrando la noche ya no podría hacerlo.
Cuando la mujer mayor que le había atendido desde que había nacido terminó de arreglar su ropa, se alejó y le puso sobre la cabeza el sombrero que lo distinguía de los demás hombres como príncipe.
Estaba listo para comenzar sus labores diarias.
Lo primero que hizo al salir de sus aposentos fue dirigirse a los de su padre para desearle una buena mañana. El rey estaba sentado con las piernas entrecruzadas detrás de una pequeña mesa y disfrutaba de una taza de té de jazmín porque, según le había dicho alguna vez al príncipe heredero, le ayudaba a comenzar el día con el pie derecho.
El joven se sentó frente a su padre e hizo una reverencia.
— Buen día, padre. —saludó— Espero que el día de hoy...
— Esta noche es importante, Taehyung. —murmuró el hombre después de llevarse la taza de porcelana con forma de flor a los labios, interrumpiéndolo— No puedes fallar, es tu único trabajo por ahora.
Taehyung soltó un suspiro desapercibido y bajó la vista hacia el suelo de madera oscura y brillante que demostraba cuánto se habían esforzado las cortesanas en encerar durante la noche anterior. No quiso demostrar lo mucho que le afectaba, pero no pudo evitar endurecer su expresión bajo la atenta mirada del rey, quien nuevamente se había llevado la taza de porcelana a los labios para beber.
— No me siento cómodo. —alegó el menor.
— Taehyung, este es tu único deber por ahora, lo único que debes hacer mientras todavía no te conviertes en rey.
El chico guardó silencio y asintió con la cabeza, aceptando todo lo que decía su padre. Después de todo, tenía razón, no tenía que hacer nada más aparte de lo que se le había pedido, pero había un algo que le impedía cumplirlo.
Ese algo era más bien alguien.
— Cuando yo tenía tu edad —continuó el mayor— tú ya habías nacido. Lo único que te pido, hijo, es que esta noche engendres un heredero, tu heredero.
Aquella noche había sido la elegida por los astrónomos reales como la más idónea para que el príncipe heredero visitara los aposentos de la princesa heredera, su esposa desde hace un par de semanas. El chico había estado evitando visitarla durante las noches desde hace ya tiempo, sin importar si lo habían ordenado y si su padre lo regañaba a la mañana siguiente por desobedecer. Pero eso era algo que no podía seguir dilatándose más, tenía que tener un heredero pronto, pues nunca se tenía certeza de cuánto tiempo de vida quedaba y tanto él como su padre podían irse de ese mundo pronto. Y el trono no podía quedarse sin un heredero.
El chico hizo una reverencia ante el rey.
— Entiendo, majestad, haré que su deseo se cumpla.
Después de despedirse nuevamente con una reverencia, se retiró hacia sus aposentos porque su tutor debía ya de estar esperándole. Sentía una presión en el pecho, la misma que sentía cada vez que se tocaba el tema sobre su heredero.
Nadie podía entenderle. Nadie entendía que no quería acercase por nada del mundo a la princesa heredera.
Pero tampoco era algo que pudiese decirlo en voz alta, por lo que nadie lo sabía.
Durante las clases con el tutor real no pudo concentrarse en absoluto. Sus ojos se mantenían fijos en el libro que tenía sobre la mesa, como si estuviera leyendo con mucha atención, cuando en realidad no podía olvidar lo disgustado que se encontraba.
Y por un momento se imaginó viviendo como una persona normal, siendo un chico que viviese de manera común, con un trabajo común y amigos comunes. Porque el príncipe heredero no tenía amigos. Quizás si su vida fuese así, habría conocido a una chica que encantase su corazón y se hubiese casado con ella inmediatamente, soñando con poner siempre sus sentimientos ante cualquier cosa.
— ¿Hay algo que le esté molestando, su majestad? —preguntó de pronto el tutor real Jung.
Taehyung pestañeó un par de veces, sintiéndose un poco avergonzado de haber sido descubierto divagando, y posó su mirada sobre su tutor, que le veía un poco divertido.
— No es nada, tutor Jung. —negó con la cabeza, intentando mantener su rostro sereno.
— Me enteré que hoy es la noche. —comentó, cambiando el tema de manera brusca— Espero que todo resulte bien, majestad.
Taehyung tragó saliva antes de hacer una reverencia con la cabeza y forzar una sonrisa.
— Así que eso es. —siguió el tutor real Jung— ¿Le preocupa esta noche?
El joven quiso soltar todo lo que llevaba pensando desde la mañana, decir todo lo que pensaba sobre la princesa heredera y lo mucho que le desagradaba. Y estuvo muy tentado a hacerlo. Pero prefirió guardar silencio y sólo negar con la cabeza.
— No es nada, de verdad.
El tutor lo miró por un momento. Sabía que el príncipe estaba mintiendo, lo conocía desde hace algunos años atrás, cuando todavía era un niño malcriado, y sabía perfectamente la expresión facial que ponía cada vez que no decía la verdad. Quiso insistir, preguntar nuevamente qué era lo que le aquejaba sobre la esperada noche y quería saber por qué no se sentía contento por poder visitar los aposentos de la princesa heredera porque, suponía, el acto sexual era algo que a cualquier hombre le pondría de buenas.
Hizo una mueca, recordando los rumores que alguna vez había escuchado sobre el príncipe y que, aunque en su momento los había ignorado porque pensaba que el chico sería incapaz de hacer algo como eso, seguían llegando a su mente de vez en cuando.
— A veces es necesario hacer sacrificios por las personas que amamos. —dijo, en un intento de darle un consejo.
Supuso que el amor que el príncipe sentía por el rey, su padre, le daría fuerzas para cumplir con su deber.
Como el chico se mantuvo mirando hacia el suelo, soltó un suspiro y se levantó de su lugar.
— Creo que deberíamos tomar un descanso, nos vemos en diez minutos.
Taehyung se levantó también y se dispuso a salir a tomar aire. Necesitaba salir de sus aposentos porque sentía que las paredes pronto se lo iban a tragar. Aunque quizás aquella no fue la mejor decisión porque cuando estuvo afuera y el sol primaveral le pegó gentilmente en la cara, lo primero que vio fue a la princesa heredera, que daba su paseo matutino.
Era algo que la chica hacía todas las mañanas, sin falta, y que Taehyung tenía presente siempre, por lo que evitaba andar solo en el patio del palacio en ese horario porque cada vez que ella le veía, se acercaba a darle los buenos días. Él no podía negar lo mucho que le irritaba que su esposa se sonrojase cada vez que hablaban. Tal era su sentimiento de desprecio que quería darse media vuelta y dejarla hablando sola, aunque lo cierto era que nunca lo había hecho, primero porque eso generaría rumores y su rechazo hacia ella se haría cada vez más evidente, y segundo porque no le parecía correcto dejar a una mujer hablando sola, bajo ninguna circunstancia.
Como supuso, en cuanto su esposa lo vio se acercó a él. Aquella mañana se había vestido con un hanbok azul claro y el príncipe no podía negar que se le veía bastante bien, y también su bello rostro parecía resplandecer más de lo normal.
— Buenos días, majestad. —saludó la chica con una reverencia.
Taehyung tuvo que aguantarse las ganas de hacer una mueca de disgusto y respondió con otra reverencia.
— Buenos días, princesa heredera. —su tono de voz sonó más seco de lo que planeó.
Aún así, la sonrisa de la chica no se borró. Y es que no podía evitarlo, se sentía muy emocionada por las noticias que había recibido días antes y, por lo que le había explicado su cortesana, el príncipe ya no podría seguir evitándola. Eso hacia que el corazón de Haebin saltara emocionado y apaciguara el dolor que había comenzado a formarse en él gracias al rechazo que había estado experimentando desde que se casó con el chico.
Lee Haebin, como se llamaba antes de ser proclamada princesa, había nacido en el seno de una familia privilegiada. Su padre era el ministro de defensa del reino de Joseon, lo que hizo que rápidamente se convirtiera en una joven codiciada. Además de que su belleza era innegable, su cabello negro como el azabache y sus ojos grandes la hacían llamar la atención en cualquier lugar al que fuera, y su piel blanca y brillante como la porcelana había tentado a más de un hombre a tocarla, pero ninguno nunca se había atrevido. Diariamente llegaban pretendientes a pedir su mano, pero su padre nunca cedió, pues tenía a su hija guardada para otro propósito.
Pensaba convertirla en la reina de Joseon.
Y lo consiguió, aunque nunca se llegó a imaginar que el príncipe heredero sentiría tanto desagrado hacia aquella jovencita tan encantadora.
— Yo —comenzó a hablar el chico, intentando esconder su fastidio cuando la vio comenzar a sonrojarse. Tenía que hacer un esfuerzo teniendo en cuenta lo que iba a suceder esa misma noche— espero que estés teniendo un buen día.
Los ojos de Haebin se iluminaron al escuchar a su esposo hablarle más allá del simple saludo que de vez en cuando le daba. Bajó la cabeza para esconder el sonrojo que se estaba apoderando de su rostro, mas la sonrisa no se borró de sus labios.
— Gracias, su majestad. —murmuró con timidez— Yo —guardó silencio un momento, pensando en sí en realidad debería decir lo que estaba pensando, aunque su boca fue más rápida— estoy un poco nerviosa.
Levantó la mirada con un poco de miedo y vergüenza mezclados, solo para encontrarse con los ojos del príncipe muy abiertos y un leve sonrojo que comenzaba a extenderse en sus mejillas.
El joven se aclaró la garganta antes de hablar y miró hacia otro lado que no fuese el rostro de Haebin.
— ¿Por qué? —se hizo el desentendido, cuando había entendido a la primera a lo que se refería la chica.
— Bueno, por lo de...
— Su majestad —una tercera voz se unió a la conversación, el tutor real Jung se había acercado un poco y había interrumpido a la princesa—, ya es hora de volver. Princesa. —hizo una reverencia a la recién nombrada.
Haebin respondió con una pequeña reverencia y una sonrisa gentil en los labios, aunque por dentro estaba maldiciendo al tutor Jung por haber interrumpido la conversación.
Su esposo se despidió con una reverencia y ella le observó mientras se marchaba, sintiendo que una parte de su corazón se iba con él. Sintió de pronto como si una luz se encendiera en su interior. Quizás el príncipe pronto cambiaría su percepción de ella, y quizás hasta se enamorarían, aunque la chica sentía cada día que su corazón latía con más fuerza por él, a pesar de sus constantes rechazos.
Quizás ella tenía una oportunidad dentro de su corazón.
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Taehyung abrió la puerta corrediza que tenía enfrente y su corazón se aceleró cuando sus ojos divisaron a la chica al otro lado. Tragó saliva antes de entrar a la habitación. La chica de cabellos oscuros y hanbok rojo oscuro estaba de espalda, repasando una rutina de baile mientras tarareaba una canción con voz melodiosa y se sobresaltó al escuchar cómo la puerta se cerraba.
— Estoy aquí, Aemi. —susurró acercándose lentamente a ella.
La chica dejó mostrar una sonrisa que hizo que el corazón del príncipe se derritiera y le tendió la mano para que él la tomase.
— Por un momento, creí que no vendrías. —susurró también, con voz suave.
— Jamás falto a mis promesas.
Aemi lo miró desde abajo cuando estuvieron lo suficientemente cerca. Aquellos ojos oscuros cautivaron a Taehyung y juró que podía ver la luna reflejada en ellos. Levantó su mano y acarició la piel tersa de la mejilla de la chica, sintiendo cómo su corazón martillaba contra su pecho, amenazando casi con salirse.
Él podría haber dicho que su corazón se comportaba de tal manera por la adrenalina del momento. Había salido del palacio a escondidas, trepando un muro para que nadie le viese debido a que era imprescindible que esa noche se encontrara en el recinto real. Debía visitar los aposentos de la princesa heredera. Pero se hubiese mentido a sí mismo, Aemi lograba conmover su corazón con sólo una pequeña mirada.
— Pero eres un hombre ocupado, puedo entender que no vengas una vez.
— Aemi —la manera en la que él pronunció su nombre la hizo estremecer—, no hay momento en el que deje de pensar en ti.
Ambos se miraron en silencio después de aquella confesión. No había palabras para expresar lo que Taehyung sentía por aquella muchacha, pero si hubiese tenido que elegir alguna hubiese sido amor. Estaba enamorado de ella desde el momento en que la había visto en la calle mientras vestía de incógnito.
Pero su amor era completamente imposible y ya más de una vez le había quedado claro. Aemi era una kisaeng, una chica que había sido vendida al gobierno por su familia cuando todavía era una niña y que se dedicaba al entretenimiento. Su posición social era la misma que la de un esclavo. Y era posible liberarla, pagando una cierta suma de dinero, pero cuando tuvo la oportunidad no pudo conseguirlo porque había cometido el error de consultarlo con su padre, el rey, para no cometer un acto que pudiese disgustarlo.
— No pierdas el tiempo con gente que no vale la pena, ella ni siquiera tiene el derecho de ser llamada persona. —le había respondido cuando se lo comentó.
Después de eso los guardias se habían mantenido vigilándola por orden del rey, pues no podía permitir que el príncipe heredero anduviese detrás de algo tan bajo como una kisaeng, por lo que el chico se vio obligado a verse alejado de ella hasta que las cosas se calmaran. Poco tiempo después de eso su abuela, la reina madre, había elegido una esposa para él, la mujer le que daría el tan preciado heredero que necesitaba.
— A tu esposa no debe gustarle que vengas aquí. —murmuró con un poco de pena.
Taehyung aplanó los labios y la tomó de las mejillas para que le mirara directo a los ojos. No tenía palabras para explicarle todo lo que provocaba en él.
— A mí no me importa nada más que no seas tú.
Sus ojos se conectaron bajo la luz tenue que aportaban las velas de la habitación de la chica. Vivía en una casa kisaeng y a esa hora todas las chicas se encontraban ejerciendo su trabajo: entretener hombres de distintas maneras, por lo que nadie notaría si se ausentaba un momento.
La mano de Taehyung todavía se encontraba acariciando la mejilla de la chica, así que con sólo mover el pulgar hacia abajo pudo lograr rozar su labio inferior. Un suspiro se le escapó a Aemi, el toque de Taehyung le provocaba un cosquilleo difícil de definir, pero que siempre era agradable.
Cerró los ojos cuando él acercó su rostro y juntó sus labios, primero fundiéndolos en un beso suave que poco a poco fue transformándose en uno hambriento que le demostraba cuánto la había necesitado durante aquellos días que no la había visto.
No mentía cuando decía que pensaba en ella en cada momento. No podía sacársela de la mente, ni a ella ni a su cuerpo que le volvía loco. Ni a sus ojos que le parecían hermosos, pero que le hacían pensar cosas indebidas cuando lo miraba desde abajo con un aire que parecía ser inocente, pero que no lo era en absoluto. Ni a sus manos pequeñas y suaves que sabían perfectamente donde tocarlo. Ni tampoco a sus labios rosados y carnosos que le hacían recordar momentos íntimos.
Lo cierto era que Taehyung no quería visitar los aposentos de la princesa Haebin porque no podía permitirse amar a nadie más en la cama que no fuese su amada Aemi. Juntos habían tenido su primer acercamiento al mundo de lo sexual y al poco tiempo habían tenido su primera vez. Ella era capaz de provocarle sensaciones que nadie más podía.
Enredó sus dedos en el cabello trenzado de la chica y cuidadosamente fue desarmándolo, un acto totalmente íntimo que compartían cada vez que estaban juntos. En tanto, Aemi tiró de él hasta su saco acolchado que estaba a un lado de ellos, cerca de la pared, y ambos quedaron sentados al frente del otro.
Su beso se interrumpió un momento cuando ella comenzó a desatar, sin tener vergüenza alguna, el hanbok que llevaba Taehyung aquella noche, que estaba de incógnito afuera del palacio. Se miraron un momento, ambos con las mejillas sonrojadas por el fuego que comenzaba a recorrer sus venas y los labios hinchados por los besos bruscos que habían comenzado a darse.
La piel morena del pecho del chico fue descubierta y Aemi pasó la yema de sus dedos por ahí, sintiendo el calor que emanaba, casi tan fuerte como una hoguera. Y sintió su cuerpo arder casi tanto como el de él.
Se puso de pie ante sus penetrantes ojos y comenzó a desatar el hanbok rojo por sí misma, mirándolo también. Y eso era lo que a Taehyung le había atrapado de esa chica. Llegado el momento su timidez desaparecía por completo, era una persona completamente diferente y presa de sus deseos carnales. Quedó desnuda ante sus ojos y él pudo admirar su cuerpo delgado, y de pronto el aire comenzó a abandonar sus pulmones cuando ella se volvió a agachar hasta su altura para quedar sentada a horcajadas sobre él.
Taehyung apoyó las palmas de las manos en el saco donde estaba sentado, sintiéndose de repente incapaz de hacer algo más que no fuese mirarla impresionado, pero se vio obligado a cerrar los ojos cuando los labios de Aemi comenzaron a repartir besos húmedos en la longitud de su cuello. Un jadeo salió de su boca entreabierta y una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, viajando directamente a su entrepierna.
La chica posó sus manos sobre los hombros del príncipe y le empujó suavemente hacia atrás para que quedara recostado. Sentada allí, mirándolo desde arriba, se sintió con un poco de poder. Poder sobre Taehyung. Y continuó abriendo el hanbok, descubriendo entonces la piel de su abdomen trabajado que se movía al compás de su respiración pesada, así que se dio el tiempo también de acariciarlo, casi rozando sus dedos sobre la piel.
Y cuando siguió abriendo la vestimenta del príncipe, se encontró con la zona de su pelvis, y un miembro medio erecto salió a la luz. Aemi lo miró y luego sus ojos se fijaron en los del chico, él conocía aquella mirada y sabía que lo único que de avecinaba era placer.
La chica retrocedió en su lugar y se ubicó entre las piernas de Taehyung, dejando su cabeza a la misma altura que su miembro y un estremecimiento se apoderó de él cuando sintió el aliento de Aemi contra aquella zona tan sensible, aquello provocó que su miembro terminara de erguirse, quedando completamente duro. Con una de sus manos lo tomó, abrazando su longitud con sumo cuidado, pero aplicando la fuerza necesaria para sacarle un pequeño gemido de los labios, y comenzó a moverla de arriba hacia abajo, a un ritmo que sabía que a él le encantaba.
Taehyung cerró los ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás, aunque volvió a levantarla con los ojos bien abiertos cuando se sintió abrazado por una cálida humedad. Aemi acababa de meterse el miembro hinchado a la boca y comenzaba a succionar, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, imitando el movimiento que su mano había hecho sola hacía un rato atrás. Y eso era algo que Taehyung no podía perderse, no podía dejar de mirar los ojos de su chica mientras hacía eso, viéndose tan inocente al momento de hacer algo tan sucio.
Lo que más le gustaba de ella era que parecía disfrutar todo lo que hacía con él. En aquel mismo momento sus ojos lo miraban deseosos desde abajo y su mano se movía con decisión al mismo ritmo que su cabeza.
Sacó el miembro de su boca, provocando un sonido parecido al de una ventosa por el hecho de haber estado succionando, y, sin dejar de mover su mano, bajó sus labios hasta más abajo, hacia un lugar que Taehyung no podía ver. Agarró uno de sus testículos con los labios y succionó nuevamente, solo que un poco más suave en comparación a la vez anterior, y el cuerpo del chico se sacudió en un espasmo provocado por el placer.
Aemi hacía su trabajo con determinación, por lo que cuando volvió a meter el miembro dentro de su boca, el príncipe le anunció que estaba a punto de acabar. Aceleró los movimientos de su cabeza y de su mano y se dejó liberar dentro de la boca de la chica.
Taehyung se quedó un momento en blanco, recuperándose del orgasmo que acababa de tener, así que Aemi no quiso molestarlo y simplemente se sentó a su lado. Soltó un pequeño grito cuando el chico reaccionó y la tomó de las muñecas para tirarla hacia abajo. Primero le devoró la boca, sintiendo su propio sabor en la lengua de ella, y luego la alejó bruscamente y la apoyó contra el saco, dejándola recostada sobre su estómago.
Se terminó de quitar el hanbok y se concentró en su chica. Comenzó a besar con cuidado la zona de su espalda, recorriendo también con sus dedos su columna vertebral, acariciando de la misma manera en la que ella lo había hecho con él. Un gemido ahogado se le escapó a Aemi. Por lo general era ella la que llevaba el control re la situación y Taehyung la dejaba, pero parecía que aquella vez iba a ser diferente.
Mientras sus labios húmedos seguían repartiendo besos por su espalda, sus dedos curiosos quisieron bajar y así se encontraron con la entrepierna húmeda de la chica. Los pasó a través de sus labios para extender la humedad y luego se centró en un punto que había descubierto que a ella le encantaba, acariciando de manera circular a un ritmo que no era demasiado rápido ni demasiado lento. Aemi agarró el saco en puños y escondió el rostro en la tela para acallar los gemidos que comenzaban a nacer en su garganta. Abrió más sus piernas y elevó un poco el trasero para darle a Taehyung un mejor acceso.
De pronto, un dedo largo de introdujo en ella, sacándole un suspiro, y comenzó a moverse de adentro hacia afuera lentamente, resbalándose por sus propios fluidos.
El príncipe miró maravillado, casi con una sonrisa en los labios, cómo el cuerpo de Aemi comenzaba a retorcerse de placer, y con cada gemido que soltaba contra la tela del saco sentía el calor acumulándose nuevamente en sus mejillas y un cosquilleo agradable en la zona del vientre. Cuando ella disfrutaba, él también lo hacía.
Hundió su dedo lo más que pudo dentro de la chica y comenzó a moverlo en forma circular. Su cuerpo reaccionando con las sensaciones a flor de piel. Sintió un cosquilleo en el vientre, ese que tenía cada vez que estaba con Taehyung, el que le avisaba que estaba a punto de llegar al placer máximo. Metió su rostro enrojecido aún más en la tela para así evitar que alguien afuera los escuchara y se le hizo completamente imposible controlar los sonidos que salían de su boca.
De pronto no aguantó más y su cuerpo se sacudió violentamente por los espasmos del orgasmo.
Taehyung la miraba desde arriba con satisfacción. Quitó sus dedos que ya estaban arrugados por la humedad y no pudo, ni quiso, esperar más. Se puso de rodillas detrás de la chica, su miembro estaba hinchado de nuevo, sólo por haberla visto disfrutar, y se deleitó con la vista desde allí. El cuerpo delgado de Aemi reposaba todavía de estómago y su espalda curvada hacia arriba le daba una vista perfecta de su trasero y su entrepierna que brillaba producto de sus propios fluidos.
— La otra noche —el príncipe se acercó a su oído— soñé contigo.
Aemi separó el rostro del saco y cayó en cuenta de la posición en la que se encontraban. No se sentía incómoda en lo absoluto, sino que era extraño porque ella acostumbraba a estar arriba siempre.
— ¿Y qué soñaste? —susurró con voz ronca.
La mano de Taehyung delineó la columna de la chica, partiendo por su cuello y bajando con una lentitud que a Aemi le pareció tortuosa, hasta llegar hasta uno de sus glúteos, que fue apretado con tal fuerza que le arrancó un gemido de dolor mezclado con placer.
El chico se incorporó en su lugar y miró hacia abajo, justo donde la cabeza de su miembro hinchado rozaba la entrada de Aemi. Para Taehyung esa era la entrada al placer. Sus dedos habían quedado marcados en el trasero de la chica, dejando marcas rojas.
— Yo venía a visitarte y —susurró y acercó su pene a la chica, lo movió de arriba hacia abajo por sus labios y soltó un suspiro de placer— te cogía en esta posición.
— Hazlo. —suplicó en un jadeo.
Sintió su cuerpo arder ante la petición de la chica. Tiró las caderas hacia adelante de nuevo, solo que aquella vez su miembro se abrió paso en el interior de Aemi, quien soltó un jadeo al sentirlo dentro de repente.
Taehyung se sintió en el cielo, mirando la posición en la que estaba su chica y también cómo sus sexos se unían. Nunca había visto algo parecido y ni su sueño se le comparaba.
Casi de manera automática, sus caderas comenzaron a moverse, de una manera suave que a ambos les quitó un suspiro. Le encanta a estar dentro de ella y sentir esa calidez abrumadora, pero encantadora.
Quiso cerrar los ojos para disfrutar completamente, pero no podía quitar su vista de su miembro perdiéndose dentro de Aemi, brillando cada vez que salía debido a los fluidos de excitación de la chica. Pero sintió que perdió la cabeza cuando ella, después de unos minutos en los que había comenzado a moverse más rápido, giró la cabeza para mirarlo, con las mejillas sonrojadas y la boca entreabierta que soltaba gemidos silenciosos.
Quizás era lo más erótico que había visto en toda su vida.
De pronto salió de ella, sorprendiéndola, y la ayudó a darse vuelta, dejándola recostada de espalda. Se metió entre sus piernas y la besó salvajemente al mismo tiempo que volvía a hundirse en su interior. Sus manos agarraron las muñecas delgadas de la chica y las levantó hasta arriba de su cabeza, inmovilizándola parcialmente, y sus caderas no esperaron para comenzar a embestirla nuevamente.
Taehyung no supo elegir qué le resultaba más excitante. Si la posición en la que podía ver todo o la posición en la que podía ver el rostro de Aemi contraerse de placer y que le permitía besarla cuando pudiese. Pero le hubiese encantado que existiera una combinación de ambos.
Sintió su vientre cosquillear. No duraría mucho tiempo más, su frente bañada en sudor lo delataba. Así que aumentó el ritmo de sus caderas, golpeando de manera sabrosa, hasta que sintió los músculos internos de Aemi apretándolo con fuerza y su cuerpo se tensó, dejándose liberar en su interior.
Se quedó un momento con la cabeza escondida en el cuello de la chica, respirando su olor característico a nenúfar que siempre recordaba por las noches antes de dormirse. Después de poder recuperar el aliento, levantó la cabeza y la miró con una sonrisa que fue inmediatamente correspondida.
— No te he hecho daño, ¿cierto?
La chica negó inmediatamente con la cabeza. No tenía palabras para explicar lo bien que se había sentido durante todo momento
Se formó un momento de silencio nuevamente. El chico notó como su amada de pronto cambiaba su actitud, como si hubiese recordado algo que le perturbaba profundamente.
— Taehyung —ella, además de su padre, era la única persona que lo llamaba por su propio nombre. Había conseguido eso después de rogarle durante horas para que dejara de llamarlo majestad—, tengo algo que decirte.
Después de lo que a él le pareció un debate mental, volvió a hablar:
— Estoy embarazada.
Su voz sonaba apagada, sabía lo que significaba todo el asunto. Ella era una kisaeng y él era el príncipe heredero, que próximamente se convertiría en el rey, y, a pesar de llevar un hijo suyo en su vientre, el bebé nacería bastado. Como si el hecho de estar en la peor posición social no fuese lo suficientemente humillante, aquel niño tendría que sufrir porque su estúpida madre se había enamorado del rey.
Taehyung se quedó mirando hacia un punto inespecífico. Y de pronto el consejo que le había dado su tutor en la mañana hizo eco en su cabeza. A veces es necesario hacer sacrificios por las personas que amamos. No lo había entendido en su momento, pues él no amaba a nadie dentro del palacio, pero en ese momento todo tuvo sentido.
Taehyung amaba a Aemi con todo su corazón.
— Aemi —la llamó, captando su atención—, escápate conmigo.
— ¿Qué?
Había llegado a esa conclusión. La amaba tanto que era capaz de renunciar a todo lo que tenía con tal de poder estar junto a ella. Y lo sabía desde hace tiempo, pero la existencia de ese nuevo bebé fue el empujón que necesitaba.
A la mierda el heredero. A la mierda la princesa Haebin. A la mierda el rey. A la mierda Joseon. A la mierda todo.
Si estaba con Aemi, lo tenía todo.
— Escápate conmigo, vámonos de Joseon y podremos estar juntos.
La chica se incorporó en su lugar, obligando a Taehyung a levantarse también puesto que sus cuerpos todavía seguían unidos. Su expresión era de completa confusión.
— No entiendo por qué dices eso, Taehyung.
— Aemi, tendremos un hijo. —alegó con una sonrisa en los labios— Vámonos. Yo estoy dispuesto a renunciar a todo por ti. Te amo, más que a cualquier cosa en el mundo. Sólo tenemos que escapar y...
Se vio interrumpido por un sonido seco afuera de la habitación de la chica. Ambos se miraron con los ojos muy abiertos y de manera sincronizada comenzaron a vestirse. La tomó de las manos cuando se escuchó un segundo ruido.
De pronto la puerta de abrió de golpe y la habitación se llenó de hombres que al segundo Taehyung distinguió como guardias reales. Puso el cuerpo de Aemi detrás del suyo para protegerla mientras no despegaba la vista de la entrada.
Una figura majestuosa se abrió paso entre la multitud de hombres. El rey acababa de entrar a la habitación y miraba a Taehyung con decepción.
— Sólo te pedí que hicieras una cosa. —murmuró el hombre de manera severa.
El chico tragó saliva, siendo incapaz de responder algo, pues sólo podía sentir cómo el cuerpo de Aemi temblaba violentamente a su espalda.
— Y es que no puedes hacer nada bien. —continuó el hombre, negando con la cabeza— Durante toda mi vida te lo he dado todo. Todo lo que querías, lo tenias, ¿no es así? Y a la primera cosa que no puedes tener haces un berrinche.
— Ella es lo único que quiero. —respondió con seguridad.
Su padre soltó una carcajada. Le causaba gracia en verdad el atrevimiento que tenía el príncipe.
— No seas imbécil, nosotros no debemos juntarnos con este tipo de gente.
Pegó una mirada a sus hombres, que entendieron el mensaje sin decir nada y se pusieron en marcha para separar al príncipe heredero de la kisaeng.
— Tienes una esposa hermosa e inteligente —siguió cuando estuvieron totalmente separados, cada uno en un extremo diferente de la habitación—, pero prefieres estar con esta cosa.
Taehyung miró apenado cómo el rostro de Aemi se ensombrecía con la mirada fija al piso y sintió ganas de gritar, pero sabía que aquello sólo empeoraría la situación.
— Tú no lo entiendes. —escupió las palabras con rabia.
Su rostro comenzaba a tornarse rojo y una vena en su frente había empezado a sobresalir.
— Te lo he dado todo —repitió su padre, ignorándolo— y también te lo quitaré todo.
Los ojos de Taehyung se abrieron de golpe ante aquellas palabras y vio cómo su padre le hacía un gesto al hombre que sostenía a Aemi. En menos de un segundo la habitación fue teñida de rojo y un grito desgarrador salió de la garganta del príncipe, aunque no pudo escuchar nada más que fuese su acelerado corazón que comenzaba a romperse al ver cómo el cuerpo agonizante de su amada caía al piso.
Se zafó del agarre que lo sostenía y gateó hasta llegar a ella, que le miró al mismo tiempo que una lágrima salía de su ojo izquierdo. Sus rodillas se tiñeron de rojo brillante con el charco de sangre que se había comenzado a formar en el suelo. En algún momento sus ojos se habían llenado de lágrimas y ya no podía ver nada con claridad.
Un sollozo quebrado salió de sus labios cuando logró acercar su mano hacia el rostro sudado de la chica y lo despejó de los cabellos que se habían alborotado al caer. No quiso mirar la gran herida horizontal en su cuello por el que seguía brotando sangre, pero sabía que estaba ahí y no dejaba de culparse a sí mismo.
Quizás si no hubiese sido tan estúpido...
Su corazón dolió cuando vio que el brillo abandonaba los ojos de Aemi y un nuevo grito salió de su garganta.
En aquel momento, cuando Aemi moría en los brazos del príncipe Taehyung, siendo vista por los guardias reales y el rey, la princesa Haebin apagaba por sí misma la luz de la última vela de sus aposentos, perdiendo totalmente la esperanza de ser visitada esa noche.
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