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51.- Leo, el gran General

— ¡LEO!, Leo— le gritaba.

— ¡Mátenlos!, ¡mátenlos a todos! — gritó Eiric mientras abraza a Leo, sus ojos no podían salir más de su órbita.

—No, no, no, no, ¡NO! — dijo Thiao acercándose.

—Llevémoslo— Luca fue a nosotros mientras su rostro estaba cubierto de sangre.

— ¿Qué hacemos?, ¿Qué hacemos?

—Eiric, tranquilízate— le grito Marlen— llevémoslo al barco, partiremos enseguida a Cretos.

—¿Está vivo?

—No lo dejaremos aquí— dijo este mientras observaba la armadura de Leo, tenía una avería en la parte del esternón donde había entrado al ultima flecha— Marlen, ayúdame a llevarlo.

Los hombres más fuertes tomaron al Leo con mucho cuidado. Kurok fue el único que no apareció entre todos.

—Princesa— dijo Thiao volteándome a ver— míreme— tomó mi rostro con delicadeza y me observó.

— ¿Esta muerto? — pregunté.

—Princesa usted tiene que ser fuerte, así como lo ha sido hasta ahora.

— ¿Qué haré sin él? — me estaba hundiendo.

—Princesa, venga conmigo la llevare al barco— Lucas me tomó en sus brazos y rodeando su cuello me sostuve— lamento mi estado por favor aguarde— me dejo con delicadeza y ocupando su capa limpió su rostro.

La escena era devastadora, la tierra se teñía de sangre, la oscuridad inundaba el cielo proveniente del fuego de algunos hogares, los gritos a lo lejos del reino seguían presente y la noticia se propago.

Un gran temblor pronto se hizo presente.

— ¡Thicio! — gritó Eiric atónito mientras se ponía de pie.

El gigante pronto callo de rodillas y se fue con todo su peso a tierra.

—Leo— susurró despacio Lucas mientras miraba como el Gigante se iba desvaneciendo poco a poco como si el viento se llevara su esencia. Desapareciendo como el roció de la mañana.

—¿Qué paso?— dije mirándolo de cerca.

—Nada princesa, démonos prisa, con su permiso— pasó su mano por debajo de mis piernas y me sostuvo en sus brazos.

Mire atrás mientras nos alejábamos solo para poder ver a Eiric gritar, llorar y desplomarse mientras abrazaba el cuerpo de Cathal, Thiao se arrodillo a su lado y bajando la cabeza puso su mano en su hombro. Rápidamente los soldados taparon la vista.

El cielo se llenaba de negro y el silencio retomaba a la ciudad, poco a poco, cada fragmento del reino comenzaba a derrumbarse, los corazones de cada soldado eran sellado por aquel día, un día que todos recordarían, el día comenzó a ser de noche, los árboles se convertían en roca y las lágrimas caían convirtiéndose en sal.

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Eiric.

Llegamos rápidamente a los barcos, subimos como pudimos, pero Leo no fue con nosotros. Dejó de respirar en su camino y el brillo de sus ojos se apagó igual como los de Cathal.

No podía dejarme llevar por los sentimientos, traté de aguantar, pero mis lágrimas aun rodaron por mis mejillas sollozando de vez en cuando. Los miraba, los miraba bastante una y otra vez. Esto era irreal, ¿Cómo era que perdimos a nuestros dos hermanos? ¿Cómo perdí a mi amor? ¿Cómo perdí a mi Príncipe?

Llegamos al interior del barco y el alboroto que tenía Helina sobrepasaba los muros de madera. Thiao, fue a buscarla.

Dejamos a Leo en una de las camas y a Cathal en la otra. Parecían dormidos, respiré profundamente y me acerqué a Leo. Agarré los broches que tenía la armadura en su costado y tiré de ellas con fuerza hasta que se abrieron, esta estaba tan dañada que entre los tres la levantamos descubriendo la tela pegada a su cuerpo. Lucas que había llegado tomó de ella y la observó.

— ¿Qué mierda le ocurrió? — dijo asombrado— ni en caballo puedes romper la armadura de esta forma ¿o sí?

—No, eso es una caída – dijo Marlen con los ojos bien abiertos, estaba asustado.

— ¿Qué?

—Lo vi caer escaleras abajo con un soldado, debió golpearse con algún borde causando la fisura y el hundimiento de esta parte— señalo con su dedo el área del pectoral.

Mientras los tres lo observábamos, asumiendo que nada podíamos hacer. Thiao apareció con Kurok sosteniéndolo. Tenía la mano herida y sumamente hinchada, detrás de ella Helina miraba con cara asustada.

—No me digan...— dijo Kurok dándose recién cuenta de lo que había ocurrido. Cayó rápidamente de rodillas, ignorando su propio dolor y lloró pegando la frente al piso.

—¿Es...es verdad?— pregunto ella acercándose lentamente.

—Princesa— dijo Lucas acercándose a ella— Lo lamento— Helina al escucharlo se quebró.

A todos nos dolía, pero su llanto nos estrujo el corazón mientras se aferraba a nuestro soldado. Lucas solo la sostuvo mientras trataba de calmarla.

—Esto está mal, esto está muy mal— dijo Kurok antes de desmayarse en suelo.

—Hey, hey hombre— Thiao fue hacia él y nos miró. Su mano se veía mal. Lo llevamos a otra sala mientras las mujeres que habían venido con nosotros comenzaron a limpiarle las heridas.

La noticia se propago por el barco, muchos soldados que nos acompañaron se acercaron a la puerta donde teníamos a Cathal y a Leo, nadie lo podía creer y nadie se tragaba la noticia.

El barco zarpó con gran prisa hacia Cretos, sabíamos que debíamos hacer, pero nadie quería hacerlo, cuando Helina se calmó lentamente fue hacia Leo y se quedó allí abrazándolo mientras en silencio siguió llorando.

No quisimos interrumpirla, no podíamos apartarla. Sabíamos que ella misma podía estar herida, pero ella se negó a que la vieran. Muchas cosas podían haberle ocurrido, pero al verla allí tranquila aferrada al cuerpo de aquel hombre le hacía en parte olvidar lo vivido.

Thiao fue el más maduro para tomar las decisiones, fue el primero que se movió. Debíamos embalsamar los cuerpos, en otro lado del barco también llevábamos cuerpos de nuestros soldados, y los embasamientos ya habían comenzado.

Los embalsamientos eran distintos de los soldados y la realeza, en las guerras solo debíamos untar el cuerpo con una mezcla de aceite vegetal, goma vegetal y extracto de plantas o raíces.

Thiao con paciencia y delicadeza sacó toda la armadura a Cathal, Marlen y Lucas también ayudaron, pero yo no pude ni siquiera tocarlo. Jamás imaginaria que debía ver aquella escena, pero si queríamos que los cuerpos no se descompongan y olieran mal, era importante cubrirlos con esta sustancia y envolverlos en tela. Al menos eso haría que llegaran listos a Cretos para sus posteriores funerales.

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¿Era una pesadilla? Sabía lo que veían mis ojos, sabía que el cuerpo del hombre a quien abrazaba había perdido el calor. Su piel estaba helada y no había ni un sonido que hiciera su pecho. Su corazón no latía ni su caja torácica se levantaba y bajaba. Leo ya no estaba y mientras más lo pensaba, más estrujado tenía el estómago.

Apoyada en su pecho lo único que quería era quedarme allí. Con mis ojos fijos en un punto mis lágrimas salían como una llave rota que goteaba en cada instante. Pero estaba tranquila, mientras más me demoraba en aceptar la realidad, más cruel y doloroso era.

—Princesa— dijo Thiao acercándose desde mi espalda. Me senté lentamente y lo observé, recién allí pude enterarme de que ya habían hecho con Cathal

—No— negué con la cabeza e ignorándolo volví a abrazar su cuerpo.

—Al menos limpiémoslo— dijo tocándome el hombro— sé que nada te hará sentir mejor, pero sin duda él hubiera querido que limpiemos su cuerpo y lo vistamos con ropa limpia

—No quiero embalsamarlo aún.

—Está bien, pero entonces desvistámoslo y limpiémoslo.

Solo asentí con la cabeza mientras me ponía lentamente de pie. Ellos no sabían nada, pero llevaba conmigo un dolor físico que al menos la situación lo había calmado.

Thiao puso un recipiente de agua en los pies de la cama y había dos paños allí. Mientras el comenzó a rasgarle la ropa yo le limpie lentamente el rostro, el pelo lleno de tierra, sangre seca que cubría su cuello y sus hermosos labios. Su pómulo izquierdo estaba rojo eh hinchado fue realmente un gran golpe que le dio el Príncipe, en los bordes de su boca había sangre y tenía contusiones en su cuello que se tornaban moradas. Con delicadeza y lentitud comencé a despojar su rostro de la sangre, el agua era tibia y se fue llevando todo.

Thiao estaba tranquilo, serenidad veía en su rostro. Lucas se quedó con Cathal y Eiric mientras nos miraban del otro lado de la habitación.

Levante lentamente su brazo, era pesado, pero logré sacarle el brazal derecho y lo dejé en una mesa que estaba a un lado de la cama.

Cuando Thiao terminó, vimos que quedaban aun restos de flecha, que habían cortado cuando sacaron el pectoral.

—Cuidado, no se vaya a cortar, yo me encargo de sacarlas— dijo Thiao regalándome una leve sonrisa.

Luego de aquello, lo limpiamos lentamente, pero al moverlo de su nariz una gota de sangre volvió a mancharle los labios y bajó hacia su mentón.

—Tranquila— dijo el soldado al verme que un poco asustada— es normal, puede incluso hacer sonidos, el cuerpo se relaja.

No dije nada, seque mi mejilla bruscamente y me acerque para limpiarle. Cuando vi a Thiao él estaba concentrado limpiando el costado, luego le hizo una seña a Eiric. Este se acercó y lo quedo mirando luego levanto las cejas sorprendido

—¿Qué pasa?— pregunté. Eiric se acercó y puso sus manos en las costillas y apretó mientras palpaba

—Si fue una caída— dijo. Leo tenía una que otra costilla rota, llegó arriba a pesar de aquello.

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Leo no era un soldado roto como siempre se decía, herido y con dolor llegó igual arriba del templo y volvió a encargarse de varios. ¿Qué podía decir ahora? ¿Cómo hablarle a Dalia, si ni yo podía encontrar tranquilidad?

El olor de la pasta era agradable, pero no si se debía convivir con ella constantemente. Helina no se apartó de la habitación, pero al día siguiente si o si debíamos comenzar a cubrirlo con la mezcla y envolverlo en sabanas.

—Es hora— le dije. Al parecer ella no había dormido, sus ojos rojos junto con sus mejillas. Se veía tan descuidada que no parecía realmente la fuerte princesa de Cretos.

Ella sin decirme nada se puso de pie y salió de la habitación, no dijo nada. Ella sabía que no podíamos tardar más.

Thiao llegó junto a mí y nos acercamos con los recipientes y las telas. Sabía que iba a ser un poco difícil, pasadas las 4 horas de su fallecimiento, el cuerpo sin duda estaría ya con el rigor mortis.

No olía mal, y su cuerpo aún estaba blanco tirado a plomo, naturalmente debía comenzar a tornarse lentamente en un amarillo que significaba que su cuerpo comenzaba el proceso de pudrición.

—Sonara feo— dijo Thiao aludiendo a que al mover sus brazos estos crujirían como si se rompiera el hueso.

—Lo sé— dije agarrando un poco de mezcla y fue a tomar su mano derecho— Mierda— salté rápidamente. La mezcla de mi mano cayó al suelo embarrándome las botas.

Estaba flácido, su cuerpo no estaba rígido y nos miramos asustados. Thiao se acercó con rapidez y tocó su cuello para sentir su pulso.

—No hay— dijo y luego se agacho a su pecho posando su oído en el— tampoco late.

Leo de verdad estaba muerto, pero ¿Por qué no se pudría? Agarré su mano, y esta se movía normalmente, cada dedo, la muñeca, todo. Thiao revisó sus pies y era lo mismo. Miré detenidamente su rostro, levanté los parpados pero sus ojos y vi su mirada sin brillo, sus pupilas dilatadas y una mirada fija.

—No entiendo.

—Tampoco yo, está helado, está blanco, no respira, no late su corazón. El realmente no está, pero...

—Mira sus uñas— dije mirándolas— están normales, ni una pisca de morado o plomas, nada.

—Eiric, no sé si está muerto o no.

—Lo está, Leo está muerto. Quizás su cuerpo permanecerá así.

—Dalia tiene que decidirlo.

Próximo Capítulo: 52.- Hijo de un Mortal

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