7.- Verde y Azul
Al sexto día del ascenso de Leo, mis hombres aún estaban ajeno a los entrenamientos que empezaban a realizarse en las praderas traseras del Castillo. Mi Padre había mandado más de una ocasión a mis hombres pero yo no lo permitía, hasta que llegó el día acordado, y ese día era hoy.
–Lands, te había mandado a que fueras y vieras.
–Lo siento Princesa, pero no los encontré.
–¿Qué?
–Fui al lugar donde se había informado que se hacían los entrenamientos pero nadie había allí, no puedo darle información.
–Que lastima– dije sentándome– pues será tu culpa, yo ya los he protegido lo suficiente. Si hoy no asisten, el propio Rey vendrá y ordenará.
–Princesa, no se preocupe, nosotros iremos pero aún no sabemos dónde hay que ir -
–Busquen al General o a sus comandantes, ellos deben saber, y por favor, háganlo bien, no me defrauden.
–Si Princesa– contestaron bajando sus cabezas pero enseguida la puerta de mis aposentos fue golpeada.
Ellos se miraron e hicieron lo que tenían que hacer, abrir.
–Soldados– dijo su voz– me presento, mi nombre es Cathal– dijo bajando su rostro– y he venido a buscarlos.
–¿Tu?– dijeron ambos.
–¿Cathal?– la curiosidad mató a la Princesa debía decir esta vez.
–Bella dama– bajó su rostro.
–¿Quién te ha mandado?
–El General, hoy los soldados descansaran por lo que el mismo vera a sus hombres, por lo tanto yo cumpliré con el deber de cuidarla.
–Nosotros podemos cuidarla como siempre lo hemos hecho– alzo la voz Marcus.
–Somos los soldados de la Princesa, no dejaremos que nos reemplaces.
–Solo los ayudaré, me pregunto, después de este día ¿Podrán decir esas mismas palabras?
–Oye tu– dijo Lands agarrando a este soldado del cuello– ¡¿Qué te has creído?!
–Suéltalo– ordené– él solo está cumpliendo con las órdenes de nuestro General.
El rostro de este soldado no cambiaba, tenía una expresión relajada, unos ojos bien abiertos con unas cejas levantadas como si su rostro resplandeciera de alegría o alguna paz que tenía. Parecía un chico pequeño, optimista y tranquilo, además sus ojos verdes hacían de este un simpático rostro. Era la mano derecha del General por algo y eso no incluía su pequeña altura. De hecho si me acercaba un poco más, podía ver que era de mi misma altura incluso un poco más pequeño.
–¿Puedo ir contigo?
–Si Princesa.
–Digo, así estarán más tranquilos mis soldados– el solo movió su rostro y me sonrió.
Bajamos lentamente las escaleras, podía ver que su armadura había sido diseñada a medida, tenía una espada con una empuñadura con dos halcones y unas dagas que amarraba a un cinturón.
–Dime Cathal, ¿Hace cuánto que conoces al General?, digo debe conocerte lo bastante como para que seas su mano derecha ¿No?
–Bastante tiempo Princesa, no recuerdo muy bien que edad teníamos.
–¿Mis hombres deben temer a lo que pasara hoy?
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Ella hablaba con tanta elegancia, era seria, sus palabras eran firmes, no dudaba en decir o preguntar de algo, sin duda, sabía muy bien su posición y podía notar que no era tan distinta a Leo. Se preocupaba de sus soldados y los miraba atrás observándolos a cada rato.
–No Princesa, Leo puede ser un poco brusco pero eso les ayudará a fortalecer el cuerpo de ambos.
–El General, tiene realmente cosas que sorprenden– volví a reír.
–Nuestro General es humano, es una persona un poco complicada y poco común, es buena persona y a la vez no.
–Tranquilo Cathal, quiero conocerlo primero, un día de estos me hablaras más de él– dijo regalándome la sonrisa más perfecta que podía haber visto.
Las mujeres no eran de mis gustos pero ella, debía admitir que era realmente hermosa.
–Si Princesa.
–Tampoco te preocupes tanto por mí, dentro del Castillo puedo ir y venir sin escolta, los soldados son para resguardar mis aposentos y mi salida fuera del Castillo.
–Entiendo.
–Mis soldados se preocupan porque siempre salgo del Castillo pero no lo haré este tiempo-rio
–Son motivos para preocuparse.
–Supongo que asistirá a la cena.
–Si Princesa.
Pronto llegamos a la parte de atrás del Castillo, Leo se encontraba aun con los jóvenes de la Reina y no se dio cuenta de nuestra llegada.
–¡Arriba!– gritaba mientras con espadas de madera golpeaba a uno– ¡Firme!
El soldado estaba sudado y su cara se había puesto roja, levantaba sus brazos encima de su cabeza intentando protegerse.
–¡No!– gritó y se arrodillo al frente de este– ¡Los brazales son para detener la espada, si no estás firme la espada se deslizara y cortara tu hombro!– Leo si era duro.
Kurok por otro lado recibía los golpes de dos soldados solo con los brazales para así enseñarles la firmeza de un golpe certero siendo esquivado por esta pequeña pero muy útil armadura.
–Leo– grité y Kurok rápidamente alzó su mirada y se sorprendió abriendo su boca.
–Princesa–dijo y rápidamente mientras se ponía de pie agarró en el aire las espadas de madera que venían atentando a él.
Al cabo de unos segundos el sonido se terminó y bajaron el rostro incluyendo Leo que se encontraba más atrás.
–Veo que están aprendiendo a duras penas– sonrió ella mientras se adentraba entre estos hombres.
–Princesa– dijo uno de sus hombres pero ella solo con gesto de su mano lo detuvo
–Este no es un sitio para tan alta elegancia y honor.
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Pensé por un segundo poder encontrarlo cansado pero no lo estaba, al acercarme a él, bajó su rostro y miró al suelo, estaba con ropa ligera más sus dos brazales y una espada de madera en su mano derecha.
–¿Te has acostumbrado al clima General?
–Sí Princesa.
–Dime, ¿Por qué has llamado a mis hombres?, hoy es el gran festejo de Tir, acaso ¿Quieres que mis hombres no participen?
–Ellos participaran mientras sus cuerpos hayan respondido a mí.
–Eso te ha salido poco varonil Leo- reí dando tregua a mi imaginación poco correcta. Él comprendió y miró un momento hacia las colinas avergonzado– Vamos Leo, no seas tan estricto contigo mismo, necesitas relajarte, como esa vez que nos conocimos o ese día que hablamos a las afueras del Reino.
–Princesa, comprenda en la posición en la que me encuentro hoy en día.
–¿Un General?, ¿Qué cambia eso en relación a cómo hablar conmigo?
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Si Princesa, siendo un General todo cambia pero no podía decirle eso delante de todos.
–Lo siento– dije. No la quería cerca.
–Leo, te estaré vigilando, cuida de mis hombres– dio media vuelta y caminó junto con sus doncellas a la entrada.
"Si ella llegaba a despertar algo en mi eso solo pondría en peligro no solo a mí, sino a mis hombres, ella no puede enjaularme"
Sentía que mi cuerpo se debilitaba estando cerca de ella, sentía que podía hacer cualquier cosa estúpida solo para poder estar un tiempo más en su presencia, y esta sensación recorriendo mi estómago solo me molestaba, sin duda no la quería cerca. No quería verla, si podía evitarla mejor seria, pero sabía que constantemente la tendría que ver. Podía sentir la presión en la mirada de todos mis soldados y la tensión en el ambiente. Era como si la confianza se fuera, como si de alguna forma los defraudaría si dejaba que este sentimiento fluyera libremente.
–¿Cuáles son sus nombres?– alce la mirada y observé a los nuevos soldados.
–Lands y Marcus, General– contestó uno.
–Espero poder trabajar bien con ustedes, y como les he dicho a todos los demás, los entrenamientos comenzaran después de haberlos evaluado, cosa que no ha sido el caso de los dos. Cada enfrentamiento que tengamos sea con uno de mis comandantes o conmigo, les pido que sea con la mayor seriedad. Mis comandantes se enfrentaran constantemente a cualquier soldado para medir su progreso haciéndolo con armas de madera, si ustedes logran llegar a llamarse soldados porque para mí no lo son, entonces yo responderé ante ustedes por cualquier cosa.
–Espera– dijo Lands– ¿Solo por qué no nos encuentras capacitados no somos soldados para ti?.
–¿Crees poder serlo?– dijo Eiric acercándose, su temperamento siempre era tan poco sutil.
–Lands– me acerque a él– para mí un soldado equivale a 5 valores– alce mi mano y se la mostré- Lealtad, Respeto, Honestidad, Confianza, y Disciplina, ¿Tienes alguna de ellas?
–¿Qué?– dijo asombrado.
–¿Cómo puedo llamarte soldados si no te conozco?– lo miré seriamente– Lealtad de que no me darás la espalda cuando otro intente tomar mi lugar, y que no correrás en cobardía en una batalla. Respeto a quien te habla, a tu superiores, a tus camaradas y respeto a ti mismo, eso da un orden en la vida, me complacerás y serás complacido. Honestidad, si eres honesto conmigo y con tus pares eso hará que seamos cercanos, que podamos llegar a acuerdos que deseas siendo escuchado. Confianza porque necesito saber si tu espada no será blandida ante mí, si puedo darte una orden y creer en ti que lo harás. Y disciplina, que creo que sabes a lo que me refiero.
–¿A cumplirte con los entrenamientos?
–Sí, a ser responsable de los horarios, de tus esfuerzos y de lograr el cometido. Eso para mí es disciplina, sin estos principios y valores un ejército no puede ser llamado ejército, un soldado no puede llamarse soldado, vuelvo a preguntaros, ¿Tienen algo de esto?
–No– susurro Lands.
–No puedo confiar en ustedes, eso lleva tiempo, por esa razón no quería que ustedes se quedaran al cuidado de la realeza, pero les daré una oportunidad, cuidaran de ella, y cumplirán conmigo, pero Cathal los respaldara cuando no puedan hasta encontrar a otro soldado que pueda ayudaros.
–Nosotros podemos...
–No, no podrán– dije seguro– mis entrenamientos son duros e intensivos que los soldados siempre quedaban exhaustos y tardarían a lo más 4 lunas en adaptarse. Ahora saquen su armadura necesito que solo estén en ropas ligeras, solo con los brazales, mediré su fuerza y su resistencia.
Obedecieron enseguida, a los alrededores había barriles con agua y otros se encontraban tapados donde estos dejaron sus armaduras. El ambiente estaba fresco y de vez en cuando un viento fuerte nos aprisionaba haciendo volar nuestros cabellos.
–Vamos Lands– dije lanzándole una espada de madera que sostuvo en el aire sin problema– Kurok, con Marcus.
–Si General.
Me puse delante de Lands mirándolo, mis hombres caminaron alejándose un poco y nos miraron mientras que Kurok también se ponía en posición para conocer a estos muchachos.
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Lands era un poco más bajo que Luca pero igual era más alto que Leo, podíamos ver que debajo de su armadura su cuerpo si estaba más formado que el de su compañero, pero comprendíamos que un cuerpo trabajado no hacia la diferencia en una pelea, sino que ese cuerpo pudiera saber cómo moverse y usar la fuerza a su favor.
Leo fue el primero en dar un paso adelante, llegó a su alcance rápidamente y Lands cayó al suelo sorprendido por la agilidad de su contrincante.
–¿Qué pasa?, ¿No te dije que pelees con seriedad?– dijo Leo.
-¡Concéntrate!- grito Kurok mientras chocaba espada con Marcus que había quedado mirando a su compañero- ¡Más rápido! -
Kurok a pesar de su grandeza también era rápido, no comparado conmigo claro, pero si sabía dar un buen vals con sus piernas sin caer.
Leo volvió a atacar al principiante y este intentó golpéalo tomando la espada por ambas manos pero Leo solo miraba los pies de este hombre, era rápido y sabía con certeza donde caería el golpe de los soldados, incluso a veces caminaba a su lado tranquilo y de igual manera la espada no llegaba a tocarlo.
–Vamos Lands, muéstrame que puedes proteger a la Princesa.
–¡¿Cómo puedes?!– ¿Esquivarte?, ¿Adivinar tus movimientos?, querido Lands ese es mi General.
–¡Golpéame!– Leo puso un pie más atrás del otro y la pierna que quedo delante la doblo un poco mientras levantaba sus brazos y la espada cayó en el brazal izquierdo– demuéstrame tu fuerza– se mantuvo en esa posición mientras recibió los golpes– necesitas confiar en ti.
Fueron bastantes golpes directo a los brazales hasta que vi en el rostro de Leo algo, que supe enseguida que pararía su lucha. Lands había cambiado su forma de mirarlo y en su último golpe, la madera al chocar con el brazal hizo un sonido fuerte y brusco, Leo que tenía los brazos firme arriba dejo deslizar la espada, la empujo a un lado mientras dio media vuelta dándole la espalda al soldado y se mantuvo agachado. Comprendí el rostro de Leo, había abierto más sus ojos y juntado sus cejas por unos pocos segundos. Había sido suficiente para mí, para correr a ellos y detener a Lands.
–Basta– dije chocando espada. Lands rápidamente bajó la espada y me miró sorprendido. Estaba sudado y agitado.
–¿Por qué?, ¿Por qué das la espalda en una pelea así?
–Leo– dije mirándolo de reojo.
–Soldado–dijo levantándose, no había bajado su brazo, lo tenía a la altura del pecho con su mano aun empuñada– el respeto que le debes a tus superiores es esencial– volteó un poco para mirarlo y pudimos darnos cuenta que estaba enojado. Su mirada seria y esos ojos punzantes rápidamente corrí mi mirada y miré a Lands– No olvides que tú eres neutral para mí, no eres mi aliado, más cuidado para la próxima– prosiguió marchándose.
Lands había conocido la mirada de Leo, algo difícil de explicar, como si te sintieras diminuto, la necesidad de bajar el rostro y postrarte, de servirle. Pero también provocaba incomodidad y a los que no lo conocían, miedo.
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–¿Qué paso?
–Princesa, Lands no debe estar de acuerdo con todo esto, la espada iba directa a la cabeza del General.
–¿Cómo sus hombres saben lo que tienen que hacer?– murmuraban mis doncellas.
No había comprendido al principio lo que había pasado, sabía que Lands tenía bastante fuerza en sus brazos pero ¿Para que todo se detuviera así como así?
Luego vi a Leo caminar hacia el este del Castillo, observaba su brazo continuamente y con rapidez sacó el brazal lanzándolo al hacia atrás. Marlen y Thiao iban detrás de él agarrando el brazal, fue cuando uno de estos se devolvió trotando a donde estaban los demás.
–Leo debe confiar bastante en sus soldados y algo debe haberle pasado si se marchó así como así.
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–Leo– dijo Marlen acercándose a mí.
–¿Estás bien?– preguntó Thiao.
–No– contesté. Cuando Lands dio el último golpe, sentí un dolor punzante en el brazo que me llevo rápidamente a detener todo.
–Te escuchamos.
Bajé mi rostro y observé mi brazo que tiritaba un poco, desabroche el brazal y rápidamente me di cuenta de la mala calidad del acero de esta tierra.
–Reunámonos más tarde, esto no puede volver a ocurrir– dije lanzándoles el brazal.
–Leo– dijo Marlen sorprendido– llamaré a Eiric.
–Leo, espera– Thiao tomó mi hombro y me detuvo– déjame ver.
Lo miré un momento y luego alce mi brazo. Él tomó mi mano con ambas manos y me observó, el ardor persistía, el acero se había roto por el impacto y una de sus partes se había incrustado como cuchilla en mi piel.
-Thiao, Lands tiene bastante fuerza, no es necesario que Luca lo entrene, pero se cansa rápidamente por lo que quedara en manos de Marlen por las mañanas, en la tarde lo entrenare yo junto con Kurok.
–Les informaré.
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–No entiendo– dijo Lands dejando caer la espada de madera.
–¿Qué no entiendes?– dije enojado mirándolo.
–¿Por qué se va sin decir nada?, ¿No es el General?, debería decirme lo que hice bien y lo que hice mal, ¿Por qué me dio la espalda?, pude haberlo golpeado.
–Eso, Lands– hice una pausa mirándolo– eso es confianza, Leo sabía que yo te detendría, es la confianza que debes tener con el cuándo el tiempo pase– era un hombre tonto– y otra cosa ¿Has visto alguna vez la mirada que pone un hombre antes de matar a su víctima?
–¡Oye tú!– gritó Eiric que estaba junto a Marlen y caminó con rapidez a nosotros– ¡Controla tu maldita anciedad ascesina o te arrepentirás!
–Eiric.
–Lands eres nuevo, los dos son nuevos en esto, está bien que te esfuerces pero eso no quiere decir que al luchar quietas matar a tu contrincante– dijo Kurok– no estamos en una guerra entre nosotros.
–Si hubieras luchado conmigo no estarías aquí aun– dijo Eiric enojado, luego me paso un brazal y se fue furioso.
–¿Se ha roto?– dije sorprendido viendo como Eiric desaparecía en el edificio donde nos quedábamos. El brazal estaba con sangre y se había roto como un triángulo hacia dentro.
–Ten cuidado con eso, soldado– dijo Kurok– recuerda que somos aliados.
–Lo siento– dijo bajando el rostro.
–El General quiere que nos reunamos más tarde, no se dispersen– dijo Thiao llegando a nuestro encuentro– Lands ve con Marlen, Kurok que has decidido.
–Marcus se saltara los entrenamientos con Luca, ira con Marlen también.
–Felicidades soldados, solo 9 hombres tienen la fuerza necesaria para ir con Marlen, esforzaos. El entrenamiento termina a medio día, cenaran, descansaran y volverán cuando se les llame.
–Bien Lands–dije mirándolo– un paso adelante– caminé siguiendo los pasos de Leo pero antes de irme no me aguanté terminar mi frase– y tres pasos atrás.
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–Quédate quieto– gruñía.
–Me duele.
–Leo, esto no entra.
–Pues, has que entre ahora.
–¿No has sudado en los entrenamientos y ahora sí?
–Pues, no eres para nada delicado Eiric.
–¿Eres hombre no?, espera, ya casi está listo.
–Por los dioses, ¿Por qué te demoras tanto?
–Bien, listo, listo. Ahora mantente ahí, te moveré un poco.
–¡Ah!, ¡bruto!, lo haré yo.
–No lo muevas tan fuerte, mira, no has más psangrado, no estas mal.
–Solo termina de una vez.
–Me agradecerás después.
–¡No lo aprietes tanto!
–Deja de quejarte ya estoy por terminar.
–Eres muy bruto.
–Lo estoy haciendo despacio.
–¡Mientes!
Si, realmente las palabras de estos dos hombres daban para pensar otras vulgaridades. Abrí rápidamente la puerta sin ni siquiera tocar y los miré.
–¿Qué están haciendo?
-Leo se ha vuelto muy cobarde– dijo Eiric.
Estaban los dos sentados en el suelo de la orilla de la cama posando sus espaldas en esta y Eiric estaba vendando el brazo de Leo.
–¿A quién llamas cobarde?
–Déjense de pelear, cualquiera que pasara por afuera pensaría que ustedes están en algo.
–Tu verga Cathal– gritó Leo.
–¿Estas de mal humor?, es muy temprano para que lo estés.
–Tengo que pedir provisiones, esta aguja está malgastada, me costó bastante suturar su herida.
–Pero lo hiciste– dije arrodillándome cerca de Eiric.
–Déjense de amoríos– dijo levantándose y poniéndose otro brazal. Estaba sudado y fruncía las cejas mientras se concentraba en amarrar su armadura.
–¿General?– tocaron la puerta, la voz de una mujer se hizo presente.
–¿La Princesa?– preguntó Eiric molesto.
–No, no es ella– dijo Leo esperando que la puerta se abriera.
En eso, entro una de las sirvientas de Cretos, vestía un vestido de seda que llegaba dos manos arriba de sus pies y un delantal blanco colgado de su cintura.
–¿Quién eres tú?– preguntó sin medirse.
–Mi General, el Rey ha solicitado que le sea mostrado el Castillo.
–¿Me lo mostraras tú?
–Si Mi General.
–Saca ese "Mi" de tu vocabulario e iré.
–Sí General, aguardaré afuera– dijo haciendo una reverencia y cerró la puerta.
–¿Qué deseas?, ¿Qué te tengan miedo igual que Laurel?– pregunté un poco molesto y me puse de pie mirándolo atentamente.
–No, no seré igual a él, pero no me gusta que crean que pueden apropiarse de alguien que recién conocen.
–Claro, ¿Y si la Princesa viniese y te llamara así, la dejarías?– Eiric lo pilló con rapidez. Leo solo sonrió.
–Ella– hizo una pausa– ella es distinta, pero dudo que me dirija buena palabra después de lo que hemos hecho.
–¿La purgación?, no seas tonto ella debe saber esto, la familia real hace eso cuando otra toma su lugar. Matan al antiguo Rey y a su familia para que no haya descendencia.
–Una semilla de venganza como dice tu madre.
–De todas formas, la Princesa cuando la escolte no se veía enojada o molesta contigo, sino todo lo contrario, pregunto de cuando nos conocíamos.
La cara de Leo pronto se relajó, y nos miró con tranquilidad.
–Sí, bueno ¿Vienen conmigo?– se hizo el desentendido.
–Claro que si.
Caminamos siguiendo a la mujer, nos mostró el Castillo completo y al terminar llegamos a una puerta ubicada en el segundo piso.
–Este, mi General, es la última habitación que le mostraré– dijo la sirvienta mientras abría la puerta– y es su nuevo aposento.
Leo la miró sobre su hombro y seriamente la observó, no se le pasaba ninguna palabra de más.
–Lo siento– bajó su rostro.
–Continua.
–Este es su nuevo aposento– dijo abriendo la puerta.
Eiric y yo entramos rápidamente pero Leo se quedó en la entrada observando el lugar sin mover más que los ojos.
–Leo, entra– le dije riéndome– lo siento, a nuestro General le apestan los cambios tan drásticos.
–¿No es de su agrado?– dijo ella sorprendida.
La habitación, se encontraba rápidamente con una cama dándonos su perfil con dos veladores de madera oscura al lado izquierdo del lugar. Diagonal a esta, había una mesa con dos sillas, al lado derecho del lugar había otra mesa, accesorios para poner la armaduras y las armas. Una puerta donde estaría el baño y al fondo siguiendo el lado derecho había unos telares negros que caían hasta el suelo. Detrás de este estaba una tina, un cuadrado grande y alargado en el suelo con dos escalones. La habitación estaba decorada con cedas verdes y azulinas, con hermosos telares como cortinas en las ventanas, en los bordes de los muros con detalles hermosos de colores dorados.
Pero Leo no entró, solo me miró un momento y bajó el rostro.
–Entiendo– dije en voz baja y caminé a la entrada.
–¿Qué entiendes?, yo no pude ver nada– dijo Eiric extrañado, aún no había aprendido lo suficiente de Leo.
Cuando me acerque a Leo vi asombro reflejado en su rostro, voltee a ver y 6 mujeres habían salido de la tina, con ropas ligeras y cedas algo traslucidas. Se pararon una al lado de la otra, bajando sus rostros y con sus manos apoyadas en sus muslos.
–Ellas, General, ellas son tus doncellas, sirvientes que le ayudaran en todo lo que necesite, un baño, comida, corte de pelo, papeles, documentos, incluso algunos de los hombres de aquí las usan como cortesanas. Ruego que cuide de ellas, ellas desde este momento son todas suyas y no hay leyes que se puedan ejercer sobre ellas.
Leo olvidó rápidamente su malestar y entró a la habitación lentamente. Eiric y yo nos miramos sin decir nada. Estábamos curiosos de lo que haría nuestro querido General, incluso la mujer se sorprendió que este, se acercara a verlas.
Las doncellas mantuvieron sus rostros abajo mirando el suelo pero, se veían que estaban bastante incomodas, las palabras, no eran pronunciadas muy bien para hablar de Leo después de la purgación que había ordenado. Era de esperar que estas mujeres también le tuvieran miedo, sin contar a la primera mujer que nos había mostrado todo, ella estaba tranquila y sonriente.
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Ellas sin duda llamaron mi atención, eran hermosas, cuerpos delicados, con cabellos que llegaban a sus senos, tenían cinturas definidas y eran delgadas de baja estatura. Estaban vestidas con sedas de colores verdes y azules como la habitación, sus senos se traslucían a los costados y sus muslos estaban descubiertos cubriendo su entre pierna con más de esta ceda. Dos de ellas eran bastante jóvenes y otras talvez de mi edad o incluso más. Al acercarme podía sentir el miedo en sus cuerpos pero solo tenía curiosidad de esta gran autoridad que tenía por estas mujeres y no lo habitual, hombres.
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–Dime– dijo Leo y una de ellas se sobresaltó– ¿Tienen más ropas que estas?
–Si General– contestó la otra mujer.
–¿Por qué contestas tú?– preguntó mientras caminaba a su alrededor.
–Yo soy la encargada de las doncellas del Castillo. De su educación, sus modales y sus vestimentas.
Eiric se sentó en una de las sillas inclinándola un poco para poder ver la situación y yo por otro lado me senté al costado de la cama.
–No te pregunte eso, ¿Acaso ellas no hablan?
–No deberían más que referirse a usted ante un mandato.
–Bien, te ordenaré algo a ti entonces, ve a buscar ropa para cada una de ellas.
–Mi General, ellas están bien con sus...– no alcanzó a terminar cuando Leo sacó una de sus dagas y comenzó a cortar la ceda que iba amarrada en el cuello de una de ellas.
–Desvístanse.
–Mi General, usted las acaba de conocer.
–¡Fuera!– su voz se hizo más grave.
–Pero General.
–Bueno si quieres quedarte a ver– dijo desabrochando sus pantalones y metiendo su mano dentro.
–Si General, iré por lo que me pidió– dijo la mujer saliendo corriendo.
Eiric y yo no podíamos aguantar la risa, en cuanto ella salió y cerró la puerta explotamos.
–¡Leo!– reíamos.
–Lo siento– dijo disculpándose con sus doncellas mientras nos miraba– yo solo estaba jugando. Pueden cubrirse pero no se vistan, deben saber si es que estarán junto a mí– dijo volteando a verlas y borró su sonrisa– yo odio el color verde y el azul. No toleraré verlo, asique cuando estén listas por favor cambien la decoración, me trae malos recuerdos.
–Si General– contestaron.
–¿Podrían prepararnos un baño?– dijo Eiric tímido mirando a Leo.
Ellas miraron a Leo aun ruborizadas cumpliendo las órdenes solo de él.
–Prepárenlo– ordenó sonriendo. Eiric no era un hombre que pedía muchas cosas, por suerte, Leo se lo concedió y ellas rápidamente entraron por el telar.
–Son hermosas– dijo Eiric.
–¡Oye!, estás conmigo ¿Recuerdas?– dije tirándole una almohada.
–¿Qué?– se hizo el desentendido– oye Leo ¿Por qué no te gustan esos colores?
Leo que aún estaba parado en el medio de la habitación, salió de sus pensamientos y nos miró.
–Justo pensaba en eso, pero ¿No deberías saber?, eres mi otra mano derecha después de todo.
–Lo siento, pero no está en mis conocimientos.
–Yo te explico.
–Tú eres bueno para eso– dijo Leo acostándose en su cama mirando el cielo.
–La primera persona que Leo le quitó la vida, fue a su primo.
–¿August II? ¿Tu primo que tenía el mismo nombre que tu Padre?
–Si.
–Sí, el mismo, bueno ese hombre fue irrespetuoso con la Reina madre, el día del acontecimiento...– dije pero Leo me interrumpió.
–Por mera casualidad iba caminando por el pasillo, era casi la madrugada y deseaba salir, el Castillo siempre me sofocaba, y esa noche pase por afuera del aposento de ese hombre.
August II tenía 22 años más que Leo, era un hombre bastante obsesivo por las prendas de primera clase y siempre vestía hermosos atuendos, era arrogante y no tenía relación alguna con Leo más que su parentesco.
–¿Recuerdas Eiric que ese hombre amaba la tela fina?
–Sí, colores fuertes y túnicas largas.
–Sí, él estaba obsesionado, pero su habitación tenía una colección de artículos, vestimentas, telares y decoraciones, adivina de que colores.
–Oh, entiendo, entiendo, Leo continua.
–Solo escuche a mi madre detrás de esa maldita puerta, al entrar vi a mi Primo intentando tomarla, recuerdo– dijo alzando la mano derecha en el aire– como se sentía el ambiente, era bastante caluroso por las velas que tenía, fue entonces que entre, tome una de las dagas que estaban en su colección y me subí a su espalda, llegue incluso a estar oreja a oreja cuando vi la cara avergonzada de mi madre, entonces lo apuñale, repetidas veces– dijo cerrando su puño y recordando como lo había hecho– no recuerdo cuantas fueron en realidad, olvide el cuerpo desnudo de mi madre, su ropa rasgada, solo a veces suelo recordar sus gritos y el maldito color verde y azul que estaba por todo el lugar, incluso la alfombra que se manchaba con sangre era de ese color.
–Tu madre dice que dé ahí, cambiaste– dije sonriéndole.
–Yo solo crecí.
–Pero tu madre lo odiaba, todos Liastian sabía que él quería el trono, ¿Por qué tu madre estaba ese día ahí y a esa hora?
–La Reina informo que tenía un tema que hablar con August y fue ahí donde este hombre se aprovechó.
–General– dijo una de las mujeres abriendo el telar– el baño está listo.
–Gr... Gracias– titubeo Leo mientras se sentaba y la observaba.
–¿Le agrada lo que ve?– preguntó ella.
Esta extraña y nueva faceta de Leo, nos hacía tener bastante curiosidad, de ver cómo trata a las mujeres, como se expresa, como será con ellas, ¿Cambiara su actitud? ¿Tendrá un lado dulce y delicado con ellas? o ¿Será igual al trato que recibíamos de él?
Entonces Leo solo sonrió bajando su cabeza, ¿Estaba avergonzado?, nos sorprendimos enseguida, esa sonrisa hizo incluso que sus ojos se achinaran como una línea fina y mientras la volvía a mirar dijo con tranquilidad.
–Me agrada, pero– hizo una pausa. Se levantó lentamente de la cama y fue a ella– no me creas débil. Somos hombres, hombres que no hemos tomado a una mujer, aun– dijo agarrando su mentón– pero mírale el lado positivo– dijo mientras caminaba rodeándola e iba sacando su ropa– seremos gentiles.
–Leo.
–Si Cathal, ¿No tomaríamos un baño todos juntos?
–Si– dije y comencé a sacarme las botas mientras que con Eiric no entendíamos sus intenciones con esa mujer, pero el continuo observándola, acercándose, desnudándose sin dejar de mirarla y luego de un rato continuo.
–Eres mi sirviente ¿No?
–Si General.
–¿Temes de mí?
–No General.
–¿No?, a mi me parece lo contrario, bien, es bueno que pienses así– dijo y las demás mujeres que ya habían terminado salieron por el telar y quedaron tranquilas mientras observaban esto– escuchen todas, en especial tú, regla número uno, ¿Cathal?
–¿Confianza?
–Exacto, deseo confiar en ustedes, que sean mis ojos y mis oídos. Regla número dos, les prohíbo a cada uno de mis soldados y a ustedes tener algún tipo de contacto físico, si yo deseo en algún momento iré y tomare a una mujer, pero respeto que sean mis sirvientes pero no mis esclavas. Puedo ser muy bueno con ustedes, porque protejo lo que es mío, las trataré y las respetaré como mujeres que son, porque sirven al Reino de Cretos, pero– dijo y tomó a esta mujer por detrás y agarró suavemente su cuello con su manos derecha. La mujer asustada abrió sus ojos grandemente, llevó una de sus manos a la mano de Leo y la otra al pantalón de este haciendo una separación entre el cuerpo de ella y el de este hombre– si llegasen a ser tomadas por otro Reino, no tendré piedad, yo solo diferencio dos cosas, enemigos o aliados, mi gente o los demás animales ¿Entendido?
–Si General– dijeron todas.
–Bien– dijo soltándola– entonces entraré– sonrió– oh...–dijo recordando–...cuando llegue la mujer a cargo de ustedes, vístanse, deseo que vayan por los demás de mis hombres.
–¿No quiere que le ayudemos?
–No, tardaremos un tiempo, solo vayan por ellos y luego cambien la decoración de este lugar, es horrible.
–Si General.
"Este hombre sin duda es hermosamente amable y terriblemente maldito" pensé
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Cathal y Eiric aún me miraban extrañados, no podía demostrar lo emocionante que me sentía con ver a tanta mujer bella y desnuda, pero tenía principios que cumplir conmigo mismo. Con todo lo que mi Madre me había fomentado en la mayoría de mis años y aunque mi masculinidad estaba controlada me sentía nervioso aun.
–Oye Leo, ¿Qué fue eso?– dijo Cathal entrando al agua.
–¿Qué?, ¿Acaso dije blasfemias?
–No, pero ¿Tenías que ser tan escalofriante? Digo, las mujeres son más delicadas que los hombres, son más sensibles.
–Son un problema nada más– dijo Eiric.
–Yo debería decir eso Eiric– reclamó Cathal claramente por los gustos distinto de ambos.
–Lo que hice– bajé mi voz– es para que siempre tengan en cuenta mis palabras, mis palabras ya dichas no serán revocadas.
–Sí, lo sabemos, pero de todas formas.
–Cathal, confía en mí.
–Lo hago Leo, siempre lo he hecho.
–Bien entonces, no te preocupes por este tipo de cosas.
–Está bien, bueno cambiando el tema, a Kurok y Thiao le encantara este lugar.
–Lose, me acorde de ellos por eso los mande a llamar.
–Has hecho bien, esto es realmente algo magnifico de este lugar.
El agua estaba caliente a tal punto que ardía un poco la piel, pero era agradable, habían pétalos de flores flotando por todo el lugar de muchos colores fuertes, además, había incienso prendido en los alrededores e incluso el agua, el vapor de esta olía como a jazmín. No llegaba tanto la luz de las ventanas por lo tanto era un lugar realmente relajante con una iluminación un tanto tenue.
Mientras conversaba con Cathal, Eiric estaba relajado sentado en el suelo de la bañera, el agua le llegaba a la boca y sus ojos los tenia cerrados, completamente concentrado y se mantuvo ahí por varios minutos.
–Llego la mujer– dijo Cathal poniéndose de pie.
–Déjala, ya les ordené, irán por los demás.
–Sí, quería saber si les decía algo– rio– espero que estén aquí antes de que se enfrié el agua.
–Leo– dijo Eiric mientras abría los ojos y me miraba.
–¿Despertaste?– pregunté mientras me sentaba al fondo de la tina y lo observé.
–Tengo una pregunta– dijo Eiric mientras se sentaba en el borde de la tina.
–¿Una pregunta?, ¿Qué clase de pregunta?– dije poniéndome un poco más serio.
–Mi intención no es ofenderte.
–¿Enserio?– dije levantando una ceja, sabiendo todos los altercados que habíamos tenido.
–Sí, esta vez no, solo es una pregunta personal y creo que, delicada.
–¿A que va tanto suspenso?– preguntó Cathal.
–Déjame continuar– dijo seriamente.
–Dila ya entonces.
–Tu primo– hizo una pausa bastante larga como si buscara las palabras adecuadas, entonces luego de un rato volvió a decir– tu primo, estaba pensando en lo que dijiste, ¿Por qué tu madre fue a los aposentos de August?, me pregunté, entonces llegue a otra pregunta que quizás me responda por qué tu madre, ósea, la Reina estuvo ahí ese día si ella odiaba a ese hombre, entonces mi pregunta es...
–Eiric– dijo Cathal fuertemente.
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Las palabras de Eiric comenzaron a calzar justamente con las cosas que yo mismo estaba pensando, como si las piezas de un rompecabezas entraran justo en los huecos que estos formaban y así terminar formando una gran bomba que solo la Reina, Leo y yo sabíamos y que hasta este momento nadie se había atrevido a preguntar o a dudar de esos fatídicos días.
–Eiric– dije levantándome pero él no se detuvo y pregunto lo que yo temía.
–Tu primo ¿Te hizo algo en algún momento de tu infancia?
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¿Qué?, fue como si sus palabras resonaran por todo el lugar y se escabulleron rápidamente entre el silencio, solo baje mi rostro, y el ardor en mi pecho se propago por mi cuerpo, reviviendo una infancia tortuosa y que había querido olvidar.
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–Leo– dije mirándolo, este solo bajo su rostro y luego de un rato se puso de pie y camino a los peldaños sin decir nada.
–Si te hizo algo ¿Cierto?– continuo Eiric poniéndose de pie y mirándolo mientras este paso por delante de el– confía en mi Leo
–Eiric, detente.
–No, yo tengo derecho a saber– dijo y volvió a voltear a ver a Leo que se acercaba al telar– Leo, ¿Por eso no te gusta esos colores?, Por qué habías estado no solo esa vez en esa habitación sino más veces ¿No? ¿Y la Reina fue, cuando se enteró y por eso August trato de matarla y violarla?
Leo se detuvo escuchando, y mientras las palabras de Eiric salían por su boca, Leo había comenzado a apretar los puños y luego de un rato volteo a mirar sobre su hombro mientras su brazo izquierdo temblaba.
–Detente ahí– dijo fuertemente con esa mirada asesina y su brazo delataba el gran deseo que aguantaba y luchaba por salir.
–Leo– bajé mi rostro y miré un momento a Eiric. Este había dado unos pasos atrás por la amenaza que Leo expresaba, pero bajó su cabeza como un pequeño perro arrepentido.
–Lo siento– dijo pero continúo con voz un tanto temblorosa, era valiente pero también un tonto– yo solo...
–Tu que– dijo Leo mientras amarraba una ceda con corte como un shenti de color rojo y negro (Telar corto con dos cintas que amarran la vestimenta a la cintura y esta cae como una falda)
–¿Por qué Cathal debe saber todo de ti y yo no? Me has nombrado tu mano derecha y jamás te he fallado. Hemos tenido nuestro altercado por causa del mismo Cathal, pero eso no tiene que ver con que yo pueda saber más de ti, ¿Cómo puedo protegerte y saber lo que quieres si no puedo conocerte? No me dejas.
–Eiric– dije sorprendido, sabía que los celos de este hombre era por la cercanía que yo tenía con Leo, siendo su pareja, a veces estaba más tiempo con Leo que con él, pero no pensé que sería celoso por los tema de ser un soldado.
–Siempre es Cathal quien entiende incluso lo que pides con una mirada, ¿Por qué no me dejas entenderte de esa forma? O por ultimo saber cómo ayudarte a tranquilizar tu enojo, tu ira, esas crisis que a veces tienes.
No era el único que estaba asombrado por las palabras de Eiric, me sentía intranquilo. Eiric y yo compartíamos un lazo de amor que yo solo podía entender pero no podía creer lo que escuchaba. De los celos que tenía hacia mí, me pregunto, ¿Los demás sentirán lo mismo?, todos buscamos la aprobación de este hombre, pasar más tiempo con este hombre, ¿Por qué?, ¿Le amábamos?, ¿Por qué era hijo de nuestra Reina madre? O ¿Porque sabíamos que era un hombre que necesitaba constantemente nuestra ayuda y nosotros la de él?
Leo dejó de estas enojado y volteo mirándolo seriamente, Eiric también lo había sorprendido, pero Leo solo bajó su rostro ignorando tal emoción y volvió a mirarlo fríamente mientras el silencio nos invadía buscando respuestas. ¿Qué estará pensando?
–¿Terminaste?– preguntó Leo sin dejar de mirarlo.
–¡Maldición Leo!, ¡Respóndeme algo cuerdo una vez en tu vida!– gritó golpeando el agua.
Fue entonces que escuchamos a los demás, y entre el telar pude ver la silueta de Kurok, Luca, Thiao y Marlen.
–¿Enserio esto es de Leo?
–¡Oh que envidia!
–¿Desean que calentemos el agua?– dijo la sirviente.
–No, con este calor+ dijo Kurok y tardaron poco tiempo en abrir el telar y encontrarnos expectantes ante esta escena.
–Leo– dijo Luca sonriendo.
–¿Qué ocurre?– dijo Thiao notando este ambiente tan tenso pero Leo sin voltear a mirarlos solo levanto la mano y rápidamente ellos guardaron silencio observando.
–Pareces un niño pequeño reclamando un dulce a su madre– dijo Leo.
Su cuerpo brillaba aun mojado y su cabello aun desprendía agua goteando constantemente en su frente. Aunque lo había sacudido no había sido suficiente.
–Tú no entiendes lo difícil que es para mí.
–¡NO!, eres tu quien no entiende la situación en la que estas, si decido no contarte nada es porque no confió plenamente en ti.
–Leo– dije sorprendido y miré a Eiric que permanecía ahí mirándolo mientras sus dedos rasguñaban sus manos. Y yo solo podía decir nombres.
–Tu lengua– continuo– se suelta cuando tu temperamento esta sin control, si pudieras observar más que criticar y hacerte el desentendido talvez podrías ver en mis ojos lo que te diré o lo que te pediré. No me creas indiferente ante tus acciones, se lo que hacen cada uno de ustedes– dijo mirando al grupo– sus pensamientos, sus acciones, incluso lo que no hacen. No me vengas con eso ahora, ya es tarde para que te interesen las cosas que hice en el pasado.
–Todos llegamos tarde, ¿No tenemos el derecho de saber?, Cathal es el único que ha estado siempre contigo, ¿Por qué no nos incluyes?
–No, no en mi pasado, los excluyo de eso, pero están aquí conmigo hoy.
–Respóndeme lo que te pregunte.
–Detente Eiric.
–No Leo, deseo saber.
–Sí, sí, si maldita sea, ¡SI! es tu respuesta.
El sonido, el leve sonido que hace la boca cuando el cuerpo se sorprende se hizo presente justo en este momento, Leo solo aparto a mirada y moviendo sus ojos sin tener dirección exacta mojo sus labios, nervioso– Se arrepentirá– pensé.
Los demás solo nos observaban quizás entendiendo un poco pero no el tema principal de esto.
–Yo solo era un niño Eiric– dijo poniendo sus manos en su cintura– la fuerza de un adulto y de un niño es distinta. Sabia defenderme pero eso no fue suficiente y acabo como tenía que acabar, no te diré que hizo, ni como, asique, ahora– dijo volviéndolo a mirar– si tu boca vuelve a tocar el tema, juro por mi madre y por los dioses, que no me detendré a hundir mi puño en tu rostro hasta acabarte– prosiguió mirándolo decidido, después solo traspasando el telar, nos dejó solos.
Yo apretaba los dientes enfadado, me sentía incompetente e impotente, después de esto ¿Qué le diré a Leo?, fui yo quien toco el tema, ¿Cómo Eiric había llegado a esa conclusión?
Leo había vivido una infancia dura a manos de su Primo, con su madre siempre pensamos que las acciones de Leo posterior a esos años habían sido por causa a esto, el había cambiado tanto después de esos días, más tímido, más indiferente, más solitario, más inhumano.
Que alguien que no sea la Reina o yo pudiera comprender eso, me daba escalofríos, nos costó años poder saber cómo controlar las crisis de ira que este tenía, de estar vigilándolo día y noche para que no intentara estupideces. Fueron días agotadores, y me negaba a aceptar cualquier palabra que menospreciara todo lo que habíamos vivido, por lo que igual tenía miedo de las palabras que Eiric pronto diría, después de todo, yo también era solo un niño en ese entonces.
–Cathal– dijo Marlen– ¿Qué fue eso?
–¿De que estaban hablando?
-¿A qué se refería?- dijo Thiao mientras miraba el cielo pensando.
–No diré nada- dije tocando mi cabeza.
–Iré con él.
–No Thiao, déjenlo solo.
–Bueno, no sé ustedes, pero si nadie nos quiere explicar no importa, yo entraré– dijo Kurok sacando su ropa y bajando los escalones– oye Eiric, cambia esa cara.
–Eiric, ¿A dónde vas?– pregunté viéndolo salir de la tina pero él me ignoro y siguió caminando. Su rostro estaba serio y empuñaba sus manos.
–¿Metió la pata otra vez?– volteo a mirarme Kurok.
–Algo así– contesté.
–Déjalo, ya se le pasara a los dos– dijo Marlen acercándose– siempre es lo mismo.
–Eiric siempre hace caso omiso– rio Luca.
–¿Qué?– me dije y mire por el telar. Las siluetas de las mujeres como cambiaban la decoración, Leo dando la espalda hacia nosotros al frente de su cama y Eiric detrás de él, "caso omiso"– ay no otra vez– dije y me levanté solo para escuchar el sonido que hace el cuerpo al caer al suelo– ¡Leo, déjalo!
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Maldición, mis palabras solo habían salido sin medida, la presión que tenia de Eiric, talvez solo quería ver si podía darle una oportunidad. Su lengua era tan débil y soltaba siempre las cosas que no debería decir, me arrepentí enseguida. No explicaría mi pasado, eran sucesos que, ya los tenia borrosos y confusos pero talvez solo si asumía esto. Eiric podía comprender mis pensamientos, mis intenciones ante algunas cosas, pero tenía miedo, me sentía avergonzado y me sentiría más avergonzado si los demás se enteraran, ¿Me seguirían viendo como la persona que soy? O ¿Bajaría el valor que me tienen por lo que he vivido?
Las mujeres al verme solo bajaron la cabeza pero yo solo las ignore, seque mi cuerpo y me puse el pantalón junto con las botas, intentaba evitar voltear, no quería verlos, no quería escucharlos, solo deseaba salir de ahí y olvidarme de tantos recuerdos, recuerdos que vendrían a mi enseguida. Como aquellas voces.
–¿Leo?– sentí la voz de Eiric– si nos hubieras dicho podíamos haber hecho algo con tu Primo.
¿Qué? ¿Cómo podía ser un hombre tan tonto?, ¿Haberlo amenazado y aun el persistía en seguir con el tema?
Al escucharlo, solté mi prenda y subí la mirada, no podía creer lo que escuchaba, ni siquiera entender lo que quería, yo solo, yo, yo le advertí. Sentí como mi cuerpo se calentaba, mi respirar se agitaba. Mi mano se apretó hasta que llego a temblar, me di media vuelta y lo golpee en la mejilla izquierda, este rápidamente cayó al suelo mientras las mujeres gritaron.
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Sentimos los golpes, las mujeres amontonándose en las esquinas mirando asombras y temerosas, al abrir el telar, Leo lo tenía en el suelo y el sentado encima mientras forcejeaban y lo volvía a golpear una y otra vez.
–¡Leo, que lo dejes!– dije intentando agarrarlo pero tenía tanta fuerza que era incapaz de separarlos.
–¿Quieres que te explique con manzanas?– Le decía Leo, mientras agarro uno de los brazos de Eiric y lo subía por encima de su cabeza, el rostro de Leo perturbaba, sus ojos estaban enojados pero sonreía, algo del disfrutaba esto– ¿O quieres que te haga lo que él me hizo a mí?, talvez podrás entender lo indefenso que puedes llegar a estar ¿No?– subió su otra mano y lo dejo como el había dicho indefenso
–¡Suéltame imbécil!– luchó Eiric pero la fuerza de este hombre sobrepasaba a la mayoría de nosotros.
–¡No, tú te lo has buscado!– dijo y con una mano sostuvo amabas manos de Eiric
–¡Kurok!– grité entrando por el telar– ve y detenlo.
–Oye, espera– dijo volteando a mirarme mientras subía sus brazos en el borde de la tina– Eiric se lo ha buscado, un poco de golpe lo hará entrar en razón.
–Leo, ¡No lo quiere golpear!
–¿Qué?– dijo poniéndose de pie mientras los demás voltearon a mirar– ¿Y qué quiere entonces?– prosiguió saliendo de la tina.
–¡Sepáralo ahora!– dije mientras vimos que Leo con su mano libre había desabrochado su pantalón.
–¡¿Qué mierda?!– gritaron y Kurok con rapidez traspaso el telar y agarro a Leo de los brazos y junto sus manos en la nuca de este inmovilizándolo.
-¡Kurok déjame!
–¿Leo estas enfermo? ¿Que estabas intentando hacer?
–¡Que me dejes!
–¿Por qué actúas así?– pregunto Marlen sujetando a Eiric.
–¡Idiota!, ¡Estas enfermo!– grito Eiric.
Pero Leo los ignoró y Kurok lo soltó mientras lo observábamos perplejos. Nos miró un momento agitado pero no se abalanzo de nuevo, se había tranquilizado un poco pero aun seguía frunciendo el ceño.
–Quiero tu carta de suspensión de tu puesto– dijo abrochando su pantalón y agarrando la prenda superior– tienes dos días– prosiguió marchándose y dando un fuerte portazo al salir.
Se fue sin mirarnos, un día tan agradable como este se había echado a perder por mi culpa.
–Bien genio– dije acercándome a Eiric– para la otra vez no vamos a intervenir, lo que haces es más enfermo de las cosas que Leo haría, tú lo has provocado– Eiric estaba aún atónito, y se mantuvo sentado en el suelo por un largo tiempo mientras que los demás enojados no hicieron más preguntas solo dijeron "tendremos que hablar de esto después" y volvieron al agua dejándonos solos. Yo no tardé en irme y maldecir el génesis de esto– maldito color verde y azul.
Próximo Capítulo 8.-Un gran dolor sepultado, que fuerte grita
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