9.- La Fiesta de Tir
Tir el dios de la guerra era bastante reverenciado. Cada dos años mi padre, Thion hacia un gran banquete con los nobles. Traía magos, mujeres de los burdeles y una cantidad inmensurable de buen vino más comida. El entusiasmo de mi padre era muy alto, quería con todas sus fuerzas comenzar la guerra, pero esta se veía aún muy lejana. Debía aun comenzar la construcción de los barcos que llevarían al ejército, recolectar alimentos, e incluso preparar de la mejor forma a los herreros para formar las armas y armaduras. Eran tiempos largos y con bastantes anhelos de parte de la mayoría de los que asistirían a la fiesta. Estaba segura que todos estarían satisfechos con todo lo que se haría.
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Esa noche, la fiesta había comenzado tarde, las personas más ricas del Reino se presentaron junto con alguno que otro aliado de a fuera de las murallas. La música era bastante ruidosa, había mujeres desnudas paseándose por el lugar mientras ofrecían frutas y vino, otras bailaban, cómo habían otras que engatusaban o divertían a los hombres.
Había recibido las órdenes del Rey de llevar a 20 soldados, y debía presentarme cuando comenzara la música. De alguna manera quería evitar algún tipo de reacción o rechazo con sus invitados al inicio de la fiesta.
-Hay bastante ruido.
-Si Cathal, hay mucha gente.
-Me siento extraño sin la armadura- dijo Luca que venía detrás de mi junto con los otros. Cathal y Eiric a un paso más tras pero cada uno a mi lado.
-Tranquilo, la pasaremos bien- dijo Kurok acariciando fuertemente el cabellos de Luca.
-Leo, ¿Has pensando en lo que le pedirás al Rey aparte de lo que nos has dicho hoy?
-Supongo que nos has incluido ¿No?
-¿Ustedes no pueden separarse de mí?- sonreí, me gustaba estar solo, pero desde que habíamos llegado eso había sido difícil, ya que todos o tan solo uno de ellos nunca me dejaba disfrutar de mi soledad.
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Leo se veía bastante más relajado, lo había visto después de dejar a Laurel, escondiéndome como un espía siguiendo sus pasos. Luego de la charla de esa noche, solo volvió al edificio donde nos quedábamos y en una de las camas descansó evitando su propios aposentos.
Lo miraba disimuladamente mientras caminábamos al salón, había vuelto a ser el mismo, pero aun podía sentir el ambiente tenso que había dejado Eiric, los demás ignoraron la situación y no mencionaron a Eiric, ni le hablaron. Podía entenderlos, teníamos que esperar que ellos dos arreglaran sus situación y ninguno de nosotros se metería o mencionaría algo que al otro moleste. Por lo tanto Eiric no iba a ser mencionado mientras estuvieran Leo y Leo a pesar de todo, podía separar las cosas personales con los deberes como General. No lo aparto de su lado izquierdo, lo mantuvo ahí, cerca de él.
Al llegar al salón, Leo entró sin bajar el rostro y le seguimos. Las personas al percatarse de nuestra presencia rápidamente se apartaron. La música y el ruido terminó abruptamente.
-Leo- dijo el Rey parándose de su asiento- ven aquí hombre, te estaba esperando- dijo enérgico.
-No puede asistir a algo así.
-¿Por qué ellos están aquí?
-¿No les da vergüenza?
-Ellos no tuvieron piedad, ¿Por qué nosotros tenemos que aceptarlos?
-Pero el Rey al parecer lo quiere, tal vez no sean tan malos.
-¡MATARON A LOS SOLDADOS!
-Ellos hicieron el bien.
-Mi Rey- dijo Leo al llegar a su alcance y juntos inclinamos nuestra cabeza saludando. La gente no paró de murmurar, algunos estaban de acuerdo con nuestras acciones. Aunque la mayoría, gente con grandes riquezas y terrenos, gente con poder poseyendo sirvientes y esclavos, corruptos e hipócritas, demostraron rápidamente su descontento.
-Su majestad, con el debido respeto, le ruego que mande afuera a estos hombres.
-Silencio- alzó la voz el Rey y poco a poco la gente tardó en obedecer- para mi es grato tener a los nuevos soldados en este lugar para ser parte de este festejo ante Tir, después de todo, ¿Quién cree que salvara sus malditos traseros del Norte o de Oriente?
-Pero mi Rey.
-Leo- alzó su voz ignorando a todos- ve y diviértete, la esquina de allí, es de ustedes- dijo apuntando a dicha esquina llena de cojines en el suelo- esta noche les permitiré beber hasta caer, comer hasta que no puedan más y por el gran espectáculo que nos han dado en el torneo les permito tomar a las cortesanas que deseen- dijo sonriente luego miró a su alrededor y casi gritando ordenó- la música, ¡Toquen música!
-Gracias mi Rey- dijo Leo bajando la cabeza y todos hicimos lo mismo, luego nos marchamos.
-¿Tomar mujeres?
-No te entusiasmes tan rápido Kurok- rió Leo volteando un poco para verlo.
-Leo, este es nuestro día, el Rey lo ha permitido, permítenos tú también.
-Claro que si.
-¿Enserio?
-Sí pero bebamos primero.
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-Él está ahí, Princesa- dijo una de mis doncellas apuntando a una de las esquinas del salón.
-¿Dónde?
-Allí, el que está al fondo.
Leo, este hombre se veía espectacular con ropa ligera, sus brazos se veían trabajados, musculosos, se veía más de su cuello y me gustaba verlo sonreír cuando estaba con sus hombres
-Se ve muy bien.
-¿A ustedes también les agrada el General?- pregunte sonriendo.
-¡Princesa!- dijeron sorprendida- si su Padre la escuchara.
-Mi Padre ya sabe.
-Princesa, usted tiene que cuidar su integridad, no puede estar jugando así y menos con un hombre- dijo titubeante- un hombre tan varonil.
-Princesa si usted no va a encontrarse esta noche con él, iré yo.
-¡Clara!, te lo prohíbo- reímos.
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-Leo- dijo Kurok sonriéndome y mirándome con una ceja arriba de la otra- te están observando hace un buen rato atrás.
-Todos nos miran Kurok- dijo Marlen.
-Si pero no alguien tan hermosa como la que me refiero.
-Yo no sé, pero o es la bebida o esto se está calentando- dijo Marlen sonriente mientras miraba a las mujeres.
La fiesta comenzaba a subir de todo, habíamos llegado en el tiempo justo donde la bebida hacia estragos en el cuerpo de las personas y la parte excitante del Reino comenzaba a dar paso a la lujuria.
Si me había dado cuenta de la persona que se refería Kurok, pero no estaba de ánimos, aun me sentía decaído y desanimado, pero la ví un momento. Hermosa, resplandeciente, sobresalía de todos los que estaban ahí, vestía unas prendas de ceda color celeste que caían con una cola por su espalda, sus hombros y espalda superior descubierta. Sus senos acentuados, encerrados en finos velos amarrados en el centros de estos mostrando su piel, su hermoso cuerpo, envidiaría a quien tuviera algún día a esta mujer.
-General- dijo un eunuco acercándose.
-Habla- dije mirándolo.
-El Rey, desea su presencia en este momento, lamenta interrumpirlo y espera que aun estés consciente de no haber bebido mucho.
-Lo estoy- dije poniéndome de pie.
-Bien, venga conmigo.
Caminé un poco cuando sentí la mano de Eiric en mi hombro.
-Leo, ¿Tienes un momento?
-No- dije fríamente sin voltear a mirarlo.
-Necesitamos conversar
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-Eiric, amor, dale tiempo- dije acercándome a él.
-¿Tiempo?, ¿Has visto como me dejo el rostro? No seas hipócrita Cathal.
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Caminé sin decir nada, mientras me hacía paso por la muchedumbre pude sentir su mirada siguiéndome por todo el salón, incluso me preguntey si caminaba bien, ¿Tendré algo de malo?
-Mi Rey- dije reverenciándome.
-Leo, ven siéntate a mi lado- dijo y rápidamente uno de sus consejeros que estaba sentado a su lado izquierdo, se puso de pie- ¿Te has acostumbrado al lugar?
-Si mi Rey, el clima ya no es tan extremo.
-Me alegro, dime, ¿Qué te ha parecido tus nuevos aposentos?, Laurel había dejado todo ordenado, además, mande a decorar con las mejores telas ¿Y las mujeres?
-Mi Rey, estoy satisfecho con lo que me ha dado.
-Sí, la verdad que esperaba tu gratitud, mira aquí las mujeres no te faltaran nunca, todos sabemos que un soldado bien atendido dan mejores batallas- dijo levantando una y otra vez sus cejas- y relájate estando conmigo, habla conmigo como si hablaras con cualquier otro.
-Mi Rey, no estoy interesado por una mujer aun.
-¿Qué?- dijo extrañado mientras me miraba atentamente, hasta que la expresión de su rostro se relajó y continuó- lo lamento, te mandare lo que me pidas, eunucos, algún hombre que...
-No, no mi Rey- reí bajando el rostro un poco avergonzado- mis gustos son solo mujeres.
El Rey rio por el malentendido y luego bebió completamente su copa de vino mientras miraba a la multitud.
-Leo eres un hombre extraño, ¿Qué hombre en la tierra no quiere tomar a una mujer?- volvió a reír- te acostumbraras Leo, conocer a las mujeres de aquí te hará bien. Espero que te lleves una hoy a la cama, no tienes que ser tímido con ellas, al igual que los soldados tienes que recordarle constantemente cuál es su posición. Con el tiempo espero recibir tus solicitudes y con gusto buscare mujeres apropiadas para ti- dijo dándome unas palmadas en el hombro- la fiestas aquí Leo, siempre terminan en sexo, por donde quieras que lo veas, te sorprenderás al principio pero es muy común aquí, y es bastante difícil ver y aguantarse, por eso te digo todo esto. La comida aquí es condimentada con flores y hierbas afrodisiacas, asique no te extrañes si esto ocurre más tarde, yo soy pudoroso asique prefiero terminar la fiesta en mis aposentos pero aquí hay libertad y no hay pudor.
-Entiendo perfectamente.
-Bien Leo, entonces nos estamos entendiendo- sonrió.
El Rey hablaba normalmente, era extraño escucharlo sabiendo su gran título y poder, pero estaba relajado. Observaba a una parte del pueblo, que se divertía entre el vino, las mujeres y la música, de vez en cuando vigilaba a su Reina, volteando a verla sobre su hombro.
-¿Hacen fiesta muy seguido?
-No, después del invierno hay bastantes fiestas, pero todo depende del porque hacerla, ahora que lo recuerdo, dime Leo, tienes tus peticiones.
-Si mi Rey.
-Bien- dijo echándose en su asiento y mirándome mientras sostenía su vino-te escucho.
-Deseo 3 días libre dentro de una semana- dije mojando mis labios- deseo también que dentro de esos días tenga la libertad de ir donde se me aplazca junto a los comandantes. Pero de e igual manera dejaría a un soldado por si algo ocurriera, además solicito un herrero de Liastian o el tiempo suficiente para poder enseñar a un herrero de Cretos las técnicas para que las armaduras sean más resistente y de mejor calidad.
-¿Dices que el acero de mi Reino está mal elaborado?
-Si mi Rey.
-¿Mi acero fue la causa de que tengas el brazo vedado?
-Si mi Rey, y solo era un entrenamiento. Por lo que estoy bastante preocupado por mis soldados si la guerra se avecina.
-Bien, que más.
-Mi Rey, saque a todos los soldados ancianos de Cretos, y deseo poder conversar bien el tema con usted, ellos merecen algo que pueda sustentarlos dejando sus puestos, algunos llevan bastante tiempo sirviéndole al Reino.
-¿Quieres que le de comida, agua y vestimenta sin que ellos hagan algo a cambio?
-Sí, tenemos más soldados, soldados que puede ir en busca de provisiones, están más que capacitados. Además, es parte de un entrenamiento, si eso ocurriera, las provisiones de Cretos crecerían y tendremos los suficientes recursos para sustentar una vida cómoda a los soldados que defendieron Cretos casi por 40 años. A su avanzada edad no sirven en el ejército.
-Sigues sorprendiéndome Leo, ves que tienes un lado más humano- rio dándome un golpe en el hombro- 40 años ¿No?, es bastante.
-Si mi Rey, y ellos no quieren dejar el puesto porque no saben cómo sustentar a sus familias.
-Ya veo- dijo mientras meditaba tomando su barba- continua por mientras, esto lo conversare con mis consejeros, has lo de los soldados y bueno de acuerdo a lo del acero, te daré respuesta mañana o uno de estos días.
-Bien, y por último deseo, un calabozo.
-¿Un calabozo?, tenemos uno en la entrada hacia el lado izquierdo del Castillo, si quieres te entrego las llaves y tu organizas todo, podemos ir a verlo cualquier día- hizo una pausa mirándome atentamente mientras mordía la uña de su dedo índice y continuo acercándose a mi rostro- Leo, ¿Eres un carnicero también?
Carnicero, así se le llamaban a las personas que le gustaba desmembrar a sus víctimas y practicar con lo que pudieran obtener de tal acto. A veces solo se hacía porque era una de las formas de conocer más de la anatomía del ser humano, por lo que sus víctimas eran asesinadas como un cordero y comenzaba el proceso de separar las extremidades con los órganos pero, yo no era así.
-No mi Rey.
-Si- dijo haciendo una pausa mientras sonriente me miraba- sería bastante bueno, un hombre joven, con gran talento con cualquier arma, un General con poder, al mando de un ejército magnifico- El Rey hablaba usando sus manos cada vez que se refería a mí o a mis logros hacia una gran mueca, bajando su boca y levantando las cejas- eres un hombre atractivo, bastante debo admitir y que seas un carnicero sería mucho pedir- rió él mientras que el vino se escurría por su barba- entonces no eres un carnicero, ¿Para qué quieres un calabozo?- sacó su sonrisa inmediatamente y se inclinó acercándose a mí.
-Porque me gusta...
-Te gusta la sangre- completó mi oración mientras sonreía- ¿Te excita la sangre?, digo, talvez explicaría porque no estás tan interesado en mujeres.
-No- sí.
-¿Qué parte de lo que hace un carnicero te agrada? ¿El olor?, ¿La sangre?, ¿La cara de las victimas ya muertas?
Abrí mi boca para contestar, pero el Rey estaba extasiado con el tema que no me permitió contestar más que pequeñas palabras.
-Es la sangre ¿Cierto?
-Mi Rey no creo que sea el momento.
-No, no, contéstame. Después de lo que me has mostrado, estoy tan orgulloso de que seas el hombre que guiará a mi ejército. Deseo conocerte más, y complacerte como tú lo haces conmigo. Me complace ver tus entrenamientos, tus modales, la forma que hablas conmigo, asique contéstame, quiero saber lo que tu cara bonita oculta, esa parte oscura y demoniaca tuya, ¿Me entiendes hombre? No puedes ser tan bueno.
-Si Rey, yo pensé que esto no era importante.
-Para mí lo es, entonces, preferirías más a un prisionero que a una mujer entre tus piernas- rio a carcajadas- nos entenderemos muy bien Leo, me agradas, me agradas bastante- pero tranquilo, con el tiempo sabré todo de ti, puedes irte, pensaré en tus peticiones, pero lo del calabozo si te lo concederé, claro que sí- dijo haciendo caso omiso a sus propias palabras.
-Gracia mi Rey, con su permiso- dije levantándome e inclinando mi cabeza.
Y mientras caminaba no pude evitar ese ardor en el pecho, ese cosquilleo rasguñando mi estómago y esa sonrisa en mi rostro.
"Su sangre, sus gritos, sus suplicas, sus rostros, sus expresiones cuando aún, aún están con vida"
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-¿Hipócrita?, eres tú el que metió la pata donde no debía- levante un poco mi voz.
-Eres mi pareja ¿No?, ¿Porque no me contaste?, ni siquiera hiciste algo para cambiar la situación.
-Eiric te hice callar muchas veces, tu no me escuchas
-Debía saber, tenía que saber.
-¿Para qué?, ¿De qué sirve hoy en día el pasado de un hombre donde no estuviste involucrado?
-Yo quiero entender porque Leo es así, siempre pensé que había tenido problemas cuando niño, pero jamás algo así, ¡Es descabellado!
-Eiric cállate.
-No Cathal, ¿Tú, aun lo amas cierto?, tú siempre lo has amado y no como hermanos.
-Oh Eiric, por favor no empieces otra vez con lo mismo.
-Niégamelo, ni siquiera tienes el valor de negarlo. Veo como lo miras, como le hablas, la cercanía que tienes con él no es normal.
-Basta Eiric, no sabes de que hablas.
El ambiente era como si nos apartaba, a pesar del ruido podía escuchar las palabras de Eiric a la perfección, nuestro alrededor no importaba solo estábamos los dos y esta maldita discusión que subía cada vez más de tono.
-Se perfectamente de lo que estoy hablando, Leo lo niega todo, nunca habla de sus acciones pero yo estoy casi seguro que no has sido fiel conmigo y has dejado que el- dijo apuntando- te tome cuando le da la gana.
-¡Basta!
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El humor se me había levantado un poco, me había sorprendido la humanidad del Rey, se rebajaba a nosotros olvidando sus títulos y realmente me había sentido cómodo en su presencia. Además comprendía un poco mis gustos y no le había molestado, todo lo contrario, había reído.
-¡Basta!- dijo la voz de Cathal sacándome de mis pensamientos y levante la mirada para encontrarme con ellos.
Lejos de mí, cerca aun del rincón donde estábamos, ellos discutían, Cathal tenía el rostro enrojecido y hablaba apretando sus dientes, sus manos al igual que Eiric, estaban bastante enojados como para hablarse muy de cerca. Sus palabras pronto comenzaron a sonar más fuerte.
¿Cómo podían, estar en una celebración y discutiendo?, definitivamente mi humor no duraba con estos hombres y apresuré mi paso para encontrarme con ellos antes de que armaran un alboroto.
-Yo solo intente que te detengas, nunca me escuchas, si me hubieras escuchado, tu rostro no luciría así.
-¿Si?, oh y ¿Por eso te metes con él?, Ahora que tiene aposentos propios ¿Iras a dormir las noches allí?
-Mierda Eiric ¿Qué te pasa?
-¿Qué, no entiendes?, no puedo confiar en ti si estas con el.
-Es nuestro General Eiric.
-A la verga su título, tu eres mi hombre ¿Por qué tienes que ser tan apegado a él?
-Eiric, crecimos juntos.
-Todos crecimos juntos, todos debían saber lo que Leo ha vivido, ¿Por qué solo tú?
-¡Porque yo estuve ahí y tú no!
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No podía creer lo que escuchaba, ¿Cómo podía estar hablando enserio? quería golpearlo sin importar en la situación en que estábamos, deseaba plantar mi puño en su rostro, a pesar que su rostro ya estaba con contusiones que Leo le había dado, yo solo quería dejar de escucharlo. Fue el momento justo que escuché el carraspeo de una garganta y al mirar a un lado Leo estaba parado justo al lado de nosotros mirándonos, con su ojos penetrantes mientras frunciendo el ceño.
-No quiero escuchar una palabra más de ustedes- dijo enojado.
Eiric bajó su rostro y evito mirarlo. Naturalmente le respondería en este estado de celopatía en el que estaba, pero no lo hizo y solo quedo bajo sumisión.
-Leo yo.
-No Cathal, quiero que marchen fuera los dos, ahora.
Solo asentimos con la cabeza, me sentí un poco humillado, era como una madre retando a sus malcriados hijos, Leo tenía ya bastantes problemas y nosotros le dábamos aún más.
-Lo siento Leo.
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Pocas veces podía ver a Cathal tan enojado, su rostro realmente se enrojecía, a tal punto que sus ojos se cristalizaban de impotencia, su labio superior temblaba y sus manos se tensaban mientras que su respirar se agitaba bruscamente. Por otro lado Eiric, solo sudaba y gracias a mí, su rostro no era natural, su pómulo estaba hinchado, su ojo un poco morado y su labio con una herida de color negro que se veía notoriamente.
-Cathal- dijo Eiric mientras que este marchaba afuera.
-No Eiric, no me busques más.
-Espera Cathal- gritó pero Cathal no volteo a verle- Leo ¿Podemos hablar de...?
-No- dije seriamente, aún tenía tan presente la situación que habíamos estado en la tarde que no tenía ni la pisca de simpatía en hablar con el- arregla tu situación primero.
-Bien- dijo bajando su cabeza y salió detrás de Cathal.
-Leo- dijo Thiao acercándose a mí, pero no saqué mi mirada hasta que el estúpido hombre desapareciera por el balcón.
-Dime.
-¿Es verdad que nos das permiso?
-¿No me creen?
-Bueno hemos perdido a Kurok y Marlen.
-¿Qué?- dijo sonriendo y alce mi vista mientras el volteaba a ver la esquina.
Mis soldados estaban ebrios, no había pasado mayor tiempo y estos solo se dejaron llevar por la bebida y las mujeres.
-Ve Thiao.
-¿No estarás con nosotros?, las mujeres han preguntado por ti, míralas son hermosas y te están esperando, después de este día deberías estar con una.
-Si Thiao tranquilo no eres la primera persona que me dice eso, pero, iré afuera a tomar aire y después entraré.
-No te tardes.
Salí al balcón un momento, el sonido rápidamente se calmó como si este solo se concentrara dentro del salón, fuera de este, había un ambiente de tranquilidad y la brisa llego a mí acariciando mi cuerpo. Puse mis manos en la orilla y cerré mis ojos disfrutando del lugar. Podía respirar bien, no sentía ese ahogamiento de adentro, era como que si mis pulmones por fin podían expandirse completamente.
-Veo que la fiesta te pone tenso, General.
Su voz, si, si era su voz. Abrí los ojos y giré mi rostro a la izquierda encontrándome con su hermosa imagen.
-Princesa- bajé mi cabeza.
-¿El ambiente de adentro te incomoda?, puede ser extraño para ti pero aquí ya nos acostumbramos.
-Lose, su Padre habló conmigo.
-Te queda la ropa ligera- dijo mirando el horizonte mientras llevaba sus manos a la orilla del balcón.
¿Eso fue un alago? Recordé las palabras de mis soldados y comprendí lo que ellos me decían, ella era un poco dura pero no estaba enojada por las acciones que tomé después del torneo, simplemente así era ella. Al escucharla mi corazón comenzó a agitarse y sentí rápidamente como los nervios salían a la luz.
-A...- titubee- a usted igual le asiente.
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Leo se veía tranquilo, lo observé disimuladamente un momento y realmente se veía que disfrutaba bastante la naturaleza. Ver el horizonte, el mar, sentir la briza rosar su cara y hacer volar su pelo, era magnifico, él era magnifico. Su aroma llegaba a mí por el viento, un exquisito aroma, un perfume tan masculino, tan fragante, mi corazón se ponía nervioso y mis manos temblaban. Deseaba saber lo que estaba pensando en este momento que sin decir nada miraba la inmensidad.
-¿Te has herido?- dije al ver su brazo. El al escucharme giró su rostro y me contemplo con tranquilidad- ¿Puedo?- pregunté alzando mis manos.
-Sí- susurró.
Sus ojos realmente me encapsulaban, me quitaban el aliento, y sin experiencia alguna ante este tipo de situaciones. Por primera vez sentía el deseo de tocar su piel, de escuchar su voz y de compartir un tiempo a solas.
Fue entonces que con la excusa de su herida, el estiró su brazo y yo apoyé mis manos en él.
-Como- dije mientras mojaba mis labios y evitaba mirarlo a los ojos, podía sentir su mirada sobre mí, no la había apartado y permanecía ahí atento. Por los dioses que estaba nerviosa, y mi respirar bastante intranquilo ¿Cómo había cambiado esto?- ¿Cómo te hiciste eso?
-En la práctica Princesa.
-¿Fue uno de mis hombres?- proseguí sacando su vendaje.
-No, fue un error mío, no debe preocuparse por esta cosa.
-Lo hago, eres mi hombre.
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-¿Su... hombre?- me dije sorprendido, ella rápidamente se dio cuenta del significado de sus palabras, levantó su rostro y sonrió.
-No malinterpretes, eres el General, el hombre de mi Padre, de mi madre y de mi ¿No?
Era encantadora, su sonrisa era perfecta, su voz era suave como la de una melodía y no tomaba el peso de las palabras.
-Su hombre- volví a repetirme mientras la observaba. Aquella palabra tenía tanta propiedad que al mismo tiempo imaginé realmente lo que podía hacer si fuera su hombre.
-Leo- dijo cuando terminó de descubrir el vendaje- ¿Cómo puedes estar tranquilo con una herida así?, mira tú brazo esta todo morado- la expresión de su rostro se formó rápidamente en asombro y miedo. Sus ojos bien abiertos y el ceño un poco fruncido, su voz rápidamente cambio- inclínate.
-¿Qué?- pregunté sorprendido.
-Que te inclines- dijo mirándome, entonces di un paso atrás para alejarme e incline mi cabeza y enseguida sentí sus manos en mi frente.
-Princesa- susurré mirándola de cerca, ella se había acercado a mí y puso su mano derecha en mi frente- su Padre, por favor- dije apartándome- no haga esas cosas, no quiero males entendidos.
-Bien- dijo levantando su mirada y sonrió- solo comprobaba tu temperatura, no haría algo que te pondría en aprietos Leo.
-Lo siento, fui impertinente.
-No, está bien, debe ser difícil para ti comunicarte conmigo con naturalidad si en Liastian no hay muchas mujeres, iremos de apoco- sonrió- pero debes verte ese brazo, aquí en Cretos hay un ungüento que sirve para las heridas, si quieres te mandaré a tus aposentos o podrías acompañarme.
-Está bien, lo aceptare- sonreí, con una sonrisa naturalmente tímida- dígame su nombre.
-¿Por qué quieres saber?- caminó lentamente mientras me miraba sobre su hombro y se apoyó en la orilla dándome la espalda.
-¿Usted tenía miedo de no verme?
-¿Porque lo dices?
-Eso fue lo que dijo antes, y por eso no me dijo su nombre esa vez en el campamento. Ahora que soy General, ¿Qué le impide decírmelo?
-¿Ellos son tus hombres?- dijo mirando a la entrada del Castillo.
-Sí, Eiric y Cathal- dije acercándome a ella pero dejando un espacio entre nosotros casi de un metro y medio.
-¿Por qué ellos no participan adentro?
-Ellos no han tenido un buen comportamiento y les pedí que conversaran afuera.
-Ya veo- sonrió y me miró. Me sorprendí al verla ya que sus ojos al mirarme, eran como dos perlas que brillaban como la luna sobre nuestras cabezas- ellos, no siempre son correctos.
-Lo son, cuando son temas de entrenamientos, luchas y guerra.
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Leo era tan tímido, aunque sus ojos no me demostraban esa timidez, era tan correcto que de vez en cuando me daban ganas de quebrantarlo, de descubrir el lado oscuro de este hombre, porque después de todo, todos tienen un lado bueno y un lado malo.
Quite mi mirada de él y volví a sus soldados. El soldado más pequeño tenía el mando en la conversación, apuntaba, dando unos pasos haciendo retroceder al otro pero, estábamos bastante lejos para escuchar lo que hablaban pero podíamos verlos. Leo también los miraba, seriamente pero no se veía enojado, más bien, no tenía ninguna expresión en su rostro, era como una piedra. Hasta que de un momento a otro el soldado más alto agarro al otro del rostro y lo beso bruscamente mientras que el más pequeño dio unos pasos más atrás hasta que su espalda llego a uno de los pilares.
Me había causado sorpresa, miré a Leo pero el levemente sonrió.
-¿Le molesta lo que ve?- me preguntó sin mirarme y al cabo de unos segundos como no le respondí, llevó su mirada a mi.
-No- sonreí. La verdad fue excitante- aquí en Cretos no se ve mucho a dos hombres intimando.
-Aquí hay mujeres para todos, en Listian no, hay muchos soldados en el ejército que son como ellos.
-Tú estás acostumbrado a verlos.
-Sí- dijo y sonrió hasta que sus ojos se achinaran.
-¿Qué?- sonreí- ¿Por qué te ríes?- su sonría era hermosa, su rostro, sus ojos, no puedo seguir nombrando todo lo bello que le podía encontrar.
-Mis hombres no tienen pudor dentro del grupo.
-Eso es magnífico- dije sin dejar de ver lo apasionado de sus besos.
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-Leo.
-¿Si Princesa?
-Prométeme algo- dijo y la volví a mirar pero ella estaba como engatusada con mis dos estúpidos hombres.
-Dígame Princesa, si está dentro de mis conocimientos, haré cualquier cosa.
-Prométeme- volteo a verme. Se había puesto más seria y me miraba con los ojos un tanto enojados. Volvió a decir seriamente- prométeme que estarás conmigo por un largo tiempo.
Claro que si bella dama, si pudiera estar con usted todos los días, claro si lo prometería.
-Princesa- dije bajando mi cabeza- dentro de lo que se me permite, prometo estar a su lado siempre.
-Leo, mi nombre es Helina, como nuevo General, confió que me protegerás.
-Claro que sí.
-Bien, vamos a acompañarme a buscar ese ungüento- dijo caminando y en la entrada sus doncellas la estaban esperando, que rápidamente la escoltaron.
Helina, un hermoso nombre para quien era la dueña.
El lugar estaba caluroso, literalmente caluroso, el sexo había cobrado vidas y todos estaban en un frenesí, la música aún seguía, el vino corría por el suelo, la comida botada y las personas por todos lados desnudas. Comprendí rápidamente a lo que Thion se refería.
Un pueblo sin pudor, un pueblo acostumbrado a intimidar en público, un pueblo que no tenía límites de cordura y que se alimentaba constantemente unos a otros olvidando leyes. Olvidando incluso una promesa a la diosa Zocim de un matrimonio libre, de prestar a su mujer o a su hombre.
-¿Te sientes incomodo?- la Princesa estaba tranquila y en el medio del ruido, junto a la distracción que llevaban a mis ojos mirar a todos lados, la pude escuchar.
-No lo comprendo- le grité para que escuchara.
-¿Qué no comprendes?- sonreía mirándome lo que me llevó a preguntarme qué clase de expresión se formaba en mi rostro, ¿Asombro?, ¿Miedo?, ¿Nervios?
-Le diré cuando salgamos?
-General- dijo una mujer acercándose.
-General participe con nosotras- dijo otra mientras rodeaba mi cuello en sus brazos.
-Quédese, lo haremos sentir bien.
-Hey- dijo nuevamente su voz. Ella cuando hablaba enserio tenía una cara de superioridad, seria y con los ojos bien abiertos, todos le obedecían de la mejor manera- el General viene conmigo.
Las mujeres se miraron unas a otras sorprendida y lentamente se apartaron mirándome. Ella solo sonrió y me dio la espalda caminando a una de las puertas. Al salir me encontré rápidamente con un lugar un poco sombrío y unas enormes escaleras. Ala derecha del Castillo.
-Las cortesanas son un poco obstinadas para saber lo que está en tu entre pierna General- dijo Helina mirándome desde unos peldaños más arriba.
-Usted no es nada tímida como veo.
-No, así que prepárate, eres un hombre General- dijo mientras ascendía- y las mujeres se pelearán por ti y todo el Reino hablará de ti.
-Eso no me ayuda- reí llegando a su lado.
-¿Por qué?, es un halago.
-Sí, pero cuando ese día llegue, más vale hacerlo bien.
-Oh claro, claro- rió al comprender a lo que me refería.
Los pasillos eran silenciosos a esta hora de la noche, las antorchas iluminaban el lugar y solo el sonido de mis botas hacían eco por todo los rincones del edificio.
-La esperare aquí- dije al llegar cerca de sus aposentos.
-¿No entraras?
-No Princesa.
-Está bien, regresare enseguida- dijo entrando.
-¿General?- dijo una voz y voltee a mirar hacia la escalera.
-Lands.
-¿Qué hace aquí?, ¿La Princesa sabe que usted está aquí?- preguntó acercándose.
-Lo que yo haga aquí ¿Importa?
-Claro que sí, debo saber porque viene a este lugar sin antes haber avisado.
-Comprendo que quieras proteger a la Princesa y cumplir con tu trabajo, pero soy tu superior. No te compete mis intenciones de ir donde a mí me dé la gana.
-Aquí hay reglas que cumplir General.
-Sí- sonreí- reglas que derroque y reglas que volví a armar.
-General- dijo seriamente- si le llega a hacer algo a la Princesa juro que lo mato.
-¿Matarme?, Soldado, ¿Estás seguro que lograras hacerlo?- sonreí, este hombre hablaba sin acción, la Princesa lo quería y al parecer él también a ella ¿Tendrán algo?- incluso con mi brazo herido no creo que tengas oportunidad conmigo.
El al escucharme se sorprendió y desviando la mirada dijo con un tono de voz más agradable.
-Tus soldados me han explicado, lamento haberte provocado esa herida.
-No es tu culpa, descuida, ahora quiero preguntarte algo- hice una pausa intentando ver su reacción en su rostro, cualquier cosa que me demuestre sorpresa, vergüenza, o enojo- ¿Te agrada la Princesa o no?
-¿Y a quién no?, no es algo que ocultaré.
-Ya veo. Ten cuidado con tu lengua, es muy ligera y te rendirá cuenta algún día.
-No necesito que me hables de mi lengua.
-Lands- dijo ella abriendo la puerta.
-Princesa- dijo bajando su cabeza.
-No es la primera vez que te escucho hablar de forma impertinente a nuestro General. Recuerda que gracias a mi estas hoy con vida y te exijo el mismo respeto que me das, ahora le des a tu superior.
-Mi disculpas General.
-Lands, algún día nos llevaremos bien- dijo Leo sonriendo- Princesa, gracias.
-¿Ira devuelta a la fiesta?- dijo deteniendo mi caminar y voltee a verla.
-No- le sonreí- iré a descansar.
-Está bien nos vemos General.
Próximo Capítulo 10.- Los Ancianos.
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