57.- Yo te Esperaré
Me quede junto con Dalia en el salón para protegerla ante cualquier cosa. Thion seriamente la observó esperando que ella hablara. Después de todo no era tonto, estaba nervioso acariciando constantemente sus dedos contra la palma de la mano.
—Fui muy feliz contigo Thion, y aunque no estoy acostumbrada a bajar mi cabeza, creo que esta vez lo haré y solamente ante ti.
—Dalia, explícame, ¿qué está pasando?
—Yo te amé Thion, y siempre te lo dije, pero éramos niños, y teníamos responsabilidades con nuestras propias familias y tierras. No te culpo, es más, me culpo a mí por no haber abierto la boca antes.
—No te estoy entendiendo.
—Mi hijo siempre fue distinto a los demás. —Sus palabras salieron tranquilas y suaves—. Recibía sus cartas cada luna, juré no decirte mientras esa reina tuya viviera, además no estaba segura como tratarías a mi hijo. Cuando supe que era tu mano derecha y tu general, ¿podía haber una madre más orgullosa?, pero estaba más inmersa en conocer quien fue la culpable de la muerte de mi esposo que en decirte la verdad.
—No Dalia, ya sé a lo que vas.
—Hiciste cosas controlado por tu enojo y tu ira. Quizás si yo te hubiera dicho la verdad las cosas no hubieran salido tan mal. Augusto no es el padre de Leo.
—No mujer...
—El padre de mi hijo son las estrellas, es el sol de cada día y la luna de cada noche, el padre de Leo era un guerrero...
—No Dalia —suplicó Thion negando con la cabeza mientras apoyaba las manos en la mesa.
—Era un soldado, valiente y con gran honor, él era el viento— sonrió mirando el cielo—. Era una caricia, una sonrisa, la briza de la playa, la libertad detrás de los muros, un rey ejemplar opacado por los años —guardó silencio mirando el suelo y luego levantó la mirada, miró fijamente a Thion y con una voz fuerte dijo—. El padre de mi hijo, es Cretos y Liastian a la vez.
La verdad que habíamos ocultado, salió por la boca de Dalia. Mientras Thion negaba con la cabeza cayó sentado en una silla mientras con su mirada perpleja comprendía que eran esas palabras.
Leo era su hijo, Leo llevaba sangre real de ambas tierras.
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El resto del día fue un escándalo, mi padre discutió con Dalia casi toda la tarde, ninguno fue a comer y después de eso solo se encerraron en sus aposentos. Thion se negaba rotundamente a emprender el viaje con Leo y todos escuchamos sus gritos.
—¡No pienso acompañarte!, ¿quién crees que soy, una ofrenda para dar a cambio de tu vida?
—¡No seas imbécil! No eres un sacrificio.
—Llévate un frasco y sal de aquí.
—No lo haré, necesito tu sangre fresca.
—¡Muérete!.
—¡Maldito cobarde! ¡Irás conmigo por las buenas o por las malas!
—YO JAMAS HE QUERIDO UN HIJO.
—¡MIENTES! Eso no es lo que he escuchado.
Espere detrás de la puerta, quería hablar con ambos por separado, pero odiaba escuchar cómo se trataban. En un principio mi padre sería su suegro y Leo el yerno, ahora todo cambiaba, si eran padre e hijo era como mi hermanastro, pero tampoco compartíamos sangre. No sabía en qué pensar o si podía interrumpir su discusión.
—Mi hija no puede casarse contigo. Imagínate lo descabellado que suena ahora. Buscaré a otra persona.
—¿Que?, ¿ahora me verás como tú hijo? No seas ridículo Thion, tú y yo jamás tendremos un vínculo. Tu hija se casará conmigo.
—No seas estúpido.
&No empieces Thion, siempre cambiando de opinión como si fuera tan fácil tomar esas decisiones a la ligera, ¿acaso le has preguntado a tu hija que es lo que quiere?
—Es una mujer, ella aceptará lo que yo le digo.
—Claro que no.
—No la conoces.
—No la trates como lo hacía el Príncipe Augusto.
—Sí y tú la tratas muy bien.
—Esto no se trata de nuestra sangre y de cómo han salido las cosas, yo amo a tu hija.
—Si me niego a ir contigo, no tendrás de que preocuparte, te casas con ella total duraras poco en este mundo.
—Sabes que, ya no hablaré contigo. Irás conmigo te guste... O....
—¿Leo? —La voz de mi padre se tranquilizó y Leo se quedó callado de repente. Y de pronto escuchamos un golpe en la puerta que la hizo temblar. Los guardias rápidamente se voltearon a ver y abrieron una de ellas.
—¿Padre? —dije al entrar y no lo vi hasta que miré hacia la puerta.
—Hey —dijo. Leo estaba sentado en el suelo apoyando su espalda en la puerta con una mirada perdida—. Vamos hombre sigue discutiendo conmigo.
—¿Leo? —Me acerque a él y tenía el ojo derecho de color celeste otra vez— ¡Llamen a la anciana! ¿Papá que le has hecho?
—Nada mujer, que podría hacer con él, solo estábamos discutiendo.
—Sí, los escuché, pero ¿Qué pasó? —Mi papá lentamente se hizo a un lado y yo me acerqué ubicándome entre sus piernas.
—Solo dejo de hablar y se fue cayendo lentamente.
—Leo.
Agarré su rostro con ambas manos, pero no lo sujetaba, se le fue cayendo lentamente hacia un lado. Lo tomé con fuerza tratando de observarlo y hacerlo reaccionar
—Leo, mírame, ¿puedes hacerlo? Mírame por favor—. Lo hizo llevando con lentitud sus ojos hacia mí. Comprendí que estaba escuchándome a pesar de mirarme unos segundos y volver a perder la mirada.
—¿Es Thicio? —Llegó Eiric agitado. Se arrodilló a mi lado y agarró su barbilla mirándole el rostro. Mi padre se levantó y tomó espacio mientras observaba.
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Una sola cosa vino a mi mente. La imagen de mi cuerpo pudriéndose como si las horas pasaran rápidamente, tornando la piel negra, quebradiza, rota.
La impaciencia de Thicio era evidente.
—Maldito seas.
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De repente Leo comenzó a parpadear más seguido.
—¿Estás aquí? —le preguntó Eiric, Leo asintió. Su ojo lentamente comenzó a perder el brillo y volverse opaco para luego tomar su color natural.
—¿Estás bien? —pregunté tomando su mano él sonrió al mirarme.
—Estoy bien.
—¿Qué pasó? ¿Te encontraste otra vez con él?
—Algo así.
—Tu ojo no tenía su color normal.
—Tengo que irme —dijo mirándome mientras me hizo cariño en la mejilla.
—Sí. —Apreté fuertemente mis dientes, mis lágrimas no tardaron en aparecer.
No quería que me viera así, estaba bien ahora asique me puse de pie y salí de allí mientras mi rostro se relajó y mis lágrimas corrieron por mi rostro.
—¿Helina?, ¿todo está bien? —La anciana me pilló en la mitad del pasillo.
—Sí, solo ve a verlo.— Seguí mi camino secándome con la manga del vestido la cara.
Comprendía lo que ella había dicho en la tarde, debía dejarlo marchar, aunque eso significaría que estuviera días, meses o años sin él.
¿Por qué tenía que ser así?, ¿por qué no podía vivir junto a él tranquila? El destino era cruel y siempre lo alejaba de mi lado, y más ahora que estábamos más conectados que nunca. Estaba enojada también con él, sabiendo que no era su culpa y también sabiendo que no dependía de él.
No era el momento para esto, Leo partiría mañana a medio día y yo estaba aquí en mis aposentos encerrada, llorando y sin querer verlo. Quizás las cosas serían más fáciles así, quizás no debería decirle que había un pequeño ser en mi interior, pero también sabía que me arrepentiría si se fuera sin saberlo.
Mientras miraba por mi ventana, las luces de los faroles del Reino comenzaron a apagarse, y los guardias ya habían hecho el cambio de turno. Pensé que Leo me vendría a buscar para conversar y aprovechar nuestra noche juntos, pero hasta el momento no había recibido señales del. No sabía si estaba bien y me asustaba que por mi obstinada terquedad hubiera pasado algo más.
Me negué a pensar negativo y si él no me venía a verme para despedirse, yo iría a él. Me puse de pie y tomé mi túnica lentamente para que Bony y Cleo no despertarán.
—¿A dónde va princesa? —Clara despertó con rapidez y limpiándose la cara me miró.
—Quiero estar con él y no me detendrán.
—Princesa mañana lo verá, debe descansar. Si usted va yo iré a su lado.
—Clara no necesito que me cuides
—Déjala que vaya —dijo Bony—. Acompáñala para que no se pierda y una vez que entre te devuelves.
—¿Y qué hará a esta hora de la noche allá?
—Sí lo digo será muy imprudente para tus oídos Clara —dijo Bony riéndose.
—Bony ven conmigo y te devuelves después.
—Está bien —dijo poniéndose de pie mientras sonreía.
La esperé un momento y cuando estuvo lista me acerque la puerta, lleve mi mano a la manilla cuando alguien tocó por el otro lado. Mi corazón latía nervioso imaginándome que pudiera ser Leo.
No abrí en seguida, me quede ahí mirando la manilla hasta que otro golpe me insto para abrir.
—Leo —susurré al verlo.
—Siento lo tarde, quería verte.
—Yo... —Abrí bien la puerta y al verme con la túnica sonrió—. También iba a buscarte, entra.
—Buenas noches Príncipe —dijo Bony acercándose a él y bajando su cabeza— ¿Quiere que le prepare un té?
—No Bony, te lo agradezco, pero será en otra ocasión —Leo le sonrió y luego volvió a mirarme—. Partiré mañana....
—Lo sé —dije caminando por el telar a la ventana de al fondo. Bony y Clara se quedaron en el otro extremo.
Leo no dudo en seguirme.
-Sí me quedo aquí no duraré mucho, Thicio tiene control sobre mi cuerpo como has visto. Necesito hacer esto, te juro que volveré a tu lado y me casaré contigo. Serás mi esposa, mi Reina, seremos uno.
—Estoy embarazada —dije volteando a mirarle enojada. El abrió un poco su boca mirándome sorprendido— ¿Ya no lo quieres?
—¿Que? No —dijo acercándose a mí y ubicándose frente—. Ya hablamos de esto solo es que...
—No sabes si volverás antes de que nazca ¿Cierto?
—Helina, lo siento, no puedo asegurarte nada.
—Ves, ¿cómo quieres que no me enfade con esto? Sé que no es tuyo, sé que no tienes responsabilidad con esto, pero quiero tenerlo, quiero que lo criemos juntos como una familia. Tal vez es la única oportunidad de tener una familia.
—Lo sé Helina, he pensado en eso y no quiero quitarte el derecho de ser madre, solo quiero apoyarte.
—Sí, desde el otro lado del mundo— volteé a mirar hacia la ventana y le di la espalda.
—Lo siento. —Sus palabras eran cálidas como si con solo escuchar su voz me entregaba confort. Sentí su proximidad e intento abrazarme.
—No, no lo hagas más difícil.
—¿Enserio?, ¿prefieres discutir y pelear conmigo en vez de aprovechar de estar juntos? -Volvió a rodearme con sus brazos y apegar mi espalda a su cuerpo.
—No...
—No me apartaras. No dejaré que mi mujer hoy pase la noche sola —dijo sin dejar que yo me soltará de él. Su cuerpo estaba tibio y su olor comenzó a embriagarme.
—¿Tu mujer? —repetí, asombrada por el poder de sus palabras.
—Eso eres Helina —dijo besándome la mejilla y bajo hacia mi cuello—. Mi mujer. —Sus manos fueron a mi vientre bajo y sobre mi hombro lo miré—.Esto —dijo con esa mirada tan tranquila—. También es mío, y tendrás que cuidarlo mientras no esté.
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Odiaba verla llorar, pero no podía hacer nada más que acompañarla.
—De verdad quisiera que no te fueras — volteó y me abrazó enterrando su cara en la tela de mi pecho.
—Lose, yo tampoco, pero volveré tenlo por seguro
—Te amo Leo. —Levantó su rostro a mirarme y mientras le sequé las lágrimas la besé.
—Yo también hermosa.
—Quédate hoy —dijo mientras juntamos nuestras frentes, su piel ya estaba helada pero solo con sentir su aroma, su aliento cerca de mí, despertaba todos mis sentidos.
—No te lo iba a preguntar —sonreí y ella me volvió a besar rodeando mi cuello con sus brazos.
—Princesa —dijo Bony. Al escucharla ella dio un paso atrás y me miró asustada.
—Yo...
—Princesa, vendremos en la mañana, tenga cuidado de no acostarse más tarde de lo que ya es —dijo terminando con una leve risita.
—¿Sabes lo que me pides al decirme que me quedé? —le susurré y al poco rato escuchamos la puerta cerrarse. Otra vez completamente a solas—. Me es difícil.
—Sí, sé lo que te estoy pidiendo —dijo corriendo su mirada a un lado y apretó los labios. Sus mejillas se pusieron rojas avergonzada de lo que había dicho y eso, me fascinó. Hermosa, delicada y completamente irresistible.
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Estaba consciente de lo que había experimentado mi cuerpo, estaba consciente de lo que me habían hecho en Oriente, pero parte de mí también estaba luchando para bloquear cada recuerdo negativo. Yo quería estar con Leo, pensar en todo el tiempo que pasaremos separados, quería que lo último que recuerde de él sea algo positivo.
Solos de noche en mi habitación, respiré profundamente. Su olor impregnaba todo el entorno donde él estaba, podía verle su mirada pendiente de mí y su respiración un poco agitada.
—No Helina —dijo cuándo llevé mi mano a mi túnica y tiré de las cuerdas que la amarraban a mi cuerpo.
—Cámbialo —dije bajando el rostro. El no dijo nada, esperó que yo continuara para explicarle a que me refería—. Pasará mucho tiempo, no quiero que mi último recuerdo de esto sea Oriente
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La escuche mientras soltó la túnica que bajo hasta sus pies. La luz de la luna iluminaba su cuerpo, pude verle a través de la fina y delgada tela que quedo cubriendo su cuerpo. Mi corazón se disparó con solo verla, ella era tan tentadora y capaz de perderme a lo bonzo solo con mirarla.
—Tu eres mi esperanza, por favor solo hazlo como si fuera la última vez.
—Oh Helina —dije acercándome a ella. Puse mi mano en su mejilla y nos miramos. Ella se centró rápidamente en mis labios—. No es una tarea solo mía.
Ella al escucharme agarró los bordes del cuello de mi ropa y lo jaló hacia ella para besarme. Sus labios tocando los míos creo que era la forma más sana de poder embriagarme. Esta mujer era todo, todo lo que había necesitado y dejando en el pasado todos mis fantasmas y las cosas que hicimos, estaba perdidamente enamorado de ella. Perdidamente.
—Di que me detenga y lo haré —dije separándome un poco, pero ella bruscamente me volvió a besar.
Mi respirar no tardó en dispararse, sentía como mi corazón corría bombeando sangre a cada parte de mi cuerpo. Mojé mis labios saboreándola y sin dejar de mirarnos saqué mi polera con lentitud.
Sentí sus manos recorrer mi pecho, mi abdomen y subieron a mis hombros para sujetar mi cuello, mientras más nos besábamos ella lloró sin despegarse de mí.
—Lo siento.
—Solo bésame Leo, bésame más.
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Lamentaba lo que había dicho, pero era solo la verdad. Nuestra última vez hasta que el destino nos vuelva a juntar.
Agarré su pelo con fuerza jalándolo hacia atrás, el me mostró un poco los dientes, pero volvió a mí a besarme el cuello. Mientras con sus manos me rasgo la ropa interior, mis senos rebotaron en cuanto lo hizo y me sentí abierta. Entregada hasta el alma ante un hombre que con sus besos me devoraba. Yo había iniciado esto de forma brusca, pero al sentir su fuerza sabía que cuando llegara ese momento le pediría que fuera delicado.
—¡Arg! —soltó un gruñido fuerte cuando le mordí el cuello, frunció un poco el ceño antes de volver a besarme.
Sus manos tibias y grandes acaricio mis senos para luego ir a mi espalda apegándome a él. Cuando la piel de mi pecho tocó la suya mi corazón comenzó a correr con más prisa, me concentré en sentir cada parte de su pecho tocar los míos, su piel caliente, su piel delicada, cada cicatriz cada herida era como un pequeño mapa que fui acariciando poco a poco.
—Leo.
—Helina —dijo entre respiraciones, al mismo tiempo que soltó la correa de su pantalón.
—Yo...
—Tú que.
—Tengo miedo —dije separándome un poco de su lado.
—Helina —volvió a besarme— ¿Me detengo?
—No, pero... —Sentía que mis piernas comenzaban a temblar—. Ha pasado tiempo...y yo....
—Deja de pensar —dijo sin dejar de mirarme al mismo tiempo que se sacó el pantalón dejándome ver su virilidad ya dura—. Siénteme Helina. —Cuando sacó su pantalón tomó el cinturón de ceda de mi túnica y con una sonrisa me tapó los ojos.
—¿Qué haces?
—Concéntrate. —Volvió a agarrar mi cuello y a besarme bajando lentamente tomando mis senos—. Conéctate con tu cuerpo, no pienses en nada, solo siénteme
—Quiero verte.
—Lo sé, pero quiero que recuerdes esto cuando sin verme cuando no esté.
—Leo —susurré en cuando sentí que el volvió a bajar a mi estómago.
—¿Confías en mí?
—Sí, confío en ti.
—Está bien, no grites, no te voy a soltar.
—¿Qué?
Sin poder ver nada sentí sus manos en mis glúteos y lentamente me levantó apoyando mi espalda en algo helado y duro. Una brisa corrió por mi piel, deje caer un poco la cabeza, pero no encontré apoyo ni un poco, estaba ¿En el aire?
—No.... Leo —dije asustada.
—No caerás —susurró agarrándome la mano derecha y con ella agarró mis caderas. Mis pies subieron al parecer a su espalda y entre mis nervios de no saber qué era lo que iba a hacer sentí algo húmedo pasar entre mi sexo.
—Ah...
Mis caderas se movieron solas, su lengua suave y mojada me cubrió completa. Escuchaba el sonido de los árboles, pero al no ver nada mis sentidos se agudizaron más, sintiendo cada tacto.
Me tenía fuertemente agarrada y aunque aún no sabía bien donde estaba podía imaginarme que estaba en el borde de la ventana con mis ojos cubiertos, desnuda mirando el cielo.
No hubo una pisca de los malos recuerdos, solo lo sentí a él y como mi cuerpo reaccionada a causa de su boca. Mi flor palpitaba y estaba tan sensible a su tacto que estuve dos veces a punto de llegar a mi clímax, pero él se detenía dejándome más deseosa, queriendo más de él.
—Cuando no esté, miraras las estrellas y recordarás está noche— dijo jalándome de los brazos y sacándome la venda de los ojos.
Me besó e introdujo su lengua fuertemente en mi boca terminado de morder mi labio inferior. El sabor de mi propia carne estable impregnado en él, Leo era mío.
Me tomó en brazos y mientras las venas de sus brazos se asomaban al agárrame la espalda, con lentitud me fue bajando hasta que mi espalda alta tocó el borde de la ventana. Mi pelo caído se movía con el leve viento. Lo observé, nerviosa cruzamos nuestras miradas, el solo sonrió mientras pasó sus brazos por debajo de mis muslos y luego agarró mis dos manos sujetándome para que no cayera.
Miré el cielo estrellado. No había más ruido que los que había escuchado de los árboles, pero también sabía que no podía ser ruidosa. A metros del suelo y a la vista de cualquier persona que me escuchase Leo estaba a punto de hacerme suya.
—No seas ruidosa —dijo guiñándome un ojo.
Sentí su miembro en mi entrada y suavemente comenzó a entrar en mí. A diferencia de la reacción que habíamos tenido antes que con desesperación nos comimos la boca, el comenzó siendo delicado, estaba consiente que aún tenía mis heridas.
—Espera. —Mi angustia tocó mi pecho.
—¿Me detengo?
—Sí.
Leo me miró con una expresión pacifica, tardo tres segundos en jalar de mis brazos y ayudarme a ponerme de pie.
—Lo siento —le dije mirándolo a los ojos. Su respirar era agitado levantando su pecho constantemente. Se peinó un poco el cabello y luego me dio un beso en la frente.
—No te preocupes.
—Qui-quiero hacerlo, pero mirándote a la cara —dije acercándome a él, lo suficiente como para pegar mi cuerpo a su piel.
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Sabía que debía ser paciente y respetar lo que ella quería, pero dioses nunca había esto tan deseosos por su carne, me enloquecía, me desesperaba. Sus palabras solo fue una bocanada de esperanza.
La besé más delicadamente, no quería asustarla, pero a pesar de mi desesperación solo con dormir con ella, pasar toda la noche a su lado ese, al fin al cabo era el regalo más bendito de los dioses. El sexo solo era un pedazo de aquello.
Terminé por acostarla en la mesa mientras nos mirábamos. Ella frunció un poco el ceño y tomó una gran bocanada de aire que sus senos se levantaron cuando me introduje dentro de ella. Lentamente para no dañarla, su cuerpo me aceptó, pero era su razón, sus pensamientos que también debían aceptarme.
—Ah —soltó suavemente en cuanto llegué al final.
Me quedé quieto un momento y la miré, mi corazón ya latía frenéticamente, podía sentir mis propias palpitaciones en mi cuello. Helina no tardo en apoyarse en la mesa y me besó mientras yo le abrazaba la espalda.
No había olvidado la última vez que la había tenido así, había pasado demasiado tiempo y la deseaba con todo mi ser. Se sentía tan caliente dentro, húmedo, apretado, ella me haría venir tan rápido está vez. Y viéndola con la luz de la luna iluminando su cuerpo y sus hermosos senos al aire justo para mí vista, me enamore una vez más.
—Ah... Leo. —La tomé de la cintura, sus muslos estaban sujetos en mis brazos y sus pies se tensaron en cuanto comencé a embestirla más fuerte. Amaba su reacción, la expresión de su rostro cada vez que ese momento comenzaba a llegar. Estiré mi mano hacia sus senos y comencé a empujarla, ella lentamente se acostó en la mesa mientras que sus caderas eran mías. Quería más de ella, más cerca, más duro, más tiempo.
"Amándonos, reconociéndonos la piel, Princesa que siempre ame"
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"Amarte así, toda la vida. Tenerte así lo que quede de ella era todo lo que podía pedir"
Su miembro entro a mi profundamente. Su cuerpo apegado al mío también hizo que me estimulará por fuera y así mientras me aferraba al borde de la mesa, hicimos el amor con toda la pasión que nunca habíamos podido demostrar. Jamás aparté mi mirada de él, quería verlo, quería siempre saber quién era el hombre que estaba entre mis piernas.
Llegue al orgasmo con rapidez mientras eche mi cabeza hacia atrás. Él no se detuvo, conocía mis reacciones, podía ver su estómago contrayéndose, su pecho agitándose y como su mandíbula de tensaba. Miré las estrellas en cuanto ese volcán hizo erupción, subiendo de mi entre pierna cómo cosquillas hacia mi cabeza y dejándome sin aliento mientras ocurría. A los pocos segundos llegó el otro por el estímulo que me hacía su piel apegada a mí.
Leo soltó un gemido enorme y grave como un animal que lograba su objetivo, y sentí como me llenaba con su líquido caliente. No había tardado como antes, en cuanto lo hizo me empujó hacia él y nos volvimos a besar.
Por un momento pensé que podíamos dañar al bebé, pero Leo me afirmó que eso era imposible, no había sangre y el pequeño se alojaba mucho más arriba protegido de él. La noche no fue eterna como hubiera querido, abrazada entre sus brazos logre el sueño, no quería apartarme de su lado.
—¿Princesa?
Clara y Bony llegaron más tarde de lo habitual pero aguardaron detrás de la puerta esperando nuestro permiso. Leo aún dormía cuando las escuché. Estaba boca abajo enterrando su rostro entre las almohadas y su brazo derecho estaba sobre mi estómago.
—¿Princesa? —volvieron a repetir. Leo sacó su brazo de mí y dejándolo estirado a un costado del siguió sin abrir los ojos.
—Entren —dije tapándonos con las pieles. Clara se veía sería, pero en cambio Bony formó una sonrisa de oreja a oreja al verme desnuda al lado de un hombre.
—Les prepararé el baño, todos están ya levantados. Su padre aún no ha preguntado por usted y Dalia ya sabe que su hijo está aquí.
—Bien, Clara quiero que manden a buscar su ropa y su armadura. Quiero ser yo quien lo vista hoy.
—Entiendo, enseguida iré por ello. Traeré comida también —dijo saliendo rápidamente de mis aposentos.
—¿Está usted bien?
—Sí, por el momento lo estoy —dije con una sonrisa forzosa.
Les había pedido a los dioses que el amanecer nunca llegará, que el tiempo se congelará y que me permitieran estar más tiempo a su lado. El tiempo había sido insuficiente, muy poco y sabía que no lo había aprovechado al máximo, me faltaba mucho más que decirle, más que contarle, más que mostrarle. Mientras más pensaba, más sentía que no iba a poder mantenerme de pie cuando ese momento de subir al barco llegue.
Bony no tardó en tener el baño lleno de agua. Y salió del telar con una sonrisa cálida y tranquila.
—Está listo, le agregué unas cositas para que se sientan mejor.
Me puse de pie con lentitud y me puse la túnica abierta, no sé dónde había quedado el cinturón.
—No ha dormido nada ¿Cierto? —dijo Bony tocándome las mejillas—. Le traeré una infusión para que pueda ganar energías y pueda estar presentable ¿Bueno?
—Gracias Bony —le sonreí, aunque no tenía ganas de nada, estaba muy deprimida. Entre por el telar y vi que había puesto pétalos de rosa por toda la tina y muchas de ellas se mantuvieron cubriendo casi toda el agua—. Me encanta —dije volteando a verla.
—Qué bueno, los dejaré solos. Estaremos junto a la puerta por si necesita alguna otra cosa. Clara entrará solo para dejar su pedido.
—Sí mi padre pregunta, dile que vino a despedirse.
La seguí a la entrada y en cuando ella abrió el telar Leo había despertado y estaba bebiendo agua de la jarra.
—Ah —soltó Bony al verlo completamente desnudo y con su curioso despertar mañanero.
—Vete —le dije con tranquilidad. Leo solo nos pegó una mirada indiferente.
—Princesa —susurró Bony volteando a mirarme, luego volvió a mirar a Leo detrás de mí.
—¿Qué? —Sabía que era lo que me iba a decir.
—Yo quiero uno igual a esos —río mientras me guiñaba el ojo y salía a la puerta.
—¡Bony! —le reclamé, ella rápidamente salió cerrando la puerta. Volteé con el ceño fruncido— ¿Y tú por qué no te cubres delante de una mujer ajena?
—Es solo una sirvienta Helina —dijo mientras se acercaba lentamente a mí con esa sonrisa— ¿No te dije que eres afortunada?
—Oye baja tu ego, quieres —reí mientras él me rodeaba con sus brazos al mismo tiempo que sacó mi túnica
—Vamos —continuó mientras me volteo y me tomó en brazos para adentrarse dentro del telar.
Entre al agua en sus brazos y sonriendo me beso la frente, la mejilla, la nariz y por último los labios. No dijimos nada, creo que ya no había mucho que decir más que aprovechar nuestro último tiempo solos. Con delicadeza Leo enjabonó mi espalda, mi pelo mirándome siempre con una mirada cálida y tranquila. Luego me tocó a mí, agarre el jabón y mirándolo media avergonzada comencé a pasarlo por sus brazos, subí a sus hombros y baje por sus pectorales hacia su abdomen.
—Te faltó un lado —dijo seriamente.
—¿Qué? —subí mi mirada y él sonrió con picardía.
—Aquí —agarró con rapidez mi mano y la llevo a su miembro endurecido.
—¿Cómo puedes...? —Fui silenciada por sus labios, el agua hacia su cuerpo más resbaladizo mis labios resbalaron a su mentón.
—Hey, no estoy ahí —dijo sonriéndome.
Había perdido la cuenta de cuántas veces lo habíamos hecho anoche, no habían sido momentos tan largos, pero sí muy placenteros. Me sorprendía el vigor de Leo y lo delicado que había sido.
Leo una vez más me abrazó y atrajo a él. Se sentó en la tina y me subió encima. No lo pensé ni dos veces cuando dejé de besarle y mientras nos mirábamos agarré su miembro y lo encaminé dentro de mí.
—Ah. —Hizo en cuanto literalmente me senté empalada en él.
Sentirlo una vez más volvía a causarme escalofríos. Cada vez que entraba en mí, dolía un poco, pero luego de unos minutos mi cuerpo ya se adaptaba, listo para seguir recibiéndolo.
—A tu ritmo hermosa —susurró besándome y posando sus manos en mis caderas.
—Quie-quieres que yo...
—Sí, cógeme esta vez.
Lo miré dudosa, no sabía si podía hacerlo bien como él siempre lo hacía. Él solo me sonrío mientras con sus manos me empujó la cadera lentamente hacia atrás y luego hacia delante.
—Muévete —dijo en un suspiro al mismo tiempo que llevó mis manos para que me agarrara de su cuello—. Eso Helina.
—Ah sí... —Podía sentir como su dureza comenzaba a hacerme cosquillas, generando ese sentimiento tan hermoso desde lo profundo de mis extrañas.
—Princesa. —Sentí la voz de Clara y me detuve mirándolo asustada.
—Ignóralas —me dijo Leo tomando mi rostro y acercándolo al suyo—. Tendrán que acostumbrarse. Seguramente subirán como tus damas de compañía de la Reina cuando te cases conmigo.
Reina, no quería ese título si era otorgado por otra persona, Leo él era el único que desearía que fuera mi Rey.
La puerta no tardó en escucharse cerrar y Leo me agarró de la cadera levantándola un poco y su cadera subió para golpearme con fuerza.
—Arg —soltó al hacerlo y continuó agarrándome para empujarse una y otra vez dentro de mí.
—Ah, ah. —El agua chapoteaba al golpear con nuestros cuerpos y sonaba fuertemente moviéndose hacia todos lados.
Junté mi frente con la de él mientras apreté fuertemente mis labios aguantándome las ganas de gritar a causa de una liberación.
—No —dijo con dificultad- no te lo guardes.
—Ah, espera —Me agarró una vez más en brazo y me acostó en la cerámica mientras en el borde de la bañera y me tomó con más fuerza.
Su cadera poderosa envuelta en músculos terminó de hacer su trabajo. Me vine una vez más sabiendo que esto se terminaba. Y con la presión en mi cabeza también lo escuché a él, la tristeza llegó de una.
—Hey —dijo jalando de los brazos para que me sentará—¿Te lastime?
—No —dije mientras lo abracé y como niña pequeña solté mi llanto en su pecho.
—¿Qué pasa?, ¿te duele algo? Si es así lo siento, yo...
—No, Leo no es eso. Yo de verdad no quiero que te vayas.
—Perdóname, tampoco quiero hacerlo —dijo frotándome la espalda.
—Tengo tanto que decirte aún. No hemos salido a los pastizales, ni hemos ido al lago a leer, a comer, no hemos estado lo suficientemente jun...
—Sh... —dijo callándome mientras me besaba—. Este no es el fin Helina.
—¿Qué haré cuando nazca?, ¿qué haré sin que estés allí conmigo?, ¿cómo quieres que siga con esto sin no estarás? Sé que es mi decisión y quiero tenerlo, pero tu apoyo no servirá de nada si no estás aquí—. Las palabras salieron rápidas mientras mis lágrimas brotaban y brotaban de mis ojos.
—Piensa que sí, Helina. Piensa positivo yo volveré y trataré de estar el menos tiempo posible en esa isla. Volveré antes que nazca, volveré de verdad, volveré a tu lado.
No dije nada más, lloré y seguí llorando hasta que mis ojos se tornaran rojos, hasta que mi cabeza zumbara y me embriagué en su olor corporal hasta calmarme.
Una vez hecho Leo solo me besó con una leve sonrisa y me sacó del agua cargándome a la cama. Me secó los pies mientras me observaba con dulzura y eso fue todo lo que pude hablar.
Me vestí mientras él se secaba, observé sus movimientos como si los grabara en mi mente, sus brazos musculosos que se acentuaban cuando se secaba el cabello, su pecho que se estiraban mostrando los músculos escondidos de sus costados y su rostro concentrado en lo que hacía. Me hubiera gustado saber en qué pensaba, saber si estaba sintiendo lo mismo que yo o si también se sentía triste. Se hacía el fuerte frente a mí eso lo sabía.
—¿Podemos imaginar que volvemos al pasado? —dije poniéndome de pie.
—¿Qué? —Volteó a verme mientras se subía el pantalón.
—Querido General quiero que te quedes quieto, no te muevas —Leo sonrió por mis palabras y dejó de hacer lo que hacía.
Entonces me acerqué a él y agarré su pantalón, le puse el botón, luego fui por su cierre.
—Cuidado —dijo mirando mis manos desde su altura.
Poco a poco comencé a vestirlo, amarrar su cinturón, la polera y botas, él se quedó inmóvil observándome. Luego comenzaba todo lo demás, tomé su armadura con fuerza, era un poco pesada, pero en cuando llegué a su lado él la tomó y la acomodo en su cuerpo. Giré y comencé a amarrarla, lo hice lento, quería recordar este momento tan íntimo.
—Arriba tus brazos, general —dije sosteniendo sus brazales, el obedeció con rapidez mostrándome los brazos en el aire. Mis lágrimas comenzaron a brotar al ver que ya no quedaba mucho con que vestirlo.
—Una princesa no debe llorar con facilidad —dijo acercando su rostro en mi oído.
—No me digas que hacer general.
—Discúlpeme no era una orden, solo un consejo —sonreí a pesar de mis lágrimas y crucé la correa de su espada para sujetarla a su cintura.
—Dime si lo hago bien.
—Con más fuerza —susurró bajando sus manos a los costados— ¿Puedo pedirle un favor Princesa Helina?
—Dime, general. —Había terminado, subí mi mirada a él mientras con fuerza me limpié la mejilla derecha.
—¿Puedo abrazarla?
—Ah Leo- volví a llorar mirándolo.
—Ven aquí.
—Que-que difícil. —Odiaba el abrazo frío que daba con la armadura, pero así había comenzado todo, así lo conocí y así lo estaba dejando partir.
—Princesa Helina, tiene que bajar ya están todos yendo al puerto y su padre está preguntando por usted —dijo Bony.
—Por favor Princesa déjenos entrar y ayudarle.
—Hermosa mía. —La voz suave de Leo pronunciaron las palabras que no quería escuchar—. Ya es hora.
—Vamos juntos.
Próximo Capítulo 58.-Adios Amor
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