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56.- Una cruel Verdad

Desperté en el medio de la noche me vi en mis aposentos. Todo estaba apagado, solo una leve luz diminuta entraba por la puerta completamente abierta. Mi madre estaba a mi lado izquierdo y Helina al otro lado mientras dormían sobre mi cama. Uno de los soldados de la guardia me observó y se movió acercándose.

—Príncipe.

—Guarda silencio.

—¿Está bien?, ¿llamo a alguien?

—No, estoy bien. Sé que no es tu trabajo, pero ¿Me darías un vaso de agua?

—Sí Señor, no se preocupe —dijo dejando su casco a los pies de la cama.

— ¿Cuánto eh dormido?

—Ocho días Señor.

— ¿Ocho días? —pensé mientras tomaba el vaso que él me ofreció. Habían sido solo algunas palabras con Thicio, seguramente su tiempo era distinto a la realidad.

—Ellas estaban muy preocupadas. Todos lo estuvimos. Avisaré para que vengan a verlo y le traigan comida —dijo bajando su cabeza.

No tenía hambre, mis tripas no sonaban como debería ser al estar 8 días en inanición, pero no era así. Mi cuerpo ni siquiera se sentía pesado o cansado. Pero si mi paladar estaba áspero, una esencia característica de la pasta que la anciana me ponía en la boca. Me giré y observé a Helina.

Dómida de costado hacia mí, con una blusa que se levantaba mostrándome un poco sus muslos traseros. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que la había deseado?

—No te atrevas. —Volteé y mi madre me miraba con una sonrisa sin despegar su rostro de la almohada.

—Estoy bien, ¿Mi cama es cómoda?

—Te voy a castrar —dijo y lentamente se incorporó.

—Lo siento te he estado preocupando mucho este último tiempo.

—Sí— dijo apoyando su rostro en mi hombro—. Moriré de miedo para la próxima.

—Lo lamento. —Debía decirle, pero no quería preocuparla más. En la mañana tendré que conversarlo antes que Thicio vuelva a llevarme al otro lado.

—Ella, ella ha sido una buena mujer, las preocupaciones que tenías de que te deje cuando estuvieras mal creo que ya deberías olvidarlo.

—Lo sé.

—Mañana mismo comenzaré a firmas las invitaciones y haremos la boda la próxima semana. —La escuché y no podía esperar para decirle todo. Suspiré mientras miré mis manos—. ¿Qué pasa?, ¿ya no la quieres de reina?

—No es eso, la boda tendrá que esperar un poco más.

— ¿Que?, ¿por qué?

—Conversemos en la mañana ¿Te parece? Estoy cansado —mentí.

—Me iré entonces. Despiértala.

—No.

—No me hagas reír —dijo poniéndose de pie y agarrando una túnica—. No puedes dormir con ella.

—No le haré nada, sé que está herida aún y me abstendré hasta el matrimonio. —Que estúpido sonaba, claro que no—. Además, estoy demasiado cansado.

—Príncipe —dijo Bony llegando con el guardia.

—Guarda silencio —le susurré.

—Me alegra que haya despertado —dijo en voz baja—. Le dejaré la comida aquí. La anciana dijo que comiera lento y en porciones pequeñas asique solo le traje un cucharon de estofado y medio pan.

—Está bien Bony, gracias.

—Despertaré a mi Señora —dijo volteándose a mirarla.

—Déjala —dijo Dalia mirándome con seriedad—. Escúchame una cosa. —Se acercó y me observó con esa mirada espeluznante—. Tú la llegas a tocar y la anciana sabrá que la heriste. A mi ella no me va a mentir.

—No te preocupes.

—Guardias, salgan —ordenó mi madre. No pude evitar sonreír mientras todos abandonaban la habitación. Me recosté mirando el cielo, anhelaba volver a la tranquilidad—. Leo.

—Que.

—¿Fue Thicio?

—Sí, mañana te contaré todo.

—Bien, recuerda lo que te dije y compórtate —dijo justo antes de cerrar la puerta.

Respiré aliviado, me encantaba el silencio de la noche y como se propagaba por todo el lugar. Me levanté con cuidado saliendo por el otro extremo de la cama y observé mis heridas, aún estaban rojas, dolían un poco por dentro pero ya empezaban a formar costra. Fui por más agua e ignoré la comida. No tenía hambre, y tampoco estaba cansado.

Volví a la cama y la observé. Quizás por respeto a mi madre ella estaba dormida con sus brazos apegados a su pecho con tal de no tocarme, sus pestañas tiritaban un poco y me pregunte ¿Qué estará soñando?

Era segunda vez que la observaba dormida y era lo más hermoso que podía apreciar. Su rostro relajado, sus hermosas mejillas, nariz, labios. Ella era preciosa, una deidad hecha mujer, así como la llamé la primera vez que la vi. Amaba verla con mi anillo en su dedo.

Agarré las tapas de mi cama y la abrigué, no quería seguir mirando su cuerpo, no iba a darle tregua a mi masculinidad, por muy difícil que sea. Ella había sufrido por mi culpa, por no poder protegerla y ahora era yo quien debía respetarla.

Quisiera estar siempre así con ella, recordé a Thicio y me dolía el alma tener que alejarme y dejarla aquí. ¿Cómo le podría decir?, ¿y si el tiempo es diferente allá?, ¿si un día fuera un mes o dos meses o años?, ¿podría llevarla conmigo?

Debí haber preguntado más detalles.

—Maldición— me volví a acostar mirando el cielo con tantas interrogantes.

¿Podría invocarlo?, ¿llamarlo de alguna forma?, ¿cuánto tiempo pasarían otra vez si hablo con Thicio?

—Mierda.

—No.... —Escuché la voz de Helina. La miré solo para encontrarme con su rostro afligido ¿Una pesadilla?

—Helina —le susurré en el oído. Su olor me atrajo y le besé el cuello—. Despierta, seguramente no quieres seguir ahí —le besé la mejilla, la nariz, la frente.

—Déjame —volvió a decir y su respirar comenzó a ser un poco más rápido.

—Oye —pasé mi mano por debajo de su rostro y con la otra la tomé de la espalda acercándola a mí.

—Leo —susurró entre jadeos abriendo lentamente sus ojos.

—No me llames de esa forma. —Besé otra vez su cuello y lentamente bajé un poco su ropa y besé su hombro derecho.

Oh no, era tan fácil caer rendido a ella. Y más cuando hablaba así, despertando el monstruo dentro. Ella aún estaba un poco dormida y le comí el cuello que ella rápidamente levantó como si quisiera más de mí.

—Leo —volvió a decir con su voz más normal.

—¿Si?

—Espera —dijo agarrándome de los brazos y tratando de empujarme hacia atrás, claro que no me movió ni un solo centímetro—. ¿Que estás haciendo? —Se sentó en la cama y miró a todos lados—. Tu madre, ¿Dónde están todos?, ¿estoy...soñando? —agregó mientras se tocaba el cuerpo y la cara.

—No lo estás.

— ¿Estas despierto? —volteó a mirarme— ¡Despertaste! —dijo para luego lanzarse a mí y abrazarme con su diminuta fuerza.

—¿Estabas con pesadillas?

—¿Qué paso, por qué no despertabas? Estaba muy preocupada. Lo último que supe era que estabas furioso. —Habló rápido como si todo se lo hubiera guardado— ¿Por qué estamos solos? Tu madre estaba aquí.

—La convencí para que se fueran todos

—Sí claro —río.

—Si —dije agarrando su mejilla y besándola—. ¿Sabes lo hermosa que te ves durmiendo? —volví a besarla. Ella me contestó mientras apoyaba sus senos en mis pectorales y sonrió con mis palabras.

—¿Cuántas veces más me dejaras preocupada?

—No pensemos eso ahora. Hablémoslo mañana, acuéstate a mi lado.

Ella con tranquilidad lo hizo y acostándose de lado nos miramos de frente respirando nuestro propio aire.

—¿Cómo estás? —le pregunté mientras le hacía cariño con mi mano en su espalda.

—Mejor, ya no duele. Solo quedan las costras y no las puedes sacar —dijo soltando una risita.

—Lo sé, tranquila.

— Te deseo, a pesar de todo. Quiero que tú puedas cambiar mis últimos recuerdos, porque contigo...

—Yo te amo. Sé que será difícil. —Ella solo asintió. Comprendía que por todo lo que había vivido, sería un proceso largo para que pudiera volver a aceptar a un hombre entre sus piernas. Pero para ella, yo tendría una paciencia sin fin, sería difícil, pero yo la amaba, sé que podría.

—Y yo a ti —dijo ella y me besó.

Un beso tranquilo, un beso lleno de amor. No había lujuria, no había ganas de tocar más allá, solo un sentimiento reconfortante para ambos. Después de todo lo que había ocurrido, después de todo lo que cada uno tuvo que enfrentar, encontrándonos esta noche solos y juntos era la victoria de nuestras vidas. Poder tenerla a mi lado una vez más, poder escucharla y sentirla, era como si pudiera por fin rendirme otra vez.

—¿Ya te palparon? —Ella soltó un suspiro y se deslizó por la cama mirando el cielo—. Hey— dije agarrando sus caderas y acercándola una vez más a mí. Su rostro se veía diferente, más tranquilo y desanimado— si no lo han hecho, es por algo— dije llegando a su rostro.

— ¿Porque...estás tan tranquilo con aquella noticia?

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Él pareció saber de qué hablaba. Me abrazó y apoyó su rostro sobre el mío guardando silencio. Su mano lentamente bajo a mi vientre.

—No me importa si no lleva mi sangre. Creo que hay hombres criando hijos como si fueran de ellos y no hay diferencias —dijo suavemente. Su voz salió tranquila y me pareció un poco nostálgico. Lo dijo como si él hubiera vivido algo ya parecido.

—¿Por qué lo dices así? ¿Acaso me dirás qué Augusto no es tu padre? —dije riéndome y en cuanto lo hice me pareció obvio lo que él podía haber pensado—. Tienes razón, Thion me crío como su hija.

—No te preocupes por mí, crecerá en tu vientre y eso me sobra para estar tranquilo.

—¿Estás seguro?

—Claro que sí. —Volvió a besarme con lentitud el cuello.

—Te amo.

—Yo también y espero que siempre lo sepas. —Gire un poco ni rostro sobre mi hombro y encontré sus labios que me esperaban.

Sin duda no quería separarme de él. Si Thicio tenía algo que ver con lo que le había ocurrido temía que pudiera perderlo.

—Por favor no me dejes.

No sé porque comencé a sentir nostalgia, me sentía tan diminuta. Leo era mi refugio, así lo sentía.

—Después de nuestra boda no me apartaré de tu lado, hermosa mía —dijo secándome una que otra lágrima que se había escapado y volteándome lentamente nos miramos una vez más.

Levemente acarició con sus dedos mis labios y se fue a mis mejillas, bajo a mi mentón y volvió a mis mejillas. Se sentía bien su tacto. Con la tranquilidad en sus ojos se acercó lentamente y me besó tan lento y tan reconfortante que solo atiné a besarle también mientras lo abrazaba.

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La noche había sido mágica, jamás se me había pasado por la cabeza que mi madre me hubiera dejado descansar junto a Helina.

No quería dejarla, pero sabía que debía hacerlo ¿Cómo podría decirle que me iría sin saber cuándo volvería? Mi vida aún corría peligro y era algo que tenía que hacer. No le tenía miedo al gigante, pero si le temía miedo al dolor. Mis heridas ya no dolían casi nada y me sentía más fuerte. Hoy mi madre se enteraría que el día que siempre creyó ocultar estaba por llegar.

Helina, yo ya había perdido la cabeza. No podía dejar de pensar en ella y preocuparme por ella y desearla.

Después de nuestros besos donde nos conectamos en cuerpo y alma, seguimos besándonos cada vez más apasionadamente. Cada vez que lo hacíamos mi piel se erizaba, jamás había sentido esa conexión con otra mujer, ella era todo.

—Mierda —susurré al recordarlo.

— ¿Qué piensas galán? Andas activo.

—Kurok —susurré volteando a mirarle. Había aparecido en el balcón donde yo estaba y caminando apoyándose de una vara me miró.

—La Princesa Helina te tiene amarrado a ella.

¿Por qué siempre termino pensando en ella? Acomode mi molestia entre mis pantalones y me acerque a él.

—Ignóralo, ¿cómo estás?

—Claramente yo puedo hacerlo —dijo riéndose—. Me agrada verte tranquilo, ella es buena para ti. Creo fielmente, que si ella hubiera estado por el tema de tu espalda no hubieras estado tan mal.

— ¿Dejamos de hablar de mi? —Me peine un poco el cabello no me acostumbraba a que me vieran así pero ya me era inevitable.

—Me gusta tu nuevo tú. Yo estoy mejor —dijo acercándose a la baranda. Su voz cambio un poco—. He pensado seriamente en lo que viene de aquí a delante y estoy cansado.

— ¿Cansado, cansado de qué? —Me acerque a él y juntos miramos el Reino.

—De todo Leo. Hemos luchado en muchas batallas, hemos ganado cosas y también perdido. Soy joven aún, pero siento que he vivido casi 80 años en lo mismo. ¿Crees que tu mamá me dejara retirarme?

— ¿Retirarte?, ¿quieres dejar de ser un soldado?

—Jamás dejas de ser un soldado —dijo mirando con una sonrisa—. Pero quiero dejar de ser parte del ejército. Puedo luchar, puedo aún pelear sin una mano, pero ya no quiero. Quiero estar tranquilo, vivir tranquilo, criar a mis hijos tranquilo, disfrutar de mi mujer sin miedo a que tendré que dejarla por ir a pelear.

—Sí, eres joven Kurok como para dejar el ejército.

—Yo ya no seré eficiente. Nosotros te perdimos Leo, yo te vi muerto al igual como vi a Cathal. Vi morir mi pasión, mis ganas de seguir disfrutando de las luchas. Ya no quiero eso ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Qué harías si te hacen elegir entre seguir siendo un soldado o seguir tu vida al lado de tu mujer? Seguramente la elegirías a ella.

—Lo estoy haciendo. —Kurok no comprendió muy bien mis palabras asiqué le expliqué un poco—. Elegí ser rey, casarme con ella, volverla mi Reina y eso me aleja en parte de ser un soldado.

—Leo, tu cabeza siempre ha valido más, pero yo, yo quiero una vida tranquila de verdad te lo digo de corazón.

—¿Alejarte del reino o vivir en él, pero ya no de soldado?

—¿Quieres que sea un sirviente?

—No, hay un puesto vacante que se me vino a la mente, pero tengo que conversarlo.

—¿Qué puesto?

—Contéstame primero ¿Vivir dentro de un castillo o de campesino fuera del reino?

—Yo me iría, fuera lejos de aquí, pero Halley ha vivido eso y no quiere volver a esa vida. Por otro lado, no sé cómo vivir en un castillo sin ser un soldado.

—Kurok, hablaré con mi madre y te tendré una propuesta lo antes posible.

— ¿Señor? —dijo un guardia acercándose—. Están todos en el salón esperándolo.

—Iré enseguida —le contesté—. Kurok, si quieres ven, si no, puedes volver a tu habitación.

—Iré contigo, todos perdieron la cabeza por ti, ahora eres tú quién debe explicarnos que fue lo que te paso.

—Vamos entonces.

— ¿Te dejo solo para que termines con...? —dijo agitando su mano y mirándome mientras sonreía

—Jodete.

—Bien si el incendio en tus pantalones se enfrió, vamos —dijo dándome un golpe en la mejilla y caminando a la escalera.

—Tu no cambias.

Caminamos al salón entre bromas y risas, a pesar de su estado y de haber perdido la mano, su ánimo y humor no cambiaron. Era más fuerte que yo sin duda alguna.

Al entrar al salón todos estaban sentados en la mesa y al verme se pusieron de pie con rapidez.

—Hey —dijo Thiao acercándose— ¿Te sientes bien?

—Ha despertado la Princesa durmiente —dijo Kurok mientras se acercaba a la mesa.

—Siéntese por favor— ordenó Dalia mirándonos con una sonrisa.

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Al despertar, Bony y Clara estaban esperándome para servirme el desayuno. Pensé que encontraría a Leo a mi lado, pero él ya se había ido, sentí un poco de nostalgia y soledad. Añoraba que nuestro matrimonio fuera ya acabo y dejar de despertar sola.

—Princesa, hay una reunión hoy, si quiere puede tomar un baño, comer y unirse a ella más tarde.

—¿Qué tipo de reunión? —dije entrando al agua.

—Creo que hoy hablaran sobre lo que ocurrió con el príncipe.

—¿Con Leo? Eso también quiero saber —dije tratando de enjabonarme rápidamente.

—Princesa cálmese.

No le hice caso, tan rápido como entre al agua, también salí de allí mojando todo el piso, me sequé con rapidez y me vestí sin la ayuda de ellas.

—Princesa déjeme secar un poco su cabello, mientras le arreglamos coma algo.

—Princesa recién acaba de comenzar —dijo Bony que había salido a preguntar por la puerta.

—Ahhh que alivio —dije respirando más tranquila.

Aun sabiendo eso, en cuanto terminaron mi cabello, agarré un pedazo de pan y le saqué una mordida para salir con rapidez de allí.

Llegué al salón y observé entre la puerta, estaban todos sentados en una mesa. Había solo hombres entre la única mujer sentada a la cabeza, Dalia. Esperé a mis mujeres y asintiendo con la cabeza a los guardias de la puerta, abrieron.

—No puedes ir, será peligroso —dijo Marlen discutiendo.

—No hay opción ¿No entienden? —dijo Eiric.

Leo estaba sentado a su lado echado sobre su asiento mientras apoyaba su cabeza en su mano derecha. Tenía los ojos puesto en Marlen y se veía bastante concentrado. Mis ojos lo buscaron enseguida, no tarde en llamar su atención y me regaló una leve sonrisa antes de ponerse a hablar. Mi padre por otro lado estaba a un lado de Dalia que me sonrió al verme.

—Yo no sé cuánto tiempo será —dijo Leo—. Para mí fueron diez minutos, quince a lo más. El tiempo es relativo allá.

—Yo iré contigo —dijo Thiao.

—Papá —dije acercándome a él— ¿Qué ocurre?

—Thicio aún tiene asuntos que involucran a tu prometido —dijo Dalia mirándome con una sonrisa.

— ¿Se irá?

—No es un asunto que se pueda discutir —dijo mi padre.

—Hay otra cosa que...

— ¿Cuándo te irás? —dije alzando la voz.

Todos voltearon a verme mientras guardaron silencio. Leo me observó con una ceja levantada mientras que otra vez todos lo observaron esperando que el hablara. Yo comenzaba a sentirme estúpida, le lloré pidiendo que se quedará siempre a mi lado y ahora me enteraba que iba a embarcarse.

—No tengo fecha —dijo mirándome—. Pero quiero irme lo antes posible.

—¿Quieres...irte?

El silencio invadió la sala y no me importó incomodar a los demás, nos miramos por unos segundos, lo miré diciéndole lo molesta, decepcionada que estaba y sabía que él lo había entendido. Carraspeó su garganta y continúo hablando sin darle mayor importancia a mi presencia.

—El trato era vida nueva, pero necesito terminar el pacto que hice con Thicio —dijo mirándome a los ojos—. Volví a la vida solo por él, y en este momento ese gigante es el motor de este cuerpo.

—¿El...motor?

—Sí, si el pacto no se termina entonces mi propia vida se ira a sus manos. No es algo que puedo dejar pasar, ¿entiendes?

—Pero tendrás que hacer lo mismo que esa vez? —preguntó Eiric mirándolo un poco asustado

—No lo sé.

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Quizás sí tendría que volver a cortarme el cuello, pero ahora era más difícil. Sabia como era el dolor, sabia la sensación que sentiría cuando la sangre brotara de mi cuello hacia fuera y eso me aterraba.

Antes yo deseaba morir, deseaba dejar esta vida, no me importaba el método y lo hice sin pensar. Ahora, yo lo único que anhelaba era vivir, vivir junto a mi mujer, vivir para hacerla mi Reina y demostrarle todo lo hermoso que puede tener después de lo que había vivido.

Helina se veía decepcionada, su sola mirada me dejo en claro que estaba molesta.

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—Hay otra cosa que deben saber —Leo miró a su madre unos segundos y volvió a mirarlos a todos—. Thicio me pide la sangre de mi primogénito, como saben, eso ya no va a ocurrir, lo otro sería la sangre de mi progenitor.

—Estás perdido entonces —dijo mi padre negando con la cabeza y poniéndose de pie—. Tanta palabra y organización para que vengas y al final tienes una opción que no puedes cumplir.

Miré a Dalia y su rostro me sorprendió. Sus ojos se abrieron enormemente y su boca quedó entre abierta mirando a Leo. Su hijo se puso de pie y la miró con el ceño fruncido.

—Espera Thion —dijo él— ¿Dalia, le dices tú o lo digo yo?

— ¿Qué? —dijo mi padre volteando a mirarla— ¿Qué me tienes que decir?

—Dile —dijo Leo, caminando lentamente a la puerta—. Me lo llevaré de todos modos.

—Fuera todos —dijo Dalia poniéndose de pie.

— ¿Qué? —dije mirándolos a todos— ¿A qué te refieres? —Leo solo me miró mientras abría la puerta para que todos salieran.

—Partiremos mañana antes de mediodía —dijo marchándose.

Traté de pensar en sus palabras. Mi cuerpo no se movió ni un solo centímetro, no podía moverme, mi corazón rápidamente comenzó a correr ¿Qué significaba lo que Dalia tenía que decirle a mi padre? ¿Por qué fue justo cuando Leo dijo "progenitor"?

Mientras pensaba llegaron las palabras de Laurel a mí y de eso que tanto me había señalado que debía recordar.

—¿Leo es... Hijo de Dalia y....Thion? —susurré. Se escuchó tan estúpido que rápidamente tape mi boca.

—Princesa Helina —dijo Dalia mirándome con gran enojo.

Lentamente la miré mientras me ponía de pie y así sin creer nada, mis pies me llevaron a la salida. En cuanto salí, Leo estaba aún lado del pasillo esperándome.

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—Helina.

—Déjame sola —dijo caminando con rapidez hacia el segundo piso.

—Espera, tenemos que hablar.

— ¡No! Tuviste mucho tiempo para decirme y hablar conmigo.

—Helina, espera —dije tomando su mano. Ella se volteó con rapidez y supe que volvería a golpearme, reaccione tomando su muñeca en el aire y la miré molesto—. Basta.

— ¡¿Eres hijo de Thion entonces?!, ¿Por qué no me lo dijiste? —me reprochó mirándome enojada.

—Princesa Helina —dijo Laurel—. Yo y usted tratamos de...

—Vete Laurel —dijo Leo entre dientes mirándolo furioso.

—Princesa —Volvió a decir Laurel mientras guardo distancia.

—No pude decírtelo, ni siquiera yo me trago esa maldita verdad. Es tu padre Helina, no el mío.

—Llevas su sangre Leo. Eso te hace el único heredero de esta tierra, no yo.

—¿Crees que quiero ser heredero de esta tierra?, ¿qué lo he ocultado solo para mi beneficio?

—Yo no losé.

—¿Eso es lo único importante para ti? ¿Dejar de ser la heredera? Si quieres te dejo todo y vuelvo a Liastian.

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—No, no, no hagas eso— escuchar que se iría no era algo que realmente quería, quería tenerlo siempre a mi lado, él era mi fuerza. Tomé el borde de su armadura y lo jalé a mí— no me dejes, te lo había dicho.

—Lo sé.

—No, no lo sabes, ¿Por qué dijiste que estarías conmigo y ahora me entero que también te irás?

—Helina yo te dije que cuando celebremos nuestro matrimonio yo no me alejaré de ti.

—Hagámoslo entonces y me llevas contigo.

—No, no puedo llevarte.

—¿Por qué?

—Porque no me arriesgaré en llevarte. Es peligroso.

—¿Peligroso y aun así irás?

—Tengo que hacerlo.

—¿Cuándo volverás?

—Helina, el tiempo es relativo.

—Princesa Helina, necesito que me acompañe —dijo la anciana mirándome a distancia. Leo no volteó a verla.

—Vete entonces —dije caminando hacia la anciana.

—Helina me acabas de decir que no quieres que me...

—Vete, solo hazlo— volteé y seguí mi camino dejándolo ahí. No quería que se fuera, pero me había dejado claro que nada de lo que yo hiciera lo haría cambiar de opinión. Enojada y furiosa me costaba encontrar alguna salida o solución a esto, e inmaduramente no lo entendía.

La anciana no dijo nada. La seguí por el pasillo hasta una de las habitaciones donde ya estaba todo listo para mis curaciones.

—Di algo quieres, ¿Cuánto escuchaste?

—Lo suficiente— dijo lavándose las manos.

—No quiero que se vaya, pero no me hará caso.

—Princesa Helina no se enoje por lo que le diré, pero no seas tan dura con él. El príncipe ha pasado por mucho y debes entender que esta vez no tiene opción.

—Siempre hay una opción.

—No llegaste cuando empezó la reunión, ¿cierto? —Ella con una sonrisa se acercó a mí y se sentó frente a mis piernas ya abiertas.

— ¿Lo defenderás?

—El joven Príncipe hizo un trato con el gigante y eso lo sabes. El trato fue hecho en Tioma delante de muchos soldados, fue bastante terrorífico para presenciar. Hubo mucha sangre. —La anciana mientras comenzó a limpiarme me relato como había sido la ceremonia, donde Leo tuvo que clavarse el puñal en el cuello para sellar el pacto—. Y así como lo hizo esa vez, ahora no hay nada que hacer más que ir a la tierra de los gigantes y terminar con los últimos pasos. Si te niegas o te enojas con él, te arrepentirás.

—No entiendo, puede llevarme si es que debe ir sí o sí.

—Leo no les tiene miedo a muchas cosas, pero si le tiene miedo a Thicio, no al gigante que conoces sino al verdadero. Llevarte no es una opción para él, Leo se preocupa por ti Helina.

— ¿Por qué no me lo dijo así antes? Se ha guardado todo, incluso lo de mi padre.

—Helina estás lista para que pueda revisaré, tus costras están suficientemente firmes para palparte.

— ¿Ahora?

—Sí, saldremos de la duda que tanto te acompleja.

—Está bien —dije recostándome y mirando el cielo.

—Bien, sentirás un poco de presión, pero trata de mantenerte quieta, no dolerá tanto —dijo mientras sentí que me hecho un líquido tibio y continuó relatándome—. Leo no sabía de Thion, fue Fadila quien sembró la espina de duda.

—¿Fadila?, ¿esa mujer sabía?

—Sí, cuando Leo se recuperó de sus heridas se acordó y Dalia tuvo que dar explicaciones. Fue todo un escándalo, tú conoces a tu amado como es.

—Sí...puedo...imaginarlo —dije mientras agarré fuertemente la tabla. No dolía, pero si sentía la presión y la molestia ¿Por qué con ella se sentía extraño y con Leo era distinto?

—¿Por qué crees que tu padre aún vive si era uno de los que Leo venía a cobrar venganza?

—Dioses, debió ser difícil para él.

Thion haber flagelado a su propio hijo, como lo había tratado, cuanto lo odio cuando los soldados se fueron por dos años. Miles de imágenes llegaron a mi cabeza, no podía verlos como padre e hijo. Era ilegitimo, pero a la vez puro de dos tierras poderosas. Lo conocí siendo un soldado, jamás podía haber imaginado quienes eran sus verdaderos padres, era descabellado.

—Debes dejarlo partir Helina, si no hace ese viaje, Thicio se lo llevará al otro mundo —dijo sacando las manos de mí y se puso de pie para lavárselas.

—¿Y? —dije apoyándome en mis brazos para mirarla.

—Dile a Leo que debes hablar con él y que tiene que volver antes de los ocho meses. Felicidades, avísame que es lo que decides. Estás ya en el límite, dos semanas más y no podremos sacarlo con infusiones. Límpiate —dijo pasándome una manta.

— ¿Entonces lo estoy? —Mis días impuros no habían llegado, yo ya sabía de mi estado, pero aun así escucharlo de ella fue un poco chocante.



Próximo Capítulo 57.- Yo te esperaré

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