Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo Extra 43.2.- La Isla de Torng

Al pisar la isla rápidamente mi corazón comenzó a sentirse inquieto, y no a esa emoción ni ansiedad que siento horas antes de chocar espadas con un rival, no, esto era distinto. Había algo distinto en esta tierra y mi cuerpo podía sentir su rareza e incomodidad. Me detuve mirando las grandes montañas y mientras analizaba el lugar mis hombres comenzaron a investigar los alrededores.

– ¿Qué te ocurre? – pregunto Cathal acercándose.

– ¿No sientes algo extraño?

–Es solo una isla muy silenciosa.

–El silencio nunca es muy bueno viniendo de un lugar que no conocemos.

–Vamos hombre, no te preocupes, recuerda que eres uno de nosotros.

Lo miré un poco extrañado y con bastantes dudas e inseguridades, pero también entendía que mi persona había cambiado y también me había vuelto inseguro ante muchas cosas.

Caminamos entre rocas y árboles, un pasadizo hecho de forma natural nos dio la bienvenida al interior de bosque.

– ¿Has visto arboles tan grandes como estos? – preguntó Thiao.

–Son gigantes, deben tener muchísimos años– dijo Marlen golpeando uno.

Las raíces de ellos eran enormes, sus troncos tan gruesos como una casa, sin duda era una isla que no muchos visitaban. Se podía notar que no había mucha interacción con humanos.

Mire el barco detrás de nosotros y lo único que quería era volver, no tenía ganas de nada. Respiré profundo y seguí caminando, era incapaz de tomar mi espada así que solo tenía unas dagas, unas estúpidas e insignificantes dagas. La espada de mi madre la traía, pero nunca llegaría a ocuparla, me negaba a mi nueva realidad.

Caminamos por unos 15 minutos hasta que encontramos un lago en el medio de un prado sin árboles. Era hermoso, había piedras gigantes como un huevo y un rio que venía de lo alto de las montañas bajaba a terminar allí. Lo extraño de todo era que solo se escuchaba el sonido del agua, no había ni pájaros que cantaban, ni el viento hacer sonar los árboles. Silencio total.

De repente hundido en mis pensamientos sentí que un rayo nos atravesó con fuerza, no fui solo yo, sino todos caímos al suelo y la vista se nublo. No podía ver nada, de hecho, no había nada.

– ¡Hey! – Grite poniéndome de pie y desenvainando la puta espada de forma inconsciente– ¿Dónde están?, ¡Muéstrense!

¿Dónde estaba el pasto? ¿Dónde estaba el suelo? No podía ver lo que pisaban mis pies, mis ojos solo veían oscuridad, negro por todos lados. Podía solo verme, ver mi cuerpo, mis manos, pero ¿Dónde están los demás?

– ¿Qué deseas? – dijo una voz a lo lejos. Era una voz bastante grave, ronca y varonil.

– ¿Quién eres y qué quieres? – ¿Dónde podía apuntar mi espada? Ni siquiera era capaz de saber en qué dirección venía la voz.

– ¿Qué deseas?

–Quiero vino.

–Quiero poder casarme.

–Quiero una morena, una hermosa mujer.

–Quiero matarlos a todos.

–Quiero venganza.

–Quiero su perdón.

–Quiero otra oportunidad.

–Quiero su amor.

– ¡Cathal, Eiric, Thiao! – grite al definir algunas de sus voces– Kurok, escúchenme.

– ¿Qué deseas? – volvió a decir la voz aún más cerca de mí.

–No deseo nada. Dime ¿Quién eres? – Mi mente comenzaba a desesperarse, cuando al fin una luz se iluminó a lo lejos, era tan fuerte que nada podía ver de allí así que, con mi brazo, tape mis ojos. Podía escuchar más voces de los demás, pero no los podía ver, solo era yo y esa luz– muéstrate, ¡Qué te muestres!, No te tengo miedo.

–No.

– ¿Qué... quién eres?

–La pregunta es– dijo la voz. Podía sentirlo tan cerca y aunque la luz acortaba mi visión, empuñe la espada con ambas manos y busque a mis alrededores sin éxito. Fue cuando en mi oído susurró– ¿Quién eres tú?

Caí al suelo con el bello de mis brazos pegados al cielo, en mi vida había sentido tanto miedo y terror a lo desconocido. Pero había aquí algo que no podía controlar.

– ¿Estoy muerto? – pregunté al verme de pie justo al frente de mí. Era un hombre con mi apariencia, con mi pelo, mi ropa, era yo.

–Si lo estuvieras ¿Cómo es que yo te veo? –dijo.

– ¿Qué es esto?

–Esto – dijo mirando a todos lados mientras sonreía– esto eres tú.

–No, no estoy loco.

–No soy yo quien está hablando consigo mismo.

– ¿Me dirás quién eres? – me puse de pie y extrañamente mire a la persona que estaba frente a mí, me mire a mí mismo ¿Así realmente me veo?

– ¿Me dirás qué deseas?

–Deseo que te vayas y me devuelvas a la isla.

El al escucharme hizo un sonido negativo con su boca mientras con su dedo índice me indicaba que no.

– ¿Deseas oro?, ¿Riqueza?, ¿Amor?... ¿Sexo? – dijo agarrándose la verga mientras sonreía levantando solo un lado de la boca.

Mientras hablábamos los sonidos de los demás si se escuchaban, podía sentir el llanto de algunos, los gritos de otros, gemidos y risas.

– ¿Eres algún dios?

–Interesante pregunta, si te digo que si ¿Me dirás tú deseo?

–No has contestado ninguna de mis preguntas. Además, te dije un deseo y aún estoy aquí.

–Porque no es realmente tu deseo.

– ¿Cumplirás mi deseo más profundo?

–Claro, te escucho.

– ¿Eso has hecho con mis hombres?

– ¿Qué deseas?

– ¡¿Es lo único que dirás?!

–Dime tu deseo y conversaremos mejor.

–Yo... yo...

Estaba pensando en que desear, un deseo profundo. ¿Qué podría haber deseado antes y cuál sería mi deseo ahora? ¿Un cuerpo nuevo?, ¿Poder perder parte de mi memoria? ¿Olvidar? ¿Morir?

Pero mientras más pensaba mi mente decía lo imposible de tan absurda petición y me negaba, o sea ¿Qué diablos estoy pensando? ¿Qué estoy haciendo?

Fue ese momento que de repente todos mis soldados aparecieron, en el mismo orden donde habían estado. Cathal a unos metros de mí y Eiric más al frente pero no todo volvió a la normalidad. Aún estaba oscuro y el yo con el que hablaba ya no estaba.

–Estúpidos humanos– dijo una voz y con rapidez aparecieron unas enormes sombras detrás de cada uno de mis soldados y con grandes espadas desenvainaron arriba de sus cabezas.

– ¡NOOOOO CATHAL, EIRIIC! – grité con fuerza, con todas las fuerzas de mis pulmones mientras veía que las espadas se incrustaban en sus cabezas y sentí un sentimiento muy conocido, peligro.

Alce mi espada sobre mi cabeza y cayendo de espalda al suelo, sentí un gran golpe que crujieron los huesos de mis brazos, las lágrimas que se habían asomado en mis ojos entraron con rapidez y me concentre en lo que tenía delante de mí, un gran gigante.

Su fuerza era descomunal y mis brazos no sostendrían la espada por mucho tiempo, sentía dolor. Dolor por todo mi cuerpo, este era el fin.

Dos gigantes más en forma de sombras se acercaron a mí y pude sentir las puntas de sus espadas abriéndome el estómago, la armadura no era nada para ellos y entre el inmenso dolor cortando el cuero pensé– me rindo– Ya era un soldado roto y quebrado ¿Qué más podía hacer?

–Morir– dije como un niño pequeño.

– ¿Cuál es tu deseo?

–Morir– ya solo lo pensaba, ni siquiera podía escuchar mi voz salir. Mi garganta estaba degollada y me estaba ahogando en mi propia sangre.

–Mi nombre es Thicio y soy el Señor de los gigantes.

¿Hay pensamientos después de la muerte?... La respuesta es No.

Desperté con una gran bocanada de aire, asustado y desorientado. Toque con rapidez mi garganta y me revise el pecho, la armadura estaba intacta y mi cuerpo también. Aunque la sensación no desapareció por completo, el dolor fantasma se quedó allí unos minutos.

Había vuelto y al parecer no era el único, mis soldados igual estaban en el suelo y se levantaban con lentitud mirando todo a su alrededor.

– ¿Leo? – dijo Cathal volteando se a mirarme aún en el suelo.

– ¿Qué pasó? – el meneo la cabeza sin darme respuesta, todos nos miramos unos a otros y con lentitud nos pusimos de pie. Todos tenían en sus rostros el miedo corriendo por sus venas.

– ¿Estás bien? – pregunto Eiric acercándose y tocándome el brazo.

–Sí, ¿Todos están bien?

–Si Señor.

–Todo bien aquí– contestaron algunos.

–Bien, agarren sus cosas y marchémonos de aquí– quería correr, pero me mantuve en calma. Me había vuelto un cobarde.

–Si Señor.

– ¿Qué fue todo esto? – Kurok se acercó mientras arreglaba su pantalón– en un minuto estaba con una morena y al otro luchando.

– ¿Brujería? – pregunto Thiao.

–Fue como un sueño– dijo Lucas mirándonos un poco enojado.

– ¿De verdad estás bien?

–Si Cathal– dije mirándolo detenidamente a los ojos– todo está bien ¿Si? Quédate tranquilo.

–Bien, ¡Movámonos! – grito haciendo una seña con su brazo y todos comenzaron a caminar.

Observé un poco a los soldados que lentamente caminaban en dirección al barco cuando de repente escuché otra vez su voz.

– ¿Me escuchas? – voltee nuevamente a mirar a los alrededores, pero solo veía árboles, tierra y soldados.

¿Estará entre ellos?

–Oye, te escuché decir que estás bien– dijo Marlen a unos pasos de mí, caminando con los hombres– pues estas un poco pálido, ¿Deseas que te acompañe?

– ¿Has escuchado algo?

– ¿Dices después de despertar? – dijo con una cara un poco más asustada.

–No, no es nada – sonreí para tranquilizarlo, pero yo no estaba tranquilo– ¿dijiste que te llamas Thicio? – susurré despacio.

–Eres un humano muy interesante.

– ¿Qué quieres?

–Deseo conocer más.

– ¿Conocer?, No me tomes por tonto.

–No lo eres, pero no conocía a hombre con un deseo tan extraño como el tuyo. Si quieres morir pues ve y hazlo, es gratis.

–Estaba muriendo– pensé, pero no. El sentimiento de terminar con mi vida había vivido conmigo los últimos 10 meses.

–Cuando pisaste la isla no estabas muriendo aun así tú deseo fue el mismo.

– ¿Me has escuchado? – ¿Puede leer mi mente? Quiero descubrir que fue lo que tome para estar viviendo esto.

–Ya que tú deseo no cambia el final de tu vida, podrías hacer un pacto conmigo. He perdonado la vida de tus hombres incluyendo la tuya. Debes pensar en el pacto que te ofrezco.

– ¿Estás diciendo que por habernos dejado con vida ahora te debo algo? – dije deteniéndome apoyando mi mano en un árbol.

–Mi Señor– dijo un grupo de soldados bajando la cabeza, respondí a ellos disimulando la voz.

–Solo piénsalo.

– ¿Si me niego nos aniquilaras?

–De verdad deseo que lo pienses.

–No.

–Puedo devolverte la fuerza y entregarte una nueva vida con un cuerpo recuperado casi totalmente.

Espera, ¿Qué dijo? Sus palabras llegaron como cadenas en mis manos, y con una chispa de esperanza voltee a ver atrás.

–Sí, Leo.

– ¿A qué costo?

–Tú me llevas contigo, comp...

–No quiero escucharte en mi cabeza.

–No, quiero conocer las emociones de los humanos y eso será lo que compartiremos. A cambio de eso, te presto parte de mi fuerza. Si decides aceptar, te buscare y sellaremos el pacto.

–Leo estamos listos– dijo Cathal gritándome desde arriba de un bote. Estire mi mano haciéndole una seña y camine a la orilla.

–Dejaras de escucharme en cuanto dejes la isla.

–Entonces habla ya.

–Bien– dijo y su voz rápidamente se hizo más potente y fuerte– me llevarás contigo a donde vayas, nuestro sentimiento y emociones serán mutuos, tendrás mi fuerza, mi destreza. Te daré una vida nueva y cuando mueras, moriré contigo. Volveremos aquí y serás uno de nosotros, en tanto no puedes atentar contra tu vida, no puedes envenenarte, dejarte morir, rendirte. Te daré a cambio el sueño profundo y tu espalda volverá a ser casi la misma. Si estás de acuerdo rasga parte de tu muñeca y suelta tu sangre al mar, me verás en tres días.

–Adiós Thicio– me dije subiendo al bote y dejé de escuchar su voz.

Sin duda era un trato bastante tentador.

**********************************

¿Qué había ocurrido?, Estaba un poco desorientado, pero hacia mi esfuerzo para que no se notará, Leo se veía bastante pensativo y volteaba disimuladamente a mirar a la isla, los demás soldados murmuraban lo vivido, pero ninguno de nosotros pudo tener una explicación más que el miedo a la muerte que habíamos sentido. Eso me hizo pensar si Leo ya había sentido algo parecido cuando fue flagelado.

Perdimos la isla en el horizonte y en cosa de unas cuantas horas nos volvimos a ubicar en el ancho mar logrando encontrar la tierra que buscábamos desde un principio.

Asaltamos un pequeño pueblo con un enorme templo en la cima de una colina, nos llenamos las manos de sangre, experiencia y artefactos de oro. Había sido la primera pelea sería de Leo y no lo había visto muy participativo, es más, estuvo un poco distraído y ni ganas de compartir con los demás algunas mujeres que tomaban en cada asalto.

–Haz vuelto antes– dije mientras llegaba al barco.

–Si Cathal– dijo y con rapidez entro a sus aposentos. Lo seguí mientras observaba como intentaba desabrochar su armadura con gran rapidez– espera, te ayudo.

–Estoy agotado– dijo sentándose en su recamara.

–Estas sudando, te echaré un poco de ungüento ¿Bien?

Con lentitud se despojó de su vestimenta y apoyando su frente en sus rodillas se mantuvo ahí escondiendo su rostro. Su espalda la verdad estaba destrozada, casi no había músculos allí, podía notar su columna y supuraba aun algunas partes que no habían cerrado bien.

–Se ve mal ¿Cierto? – dijo levantando la cabeza.

–No Leo, que dices– dije tocando su brazo y de ahí subí a su hombro. Su espalda que tiritaba con mi roce era aún muy sensible– sabes, no dejo de pensar en lo que ocurrió hoy. Fue bastante extraño y aterrador ¿Qué contestaste en tu deseo?

–Tomar mi espada– dijo en silencio.

–Yo solo quería tranquilidad.

–Cathal, si tuvieras la oportunidad de volver a ser lo que fuiste, a cambio de no ir con los dioses al morir ¿Qué elegirías?

– ¿En tu posición? – dije sentándome a su lado. Era extraño que él tuviera preguntas de ese tipo– Creo que a pesar de todo lo que nos han dicho de los dioses, prefiero vivir una vida bien vivida aquí. Si tuvieras esa oportunidad si me lo pensaría y más si es la oportunidad de tomar nuevamente tu espada ¿Tiene que ver con la isla?

–Sí.

**********************************

Más tarde mientras la mayoría dormía, me levanté con cuidado y fui a la proa del barco. No podía dejar de pensar en la propuesta ¿Con quién estaba a punto de hacer un trato? ¿Un gigante? ¿Magia, hechicería? Algo que sin duda no creía que existía, pero ese habitante me había hecho cambiar mi forma de ver el mundo. No éramos los únicos.

Saque la daga entre mis vestiduras y rasgue la palma de mi mano.

–Leo– dijo Cathal– creí que eso había cambiado.

–No estoy tratando de morir Cathal. Estoy a punto de hacer algo que no tendrá vuelta atrás.

–Leo, espera– dijo al mismo tiempo que estire mi mano y las gotas de sangre cayeron al mar.

–No volveré a atentar con mi vida ¿Bien?

–Eso no me calma ¿Qué es lo que acabas de hacer?

–Un trato, un trato con un monstruo.

Le conté detalladamente a Cathal como había sido mi experiencia y aunque no me creyó mucho lo que le decía, se quedó tranquilo pensando que la mandrágora aun tenia efectos extraños en mi cuerpo.

Cuando llegamos a Tioma todo fue bastante tranquilo. Mi madre nos esperó sonriente y dijo que me notaba mucho más tranquilo y mejor, el caso era que estaba nervioso y muerto de miedo de lo que había hecho.

Al tercer día como había dicho Thicio apareció algo inusual.

– ¡Mi Reina! – dijo un soldado abriendo la puerta donde mi madre, Eiric y yo nos encontrábamos.

– ¿Qué ocurre? – pregunto ella nerviosa. Mirando a la distancia me mantuve tranquilo para escuchar lo que decía.

–Una enorme roca en forma de huevo ha aparecido en la orilla Este del puerto.

– ¿Una roca? ¿La ha traído el mar? ¿Tanto escándalo por una roca?

–Imposible mi Señora, es enorme. ¿Qué hacemos? Nuestros hombres están tratando de moverla para no interferir en las salidas de los barcos.

–Hay unos pastizales desolados cerca de allí.

– ¿Dónde dejamos a veces el ganado?

–Sí, traten de dejarla allí.

–Si Señora.

–Mierda– me dije a mi mismo ¿La roca representaba al gigante?

Mi madre una vez que fue informada que la habían movido, se tomó su tiempo para dirigirse al lugar y ver porque se había movilizado medio mundo.

–No puedo creer que todo esto por una estúpida roca.

–Hey– dijo Cathal agarrándome de la mano mientras caminábamos por un pasillo a las escaleras.

–Cathal– dije asombrado.

– ¿Es lo que pienso?

–Creo que sí. No digas nada hasta que estemos seguros.

–Ten cuidado.

–No puedo morir, ese fue el trato– dije indeciso, pero ya no había nada que hacer.

Y así como mi madre había ordenado, movieron la gran piedra a un lugar donde solo había pastizales. Al cambiarla de lugar habían dejado una marca enorme en el suelo que demostraba su enorme peso. Por su forma ovalada y extraña los guardias cerraron con cuerdas el perímetro para evitar accidentes.

–Dalia.

– ¿Dalia? Muy pocas veces me llamas por mi nombre Leo ¿Qué has hecho o qué pretendes hacer?

–Yo... no sé cómo explicarte, pero creo que sé que es esto.

– ¿La piedra?

–Tiene que ver con lo que ocurrió en la primera isla que fuimos a visitar.

– ¿Dónde se embriagaron y tuvieron una experiencia cercana a la muerte?

–Si– dije pasando por la cuerda al otro lado– iré a ver.

Camine hacia ella. Mi madre como era de esperarse me dejo ir, pero no sin antes mandar a dos soldados a unos pasos de mí. La piedra si era bastante gigante, no podía ver su sima y mientras más me acercaba, su sombra comenzó a cubrirme.

– ¿Thicio? – susurré al acercarme, pero nada ocurrió. Voltee a mirar a los demás, mi madre me miraba extrañado y Cathal con su mano en la empuñadura de la espada se veía nervioso– Quédense allí, no se acerquen más.

–Mi Príncipe no podemos dejarlo solo.

–Bien– dije tomando una bocanada de aire– se los advertí.

Alce mi mano temblorosa y lentamente la acerque hasta que mi palma toco la roca. Estaba caliente y la verdad no sabía si realmente era el Señor de los Gigantes. Cerré mis ojos y volví a llamarlo.

–Thicio– fue cuando sentí como si algo se moviera dentro. Saque rápidamente mi mano y salte atrás.

Mire al cielo solo para ver que la piedra se abría desprendiendo una luz enorme de color azul que llego hasta las nubes. Fue tan potente su luz que cubrí mi rostro con mi brazo y me agaché, al mismo tiempo las pequeñas piedras de mis pies comenzaron a alejarse.

–Leo– una voz ronca que hizo temblar el suelo sonó por el lugar, alce mi mirada solo para verle.

– ¡LEO SAL DE AHÍ! – escuche la voz de todos, pero mi cuerpo no se movió. Al igual que ese momento al ver mi otro yo, los bellos de mis brazos se enterraron en mi piel como agujas.

La roca se había convertido en el gigante que esperaba conocer, pero nada te preparaba para verlo a solo metros de él. Su enorme rostro, su pelo y sus manos capaz de aplastarme como le diera la gana.

– ¡CUIDADO! – sentí la voz de mis hombres corriendo hacia nosotros. Thicio se puso de pie y gritó

Su grito fue como un volcán haciendo erupción, tape con fuerza mis oídos, pero no fue suficiente. Caí de rodillas con las manos en mis oídos y pronto un líquido caliente se fue escurriendo de ellos. Un pito agudo me dejo sordo por unos minutos y en cuando su grito ceso, mire mis manos ensangrentadas que no dejaron de temblar.

–No le hagas nada– hable sin escucharme y lentamente me puse de pie– ¡DETENTE!

– ¿Detenerme? ¿Es parte de tu gente? – sentí su voz otra vez en mi cabeza– No fui yo quien empezó.

– ¡PAREN! – grite hasta que mi garganta ardiera– ¡DILE A TUS HOMBRES QUE NO SE ACERQUEN!

Mi madre me miro enojada y dijo algo que no escuche. Thiao tenía su arco completamente tenso y se habían acercado lo suficiente.

Thicio con su dedo índice metió el dedo en la tierra y como si fuera un trozo de pastel comenzó a formar un circulo enorme en todo nuestro perímetro. Atontado aun lo observe sin ponerme de pie.

–Cruzad y morir– dijo en voz alta que pude escuchar. Luego caminando otra vez a mi lado se hinco mirándome detenidamente– Formemos el pacto, tu lengua es bastante difícil de pronunciar así que te explicare como será– agregó hablándome dentro de mi cabeza.

–No dañes a mi gente.

–Está bien, mientras no crucen la línea que he hecho. Todo estará bien– me miró sin modular así que lo que había creído si era cierto, él estaba en mi mente.

**********************************

Mierda. Me sentía tan tonto de no haber creído en las palabras de Leo. Todos quedamos asustados y con la boca abierta viendo algo que nunca había existido. Las flechas no eran nada, eran como agujas enterrándose en su dura piel y ese grito amenazador hizo que mi vejiga quisiera soltarse y estuvo a punto de hacerlo.

Por unos pocos minutos creímos que podíamos hacer algo, Leo estaba tan cerca de él que sería el primero en morir si el Gigante hiciera algo, los dos soldados solo se quedaron en el suelo inmóvil.

–Tráiganme a Leo a cualquier costo– dijo la Reina.

–Mi Reina, mi Reina escúcheme– dije poniéndome delante de ella– Leo lo llamó.

– ¡¿QUÉ?! ¡¿Y TARDASTE TODO ESTE TIEMPO EN DECIRMELO?!

– ¡PAREN! – grito Leo– ¡DILE A TUS HOMBRES QUE NO SE ACERQUEN!

–Hijo de puta– soltó su madre al escucharlo.

El gigante se puso de pie y todos retrocedimos mirándolo con gran miedo, enterró su dedo en el suelo y nos separó de Leo con facilidad.

–Cruzad y morid– dijo el Gigante mirándonos para luego voltear y caminar hacia Leo que aún estaba arrodillado en el suelo con su rostro sangrante.

Thicio como había sido llamado por Leo, tenía una espalda enormemente musculosa y lleno de pelo en sus hombros, y brazos, sus piernas eran más cortas, pero también de musculosas. Tenía cuerpo de un guerrero. Sería la tempestad de la tierra.

**********************************

–Ohh... ¿Te hice sangrar?

–No soy tan fuerte como tú.

–Así veo– dijo sonriendo– bueno no necesitas tus oídos para escucharme. Entonces, fuerza, agilidad, descanso y una vida nueva por tus sentimientos y tu muerte.

–Entonces ¿Sentirás lo que yo siento?

–Sí, los gigantes no sentimos nada, no sé qué es la felicidad, ni el odio y lo que ustedes llaman amor, tengo mucha curiosidad de sentir como ustedes lo hacen y así aprender mejor de un humano como tú.

– ¿Qué serás de mí?

–Pues, he sido mucho tiempo Rey, así que me acomodará seguir tus ordenes por el diminuto tiempo que será tu vida.

– ¿Diminuto? ¿Moriré pronto?

–El tiempo fuera de la isla es relativo.

– ¿Qué? – ¿Cómo relativo? ¿Cuánto tiempo estuvimos en la isla? Como era un viaje sin un día específico para volver. Nunca me pregunte cuantos días tuvimos fuera– ¿El resto del mundo sigue su curso independiente de tu isla?

–Tendremos tiempo para charlar Leo.

–Sí, supongo que sí– ¿y si una hora en esa isla eran semanas fuera de ella?

–Terminemos el pacto. Necesito tu sangre– dijo sacando una cuchilla gigante entre su ropa y se cortó la mano.

Con la palma de la mano cortada, su sangre color rojo como la mía comenzó a teñir el pasto haciendo un circulo con ella, volvió a cortarse más profundo para manchar todo lo que estaba ahí. Sorprendido saque también un puñal y mire mi mano para volver a cortar ahí mismo donde había cortado en el barco.

–No, no– dijo mirándome mientras formaba una aterradora sonrisa– tu pequeño corte no es suficiente a la sangre que yo he derramado. Tienen que ser la misma cantidad.

Lo mire desconforme, era un gigante, una gota de él era un derrame para mí. Miré mi daga y vi mi reflejo en ella, la única forma de sacar de mi cuerpo tanta sangre era... mi cuello.

– ¿Moriré? – pregunté sin sacar los ojos del filo del arma.

–No, confía en mí. No morirás.

**********************************

Leo estuvo unos minutos mirando al Gigante de cerca, no había ruidos ni palabras.

– ¿Qué están haciendo? – pregunto Eiric a mi lado.

–No lo sé.

– ¿Espera, ¿qué? – miramos cuando el gigante saco una gran daga y corto la palma de su mano tiñendo el pasto. Luego sonrío maléficamente mirando a Leo.

– ¡LEO! – grite al verle. Volteo a mirarnos con una daga en su mano y levanto su mano como diciendo "Tranquilo"

Fue entonces que, al mirarnos, se fue formando una leve sonrisa en su rostro. Esa sonrisa que tenía cada vez que se divertía con las torturas. Me estrujo las tripas al verlo, levantó el puñal y se lo enterró con fuerza en lado izquierdo del cuello.

Su madre soltó un gemido de asombro mientras todos asombrado vimos como la sangre comenzó a salir a chorros. Leo volteo a mirar al gigante dándonos la espalda y agarrando su garganta cayo de rodillas sosteniéndose con la otra mano en el pasto.

– ¡NO! – tres soldados traspasaron el circulo de tierra. Agarre el hombro de Eiric que iba a hacer lo mismo, pero en un solo instante una luz azul apareció en los pies de los soldados carbonizándolos de inmediato.

Thicio sonriente nos miró y volvió a mirar a Leo que ya estaba de estómago en el pasto sin moverse.

–Mierda– dije aterrado. El Gigante levanto su mano y golpeo el pasto, el sonido y el temblor hizo que nuestra estabilidad de moviera.

El gigante, tomo a Leo con sus dedos, su cuerpo muerto y flácido fue levantado en el aire. Con una bocanada de aire el Gigante lo soltó cayendo de espalda. Una enorme luz como la que había salido de la roca salió de la boca de gigante y pronto cubrió a Leo.

Su cuerpo comenzó a temblar y la luz se hizo paso por todo el lugar, salió fuertemente de la boca, ojos, oídos del gigante y también de Leo. Su boca abierta permaneció así mientras que su cuerpo comenzaba a ser levantado vi como empuño sus manos. ¡Estaba vivo!

–Leo– susurré en cuanto la luz se apagó siendo absorbida por su boca y termino de rodillas en el pasto tosiendo como si hubiera estado ahogado.

**********************************

Me había ahogado con mis propios fluidos, quizás mi sentimiento suicida que llevaba en mi interior hacía tiempo, me ayudo a llevar acabo lo que tenía que hacer. La sangre salió a chorros y sentí como mis piernas flaqueaban y mi cuerpo comenzaba a entumecerse y enfriarse.

Lo próximo que supe era que estar ahogado con una sensación caliente recorriendo mi cuerpo y caí al suelo agitado tratando de tomar aire, mientras tocia buscando de él.

–Ya no somos– dijo Thicio a mi lado.

Mire mis manos, no había herida ni nada, ni la daga en mi cuello ni el dolor en los oídos. Nada, ninguna sangre ni molestia.

–Buenas noches– dijo Thicio antes de volver a convertirse en una enorme piedra.

Cathal y Kurok fueron los primeros en atreverse a llegar a mi lado.

– ¿Qué mierda has hecho? – dijo Kurok con su espada apuntando a la roca.

–Yo, estoy bien– dije aun atónito.

–Acabas de matarte idiota– dijo Cathal agarrando mi cabeza para mirar mi cuello.

–Estoy bien, no tengo nada– dije agarrando sus manos.

–Lo hiciste imbécil, lo hiciste.

–Sí– dije poniéndome de pie. En cuanto lo hice mire a Kurok que observaba detrás de mí. Voltee solo para recibir una cachetada de mi madre.

–Arg...– solté perdiendo el equilibro. Kurok me agarró los hombros.

Mi madre no dijo nada más que mirarme con sus ojos cristalizados y llenos de ira. Volteo dándome la espalda y se dirigió camino al Castillo.

–Lo siento– alcance a decirle, pero ella no volteo.

–Explícanos ¿Qué es esto? – dijo Eiric acercándose– ¿Estas vivo, estas bien? ¿Qué es eso?

–Su nombre es Thicio.

–Idiota– susurró entre dientes– también debería golpearte.

La roca quedo allí sin hacer ningún movimiento, fue custodiada por 50 soldados y yo tuve que dar explicaciones a mi madre y al consejo. Claro que antes de todo eso, llegué a mis aposentos, abrí la puerta y entre con rapidez.

–Leo– dijo Cathal siguiéndome.

**********************************

Mando a fuera a todos, pero después de lo que hizo su madre nos pidió llevarlo delante de ella.

–Leo, tenemos que ir...– dije viéndolo como hipnotizado camino al fondo de sus aposentos.

– ¿Qué pasa? – dijo Eiric acercándose.

Leo sin decirnos nada, se acercó a la pared donde yacía su espada y respirando agitado sin quitarle la mirada, la toco con las manos. Lentamente llevo su mano derecha a la empuñadura y acariciándola como un trofeo la agarro con firmeza y la sacó de su celda que la tenía guardada.

–Lo hice– dijo volteando a vernos. Su mano no temblaba nada y su espada que tanto tiempo había quedado descuidada se levantó como una hermosa joya. Leo seco sus lágrimas que insolentemente habían rodado por sus mejillas y nos miró. Sus ojos pronto se hicieron filosos como cuchilla y bajando un poco el rostro sin dejar de mirarnos sonrió levemente.

Ira, odio, rencor, todos esos sentimientos afloraron en su expresión excitando a Kurok y Eiric.

–Hay que volver a Cretos– dijo sonriendo malvadamente.

Próximo Capítulo: 44.– Él

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro