Capitulo Extra 42.- Una Rata
Precaución, contenido violento.
Narrador Omnisciente.
Si estas enganchado en el personaje de Leo, siendo un buen hombre y quieres quedarte con esa imagen de él, POR FAVOR NO LEAS ESTE CAP. Si crees poder seguir viéndolo de la misma forma después de este extra, pues te invito a leer bajo tu responsabilidad.
Leo ya no tenía paciencia para aguantar lo vivido y dejarlo pasar como si nada hubiera ocurrido. Salió del salón con la vena hinchada en su cabeza a punto de explotar y lo único que podía en ese momento calmarlo eran los calabozos. Grandísimos fueron los dioses que a solo segundos de salir por esa puerta, sintió que alguien lo seguía, y ocultándose cerca de los portales, cazó a su nueva presa llevándolo inconsciente sobre su hombro.
—Lands. —Su voz hacía eco por todo el lugar.
Al fondo de los calabozos y bajo una puerta metálica Leo había hecho su nuevo sitio de diversión. El lugar se iluminaba con antorchas por toda la cueva, y una silla se había amarrado y fusionado con el suelo para dar un mejor soporte a sus víctimas.
Con la presa inconsciente era difícil escuchar sonidos y ver alguna expresión en su rostro, así que Leo pacientemente aguardó hasta que el hombre volvió en sí.
—¿Ya estas mejor? —preguntó sentado en el suelo.
Lands despertó lentamente dándose cuenta de su situación, primero donde estaba, mirando a todos lados y luego percatándose de su nulo movimiento. Estaba amarrado a una silla con un paño en la boca y por más que intentaba hablar o gritar, de él solo salían balbuceos inentendibles.
—¿Sabes lo increíble que es esto? —dijo Leo mirando como Lands intentaba soltar sus muñecas de la silla.
De forma lenta, se levantó poniéndose de pie y sacudió su ropa, una tranquilidad inquebrantable se posó en su cuerpo. Sonriendo levemente volvió a abrir la boca.
—Es que tú mismo dijiste que desde el primer día que estuve en Cretos, me aprovecharía de la situación, y creo que concuerdo contigo. Yo también estaba celoso de ti y estuviste mucho más tiempo con la Princesa que yo —agregó caminando por el lugar— ¿Tú la amabas? Lamentablemente eso no fue correspondido, ¿o sí? —dijo caminando hacia Lands—. Que tonto, esperando que me respondas sin antes sacarte el trapo de la boca —sonrió mientras lo hacía.
—Leo —dijo Lands respirando con mucha rapidez—. Independiente de nuestras diferencias no puedes hacer esto.
—¿Hay alguien que me lo impida? —preguntó poniéndose en cuclillas mientras lo miraba. Leo era bastante demente dentro de ese lugar—. No Lands, debí haber hecho esto hace tiempo.
—Leo, te lo suplico por favor, déjame ir. Yo no me interpondré en tu camino nunca más.
—¿Qué ibas a hacer hace unos minutos?, ¿estabas dispuesto a matarme por lo que hice?, ¿sabiendo lo que soy?
—Tú no le tienes respeto a nadie. Vas por ahí tratando a la gente como te dé la gana, la princesa Helina no necesita de ti.
—¿Y de ti sí? Mira no lo hagamos personal, no estás aquí por ella así que no creas que eres algo así como mi rival, ¿entiendes?
—Ándate a la mierda, suéltame ahora y luchemos como hombres.
—Te confieso algo —dijo Leo mientras caminaba dando vueltas con lentitud por la silla—. No me gusta mucho luchar, si me haces elegir entre la lucha y esto pues aquí estas, ¿no?
—La princesa se enfadara contigo si te atreves a tocarme.
—¿Sabes qué paso con el príncipe del Norte?
—¡LEO, POR FAVOR!
—Generalmente les corto la lengua antes de todo esto porque me molesta mucho las suplicas. Las encuentro estúpidas y bastante poco esperanzadoras. ¿Qué crees?, ¿qué suplicando dejaré que salgas caminando con ambos pies intactos?
—¡Leo, no hagas esto!
—Una más, solo una palabra más y lo haré.
Lands guardó silencio, era lo único que podía controlar, el miedo ya había tomado control de su cuerpo, temblando a más no poder junto con esa transpiración helada y cruel que bajaba por su frente hacia su mentón. Sus dientes rechinaban y por donde mirase comprendía que no había escapatoria.
Leo caminó hacia una mesa que tenía sus artefactos favoritos, pero antes de eso mojó sus manos y lavó su rostro en un tambor con agua, luego sacó su polera descubriendo su espalda.
—Oh —dijo viendo sobre su hombro derecho a Lands, este no se había aguantado soltar un sonido al ver la espalda de Leo— ¿Te asombra? Sería bastante fácil si no hicieras ningún sonido, pero todos hacen eso al verme la espalda así que es un poco cansador —agregó mientras tomaba uno de sus afilados cuchillos y volteó a mirarle—. Sabes, la única persona que podría detenerme en este momento es la mujer que creíste que yo tenía ayer. Puedo ser terrible, lo sé, enfermo también lo sé, pero solo aquí puedo ser yo mismo, libre y completamente lleno de vida — sonrió de oreja a oreja mientras se acercaba a su presa.
Sus ojos afilados demostraban al monstro que había tenido escondido.
—Leo. —Su nombre fue nuevamente mencionado por Lands, solo para recibir un duro golpe en su mejilla izquierda, que casi hace que la silla volteara y cayera al suelo. A pesar de estar anclada a la tierra, está igual se movió, molestando una vez más a Leo, por sus inestables y poco perfectos materiales.
—Volveré a preguntarte, ¿sabes que paso con el príncipe del norte? —Lands solo lo miró mientras apretaba sus dientes—. Lo apaleé, después corté todos sus dedos, pude haberlo violado, pero no lo hice, ¿sabes porque?
—¡ESTAS ENFERMO! —gritó solo para volver a recibir otro puñetazo esta vez en su estómago.
—Mi gigante no le gusta comer algo donde pude meter mi verga —dijo Leo a centímetros de su rostro.
Lands comprendió que Leo hablaba enserio, no había ninguna duda en su mirada y el enigma que todos tenían sobre la muerte y desaparición del cuerpo del príncipe, por fin estaba explicado
—¿Qué era primero?, ¿apalearte o los dedos? Con Laurel me salté los dos primeros pasos así que espero hacerlo bien contigo, paso por paso. Creo que le agradarás —dijo acercándose desde su espalda y con un movimiento rápido volvió a taparle la boca con una manta blanca—. Vamos hombre, no te atormentaré tanto, lo haré rápido.
Una probada, era lo único que iba hacer Leo.
Lands gritó con todas sus fuerzas intentando desestabilizar la silla, pero no lo logró.
—¿Qué le gustará más a Thicio? —dijo mientras con su cuchillo fue rajando la ropa de su víctima.
Entonces Leo comenzó. Agarró una de sus herramientas en formas de tijeras y se acercó a la mano derecha de Lands.
—Por favor, no grites como mujer, trata de ser un hombre hasta el final. —Con su herramienta agarró la uña del dedo índice. Aunque Leo podía hacerlo con rapidez para sacarla completa, el bastardo lo hacía lento para ver como la uña se iba soltando, desgarrandose y desprendiéndose lentamente de la carne que la unía al dedo. Primero los bordes, y al final la parte superior.
Lands trató de gritar y moverse, pero el paño en su boca amortiguó todos sus sonidos. Las lágrimas pronto se juntaron en la comisura de sus ojos al apretar estos con fuerza y no tardaron en rodar por sus mejillas. Leo comenzó a reír, pero no se detuvo, uña por uña. Algo bastante cruel siendo que su propósito era cortarle cada dedo, sin duda sacarle las uñas era un regalo extra para sí mismo.
—Jamás me ha dado asco la sangre, puedo decirte que estoy bastante acostumbrado —dijo mientras sacaba la uña del dedo meñique y sin darle importancia a los llantos de Lands, continuó con su relato—, pero debo confesarte algo. Cuando Thicio agarró al príncipe, tomó una de sus piernas y lo mordió por aquí —agregó tocándole la parte superior del muslo—, y luego con sus dientes fue sacando toda la carne dejando a la vista el hueso. Fue como cuando te hechas un pedazo de pollo y lo muerdes sacándole toda la comida. —Leo se detuvo mirando el cielo y tragó un poco de saliva recordando lo que había visto—. Sí, eso sí fue asqueroso, recordarlo solo me revuelve el estómago. No te cuento esto para asustarte, solo te cuento como una confesión. Jamás imaginé que mi gigante comiera humanos.
—Vete a la mierda —dijo Lands entre sus respiraciones agitadas.
—¡Oye! La idea es que me escuches, no que des tu maldita opinión — dijo poniéndose de pie— ¿Cómo es que te sacaste la venda? —Leo se acercó por detrás y volvió a ponerle la manta en la boca, esta vez más apretada—. Sabes que ese siempre fue tu problema, creyendo que sirviendo a la realeza podías estar a salvo de todo. Jamás me respetaste, ni siquiera a tus superiores y eso si es algo bastante grave.
Leo terminó de sacarle la última uña y dándole un poco de respiro a su presa, se levantó y estiró su cuerpo. Su mejilla no había dejado de arder, sentía un poco caliente la zona, pero trató de no darle importancia a ello.
Lands siguió suplicando mientras sollozaba sin poder decir nada. La sangre había comenzado a gotear por sus dedos y empezando a teñir con una nueva capa de pintura en la silla. Su verdugo tomó una nueva arma y se volvió a acercar a él con una sonrisa y unos ojos que brillaban en la oscuridad.
Sus dedos fueron los siguientes, Leo le puso un anillo de fierro en el dedo índice y comenzó a apretarlo lo suficiente como para que no pasara ni una sola hormiga por sus bordes. Cada vez que apretaba un tornillo, el anillo se iba incrustando fuertemente en el dedo con unas agujas que tenía en su interior. Lands gritaba no tanto por el dolor sino por el miedo.
Por los bordes del anillo salían unas cadenas y Leo ubicándose a centímetros de él, miró a Lands sin esconder sus dientes. Enrolló la cadena en sus muñecas y lo observó detenidamente. Amaba la reacción y las facciones de las personas justo en el momento donde sabían que su agonía iba a comenzar.
Luego, comenzó a jalar. Jaló con fuerza lo suficiente como para ver como el anillo comenzaba hacerse paso para salir de su dedo llevándose todo. Piel, sangre, tendones, todo, para dejar a la vista un hueso casi limpio. Los gritos de Lands fueron su primer éxtasis. Se detuvo en el medio, justo cuando la carne se amontonaba en el borde del anillo, el hueso comenzó a ser visible mientras hilos de piel colgaban alrededor.
—Vas bien —exclamó Leo al ver tal escena—, continuemos —dijo y lentamente comenzó a jalar otra vez, lo suficientemente fuerte para que el anillo vuelva a llevarse el resto de piel y lo suficientemente lento para ver como el proceso se iba llevando todo de a poco— Grita, ¡GRITA! —continuó sacando un cuchillo. Acercándose a Lands terminó de cortar el hueso que quedaba— Oh... ¡SI! —rio de euforia.
—Pa-para por...favor ¡DETENTE! —gritó con todas sus fuerzas — ¡AYUDENME POR FAVOR!
—No, Lands. No seas tan impaciente, aún quedan cuatro dedos —dijo él jadeando.
—Te prometo... que me co-comportare —dijo Lands entre llantos.
El dolor era fuerte, agónico y desesperante. Su mano ardía completamente y sentía las pulsaciones de su corazón en cada herida. Sentía que su cuerpo no podía más, estaba agotado, cansado, sediento de tanto gritar y lo único que anhelaba era que todo se detuviera. Pero Leo no era tan complaciente, sus víctimas siempre terminaban deseando solo una cosa, morir.
Leo ya tranquilo se acercó a la mesa y puso un hierro al fuego para que comenzara a calentarse, sonriente volteó a mirar a Lands.
—Venga hombre, estas sudando como un animal —dijo sacando una manta y acercándose a él para secarle el sudor.
—Voy... —Lands con la respiración agitada se sentía bastante mareado que incluso pensó que podría desmayarse del dolor.
—No creo que te desmayes, solo te sientes cansado. Sería muy tonto que te desmayaras por perder un poco de sangre, es muy pronto para eso.
—Leo, por favor déjame ir.
—No puedo hacer eso.
Leo volvió a la mesa y esta vez sacó cincel de punta plana junto con un pequeño martillo. Lands, adormilado ni siquiera se percató de los nuevos instrumentos que se había armado Leo.
—Cuando salga de aquí me cogeré a tu princesita y no podrás hacer nada para evitarlo. Al igual que tú, ella es osada. Pienso que ella cree que mis advertencia, nunca se harán porque ella es una noble princesa, pero no tendrá más opción que aceptarme. —Leo mientras hablaba miró a Lands con seriedad, este echó la cabeza hacia atrás y lo miró con los ojos completamente rojo y cristalizados de tanto cerrar.
Leo realmente solo quería provocarlo, muy dentro de él quería que sus palabras fueran verdad, pero era incapaz de hacerle daño a Helina. Pero de algo estaba bastante seguro, cuando terminara con Lands, iría por ella y le demostraría algo que le dolía en el alma mostrar.
Lands parloteó algunas palabras sin sentido y Leo haciéndose el desentendido puso el cincel en el dedo medio, justo en la base. Le pegó una mirada una vez más y le regalo una sonrisa esplendida y completamente genuina. Fue al mismo tiempo que con el martillo dio un leve golpe en la base del cincel, haciendo que este comenzara a incrustarse en la piel. Lands volvió a gritar y revolcarse
Uno, el cincel hacía temblar la mano de Leo cada vez que era golpeado. Dos, la sangre comenzó a escurrirse por la silla. Tres, el cincel pronto chocó con el hueso, sabiendo eso solo faltaba un golpe más. Cuatro, el cincel pasó completamente a incrustarse en la madera mientras el dedo de corte limpio salió cayendo al suelo. La sangre choreada y un hueso a completa vista pusieron fin al término de la hermosa herramienta como era el cincel y el martillo.
—Idiota, me manchaste las botas —gruñó Leo mientras iba al cuenco de agua y las limpiaba.
La cara de Lands no podía estar más roja, fluidos salían por todas partes de su cuerpo incluso había manchado su pantalón con orina. Su pecho brillaba y su pelo se veía brillante por el sudor.
Leo continuó con el siguiente dedo, sacando un cuchillo con dientes, de esos que uno usaba para cortar el pan. Sin perder tiempo, comenzó agarrando firmemente la mano del hombre mientras que con la otra, posó el cuchillo en la base del dedo y comenzó lentamente a hacerse paso. Sabía que esto le llevaría mucho más tiempo, pero la agonía que le produciría a su víctima era mucho más temible que las demás que había sido relativamente más rápido.
—¡ARGH! —gritó Lands mientras trataba de liberarse, su cuerpo comenzó a dar espasmos con desesperación y a golpear una y otra vez su cabeza contra el respaldar de la silla con movimientos repetitivos.
—Aguanta pequeña rata. No quiero que te desmayes justo ahora —dijo Leo mientras trató de rebanar más rápido la carne.
—¡ARGH!
—¡MIERDA!, ¡DEJA DE GRITAR EN MI OIDO! —Lands fue incapaz de callarse— ¿Quieres gritar? —dijo Leo entre dientes—. Sí, yo también te quiero escucharte gritar más.
Dejo lo que hacía y rápidamente fue por una tijera y el acero caliente. Tomándolos ambos con cada mano, sus músculos se tensaron, apretados listos para hacer fuerza. Le quitó la tela que cubría la boca de Lands e intentó abrírsela, Lands no fue cooperativo así que cerró fuertemente su mandíbula que casi mordió los dedos de Leo.
Enojado, soltó las tijeras de su mano derecha y le propinó un buen golpe con sus nudillos, justo para hacerlo escupir sangre.
—Abre —lo volvió a intentar.
—¡DEJAME IR!
—Abre la maldita boca.
—¡TE LO RUEGO, SOLO DÉJAME IR!
—Lands, ya no tengo paciencia. —Volvió a golpearlo, una, dos, tres, las veces que fueron necesarias—. Que eres terco, bien si no vas abrir. Te cortare los músculos que sostienen tu mandíbula.
—¡PARA, PARA POR FAVOR! —Lands tenía su cara hinchada, pero se negaba a cooperar, cuando vio que Leo fue por una daga, abrió recién la boca.
—Leo —dijo la voz de Kurok haciendo eco por el pasillo. Su hombre venía con tranquilidad mientras escuchaba los gritos de ambos.
Cuando llego a la entrada apoyo su espalda en el borde de la puerta y miró como el animal devoraba a su presa. Lands al verlo, desesperadamente intento buscar ayuda en aquel soldado.
—Mira como tienes a la rata —rio a carcajadas.
Leo no se distrajo, le pego solo una leve mirada sobre su hombro, que hizo que Kurok levantara sus manos en señal de que no lo seguiría interrumpiendo y aguardó ahí observando sonriente.
Leo entonces agarró la lengua de Lands con sus tijeras y con el fierro que aun ardía al rojo vivo se la acercó para quemarla. El olor a carne chamuscada se expandió por la habitación mientras que Lands gritaba con sus ojos desorbitados.
—¿Qué quieres? —volteó a ver a Kurok que parecía un exportador satisfecho.
—Tu madre dijo que termines aquí y que lleves a la rata con ella lo antes posible.
—¿Qué? Oh.... —Leo lamentó escucharlo, quería realmente acabar con Lands como lo había querido desde un principio—. Pareces que tienes otra oportunidad rata —dijo mientras apretaba sus puños.
—No te escucha —dijo Kurok mientras se reía con burla. Leo sorprendido, se giró con rapidez para percatarse que su hombre estaba inconsciente sobre la silla ensangrentada.
—¡MIERDA!
—Hey tranquilo, quizás lo hiciste muy rápido o simplemente es un debilucho.
—Cállate Kurok.
—Sí, es un fastidio. Si quieres limpio todo esto por ti.
—Es mío Kurok —dijo Leo entre dientes mientras se acercaba a él en forma amenazadora.
—Lo sé, no le tocaré ni un pelo. Puedes estar tranquilo, aunque te falto dos dedos. Que lastima.
Leo, enfadado, agarró una hacha y se acercó a Lands golpeando fuertemente la silla y cortándole los dos últimos dedos de forma limpia. Lands solo se quejó un poco sin salir de su inconciencia. Ya un poco más satisfecho lanzó el arma a la mesa haciendo un sonido fuerte y trató de respirar profundamente para no darle más leña a su sentimiento. Sin decir nada, tomó sus prendas y marchó fuera sin mirar a su soldado.
—Vaya numerito —susurró Kurok mientras sonriente comenzó a recoger todo, incluso los dedos extraídos.
—¡Dáselos a Thicio! —gritó Leo desde el pasillo.
—Dioses, ¿y si me come la mano también? —dijo Kurok dudoso del nuevo pedido. Lentamente limpió todo y vendó la mano de Lands, fuertemente para que no siguiera perdiendo tanta sangre, debía estar vivo para reunirse con la reina.
Próximo Capitulo: 42.— Ella
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