Capítulo 9. Permiso autorizado
No he comido y su aroma me estaba calcinando toda la garganta, lo que me pareció excelente opción fue quedarme lo más lejos posible de ella, sentado en el suelo de mi celda y comprimiendo todo el impulso de ir corriendo hacia Maddy.
Increíblemente Gastón le había dado permiso de bajar para verme, me imagino que bajo sus condiciones para evitar alguna situación peligrosa conmigo. Maddy estaba sentada en el suelo con las piernas dobladas sin quitarme esa vista funesta que enmarcaba su rostro.
Su cabello lo llevaba acomodado detrás de las orejas y su vestimenta se componía de una filipina azul marino que acentuaba el tono blanco de su piel. Casi éramos del mismo tono, yo me quedé más bronceado.
—He hablado con Janis y Nora para preparar mi fiesta de cumpleaños.
Me tomó por sorpresa que me dijera eso, entonces ya estábamos en abril. Joder, no había pasado tanto tiempo desde enero y por no tener noción de la fecha, estar aquí me parecía una eternidad.
—Suena bien —no tenía mucho que agregar a eso, solo que estaba furioso por todo lo que había perdido.
—Quisiera que estuvieras ahí.
Dejé caer mi cabeza hacia atrás hasta que topara con la pared.
—No creo que sea buena idea, no sé si tenga el control suficiente para soportar estar rodeado de tanta gente.
Ser sincero ya no me costaba tanto.
Noté como sus labios se aplanaron en una línea de expresión llena de decepción.
—Lo sé —la tristeza se instaló en esas palabras y parecía que se tomaba su tiempo para seguir formulando más temas de conversación, hasta que me miró—. Max... ¿Has... tenido deseos... extraños? Me refiero a, querer torturar o hace sufrir a las personas.
De primera impresión fruncí el ceño. Lo que deseaba era ya no hablar con ella, su sangre me estaba provocando mucha sed y si me llego a descontrolar probablemente Gastón se dé cuente, o lo más seguro es que ande cerca para cuidar la espalda de mi hermana.
—¿Te preocupa algo, Mad?
—Me preocupa todo lo que tenga que ver con tu nueva vida.
Me quedé en silencio, meditando lo que contestó. Pero no duró tanto para mi gusto:
—Gastón me habló sobre esos dones malditos que pasaron a ser míos.
Como si quisiera más problemas de inmortales que afrontar.
—No he sentido nada hasta el momento. Solo me gustaría regresar a una vida normal y no estar encerrado como una maldita rata de laboratorio —solté, irritado.
—Estamos resolviéndolo, Max.
—Estoy desesperado —repliqué.
—Es parte de la adaptación a tu nueva vida.
Otra vez con esa estupidez, estaba harto.
—¡A la mierda con eso! ¿Sabes lo que Gastón me hizo hace un mes? Mientras tú dormías.
Maddy boqueaba sin dejar de parpadear, la tomé por sorpresa y tuve su atención.
—¿Qué te hizo?
—Armó aquí todo un quirófano para que un doctor me extrajera el poco semen que quedaba en mí para congelarlo, por si quería descendencia después.
Por su expresión patidifusa, asumí que no estaba enterada.
—No. No me dijo.
—Que sorpresa —ironicé más furioso—. Como si quisiera traer al mundo a un hijo, eso ya no me servirá de nada.
—Estás viendo las cosas con mucho pesimismo, no eras así, Max.
—¿Que no era así? —repetí ya con un pie cruzando mi límite de paciencia y viendo cómo ella dio un respingo al verme, pero no retrocedió. Simplemente necesitaba decirlo—. Estoy así por tu culpa, te dejaste engatusar por el imbécil de Warren y tuvimos que ir a tu rescate. Claro, el estúpido de tu hermano quería rescatarte y mira como terminaron las cosas.
Maddy estaba aguantándose por no derramar las lágrimas.
—Max.
Nada de lo que fuera a decirme iba a hacer que cambiar de parecer, solo quería que supiera todo el daño que me hizo por tenerla de hermana, ¿de verdad quería protegerla de mí?
—¿Tu consciencia cómo está? Después de que por tu culpa dejé mi humanidad. No puedes dormir ¿cierto? Ya no deberías de estar en paz.
Al menos quería que sufriera, torturarla con las palabras que eran más letales que las acciones. Las palabras dejaban marcas que a veces no tenían forma de ser curadas, y por lo furioso que estaba, quería abrirle una herida enorme a mi hermana.
—Estás furioso y no voy a caer en tus provocaciones. Ya sabes usar tu don —se levantó de golpe del suelo y me miró determinada a no entrar en mi juego de tortura—. Te lo advierto, Max, soy una Draconia ¿recuerdas? Una asesina pura de vampiros, no me obligues a hacer algo que no quiero.
¿Con que me estaba retando? Después de todo, siempre fue alguien valiente y que no se dejaba atemorizar a la primera. Me puse de pie y para sus sorpresa llegué hasta la entrada de mi celda, procurando no tocar los barrotes, así, enfrenté la mirada de mi hermana, ese tono miel que compartíamos como hermanos.
—¿Qué harás? —dije entre dientes—, ¿Matarme?
Su rostro hacía pequeñas contracciones, como si le doliera el pecho.
—Me estarías ayudando —agregué, con furia en cada una de mis palabras.
Su mirada fue suavizándose.
—Necesitas controlar toda esa ira. Gastón lo logró y no dudo de ti.
Odio a ese cabrón.
—No me compares con ese desgraciado.
—¡No dejaré de luchar!
A pesar de estar envuelto en mi enfado, esas palabras me dejaron helado que tuve que retroceder. Maddy sin ningún ápice de miedo se atrevió a tocar los barrotes y sostenerme la mirada con ese espíritu de valentía.
—Volverás como el Max que he conocido desde que nací. Te lo juro.
No pude agregar nada al ver lo decidida que estaba de que yo volviera.
—No te tengo miedo, Max. Si tengo que pelear contigo cuerpo a cuerpo lo haré, porque volverás a ser el hermano que siempre tuve y que amo.
Esas palabras retumbaron en mi interior como pequeñas detonaciones que me hicieran aflojar la tensión en mi cuerpo.
—Que te quede claro que voy a darlo todo para que vuelvas.
🩸🩸🩸🩸🩸🩸
No podía dejar de recorrer las piernas gelatinosas de los sirvientes que trajo Constanz a los calabozos. Era una puta madrugada más donde Gastón estaba presente, apoyando su espalda entre las sombras, observando desde lejos todo el trabajo que hacía su hermana para conmigo.
Parecía un maldito acosador que no me quitaba la mirada siniestra de encima. Si a esas vamos, ya estaba ensayando mis gestos como un vil vampiro y demostrándole que también podía mostrarme arrogante y tenebroso a su nivel. Me ganaba una nariz arrugada y desdeñosa de su parte por odiar cada gesto que hacía.
—Estarán bien, por algo Gastón está presente —Constanz ponía los ojos en blanco al ver como una de las sirvientas apretaba con mucho ímpetu su colguije de una cruz—. Como si eso fuera de ayuda —dijo para sí misma, pero con la intención de ser escuchara por todos.
Las cosas religiosas no eran parte de la cultura de la vampiresa; eso me causaba una cierta curiosidad porque venía de una época donde probablemente se idolatraba todo lo que tenía que ver con la religión, y ella parece simplemente aborrecerlo.
Los dos sirvientes avanzaron cuando Constanz les dio el empujón por la espalda muy a su pesar. A pasos de tortuga caminaron directo al centro donde yo me encontraba, inmóvil y controlando mi olfato a su sangre.
Esos recuerdos ajenos empezaron a invadirme la cabeza para arrancarlos.
—Te recomiendo cerrar ese don —la voz de Gastón destilaba amenaza que cumpliría sin piedad.
Puse el muro mental que me recomendó, Constanz. Concentrarme en algo que me gustara mucho más, en este caso pensé en las carreras de autos, en mi vida como humano, en mi hermana cuando era pequeña y le gustaba que le cocinara sus sándwiches de tres quesos preferido. Eso me daba una tranquilidad que podía recorrerme cada fibra de mi cuerpo y me llevaba a ese estado de paz que tanto me hacía falta desde hace meses.
Abrí mis ojos y lo primero que vi fue la sonrisa exultante de Constanz. Gastón tenía una atención curiosa, hasta había dejado su descanso en la pared para estar mucho más presente. Apenas me di cuenta de que los dos sirvientes se habían acomodado uno a cada lado de mí y yo estaba quieto, sin necesidad de querer alimentarme de su sangre o de sus recuerdos.
Constanz dio tres brincos de felicidad y giró para encontrarse con Gastón.
—¡Está avanzando!
Estaba. Avanzando. Lentamente llevé mi vista a la sirvienta que me dedicó una sonrisa nerviosa y apenas le mostré una media sonrisa.
El otro chico estaba tan pálido que podría jurar que iba a devolver toda la comida del día, pero soportó mi mirada, era mucho más bajo que yo y decidió poner cierta distancia cuando Constanz se los concedió por el excelente trabajo.
Las manos que seguían con ese tono que yo pinté en sus uñas aterrizaron en mis hombros y apretó con fuerza.
—Tenemos que celebrarlo.
Miré más allá de la niña y Gastón parecía tener esa—extraña—sonrisa de orgullo paternal. Por alguna extraña razón que no entendía muy bien, le devolví la sonrisa con más entusiasmo. Movió su cabeza en un asentimiento honorable.
—Puedes salir un día de estos, pero con Constanz de chaperona —concedió y luego desapareció en la oscuridad del pasillo.
¡Me autorizó una salida!
Apenas podía creer que me había ganado una salida por parte de Gastón. Si se enterara que ya pude ver a Maddy a sus espaldas gracias a Constanz quien me cuidaba en todo momento me mataría, hasta pude abrazar a mi hermana con mucho autocontrol y recordé que pronto sería su cumpleaños; esa ha sido mi meta desde que esa fecha vino a mi memoria, estar lo más estable para ella en su festejo.
Los sirvientes corrieron detrás de su amo y miré a Constanz, que al mismo tiempo soltamos una risa llena de felicidad por parte de ambos.
—¡Lo logré! —grité satisfecho por mi gran esfuerzo.
—¡Te lo dije!
No pude evitarlo y la tomé por la cintura, ella me correspondió al rodear mi cuello y dejarme levantarla del suelo para hacerla girar en el aire. Esta niña no pesaba nada, era como cargar una pluma; su cabello nos rodeó y la volví a poner en el piso con cuidado, pero no me soltó.
—¿Tienes en mente a donde ir en tu salida autoriza?
Quería hacer muchas cosas, sobre todo volver a mi vida, tal vez no de la misma forma, pero sí intentar recuperar lo más que se pudiera de ella.
—Sí. Tengo algo pendiente por resolver.
✨Mañana tendrán otro capítulo✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro