Capítulo 2. Ayuda extra
Miré la imagen cuadrada y pequeña que Gastón tendió frente a mí sin ninguna protección a la vista que pudiera defenderlo si yo me atrevía a atacarlo. Si no lo hacía era porque él no llamaba mi atención, solo buscaría que me rompiera otra extremidad como hace dos días y que por obra de mi nuevo estatus me recuperé en tiempo récord.
Maddy estaba en la foto con su bata blanca y filipina rosa como toda una doctora, lo que ella tanto había luchado por obtener.
—Mas te vale que recuerdes quien es ella, es tu hermana. Su sangre puede llamar tu atención y sus recuerdos también. Y cuidado con estropear mi foto favorita.
Arrugué la frente en respuesta.
—No termino de entender muy bien eso de los recuerdos.
Gastón arqueó una ceja como si mi pregunta hubiera sido muy obvia como para no comprenderlo. Era evidente que no podía entender lo que sucedía, yo no estaba metido en este jodido mundo de vampiros hasta ahora y él tenía que poner a prueba su paciencia.
—Controlas y creas la tortura, Max —llevó una mano adentro de sus pantalones muy bien planchados—. Parte de tus habilidades como el vampiro de la tortura es alimentarte de las emociones y recuerdos de tus víctimas. Así como lo hiciste con los dos tipos que te traje. Para ti puede haber dos maneras de alimentarte—levantó su dedo índice—, mediante la tradicional que es la sangre, o —levantó el dedo de en medio—, la energía y las emociones de los humanos.
Mi vista se fue directo a la fotografía de Maddy, ella era mi hermana y el único familiar que me quedaba.
—¿Seré capaz de controlarme con mi hermana?
—Tienes que hacerlo, de lo contrario te asesinaré.
Conectamos miradas y la suya transmitía determinación hacia su amenaza que no solo se iba a quedar suspendida en el aire como una posibilidad, sino como una realidad si yo cometía un error.
—¿Cómo lograré eso?
—Para llegar a esa madurez tendremos la ayuda de mi hermana, es la mayor de los hermanos Le Revna —miró su reloj y soltó un gruñido de desaprobación—. Ya debería de estar aquí, le dije que llegara temprano y siempre es lo mismo con esa niña engreída.
Eso último me hizo mucho ruido.
—¿Niña? ¿Una niña va a ayudarte conmigo?
Gastón ensombreció su mirada, pero eso no me aterraba en absoluto, no cuando podía darle batalla aunque eso me costara la... ¿vida? Aún no puedo entender cómo es que funciona la vida como inmortal, pero no le tenía miedo a lo que pudiera hacerme Gastón cuando, de alguna manera indeseada por ambos, podríamos considerarnos iguales.
—Ella es la legitima hija de Igor, nuestra... alternativa y forzosa figura paternal, por así describirlo.
—Entiendo.
—Constanz es mi hermana mayor.
—¿Y yo por ser un Le Revna no se convierte en mi... hermana?
Gastón dudó antes de contestar, ahora sí que lo dejé pensando ante esa posibilidad, pero volvió a su imagen temple y despreocupada.
—No, no seas absurdo —arrugó la nariz—. Nada te une a ella.
—Ni a ti y la ves como tu hermana.
Gastón entrecerró su mirada directo a mí.
—Te convirtió Barbany, no Igor. Ella es mi hermana, no tuya. Y si por alguna mísera razón te llega a incitar el incesto entonces vela como una tía política por ser como un hijo de Barnaby.
Me crucé de brazos sin ninguna intención de meterle dedo a su hermana, no estaba en mis planes.
—¿Entonces tú aparte de mi cuñado eres mi tío?
—¡Max! —sus manos estaban listas para agarrarme el cuello—. Deja de irritarme y busca tus propias conclusiones. Constanz es mi hermana porque me crie con ella y punto, no es tuya porque eres de otra puta generación y eso te coloca en una posición distinta, así que cierra la boca.
El vampiro de la destrucción no tenía nada de paciencia; y jugar a la tortura con él ya se estaba volviendo mi pasatiempo favorito en lo que me mantenía recluido aquí abajo.
—Como digas. ¿Cuándo llegará esa tal Constanz?
Gastón volvió a mirar su reloj y maldijo entre dientes.
—Espero que no esté retrasándose solo para hacerme enojar. No puedo esperar a que llegue, ya tiene instrucciones con Martillo y yo tengo una cena en media hora con Maddy, no puedo perder tiempo. Me voy.
—Pero... ¿Cómo pretendes dejarme con alguien que ni si quiera conozco? ¿Y si la ataco?
Gastón soltó una risa ronca que me provocó náuseas y ganas de patearle el trasero.
—Temo más por ti que por Constanz. Buena suerte, novato.
Se estaba alejando, el desgraciado de verdad se iba a ir.
—Mierda ¡Gastón! ¿Qué significa eso?
Desde la lejanía escuchaba como se burlaba.
—¡Arréglatelas!
El sonido de las puertas sellándose me confirmó que estaba solo. Bien, ¿tenía que preocuparme por otro vampiro a quien no conocía? Lo que me faltaba, ese bastardo de Gastón no era fiar.
🩸🩸🩸🩸🩸🩸🩸
La incertidumbre se colaba por toda mi mente ante la inestable expectativa, estar encerrado me volvía loco, la espera me desquiciaba y no saber en qué entretenerme me hacía perder la poca cordura. Con una mierda.
Mi costal de box era la pared de piedra que ya estaba bastante maltratada.
—¡Quiero salir de aquí! ¡Maldita sea! ¡Quiero...! —ahogué mi desesperación al percibir un sonido a lo lejos.
Se trataba de una canción, era... si mi oído sobrenatural no me fallaba—y por supuesto que no lo hará— era Dude de Aerosmith.
Mis alarmas se dispararon cuando percibí unos pasos firmes que se acercaban, podía reconocer el aroma a frambuesas con alguna brisa fresca del mar o montañas heladas. Abrí grandes mis ojos cuando desde las penumbras—del techo—colgaba la una figura femenina, su cabello podía distinguirlo bien por como colgaba y se balanceaba en ondas perfectas y armoniosas con sus movimientos.
Mi vista se agudizó para darme cuenta de que se trataba de ella, de Constanz. Joder, iba caminaba muy tranquila sin quitar la vista de su aparato de música hasta que se tomó la molestia de mirar hacia el frente y ubicarme. Esos ojos intensos como torbellinos y tan delicados como un cielo azul me removieron.
De repente me incomodé.
—Oh... —soltó con un dejo despreocupante.
De un mortal aterrizó perfecto en el suelo. Su vestimenta rozaba en lo juvenil, unos pantalones verdes bastante holgados para esa pequeña figura y un top blanco que mostraba más piel de la que debería. Su cabello era largo y brilloso.
—Creo que he llegado —mantuvo ese tono inalterable y me miró—. ¿Eres Max?
¿Ella era a quien debía de temerle? Una niña que parecía más delicada que un pétalo de hortensia.
—Sí —esa respuesta fue bastante dubitativa, pero me descolocaba verla tan tranquila, no parecía pertenecer a este lugar por la dulce apariencia que destilaba.
Su mirada zafiro me recorrió descaradamente por todo mi cuerpo, y mientras descendía iba dibujándose una expresión de desagrado en su rostro.
¿Tan inaceptable me miraba como vampiro?
—Tu ropa está fatal ¿Qué clase de primera impresión es esta?
No sabía cómo responder a eso.
—Hasta parece que un cerdo salvaje te zarandeó en el lodo y luego tú decidiste hacerlo por gusto.
—Ese cerdo salvaje es Gastón, tu hermano —repliqué siendo muy contundente.
Constanz guardó silencio unos segundos y soltó una carcajada que para mí fue como escuchar la música más gloriosa, como si me estuvieran recibiendo en el cielo con honores.
—Okey —hizo aspavientos muy risueña—, me agradas —de la nada se puso seria—. Pero las primeras impresiones son importantes, tienes que estar bien vestido, aliñado y el olor es indispensable.
—Gastón no me ha dado ropa o... perfume.
—Apestas —señaló y borró su sonrisa dulce—. Huele como fosa de cuerpos clandestina.
¿Cómo mierda olía una fosa con muertos?
—Dejemos a un lado las presentaciones —espeté un tanto irritado—. ¿Tú eres quien me ayudará? —asintió y yo tuve que esforzarme en aguantar la risa—, pero eres una niña.
Constanz contorsionó su rostro como si le hubiera dado una bofetada.
—Tengo mucha más edad de la que aparenta mi imagen, idiota.
Alcé mi rostro e hice lo mismo que ella, escanearla de pies a cabeza. Era bastante guapa; y aun siendo vampiro tenía erecciones por la sangre humana en mi cuerpo. En mi vida como humano solía coger muy seguido, me gustaba disfrutar de mi vida sexual y no era difícil para mí convencer a las mujeres de una noche.
Pero Constanz es una niña.
—Eres un pervertido, casi puedo leer tu mente. Los humanos repugnantes comparten sus fluidos por placer —hizo un mohín—, eso es asqueroso.
Arqueé una ceja al ver como se cruzaba de brazos.
—No me has conocido, Constanz —apoyé mi espalda a la pared—. Sé hacer muy bien mi trabajo en la cama.
Abrió la boca como una mujer pudorosa del siglo pasado.
—¡Atrevido! Te enseñaré a respetar a una dama.
No me dio tiempo ni de sonreír cuando ondas de cabello atravesaron los barrotes para sujetarme de mis piernas, mis brazos y de mi cuello. Apretaron una vez que me tenía contra la pared y la presión fue aumentando.
—¡Carajo!
La mirada bestial de Constanz se iluminaba de un azul intenso mientras los mechones de su cabello ondeaban en el aire como extremidades extras con vida. Por loco que pareciera me hizo recordar a Medusa, la mujer que tenía serpientes en la cabeza en lugar de cabello.
Qué fuerza, ¡Qué chica!
—¡Muy bien! Ya entendí, entendí ¡Suéltame!
Joder, ni con fuerza suficiente podía zafarme de sus cabellos que solo eran una imagen linda cuando en realidad eran su arma letal para enfrentarse a sus enemigos.
Constanz me perforaba con su mirada, parecía no tener intención de soltarme pronto.
—En serio, lo siento —apretó más sus mechones en mis extremidades, por un momento pensé que explotaría—. No eres una niña, definitivamente no.
La rubia excéntrica y terrífica sonrió y me soltó de golpe. Caí encima de mi culo y preferí quedarme quieto, eso ya era un avance para mí.
—Creo que empezamos por el pie izquierdo —sus cabellos regresaron a ella como resortes hasta caer delicadamente más allá de sus codos—. Soy Constanz Le Revna, y mi hermano Gastón pidió mi ayuda para ti.
Estaba fascinado con la belleza peligrosa que tenía enfrente. Lo admito, me creó una intriga por saber más sobre ella.
—Luces bastante joven, no pareces mayor de edad.
Llevó su cabello detrás de sus orejas para quitarse sus auriculares con movimientos lentos y delicados, los guardó en su estuche y volvió a dirigirse a mí.
—En edad humana tengo dieciséis y no querrás saber mi edad actual.
—¿Debería?
—A una dama no se le pregunta la edad, Max. Primera lección para que no mueras en las próximas veinticuatro horas.
Su advertencia la capté.
—¿Qué pretendes conmigo?
—Educarte —su voz cantarina me estremeció.
Realmente poseía una belleza incomparable, estaba casi seguro de que si tocaba su rostro de porcelana sería testigo de la máxima delicadeza de una mujer. Sus movimientos eran muy femeninos y parecía que bailaba mientras se desplazaba de un lado a otro, observando el ambiente oscuro y sombrío donde su hermano me tenía prisionero.
—Solo quiero salir de aquí ¿Me ayudas?
Volteó a verme.
—Sé lo que intentas.
Solo pude enarcar una ceja a media frente cuando la escuché, me analizaba desde la distancia mientras caminaba por las paredes. Era extrañamente preciosa.
—¿De qué hablas, Constanz?
Su mirada cambió en cuando escuchó su nombre, me miraba sin parpadear, como si le hubiese gustado. Una parte de mí le agradecía a Gastón por haber traído a su hermanita, y por otra, no me sentía cómodo con la presencia de una niña menor entrenándome.
—Eres el heredero de la tortura, el vampiro que tiene uno de los dones más escalofriantes para sus víctimas.
—No creo tener el nivel de maldad para eso —me levanté para dar unos cuantos pasos.
De un milisegundo, Constanz rompió las barrotes con sus mechones, mi primera reacción hubiera sido cubrirme con mis brazos de los escombros, pero para mi sorpresa no tuve necesidad.
Esta mujer daba miedo.
—Eso te hace peligroso, Max. Y a la vez nos puede ser de mucha ayuda para tu entramiento porque parte de tus habilidades son las emociones, los recuerdos de tus victimas —su mirada se perdió como si estuviera reproduciendo un recuerdo que le traía felicidad—. Es interesante.
Preferí quedarme en silencio.
—Como nuevo vampiro de la tortura, tus habilidades de envolver a las personas a veces es inconsciente para sacarlos de quicio o hacerlos dudar, inclusive de hacerlos ceder a lo que tu deseas.
Miré con atención a la preciosa vampiresa que ya empezaba a rodearme sin miedo, claro, contaba con la guardia de sus mechones sobrenaturales. En mis brazos había pequeñas y perfectas marcas como si miles de agujas me hubiesen picado; su cabello no solo se estiraba con anormalidad, sino que tenía puntas filosas imperceptibles.
—¿Eso es posible?
—Sí, Max y no voy a caer.
—No planeo hacer nada —movía mi cuerpo conforme ella avanzaba al rodearme, sin quitarle la mirada de encima—. No creo que sea necesario.
Su mirada se volvió fulminante hasta llegar justo frente a mí, a centímetros de distancia, podía oler su delicioso aroma a rosas mezclada con una brisa helada. Joder... teniéndola en primera fila era capaz de grabar su dulce y delicado rostro, sus labios formaban ese arco de cupido perfecto, se miraban tan suaves y seductores con ese labial brilloso que traía puesto.
Me dio hambre de repente.
—Eres muy alto.
Sonreí, ella creo que apenas superaba el uno sesenta.
—Tienes la estatura que me encanta —respondí.
Constanz retrocedió como si quisiera evitar que me diera cuenta de su sonrisa.
—Eres un embustero.
—No lo creo.
Si tuviera todavía un corazón latiendo dentro de mí, estaba casi seguro de que estaría estallando y golpeando mi pecho. Por primera vez en mi puta vida, me sentía nervioso frente a una chica.
Y no cualquier chica, sino una vampiresa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro