6.- El Nuevo General
Mi Padre se veía contento y emocionado, sonreía de oreja a oreja y no dejaba de aplaudir. Estaba realmente fascinado, pero, no se había dado cuenta el alboroto que los soldados estaban haciendo fuera de la arena, ¿Se habrá arrepentido el nuevo General de matar a Laurel?, ¿Cómo eran capaces sus hombres de agarrarlo y detener sus acciones? Cualquiera que lo viera sería una cosa absurda y poco respetuosa.
-Te diré algo antes de que esto termine- dijo Fadila acercándose por detrás de mí- al General, no lo tocas.
-¿Crees que ese hombre será igual que los demás hombres que han estado postrados ante ti?
-Todos los hombres son iguales querida, deberías aprender de mí y dejarte seducir en algún momento.
-¿Seducir? Te recuerdo que eres la Reina.
-Sí, gracias a eso, tengo el derecho de hacer lo que me aplazca. Tu deberías intentar, quizás cuando dejes de ser tan pura y más madura- dijo hablándome más de cerca, tratando de intimidarme- puedas realmente pensar con claridad.
-Fadila.
-Sabes que, creo que estas celosa.
-Veo que no te cansas de hablar blasfemias.
-No son blasfemias, algún día cuando haya acabado con el nuevo General, lo enviaré a tus aposentos, quizás logre abrirte las piernas y cambiar tu mal carácter.
-Ni te atrevas- dije entre dientes pero en mi mente solo se pronunciaban malas palabras de esta maldita mujer- déjame tranquila- voltee a ver la arena.
Los soldados comenzaban a reunirse en el centro y había perdido de vista a Leo y sus hombres personales.
-Eres asombroso Leo- dijo mi Padre. Voltee a ver y este había llegado a nuestro encuentro.
-Mi Rey- bajó su cabeza.
-No me esperaba menos, eres joven y tienes un gran potencial, ven conmigo- dijo agarrando su brazo y se acercaron a la orilla del lugar- amado pueblo de Cretos- los ojos de mi Padre sonreían y su voz se hizo sonar por todo el lugar- ¡He aquí el General de nuestro Reino!, ¡El hombre que comandará el ejército y nos entregará la victoria!
La gente se enalteció, y los soldados en la arena solo sonrieron mirando a Leo, quien estaba puesto en pie mientras Loreas le ponía la capa roja, engrandeciendo a este joven soldado.
-Lands.
-Princesa- se acercó inclinándose.
-Creo que ahora vas a tener que simpatizar con ese hombre- sonreí.
-Usted esperaba esto ¿Cierto?
-Sí.
-Aunque Leo es un poco suave, parece muy amable y sencillo.
-Debes estar preguntándote ¿Cómo lo respetan tanto?
-Sí, Princesa, o simplemente lo que conocimos de él es solo una parte de lo que realmente es.
-¿Dices que aún no lo hemos conocido?
-Sí Princesa, ahora que tomara el titulo de General, ahora recién conoceremos como es este hombre- sus palabras llegaron a mi lentamente. ¿Realmente aun no lo conocíamos?, ¿Sera esa parte que no conocemos de él, que hace que sus hombres le obedezcan?
-Mi Rey- dijo su voz y todos guardamos silencio mientras lo mirábamos, su voz se había hecho más profunda, más ronca y más fuerte- con gran respeto y honor me dirigiré a usted en estos momentos.
-Bien, te escucho- mi Padre fue a su asiento y echándose en él lo miró sonriente.
La poca briza de la época llegaba a nosotros haciendo sonar las banderas y estandartes bruscamente mientras chocaban con la madera. Nos aliviaba solo un poco el calor de este día y nos preparaban para poder asimilar lo que el Reino tenía que cambiar.
-Antes de dar mi primera orden como usted lo ha dispuesto, debo entregar...- dijo mientras Cathal se acercaba con un pergamino-... esta última orden de la Reina Dalia, Reina de Liastian y Señora de Tioma.
-¿Este es el último que mencionó ella?
-Si mi Rey, ante esto, ruego que lo lea atentamente y ponga su sello. Este será devuelto a Liastian, quedándose usted con uno de los pergaminos como respaldo.
-Dime Leo- mi Padre se puso serio y lo miraba con gran atención- ¿Cuáles son tus condiciones? Asumo que aquí lo dicen todas, pero dime algunas, quiero escucharlas de tu boca.
-Sí mi Rey, en el momento que usted ha recibido este pergamino, cada uno de mis hombres está bajo su mando, y su mandato es absoluto a la familia real. Eso quiere decir que obedeceremos las ordenes únicamente de la Princesa- me miró, su rostro había cambiado un poco, estaba serio, sus ojos eran como las púas de las lanzas y su voz como el trueno en una tormenta- la Reina y usted mi Rey. Moriremos por usted y seremos su escudo, puede confiar plenamente en nosotros mientras nuestras reglas no se rompan.
-¿Un contrato de doble filo?
-Ve Princesa, estos hombres no pueden ser tan perfectos.
-Mis comandantes- dijo Leo y sus hombres se arrodillaron frente a mi Padre.
-Kurok, Marlen, Thiao, Luca, Eiric y Cathal.
-Con mi vida y por mi honor le serviremos- dijeron todos mientras llevaron su mano derecha a su pecho.
-¿Solo ellos?- nos sorprendimos-solo son 6 hombres para tanto ejercito ¿Estás seguro?
-Sí mi Rey, ellos son mis hombres más leales, inteligentes, confiables y son lo mejor que tiene su ejército. En ellos pongo mi vida incluso.
-General, recapacitaras sobre esto cuando tengas experiencia en la guerra- dijo mi Padre tomando una bocanada de aire- bien, sigue con tus condiciones.
Mi Padre estaba en lo cierto, solo 6 hombres para guiar un muy numeroso ejército, estaba claro que Leo no tenía la experiencia y en una guerra le faltarían hombres para poder saber las ventajas y desventajas.
-Si mi Rey, mis condiciones son claras y firmes, este sería la única vez que participaremos en luchas. Mis hombres no son entrenados para hacer disfrute a los espectadores, porque cada uno de ellos fue entrenado para matar- dijo y estos se pusieron de pie con sus miradas al suelo.
-¡Mi Rey!- dijo la Reina con esta falta de respeto del nuevo General.
Mi Padre solo alzo su mano deteniendo a la Reina y sin sacar los ojos de Leo dijo.
-¿Te refieres a tus comandantes o a todo el ejército?
-A mis comandantes.
-Está bien, también necesitas dos soldados personales, debo suponer, que ellos están entre estos ¿No?
-Eiric, Cathal- dijo y estos dieron un paso adelante- ellos son los que han estado más tiempo a mi lado.
-Bien, Continua.
-Cada soldado al morir será incinerado junto a su pergamino y se mandara a informar a Liastian de su deceso, no habrá cuerpo que sea olvidado en una guerra. No podemos ser desposados por ley u orden, no se nos mandara a no luchar si nuestra vida peligra innecesariamente. Si un soldado comete algún error grave y se dicta una sentencia que puede llevarlo a la muerte, necesita usted la aprobación de la Reina de Liastian.
Leo hablaba con firmeza, aunque sus palabras de vez en cuando, salían con gran elegancia, era un poco brusco para decir las cosas, no se veía nervioso, ni temeroso, ¿A quién le podía temer con este gran ejercito esperándolo?
-Si mi Rey olvida o pasa a llevar estas reglas, su ejército volverá a mi mandato y sus órdenes serán triviales para nosotros.
Las palabras terminaron y el silencio se presentó mientras esperábamos alguna reacción de mi Padre, pero el solo lo miraba pero luego de unos minutos escupió con un tono relajado.
-Así que realmente este eres tú, Leo- mi Padre sonrió y en el rostro de nuevo General se dibujó también una leve sonrisa- bien Leo, me parece estar de acuerdo, pero aun no me has dicho que es lo que tú quieres, estas son reglas de tus soldados pero faltan las tuyas.
-¿Las mías?- preguntó asombrado.
-Siéntete con la libertad de pedirlas, yo veré si puedo dártelas o no- dijo poniéndose de pie y acercándose a él- date un tiempo y dímelas, sin duda las escucharé.
-Tengo dos por el momento.
-Bien Leo, nos estamos entendiendo, vamos piensa en más, por mientras puedes dar tu primera orden.
-Mi Rey- bajó su cabeza y caminó hacia el trono de mi Padre y pasó para atrás, detrás de este había unos telares que dejaban una separación horizontal de 6 centímetros
Volteamos inquietos y pudimos divisar el ejército detrás, miles de hombres que se encontraban en silencio que ni siquiera mis soldados se habían dado cuenta que estos se habían formado detrás.
-Mi Rey- dijo Fadila asombrada mientras se ponía de pie.
-Magnifico- sonrió mi Padre caminando a un lado de Leo.
-Todos son suyos- dijo Leo y volvió a su puesto- cada uno de ellos atesorará la armadura de Cretos, este es nuestro Reino ahora, por favor cuide de nosotros- mi Padre asintió con su rostro mientras sonreía.
-Leo, da tu primera orden- ordenó.
Leo lo escuchó pero no pudo hacer una cara más aterradora mientras sonreía, este hombre estaba a punto de mostrar uno de sus lados más escalofriantes
-Me disculpo por el alboroto que provocaré- dijo bajando su cabeza pero sus ojos punzantes no se cerraban. Mi Padre estaba excitado, no tenía ni una pisca de molestia, con cada minuto, con cada palabra de este hombre, él se regocijaba y yo no entendía como podía estar tan tranquilo.
-Deseo ver cómo te obedecen.
¿Sabía mi Padre lo que ocurriría?
Leo nos dio la espalda mirando hacia la arena donde estaban los guerreros que habían peleado, sus comandantes por otro lado se mantuvieron inmóvil, sin hacer ni decir nada. Fue entonces que Leo mojó sus labios y alzó su voz mientras sus manos se abrían bruscamente, como si ejerciera fuerza en ella.
-¡SOLDADOS!- gritó fuertemente.
Enseguida como si su voz se propagara por todos los rincones del Reino, sus soldados gritaron "AU" en gran sincronía. Me levanté de mi asiento y pude ver que estos habían agachados sus rostros, y habían abierto las piernas en posición de lucha, así mismo sus comandantes respondieron.
Realmente era asombroso, eran muchos soldados guiados solo por un joven guerrero de 19 años, no tenía explicación como este hombre había tenido tanto poder para dirigir un ejército solo. Su voz era poder.
-¡Matad a cada soldado de Cretos, al débil, al flojo, al gordo, Purgar el Reino de soldados que no puedan levantad espada y que han blasfemado contra el Rey, traedme sus cabezas a la arena!
¿Qué?, el alboroto rápidamente salió a la luz, los soldados comenzaron a dispersarse con espada en mano, corriendo por todo el Reino y el acero comenzó a sonar.
-¿Tiene un soldado favorito?- preguntó Leo dándose la vuelta y mirando al Rey.
Mi Padre volvía a tener una sonrisa de oreja a oreja, sudaba y mordía sus labios. Al escuchar las palabras de Leo, solo lo miró y fuertemente dijo.
-No- decidido a no dar marcha atrás.
-¡Mi Rey!- gritó uno de sus soldados que estaba detrás del pero con rapidez fue atravesado por el hacha de Marlen.
-Tírenlo- dijo Leo y sus hombres obedecieron lanzando al hombre herido hacia la arena.
-Mi Reina ¿Y usted?- dijo seriamente.
-No- contestó Fadila malhumorada mientras corría su rostro tratando de ignorar la situación. Leo no le mostró emoción alguna, alzo su mano moviendo los dedos y Cathal junto con Eiric se acercaron a el- tráiganme a sus soldados, deseo conversar con ellos.
-Si Leo- contestaron marchándose.
-Princesa- dijo acercándose.
Lands, su rostro estaba perplejo, respiraba fuertemente y sus manos temblaban.
¿Ellos también serán asesinados?, no podía creer lo que ocurría, los gritos de la gente se escuchaban a lo lejos, el metal sonaba y el llanto de los soldados de mi Padre se esparcía como la sangre que comenzaba a manchar la ciudad, ¿Cómo podía mi Padre deshacerse de sus soldados tan rápidamente? No tenía piedad, ni empatía, había sido frio, cruel y esto solo dio paso a la muerte que se excitaba en las espadas de los soldados.
-Por favor Princesa- dijo Marcus mi otro guardia, sacándome de mis pensamientos.
-Princesa- oí su voz, subí mi mirada y lo vi mirándome, frio, insensible, despiadado. Esperaba una respuesta, pero no tenía el valor de decir nada y él no esperaría.
Sus soldados rápidamente agarraron a los míos y los arrastraron por el suelo.
-¡Princesa!- gritaron con gran miedo mientras luchaban por ser socorridos.
-¡Suéltenlos!
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-¡Suéltenlos!- ordenó ella poniéndose de pie.
Una hermosa dama digna de su título, su voz de mando, su gran autoridad, no me limité a no sonreír. Kurok y Thiao rápidamente soltaron a los soldados que estaban a punto de ser tirados.
-¿Los conservara?- pregunté.
-Sí- dijo firmemente mientras me miraba sin sacar sus ojos de mi- ellos no son una prenda que pueda desarme de un momento a otro.
-Como ordene Princesa- bajamos nuestros rostros. Su mirada enojada llamó mi atención y lamenté su presencia ante eso- lamento que sea participe de esto.
-Hija, el General te asignara soldados mejores.
-No Padre, Lands y Marcus han estado conmigo 4 años- ella realmente estaba enfadada.
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A pesar de mal momento, me sorprendí con la rapidez que ellos me habían obedecido. Hace bastante tiempo que un soldado que no eran mis soldados personales hacían de mis palabras una orden que obedecer. Estos no dudaron, y los soltaron con gran rapidez, estaba perpleja. Miré a mi Padre y este me sonreía como diciéndome "Ves, que no me equivocaba"
-Hija, el General te asignara soldados mejores.
-No Padre, Lands y Marcus han estado conmigo 4 años.
¿Cómo podría?
-Mi Rey- dijo Leo interrumpiendo nuestra discusión- tomaré mi permiso para retirarme.
-General.
-Leo- dije.
-No lo llames por su nombre- se levantó Fadila poniéndose delante de mi impidiéndome el paso- ¿Acaso no has aprendido modales?
-Mi Rey, Princesa, estos hombres no están aptos para protegerles, le asignaré unos.
-No General- ignoré a Fadila, pero me sentía más calmada y caminé hacia mi Padre, mis soldados aun en el suelo solo guardaban silencio mirándome.
Leo tenía todo pensado, arrodillo una de sus piernas y bajo su cabeza.
-Lo lamento- dijo suavemente con una voz un poco más delicada- es una orden que no podré cumplir. Entrenaré a sus soldados para que puedan ser dignos de cuidarla, ellos necesitaran descansar después de los torneos, por lo que no puedo permitir que ellos cumplan con todo su deber para protegerle...
-Llegaremos a un acuerdo entonces- dije firmemente interrumpiéndolo, poco a poco comenzaba a entender que hasta este hombre obedecería mis reglas, pero tenía miedo de este desconocido y su gran poder. Podía atentar contra mí. Pero no daría mi brazo a torcer- te los daré pero los quiero tres días a la semana.
-Si usted desea eso, asignaré a uno de mis soldados para complementar.
-Padre, dile que no es necesario.
-Leo, deja que estos hombres la cuiden, si crees que es necesario después de un día o dos entonces asigna a tu hombre.
-Si mi Rey.
-En 6 días más se hará un banquete, por favor asigna a 20 hombres y ven a participar, necesitamos conversar en un buen ambiente.
-Si mi Rey.
Leo era extraño, ¿Tendrá doble personalidad?, tan gentil había sido conmigo, con su voz suave y delicada, incluso debo admitir que había despertado en mi la curiosidad de conocerlo más, pero nadie había imaginado este brusco cambio. Su primera orden ni yo lo entendía, pero mi Padre solo se mostró maravillado.
¿Le habrán dicho con anticipación como era este hombre y lo que iba a hacer?
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-Leo.
-Cállate hombre.
-Espera ¿Quién te ha puesto de mal humor ya?
-Convirtiéndose en General y ¿Ya está enojado?
-No lo estoy.
Si lo estaba, ¿Quién más que yo podía sentir ese rechazo que tenía con la mirada y lo tenso que dejaba el ambiente?
Después de despedirnos del Rey pudimos bajar por la escalera para dirigirnos a la arena, Leo iba adelante sin decir nada pero respiraba un poco agitado.
-Hey Leo, ¿Qué ocurre?
-¿Ustedes no se han dado cuenta del poco apego que tenía el Rey por sus soldados?- se detuvo mirando la arena entre sus pies.
Guardamos silencio, su mal humor claramente tenía que ver con eso.
-Fue una gran ofensa- dijo Kurok.
-El Rey no se dio cuenta de eso- dijo Thiao.
-Sí, pero ¿Cuántos años han estado los mismos soldados cuidándolos?
-¿Por qué no nos detuvo?
-¿Realmente querías matar a todos?- pregunto Eiric.
-No Eiric- conteste- hay solados que ya no sirven, otros más ancianos que deberían ir a sus casas, además de ellos, hay algunos corruptos.
-Kurok, Marlen, desháganse de los cuerpos- dijo Leo, volviendo a caminar- quiero la cifra de los muertos, Cathal, Eiric, ¿Dónde están los soldados de la Reina?
-En la arena Leo.
-Son 4 soldados, pero creo que si estás buscando a los soldados que ha tenido algo con la Reina deberemos buscar más.
-Sí, reúnan a los jóvenes, tráiganmelos ahora a la arena mientras hablo con ellos.
-Sí Leo.
-Luca y Thiao, ustedes lleven al ejército a sus aposentos, reorganicen. Escuchen lo que ellos necesiten.
-Sí mi General.
-Como ordene mi General- rieron los dos mientras se adelantaban.
-Esperen, otra cosa- volvió a detenerse y volteo a mirarnos seriamente. Tomar el puesto de General cambiaria un poco como nosotros lo veíamos y aunque estaba tranquilo, me preocupaba que cambiara su trato con nosotros- cuando estemos solos, como ahora, llamen por mi nombre, si no es así, les ordeno que me traten de General.
-Como ordenes- dijimos a coro.
Él, nos regaló una sonrisa y seguimos caminando como si todo fuera algo tan natural.
Al entrar a la arena, los soldados de Luca se habían ubicado perimetralmente, estaban de pie firmes y atentos. En el medio había un grupo de soldados del Rey, jóvenes y adultos arrodillados mientras eran custodiados por más soldados, al fondo del lugar casi en la entrada, los cuerpos comenzaban a ser amontonados separando el acero de las armaduras y los cuerpos inertes.
-¿Por qué haces esto?- preguntó un soldado cuando comenzábamos a acercarnos.
-Leo ellos son.
-Bien-
dijo sin expresión mientras los miraba.
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Me sentía impaciente, emocionado, ¿Qué podía pedirle al Rey que este dentro de mi cargo?, por otro lado, aun me sentía intranquilo y molesto por la poca empatía del Rey. Si lo pensaba bien, estos soldados iban a ser parte de mí, iba a ser mi responsabilidades pero la mala hierba de algunos, si perdonaba sus vidas ellos solo intentarían corromper el Reino, lo lamento, mi madre habría purgado a todos.
Al acercarme a ellos pude verles con más atención.
-Sáquense el casco por favor- ordené.
-¿Qué nos harás?
-¿El Rey sabe de esto?- dijeron mientras obedecieron lentamente.
-El Rey no estará a cargo más de ustedes, todo lo verán conmigo primeramente.
Ellos botaron sus cascos a suelo y me miraron seriamente y pude comprender que mi decisión era la correcta,. Eran jóvenes, más de alguno debía tener mi edad, otros no alcanzaban los 16 años, el pelo corto y desordenados quedó esparcido por el metal en su cabeza. Tenían una mirada decidida pero temerosa a la vez y se mantenían juntos sin perderme de vista. Entonces recordé.
-Hey, ustedes soldados- dije mirando a unos de los nuestros.
-Si mi General- dijeron bajando su cabeza.
-Lleven a la familia Real al Castillo e infórmenme de ellos
-A sus órdenes- contestaron marchándose.
-Díganme sus nombres, ¿Ustedes son los soldados de la Reina?
-Si Señor- contesto el más alto, su cara ya era de un hombre en comparación a la cara de niños que tenían los demás pero sus cuerpos debajo de tanta armadura no podía apreciar muy bien alguna cualidad que pueda rescatar de ellos.
-No les haré nada a ustedes.
-Dime ¿Por qué tomaría tan drástica decisión?- dijo otro.
-Tengo mis motivos, espero que mientras pase el tiempo, puedan comprender.
-¡Leo!- gritó Cathal desde la entrada mientras guiaba a un grupo de soldados.
-Tardarás en llamarme General ¿No?
-Lo siento. En camino vienen los jóvenes y también hay bastantes ancianos.
-Bien, gracias Cathal- dije bajando mi cabeza aprobando su actuar- ustedes díganme ¿Cuál es el verdadero trato que reciben de la Reina?
-¿A... a que te refieres?- titubeo uno de ellos, dos bajaron sus rostros, y dos levantaron sus cabezas.
Sonreí, comprendiendo rápidamente los soldados que disfrutaban de la Reina y los que se sentían avergonzados de sus acciones.
-Qué barbaridad
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-Qué barbaridad- susurró Leo, su tono se había acentuado y en su rostro se dibujó una leve sonrisa- Cathal- dijo mientras me miraba y comprendí lo que él quería.
Me acerque al que tenía su rostro más levantado y lo tomé del cuello fuerte y firmemente. Si, era bastante pequeño de altura, pero mi fuerza hacia poca cosa mi tamaño.
-Hey- gritó uno de ellos reaccionando mientras sacaba su espada, los otros dos solo bajaron la mirada tratando de no involucrarse.
-No alcanzarías a dar un paso- dijo Leo que con rapidez, se había puesto cerca del soldado- suéltala si no quieres que esto acabe mal.
-Lo siento- contestó el soldado temeroso, respiraba agitado y en su mirada solo se veía el miedo que Leo había provocado en él.
-Dime- le susurré mirándole a los ojos al soldado que tenía en mis manos- ¿Disfrutas cuando la Reina te llama? ¿Te sientes orgulloso?
-No Señor, no, por favor no me haga daño, haré lo que me pida.
-Eso debes decírselo a él- miré a Leo sonriendo- yo no soy el General.
Los ojos del soldado se llenaban de lágrimas, intentando ver a Leo.
-Dime soldado, ¿De cuando la Reina tiene este tipo de comportamientos?- se acercó lentamente mientras sacaba la mano de una de sus dagas que guardaba en su costado.
-Desde que somos sus soldados.
-¿Cuánto es eso?
-3 o 4 años.
-¿Le gustan los jóvenes?- sonrió mientras me miraba- pero ustedes son candidatos para ser degollados y tirados a la pila de allí.
-Lo lamentamos, estamos arrepentidos.
-No, esos dos de allí lo están, ustedes no, cuando mencione a la Reina ustedes dos fueron los únicos en levantar la barbilla.
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-Ese infeliz- escuché decir a Fadila mientras se acercaba a la orilla y observaba a Leo.
-¿Lamentas haber perdido a tus soldados?- le pregunté sin mirarla.
Ella no respondió.
-Hija, se acercan los soldados, es hora que marchemos al Castillo.
-Si Padre- caminé a él, se veía cansado pero también con gran interés de lo que nuestro nuevo General estaba haciendo.
-¿Crees que será un buen General?
-Eso lo veremos hija mía, pero es bueno en lo que hace, sin duda este hombre será temido por mis enemigos.
-Es...es interesante- dije apoyando mis manos en el borde.
-¿Qué?- dijo mi papa sorprendido y me miró atentamente tratando de incomodarme- ¿Te agrada?- dijo sin cuidado.
-No Padre, no digas eso.
Su seño se había fruncido y sus cejas se apretaban como montañas, no estaba enojado ni molesto, pero si preocupado.
-Te he dado todo, he cumplido cada uno de tus caprichos, tú has respondido a mí como una muy buena hija y te has convertido en una hermosa mujer. No quiero saber que hagas algo deshonroso y tampoco quiero que cualquier hombre te esté viendo con otros ojos.
-No Padre, no haré nada que te defraude, pero espero que creas en mí y no en rumores.
-Claro hija-dijo dándome un beso en el cabello.
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Reunimos a los soldados en el medio de la arena, eran bastantes, algunos muy jóvenes como también otros ya viejos, con la ayuda de mis hombres se formaron, ya que ni formación tenían. Permanecieron en silencio como cuando a un criminal está a la espera de su sentencia, ¿Realmente creerán que soy tan cruel?
Caminé por las filas solo para confirmar la basura que eran estos hombres, ¿Dónde habían sido criados y entrenados?, ¿Quién les había dado títulos de soldados?
-Soldados de Cretos- alce mi voz- mis ojos no pueden estar más profanados por lo que ven, he decidido darle la libertad de escoger. A mi izquierda se formaran los que desean aquella libertad, si tienen familia vuelvan con ellos, me dignaré a buscar algún trabajo que pueda ayudarles. Los débiles, los viejos que crean no poder seguir con el ritmo del entrenamiento que harán de a partir de mañana, declinen su decisión de ser soldados. Se les probara ahora si son aptos para poder alcanzar el mínimo de aptitudes y condiciones para ser parte de mis hombres.
Ninguno dio un paso ¿Miedo?, talvez, yo solo intentaba ser sinceros con ellos, después de todos muchos habían pasado toda su vida en el ejército y salir así como así sería algo difícil.
-Tú- dije a un anciano- ¿Cuánto tiempo has sido el soldado de Cretos?
-20 años mi Señor.
-¿Crees poder ser apto a tu avanzada edad?
-No me ofende si es lo que busca.
-No, no lo busco, te digo lo que ven mis ojos, si te pruebo en este momento, estarías muerto antes de tocar el suelo.
-Haré mi mayor esfuerzo- dijo firmemente.
El hombre tenía unos ojos azules profundamente resguardados por montañas de arrugas, su piel estaba quemada por el sol, y su barba estaba desteñida y descuidada. Un soldado que no me demostraba una rebeldía, sino un espíritu de lucha, si su edad no fuera impedimento sin duda me gustaría entrenarlo y ver hasta dónde podía llegar.
-Da un paso al lado viejo, no me sirves- dije caminando a un lado mientras Eiric y Marlen lo llevaron a mi izquierda.
-¡Déjame luchar!
-¿De verdad quieres hacerlo?- Sonreí- y voltee a mirarlo- viejo- hice una pausa, estaba conmovido en parte, no esperaba esto- no quiero que mueras así.
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Leo no era una persona mala con su gente, sabíamos que haría, Luca se acercó a él y desabrochó su armadura mientras él hablaba con el viejo sacándose el pectoral y de vez en cuando lo miraba sonriendo.
-Quiero que estés en tu hogar, junto a tus seres queridos disfrutando de la tranquilidad.
-¿Quién eres tú?- dijo el viejo intentando acercársele pero Marlen y Eiric lo agarraron del hombro.
-¿Crees que hablo con engaños?
Leo caminó acercándose pero sonreía y eso solo nos hacía sentir tranquilos, el disfrutaba de esto.
-Viejo, cumpliré mi palabra y te retirarás- dijo acercándose a él.
-No- dijo y cayó de rodillas a la arena.
-Escúchame- Leo se hinco delante de él y poso su mano en su hombro mientras este anciano lloraba- olvida lo que yo he hecho aquí. No tendrás ese final, has estado mucho tiempo sirviendo al Reino, hoy es el día en que el Reino servirá a tu familia y a ti. Esto es lo que me han inculcado y es así como yo como General de todos estos hombres haré cumplir, pero si te pones terco y quieres luchar no tendré más opción que hundir tu cabeza en agua fría.
El soldado se quedó callado mientras miraba incrédulo a Leo, luego de un rato solo tomó las manos de Leo, las movió como un saludo asintiendo con la cabeza y se pusieron de pie. Leo se veía satisfecho.
-¿Alguien más?- preguntó y los ancianos comenzaron a salir entre los soldados.
-¿Es verdad lo que dices?- preguntó otro anciano.
-¿Podemos irnos?
-¿Cómo?- preguntó otro- ¿Cómo daremos de comer a nuestra familia?
-Les doy mi palabra, les daré comida, dinero, abrigos pero necesito que se retiren hoy mismo, y en dos semanas reúnanse en la entrada del Castillo. Conversaré con ustedes y los escucharé- diciendo esto Leo, todos los ancianos comenzaron a salir entre los jóvenes, eran un grupo casi de 20 personas- díganme, ¿Tienen algún pergamino donde salga la fecha de cuando se unieron al ejercito?
-Sí Señor- contestó uno.
-En el salón de guerra, tiene todo guardado ahí.
-Bien, gracias, pueden retirarse.
-Señor.
-Vayan pero recuerden, en dos semanas más en la entrada del Castillo, no lo olviden.
-Sí Señor- contestaron y lentamente se marcharon resguardados por dos soldados de Leo.
-Los demás, los probaré yo mismo para saber en qué grado pueden estar y así mis comandantes los conocerán. Luego de eso, entrenaran con mis hombres, fuerza con Luca, resistencia con Marlen, necesito que sus cuerpos estén a nivel apto para ser parte del ejercito.
-¿No entrenaremos espada?- murmuraron.
-Luego de revisarlos podré saber si están listos para entrenar con Eiric, Kurok, Thiao o conmigo.
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-Tus soldados deberían estar ahí- dijo mi Padre.
-¿Crees que mis soldados podrán con esto?
-Claro que sí, pero por el momento yo pondría a alguien más para cuidarte.
-Deja a mis soldados Padre.
-Leo los entrenará tarde o temprano, por favor hija que no pase más allá del sexto día.
-Bien.
-Ahora dime ¿Crees que lo que hizo Leo hace unos momentos atrás son apto o aceptable para un General?
Mi Padre estaba atento a mí, era primera vez que me preguntaba de mis opiniones ante los actos de un soldado por lo que pensé e hice mi mejor esfuerzo para no dar respuesta absurda.
-Creo- hice una pausa- Creo que siendo General, él tiene todo el derecho, y es por eso que ahora los está haciendo luchar para probarlos- dije mientras lo observábamos como peleaba con los soldados de mi Padre que caían al suelo con gran rapidez- pero sinceramente Padre, no entiendo su drásticas decisiones, solo me recuerda a la tiranía que tiene el Rey de Oriente?
-Te explicaré. Yo estoy satisfecho con lo que he visto, y comprendo perfectamente lo que él hizo, purgar el Reino. En comparación con estos soldados, los nuestros están bastante más bajos y en peor estado físico, algunos hacían cosas fuera de la moral que yo en lo personal no hice nada pero estaba al tanto de todo.
-¿Fuera de la moral?
-Sí, lavado de dinero, comerciaban con otros mercaderes, entre otras cosas, creo que todos ellos ahora están allí en esa pila que están haciendo, la pregunta es ¿Cómo Leo se dio cuenta de esto? ¿Cómo los seleccionó quienes eran los que hacían malas prácticas de su autoridad y título de soldado?, pero, es como los Reinos, cuando son robados o perdidos por otra persona, un hombre que roba el trono del Rey o lo gana en batalla, su primer mandato será asesinar a toda la familia, a los cercanos, a los sirvientes, consejeros, todo para que no exista la posibilidad de...
-De que se levanten en venganza- dije completando su frase sorprendida- entonces Leo está haciendo acto de un Rey.
-Algo así, recuerda también que Tioma tiene una forma de gobernar que por una traición la Reina saca de raíz el problema.
-No lo había pensado así.
-No es un hombre tonto como lo había juzgado, es muy joven pero piensa con un adulto viejo, sin duda la Reina Dalia lo ha entrenado bastante bien para ser solo un soldado.
-Mi Rey- dijeron los soldados que habían llegado.
-Bien, vamos devuelta al Castillo- dijo dando la vuelta- oh, recuerdan al soldado que luchó con Leo, cuando esté en condiciones de presentarse delante de mí, infórmenle que vaya a mi salón.
-Si mi Rey- contestaron.
Próximo Capítulo 7.-Verde y Azul
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