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✰ 80. EL CUENTO DE BLANCANIEVES


And I fell from the pedestal
Right down the rabbit hole
Long story short, it was a bad time
Pushed from the precipice
Clung to the nearest lips
Long story short, it was the wrong guy

Long story short - Taylor Swift

Érase una vez una joven princesa de piel blanca como la nieve, labios rojos como el carmín y cabello negro como la madera de ébano. Tenía por nombre Celia y vivía en un enorme edificio en la Calle Almirante Cadarso en el centro de Valencia. La bella muchacha descendía de una familia enternecedora y contaba con buenas amigas con las que compartir su alegría. No obstante, ansiaba algo más en su vida. Se trataba de una mágica idea de la que hablaban los cuentos de hadas: decían que un amor puro y verdadero con un príncipe encantador era algo con lo que toda princesa debía contar. Explicaban que una princesa sin un príncipe jamás encontraría la auténtica felicidad. Así que la pequeña Celia creció creyendo que estaba incompleta y el mero hecho de no tener un amado le dificultaba disfrutar de su maravillosa vida tal y como era.

Tenía en su poder un espejo mágico y a veces se ponía frente a él y le preguntaba:

—Espejito, espejito, ¿cuándo tendré ese amor del que hablan los cuentos?

Y el espejo respondía:

—Calma, bella Celia, que pronto llegará.

La princesa era impaciente y deseaba con mucha fuerza que su príncipe llegase cuanto antes, pero aquel galán que debía asegurar su dicha se lo estaba tomando con demasiada calma. Así que Celia cumplió los dieciocho años con tristeza y vio a su alrededor como sus amigas disfrutaban de príncipes y bailes reales, mientras que el suyo seguía sin aparecer. El ansia por vivir su eterno amor empezaba a ahogarla.

Entonces un día una hechicera disfrazada de anciana se cruzó en su camino. Le preguntó muy curiosa qué le atormentaba tanto para que sus ojos azules lucieran apagados. Celia le narró sus desventuras y la bruja sacó una manzana roja brillante de una cesta.

—Solo un mordisco y todos tus deseos se harán realidad —le dijo.

Extendió la fruta y la depositó en su mano. La verdad es que tenía un aspecto muy apetecible y Celia tenía tantas ganas de enamorarse que pensó que no había nada malo que pudiera pasarle por dejar de esperar y tomar un atajo. Tentada por la manzana, la mordió e inmediatamente cayó dormida en un profundo y eterno sueño donde un hermoso y valiente príncipe llamado Pablo la cortejó y enamoró.

Era cierto: todos sus deseos se habían hecho realidad, salvo que no eran reales. La princesa Celia estaba hechizada, viviendo una mentira.

¿Lograría despertar? Los rumores indicaban que sí, siempre que un príncipe que la quisiera de todo corazón la obsequiara con un beso de amor verdadero.

Así que regresemos al presente, donde el heredero a la corona y posible rescatador de nuestra princesa, Iván Álvarez Roselló, reposaba con su séquito. Besó a Celia, pero empezaba cuestionarse si realmente ese gesto puro y sincero había llegado a romper la maldición.

—¿Me estás diciendo que su padre apareció en medio de la pelea y os separó? —Álex Gilbert Luna casi se levantó de la silla al escucharle contar los acontecimientos del día anterior—. ¿Y qué narices pasó después?

Rodeando una mesa cuadrada en la terraza de un bar se habían sentado a tomarse unas cervezas Iván, Álex, Alberto, Jorge y Paula. Escuchaban con atención la narrativa del primero que, algo nervioso, explicaba cómo había pasado de despedirse de ellos en la playa de la Malvarrosa mientras besaba a Celia por primera vez, a levantarse por la mañana y enfrascarse en un batalla campal con el exnovio de ella.

—Sí —afirmó—. Tres horas más tarde, María, la madre de Celia, habló con la mía por teléfono. ¡Qué vergüenza, tío!

—No me jodas. —Rió Alberto.

—Por suerte, pude amortiguar el impacto de la noticia contándoselo yo primero a ellos. —Iván dio un trago a la cerveza y buscó en su pantalón la caja de tabaco que acababa de comprar hacía un rato—. Dije: «Mamá, papá, tengo una cosa que contaros, pero primero tenéis que prometerme que no os vais a enfadar». —Negó con la cabeza mientras abría la cajetilla—. No funcionó. Se cabrearon un huevo y estoy castigado de por vida. Mi madre me ha llamado delincuente veinte veces y mi padre dice que de lo único que se alegra es de que haya defendido a Celia. Dijo: «Al menos estabas en el bando correcto de la pelea».

El grupo rio. La verdad es que Iván lo contaba con una tranquilidad abismal y eso era porque no tenía muchos remordimientos. Pablo se lo merecía, eso lo primero. El gilipollas de su examigo había soltado tales barbaridades que exigía a gritos una buena tunda con la que cerrarle el pico. Por otro lado, tampoco es que se abrieran la cabeza mutuamente ni nada grave. Hubieron puñetazos y empujones, pero en ningún momento estuvieron en peligro. No obstante, sí que existía un diminuto detalle que le carcomía por dentro. Una soberana estupidez que le incordiaba cada cierto tiempo...

—¿Celia cómo está? —preguntó Paula—. ¿Has hablado con ella?

Iván descendió de las nubes y se puso un cigarrillo entre los labios. Después volvió a guardar la cajetilla y reinicio la búsqueda entre los bolsillos, esta vez para dar con el mechero.

—Claro que sí. —Masculló con dificultad. Alberto le ofreció su encendedor para agilizar las respuestas de Iván. Parecía un loco mirándose los pantalones y palmeándose el cuerpo repetitivamente—. La llamé antes de que sus padres y los míos hablaran. Está bien. Me contó que tuvo una larga conversación con su familia y les habló de mí, de lo que yo significo para ella. Imagino que se guardó algunos detalles de nuestra historia y transmitió lo justo para que la entendieran. Parecía tranquila.

Prendió la llama del mechero y encendió el cigarro.

—¿Y qué pasó? —insistió Jorge—. ¿Qué hablaron vuestros padres?

Iván se encogió de hombros con indiferencia.

—No lo sé con certeza. —Soltó el humo por la boca—. Nuestras madres no son muy cercanas, pero suelen charlar bastante cada vez que se cruzan. Sé qué la mía se interesó por el bienestar de Celia y que las dos piensan que se nos fue la cabeza. Sin embargo, no hubo ninguna reprimenda más allá de la que me dio mi propia madre en cuanto se lo conté. Espero que María no me odie, no tengo pensado dejar de ver a su hija a corto plazo...

De nuevo el grupo rio, pero Iván se mantuvo serio. No lo decía de broma. Con todo lo que había pasado entre ellos, sentía que ahora más que nunca debía seguir con Celia. Lo que había atestiguado era algo muy gordo y quería estar a su lado en ese momento tan vulnerable de su vida. Podían reducir el significado de esa pelea a una locura juvenil, pero la realidad es que era mucho más: Iván había descubierto que estaba dispuesto a llegar a las manos por Celia y eso era algo que no le hacía sentir del todo bien. Le gustaba fumar, bromear y tener rollos de una noche, sin embargo, nunca había sido una persona violenta. La única vez que se había pegado con alguien fue a los quince años y la razón de semejante altercado tenía origen en que su contrincante le llevaba fastidiando durante todo el año a base de insultos y burlas.

¿Qué le había pasado exactamente esa mañana?

—Oye, ¿y Pablo qué hizo luego? ¿Se marchó sin más? —preguntó Álex—. No me cabe en la cabeza que ese gilipollas haya sido capaz de retirarse de una vez por todas.

Iván negó y dio otra calada al cigarro.

—Antes de irse me dijo que todo esto era culpa mía. —Sonrió con amargura—. Pero creo que ya ha terminado. No sabéis la cara que puso cuando el padre de Celia le amenazó. Creo que Pablo sintió miedo de verdad. Él siempre ha tenido claro que yo soy su rival, pero es evidente que no esperaba enfrentarse ni a Francisco Pedraza ni a la Policía Nacional. —Volvió a negar con la cabeza—. Es demasiado cobarde para intentarlo otra vez. No quiero ser negativo, pero seguramente ahora les toque a Sandra o a Marta aguantarle...

—Pobres chicas... —suspiró Paula—. Ojalá se den pronto cuenta de quién es Pablo en realidad.

Los demás asintieron con pesadez y enmudecieron. Cada uno sacaba sus propias conclusiones de aquella fatídica historia, pero, en todas las versiones, el grupo se compadecía de las chicas. Especialmente de Marta, que llevaba prendada de Pablo tanto tiempo que le era casi imposible distinguir la realidad de la ficción.

—¿Es normal que me sienta enfadado con Celia? —preguntó Iván en un murmullo.

Todos le miraron interrogantes. Era difícil que el chico pudiera reprocharle algo a su vecina, pues cada vez que hablaba de ella parecía que una nube rosa le rodeaba y que todo le sabía a gloria. Sin embargo, el amor no es sinónimo de falta de cordura, en contra de lo que nos quieren hacer creer. Iván adoraba a Celia y también estaba enfadado con ella. ¿Por qué tuvo que bajar? Habían acordado que no lo haría, que él se lo contaría todo al subir, pero tuvo que poner la oreja en el interfono y... Era evidente que lo que fuera a decir Pablo no sería algo bueno de ella. ¿No podía haberlo dejado estar? ¿Ignorar a su ex para poder disfrutar de la mañana con Iván sin altercados?

—Pero ¿por qué estás molesto con ella, tío? —preguntó Jorge—. A mí me parece que no tiene la culpa de lo que pasó...

—En cuanto llegó Pablo, los dos sabíamos que nada bueno iba a suceder. En fin, no es un sorpresa, ¿verdad?

—No, no lo es, pero no puedes reprocharle que quisiera curiosear —intervino Paula—. Ese imbécil se ha pasado con ella muchísimo. Si yo fuera Celia, también querría decirle cuatro cosas.

—Pero Pablo siempre va a ser Pablo. —Iván se recostó sobre la silla y buscó las palabras idóneas para expresar lo que pensaba—. Si queremos estar juntos, ¿no debería ser capaz de ignorarle para centrarse en mí? Yo estaba dispuesto ha hacerlo por ella. ¿Creéis que no quería pegarle una hostia al capullo ese desde hace meses? Claro que sí, aunque si me dan a elegir entre una mañana con Celia a una pelea con Pablo, no dudo en seleccionar la primera opción. Me importa poco si Pablo no aprende la lección en su vida, mientras yo pueda vivir la mía tranquilamente con ella.

—Y seguro que Celia elegiría lo mismo. —Paula se incorporó un poco nerviosa. Veía hacía donde se dirigía esa conversación y sentía que debía defender a su amiga a toda costa—. Pero no puedes exigirle que sea precavida y prudente siempre. ¿Quién no reaccionaría como ella? Si yo oigo que alguien que me ha hecho tanto daño actúa así, tampoco podría contenerme. ¡Las personas no somos de hierro!

—Sí, pero Iván se refiere a que todo esa situación era evitable —aclaró Álex.

—Eso no lo pone en duda nadie, pero hacer responsable a Celia por haber perdido la compostura es muy injusto... —siguió defendiéndola Paula.

—La entiendo, ¿vale? No estoy enfadado por eso. —Iván cortó a la novia de su amigo—. ¡Es que yo no quería pegarme con nadie! Bajé dispuesto a evitar ese final a cualquier coste, pero, cuando ella apareció y todo se puso feo de verdad, no supe contenerme. ¿Tanto poder tiene Celia sobre mí? ¡Me da rabia!

Los demás enmudecieron. Era una pregunta algo tramposa: ninguno de los otros cuatro sabía exactamente cómo convencer a Iván de que ese detalle no tenía importancia porque la verdad era que sí se había metido en una pelea y encima le había tomado los datos la Policía Nacional por ello. No se puede catalogar de tontería una situación que ha acarreado tantas consecuencias nefastas...

—Oye, Iván, ¿no has pensado que quizás no te pegaste con Pablo por Celia? —sugirió Álex mirándose las uñas.

—¿A qué te refieres?

—Él y tú habéis sido cercanos desde el instituto. ¿Qué edad teníais? ¿Trece? —Silbó—. Media vida a tu lado, tío. Por muchas veces que le llamemos gilipollas, eso no quita que durante diez años fue tu amigo y que te ha fallado.

Iván no dijo nada, pero las palabras de Álex hicieron mella. Lo que insinuaba su mejor amigo era que en realidad Celia solo había sido el detonante de una guerra que iba a ocurrir sí o sí. Alegar ser un impotente abanderado de la causa de su vecina era mentira. Ella había incumplido su promesa, sí, aunque antes le pidió a su vecino que no bajara y se quedara a su lado. Iván no la escuchó. Así que puede que Álex tuviera razón y en realidad su pelea con Pablo no se había debido a una necesidad de proteger a Celia, sino a la de vengarse a sí mismo por los continuos desprecios que le había hecho su examigo.

—No sé, puede que me sienta algo decepcionado con él... —Dejó la frase a mitad y se encogió de hombros—. No importa, en cualquier caso tengo que hablar con Celia de lo de ayer.

—¿Sabes que hoy es su cumpleaños? —inquirió Paula.

Iván alzó el rostro con una expresión de sorpresa y negó con la cabeza tres veces seguidas.

—¡¿Y me lo dices ahora?!

Ella rio.

—Tranquilo, no creo que ella espere que lo sepas. —Sonrió con ternura—. Pero podrías sorprenderla con un regalo, ¿no crees? Yo tengo una idea que le haría mucha ilusión.

—Si la compartes conmigo y me da tiempo a prepararla antes de la cinco y media de esta tarde, te invito a una paella el fin de semana que viene —ofreció de carrerilla—. A ti y a Alberto por extensión, obviamente.

—Invítanos a todos ya que estás, no seas maleducado —reprochó Jorge—. Que somos unos buenos amigos y nos merecemos que nos mimes de vez en cuando.

Rieron a carcajadas y Paula relató con detenimiento una situación que vivió con Celia a finales de febrero. Dentro de su anécdota se encontraba el posible regalo de su amiga cuya simbología era bestialmente acertada para el momento. Iván agradeció la propuesta, pagó su cerveza y marchó en dirección a una zapatería en la que una vez, hace muchos años, María Moreno compró una chapines rojos de charol para actuar en una obra de teatro de El mago de Oz. Según Paula, allí vendían unos zapatitos de cristal perfectos para su Cenicienta.

Así iniciamos la parte 4, con el cuento de Blancanieves, que es la viva descripción de Celia.
Ella mordió la manzana, cayó en la trampa de un amor inmaduro, Iván la obsequió con el beso de amor verdadero que debía despertarla y, sin embargo, aquí seguimos.

¿Por qué no se rompe el maleficio?

No sé, a lo mejor con el cuento de Cenicienta, que es el que viene en el siguiente capítulo, Iván y Celia comprenden unas cuantas cosas más...

Pista: capítulo 2 de la parte 2... 

ESTAMOS A 2 CAPÍTULOS DE DESPEDIRNOS Y YO VOY A LLORAR PORQUE ESTE LIBRO LLEVA CASI UN AÑO Y MEDIO SIENDO MI VIDA 🥺🥺🥺🥺

No olvides darle a la estrellita, si has llegado hasta aquí eres ya parte de la vida de Celia y te quiero un montón por haberme acompañado en esta aventura!! ⭐️

Nos vemos mañana con el cap 2, parte 3 (o si no, el jueves) :)

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