8.- Un Gran dolor sepultado, que fuerte grita
Maldije mil veces a mi estúpido soldado, ¿Por qué tenía que ser tan duro de cabeza?, si esto lo haya asustado lo suficiente para que haga un cambio, entonces no dudaría en volver a golpearlo e intentar hacer lo que hice, a veces soy tan despreciable. Si pudiera entender todo lo que viví, si para él es difícil, para mi vivir fue imposible.
Caminé un momento sin rumbo, pensando una y otra vez lo que había hecho, ¿Cómo llego todo esto a este punto?, ¿Por qué mierda nunca me escucha? Mientras caminaba recordé un lugar en el que quería escudriñar y pronto llegue al salón de Guerra. El lugar estaba completamente en silencio y abandonado, no había personas deambulando por los alrededores, ni sonidos más que mis pisadas, fue entonces que abrí la puerta y entre. Al entrar había muchos libros, pergaminos y hojas, eran bastantes, puestos en muebles y otros encima de una gran mesa, la habitación tenía grandes ventanas y tenía una gran iluminación, además al fondo de esta tenia a una mesa con una silla, más bien se veía como un escritorio y al frente de esta, pues, más libreros.
–¡Maldita sea!–grité apoyando mis manos en la mesa.
–¡No!, déjame, suéltame, por favor, para, no por favor, por favor, para, no, para ya, por favor, para, no por favor, !No!, me lastimas, no, no, déjame, suéltame, ¿Por qué?, detente, déjame, no entiendo, un dolor, una pesadilla, no puedo, no puedo, no puedo, ¡detente!, ¡déjame de un vez!, maldito seas, ¡basta!, te mataré, ¡te mataré!, ¡TE MATARÉ!– mi voz.
–¿Leo?
–Ven Leo, ven conmigo.
–No.
–Si Leo, tu madre dice que debes obedecer a tus mayores, ella sabe de todo eso.
–¿Ella sabe? ¿Ella lo permite?
–¿Leo?
–Ella, ella lo aprueba, ella.
–¡Leo!, Hey, escúchame, mírame, mírame.
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¿Dónde habrá ido?, dije caminando al balcón y asomándome pero no había rastros de Leo, corrí entonces al otro balcón pequeño del lado trasero pero tampoco lo vi.
–Soldado– dije viendo a uno de los hombres subiendo por las escaleras.
–¿Si Comandante?
–¿Has visto al General?
–No Comandante.
–Está bien, ¿Dónde llevas esas cosas?– dije a ver sus manos que cargaban una que otra armadura.
–Laurel esta con el Rey en estos momentos, y han solicitado llevarle armaduras de los ya fallecidos.
–¿El General sabe de esto?
–No mi Comandante, esto solo me lo ha pedido repentinamente, no he tenido tiempo de informar.
–Bien, pero debes informar, sabes que nuestro General pide toda la información.
–Sí, no volverá a ocurrir– bajó su rostro aceptando su error.
¿Entonces donde esta él? Esperé que el soldado desapareciera por el corredor y lo seguí directo a uno de los salones principales que están en el tercer piso lado derecho de este. Al llegar, el soldado entró bajando su rostro y el pasillo quedo en silencio. Me acerque a la puerta y entre la abertura de este pude ver a los ya nombrados.
–Vamos Laurel no me puedes decir que de un momento a otro te sentiste débil ante ese hombre, incluso deje que lo golpearas antes, ¿Dónde terminó la confianza que te tenías?
–No es confianza mi Rey, ese hombre realmente es bueno en lo que hace.
–¿Averiguaste de donde proviene?, si es un huérfano como todos, alguna vez debió tener Padre y madre.
Rápidamente recordé el rostro de Laurel cuando Leo mencionó a su madre, ¿Será posible que él ya sepa quién es? ¿Lo dirá al Rey?
–He averiguado, pero la Reina es la única que sabe de dónde viene cada uno, el pueblo es un poco ajeno, ni con torturas ellos hablan, me hace pensar que realmente no lo saben.
–Bien, manda una carta a la Reina, necesito saber de dónde viene ese hombre.
–Mi Rey, con todo el respeto, yo creo que sería mejor confiar en él, demostró su gran liderazgo y por algún motivo me dejo vivir.
–Lose, Laurel, no digo que no confiare en él, pero tengo esas dudas que me gustaría aclarar, ese hombre me sorprende, incluso podría decirte que no ocupo ni la más mínima fuerza contigo.
–¿Qué?
–¿No lo viste?, no estaba ni sudado, ni cansado, imagínate lo que este hombre podría hacer si peleara enserio.
–Oh mi Rey, me he vuelto tan débil.
–Pero no estás muerto, debes avisarme lo que él te dirá, debe tener todo listo para ti y quiero saber.
Asique quieren saber de dónde viene, pero ¿Laurel será tonto o solo está mintiéndole al Rey?, la expresión de su rostro no me daba para hacerme interrogantes sobre si de verdad sabe que Leo es el Príncipe de Liastian y heredero por sangre, o ¿Si realmente la expresión de su rostro era miedo a él y no a lo que podía saber de la Reina? Mierda. Era suficiente, Laurel no dejaría de trabajar para Thion y todo lo que haría bajo la orden de Leo sería más que información para el propio Rey. Leo debía saber esto ahora.
Caminé por el pasillo pero estaba vez seguí por el lado izquierdo del Castillo para así bajar las escaleras y estar rápidamente cerca del área de entrenamiento. Fue entonces que al pasar por una de las puertas, esta, estaba abierta y pude ver a Leo dando la espalda y apoyado en una mesa, mientras que su cabeza era escondida entre sus brazos.
–¿Leo?– dije entrando y cerrando la puerta lentamente pero el no hizo ningún movimiento entonces volví a llamarlo– ¿Leo?– me acerqué lentamente dándole espacio pero al ver su rostro comprendí que no estaba aquí. Sus ojos estaban cristalizados como si fuera a llorar, sus manos apretadas, tenía una expresión de espanto y asombro-¡Leo!, Hey, escúchame, mírame, mírame– dije acercándome y con mis manos agarré su rostro. Era como ver al mismo niño asustado y lastimado de hace años atrás.
–Mi voz.
–No Leo, tu voz no se escucha.
–Su voz sí– dijo cerrando los ojos.
–No, no, Leo, estas aquí conmigo, no hay nadie más, nadie habla más que yo– sus ojos me encontraron pero era como si volviera al presente y si tenía un minuto para pensar, pues, volvía a su pasado- Hey, quédate aquí, conmigo ¿Quieres?
–Cathal, todavía escucho sus palabras, cada vez que me hacen recordar.
–Lose, pero ignóralas, ven siéntate– dije tomando sus brazos y empujándolo a una silla.
–Creí que lo había olvidado, creí que esto ya no estaba en mí, ¡Maldición!
–Tranquilo– dije agarrando sus hombros y lo mantuve firme apoyando su espalda en el respaldar de la silla.
–Leo, haré que todos olviden esto, pero tú también olvídalo. Él está muerto, y tu estas vivo, más vivo que nunca.
–Si– dijo pensativo.
–Te haría bien, ver a tu madre en tiempos como estos.
–No, no recurriré a ella, ella debe estar tranquila– dijo levantándose y caminó al otro lado de la mesa– me quedare aquí un momento.
–Bien, pero debes poner tu brazo en mantas heladas– dije observándolo, el brazo con la herida se había hinchado un poco, se estaba tornando oscuro y morado.
–Si Cathal, ve, yo revisaré unas cosas aquí y bajaré a ver a los nuevos.
–Si Leo, pero, ¿Seguro que estas bien?
–Sí.
–Voy entonces– dije caminando a la puerta– oh Leo, ten cuidado con Laurel, lo vi hablando con el Rey, el será su vocero.
–No, Cathal, el será mi vocero, lo entenderás después.
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Mentí, no me sentía bien, aun podía recordar y escuchar en mi cabeza la voz de niño que tenía en ese entonces, palabras repetitivas, llanto, dolor, pidiendo ayuda, quejándose, y suplicando. Jamás podría volver a ser ese niño tan vulnerable, días después me propuse a ser un hombre que jamás caería, que nunca se dejaría engañar y que mis acciones siempre serán algo que me haría responsable. Nadie podrá ser mi dueño y ese hombre, es lo que soy hoy en día, aunque tuviera poca edad, este era solo el comienzo.
–¿General?– dijo una voz y sentí como la puerta se abría, voltee lentamente. Ahí estaba.
–Laurel, tanto tiempo.
–Leo, ¿Qué haces solo aquí?– dijo mirando atrás.
–Tú pregunta esta errónea, hazla de nuevo– dije cruzándome de brazos tratando de concentrarme en él.
–Bueno, ¿Quién te ha mostrado este lugar?– dijo acercándose. Tenía el pelo suelto con dos trenzas a sus costados, su rostro estaba con más color y venia sostenido por un cayado.
–Veo que aún no te has recuperado del todo, bien si quieres siéntate, este lugar me lo mostraron hoy una de las sirvientas.
–Ya veo– dijo caminando a una silla.
–Así que Laurel me informaron que eres los oídos de Rey.
–Oh no, yo...
–No hace falta negarlo– dije sentándome en la mesa– de todas formas tu vienes a mí porque tienes un tema pendiente conmigo asique te escucho.
Sus ojos no tenían lugar, lo notaba un poco nervioso y talvez extrañado por la forma en que le hablaba. Su mano vendada no se movió de su pecho, estaba un poco sudado pero seguramente había tomado leche de amapola para controlar su dolor.
–Leo– dijo tomando una gran pausa– ¿Quién es exactamente tu madre?
–¿Mi madre?, pensé que lo sabias.
–Debo estar seguro.
–¿Le informaras al Rey?
–El Rey quiere saber también, pero yo no trabajo para el.
–Lose, trabajas para alguien más...
–Bello y poderoso– dijo interrumpiéndome– Leo, conozco a tu madre más de lo que crees.
–Y ¿Quién es mi madre?– sonreí pero el solo me miro– bien, dejémonos de juegos– dije bajando mi mirada y lo miré atentamente.
–Eso, eso Leo, me confirmas que eres hijo de la Reina Dalia, tienes la misma mirada de tu madre.
–No la vuelvas a nombrar.
–Lo siento– dijo bajando su rostro– pero jamás he olvidado la mirada de tu madre, es aún más aterradora y a la vez hermosa.
–Te prohíbo que la nombres o hagas alusión a mi parentesco con ella.
–Si General, no la nombraré, pero ¿Por qué estás aquí?, tenía dudas de que ella había tenido un hijo pero nunca supe quien podía ser, lo más extraño para mi es, encontrarte aquí, ¿Ella te ha mandado?
–No, yo decidí unirme al ejército.
–¿Qué?
–El que yo esté aquí es decisión mía, estar y vivir en un Castillo toda la vida es absurdo, no es para mí.
–Pero no puedes, no deberías estar aquí, solo los desertores pueden...– dijo asombrado– ¿Desertaste?
No quise responder, era un poco vergonzoso que alguien con un gran título, con miles de oportunidades haya desertado, solo para seguir lo que amaba.
–¿Por qué?, ¿Por qué un hombre como tú con tanto poder incluso más poder que Thion...– tapó su boca mientras se levantaba del asiento– ...está aquí?
–Deja de balbucear Laurel, ¿De verdad esto es lo que querías hablar conmigo?
–Es que Leo, no entiendo.
–No es necesario que entiendas por qué estoy aquí, solo entiende, que necesito de ti.
–Claro, claro, por el hijo de la bella dama yo cualquier cosa haría.
–Te diré algo, si fuera por mí ya estarías muerto, pero las órdenes de la Reina son absolutas y ella necesita que te comuniques con ella.
–Lo sé Leo, no me esperaría algo más del hijo de la Reina, pero ¿Cómo me comunicaré con ella?, Thion tiene vigilados a las aves mensajeras además, tu eres el responsable que no pueda escribir.
–Busca algún sirviente de la clase media que pueda escribir. Le cortas la lengua y las manos para que no vuelva a hacerlo, así tú te recuperas.
–Eres realmente temible Leo.
–Thion no es el único que tiene mensajeros–dije y saqué un collar de cuero que caía de mi cuello– ten– alcé mi mano y lo miré. Este se acercó y lo tomó con delicadeza observándolo.
–¿Qué es esto?
–Es un instrumento para hacer sonido, no es audible a nuestros oídos– dije abriendo una de las ventanas y miré el cielo– pero para ellos si.
El cielo estaba completamente despejado con un sol que daba bastante calor, pero entre la inmensidad estaban ellos, alzando vuelo a lo alto, planeando entre las corrientes de los dioses,
Shira, el Halcón de la Reina madre era completamente blanca, con una que otra manchas negras, al ser hembra era grande y su tamaño era de 65 cm, sus alas eran más cortas que la del peregrino pero tenía su cola más larga y sus ojos era la misma noche encapsulada como una perla.
La Reina los entrenaba bastante bien y habían sido entregados a nosotros al cumplir los 18 años, Vivian en la naturaleza, a donde quiera que íbamos ellos nos seguían y solo nosotros podíamos corresponder a sus servicios de mensajería, gracias a los silbatos.
–¿Halcones?– dijo Laurel asombrado acercándose a la ventana, ¿Trajiste halcones?, ni el Rey se ha dado cuenta de esto.
–Llegaron hace unos días atrás, se los presentaré al Rey, pero ellos no obedecerán a cualquiera.
–Sí, lose, tu madre también tiene muchos de estos y le obedecen pero me han dicho que viven en las colinas sin ataduras, además es el animal de tu pueblo.
–Sí, es nuestro emblema.
–Aunque me parece que tú eres como el halcón más importante de la Reina– dijo mirando el silbato que también tenía forma de un halcón en un extremo y dos halcones el otro.
–Llama por el halcón solitario– dije mirándolo, la atención del ambiente cambio rápidamente y como había dicho mi madre, sentí que este hombre iba a ser de confianza, como si algo en el me ablandara. Como si lo conociera, era extraño, haberlo odiado en un momento ahora hablando con la mejor naturalidad.
Fue entonces que este hombre llevo a su boca el instrumento y soplo del, no salió ningún sonido pero uno de mis halcones debió haber escuchado.
–Aquí viene– sonreí mientras con rapidez me saque la ceda que cubría mi parte superior y la amarre a mi brazo terminando justo para ver unas grandes garras listas para aterrizar.
Ella era brusca, tenía mal temperamento con los desconocidos, y al ser llamada solo se lanzaba dando un gran impacto a quien la sostuviera, por lo que era indispensable saber cómo hacerlo, por lo contrario nos dañaríamos gravemente. Doble un poco mis piernas para tener mayor estabilidad y alce el brazo, sus garras se abrieron directo a él y me sostuvo con fuerza mientras daba los últimos aleteos.
–¡Woh!– dijo Laurel agachándose y cubriendo sus rostro al sentir la fuerza de impacto que hacían sus alas para detenerse– es un hermoso ejemplar– con gran curiosidad sus ojos se abrieron y su rostro sonreía curioso– ¿Es un Gerifalte?
–Sí, pero es ella– dije acariciando sus alas– Shira es hembra. Ella es la que puede contactarse con la Reina, el otro extremo del silbato es para llamar a los demás, has buen uso de esto–
–¿Me la darás?
-Laurel, deseo confiar en ti, poder llegar a confiar en ti y para eso, debo darte este silbato, puedo decir que confió en ti, pero no hablo por ella– dije y al subir un poco mi brazo bruscamente, ella chillo– ella decidirá confiar o no en ti, te recomiendo no tomarla, podrá realmente enterrar esas garras– dije caminando cerca de la ventana y alcé mi brazo. El ave emprendió vuelo– espero que no me defraudes.
–Es una hermosa ave Leo, me ganare su confianza.
–A ella no le simpatizan los extraños, no quiero saber después que te haya arrancado un dedo.
–Entiendo lo que me quieres decir, pero no estoy seguro de esto.
–¿Cómo piensas contactar a la Reina?, ¿Piensas que esto llegara a los consejeros, a los sirvientes? Si quieres contactarte con la Reina este es el método más transparente.
–No, ósea, si claro que si, así se hacen las cosas -
–Shira es el halcón de mi madre, sus plumas, sus alas, todo de ella refleja la elegancia, la hermosura, la perfección, y así...
–Es tu madre– volvió a completar mi oración– eso lo tengo muy presente, ya veo a quien sacaste esa actitud tan fuerte tuya, pero, entonces dices ¿Qué si yo mando a esta ave con un mensaje ella lo llevará directamente a tu madre?
–Correcto– dije poniéndome la ropa– bien, un gusto Laurel, espero tener este tipo de encuentros contigo más seguido. No soy un hombre que puedes escapar fácilmente– sonreí– oh, recuerda esto, un silbato para que venga, dos son emergencia– proseguí abriendo la puerta– Shira vendrá con un silbato y tendrás que aprender a sostenerla.
–¿Y dos?– dijo mirando el silbato.
–¿Dos?, con dos solo pasara cerca de la ventana, tira tu pergamino y ella lo agarra sin detenerse.
–¿Tu madre la entreno así?
–No, todos están entrenados así.
–Nos vemos General.
–Laurel– dije deteniéndome sin mirarlo– no vuelvas a nombrar a mi madre, recuerda que aquí yo soy huérfano y un soldado, espero tu lealtad. Sabré si le sirves al Rey aun, asique no me subestimes.
Un ave hermosamente fuerte, elegante, pura, un ave que por un momento, entre las palabras de Laurel y las mías elogiando a mi propia madre, vino a mi mente su imagen. Su sonrisa, su hermosura y nuevamente volví a tener ganas de verla, Princesa.
Más tarde antes de la fiesta, entré en mis aposentos con el fin de poder encontrar aun a mis hombres.
–Leo– dijo Kurok al verme.
–¿Cómo te sientes?
–Tú, ¿Cómo te han tratado estos hombres?– dije ignorando a mi hombres y acercándome a una de las doncellas.
–Leo, yo les informé de tus intenciones con ellas.
–¿Mis intenciones?, ¿Cuáles son mis intenciones?– pregunté mirando a Cathal.
–De protegerlas, de cuidar su integridad.
–Oh, cierto– sonreí.
–Leo, necesitamos conversar– dijo Thiao un poco tímido.
–Sí– aun me sentía incómodo, no quería volver a tocar un tema tan delicado y doloroso para mí. Ellos talvez lo comprenderían pero cuidarían mucho más de mí y eso no eran lo que yo quería.
–Ven Leo, te cambiaré esa venda– dijo Cathal sentándose en una silla, sin poder mirar a los ojos de mis hombre solo caminé recostándome en la cama y estirando mi brazo a él.
–Debemos hacer algo con esto– dije levantando mi brazo.
–Leo, quédate quieto.
–Sí, ¿Cómo es posible...?
–Espera Thiao, primero necesitamos explicaciones– dijo Kurok acercándose a mí– o golpearé tu verga.
–Me sentaré– dije avisando a Cathal.
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Estaba un poco molesto aun, habían pasado horas ya desde que Eiric y Leo se habían peleado, pero el tema no se conversó y sus hombres pedían explicaciones. Explicaciones que ninguno de los dos quería dar y Leo no iba a poder ignorar la situación. Fue entonces que amenazado por Kurok, se sentó en la orilla de la cama y mordiendo sus labios se atrevió a hablar.
–Lo lamento, mis acciones de hoy en día no se justifican por nada. Pero de todas formas, no me crean indiferentes a ellas, sabía lo que hacía y las volvería a hacer.
–¿Sabías lo que hacías?
–¿Lo ibas a hacer entonces?– dijo Marlen subiendo el tono de su voz.
–No, Marlen, y no uses ese tono conmigo– dijo Leo poniéndose de pie y mirándolo seriamente– lo que paso esta tarde fue porque Eiric se adentró en mi pasado, algo que no debía. Solo la Reina conoce lo que he vivido y solo ella podía juzgar mis acciones. Si no les cuento mi vida, la vida que no han compartido conmigo, es porque mi propia madre me ha amenazado con eliminar a cualquier persona que sepa y además no es grato para mí hablarlo o recordarlo.
–¿Qué?– dijeron al escucharlo Marlen y Luca estaban molestos, se veía en sus rostros, la curiosidad que sentían ante esto invadía sus cuerpos, poniéndose rápidamente a la defensiva.
–¿Amenazarte con qué?– preguntó Marlen.
–Pido– dijo y su voz comenzó a ser más grave, cada vez que Leo se ponía serio su voz cambiaba al igual que su mirada– que se mantengan al margen de mis tiempos cuando era niño, hay algunas cosas que no puedo decirles, y no los digo para protegerlos.
–¿Qué?– dijeron Marlen y Luca.
–Tranquilos– dijo Thiao poniéndose de pie. Poniéndose entre Leo y ellos– si Leo nos está contando esto es por algo, Eiric hizo algo que detonó...– volteo y a mirarlo extrañado–... tu enojo, yo no conozco lo que has vivido Leo, pero creo que si no nos cuentas es porque talvez es difícil para ti.
–Eiric tendrá que dar cuentas con la Reina si ella llegara a enterarse– dije mientras sostenía aun la venda nueva.
–Deténganse ya, la verdad Leo– dijo interviniendo Kurok– sabes que eres muy preciado para nosotros, pero yo no tengo interés en tu pasado, sino en la vida que has hecho junto a nosotros y que harás con nosotros. Lo demás guárdalo, después de todo, "El secreto mejor guardado yace detrás de la puerta blanca y cualquiera que logre entrar perderá una de sus extremidades"
(Un dicho del pueblo refiriéndose a la puerta de los aposentos de la Reina) todos conocen eso.
–Mi Señor– dijo una de las doncellas acercándose con la ropa de nosotros.
–Oh, muchas gracias– dijo Kurok haciéndose el simpático con la bella dama–¿Para todos?
–Sí Señor, es para la fiesta.
–Vean aquí, ropas limpias y en buen estado para la fiesta, ahora cambien la cara.
–Kurok, no te va el papel de Cathal– dijo Thiao riéndose.
–Bien Leo, respetamos tu decisión, por favor no ocultes más tus cosas– dijo Marlen– Eiric no es el único que quiere saber todo de ti.
Leo solo bajo la cabeza sin decir nada, estaba tan serio, sus ojos un poco idos y bastante pensativo. Sus brazos a los costados firmes y su cuerpo aun tenso, rígido mientras apretaba uno de sus puños sin ejercer mayor fuerza.
–Hey hombre– volteó a mirarlo Thiao y Leo giró a mirarlo. Aunque ninguno de los que estábamos ahí lo imaginó, este hombre, el más adulto de todos solo extendió sus brazos y lo abrazo– no sé por lo que has vivido pero por tu cara puedo suponer que no ha sido nada fácil.
Leo relajo su mano rápidamente, pero no se movió, como me daba su espalda tampoco pude verle el rostro, ¿Estará sorprendido? ¿Atónito?, no es un hombre que reciba contacto físico con agrado pero tampoco lo había apartado. Fue entonces que Thiao lo soltó, agarró su nuca y puso su frente con la de él, como los hermanos que éramos.
–Cuenta con nosotros, somos tercos, odiosos y pesados pero somos tus hermanos. Te ayudaremos en lo que podamos.
Leo solo asintió con la cabeza y cuando Thiao lo soltó, este solo miro el suelo.
–Oye, deja de pensar, no quiero verte pegado en un punto, ven conmigo, terminaré de ver tu herida.
–Lo siento Cathal.
–No, no lo sientas, no es tu culpa.
–Ahora que lo recuerdo, Leo ¿Cómo fue que te sucedió eso?– pregunto Luca
–Fue el brazal.
–Sí, todos vimos la sangre pero ¿Cómo?
–El acero de esta tierra es muy malo– dijo Leo mirándolos de apoco.
–Mandemos a llamar a un herrero de Liastian.
–Debemos enseñar cómo se hace el acero, un buen acero– dijo Kurok acercándose– con estas cosas moriremos independiente de lo bueno o malo que seamos.
–Le diré al Rey, esa será una de mis peticiones.
–Bien Leo, no podemos volver a usar esto– dijo Marlen.
–Si te has dañado con un simple entrenamiento, en un combate real no tendremos oportunidad– dijo Thiao mientras se vestía.
–Leo– lo llame despacio mientras que los demás conversaban y juzgaban al Reino. El aunque estaba presente su mente aun no volvía del todo y no me escucho– oye– volví a hablarle mientras le daba un toque en el hombro hasta que me miro– ¿La decoración te agrada ahora?
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Si llegaran a saber, ¿Cómo los podría mirar?, Kurok me molestaría de eso estoy seguro y yo no podré con esto. Por otro lado, mi madre si se enterara, debe saberlo y Eiric sin duda se arrepentirá.
–Oye– dijo la voz de Cathal y sentí el calor de su mano en mi hombro– ¿La decoración te agrada ahora?
–¿Qué?– dije subiendo la mirada y viendo que todo había cambiado, estaba tan metido en mis pensamientos que ni siquiera me había dado cuenta.
Todo había cambiado a colores negros y burdeos, el color de mi tierra, incluso los telares para entrar a la bañera ahora eran morados.
–Me agrada– le sonreí– Thiao.
–¿Si Leo?
–¿Dónde está Eiric?
–Vendrá antes de la fiesta– contestó.
–Bien, preparémonos entonces.
Próximo Capítulo 9.- La Fiesta de Tir.
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