54.- Aquí estas
—¿Es cierto? —dije abriendo la puerta.
—Velo tú mismo —dijo Marlen dándome unos golpes en el hombro.
—Pidió un poco de agua —dijo Lucas.
—Eiric, no digas nada aún —dijo Thiao.
—Lo sé ¿Kurok?
—Está bien, ha dormido casi toda la mañana asique en cuanto despierte lo traerán acá.
No hubo forma de salvar su mano, había comenzado a oler mal y las infecciones hicieron tomar la última de las medidas. Marlen y Lucas estuvieron con él cortándole todo con un golpe limpio de una de las hachas. Luego tuvieron que quemar y suturar en partes, sus gritos se escucharon por todo el castillo, no fue el único, algunos soldados también salieron amputados o perdieron alguna parte de su cuerpo como la visión.
Abrí el telar y me encontré con Dalia, la anciana y una inusual mujer, Halley.
—Eiric. —Si era su voz. Estaba aún vendado cubierto hasta la cintura por mantas, apoyaba un poco la espalda en el respaldar un poco más erguido. Su pelo desordenado, pero con esa mirada tranquila, pero un tanto apagada. Al verme sonrió levemente.
—Leo. —Me acerque y lo abrace. En mi vida había pensado que haría una cosa tan extraña como eso, pero estaba dolido y estaba harto.
—Vamos a conversar en.... un rato. —Su respirar aún era lento pero sus palabras solo me dijeron una cosa. Él ya sabía la perdida de Cathal eso explicaba su mirada apagada.
Me puse de pie y asentí con la cabeza, lentamente me alejé apoyando mi espalda en la pared. Luego miró a todos lados con lentitud como si buscará a alguien, sabíamos perfectamente a quien.
—Ella está bien —dijo su madre acariciándole el pelo.
—Nos tuviste a todos asustados —dijo Halley agarrando su mano derecha.
—Ve... A ver a Kurok —dijo Leo mirándola.
—Está dormido y tú acabas de despertar déjame por último alegrarme que estés vivo.
Dalia carraspeó su garganta y me miró frunciendo un poco las cejas. No era Cathal pero si sabía que era lo que Leo quería.
—Halley deberías irte, antes que la Princesa Helina llegue.
—¿De verdad crees que ella se molestará? —dijo alejándose de Leo y caminado lentamente al telar. En cuanto alzó la mano para abrir, Helina abrió el telar.
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Tragué bastante saliva antes de aproximarme a dónde estaba Leo, tenía que ser fuerte, mantenerme firme para no preocuparlo asique apretando mis dientes y empuñando mis manos abrí el telar.
—Helina —dijo Dalia sonriéndome. La miré y devolví la sonrisa, me sorprendió que Halley estaba ahí, antes que yo, pero no podía pensar tanto en eso. Alcé mi mirada y luego de mirar a Eiric lo vi.
Despierto, y vivo observándome con esos ojos que siempre me amarraba a él.
—Ven aquí —dijo estirando lentamente la mano derecha.
Abrí mi boca, pero no salió nada, mis ojos sin control comenzaron a cristalizarse y un nudo doloroso se formó en mi pecho.
—Salgan —dijo él.
—Vamos Halley —dijo Eiric tocando sus hombros y pasando a mi lado.
—Los dejaré, pero compórtense —dijo Dalia caminando a mi lado.
Se detuvo justo a mirarme al mismo tiempo que una de mis lágrimas cayó por mi mejilla. Lo siguiente que hizo fue algo que nunca pensé escuchar de alguien
—No es necesario ser siempre fuerte.
Quedamos solos separados de todos los demás por los telares blancos. Nos miramos sin decir nada hasta que luego de unos minutos noté que Leo intentaría ponerse de pie.
—No, no, no lo hagas —dije alzando mis manos y acercándome a él para que no lo intentará.
—Ven aquí —dijo agarrando una de mis manos extendidas y me jalo hacia él.
Mi coraza se rompió en cuanto sentí su calor corporal. Mi rostro quedó en su hombro y el rodeo mi cintura con firmeza.
—Lo lamento, lo lamento tanto. —Yo solo lloraba mientras escucha su voz—. No pude cuidarte, no pude ni siquiera protegerte.
—No, no digas eso.
—Sí Helina, todo fue mi culpa- sentí su voz quebrarse. Intenté separarme de él, pero no me dejó, me mantuvo ahí abrazada sin permitirme verle el rostro.
—No vuelvas a dejarme sola. Yo quiero estar siempre a tu lado. —Él solo asintió—. Quiero pasar mis días enteros contigo, las noches eternas contigo, verte dormir, verte reír. No necesito nada más.
—Oh Helina debí decirte esto hace mucho tiempo —dijo soltándome y tomándome de las mejillas me miró con atención—. Te amo y lo he hecho hace mucho tiempo, solo he sido un cobar...
Lo silencie, yo también lo amaba, y se lo había dicho, pero era primera vez que escuchaba esas palabras de su boca. Juntar mis labios con los del se sintió como si todas las partes de mi cuerpo comenzarán a calzar, cada pedazo roto, cada pedazo cansado se reponía al sentirlo y mientras mis lágrimas inundaron mi rostro lo seguí besando lentamente como si llenarnos nuestra alma y nos dábamos fuerza.
—Agh —se quejó.
—Lo siento, lo siento. —Sin darme cuenta apoye mi brazo en su pecho apretando su herida del esternón.
—¿Leo, podemos pasar? —escuché la voz de Eiric.
—Entren —contestó mientras me tomaba de la mano. Me puse de pie con lentitud para que no notará lo doloroso que se sentía mis heridas al hacer fuerza con mis piernas.
Enseguida, Eiric, Thiao, Marlen y Lucas entraron.
—Necesitamos que sepas algo —dijeron mientras se miraban entre ellos. Sabía por la expresión de sus rostros que iban a hablar de Cathal. Hoy ya era el último día.
Leo respiró profundamente y apretó un poco mi mano.
—Sé lo que me vienen a decir —dijo sin mirarlos—. No quiero escucharlos.
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Recordaba bien lo que había pasado antes de mirar el cielo nublado, recordaba su rostro y como había sido el deceso de Cathal. Pero también lo había visto en el otro lado de la vida y quería quedarme con esa imagen, con esa sonrisa de niño que tenía y con la tranquilidad con la que me miraba. Un soldado valiente sin preocupaciones y sin reflejo del dolor en su rostro.
—¿Cuándo será?
—Hoy, antes del anochecer.
—Entiendo.
—¿Todo bien? —dijo la voz del rey acercándose. Mi madre abrió el telar y mirando hacia dentro Thion se asomó— ¿Estás bien? —No podía evitar no fruncir el ceño frente a él. No olvidaba y tampoco perdonaba.
—Lo estoy —contesté.
—Helina, deja que los hombres conversen. Sal de ahí.
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Miré a Leo regalándole una sonrisa y obedecí a mi padre saliendo del lugar. Me sentía aún decaída, había comido bastante poco y constantemente mis heridas palpitaba cada vez que daba un paso.
—¿Cómo estás? ¿No deberías estar descansando? —dijo mi padre frotándome los brazos.
—Estoy bien, iré a descansar en cuanto vea a la anciana.
—Sé buena chica y trata de obedecer lo que ella te pida. Supe que no estás comiendo bien y sabes que para poder mejorarte debes alimentarte. Haré que te envíen frutas, fresas y melones, la naranja es buena para la salud, haré que te hagan un jugo con ellas.
—Está bien papá.
—Helina, me preocupo por ti, por favor no hagas que tu viejo se preocupe más.
—No lo haré padre. Comeré para que estés tranquilo.
Me senté en una silla cuando llegaron las comidas. Se abrieron los telares, pero Leo estuvo mucho tiempo conversando con su madre y con Eiric. De vez en cuando me observaba, pero estaba más pendiente de las cosas que estaban hablando.
Deseaba que Dalia no le dijera de las cosas que me habían hecho, no quería que se preocupara ahora. Después que pasaran los días yo misma quería comentarle.
Kurok lo trajeron entre varias personas y lo ubicaron en la cama continua de Leo. Se rieron al verse, estaba pálido con su mano cortada apegado a su pecho y envuelto en telas un poco manchadas en sangre. Halley también estaba con él, recordé que estaba en cinta y por más que la observé no noté que su barriga comenzará a crecer. Era muy pronto quizás.
Eso me hizo pensar en el futuro que venía. ¿Era posible salir embarazada? Había mujeres que después de 9 meses desde la noche de su boda tenían hijos. Otras que tardaban meses, yo añoraba ser infértil.
Fueron solo 7 días y de los 7 solo los últimos dos me dejaron tranquila. No quería imaginar lo que haría Leo si supiera, ¿Sería capaz de dejar de amarme si yo estuviera en cinta?
—¿Cómo estás? —preguntó Eiric acercándose y sentándose a mi lado.
—Aun no puedo dormir bien en las noches
—Dalia me comentó algunas cosas.
—¿Lo sabes entonces?
—En situaciones como la que vivimos es de esperarse que estás cosas sucedan en mujeres, pero Oriente tenía cosas extrañas, nunca pensé que harían eso
—No le cuentes a Leo.
—No, ella me dijo que tú lo harías, pero conociendo a Leo él debe saber más o menos lo que pasó.
Mientras conversábamos Leo se había levantado de la cama y estaba en la orilla justo para ponerse de pie.
Me levanté con dificultad para acercarme a él y ayudarle, pero Halley se adelantó. Se acercó a él, puso su mano en sus pectorales y lo ayudó a mantenerse de pie. Al mismo tiempo Leo puso su mano en su hombro.
—Oye —dijo Eiric acercándose con rapidez- ¿A dónde vas?
—Princesa Helina —dijo la anciana acercándose a mí mientras yo miraba a Leo—. Es hora, acompáñame.
—Yo...
Me sentí insuficiente, yo debía ayudarle ¿Por qué ella?, ¿por qué lo seguía tocando con total confianza? No era el momento de pensar en esto, pero me sentía tan sucia, tan incapaz de decir las cosas que sentía.
—Sí te molesta, porque no vas y le dices —dijo la anciana sonriéndome.
—No soy capaz de hacerlo.
—Eres la futura reina, ¿por qué no sería capaz de hacerlo?
—¿Y si él lo quiere así? Cathal me dijo un día que sería bueno que yo me acercara a ella. Que era una buena mujer, pero yo no siento que sea una buena mujer si me hace sentir así.
Eiric tomó a Leo del brazo y sujetándolo un poco de la espalda salieron de la habitación. Halley quedó junto a Kurok intercambiando palabras mientras ella le sonreía.
—Quizás soy solo yo el error —dije caminando al pasillo.
—Convérsalo, eso es lo único que se puede hacer para solucionar las inquietudes.
Me volví a sentar en la madera un tanto acostada y abrí mis piernas. Deje rápidamente mis pensamientos y me concentre en lo que estaba viviendo. Temía al dolor y sentía un remolino en mi estómago por causa de los nervios.
—No te preocupes te echaré un poco de este líquido, limpiare con cuidado y volveré a ponerte la mezcla ¿Haz bebido de la leche de amapola que te envié?
—Sí.
—Como no sabemos si estás embarazada o no, es mejor que bebas solo un vaso al día.
—El dolor es soportable así que estaré bien con solo un vaso.
—Eres valiente hermosa mujer. Independiente de lo que hayas vivido, eres una princesa y siéntete como una. Serás reina dentro de unas lunas y debes saber que vales mucho más que otras
Sentía sus palabras y las agradecía, pero lo que hacía con sus manos dolía, cada vez que pasaba el paño para limpiarme ardía como el fuego.
—Ya...basta.
—Aguanta un poco más, ya casi termino.
—Duele, por favor ya para —volví a llorar.
—Ya está, ya está. Listo, se ve bien, aún están rojas y tardarán en cerrar, pero no habrá infección. ¿Has orinado? ¿Duele?
—Sí duele, un poco.
—Bien, sigue bebiendo la leche de amapola y seguiremos con las curaciones. Avísame si algo te incomoda.
Luego de mis curaciones, salí al pasillo para encontrar a Dalia a unos pasos. Estaba con sus brazos cruzados y apoyando la espalda en la pared al mismo tiempo que miraba el suelo. Burak la observaba desde lejos.
—Dalia —dije acercándome a ella.
Ella levantó su rostro y me observo hasta que supe porque estaba ahí frente a esa puerta. Lo escuché llorar, tan fuerte como su alma lo permitía.
Dentro de esa habitación, llena de inciensos y flores fragantes estaba una mesa en el medio con el cuerpo de Cathal envuelto en sábanas blancas. Lo observé por la ventanilla de la puerta, arrodillado en el suelo y agarrándose con una mano su pecho. Eiric también estaba ahí dándome la espalda, sentía su dolor.
Jamás lo había escuchado llorar, era un hombre magnífico a mi parecer, fuerte, frío y serio, un soldado inquebrantable. Verlo caído ahí desconsolado me estrujó las tripas.
—No —dijo Dalia agarrando mi hombro en cuanto me acerqué a la manilla—. Déjalos, deja que llore, que libere y suelte todo. Tu y yo estaremos siempre, pero es bueno que las batallas internas las luche solo. Es lo mismo que estás haciendo tú.
No concordaba con ella, ¿Cómo sabía si no me necesitaba allí adentro? No podía dejarme llevar también por mis sentimientos. Había llorado profundamente la muerte de Cathal y la de Leo pensando que también había muerto. No quería seguir llorando más.
Esperé unos minutos hasta que no me aguanté y al cabo de unos minutos entré, Dalia no me detuvo esta vez. Caminé con lentitud y me arrodille a su lado, toque levemente su hombro y esperé su reacción.
—Lo lamento —dije en voz baja. Sorpresivamente tomó mi mano y me abrazó con firmeza. Sus ojos rojos solo pude verle unos segundos mientras se fue calmando sollozando en mi hombro.
Cathal, el pilar que siempre había estado para Leo ya no estaba. Yo nunca podré llenar ese vacío, pero si podía volverme otro pilar donde pudiera desahogarse, hablar y recibir apoyo.
Más tarde Leo me comentó lo que había vivido en el otro lado, como Cathal le habló y lo abrazó tan fuerte como si fuera real. Quería amarrarse a eso, al recuerdo de verlo así, saber que estaba tranquilo y sin dolor. Le dolía saber que Cathal esperaba con ansias nuestra boda y que a pesar de todo él siempre afirmó que vería a nuestros hijos.
Fue un día difícil, emocionalmente cansador, al anochecer el fuego se avivo y el cielo se abrió al recibir el cuerpo de Cathal. Leo y todos los demás se pusieron las armaduras y en silencio presentaron sus respetos al funeral. Marlen se mantuvo a su lado, Leo aún se mostraba débil pero ahí estaban sus hombres. Con su rostro serio, hermoso tembló mientras una que otra lagrima se soltó sin sacar su mirada del fuego.
Próximo Capítulo 55.- Ojos Azules.
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