Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✰ 39. ENFRENTAMIENTO

Que si te quemas, yo también me quemo

Punto y aparte - Morat

La Plaza de Cánovas era el reflejo de la juventud valenciana en pleno auge de espíritu fallero. Se oía música y más ruido que durante el día. Las calles estaban abarrotadas de gente riendo, gritando y bailando. Parecía una gigantesca discoteca al aire libre, donde las chicas tuvieron que agarrarse del brazo unas a otras para no perderse.

—La borrachera fallera —comentó Inés en un suspiro—. Llevo esperando para pegarme una durante todo el año.

Las otras cuatro rieron ante las ocurrencias de Inés y se unieron al ajetreo llenas de vitalidad. Aquella plaza era de tamaño abismal y se dividía en dos semicírculos por la Gran Vía Marqués del Turia. Así que, a pesar de haber llegado a destino, era prácticamente imposible saber dónde estaban Pablo y los demás.

—Bueno, chicas. Yo voy a llamar a Sara, que se supone que anda por aquí con sus amigas de la falla —dijo Noe—. Celia, llama a Pablo; Inés, a Paula, y Fátima, a vuestros amigos de la universidad. ¡Aida, tú a mi lado bien quietecita! Que nadie le dé otra copa.

Esta última asintió enérgicamente y se apoyó en el hombro de Fátima con una expresión angelical que denotaba el estado de intoxicación etílica en el que se hallaba. Su amiga no pudo evitar reírse al verla tan soñadora.

Los siguientes diez minutos los pasaron hablando por teléfono, cada una con su respectivo interlocutor, una mano agarrando el móvil y la otra tapándose el oído que quedaba libre para reducir el ruido de fondo.

En ese caos, Celia consiguió averiguar que Pablo estaba con el resto de sus amigos del instituto justo en el centro de la plaza, en la calle peatonal que dividía la avenida en dos carreteras de direcciones opuestas. En medio de todo aquello se elevaba la fuente con el monumento en homenaje a Cánovas del Castillo, expresidente del Gobierno español del año 1895. Dicha fuente estaba repleta, como toda la plaza en sí y calles colindantes, de gente joven hablando, riendo, gritando y bebiendo.

—A la salud del señor Cánovas —brindó Inés antes de sorber otro trago de su bebida—. Paula dice que está en el barrio de Ruzafa con sus amigas de la falla y Alberto. Así que no creo que vengan hasta aquí.

—A mí Sara me ha confirmado que en un rato se acerca a la fuente —comentó Noe—. ¿Sabéis algo de vuestros amigos de clase, Fátima?

La chica asintió colgando su llamada.

—Están al caer, van a la fuente también.

Celia suspiró. Tocaba cruzar el paso peatonal y llegar hasta Pablo —y por accesorio, a Marta—. Al poco de hacerlo, la joven de cabellos como el ébano divisó el cuerpo sentado de su novio apoyado en un borde del monumento. Llevaba puesta una parca con capucha de pelo y su cabello rizado, alborotado e increíblemente sensual, se mecía al ritmo de su cabeza. No paraba de reírse con lo que quiera que estuviera hablando con sus dos colegas del instituto. Si Celia no recordaba mal, esos chicos se llamaban Juanmi y Victor. Llevaban todos una vaso de plástico transparente en la mano al que daban breves tragos cada cierto tiempo.

Los oscuros ojos de Pablo se cruzaron con los de Celia desafiando la ruidosa multitud que se interponía entre ambos. Esbozó una sonrisa ladeada y Celia sintió que las piernas le temblaban. Madre mía, es que era tan guapo... No bajó de las nubes hasta que escuchó a Aida susurrarle al oído.

—Joder, ese tío que te esta mirando desde la fuente está buenísimo. —Asintió mientras lo decía—. Creo que quiere tema contigo.

—Ese tío es Pablo —comentó Noe—, su novio.

La compañera de universidad de Celia parecía gratamente sorprendida y profirió una exclamación que repetía:

—Joder, tu novio está buenísimo.

Celia rio, aunque una parte de ella se sintió tremendamente orgullosa al escuchar a Aida hacer ese comentario. Ella estaba totalmente de acuerdo, Pablo era tan atractivo que apenas podía contener las ganas de besarle cada vez que le veía. Aquella no iba a ser la excepción.

Su novio se levantó del improvisado asiento y caminó hacia ellas sin deshacer su deliciosa sonrisa. El peculiar rizo oscuro y rebelde se mecía en su entrecejo a cada paso que daba esquivando a la gente.

Por Dios, parecía una escena sacada de 10 razones para odiarte. Él era Patrick y Celia, Kat. Se moría por besarle.

Sin embargo, la recibió un poquito más distante que otras veces, con un ligero roce de sus labios en la mejilla de ella. Luego, tan educado y a la vez juguetón como era él, saludó al resto de sus amigas y las presentó al grupo.

Las chicas se apoyaron alrededor de la fuente y Pablo volvió a sentarse en el bordillo en el que estaba antes, atrajo el cuerpo de Celia hacía él y la instó, con un discreto estirón, a que se sentara sobre su regazo. Ella le pasó un brazo por los hombros y se involucró en la conversación que mantenía su novio con Víctor y Juanmi.

Pablo podía decir lo que quisiera, pero esa rubia estaba muy pillada por él. Seguía igual de hostil que siempre, aunque a esas alturas a Celia le importaba tan poco que ni se molestaba en devolverle las miradas de odio.

—¿De qué hablabais? —preguntó.

—Víctor nos está contando que anoche se hizo a una en un parque —dijo el tal Juanmi.

Celia abrió los ojos sorprendida y fingió que le parecía normal conversar sobre la vida sexual del amigo de Pablo. Apenas le conocía.

—Lo que yo digo, es que esa tía era gilipollas. —El mencionado  parecía indignado—. O sea, ¿es que no le da vergüenza? Estábamos en un puto parque, por Dios...

—¿Pero qué pasó? —Celia buscó la mirada de Pablo para que le aclarara las dudas.

—Que anoche se encontró en una discoteca con Andrea Llorenç —respondió su novio—. Una chavala de nuestra edad con la que él estuvo quedando hace meses. Hizo las prácticas con Juanmi.

—¿Y por qué es gilipollas y no tiene vergüenza?

Ese último interrogante provenía de los labios carmín de Noe, que se había infiltrado entre los presentes con la idea de participar de la juerga. Sin embargo, por mucho que Celia y Noe estuvieran dispuestas a pretender ser lo más agradables y divertidas del universo, nada las preparó para lo que el amigo de Pablo  dijo a continuación.

—La muy guarra me la chupó en un parque y unos tipos nos pillaron de pleno. No sabes qué corte, tío. ¿Cómo se le ocurre?

Ambas amigas se miraron al mismo tiempo, las dos con la misma cara de incredulidad que daba a entender que no sabían cómo proceder ante el comentario tan despectivo de Víctor. A Noe la cara se le contrajo en una mueca imposible de disimular y juzgó con la mirada las pintas de ese chaval con delirios de grandeza que se creía con poder suficiente para etiquetar a una mujer de guarra.

—A ver... —Trató de mediar Celia en un tono conciliador—. Ella te la chupó porque tú querías... ¿no?

—Estamos hablando de una práctica en la que necesariamente participan dos personas —añadió Noe—. No creo que sea posible llamar guarro a uno sin que lo sea el otro también. ¿O acaso te coaccionó?

Celia reprimió una carcajada justo a tiempo. Conocía a Noe a la perfección: ella era, al igual que Inés, de la clase de personas que no tenía filtro. Víctor le echó una mirada asesina a su amiga y luego otra del mismo talante a Celia. Finalmente interrogó a Pablo con los ojos, quizás como queriendo reñirle por no ponerle bozal a su novia. Enfrentó, con esa cara de tonto que tenía, cejas espesas, rostro pecoso y cuerpo fornido impregnado de tatuajes, el semblante de Celia.

—Ofrecerse a chuparle la polla a alguien en medio de un parque a mitad de noche dice muchísimo de una persona —repitió.

—Aceptarlo también —rebatió la otra.

—E ir contándolo por ahí para ridiculizar a Andrea, quien por cierto ni siquiera está aquí para poder defenderse, más todavía. —Noelia dio un trago a su bebida disimuladamente.

Celia sintió la mirada de todos los amigos de Pablo fulminarlas, pero ambas se mantuvieron firmes. Ella buscó el apoyo de su novio para sorprenderse encontrando su sonrisa juguetona. ¿Le divertía ese enfrentamiento o a qué se debía la risita traviesa?

—Tío, me parece que te han pillado —dijo el chico sujetando a Celia de la cintura y dándole un beso rápido en el hombro.

Inesperadamente, el aludido se rio a carcajadas. No parecía molesto y trataba de restarle importancia a los comentarios de Celia. Noe, por otro lado, estudiaba al grupo de subnormales que la rodeaban y luego interrogaba con una expresión muy juiciosa a la joven de cabellos oscuros. Claramente le preguntaba qué hacían perdiendo el tiempo con esa gente.

—Está bien, nenas, tenéis razón —cedió Víctor—. Yo también soy un guarro. Pero no es a mí a quien pillaron de rodillas con la boca abierta y una polla dentro.

Era obvio que las personas como él tenían que llevar ese remate final. No podían simplemente callarse y asumir que el resto del universo pasaba de sus opiniones. Celia esperó que fuera alguien distinto a ella quien detuviera a Víctor en sus repulsivos comentarios. Para ser más precisa, esperó que fuera Pablo quien lo hiciera. Mas no lo hizo.

Noe la miró y transmitió con sus oscuros ojos lo que ambas estaban pensando. Menudo atajo de capullos. Así que, asqueada por el comportamiento de los amigos de Pablo, Celia se levantó, alejando su cuerpo del de su novio, y procedió a despedirse de la manera más emblemática que se le ocurrió.

—Tienes razón, Víctor. Que una tía se arrodille a chupársela a otro es humillante y totalmente indignante. Dice mucho de ella. —Y mirando a Pablo repitió lentamente—. Por eso yo, nunca, nunca, nunca, pienso cometer el nefasto error de Andrea. Porque... ¿Quién sabe? A lo mejor el tío es exactamente como vosotros y le cuenta a sus amigos lo guarra que soy justo a la mañana siguiente.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, se alejó de ellos con Noe detrás. La rubia le pasó un brazo alrededor del cuello y la felicitó por su comentario. Dijo que se lo tenían todos bien merecido.

A un par de metros de ella, divisó a sus amigas de la universidad y a Inés charlando alegremente con un grupo de chicos. Tardó unos minutos en darse cuenta de que eran Arnau, Marc y el resto de compañeros de Farmacia. Celia se detuvo en seco y respiró hondo antes de acercarse al resto.

—¿Por qué tengo la sensación de que esta noche va a ser una mierda? —Suspiró—. Pasamos de unos imbéciles para cambiarlos por otros.

—Ya, eso porque los amigos de tu novio son gilipollas y los chavales de tu universidad también —aclaró Noe impasible—. Estamos rodeadas, pero al menos Fátima y Aida son muy divertidas.

La forma en que su amiga se había expresado consiguió arrancarle una sonrisa sincera.

—¿Te puedo hacer una pregunta comprometida? —dijo la rubia.

—Claro.

—¿Pablo te ha pedido que se la chupes? Me ha parecido que todos hemos entendido eso cuando le has pegado el corte con el último comentario.

Celia apretó los labios y dio un trago rápido a la bebida antes de contestar. Odiaba contarle a cualquiera sus problemas más íntimos, pero visto lo bien que había ido esa mañana hablando de sexo con Rebeca, decidió sincerarse también con Noe.

—Sí, me lo pidió hace unos días. No lo he hecho, pero tampoco me lo había tomado como una práctica humillante o indigna... —Suspiró—. Sin embargo, al ser mi primera vez, quería esperar a un momento en que me sintiera cómoda y preparada. Aunque después de esta conversación, si hacerlo va a suponer que vuelvan a hablar mal de mí a mis espaldas creo que prefiero evitarlo. No quiero pasar de ser una calientapollas para convertirme en una guarra.

—Pues me parece que Pablo se va a quedar sin mamada. —Simplificó Noe bromeando—. Todo gracias a su amiguito el cazurro.

Irremediablemente las dos prorrumpieron en enormes carcajadas y trataron de integrarse en el otro grupo. Celia no vio a Carlos al principio, algo bastante extraño siendo este un chaval que medía aproximadamente metro noventa, y eso era porque se había sentado en un banco y pasaba por discreto. Le saludó sonrojado, alzando un brazo al aire en dirección a ella. Celia estuvo a punto de ignorarle, pero finalmente, cedió y le saludó de vuelta..

—Oye, ¿Iván no es del grupo de Pablo? No está aquí, ¿verdad?

Tan centrada como lo estaba en la gran cantidad de gente que había en esa plaza, la realidad es que Celia no llegó a plantearse la observación de Inés. Como siempre, pensar en Iván le hizo sentir una punzada de nervios. Recordó haberle visto de espaldas en el pasillo del alcohol del supermercado comprando ginebra con su amigo. Eso suponía que él también había salido esa noche.

—Sí que lo es —respondió Pablo—. Pero hace bastante que no sale con nosotros. Seguramente esté con sus colegas del gimnasio.

Tampoco había visto a Pablo seguirla hasta el momento en el que le escuchó contestar a Inés.

Algo abrumada, miró el vaso de plástico y comprobó que lo que estaba bebiendo era legal y no alguna clase de alucinógeno que estaba consiguiendo que no se enterara de nada esa noche. Con estas pintas de tonta de remate la pilló Pablo quien, esbozando una de sus divertidas sonrisas, le quitó el vaso de las manos y le dio un trago.

—Está un poco fuerte —comentó.

—Eso me temía.

—¿Tienes un momento?

—¿Para qué? —preguntó como si no supiera que esa charla estaba motivada por el comentario que le había soltado a Víctor exponiendo sus relaciones íntimas.

—Para hablar. Los dos solos.

Escuchó a los demás hacer un coro de voces insinuando que se venía tensión en el paraíso, aunque la realidad es que, lejos de ello, el semblante de Pablo era más bien de buen humor y poca importancia. Celia asintió y se retiró unos metros del grupo acompañada por su novio. Se estaba poniendo muy nerviosa.

—¿A qué ha venido todo lo de antes, princesa?

—Explícate mejor —siguió haciéndose la loca ella.

—Ya sabes de qué hablo, Celia. Casi matas al pobre Víctor con tu mirada de asesina en serie y luego has soltado delante de todos que no me la vas a chupar en tu vida. —No lo reprochó ofendido, sino confuso—. Yo creo que a nadie le importa lo que hagamos tú y yo en la intimidad, ¿no te parece?

Ella no dijo nada por un momento y llegó a pensar que su comportamiento había sido infantil e inapropiado. Tan orgullosa que estaba hace unos minutos y ahora se sentía ridícula.

Justo en el momento que abrió la boca para disculparse, vio caminando detrás de Pablo a un chico muy parecido a su ángel de Alma. No era él, eso lo comprobó casi al instante, cuando pasó por al lado de ellos y pudo verificar que su rostro no coincidía con aquel atractivo ser que hacía pocos días casi la había dejado incapacitada avasallándola con un monopatín. Sin embargo, al recordarle revivió en un intervalo de tres segundos la conversación que mantuvieron en su primer encuentro. Él dijo que no existían las guarras, zorras o calientapollas, sino personas con mentalidades de mierda que inventan esas palabras.

Su mirada azulada se posó sobre los oscuros ojos de su amor y pensó que el desconocido se había referido a gente como Víctor y Pablo al decir aquello.

—No lo entiendo —masculló—. ¿Qué diferencia hay entre esa chica y yo? ¿Por qué está bien lo que tú y yo hagamos en la intimidad pero no lo que ella haga con Víctor?

—Bueno, para empezar tú no vas chupando pollas en los parques a chicos con los que llevas cuatro días. Tienes un poco más de amor propio.

Ella bufó. Menuda hipocresía la de su novio.

—Te hice una paja al tercer día de vernos en un piso sin amueblar que bien podía haber sido tu picadero personal  —objetó—. Nunca te lo he preguntado, por cierto, ¿lo es?

—¿Mi picadero personal? —Pablo frunció el ceño molesto con la acusación—. No, Celia, claro que no... ¿Qué te pasa esta noche? Estás a la defensiva todo el rato.

—No sé, Pablo, estoy un poco confundida, no te voy a mentir. —Se encogió de hombros y agachó la cabeza—. Me ha parecido que erais unos gilipollas hablando así de esa pobre chica y he sentido que yo podía ser la próxima cuando dentro de unos meses decidas que no valgo lo suficiente para ti.

Ya está. Lo había dicho. Ahora le tocaba a él tranquilizar sus demonios y demostrar que esos pensamientos intrusivos estaban equivocados.

—¿De qué hablas? Yo no estoy contigo para pasar el rato, Celia, me gustas muchísimo, ya lo sabes. Te dije que te quería, te he presentado a mis amigos, he conocido a los tuyos... —De pronto profirió una exclamación y dejó caer las palmas de sus manos en el pantalón en un gesto que transmitía lo abrumado que se sentía—. De verdad, ¿qué coño está pasando?

En algún momento, la disputa se había transformado en una especie de enfrentamiento a dos bandas y Celia pensó que nunca se había sentido más alejada de Pablo como en ese momento. Ya no sonreía confiado, ahora estaba serio y miraba en todas direcciones evitando los ojos claros de ella.

—No lo sé —repitió la joven—. Creo que no ha estado bien que hablarais así de Andrea. Me ha parecido bochornoso...

—¡Pero si yo no he dicho nada! —la interrumpió airado—. Enfádate con Víctor si quieres, pero yo no tengo la culpa...

—Tampoco le has detenido y eso te hace cómplice.

—Bueno es que... —Buscó la forma de justificar su actitud—. Estamos de fiesta, bebiendo, riendo... No he pensado que tuviera que actuar de ninguna manera, solamente trataba de pasármelo bien con mis amigos.

Miró a Celia a los ojos, quien esperaba pacientemente una señal que le diera a entender que Pablo había captado el mensaje y esa discusión iba a finalizar de una vez por todas. No le gustaba que hubiera tensión entre ellos. La única tensión medianamente aceptable que podía tolerar era la sexual.

—Vale, está bien —cedió él después de ver que su novia no estaba dispuesta a bajar la guardia respecto a ese tema—. No hemos debido meternos con ella a sus espaldas. Víctor ha actuado como un cerdo y yo debí haber hecho algo por frenarle desde el principio.

—Me alegra que lo entiendas —se limitó a responder ella.

—Pero Celia, yo jamás iría contando nuestras intimidades por ahí. Necesito que lo sepas. Lo que pasa entre tú y yo es solo cosa nuestra.

Ella asintió, visiblemente aliviada por las palabras de Pablo. Ya le costaba horrores introducirse en el nuevo mundo de amor y el sexo, como para encima contar con un nuevo frente al que plantar cara.

Hasta esa noche, no se le había ocurrido que alguien más a parte de Pablo tuviera que conocer las cosas que hiciera ella con él en privado.

¿Conocéis al típico grupo de amigos más cerrado que una caja fuerte que no le gusta incluir a gente nueva? Yo me he encontrado con muchos de este tipo y siempre he pensado que actuar así les hace aburridos. ¿Que pensáis? Os leo 👀

Parece que los amigos de Pablo vienen con ganas de provocar la ira de Celia, ¿qué creéis que debe hacer ella?

Recordar la estrellita si os esta gustando el capítulo ⭐️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro