Ⅰ: Efecto colateral después de la tormenta
―De acuerdo a los análisis que se le han practicado a SungHoon, hemos encontrado un alto marcador en los niveles de glóbulos blancos presentes en su sangre, si bien, hay que realizar otros estudios para ampliar el espectro completo y saber en qué estadio está la enfermedad y un panorama preciso para lo que continuará, el resultado innegable apunta al desarrollo de cáncer de la sangre, mayormente conocido como leucemia ―fueron las palabras de Kim JungHee, el médico especialista encargado de la atención de Jeon SungHoon desde su llegada inconsciente a urgencias del hospital Soon Chun Hyang; mientras les explica el diagnóstico preliminar a los desconcertados familiares
Al mismo tiempo la impoluta pared adornada por algunas pizarras informativas se convirtieron en el mayor atractivo para la difusa mente de Jeon JungKook que pasó a ser un receptor más de la información que trataba de procesar, digiriendo cada palabra que fue dicha por el amable y perspicaz médico que atendió a su hermano, a quien solo ve mover sus labios sin realmente oír lo que le dice a sus abatidos padres, Jeon JiSung y Song HyeKyo, y los gestos que el profesional realiza con el movimiento de sus manos, enfatizando lo que dice en tanto los invita a ir a donde no le interesa acudir.
Por lo que, se aparta y deja ir a sus padres, porque después de todo, no tiene lugar en las decisiones que ellos deberán tomar. Cuando lo único que le importa es ir con su pequeño hermano que está dormido, luego de los exámenes que le practicaron a SungHoon y para los que los hicieron esperar hasta obtener los nefastos resultados que circundan sus pensamientos.
―¿Significa que sufrirás? ―susurró tan bajo, viendo su reflejo sobre el cristal de la ventana ubicado en la zona de recepción principal del nivel al que su hermano fue traslado a una habitación privada por pedido de sus padres.
En específico a la zona cercana al área de oncología unos pasillos más allá de donde están ubicados, que pudo divisar al llegar con total apuro después de ver las sucesivas llamadas que tenía de sus padres luego de terminar la prueba que culminó con éxito, y orientarse por medio de los carteles a la salida del ascensor para saber a dónde dirigirse.
Allí ante en insondable cristal que le devuelve su reflejo antepuesto al voraz panorama que la noche ya posee, la gran ciudad refulge mientras la vida para cada persona continúa, inalterable y según lo planeado.
Cuando la primera y solitaria lágrima que se desprende de su lagrimal dibuja una trémula sonrisa en sus labios, e inhala con fuerza el oxígeno pesado del que debe huir o el remordimiento lo va a cubrir hasta hacerlo caer.
―Mi pequeño, no deberías vivir esto ―la melancolía fluyo en el hondo suspiro que dejo ir entre sus labios empañando el vidrio del que se alejó tratando de disipar la mezcolanza a la que no le logra dar definición exacta para describir cómo se siente.
No logrando hacerlo más allá del pensamiento de su hermano menor que se proyecta en su memoria con cada paso que da hacia el destino que en poco tiempo visitaran, aunque no está seguro, porque no conoce el paso a seguir. Su mente solo puede imaginar el peor escenario, ese que tanto ahoga su pecho, y que lo ha mantenido de pie. A la espera del detestable resultado en ciertas situaciones en las que prefiere no tener esperanza alguna, para que esta no sea deshecha cuando la absurda realidad impacte con su veredicto final.
Un paso sigue al otro, dejando tras de sí el ala en el que su hermano está internado, hasta que alza su mirada y reconoce el lugar que espera ciegamente no tener que visitar.
‹‹Aquí nos encontraremos muchas veces›› dijo mentalmente recorriendo con sus orbes color dorado las letras que se alzan sobre su cabeza bajo el amplio marco de la puerta que da paso al área de oncología. Sintiendo un aura distinta que recorre su piel en un escalofrío que lo sacude brevemente antes de cerrar sus párpados por unos segundos para hallar la valentía que lo hace actuar en automático.
Tan solo cruza, lo hace detallando la zona en la que está y a la que le permiten ingresar sin detenerlo, en especial, la enfermera que lo guío en la recepción inicial del hospital, estaba allí sentada, tras el amplio recibidor desde el que lo mira concediéndole el paso, porque ella así como él, saben la realidad que le deparará junto a SungHoon.
Sin más que decir, una fuerza mayor se impone y lo impulsa hacia la sala de tratamiento a las que no puede acceder, pero si visualizar a través del cristal lo que allí sucede con cada paciente que reposa sobre un cómodo sillón reclinable mientras uno de sus brazos yace extendido sobre el reposabrazos y una vía está conectada al soporte de los medicamentos que ve fluir hasta ingresar en sus sistemas.
―No serás el único pequeño aquí ―pronunció totalmente abstraído y centrado en sus claros pensamientos de lo que representa el diagnóstico de su hermano y el tratamiento usual que precede al cáncer.
Se ve a sí mismo en esa sala de quimioterapia junto a SungHoon tratando de aliviar su carga y dándole toda la motivación que pueda, incluso así no sepa dónde hallarla, lo hará, de la misma forma en que su hermano se ha empeñado desde pequeño en hacerlo feliz, más allá de los cinco años de diferencia que los separan, su hermanito siempre ha tenido un único objetivo, que si bien no reconoce, sabe que él está empeñado en que disfrute de la vida que aún le cuesta comprender. Y que solo se refuerza por la situación que ahora están afrontando como familia.
Allí encuentra la fuerza para intentarlo en medio de las trémulas y cansadas sonrisas de los pequeños niños con adorables sombreros de lana sobre sus cabezas mientras miran con atención a quien sostiene su mano con calidez.
Espera ser ese soporte para su hermano.
Un dolor sórdido lo atraviesa al llegar a la zona de descanso, una amplia habitación acondicionada para los pacientes después de sus sesiones largas de tratamiento, lo recibe con la calidez de las inocentes risas de diversos pequeños que están absortos en la presencia enigmática del médico que está sentado en medio del círculo que los niños forman a su alrededor con un libro entre sus manos.
Por más que busca despegar su mirada de la presencia ajena, no lo logra, no cuando es hipnotizado por el potente y oscuro cabello azabache que contrasta con la camisa negra que en la parte de sus brazos está doblada hasta sus codos en conjunto con el pantalón de tela del mismo color mientras su mirada se mantiene atenta a lo que recita ante su público expectante que está embelesado con su magnetismo.
Uno que logra sentir bajo su piel que se sacude en el momento en que sus oídos captan la voz barítono y aterciopelada del contrario, tan rítmica y potente sin perder el deleite entre su pronunciación perfecta y famélica que se desata en cada pausa que realiza para reanudar en medio de breves inspiraciones de aire que lo sacuden al no poder definir el raudal de emociones que surcan su cuerpo.
―La pequeña y solitaria estrella comenzó a agonizar, cuando contempló la soledad en la que estaba inmersa en medio del Universo ―relato él absorto en las imágenes y las palabras que entona con precisión ante cada espectador que siente sobre sí mismo.
En especial para JungKook que acortó la distancia aunque tan solo un poco, para escuchar con mayor claridad el canto de un ángel atrapado entre las cuerdas vocales de una tranquila sonrisa que no se despegó del curioso libro infantil que nunca antes llegó a leer. Además, no deja de sorprenderle la capacidad que el médico de bata blanca ―que lo designa como parte del personal del hospital― posee para darse a entender debido a las palabras poco comunes que son empleadas en las historias para niños.
Aunque la mayoría de a quienes ve deben estar entre los cinco y diez años, y debido a la emoción que ve plasmada en sus alegres y expectantes expresiones, cree que ya han escuchado el mismo relato cuando ve a algunos anticipar en voz baja las líneas siguientes.
―Un lugar tan frío y desolador que no cualquiera podría soportar. Pero ella sí podía hacerlo, la estrella elegida ―mencionó elevando su mirada para sonreír con complicidad a los pequeños que lo rodean.
En especial, las cuatro pequeñas que sonrieron con timidez cuando la bonita persona que las ha estado acompañando las últimas semanas les otorgó un guiño que sonrojo sus tersas mejillas.
Para el castaño fue inevitable no imitar la acción de las pequeñas y sonreír con complicidad ante el rostro que contempla de medio lado desde la posición en la que está ubicado, que le permite detallar la nuez de adán que sube y baja cuando la saliva desciende cada que sus labios continúan entonando el maravilloso cuento que lo sumerge en la ensoñación marcada por la filosa mandíbula que está cincelada sobre la piel canela del azabache.
Sus orbes siguen ascendiendo hasta la nariz griega con una curvatura perfecta que se une a la frente resguardada bajo el cabello que cae sobre un rostro salpicado por pequeños lunares que lo traen a la realidad cuando las exclamaciones de dolor de los pequeños lo espabilan al darse cuenta que se perdió un parte importante del relato.
―Cuando el día menos pensado, cayó, la gravedad la dejó de sostener y una gran estela de luz marcó el recorrido de su pronta muerte ―hizo una pausa para generar mayor incertidumbre que desató los quejidos de los niños para que continuara―. ¿Por qué cómo iba a ser posible que una estrella que fue engendrada en la absoluta oscuridad y dada a luz en el Universo, viviera fuera de su cuna de plata? Ella lo sintió, cuando el frío fue reemplazado por el horroroso calor que comenzó a cubrirla en su caída, una tan fuerte y cruel que la hizo sollozar en su inevitable trayecto final.
Ante la nueva pausa que el médico emprendió, algunos pequeños comenzaron a sollozar en voz baja, superados por la emoción y la tristeza de un cuento que bajo la percepción de JungKook es fuerte y carente de felicidad para la dolorosa realidad que ellos ya afrontan con su enfermedad.
―Ella desesperada luchó por aferrarse al vacío, esperando encontrar algo que detuviera su caída, la estrella, tan brillante y fuerte, no cedería sin antes luchar. Pues ella ya había vivido mucho tiempo en medio de la soledad, unos días más fáciles que otros, pero aun así mantuvo su resplandor y ni la eterna oscuridad que la quería arrastrar, iba a lograr que se rindiera.
En esas últimas palabras logró comprender la moraleja detrás de una historia infantil tan oscura y melancólica, porque la situación que se desarrolla se compara a la situación que vive cada pequeño, que en su corta existencia ya conocen la crudeza de una vida doliente y los hace llorar por el sufrimiento que sienten en medio de las sesiones de quimioterapia a las que deben someterse para reinar y destruir a la eterna oscuridad que los arrastra.
Una que llegó hasta su hermano de veinte años que aspira lograr tantos deseos que ahora siente y se están desvaneciendo.
―La estrella decide danzar y mover su cuerpo de aquí para allá ―narró el azabache moviendo su cuerpo de un lado al otro siendo seguido por sus adorables espectadores que no se pierden ningún detalle―. Mientras su descenso continúa, ella sigue sonriendo sin importar las lágrimas que caen como diamantes, los cuales, sin ella saberlo dan vida a otras pequeñas estrellas que admiran su sacrificio.
Y los exclamó de asombro llenaron la habitación debido a lo que una sola y pequeña estrella estaba logrando con su dolor.
―Aquella pequeña se sacrificó por el deber que le impusieron, aunque no llegó a comprenderlo, una sonrisa iluminó toda la oscuridad que antes buscaba destruirla y ese solo acto reino sobre las sombras por las que ella aún continúa viajando ―dijo con un tono más bajo de voz a la par que su mirada celeste eclipsó la dorada.
Quien al verse descubierto, mantuvo la conexión con los orbes de un azul tan potente como el mismísimo cielo que le quita el aliento cuando su mirada se oscurece, demandante y solemne, tan cortante como el filo de una hoja de acero que cae sobre sí mismo, cuando la mirada impropia pierde todo resquicio de delicadeza, de la cual solo los pequeños son merecedores.
―Sin un rumbo fijo la estrella choca contra cada obstáculo. Ya no busca aferrarse a nada y ahora los derrumba para que no detengan su avance ―continuó sin mirar el libro que reposa entre sus manos, manteniendo su atención en la mirada dorada que parece bañada por el sol, dirigiéndose a él, precisamente al castaño―. Hasta que su verdadero final llegue, cuando su destino final la reciba y solo allí, la estrella de la noche, sabrá si debe perder su luz o continuar brillando con mayor imponencia.
El azabache deshizo la conexión entre sus miradas cuando terminó la historia, devolviendo la atención a los pequeños que no demoraron en llenarlo de cuestiones por el final abierto, el cual le fue declamado a través de la voz que como seda lo encandiló.
La última frase resonó en su interior, retumbando en el vacío que cada cierto tiempo lo inunda y que él logró identificar, porque al parecer su presencia fue captada desde el comienzo, ya que en el instante en que sus miradas se encontraron, la celeste se dirigió con exactitud hacia la ubicación en la que estaba, siendo la primera vez que el azabache reparaba en otra persona que no fuera su infantil público.
Como el aleteo del caos que está supuesto a la que la realidad determinada por medio de las condiciones que en un inicio son contempladas, definidas y estipuladas para predecir su trayectoria en un sistema complejo, es intervenido por la irrupción de un agente externo que perturba las variables que desde el comienzo tambalean y como repercusión tardía el proceso supuesto amplifica su alcance para generar diversos cambios que se salen de los parámetros iniciales.
De la misma forma en que cada persona residente al interior de la sala en el ala de oncología, estaba orquestado para que funcionara de la forma prevista, incluso para el sucesor de la muerte que entre rayos de sol descubrió el nexo que una noche tormentosa marchito una mariposa más en el jardín elíseo de su Hado.
―¿La estrella llegará a tener un final como tanto espera? ―la dulce voz de un pequeño deshizo la burbuja en la que JungKook estaba sumergido, deparando en los dulces gestos que el azabache parecía reservar exclusivamente para los infantes.
―Si, por favor, dinos que sucede ―pidió una de las pequeñas juntando sus manos frente a su pequeño y adorable rostro para implorar un cambio en el final que él siempre les relataba pero que nunca cambiaba.
―Siempre nos dejas con miles de dudas, no es justo ―otro pequeño cruzó sus brazos sobre su pecho fingiendo estar molesto y por más que puso todo su esfuerzo en no reírse terminó cediendo cuando el dedo índice del médico oprimió su pequeña nariz, provocando que la arrugara en una tierna mueca que fue la última imagen que el castaño observó antes de salir del lugar.
Todo bajo la atenta y ciega atención de su espectador.
Con una extraña sensación alojada en lo profundo de su mente, como un cosquilleo que se desplaza recorriendo su cuerpo, rebuscando hasta hallar el cauce que lo contendrá, se pierde navegando por sus terminaciones nerviosas al no encontrar algo más allá que no reside en sí mismo.
Una esperanza que hace tiempo se marchitó.
―¿Dónde estabas Kook? ―cuestionó su madre apurada al verlo llegar, después de perderlo de vista cuando debieron seguir al médico especialista en oncología que se ha estado encargando de la atención de su pequeño hijo, hasta que noto la ausencia de su hijo mayor.
―Estaba recorriendo las instalaciones de oncología ―tras sus palabras una tensa mueca desfiguró el pequeño y precioso rostro de su madre que ahora luce cansado, exhibiendo una coloración oscura bajo sus ojos marrones y en su cabello azabache atado en su coleta alta que ilustra el apuro con que fue recogido en lo que intuye como una rápida respuesta a la llamada de emergencia que alertó a sus padres del estado de SungHoon.
―Nos hubiera dicho que te irías... ―HyeKyo se detuvo por el tacto cálido de la mano de su esposo sobre su espalda.
―Lo que importa es que está aquí ―pronunció JiSung interviniendo en la tensa situación que tiene a su esposa alterada y con toda la razón, porque ni él comprende cómo van a enfrentarla.
―Ahora lo más importante no soy yo, sino mi hermano. No tienes porqué preocuparte en exceso porque solo fui a reconocer este lugar que al parecer nos acompañará en todo este trayecto ―respondió JungKook tratando de calmar la desesperación que desborda la mirada cristalina de su progenitora.
―Por eso debías estar con nosotros ―dijo la azabache dando un paso fuera del refugio del cuerpo de su esposo―. También te necesitaba allí de la misma forma en que tu hermano lo hizo bajo esa tormenta en la que estaba solo y a merced de la lluvia, lo que podía agravar su condición ―HyeKyo hablo tan de prisa, totalmente superada por las emociones que siente ante la inminente pérdida de su pequeño azabache, aunque así no sea según el pronóstico que les dieron, no puede no sentirse frustrada tanto que el dolor de cabeza sigue en aumento hasta expulsar la molestia que siente consigo misma por no poder tomar el lugar de su hijo.
Solo que se desvió y terminó impactando contra su hijo mayor, ese pequeño que posee el mismo color de cabello que su esposo y quien posee un color de ojos único en su familia, uno que ve oscurecerse como si la noche hubiera perpetrado sus orbes para robar el fulgor que se encargó de dañar.
La culpa se impuso con más fuerza en su atormentado corazón, cuando JiSung se quejó por sus palabras empujando su cuerpo de vuelta a sus brazos para hacerla reaccionar.
―Kook, hijo, discúlpame... ―mencionó con su voz entrecortada acercándose a su hijo que huyó del contacto antes de siquiera entrar en contacto con su anatomía.
―Solo notas lo que dejó de hacer y no en el hecho de que hoy tenía una prueba importante ―dijo con tanta calma en su tono de voz que rozaba la frialdad que impactó contra su madre.
―Claro que importan tus logros, solo que no elegí las mejores palabras, pero comprende cómo me siento y que ahora estoy desesperada ―pidió sabiendo que tal vez para el momento ya había perdido todo entendimiento por parte de su hijo mayor.
Joder qué situación más hilarante que llevó a JungKook a reír con incredulidad al reparar en el absurdo conflicto en el que su madre lo puso, al remarcar la culpa que lo azotó con brevedad cuando su padre lo llamó hace unas horas atrás.
Su padre quien lo felicitó apenas llegó sin preguntarle si había pasado la prueba, más que en el fuerte abrazo que le dio cuando lo vio salir del ascensor y en la sonrisa melancólica de su hijo lo confirmó. Jeon Jungkook se iba a presentar en el Lotte Concert Hall.
Aunque su corazón estuviese dividido por el tormento que en ese momento los tenía sin una respuesta clara, no podía dejar de lado el objetivo que su hijo se trazó esa noche que se volvió fatídica cuando SungHoon colapso a unas cuadras antes de llegar a casa y fue auxiliado por la intervención de un transeúnte que buscaba escapar de la inclemente lluvia.
―Al menos papá si lo tiene presente ―acusó―. Perdona por no imaginar que esto iba a suceder para estar atento y evitar que SungHoon cayera y se lastimara, pero gracias a ese error de mi parte es que lograron dar con el cáncer que ahora se esparce por su cuerpo ―cada una de sus palabras impactaron contra la azabache que no logró contener las lágrimas que causaron su filosa acusación.
JungKook comprende la situación en la que están y que su recital es lo que menos importa, pero que su padre se haya acordado en medio del ajetreo, le hizo comprender que así como su hermano importa más que nada, él también y tal vez para su madre es distinto porque solo le recordó el no haber anticipado lo que no tenía posibilidad de saber.
Aún más cuando esperó por la llamada de su hermano horas antes de presentar la prueba, esta nunca llegó y para asegurarse le escribió un mensaje que tampoco tuvo respuesta. Hizo lo que estuvo entre sus posibilidades pero para su madre en ocasiones eso no bastaba.
Siempre debía dar más y si se equivocaba debía haber prestado mayor atención para evitarlo.
Pero al final del día es imposible hacerlo, por más que se contemple cada variable que pueda afectar el resultado final, es imposible para la naturaleza humana siquiera pretender tal osadía, o de lograrlo sería a expensas del bienestar propio y la ansiedad de la que tanto le ha costado desprenderse podrá volver a manifestarse. Así que prefiere vivir cada día con la prisa que trae y afrontar la serie de retos que se le presenten en el camino.
Está harto del hábito al que su madre inconscientemente desde su infancia lo sumergió.
―No es lo que trato de decir ―manifestó HyeKyo frustrada por la forma en que su hijo está malinterpretando sus palabras. Pero en el fondo sabe que se equivocó y no puede sentirse más culpable de incluso haber olvidado preguntarle a JungKook sobre el resultado de la prueba; algo que JiSung si hizo.
―Mi cielo, es mejor que tú te tranquilices y que Kook vaya con su hermano ―intervino el castaño, fijando su atención en su hijo, poniendo su mano en sobre su hombro para apretarlo ligeramente en una caricia de ánimo para que salvarlo del estrés de su esposa que en ocasiones se convierte en su mayor defecto.
La azabache aprovechó ese breve instante entre padre e hijo y simplemente los dejó a ellos dos solos, porque ahora ni ella misma puede con sus propias emociones al ver que su mundo se está derrumbando y ella termina pisoteando los resquicios que siguen cayendo.
―¿SungHoon ya despertó? ―preguntó JungKook.
―Aún no, pero creo que apenas te escuche ingresar no dudara en despertar ―expresó JiSung acerca del pasado de sus dos pequeños.
Debido a la fijación y admiración que SungHoon siempre ha sentido hacia JungKook, incluso desde que era un bebé, él solía despertarse apenas sentía la voz o la presencia de su hermano mayor, sin importar cuánto sueño tuviera, solo si era el castaño quien lo despertaba él solo sonreía y estiraba sus cortos y gorditos brazos para ser levantado. Pero si la persona que lo hacía no era el azabache el enojo y el llanto no tardaba en llegar.
A medida que SungHoon fue creciendo ese comportamiento cambió, pero en ocasiones si es JungKook el que entra a su habitación para despertarlo en las mañanas, él automáticamente se levanta sin protestar.
―Él ya no va a cambiar ―JungKook sonrió ante el recuerdo de su pequeño hermano de hebras azabaches y su reluciente carcajada sin un par de dientes cada que iba a despertarlo de su siesta―. ¿Los médicos que dijeron sobre su estado, ya debe comenzar con la quimioterapia o qué paso sigue? ―tal vez sí debió hacerse presente en la dichosa reunión, pero allí entre el cálido abrazo que mantiene su padre al rodear sus hombros con su brazo, es todo lo que necesita para comprender el diagnóstico de su hermano.
Además, de que JiSung de la misma forma en que él, ambos prefieren que la información sea clara, concisa y directa, sin tantos rodeos hasta llegar al mismo punto. Y que por más que se busquen otras formas, el cáncer va a seguir esparciéndose por la sangre de su hermano.
―Afortunadamente el desarrollo del cáncer está en una etapa temprana, está en el estadio 0, lo que significa que su avance es lento y progresivo, el cual si se trata desde ahora puede modificar el curso de la enfermedad y con suerte dependiendo de la forma en que el organismo de SungHoon lo asimile, va a poder mejorar con el tiempo, pero siempre teniendo presente que el cáncer es muy agresivo y que si ya está en su sangre es un riesgo para su salud ―explicó JiSung observando con detenimiento los orbes ámbar de su hijo, atento a alguna señal de duda o confusión.
―Lo más importante es que mi hermano lo comprenda con claridad ―añadió pensando y anticipando la reacción de SungHoon.
―Claro que sí hijo, más tarde, todos estamos citados para reunirnos con el equipo médico que va a seguir al tanto del tratamiento de tu hermano para que todos comprendamos lo que implica el diagnóstico de leucemia ―lo más importante no es aclarar el tipo o la forma en que el cáncer se manifiesta, porque ya está anidado en el cuerpo de su hijo, ahora deben brindarle todo el soporte y contención a su pequeño que es quien va a sufrir la severidad de la enfermedad.
Ellos como su familia por más que estén ahí para él y sostenerlo cuando el dolor llegue, aunque se esfuercen por ponerse en su lugar y comprenderlo, no van a sentir verdaderamente lo que solo SungHoon vivirá.
―Antes de perder mis pocas neuronas que aún siguen funcionando a esta hora, iré a ver a mi hermano ―bromeó el castaño apartándose de su padre huyendo del abrazo que le quería dar.
―¿Vas a rechazar a tu viejo? ―culpó JiSung sin importarle realmente el poco contacto que JungKook suele mantener con ellos. Después de todo, su hijo no es muy partidario de las muestras de afecto, a menos que él las busque.
El único al que no rechaza es a SungHoon, pero es así porque se dio por vencido al no poder quitarse de encima al menor que cada que lo ve salta a sus brazos y él solo lo recibe hasta que lo empuja para sacárselo.
―Por eso mismo viejo, nos vemos ―se despidió con una mano en alto y giro a la izquierda para atravesar el pasillo en la búsqueda de la inscripción de la habitación en la que está su hermano. Detallando cada número y pensando en el dolor de quienes se refugian al interior de sus impolutas paredes.
Enfoca su vista cuando reconoce el número 310 en el metal y en el momento en que sostiene el pomo metálico de la puerta, gira su rostro hacia la dirección opuesta por la que llegó y por el rabillo de su ojo alcanza a apreciar una sombra que pasa con ligereza y en cualquier otro momento lo hubiera dejado pasar, si no fuese por la sensación desconocida que comenzó a penetrar su piel, inadvertida comenzó a despertar sus sentidos al no comprender lo que está sintiendo.
Sin embargo, antes de tan siquiera dar solo un paso para seguir la señal, esta se desvaneció con la misma rapidez en que la incomodidad en su interior se esfumó al determinar que no fue más que una falla en su percepción por el juego de las luces al final del pasillo por el que transitan médicos y enfermeros durante las rondas de la noche.
Si no fuera por el reciente ingreso de su hermano al hospital, ellos no deberían estar ahí, al menos no todos, debido a la restricción de visitantes después de cierta hora que varía dependiendo de la zona de internación. Por lo que, al menos durante esa noche podían estar junto a SungHoon.
―Solo te ves adorable mientras duermes ―murmuró tan bajo al ingresar al cuarto y detallar el precioso ramo de crisantemos lilas que su hermano tanto ama puesto sobre la mesa que reposa al frente de la cama.
Ver el cuerpo de su pequeño hermano cubierta por la sábana blanca y la suave cobija gris que su madre debió traer desde casa acunando su dulce sueño, no puede evitar sentirse perdido y a la deriva sobre el horizonte en el que se mueve.
De la misma forma en que el vacío en su interior nace, no comprende lo que debe hacer, sabe que una circunstancia como la que recae sobre SungHoon, sobre su hermano, debe generarle angustia a él que es su hermano mayor, sabe que así debe ser, porque la preocupación nace del amor y el afecto que se siente por el otro. Pero a la vez no sabe si nace de lo que ha aprendido que debe experimentar en ciertas situaciones, como la costumbre que fue interiorizada por medio de la imitación o sí verdaderamente su ser se agita en medio de la desesperación que lo inunda por el dolor y la desgracia que ahora ensombrece y persigue a SungHoon.
Reconoce que en ocasiones siente de acuerdo a lo que se espera en determinado momento. Reconoce que sus emociones son movidas por lo que ha aprendido hasta sentirlo como una máscara que en realidad no lo sacude mucho.
Pero ha ido identificado y catalogado las situaciones que sí generan un sentimiento verdadero y no impuesto. Y ver a su hermano allí lo hace creer que por primera vez en mucho tiempo más allá de la música que lo envuelve día a día, se preocupa genuinamente por el futuro y la vida que él deberá llevar.
―Ahora estás sobrepasando toda tu existencia ¿No es cierto? ―la voz de su hermano lo despertó de la ensoñación en la que estaba mientras admiraba las flores que en algún punto de su reflexión dejó de verlas.
Esa bonita y oscura voz de SungHoon lo hizo sonreír después de la amargura en la que estuvo inmerso desde la terrible llamada sobre su colapso. Y no puede evitar recordar las palabras de su madre al alzar su mirada y encontrar la cansada sonrisa y pensar que pudo hacer algo para evitar su caída en medio de la tormenta.
¿Pero de haber ido por él, algo hubiera cambiado?
―¿Quién dice mocoso? ―respondió acercándose a la cama para despeinar con cuidado los cabellos azabaches de su hermano que se dejó hacer a la par que sujeto su camisa para impulsarlo a sentarse.
―¿Cómo te fue en la prueba? ―pronunció SungHoon un poco somnoliento y cansado por lo sucedido.
Aunque intuye que algo no va bien, primero porque despertó en una habitación de hospital y no en su casa, después de escuchar a los médicos sobre su colapso cuando su mente se esforzó por volver a estar consciente hasta que se desvaneció otra vez debido a la ráfaga incandescente que viajó por su cuerpo. Y que hasta el momento al fin le dio tregua.
―No se supone que es más importante tu estado, por el cual no has preguntado, que mi prueba ¿Dónde están tus prioridades niño? ―algo que sí puede resaltar y reconocer que siente es la comodidad que la presencia de SungHoon trae consigo para su vida, incluso en situaciones difíciles que ha tenido que atravesar, su pequeño y sonriente hermanito se convierte en su soporte.
Motivo que a ambos los une y que los afecta de forma similar.
―Se que algo muy malo invade mi sangre y que el cáncer ya hace parte de mí, pero eso puede esperar, no necesito sumergirme aún en la desesperación ―afirmó el de orbes marrón con la tranquilidad que lo ha caracterizado durante los últimos años en los que se enfrentó a las adversidades que implica crecer y cruzar el mundo de la vida universitaria―. No me mires de esa forma, porque lo aprendí de ti ―señaló a su hermano con el ceño fruncido entre sus perfectas cejas que se enrojeció un poco por la acción y que rápidamente cambió cuando abrió en demasía sus orbes de oro a causa de su acusación.
―No es mi culpa que solo aprendas mis malos hábitos ―mencionó negando sutilmente con su cabeza.
―Para mí nunca lo será y créeme que no pensé necesitarlo hasta ahora, así que puedo decir que has hecho un gran trabajo como hermano mayor ―reveló con tanta adoración en su mirada que JungKook tragó saliva con dificultad por la responsabilidad que siempre quiso transmitirle a su hermano.
Y en medio de una trágica noticia, se da cuenta que ha logrado enseñarle a enfrentar o sobrellevar las adversidades de la vida sin permitir que estás derrumben la realidad que los ha sostenido hasta el momento del impacto.
―Me das más mérito del que merezco ―recalcó el castaño―. Porque no siempre es adecuado mantener esa coraza de indiferencia que no es propia de ti mocoso, tú eres más cálido y alegre de lo que soy yo. Esa es tu esencia ―tampoco quiere que su hermano endiose la carencia de emociones que en ocasiones lo inunda, no porque no las sienta, sino porque él suele disminuir la intensidad hasta ser tan parco que la calma a la que se somete a veces se convierte en escarcha de hielo sobre sus manos.
No tiene idea de cómo llegó a ese punto, pero tampoco le interesa salir de allí.
―Lo mismo sucede contigo Kook, eres más que la absoluta tranquilidad que demuestras, porque yo te conozco hasta el punto de diferenciar cada capa que incluso te ahogan en ocasiones ―aseveró SungHoon tomando la mano de su hermano para resguardarla entre las propias, logrando sentir la calidez del toque―. Y sin importar lo que digan o incluso la forma en que tú mismo a veces condenas tu forma de ser, es lo que justo ahora necesito.
››Necesito de Jeon JungKook, necesito a mi hermano mayor, la persona que a lo largo de mis veinte años de vida a sostenido mi mano, la persona que me enseñó a caminar incluso cuando se quejaba y me regañaba por lo lento y torpe que era, como si él mismo hubiera nacido caminando, así de tonto suele ser.
De forma natural por sus palabras sonrieron con tanta naturalidad y emoción que sus labios se estiraron hasta más no poder, abultando sus mejillas, las carcajadas de aliento resonando en la habitación y el quejido de SungHoon en el momento en que el puño contrario de su hermano se encajó en su abdomen con suavidad, aunque de eso último no tuvo mucho.
―Ni te pegue tan fuerte llorón ―pronunció sin dejar de reír por el puchero que le dedicó su hermano.
―Ese intento de sabotaje tuyo no me hará retroceder en lo que estaba diciendo ―explicó con conocimiento de causa por la timidez que embarga a su hermano cuando resalta la persona que es y a quien tanto admira. Es tan adorable que le dan ganas de acariciar esas mejillas levemente pintadas de carmín, pero lo deja pasar para no incomodarlo más. Por lo que se aclara la garganta para seguir―. A pesar de todas tus fingidas quejas, te empeñaste en hacerme ver la realidad por lo que es y no a través de la bonita burbuja que nuestros padres querían crear.
››Tu nunca quisiste imponer tu forma de ver y afrontar la vida, pero yo solo seguí ese camino primero para comprender ese pequeño dolor que nunca dejará de estar en ti, y segundo, porque comencé a crecer y darme cuenta de cuánto duele y en medio de esas crisis de vida, tus enseñanzas siempre estuvieron en mis pensamientos. Como ahora que sé lo que está sucediendo.
―¿Sabes cuál es tu diagnóstico Hoonie? ―cuestionó haciendo alusión a la forma que desde pequeño empleó para llamar a su hermano.
―Logre escucharlo cuando parecía tan ebrio que ni abrir mis ojos podía ―bromeó dando un corto apretón en la mano contraria que continúa sosteniendo para ganar un poco más de valentía.
No es está siendo positivo, porque aún no asimila con totalidad cuanto su vida va a cambiar e incluso reconociendo el posible abrazo de la muerte que puede rondarlo. No, en verdad no está pensando con claridad, más que evadir la situación por medio de la aparente comprensión que entre risas deja fluir como un mecanismo de defensa que lo ayuda a soportar el álgido dolor emocional que ya comienza a dispararse en su sangre que ahora tiene un agente agresor viajando a través de ella.
―SungHoon no tienes que mostrarte fuerte, no para mí ―JungKook pidió al reconocer esas sutiles señales como rehuir a su mirada y el leve temblor que trata de ocultar al acariciar su mano, para esconder lo perdido que está―. Yo puedo sostener tu dolor ―así me ahogue con el mío, pensó, mientras sonríe con calidez para darle la confianza a su hermano de soltar lo que carga.
―Por eso te necesito Kook ―expresó inclinando su rostro hasta fijar su cristalizada mirada en el techo, cuando sintió el incontenible peso de su desgracia―. Ne-necesito que tú me guíes, no que soportes mi dolor ni que me llenes de rebosante esperanza.
››Solo quiero que sigas siendo tú y que no cambies, que no tengas un excesivo cuidado conmigo ni tampoco lastima, quiero que me enfrentes a la vida y me sostengas, pero por favor, tu sigue viviendo en la normalidad de tu vida y tus proyectos así sea mucho pedir, no quiero una excesiva contemplación como nuestros padres lo harán, por favor JungKookie.
El mencionado solo pudo asentir una y otra vez con su mirada en las manos de su hermano que lo sostienen a él. Porque él siempre ha sido el sostén emocional de SungHoon, él así siempre lo quiso y sabe que ahora más que nunca debe serlo, por ello lo que solicita su hermano es un poco de normalidad debido al atroz cambio que van a tener como familia y aún más la vida que su hermano lleva hasta ahora.
Es una solicitud que puede cumplir, pero lo difícil y que en definitiva removió su corazón, fue palmar la desesperación a la que su hermano se aferra por obtener algo de la cotidianidad que será arrancada de cuajo.
Deberá ser el fragmento de realidad que sostenga a SungHoon.
―Seré tu salvavidas. Seré lo que necesites y lo que te impulsará, de la misma forma en que tú lo has hecho conmigo hermanito ―confesó acercándose a su hermano para apoyar su frente en la contraria y sintiendo como sus manos ahora se aferran a su chaqueta un poco húmeda debido a la lluvia que tuvo que atravesar desde el estacionamiento hasta la entrada del hospital.
En ese acto tan íntimo, cuatro solitarias lágrimas descendieron desde sus orbes ámbar y marrón refugiados bajo sus párpados mientras eran sostenidos por el abrazo ajeno.
―No seas como Jack y súbete conmigo en la indeleble tabla que aunque se termine hundiendo, lo haré contigo. No seré tan egoísta como Rose ―pronunció sin reír mientras sus lágrimas comenzaron a inundar su rostro hasta mojar su cuello. Buscando cualquier comentario que pronunciar para digerir la amargura que está alojada bajo su lengua.
―Los dos podían sobrevivir, pero como todo lo deben complicar y crear dramas innecesarios ―canturreo con voz temblorosa por el sutil llanto que aprisiona en su garganta, mientras los pequeños espasmos sacuden el cuerpo de su hermano. Ambos manteniendo la unión de sus frentes y compartiendo las lágrimas que se mezclan.
―Por favor, tu solo lo dices porque odias esa película ―emitió sorbiendo un poco a través de su nariz, separándose finalmente su hermano para ver su precioso rostro un poco sonrojado por el llanto que retira con su pulgar y su mano termina aprisionada en esa misma zona cuando JungKook con su mano sostiene la suya para dejarla allí.
―En verdad odio todo lo que trate de romance y esa película desborda todo lo que detesto ―añadió rodando sus ojos y retiró la mano de su hermano para depositar un delicado beso sobre la misma.
Lo que solo incrementó el llanto en el azabache hasta desbordarlo y sacudir su cuerpo que fue contenido por sus brazos al atraerlo hasta su pecho y refugiarlo allí entre el calor familiar que siempre calmó su llanto desde que era un bebé.
―Pues esto no es muy antirromántico de tu parte, gélido Jeon ―comentó con voz gangosa y con una sutil sonrisa enredada en sus labios mientras las palmas de su hermano acariciaban su espalda con delicadeza.
Y cómo toda ternura que reside en JungKook debe ser eliminada o interrumpida, una pequeña palmada más fuerte desprendió otro quejido de sus labios.
―¿Qué decías pequeño demonio? ―reprendió el castaño apretando sus brazos alrededor de la anatomía que trataba de luchar sin verdaderamente pretenderlo.
―Solo cállate y dame consuelo, que estoy enfermito de gravedad ―bromeó haciendo reír a su hermano que solo se dedicó a dejar sutiles caricias en su cabello.
Ambos rodeados del cómodo silencio del que no gozarían en mucho tiempo y que solo se convertiría en una reminiscencia en el provenir desgarrador que les depara la vida y la enfermedad.
Escritora:
Aquí comienza HM (El Heraldo de la Muerte).
Es una historia en la que se verán inmersos diversos conflictos y profundas reflexiones en torno al bien y el mal, y lo que la muerte significa.
Espero les guste 🥀
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