Prólogo
La lluvia cae con intensidad desde el cielo colmado de nubes espesas y grisáceas, tan oscuras que el azul pierde su tonalidad y el negro comienza a poseer cada inmediación en el inmenso espacio que dispone.
Acumulando energía entre el choque de las nubes y la reacción de los violentos encuentros, producto de la variación de temperatura, desata el estridente sonido que retumba por el vacío hasta caer sobre la tierra, en un sucesivo anunció que inició con su llegada y que ahora se materializa en las pesadas gotas de agua que durante los primeros minutos no fue más que una leve llovizna que con el avance del tiempo cobró mayor emoción y con confianza ganada por el atardecer que rápidamente se extinguió, devorado por el temperamento bravío de la turbulenta tormenta que acrecentó su fuerza y las gotas comenzaron a caer con mayor velocidad y su impacto contra el suelo y toda superficie que obstaculiza su caída, crea un sonido potente a su alrededor.
Los truenos son la evocación de la luz, un nacimiento lúgubre y combativo por dos fuerzas opuestas que al caer iluminan la gélida noche en la que un solitario cuerpo naufraga en medio del desolado camino, porque todos los habitantes del distrito Yongsan-gu, ubicado en Seúl, se están refugiando en sus lugares de trabajo sino alcanzaron a salir; están aquellos que en medio de las actividades finales del día alargaron más el encuentro o el momento vivido; y están los afortunados que se encuentran bajo el refugio de sus hogares.
Uno en el que él debería estar y no bajo la inclemente lluvia que en menos de un minuto terminó empapando su cuerpo, debido al olvido que sufrió en el horario que debía de salir de la universidad por quedarse junto a sus amigos, por lo que no alcanzó a avisarle a tiempo a su hermano para que lo recogiera antes de que entrará a su examen.
―Es probable que aún siga en su prueba ―tartamudeó SungHoon producto del frío que lo tiene tiritando mientras trata de ver la hora en su celular cuidando que no termine más mojado de lo que está.
Imposible que a las 20:30 p.m. su hermano ya haya finalizado con la presentación que de cumplirla con éxito lo llevará a participar en el reconocido recital que se llevará a cabo en el Lotte Concert Hall. Por ello, no se atrevería a interrumpirlo cuando sabe lo importante que es para su hermano, la única adoración que tiene, la música.
―No me falta mucho, vamos ―se animó limpiando sus ojos del agua de lluvia que empapa su rostro y le dificulta ver con claridad. Si bien podía haber tomado un taxi para llegar en lugar del transporte público que lo deja a unas calles más allá de su casa se habría evitado el posible resfriado que ya siente picar bajo su nariz.
Pero todo obedece al propósito por el que está ahorrando, que lleva grabado el nombre de su mayor orgullo e inspiración, Jeon JungKook, su hermano mayor y ejemplo a seguir. Persiguiendo el anhelo de darle felicidad a la mirada ensombrecida que cobra vida cada vez que lo ve sobre el escenario y en los ensayos a los que ha asistido, le permiten ver en todo su esplendor la verdadera persona que es su hermano más allá de los matices que le enseña al mundo.
Mientras su avance se mantiene constante y sus pensamientos vuelven hacia el castaño mayor, inexplicablemente el ambiente comienza a tornarse helado tan gélido por el aire cortante que se siente como cristales sobre su piel que arde cuando es tocada por el flujo que no puede ver pero si escuchar cuando el ulular comienza a retumbar y formar sonidos escalofriantes que lo hacen acelerar sus pasos cuando el miedo se agolpa en su pecho.
Tanto es el pavor que lo impulsa por medio de la adrenalina que se esparce por todo su sistema, que comienza a correr como una respuesta autónoma de su cuerpo cuando siente que es perseguido. El presentimiento que llega cuando alguien está detrás como una sombra al acecho que no emite ningún sonido que alerte su presencia, lo que comprueba cuando gira levemente su cabeza y la nada misma lo recibe a sus espaldas porque el manto espeso de lluvia no le deja ver nada.
―¿Hay alguien ahí? ―la pregunta más estúpida que se le pudo ocurrir, pero así es el miedo ilógico y sin sentido por lo que sigue, con el temor punzante alojado en la parte posterior de su cuello que le advierte de una presencia inadvertida tras de sí. Apura mucho más sus pasos y comienza a jadear por obtener más aire del que puede obtener, sigue corriendo cada vez más cerca de su vecindario, hasta que sus pasos se detienen abruptamente ya sea por el cansancio o una fuerza foránea que lo obliga a reposar sus manos sobre sus rodillas, inclinando su cuerpo para tratar de descansar un poco, su pecho sube y baja con violencia, no reconoce nada más allá de sus pies sobre el suelo.
Sus sentidos agudizados y paranoicos logran relajarse al comprender que nadie lo está siguiendo y que en realidad nunca escuchó pasos que no fueron los suyos. Con renovada decisión y unos metros más que recorrer se endereza para retomar su camino en medio de la fuerte llovizna que no ha aminorado su intensidad.
Sin embargo, al dar tan solo tres pasos una figura lejana parece acercarse en su dirección, sin creerlo parpadea y trata de enfocar si es real lo que está viendo o se trata de un mal juego de la iluminación de la calle, talla sus ojos para quitar el exceso de agua de lluvia y es cuando lo ve mejor, mucho más cerca, una imponente y soberbia figura de porte elegante se acerca, totalmente vestido de negro en sintonía con su cabello oscuro tan azabache como la misma noche, acorta la distancia y debe retroceder los mismos pasos ganados cuando ve que el extraño está más cerca de lo que considera seguro para su integridad.
―Deténgase, por favor ―exclamó sintiendo como el frío se congeló en su cuerpo, tratando de mantener el escaso calor que su sangre irradia en el interior cuando el apolíneo ser detiene su avance en el momento que lo ve retroceder. No obtiene respuesta y enfoca mejor su visión para tratar de ver su rostro, y jodidamente no debió hacerlo, porque en el instante que su mirada captó la impropia contempló el color más claro que en su vida había visto, semejante al cielo y al océano capturados en los orbes contrarios, refulgiendo en destellos azules vibrando para capturar su atención. Esa mirada eclipsante resalta en la espesura del cabello azabache tan profundo como la muerte, totalmente empapado y cayendo sobre su rostro, remarcando sus ojos y opacando el brillo excelso que desprende.
Un rostro inmaculado bendecido por la gracia de sus marcadas facciones tan soberbias y filosas que es una ofensa continuar mirándolo, la intensidad de su expresión impasible lo obliga a desviar su mirada como si estuviera transgrediendo su belleza inmortal con su naturaleza mundana.
―No deberías estar aquí ―manifestó él con un tono barítono tan grave y aterciopelado que lo dejó sin habla.
No se cree merecedor de la perfección inmaculada que observa. Una estrella personificada.
―¿A qué se refiere? ―preguntó SungHoon al percibir la bruma lúgubre y amenazante que parece rodear al extraño y desprenderse de él como un halo que busca alcanzarlo.
Su instinto le advirtió de la anomalía que empieza a enrarecer el ambiente más allá de la tormenta que mantiene su curso, aunque trata de retroceder sus pies se mantienen firmes y estáticos sin querer moverse, como una fuerza que lo ata y que proviene del ser que se acerca lentamente, un caminar tan hipnotizante que no puede dejar de ver, así sea lo último que contemple.
―No depende de mí salvarlos y castigar a los blasfemos, solo sigo el enlace que me dirige al destino que ustedes deben vivir ―pronunció él sonriendo con ironía.
SungHoon no comprende el enigma detrás de sus palabras, ni lo que pretende al decirlo, lo único que reconoce es que su vida peligra y que el perpetrador será el divino ser que lo mira con arrogancia. Como si su vida no significará nada para él.
Y como obra del cruel destino, una mueca airosa que simula una sonrisa es dibujada en los labios coral de la entidad que lo observa con detenimiento, en una respuesta silenciosa a sus pensamientos.
―Puede evitar hacerlo ―mencionó creyendo saber de lo que habla, en una súplica implícita para obtener una oportunidad más de vida.
―Malaventurado eres, porque los hilos que me gobiernan me empujan a hacerlo ―sentenció el de orbes celestes, los cuales empezaron a brillar amenazadoramente, causando que la adrenalina en su víctima aumentará al punto de quedar fijo en el lugar que sus pies sienten, estático por su causa y atraído por su arrebatadora belleza.
Una trampa mundana y cotidiana que hace tambalear hasta la muralla más fuerte y blindada contra el pecado celestial que porta y disfruta llevar.
―Solo permítame ver a mi hermano feliz y para hacerlo debo estar ahí, por favor ―pidió SungHoon desesperado al comprender lo que seguía o al menos es la idea que domina sus miedos.
Debe estar ahí para JungKook, para su hermano, para su mayor inspiración, para la persona que lucha por comprender una realidad que muchas veces lo supera. Necesita estar ahí para él.
―¿Cómo puedes estar seguro de lo que afirmas? ―retó él con una naciente curiosidad en sus orbes que adquirieron un matiz diferente al gélido celeste que dominaba su mirada, un destello que SungHoon no logró definir surco los orbes contrarios desconcertándolo.
Dos seres heterogéneos, una esencia volátil e indomable, en contraposición a la apasionada y tranquila de la persona altruista que piensa más allá de su bienestar.
―Porque he comprendido y tal vez soy el único en mi familia, que entiende que la vida no es lo que más lo alegra, pero las pequeñas cosas que conoce y disfruta lo hacen vivir y yo soy parte de esas pequeñas cosas que tanto atesora ―no comprende la necesidad que siente de explicarle al diáfano ser que contempla la razón detrás de sus palabras, solo siente un impulso causado por la leve presión alojada en la parte lateral de su cabeza, como si una fuerza externa la causará.
Y cree saber de dónde y de quien proviene.
―Tan similar ―murmuró el azabache con una sonrisa desabrida entre sus rojizos labios al comprender y asimilar la descripción de una persona que no le interesa conocer con pequeños fragmentos que residen en su interior.
Por más que quiera desintegrar la contradicción que florece como el campo de luces que su Hado le ha enseñado a cultivar y proteger, las cenizas de una milenaria agonía continúan resplandeciendo.
―¿Acaso puede darme esa oportunidad? ―preguntó SungHoon sin esperanza cuando la mirada celeste comenzó a oscurecerse, drenando toda fuente de luz que segundos antes la acompañaba cuando la expresión ajena fue deformándose hasta disparar el meloso y corrosivo temor que mancilla todo a su paso.
―Solo cumplo con desarrollar el hilo que me une a tu mundana existencia y que poco a poco comenzará a creer en tu cuerpo, una semilla anidada finalmente deberá presentarse después de estar dormitando todo este tiempo ―pronunció él levantando levemente su brazo izquierdo hacia el cielo y toda luz que acompaña su turbulento camino bajo la lluvia comenzó a perder intensidad.
Él maniobra la noche a su antojo, la luz es su seguidora porque pierde claridad cuando la mira desintegrarse en estelas de luz que oscurece calle en la que están, solo dejando dos farolas cercanas que solo iluminan su cuerpo, ya que, el etéreo ser pasa a ser una sombra de avance cadencioso y pausado, tan lento que lo guía sin saberlo a dar un paso hacia adelante ralentizando el avance del tiempo.
―Esta es la línea argumental que estás supuesto a vivir ―enunció el de orbes cielo sin ninguna expresión en su rostro, impávido ante lo que sigue y que ha repetido en una cuenta sin final durante toda su existencia, totalmente ingrávido a la penuria que va cernirse sobre una familia que desconoce lo que ahora sucede y apático ante al dolor ajeno que ha experimentado una y otra vez hasta parecerle vomitivo y enfermizo asumir emociones que no va a poder cambiar.
―¿A qué se refiere? ―inquirió SungHoon respirando de forma acelerada cuando su visión comenzó a perder claridad, por lo que parpadea con fuerza para volver a enfocar lo que tiene delante y aunque talla sus ojos con sus manos solo logra desatar un leve mareo que lo sacude, moviendo el suelo bajo sus pies que no define con precisión.
En medio de su ingenuidad trata de ver hacia al frente para pedirle ayuda a él, pero el resultado logra alterarlo cuando la luz vuelve a iluminar las farolas restantes y ya no lo ve allí, está totalmente solo cuando un agudo dolor se esparce por sus huesos, desde sus pies hasta su cráneo que palpita por el atenazador escozor que siente en su piel, todo su cuerpo duele, un sufrimiento que lo atraviesa como una ráfaga que se moviliza por todo su organismo, perforando su piel como aguijones, no comprende su origen ni tampoco alcanza a identificar de dónde proviene cuando su conciencia es abducida al desvanecimiento cuando no puede tolerar más dolor del que siente.
La inconsciencia lo abraza ferozmente, bajo la atenta mirada de TaeHyung que vuelve a cambiar de color sin que se dé cuenta, no cuando su atención deja de estar presente ante el colapso de una persona que no volverá a ver hasta que el destino reclame su vida.
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