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60.- Sangre de mi Sangre

Precaución: Contenido Violento

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La isla maldita pronto se vio frente a nosotros y como un gran caparazón de tortuga se pudo visualizar. No tenía las mismas coordenadas, no estaba en el mismo sitio, pero una mezcla de alivio y nerviosismo sentí cuando por fin pude verla.

Envuelta en un manto blanco de nubes cubriendo toda la cima de sus montañas, había una neblina que bajaba hasta el mar como un humo que la escondía, oscura y temible parecía una isla cualquiera. Solo nosotros comprendíamos lo peligrosa que podía ser.

Una isla donde seres mágicos habitaban, una isla donde el tiempo corría en otra dirección y una isla para sentirme completamente indefenso e incapaz de correr. Esperaba no tener la misma experiencia de la anterior.

–¿Estas bien?– preguntó Thiao acercándose a la proa. Inmediatamente bajé mi mirada hacia mis pies.

–Creo que me orinaré encima.

–Respira recuerda quién tomo está decisión y recuerda lo que Thicio igual te dio cambio, encontrarás tu valor.

–Si supieras Thiao. Si supieras lo que siento cuando lo veo. Para ti siempre será la imagen de un gigante con su lengua lenta y arrastrada, pero es más que eso.

–Te acompaño si quieres.

–No, está vez no arriesgaré la vida de ningún soldado.

–¿Enserio?– dijo Eiric acercándose. Había escuchado la conversación y sigilosamente llegó a nuestro encuentro.

–¿Qué quieres? No estoy seguro a qué iré o que tengo que hacer.

Traté de no pensar, la angustia que me provocaba era bastante grande y no solo era el miedo de las acciones que me pediría, sino también miedo al tiempo.

El tiempo que pase con Helina no era suficiente, ¿Y si yo entraba allí y no pudiera salir? ¿Y si haya una condición de pasar una semana completa en esa isla? ¿Cuánto tiempo equivale a la realidad?

Odiaría saber que desperdiciaría 10 años, 20 años sin estar a su lado. Claro que para mí era ganar años de vida, pero para los demás, para mi madre, para mis hermanos, para Helina ¿Cuánto tiempo tendrán que vivir sin mí? Mientras el mundo envejecía, dentro de esa isla la vejez era efímera.

¿Seré más joven al salir?

–Es suficiente– ordené levantando la mano y todos comenzaron a detener el barco.

En bote nos acercaríamos a la isla mientras que la mayoría quedaría en el barco custodiando el perímetro. No había viento rodeando la isla, no había ni una sola brisa.

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–¿Me dirás lo que tendré que hacer?

–Cállate Thion– dije mientras mis pies tocaban el bote.

–Te quedarás en la orilla, pero de verdad preferiría que vuelvas al barco– dijo Leo que estaba ya sentado en el otro estreno del bote.

–No le tengo miedo Leo– dije

–No es miedo lo que debes tener. Recuerda que Thicio puede jugar con nuestros recuerdos. Estoy seguro que no quieres ver a Cathal de otra forma– dijo Thiao mientras agarraba los remos.

No había pensado en aquello, y era verdad, Thicio podía tomar la forma de cualquier cosa cuando se metía en nuestras mentes. Me dolió el hecho de no haberlo pensado. Miré a Leo, se veía tranquilo mientras no dejaba de ver la isla, seguramente él sabía que también debía lidiar con aquello, pero no dijo nada.

El Rey Thion dejó de verse como un rey entre nosotros, iba amordazado de manos y amarrado a una cuerda que Leo tenía entre sus manos. Por lo menos, se había tranquilizado un poco.

Tardamos un tiempo en llegar a la orilla. Empujamos junto con Thiao el bote hasta encallar en la arena y Thion bajó luego de eso.

Leo lentamente se puso de pie y caminó al borde de este mirando la arena como si dudara tocar la isla.

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El momento había llegado, estaba tan nervioso y aterrado. Miré la arena como era cubierta por el agua, sabía que en cuanto mis pies tocaran la isla, la voz de Thicio volvería a mi cabeza.

Respiré profundamente y salte fuera.

–Leo– su voz llegó al segundo. Cerré mis ojos lamentando mi destino.

–¿Lo escuchas?–preguntó Eiric.

La piel de mis brazos no tardó en erizarse, solo asentí con la cabeza mientras mis pies golpeaban el agua encaminando a la arena.

–Llegas tarde.

–No me presiones. Habla ya ¿Qué es lo que debo hacer?– dije hablando en mi cabeza.

–Similar al pacto que hicimos en tu isla, ve a la roca del medio y hazlo.

–¿Él morirá?– dije mirando a Thion.

–No.

Reí bajando el rostro y mojé la mano derecha en el agua de mar para luego mojar mi cabello. Ya me estaba haciendo una idea de lo que debíamos hacer, pero Thion era un Rey cobarde, jamás se enterraría un puñal. Y yo, está vez no quería morir.

–Leo, estaremos pendientes. Si de aquí a la noche no vuelves a este punto, iremos a buscarte.

–¿Me vas a matar cierto?– dijo Thion– todo tiene que ver contigo, hasta tus hombre solo se refieren a ti ¿Qué hay de mí? ¿Soy tu maldito sacrificio acaso?

–Solo necesito tu sangre Thion– dije tomando la cuerda que amarraba sus manos– disfruto que seas mi prisionero.

–Vete a la mierda.

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Leo se fue adentrándose entre los árboles seguido por Thion. Se veía tranquilo pero una sonrisa dibujada en su rostro fue lo único que me preocupó.

–No me gusta la idea de dejarlo solo.

–¿De verdad volverán los dos?– preguntó Thiao– no parecía muy convencido de que Thion volvería.

–No lo sé. La princesa Helina ama a su padre después de todo, si llegamos sin él será un problema.

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Los mismos arboles de la isla se levantaban tan grandes como los propios gigantes, robustos y lleno de ramas cubrían la mayor parte del cielo sobre nuestras cabezas. La luz era tenue por lo frondosos que eran.

La verdad era que no tenía idea a dónde ir, recordaba un poco el sendero que habíamos hecho la vez pasada pero más de dos ocasiones dude de mis propios pies. La última vez que había estado aquí, mi mente aún estaba enferma y pensando constantemente que este viaje era una pérdida de tiempo para evitar que yo atentara con mi propia vida.

–Entonces ¿Me cortó la muñeca y ya está?

–No Thion, no es tan sencillo como eso.

–¿Pero dónde tienes que echarla? ¿Buscaremos la piedra de tu Gigante?

–Buscaremos una piedra en el suelo.

–Menos mal, porque hay muchas piedras en forma de huevo–dijo deteniéndose y mirando entre los árboles.

–Me lo imaginé.

Cuando salimos del espeso bosque las piedras en forma de huevo estaban rodeando toda una llanura. Detrás de ellos seguían los árboles como si rodearán cada centímetro del lugar.

–Me agrada verte vivo– dijo Thicio en mi cabeza– la última vez que te había visto, las flechas se clavaban en tu cuerpo como viles serpientes.

–¿Qué pasará?

–Ya nada te puede pasar Leo, tu cuerpo regenerado está, desde la punta de sus pies hasta la punta de tu cabello. Te prometí cuerpo nuevo, ahora la sangre de tu progenitor debe verterse primero.

–Sé que me lo has dicho, pero ¿Morirá?

–No, solo lo recordara como un sueño.

–¿Un sueño? ¿Todo lo que ocurra ahora... él... lo recordará como un sueño?

–Siento emoción en tus ojos Carnicero.

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>Narrador Omnisciente <

Leo se veía un poco desconectado mientras ambos hombres caminaban por la llanura hacia el centro de esta. Una gran piedra enterrada estaba justo en la mitad de camino, como un embudo, un agujero más pequeño de lo que hace los cangrejos en la arena se iba formando en el medio de la piedra.

Leo parecía que estaba hablando con alguien, Thion no le dio importancia, no era mucho lo que podía hacer, pero tampoco desconfiaba de su yerno e hijo. Lo conocía más de lo que hubiera querido, y sabía perfectamente que era un hombre de palabra. Si Leo le había dicho que no moriría entonces inconscientemente le creyó, aunque lo negara en un principio.

Pero lo que Thion no sabía era que el hombre que estaba a su lado poco a poco comenzó a cambiar la cara, la mirada y a respirar cada vez más profundo. Había tenido ya tres escalofríos, de hecho, solo con imaginar lo que podía hacer había estado a punto de eyacular en sus pantalones.

Los demonios dentro de él comenzaron a salir.

–Sobre la piedra Leo, sobre la piedra– dijo Thicio mientras se reía a carcajadas.

Llegaron pronto a la piedra, era enorme de color blanco como la sal. El viento no llegaba a ese pequeño hueco de tierra, había un silencio aterrador que ni siquiera los pájaros o el sonido de los árboles al mecerse se podía escuchar.

–Bien, lo hacemos al mismo tiempo entonces– dijo Thion volteándose a mirar al hombre.

Leo había quedado solo a dos pasos de su propio padre y en cuanto Thion volteó, el Rey vio los ojos de aquel animal.

–Mierda– soltó antes de caer de espalda sobre la piedra blanca.

Leo no dijo nada solo sonrió y soltó un gruñido que fue en aumento convirtiéndose en una risa interna.

–¡NO! ¡DIJISTE QUE NO IBA A MORIR!

–Y es cierto, pero eso no es divertido.

Leo se subió como un gran gigante sobre el hombre caído. La sombra que proyectaba su cuerpo no era de un humano, él ya se había convertido en parte de los gigantes y así su sombra se proyectó inmensa, de grandes manos y bastante alto.

–Cumpliré mi palabra Thion– dijo sacando una de sus dagas y agarrando una de sus manos mientras era golpeado por el Rey, le clavo el puñal hundiéndose en una de las grietas de la roca.

Thion gritó de dolor siendo inmovilizado, pero Leo no se detuvo. Apretó su estómago para que así los rodillazos de Thion no llegarán a quitarle el aire y evitar el dolor. Luego, sacó otra daga y comenzó a cortarle la cara, de la frente por todo el contorno hasta llegar a su barbilla.

Entre los pataleos, las súplicas y los gritos del Rey, Leo terminó de cortarle debajo del brazo que quedaba, eso detuvo sus movimientos, una vez más estaba siendo el juguete de un hombre sin piedad.

Thion era incapaz de hacer nada, con su brazo cortado ni siquiera pudo volver a levantar la mano y su otra mano estaba clavada a la piedra. Solo le quedaba estar allí arrepintiéndose con todas sus fuerzas el momento que sintiendo piedad de ese hombre decidió acompañarlo a la isla.

–¡Mi hija te odiará por esto!– gritó el Rey.

Leo siguió despellejándole el rostro sin una pisca de raciocinio. Le sacó la piel de la mejilla izquierda, frente y mentón hasta dejarle colgando todo hacia su lado izquierdo. Su propia carne tapo su ojo, no podía ver más que colores rojos, mientras tu rostro ardía como si hubiera sido puesto al fuego.

Thion no aguantó lo suficiente y perdió la conciencia cuando Leo terminó de sacarle el ojo izquierdo.

Cuando terminó con todo el rostro dejándolos parejo se miró las manos ensangrentadas, le ardían por las heridas que le había dejado el Rey, pero a pesar del dolor, estaba más cerca del placer sádico que tenía.

La respiración de Thion se escuchaba como un leve silbido, mientras la carne al rojo vivo se podía apreciar a simple vista. El rey moriría con una sonrisa a falta de los labios, mostrando cada uno de sus dientes.

Fue cuando Leo volviendo a subirse sobre él, enterró el puñal al costado de la garganta y se la cercenó lentamente cortando cada parte, tan lento que sentía como la tráquea se abría al contacto con la afilada hoja.

–Oh... Sí– soltó mirándolo de pie como su propio padre se ahogaba y derramaba la sangre por toda la piedra.

Mientras que cada gota fue tiñendo el blanco, un río de sangre se aproximó hacia el agujero que estaba en el medio de esta. Al mismo tiempo Leo se dejó llevar por lo que veía, trastornándose completamente había logrado el sueño que siempre había tenido. Metió su mano a los pantalones solo para agarrarse el miembro y terminar en un clímax más gratificante que cualquier otro.

–Dioses– soltó agitado mientras se sentó mirando el cielo– creo que estaré agradecido de darme está oportunidad.

–Si te sientes más liviano, puedes venir a verme, después terminas.

–Llévame entonces.

Una vez dicho aquello Leo cerró sus ojos y todo volvió a la oscuridad.

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Oscuridad, otra vez estaba dentro de mi conciencia, no traté de mirar más, solo aguardé hasta que Thicio apareciera, era muy bueno para llegar de sorpresa.

–¿Para qué es la sangre?

–Hay muchas cosas que no sabes Leo.

–¿Algo que deba preocuparme?

–No, tu no. Vivirás una vida larga –dijo mi yo apareciendo a lo lejos. Mientras más daba pasos sentía que estaba en un charco de agua que chapoteaba con cada paso que daba. Venia vestido igual que yo, pero traía su pelo desordenado–. Un mundo nuevo surgirá después de una guerra dónde todos perecerán, la población de humanos disminuirá constantemente y será la oportunidad de que seres mágicos aparezcan.

–¿Cómo lo evitó?

–No Leo, no es tu tiempo, ni de tus hijos, ni los hijos de tus hijos. No hay generaciones tuyas que puedan vivir aquello, tu nombre si será conocido y recordado, pero nada de esto será parte de ti.

–¿Para esto quieres mi sangre?

–Algo así. Ahora que serás uno con nosotros lo comprenderás poco a poco –dijo llegando a mi lado y luego extendió su mano hacia un costado y un humo salió de su boca mostrándole figuras.

–¿Qué es eso? –dije acercándome. Era un hombre, pero muy extraño, sus orejas eran puntiagudas y parecía que le sobraba un poco de piel en su boca. Seguramente si llegara a sonreír la abertura de sus labios llegarían casi de oreja a oreja, aterrador.

–Seres mágicos –dijo y muchas más figuras salieron, había hombres bastante altos y robustos, otros pequeños con largas barbas como si carecían de altura–. Debes estar agradecido porque tu tiempo en la tierra prosperará de forma pacífica. El mundo cambiará en miles de años más, la magia, la hechicería será mucho más eficiente y es por eso que necesito sangre humana.

–¿No me debo preocupar?

–No, cuando todo esto ocurra, tu y yo seremos piedras. Crearé un ser capaz de sobrevivir a los humanos.

No me agradaba los planes que tenía. Thicio ya era mágico, y sabía mucho más de lo que cualquier persona podía saber. Si lo que decía con tanta seguridad lograba su cometido entonces ese mundo surgirá sin ninguna oposición.

Saber que mi familia no lograría a vivir aquello me dejaba ciertamente más tranquilo.

–Vierte tu sangre Leo, te aseguro una vida bendecida –dijo tocando con un solo dedo el charco que tenía a sus pies. Este rápidamente se iluminó de colores verdes y lo que vi me dejó aterrado.

La muerte misma en un remolino sin fin dónde había muchos cadáveres de animales y de personas girando sin parar. Thicio ya había recolectado lo suficiente, pero al parecer necesitaba más.

–¿Combinas sangre animal con el de las personas?, ¿por qué?, ¿eso forjará tu nuevo mundo?

–Después de la guerra no habrá mucha natalidad. Este ser será capaz de cazar como un animal, de resistir el mal tiempo y serán los únicos que podrán revivirnos un día Leo. Dormiremos una eternidad después de la guerra.

–Más hablas, y más arrepentido me siento.

–Ya no hay vuelta atrás, gracias a ti aprendí como son las emociones y los sentimientos. Eso será valioso para esta criatura.

–Que me asegures que esto no estará en mi vida y en mis generaciones me deja tranquilo.

–Asi será, así...será.

–Cuando me haga piedra ¿Tendré mis recuerdos?

–Muy pocos, no los sentimentales, ni las emociones.

–Sería bueno no recordar.

–Un hombre como tú en ese tiempo serias también un gran guerrero, me aseguraré de honrarte en tu muerte.

–¿Honrarme? ¿un ser mágico como tú a un simple humano como yo?

–Tu Leo serás la esencia de mi criatura. Fuertes, valientes, osados y temibles. La época del humano perecerá por su codicia, pero esta criatura pondrá en balance todo.

–Si no vivo aquello, no creo que deba importarme.

–Exacto –dijo Thicio moviendo sus manos y de ese agujero apareció una sombra de una mano enorme envueltas en luces rojas como un trueno. Lo próximo que hizo fue voltear a sonreírme y me jalo del cabello.

–Hey –reclamé sobándome.

–Lo siento, no pude evitarlo –dijo mirando el mechón de pelo que me había arrancado, luego lo dejó caer en aquella mano desapareciendo en las profundidades.

–Despues de vivir como un gigante, ¿Podré volver a morir?

–Cuando la luna baje a la tierra, cuando la magia de ella se traspase a un ser mortal y la tierra tiemble ante su poder. Todos se doblegaran ante ella, toda criatura, todo ser viviente, todo monstruo o animal, ese día será la oportunidad de pedirle al cielo la muerte. El heredero de la sangre de esa mujer podrá liberarte, lo sentirás y por primera vez siendo uno de nosotros te sentirás humano.

–Osea tendré que buscar al hijo de esa mujer para porfin morir? No crees que es absurdo en un mundo llegó de personas.

–No es un problema que enfrentes hoy, sino en miles de años más.

–Solo devuélveme, estoy listo.

–Nos vemos Leo. Me apena decirlo, pero ansiaré tu muerte.

Abrí mis ojos, no sé cuánto tiempo había pasado, pero la sangre de Thion aún se veía fresca, su cuerpo inerte ya estaba completamente helado.

Recogí la daga y la limpié con mis vestiduras. Anteriormente esto hubiera sido sencillo, las ganas de morir que tenía antes, eran tan intensas que no dude mucho para enterrarme el puñal en mi cuello. Ahora, las cosas eran distintas.

Rodeé la piedra por el otro extremo y me subí a ella.

–Helina –susurré mirando el cielo. No quería tardar, sabía que si pasaba más tiempo en esa isla, el tiempo fuera de ella correría con más rapidez.

Miré mi daga y caí de rodillas en la piedra, respiré profundamente y solo pensé en ella.

Mi princesa, mi esperanza, mi amor...

La enterré mientras su imagen inundaba mi mente, pero tenía un poco de cobardía que lamente rápidamente enterrarla mal. El dolor era lo que más temía, la desesperación mientras mis ojos se ponían llorosos volví a sacar la daga y está vez la empuñé justo en la vena.

La saqué solo para ver cómo la sangre salía a chorro al ritmo de mi palpitar mientras me ahogaba. Manchando la otra parte de la piedra caí lentamente hasta que mi rostro también se manchó de ella. Los segundos fueron tortuosos y eternos.

–Leo.

La voz de mi propia mujer se escuchaba como eco a lo lejos. Desee estar a su lado, entre sus brazos, apoyado en su pecho. Anhele tocarla, besarla, pensaba que su voz era lo más hermoso que mis oídos podían haber escuchado, más allá del canto de las aves, más allá de la mujer que canta sonetos en la ciudad, la voz de mi hermosa dama bastaba y sobraba para tenerme como perro a sus pies.

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–Leo, Leo. –Le repetí mientras trataba de despertarlo, pero estaba como inconsciente sobre el pasto. Había una enorme llanura cubierta del pasto más verde que había visto. Thion por otro lado también estaba en las mismas condiciones y por más que los movimos estos no despertaban.

Habíamos entrado ya de noche, ya que no habían salido por su cuenta entramos a ver. Con antorchas en mano nos hicimos pasos hasta encontrarlos, el aire en nuestros pulmones salió rápidamente al saber que no estaríamos perdidos.

–Hagamos una fogata aquí –dijo Thiao.

–¿Aquí?, ¿estás loco? Deberíamos sacarlos y embarcarnos lejos de esta maldita isla.

–Mientras no despierten creo que no podemos salir –dijo Thiao mirando alrededor.

Alcé mi mirada y pude ver cómo las raíces de los árboles se levantaban y se movían, los árboles caminaban cambiando posiciones con otros, claro que ninguno entró a la llanura. Tétricamente se veían como serpientes a la poca luz de la luna y de nuestras antorchas.

–Thicio –dijo Thiao arrodillándose en el pasto y alzó las manos al aire–. Por favor deja que nos quedemos y hagamos una fogata, solo hasta que nuestros hombres despierten.

–¡THIAO!

En cuanto mi voz se cayó, un fuerte viento llegó a nosotros bruscamente obligándonos a taparnos las caras. Las antorchas rápidamente se apagaron quedando en completa oscuridad.

–Eres un idiota –le reclamé a Thiao. Parecía que, en vez de agradarle, lo habíamos hecho enojar.

Pero tan pronto como vimos nuestro desconcierto, la tierra se abrió formando un surco recto de la entrada, donde habíamos venido hasta donde estábamos. Luego el fuego en él se prendió.

–Ves que es comprensible, ahora agradécele.

–Dioses —dije mirando a mi alrededor–. Gracias... Thicio...

Dos horas más transcurrieron cuando el cielo comenzó a iluminarse lentamente. El amanecer pronto estaría presente. Un día completo en la isla.

–Yo... –dijo una voz conocida.

–Leo –dijimos a coro mientras nos acercábamos a él–. ¿Cómo estás?

–Argg...– gruñó también el rey tratando de sentarse mientras se tocaba la frente.

–¿Cuánto ha pasado? –preguntó Leo tocándose el cuello.

–Un día.

–¡¿QUÉ?!

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¿Un...día?

Mi estómago se estrujó con solo pensarlo. Si solo minutos habían significado cinco días... ¿Cuánto significaría un día en esta isla?

La piedra manchada en sangre ya no estaba y no solo eso, sino que las piedras en forma de huevo también habían desaparecido.

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El fuego se apagó y una vez que Leo se puso de pie, juntos comenzamos a movernos. Thion no se veía muy bien, estaba pálido, no dijo nada, de hecho, no levantó la mirada desde que despertó y fue ayudado por algunos soldados para poder caminar. Sus pasos eran tiesos y poco sincronizados para lo que estaba acostumbrado a verlo.

Era extraño, muy extraño y a la vez.... Muy conocido para alguien como yo.

–¿Todo bien?

–Sí –contestó Leo caminando hacia los árboles. Las raíces ya no estaban tapando la pasada.

–Leo... –dije agarrándole el hombro y detuve su caminar– ¿Qué pasó?, ¿te portaste bien?

–¿Qué significa eso?

–Thion...

–Por supuesto –dijo con una leve sonrisa–. Fui todo un caballero.

Seguramente si fuera Cathal le hubiera descifrado completamente, pero yo no estaba seguro. Thion estaba vivo y dentro de todo bien.

¿Qué había pasado entre los dos?

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–Thicio –dije en mi mente mientras llegaba a la arena.

–Aun te observo.

–Hablaste de mi descendencia sabiendo que eso es imposible ¿Es un error tuyo?

–Yo no cometo errores Leo, no lo hice contigo.

–Yo...

–Lo entenderás cuando llegue el momento.

Me detuve mirando atrás ¿Será cierto?, ¿poder tener hijos con la mujer que amo?

Seguí al grupo hacia la playa, pensando una y otra vez en todo lo que Thicio me había dicho. Si cuerpo nuevo significaba que todo se curaba, entonces lo que la mandrágora hizo en mi ¿Se revertiría?, ¿podía volver a ser un hombre...fértil?

Estaba decidido, ahora que estábamos pronto a dejar la isla tenía ganas de verla, sobre todo volver a escuchar su voz, su risa, su respirar.

–Cuando nos volvamos a encontrar, créeme que no volveré a apartarme de tu lado –dije mirando el cielo como si pudiera encontrarme con sus ojos traspasando el espacio y el tiempo.

Volviendo a la realidad miré la arena y volteé a mirar una vez más al bosque.

–Jamás volveré a verte ¿Cierto?

–Solo el día en que mueras –contestó su voz.

–Adiós Thicio, gracias por todo.

–Adiós Leo, nos veremos.

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Nos subimos al bote que nos llevaría al barco y el silencio gobernó sobre nosotros mientras traspasábamos las olas.

El clima se veía exactamente como había estado en un principio, nublado y muy depresivo, pero un peso menos había salido de nuestros hombros.

–Mi Rey Thion –dijo Thiao mirándolo–. Veo que está tranquilo ahora que viene sin amarres.

–Estoy seguro –dijo Leo llevando sus ojos al rey–. Que ahora Thion de portará bien. Después de todo, los sueños dentro de la isla son solo eso, sueños.

–¿Sueños? –preguntó Thion en voz baja.

–Sí, Thicio saca los peores miedos de algunos –dijo Thiao.

–Cualquier cosa pudo pasar –Leo habló de forma lenta y arrastrada, sin sacar sus ojos filosos del rey formó una leve sonrisa de un solo lado.

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Thion no dijo nada, miró el mar como si aquello le hipnotizara y pareció hundirse en sus pensamientos. Estaba seguro que lo que yo me había hecho, rondaba constantemente en su mente. Eso solo me daba la tranquilidad de saber que yo sería capaz de todo, independiente que nuestra sangre era la misma, su fin podía volverse realidad.

El bote a los pocos minutos llegó al barco y embarcamos dejando toda esta experiencia atrás. Jamás volvería a pisar algo como aquello, a pesar que todos lo que había visto y oído de Thicio me inquietaba, decidí creer en sus palabras.

No era mi tiempo, no era algo que yo alcanzaría a vivir si es que pudiera vivir más de cien años.

–Manden una carta a Dalia de forma inmediata.

–Lo haré enseguida –dijo Thiao encaminados al interior del barco.

Me sentía tranquilo, pero solo era una lucha interna que estaba batallando, no quería pensar en el tiempo que había pasado, aunque para todos los que estaban en el barco había sido solo un día, fuera de la isla había pasado mucho más tiempo.

El barco con rapidez fijó su rumbo a Liastian y luego iríamos a Cretos.

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Pasaron dos días cuando llegó la carta que esperábamos. La tomé en mis manos y se la llevé a Leo, rápidamente los soldados que nos acompañaban se acercaron pendientes en cualquier cosa que Leo haga. Una sola expresión, una sola palabra, un solo sonido, para sumir que el tiempo había sido perdido

Por otro lado, no tenía nada que preocuparme, nadie me esperaba, nadie me apuraba. Miré a Leo, pero sabía perfectamente que para él era muy distinto, dudo mucho en abrir la carta y luego de mirarnos detenidamente, fijó sus ojos en el papel y lo abrió.


"Ansiaba leer noticias, ha pasado mucho, pero las esperanzas nunca se deben perder, cuéntame un poco, ansío saber ¿Cómo está mi hijo?, ¿cómo fueron las cosas?

Aquí todo sigue igual, prepararemos las ceremonias para que todo esté listo cuando toquen tierra, pero tengan en cuenta algo, dos años no es nada menos"


Eran malas noticias, la expresión en el rostro de Leo fue suficiente para todos. Dejo caer la carta mientras se afirmó en el barandal del barco y luego devolvió todo del estómago como si de un momento a otro la enfermedad lo hubiera tocado.


Próximo Capitulo 61.- Liastian y Cretos.

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