
Capítulo 18. Nueva temporada
Ya no podía parar a Constanz, llegando al departamento se montaba en mí para seguir con nuestros descubrimientos sexuales. Por más perturbadora que me pareciera la idea, Constanz me mostró que en una de sus maletas en realidad era una hielera donde transportaba sangre humana en bolsas para luego beber cuando se sentía realmente sedienta.
—Son mis provisiones, para momentos de emergencia.
—Entiendo —la niña era perturbadora, pero me encantaba—. Necesito saberlo ¿La has usado para que tengamos sexo en estas últimas tres semanas?
El agotamiento apenas se me notaba, pero no quería sentirme indispuesto con ella en ningún momento, solo Dios sabe de dónde sacaba las energías suficientes para dejarla satisfecha y exhausta.
¿Tengo arrepentimiento por lo que desaté en ella? No, sin embargo algo me decía que terminaría sufriendo las consecuencias muy pronto; estaba dispuesto a llegar a ellas solo para ver hasta dónde era capaz la resistencia de Constanz.
—No siempre, la sangre humana me dura mucho en mi sistema, así que hay suficiente para un largo tiempo.
—Eso... suena bien —no era algo que hubiera deseado escuchar.
—Aparte tenemos que ir a Valfart para el próximo alumbramiento de Madeleine.
Mad había estado más tranquila estos días porque Gastón la consentía en todo lo que ella pidiera, cada que hablaba con ella me parecía muy feliz a pesar de todos los kilos extras que llevaba en su vientre.
—Sí ¿qué hay con eso?
—Que podemos buscar más sangre allá y tener de reserva.
—¡Wow! —solté, había creado una especie de vampiresa monstruosa sexual—. Cariño... —utilicé mis manos para cubrir mi boca y tratar de encontrar las palabras adecuadas—, me encanta tu entusiasmo, de verdad, pero podemos dejarlo para después y disfrutar mientras lo que tenemos. No hay prisa.
Constanz llevó todo su peso del lado derecho de su cuerpo y se cruzó de brazos. Esta chica era de cuidado, cuando la seriedad rondaba en su rostro, admito que me provocaba cierta inquietud por no saber qué pasaba por su perversa mente.
—¿No quieres tener más sexo conmigo?
Por un momento creí que moriría.
—No dije eso.
—Pensé que ocupabas del sexo en tu vida, y quiero ser buena novia con esa parte.
—Y me fascina como no tienes idea, créeme, Constanz, pero podríamos bajar el ritmo un poco porque no es lo único que me importa, no contigo. También quiero darte esa relación romántica y podríamos enfocarnos en ese equilibrio.
—¿Conmigo no?
—Te elegí como mi pareja y quiero que esto funcione porque no pienso perderte.
La vampiresa me rodeó la cintura y la envolví en mis brazos con fuerza, la quería tanto que no deseaba que nada malo le pasara estando a mi lado. Había sufrido mucho abuso en épocas pasadas y no estaba dispuesto a que volviera a esas sensaciones de violencia, no conmigo.
—Te propongo algo —bajé mi vista para encontrarme con esos zafiros que conformaban sus ojos—, esta noche tengamos una cita, te pondrás un vestido precioso para mí y te llevaré a un sitio después de la inauguración de las carreras de la RCC.
Sus ojos refulgieron de un segundo a otro.
—¿A dónde?
Sonreí para ella.
—Ya lo verás —guiñé el ojo—, confía en mí. Primero vamos a la carrera y luego seré todo tuyo.
Sus labios rozaron los míos y juro por mi vida que sentí esa electricidad recorriéndome cada fibra de mis músculos. Constanz me dedicó una sonrisa de ensueños que apenas podía mantener la cordura y matar a quien sea por conservar ese dulce estiramiento de labios.
—¿Me vas a llevar como tu acompañante a la RCC?
Fruncí el ceño.
—¿Acompañante?
De pronto mi tono seco fue quitándole ese brillo.
—¿No?
—Te llevaré como mi novia.
🩸🩸🩸🩸🩸🩸
Ingresamos por el subterráneo que daba a la entrada de los pilotos o personal superior de la RCC. Todos los competidores estábamos preparándonos en nuestras respectivas salas de entrenamiento; mi equipo que Gastón se tomó la molestia de armar para mi desarrollo como piloto resultó tener miembros especialistas en el área. Actualmente soy el campeón de la RCC y estoy peleando por un lugar de la final de la competencia que sería dentro de dos meses.
Todo estaba listo para salir y montar nuestros autos de carreras. Las luces iluminaban toda la pista que estaba abarrotado de personas que venían para apoyar a todos los pilotos de élite que buscaban un lugar en los quince mejores. Éramos alrededor de cincuenta pilotos.
—¡Harrington!
Mi vecino, el italiano Renzo Bartoli, que era una maldita piedra en el zapato cada que lo veía y que no aceptaba el segundo lugar.
—Renzo —el regusto en mi tono amargo se notó.
Estiró el brazo hacía mí y me señaló.
—Voy por el primer lugar y esta vez me aseguraré de que veas las luces traseras de mi auto.
Puse los ojos en blanco en lo que ajustaba mi traje.
—Ya lo veremos, Renzo.
«Contrólate, Max es un imbécil que solo quiere provocarte.»
—Caballeros —llegó el inglés Henry Thomson—. Un gusto competir esta noche. Que gane el mejor.
Hipócrita, vi su entrevista de hace dos semanas y dijo que yo era el protegido del dueño de la RCC. Tal vez, solo tal vez una pequeña y microscópica parte de ese comentario era cierto, pero el esfuerzo que hago por darme mi lugar entre estos grandes de las carreras es mérito mío.
Al darme la vuelta para dirigirme a mi auto me percaté del estado de mis guantes y los orificios que acaba de hacerle con el crecimiento de mis uñas, joder, estos bastardos de verdad me habían irritado y ni si quiera fui consciente de eso.
Disimulé lo mejor posible y abrí la puerta de mi auto.
—Nos vemos en la pista —dije y entré para saborear el aroma a piel. Me tomé unos segundos para aclarar mi cabeza y esas voces internas con ruido destructivo.
Bajé el zíper de mi traje y de un bolsillo oculto saqué la vieja fotografía que llevaba conmigo, protegida con el vidrio y el material de acero que conformaba el guardapelo circular. Mi hermana y yo de pequeños en un festival del día de Acción de Gracias donde yo era un nativo y ella una peregrina.
Mad siempre fue una niña preciosa y yo traté de ser el mejor hermano mayor del mundo. La culpa de haberla dejado sola por irme a trabajar a otra ciudad constantemente me recordaba el mal hermano que fui; aunque ella nunca me reclamó por el abandono, todo lo contrario, Maddy me impulsó a tomar la decisión de marcharme y buscar mi vida en otra parte. Ella ya había encontrado su camino en medicina.
Esta foto era uno de mis objetos más preciados, mi hermana es la mujer que toda la vida cuidaré y que contará conmigo para todo.
Escuché el móvil sonar en mi bolsillo. No debería de traerlo conmigo, pero me las ingeniaba por el pesado de Gastón, apostaría mi vida entera a que era esa cabrón llamándome.
Justo a tiempo.
Miré la pantalla con su nombre: Apretón de cojones.
Casi suelto la risa de solo acordarme cuando se enteró de mi maligno y creativo sobrenombre con el que guardaba su número de teléfono.
—Ya estoy por empezar.
—Sabes la regla, espero no tener que refrescarte la memoria.
No quedar en primer lugar en las primeras carreras.
Recargué mi cabeza en la ventana de mi puerta.
—Eres demasiado latoso, ya sé la regla. Tu regla, y la he cumplido en lo que llevo de piloto.
—¿Llevas los parches?
Gastón y su equipo de ciencia y tecnología se las arreglaron para crear unos parches imperceptibles al ojo humano y colocarlos en puntos estratégicos en mi rostro que fueran capaces de generar mi imagen por si acaso me llegaran a sacar alguna foto; no tenía reflejo y esos parches hacían su magia de inteligencia artificial para no levantar sospechas.
Tenía mis parches activos.
—Los tengo.
—Perfecto, estaré viendo la carrera.
—Sacaré mi potencial más adelante.
—Esas son las palabras que quiero escuchar. No compites con criaturas sobrenaturales, son pilotos humanos muy inferiores a ti.
Puse los ojos en blanco.
—Lo sé.
—No uses ese tono conmigo.
—¿Ya tan pronto practicando como papá? No tengo nueve años, Gastón, sé hacer las cosas.
—Solo no te confíes, hay pilotos que son bastante petulantes y competitivos.
—Lo tendré en mente.
La alarma de salida dio su segunda llamada.
—No debo de hablar por teléfono, estoy por salir.
—Como si no supiera que a los Harrington no se les da seguir las reglas —gruñó muy irritado y después soltó un suspiro—. Solo mantén la cabeza fría, quiero una carrera impecable.
—Siempre.
Colgué.
Guardé mi móvil de vuelta en mi bolsillo más discreto y encendí el auto para ir avanzando hasta la pista. Conecté mi radio con mi equipo de los pits, listos para empezar otra temporada.
—Bien, Max estamos listos ¿cómo te sientes?
El viejo John siempre tomándose el tiempo para preguntarme mi estado mental antes de cada carrera, un hombre de casi de la edad de mi padre me fue adoptando como un hijo más de su familia de cuatro hijos, yo era el postizo cuando empezaba la temporada de la RCC.
—Todo pinta bien, John.
John fue seleccionado por Gastón como mi entrenador. A estas alturas me había dado cuenta de que si no trabajabas para Gastón Le Revna no eras nadie o simplemente una alimaña más de la que se encargaría después si de verdad le importabas. Minneapolis era su reino moderno e incluso a la distancia sabía poner orden entre tanta gente que guardaba un profundo y aterrador respeto por ese hombre de aspecto gélido y sombrío.
La tercera alarma sonó y el coche de seguridad arrancó a una velocidad prudente para ir avanzando. Me incorporé a la pista en medio de todos los vítores de la gente, justo en unas gradas a mi izquierda con playeras iguales en color negro y una imagen mía a la altura del pecho y centrada estaba parte de mi club de fans. Joder que glorioso era ser aclamado y reconocido, disfrutaba de esta parte de mi vida.
—Mantente neutral, Max.
—Entendido, John. Después de la carrera invito las cervezas.
La risa rasposa de John hizo vibrar mi audífono.
—Esa seguridad me agrada, pero mantente frío durante la carrera.
—Eres el jefe.
—Palabras correctas en el momento correcto.
Las cadenas televisivas transmitían en vivo a nivel mundial, éramos de los eventos más vistos en todo el mundo, de modo que estaba en nuestras manos dar un espectáculo a la altura de lo que representa la RCC.
—Bienvenidos sean todos al arranque oficial de una nueva temporada de la RCC. Vaya que hoy promete ser una noche muy interesante por ver, sobre todo porque en la pista se encuentra el actual campeón Max Harrington que ha hecho un excelente trabajo desde que inició su carrera como piloto ¿cómo lo ves tú, Tom?
—Muy acertado tu comentario, Barry. Max Harrington estará compitiendo para esa merecedora copa de la RCC, codiciada por muchos y tocada por pocos. Me encantará verlo en esta nueva temporada con los demás pilotos que no van a dejársela fácil al campeón.
—Sí que estamos emocionados con esta primera carrera de la temporada. Recuerden, compiten cincuenta de los pilotos de élite, y en esta primera carrera se obtendrán los veinticinco lugares que pronto restarán a los quince mejores para las carreras más largas y con desafíos nuevos por ver.
—¡Y empezamos! El timbre de la salida oficial ya se dio y los pilotos arrancaron con fuerza.
Me quedé en el lugar quince de la primera vuelta.
—¿Cómo vamos, Max? Fue un excelente arranque.
—El motor se escucha bastante bien.
—Ten cuidado, Renzo a tu izquierda. El tipo puede dar problemas, pero dudo que quiera arriesgarse tan temprano.
—Lo tengo.
Por el espejo retrovisor bien su auto, posiblemente ya se estaba dando cuenta de que por el momento no me interesaba tenerlo retenido, así que me fui con imagen inocente de dar una excelente vuelta en la curva y acelerar cuando menos se lo esperó. Pasé al décimo lugar y el grito de la gente iba en aumento.
Los autos aceleraron aún más que caí en el lugar veinte al dar la vuelta treinta.
Hubo un choque que se llevó a cinco autos en la vuelta treinta y seis en la curva más peligrosa y estrecha de la pista. Mis reflejos estaban activos y alineados para quedar en el top cinco de la primera carrera.
No voy a dejar que me ganen en esta nueva temporada. La adrenalina inundó mis cuerpo, la vibración del auto era mi potencia para pisar a fondo, el volante lo dominaba yo y la pista era mi campo de batalla. Esta era mi nueva vida porque me quedó claro que nací para ser un piloto de carreras.
Mil disculpas por la tardanza y la falta de actividad😢
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