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63.- Amor

Dos años transcurrieron desde que Leo y yo nos unimos ante los Dioses, las cosas iban de la mejor forma. Tomó un buen liderazgo como todos esperaban, era un Rey humilde, comprensivo y bastante atento a todo su reinado, tanto Liastian, el Norte, Oriente y el Este, viajaba cada dos lunas a las tierras y siempre volvía con inmensas sonrisas agraciado por su gente. Leo había cambiado bastante.

Por otro lado, Leo estaba constantemente atento a mí, se mostraba reservado a los demás, pero dentro de nuestros aposentos volvía a ser mi antiguo general, delicado, amoroso, risueño y no había día donde nuestras conversaciones fluían como un rio sin quien lo detuviera.

Un día desperté en la mañana un poco mareada, volteé a ver el otro lado de la cama y como todos los días, pude complacerme mirándolo dormido.

Mi Rey dormía más tiempo que antes, lo sentía despertar en la noche, pero volvía a dormir mientras volteaba a mirarme, el sol lo despertaba al llegar a su rostro y el día comenzaba. Su tiempo era limitado, tenía bastante trabajo y en el día pocas veces nos visitábamos.

Me puse de pie con cautela para no despertarlo, atravesé los telares donde mis doncellas habían entrado y estaban preparando el baño. Eran días fríos, el vapor del agua caliente se acentuaba mucho más que otras veces y cuando entraba al telar mi piel rápidamente se abrigaba de forma agradable.

—¿Ha dormido bien? —preguntó Bony.

—Sí —contesté mientras me observaba en un espejo. Hoy sentía mi cuerpo un poco diferente, no me veía distinta, pero algo era extraño.

—¿Qué ocurre? —preguntó Bony mirándome preocupada, se acercó sin decir nada más y me observó a través del espejo.

—Yo...siento un poco de presión cuando — dije pero ella rápidamente me giró para que diera el perfil.

—Dios santo —soltó mirando por el espejo—. Usted está... —dijo tocándome por debajo del ombligo.

—No, Leo no puede...

—Su impureza, ¿llegó el mes pasado o el mes anterior?

—No lo sé, no lo recuerdo.

Mierda, la pregunta de Bony me hizo entrar en duda, no era algo que me preocupara o estuviera pendiente, pero había olvidado aquel minúsculo, pero a la vez gran detalle.

—Entre al agua yo saldré e iré a ver a la anciana para que pueda visitarla.

—No, dile que yo iré —dije mirando al telar. No quería que Leo se enterara antes, ¿podía alegrarme si realmente nuestras sospechas salieran ciertas?

En las condiciones en que tome el mando de Reina junto a mi amado rey, ¿Sería posible que los dioses cambiaran su decisión ante Leo?, ¿habrá pasado algo sin darme cuenta? Imposible.

Entré al agua, mi mente no estaba tranquila, de hecho, estuve allí unos minutos sin hacer ni decir nada. Pensando en aquello bajé mi rostro llevando mi mano derecha a mi entre pierna cuando sentí una leve briza llegar a mi espalda y los telares se abrieron.

—¿Qué haces?  —dijo acercándose.

—Mi Rey —sonreí girándome y bajando la cabeza. Mi corazón se aceleró como loco, no quería que me pillara y descifrara las dudas que carcomían mi interior.

—Si te he descuidado, lo lamento —dijo y se acercó mientras se desnudaba.

—No Leo, no es eso —dije.

Bajando lentamente los peldaños entró con rapidez en el agua y tomó mis hombros. No me dejo mirarlo.

—Pero —dijo con una voz suave y seductora. Tomó mi pelo y descubrió mi hombro derecho besándome mi piel—. Podemos cambiar eso. —Su mano rápidamente fue al encuentro de la mía

—No, hoy no.

—Helina, ¿acaso ya has aprendido tanto que no me necesitas?

—No, no digas eso —reí al escucharle. Leo soltó mi cintura y giró a mirarme con una sonrisa.

—¿Entonces qué es? —preguntó mientras me abrazaba.

—Me duele un poco la cabeza, pero no te preocupes Bony fue a buscar a Valeria.

—Deberías quedarte en cama entonces. —Leo arqueó un poco las cejas y lentamente tomó de mi cintura para sentarme en el borde de la cerámica—. Tengo unas reuniones en el día, pero puedo cancelar algunas si así lo quieres.

—No quiero hacerte problemas.

—No lo haces, si estás enferma, te cuidaré —dijo mirándome.

Nuestros cuerpos quedaron casi a la misma altura y podía verles a los ojos de frente. Odiaba tener que mentirle, pero no podía decirle nada. Sabiendo que él no podía tener descendencia, me preocupaba y me asustaba que, si así lo fuera, el desconfiaría de mí.

—Eres el rey, no puedes dejar tus responsabilidades por mí.

—¿Cómo qué no? Helina tú también eres mi responsabilidad, eres mi reina.

—Está bien —dije llevando mi frente a apoyarse en su hombro izquierdo—. Pero primero veré a la anciana. No debe ser nada, solo un simple resfrió.

—Suficiente para estar a tu lado. Mantenme informado, ¿bien?

Cuando Leo dejó la habitación mi cuerpo se desparramó en la cama. Mirando el cielo, sentía como mi corazón quería salir y escapar con todas sus fuerzas. Sentía un leve remolino en mi estómago de los nervios y angustia que sentía, no podía dejar de pensar en aquello. Me senté un momento y dudosa llevé mis manos a mi estómago imaginándome el hecho de ser madre.

El tema no lo habíamos vuelto a tocar, yo sabía que a Leo le dolía mucho no poder formar una familia conmigo y aunque Dalia me aseguraba que podíamos llegar a un acuerdo, aquello era bastante difícil para que Leo aceptara.

—Mi reina, la anciana está aquí —dijo Bony tocando la puerta—. Dice que en su oficina hay mucha gente y prefirió venir a su habitación.

—Haz que pasé —contesté sentándome derecha en la orilla de la cama. Aún estaba con la túnica que había ocupado para secar mi cuerpo.

—Tu sirvienta me llamó, ¿te sientes enferma?

—No, no es eso. Sé que puedo hablar contigo sin preocuparme de lo que dirás, pero...

—Me estas asustando —dijo acercándose a la cama y puso su mano en mi frente mirándome los ojos.

La anciana era tan astuta que ni siquiera tuve que seguir diciéndole cosas cuando llevó sus manos a mi pecho y me agarró el seno derecho. Solté enseguida un suspiro, me sentía sensible, algo que más corroboraba mi estado.

—Es imposible ¿cierto? —pregunté

—¿Nuestro rey nunca te ha mencionado el tema? —dijo mirándome con atención.

—¿Y si el rey la maltrata creyendo que ella cometió adulterio? —preguntó Bony acercándose.

—¿Y lo hiciste?

—Claro que no, yo sería incapaz.

—Habla con él entonces, eres la única que conoce la textura de su semilla ¿Crees que algo haya cambiado?

—No lo sé realmente.

—Dioses, ustedes son muy jóvenes aún, ¿cómo no vas a saber? Recuéstate voy a palparte.

Otra vez el mismo sentimiento de aquella vez. Le obedecí fijando mi mirada en el cielo mientras incomoda sentí que abrió mis piernas y me miró.

—Dame aquel frasco —dijo la anciana mirando a Bony, que obedeció enseguida.

—Bien reina Helina, relájate sentirás presión.

—Cada vez que me dices que me relaje, es como si me dijeras todo lo contrario. —La anciana vertió aquel líquido en mí y en seguida sentí sus dedos haciéndose paso por mi interior.

—Tienes una vida sexual activa mujer, no deberías causarte problemas lo que hago.

—No es lo mismo —dije apretando los dientes, la sensación no era para nada gratificante.

Por un lado, quería saber si realmente había vida dentro de mí, pero a la vez no quería escucharla, ¿cómo podía decirle a Leo?, ¿qué palabras podía decirle para que no lo tomara mal?, ¿y si no llegara a creer en mí?

—Mi Reina —dijo la anciana poniéndose de pie y limpiándose la mano con un paño—. hable con él, estoy segura que lo entenderá.

—¿Lo estoy?

—Tienes casi dos meses, quizás por ser delgada tu barriga está un poco hinchada, al menos que sean dos —dijo riéndose—.  Enhorabuena mi reina, recemos para que sea el heredero.

—Ay dioses.

No, realmente no sabía cómo decirle. Me quede tiempo pensando en aquello, sobre llevar la situación fue una constante presión, pero no debía dejar que aquello me hiciera sentir mal, después de todo había escuchado que, si la madre experimenta sentimientos fuertes y negativos, aquellos eran transmitidos al bebe.

Yo quería esto, yo siempre había soñado con tener hijos con Leo. Después de lo último ni siquiera me permití desearlo, era un dolor de cabeza que no quería afrontar ni mucho menos hablar.

Llegué a la conclusión de que tarde o temprano debía decirle, aquello debía ser, pero ya. Sin importar como lo tome o como reaccione, si se enojara era entendible, si se alegraba sería sorprendente, pero si no dijera nada, ni hiciera algo, eso sí dolería.

Me preparé toda la mañana, pero cada vez que intenté salir de mis aposentos no podía ni siquiera estirar la mano a la manilla. Tenía miedo, mucho miedo.

Cuando por fin pude salir, traté de no pensar en nada, mientras más lo hacía más me consumía los nervios. Un paso tras otro fui caminando por los pasillos seguida por Bony y Clara. Ellas estaban emocionadas, no dudaron un segundo en abrazarme con fuerza diciendo constantemente que el castillo por fin tendría un niño corriendo alocadamente.

Me detuve justo en la puerta del salón donde Leo hacia sus reuniones, podía escuchar el murmullo dentro, pero ahí estaba yo sin poder dar un paso más. Los guardias me miraron esperando alguna orden, pero el poco valor que había salido conmigo desde mi habitación me había abandonado.

—Mi reina Helina —dijo Eiric desde el pasillo. Sonriente se acercó a mi mirándome extrañado— ¿Necesita algo? La reunión está terminando.

—Yo... —No pude contestarle cuando el haciéndole una seña a los guardias estos abrieron rápidamente la puerta.

Dentro todos estaban conversando, Leo estaba echado en la silla de una de las cabezas de la mesa con sus pies sobre ella. Al verme, el silencio se hizo presente y todos se pusieron de pie bajando sus cabezas.

Leo recién llevó sus ojos al encuentro de los míos y me paralice al verle.

—Helina —dijo y enseguida se puso de pie.

—Yo... necesito conversar contigo.

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—Yo... necesito conversar contigo —dijo ella con una voz bastante apagada. La observé y vi como sus dedos trataban de sacarse la piel a los costados de las uñas

¿Qué era lo que la tenía bastante nerviosa?

Sus damas aguardaron unos pasos atrás, ellas igual se notaban extrañas, pero sonreían levemente. La última vez que había visto a Helina actuar de esa forma había sido cuando se casó con Leo, ahora debía ser algo importante, tanto como aquel día para que ella....

Di un paso atrás y respiré una profunda inhalación, Bony rápidamente me descubrió. Helina no podía, era incapaz, yo conocía su relación de cerca, no... imposible.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Leo levantándose y la observó de allí.

—Mi reina parece importante lo que debe decir ¿Nos dejara fuera de esto? —preguntó Marlen que ya había tomado más confianza con ella.

Helina hizo una cara aterradora cuando lo escuchó, Leo rápidamente dio unos pasos firmes a ella mientras nosotros nos miramos unos a otros.

—Terminemos aquí, retomemos la reunión más tarde o mañana como gusten— dijo—. ¿Estas bien? —agregó tocando su frente.

¿Él ya sabía? Mi cabeza estaba sacando suposiciones rápidamente, quizás ni siquiera estaba en lo correcto, quizás solo estaba pensando de más. Yo sabía que Leo había estado viéndose con la anciana, de hecho, más de una vez me confesó que Thicio habló de su descendencia, pero a medida que paso el tiempo él no entendía porque aún no podía lograr aquello.

Se lamentaba bastante, nos prohibió a la anciana y a mi comentar algo de aquello a la reina, lo que menos quería era darle esperanzas falsas a su mujer.

Helina no tardó en llevarse a Leo fuera de allí, mi curiosidad despertó enseguida, yo quería seguirlos.

—¿Qué te pasa?, ¿acaso sabes de algo que nosotros no? —preguntó Thiao mirándome mientras juntaba unos papeles en la mesa.

—No, pero tengo mis sospechas.

—Oh cuéntanos, para que ella pusiera esa cara debía ser algo serio.

—Quizá lo va a retar, ¿qué habrá hecho Leo ahora? —dijo Lucas.

—Algo que seguramente pondrá el castillo patas para arriba —dije saliendo del lugar.

—¡Hey, dinos que!

—¡Eiric!

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—Helina —dijo en cuanto entramos en la habitación. Bony y Clara se mantuvieron distantes, ellas igual estaban nerviosas.

—Lo siento por interrumpir tu reunión de esta forma.

—No me importa, ¿qué paso? Mujer no me asustes —dijo acercándose a mí y tomando mis manos—. Dime que estas bien.

Instintivamente miré a mis mujeres, tenía mi garganta tan apretada que abrí la boca más de una vez y no salió un solo sonido de ella. La presión sobre mis hombros solo hizo que mis ojos comenzaran a empañarse lentamente, parpadeé de forma constante para controlarlos.

—¿Con-confías en mí? —dije con una voz suave.

Él al escucharme estrechó levemente los ojos y su mirada comenzó a cambiar, de preocupación se puso bastante serio.

—Continua —dijo soltándome suavemente. Ya no había vuelta atrás.

—Yo-yo, cuando hice mis votos matrimoniales juré amor a ti hasta el fin de mis días, y he sido fiel. No te he deshonrado en ningún momento, ni en vista, ni pensamiento, ni en carne...

Leo tardó solo dos segundos en poner una cara de asombro, ni siquiera terminé lo que quería decirle cuando dio un paso atrás y me detuvo levantando la mano.

—¿Cu-cuánto? —Su respirar rápidamente se disparó, subiendo sus hombros con fuerza comenzó a respirar solo por la boca

—¿Cuánto qué?

No me dio respuesta, se giró sin decir nada y a pasos fuertes llegó a la puerta. Lo vi tropezar y chocar con Eiric, pero no volteó un solo segundo a mirarme.

—Oh dioses. —Lo que menos quería que hiciera, lo hizo.

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Leo me dio de lleno en la cara, me empujo con fuerza que caí sentado en el suelo, me miró, alzó las manos alfrente, pero no dijo nada, se esfumo rápidamente por el pasillo como si fuera el mismo viento. Dentro de la habitación la mujer que era responsable de su actuar me miró unos segundos. Bajó rápidamente la cara pasando su mano por sus ojos.

—Leo —susurré poniéndome de pie con rapidez y corrí por el pasillo.

¿Dónde se habia ido? No me detuve, lo busque mirando a los guardias que rápidamente me guiaron hacia él.

Bajé las escaleras y un pequeño bullicio evidenció su presencia. Habia entrado a la habitación de la anciana y se metió sin medir absolutamente nada.

Entré y muchas de las mujeres que estaban allí estaban desnudas tratando de tapar sus cuerpos con las vestimentas que tenian en las manos. Nadie podía reclamar su presencia, todas quedaron en silencio con sus rostros al suelo.

—Mi rey no puede entrar de esa forma —dijo la anciana que estaba al fondo revisando a una mujer.

—¿Es verdad? —preguntó él acercándose a ella.

—Vístete y vete —ordenó agarrando un paño y limpiándose las manos—. Fuera todas —agregó.

—Contéstame, ¿es posible?

—¿Qué quiere que le diga? Si le digo que es mentira, que no es posible, ¿de verdad crees que ella es capaz de deshonrarlo?

—No juegues conmigo.

—Siéntate, hijo respira y piensa lo que me estas preguntando. Tienes un futuro que se te dicto, un futuro que se fue cumpliendo, ahora tienes una mujer que seguramente acabas de hacerla llorar, ¿Y aun así no quieres creerlo?

—Estuviste tiempo buscando esto Leo —le dije mirándolo que se había sentado. Si había recurrido a la anciana, mis sospechas estaban en lo cierto. Mi intuición no me falló y ella estaba embarazada.

—Cállate Eiric.

—Ya hemos hablado de esto, no has dejado de tomar té de hierbas por lo mismo y ahora que ocurre, ¿te niegas?

—No, no es eso —dijo llevando sus manos al rostro. Desde mi posición solo pude verle la espalda encorvada y parte del pelo de la nuca.

La anciana se sentó en la orilla de la cama frente a él y le miró como lo hace una madre con sus hijos cuando estos se alteran. Yo sabía que Leo también la veía así, ni Dalia había sido tan gentil para poder hablar las cosas como son, y estos años ella continúo cuidándolo.

—Mírame —dijo ella levantándole el rostro con ambas manos—. Lo que tanto has anhelado está ocurriendo ahora. Esa mujer te ama tanto como el primer día, y necesita que tú ahora aceptes esta noticia. Imagínate el miedo que siente porque lo creía imposible. Mi joven rey, serás padre.

—No te vas a poner a llorar ahora —dije apoyándome en el marco de la puerta. Ya la noticia era verdadera.

—¡Cállate Eiric! —me gritó la anciana frunciéndome el ceño mientras me miraba sobre aquel futuro padre.

Creo que había dado en el blanco.

Leo se tomó su tiempo, lo dejé allí mientras yo subí las escaleras. Lo comprendía, después de tanto tiempo intentándolo a escondidas de su mujer no imaginaba una reacción natural de parte de él. Me tomé el derecho de arreglar las cosas, después de la muerte Cathal, intenté e intento pensar mucho más positivo al igual como lo haría él.

—¿Mi reina? —pregunté tocando la puerta.

—Pasa Eiric —dijo en cuanto Bony abrió.

Se veía triste y sin duda había llorado un poco, la piel en los bordes de sus ojos evidenciaba aquello.

—Tengo a un hombre llorando allí abajo. Sería bueno que se presente antes que otros se den cuenta, después de todo a veces se olvida que es un rey.

—¿Qué?

—La anciana te lo explicará, por favor baje.

Ella extrañada miró a sus mujeres y luego se puso de pie caminando a la puerta.

—Debo felicitarla, le deseo un buen embarazo —dije mirándola con una sonrisa.

—Eiric.

—Tranquila.— La abracé—. Él no está enojado, solo incrédulo aún.

Después de aquel momento y aquel día, la relación entre ambos se había fortalecido aún más. Leo comenzó a ser más atento con su mujer a medida que su panza comenzó a crecer. La noticia rápidamente se divulgó, todos esperaban el anhelado día, la ciudad festejó un día completo y mis hermanos no dudaron en llevarle regalos a la reina. Solo la anciana, la reina y yo nos guardamos aquel momento emotivo que vivió Leo al enterarse.

Dalia y Thion también se mostraron bastante sorprendidos y claro que el antiguo rey quería a toda costa venir a pasar un tiempo en Cretos para ver a su hija volverse madre, pero Leo no se lo permitió, conocería a su nieto cuando naciera.

La noticia buena no quedo solo allí, la barriga de Helina comenzó a crecer mucho más de lo que se tenía en cuenta y la anciana nos dio otra gran noticia. La reina de Cretos esperaba a dos pequeños príncipes o princesas, un embarazo gemelar que estaba lleno de alegría y a la vez preocupación ya que aquello significaba un embarazo peligroso.

Próximo Capítulo Final 64.- Familia.

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Déjenme llorar, de verdad no quería terminar está historia. Casi 5 años junto a mí.

Adiós queridos personajes.

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