Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5.- Un título interesante

El torneo no tardó en llegar, el pueblo tenia gran gusto para este tipo de cosas, llevaban agua, mantas para cubrirse del sol, frutas y su inmensurable excitación ante estos juegos. Cretos tenía 3 plazas, la del este que era un lugar grande lleno de tarimas encerradas en un círculo de tierra y arena, con un gran terreno baldío a sus espaldas. También estaba la plaza de las aguas que estaba cerca del puerto, donde Generalmente se realizaban las fiestas de los campesinos y la plaza central, el lugar donde los prisioneros recibían las sentencias dictadas por el consejo del Rey delante de toda la comunidad.

Los juegos, eran en la plaza del este, había sido preparada, limpiada, habían puesto las banderas, las mesas y sillas reales para la familia mientras que los pueblerinos comenzaban a tomar posiciones en las tarimas.

A mis hombres les dieron el lado derecho del lugar, fuera de este círculo, se cercó con maderas y espinas para separar a los soldados con las multitudes y ahí aguardamos formando unas tiendas para protegernos del calor del lugar.

–Thiao, ¿Tus hombres están listos?

–Si Leo, solo aguardan la señal.

–Bien.

Me sentía intranquilo, impaciente, emocionado, quería que todos vieran lo que realmente eran capaces estos hombres, quería que el Rey se impresionara, confiaba en ellos, sus habilidades, incluso los más jóvenes que aún no estaban listos eran capaces de vencer a los hombres del Rey.

–Te veo nervioso– rio Cathal acercándose desde la parte trasera de las tarimas.

–Lo estoy.

–¿Te informaron que hace unos días los soldados del Rey habían comenzado a entrenar?

–¿Entrenar?–Reí al escucharlo, era absurdo y algo desesperado.

–Sí, deben tenerte miedo.

–No, no es miedo, es envidia, además, lo que hayan hecho dos o tres semanas no se comparara jamás a lo que tú y yo sabemos toda una vida.

Rio al escucharme posando su mano en mi espalda

–Sí, eso es cierto.

El calor del lugar nos hacía sudar sin hacer esfuerzo alguno, bebíamos bastante agua pero nuestros cuerpos poco a poco se iban acostumbrando al clima extremo de Cretos.

Caminamos por uno de los pasillos que se formaban debajo de las personas, este estaba encerrado entre madera, los pisos de la tarima, hacían un gran círculo  y llegaban al lugar superior de la realeza.
Caminamos en el medio cuando sonó los primeros cuernos, dando la bienvenida al Rey. La gente al oírlos comenzó a golpear el suelo con sus pies mientras gritaban enaltecidos, agua y vino caían chorreados en la madera y teníamos que hacernos a un lado para no mojar nuestras vestimentas.

–¿Puedes creerlo?– dijo Cathal asombrado– esto es una locura, escucha a esa gente Leo, escucha como gritan, ¡Les encanta!– Amaba su actitud, enérgico, risueño, alegre, cualquier cosa mínima lo hacía feliz.

–Mi madre estaría feliz– reí junto con él, era asombroso, Cretos era asombroso.

Llegamos al final del pasillo y nos encontramos con una escalera con tela burdeos que cubría los peldaños. Subimos con lentitud mientras que entre estandartes gigantes se podía ver la gente, el gran terreno de tierra y arena en la que nos enfrentaríamos. De vez en cuando la briza del viento acariciaba nuestros rostros dándolo un poco de alivio pero no era suficiente.

**********************************

–¿Qué pasa mi Reina?, ¿No le agradan estos juegos?– pregunté mientras me sentaba al lado de ella.

–Es repulsivo, las luchas así deben ser solo para los campesinos.

–¿Enserio?, ¿No sientes la curiosidad de ver a estos nuevos soldados pelear?

–¿Qué insinúas?

–Nada, solo pensé que te agradaba como a mi Padre y a mí.

–Si se quién es el nuevo General del Reino, eso me dejara tranquila.

Mi relación con la Reina no era buena, era una mujer muy codiciosa y miraba sobre su hombro a todos quien la rodeaba, incluso a mí. Fadila no media responsabilidades, incluso los rumores de los sirvientes no eran muy buenos, se decía que engatusaba a los soldados, sobrepasaba las relaciones de una Reina y un soldado, de eso yo estaba cien por ciento segura. Además Fadila era una hermosa dama con pelo negro, delgada y con pómulos pronunciados, finos labios, era más alta que mi Padre y se pintaba siempre sus ojos de color azulados, era hermosa, hermosamente peligrosa.

–Thion comienza ya ¿Quieres?– dijo mirando a mi Padre.

–Calla mujer, debes tener paciencia.

–Leo– me dije levantándome de mi asiento, pero me senté rápidamente para que mi Padre no se diera cuenta lo que realmente me impulsaba a reaccionar de esa forma.

Había aparecido desde la escalera junto a Cathal, venían los dos con sus armaduras puestas y las espadas a su costado, al llegar arriba se inclinaron esperando la respuesta de mi Padre.

**********************************

No me acostumbraba aun a estar en presencia de un Rey y que tardara en dale importancia a nuestra llegada.

–Acérquense–dijo alzando su mano–tú también General.

–Mi Rey, Mi Reina, Princesa– nos inclinamos.

–Bien, anteriormente te había comentado en qué consisten estos juegos, si crees que alguno de tus soldados está a nivel de nuestro General entonces hazlo luchar, 15 de tus hombres y 15 míos, luego ira mi General– dijo levantando las cejas como si no le importara nada.

–El honor de luchar con el General, será mío.

–Si– dijo el Rey mirándome–no esperaba a otro, si crees poder ganarle– rio burlándose.

–Con gusto traeré la escoria que quede de este hombre– rio Laurel.

–Después de esto sea quien gane, elegirán a los comandantes necesarios para dirigir en la próxima guerra.

–Mis hombres, mi Rey, están listos, los 35.

–No Laurel, tus hombres ya no me dan la confianza, elegirás a otros.

–Si mi Rey.

–¿Y tú?– preguntó volviendo a mirarme.

Realmente nadie creía en nosotros, los soldados del Rey habían estado años siendo soldados, otros ya no estaban en la edad para luchar, degastados, viejos y definitivamente rotos.

–¿Has pensado quienes serán tus hombres?

–Si mi Rey, verá a algunos este día.

–Bien, concederé el primer mandato sin consecuencias al que gane– dijo seriamente mirando a la Reina– pueden retirarse.

El Rey, no llegaba a darme tranquilidad, era extraño y cambiaba rápidamente su estado de ánimo. Se mostraba indiferente a la mayoría de las cosas que ocurrían en su Reino, por otro lado, la Princesa sentada al lado de su madre se veía hermosa, ¿Cómo era posible que ella haya sido engendrada de estas dos personas?

–Tanta seguridad en que perderemos– dijo Cathal acercándose a mi oído mientras caminábamos hacia la escalera.

–¡Soldado!– gritó Laurel detrás de nosotros, su voz era grave y tenía gran volumen.

Voltee a verlo, era más alto que yo, robusto, tenía una barba descuidada, desteñida, sus cejas eran pronunciadas y su pelo lo mantenía suelto llegando a sus hombros. Su mirada por otro lado me mostraba la confianza que se tenía en él.

–¿No creerás que me derrotarás cierto?– su pectoral lo apoyó en el mío y me miró de cerca intentando intimidarme.

–Laurel, deja eso para más tarde.

–Mi Rey, estos solo son niños– rio volteando a mirarlo pero luego volvió a mirarme– ¿Me escuchas?

–Sí- contesté bajando mi cabeza y di unos pasos hacia la escalera.

Cathal estaba enojado, serio como era difícil de ver, pero no podíamos hacer nada, después de todo aun solo éramos unos soldados.

El ambiente se ponía tenso, el cuerpo pesado y las palabras de este hombre despertaban me instinto sediento de sangre.

–Leo– volvió a llamarme, con esa voz tan áspera, pero esta vez, al voltear, solo pude ver su mano derecha empuñada hacia mí y caí sentado en el suelo con mi mejilla izquierda ardiendo.

–Arg- solté un gruñido.

–¡Laurel, basta!– gritó la Princesa poniéndose de pie.

–No eres tú a quien recibo órdenes.

Levante mi mano y detuve rápidamente el actuar de Cathal que tomaba firmemente la empuñadura de su espada.

–Lo primero que haré será cortar tu cabeza– dijo mirándome desde lo alto.

Realmente para este soldado era algo muy personal, me refiero a que había tomado de mi la amargura y me había hecho realmente un rival que no tenía idea, quien y como era yo. No tenía respeto para nadie, trataba al Rey sin cuidado y así, lo hacían todos sus hombres, era realmente un desperdicio de vida y de aire.

–Déjalo ya– ordeno el Rey al ver a su hija puesta de pie y mirándolo enojada.

–Laurel– me puse pie–nos vemos en la arena– le dije mientras pasaba mi mano por mi mentón donde había caído sangre de mi labio.

Bajé mi rostro y lo miré atentamente. Podía sonreír, pero no lo hice, causarle más molestarle a la Señorita no era mi propósito, pero algo tenía bien en claro, Laurel se arrepentiría de sus acciones.

El solo abrió sus labios como si intentara decir algo pero guardo silencio y miró la arena, fue entonces que me marche. Sabía lo que mi mirada hacia en las personas y era justamente la reacción que quería provocar.

–Hijo de puta, ¿Cómo se atreve?– regañaba Cathal– se arrepentirá de esto.

–Ya Cathal, olvídalo.

–¿Olvidarlo?, te ha dado un buen golpe, bastante tiempo ha pasado desde que alguien ha intentado darte y permanecer vivo los próximos segundos.

–No estamos es Liastian, Cathal.

–Sí, pero...

–Ya Cathal– lo interrumpí– ni lo esperaba, pero recuerda que también lucharás, espero que no te afecte.

–Déjame verte– se detuvo al frente mirándome aun con el ceño fruncido.

Y lo miré, no podía dar un paso más hasta que este pequeño hombre me revisara, era la única persona que me conocía y sabia como controlar mis impulsos. Mis acciones, mis enojos y lograba que mis pies siempre estuvieran en la tierra.

–Eso se verá mal a la noche– dijo sacando con su dedos la sangre de mi labio.

–Cathal, no hagas eso aquí, la gente tendrá ideas equivocadas.

–Está bien, respetare eso, pero te trataré después.

–Necesito que lleves una información a nuestros hombres.

–Te escucho– se detuvo intentando tomar mis palabras con determinación.

–Escucha bien, los jóvenes pueden dar mayor fruto, su crecimiento puede cambiar, pero, un hombre adulto, un hombre viejo, jamás podremos inculcar otra forma de vivir.

–Entiendo tus palabras, jóvenes si, adultos no.

–Exacto, si no aceptan cambiar, ya sabes lo que deben hacer.

**********************************

–¿Por qué te preocupa?– preguntó mi Padre.

–No me preocupa, solo si quieres que esto sea limpio, no tenías por qué dejar a Laurel que haga tales acciones.

–Esto es cosa de soldados, no de mujeres– dijo Laurel desde el otro lado.

–Basta, te he dicho que no le hables así a mi hija– la voz de mi Padre subió de tono y Laurel bajo su rostro.

Me puse de pie y me acerque a la orilla apoyando mis brazos en una espacie de baranda de madera, estaba un poco preocupada, Leo no reaccionó, acaso ¿Siempre era así de tranquilo? ¿O es lo que quiere que todos pensemos?, estaba harta del trato de los soldados de mi Padre, mis soldados personales eran los únicos que se salvaban, eran cordiales, obedientes y aunque a veces opinaban sin permiso, jamás me habían faltado el respeto.

–Princesa, por favor siéntese, daremos comienzo– dijo Loreas el consejero más fiel de mi Padre.

Obedecí de mala gana, mientras, la Reina sonreía mirándome intentando hacerme enfadar, pero, en cambio mi Padre se mantenía firme mirando a su pueblo, su rostro relajado no mostraba lo que sus manos impacientes reflejaban. Por un momento al verlo pensé que realmente, el gran Rey Thion temía por su General.

–En el nombre de su Majestad la Reina y el Rey– dijo Loreas hablando fuertemente, las personas rápidamente comenzaron a guardar silencio escuchando atentamente– daremos comienzo a estos juegos, pidiendo a los dioses y a Tir que nos complazca en elegir a los soldados destinados a llevar este ejercito a la victoria contra el Norte– Loreas hablaba muy bien, extendía los brazos y las personas se enaltecían cada vez que este se dirigía a ellos– las reglas son simples, la lucha comenzara al bajar la bandera roja, y terminara con la sangre de uno de ellos en el suelo.

–Mi Rey ¿Lucharan a muerte?– miré a mi Padre asombrada, hacia bastantes años que él no permitía este tipo de cosas.

–Si Princesa, aunque– dijo echándose en su asiento mientras acariciaba su barba– fue un acuerdo entre ese chico y Laurel.

–¿El líder de esos hombres lo ha aprobado?– preguntó la Reina– debe tener sus secretos después de todo– me miró mientras sonreía. Mi Padre no escuchó lo último, era evidente el interés de ella hacia Leo, pero también surgía en mí el interés de saber cómo era realmente.

Los primeros hombres comenzaron a salir, la gente sin duda se mofaba y maldecía a los extranjeros, mientras los nuestros se vestían con enormes armaduras, donde la espada solo podía atravesar en los recovecos de estas, los hombres de Leo se presentaban con pectorales y brazales, algo poco eficaz.

–¿Es una burla?– dijo mi Padre sentándose derecho– Laurel, ¿Cuando salen tus mejores hombres?

–Después del quinto encuentro.

–Lands– dije.

–¿Princesa?– dijo acercándose uno de mis soldados personales y bajó su cabeza con tal de hablarle sin que me escuchen los demás.

–¿Qué opinas?, estuviste ahí para poder tener una opinión de Leo y sus hombres. Dejando de lado el mal momento que les hice pasar y talvez los celos ante ese hombre, dime ¿Realmente crees que ganaran?

–Ese hombre puede ser muy bueno para alardear.

–No te estoy preguntando por él, sino por esas luchas entre los hombres de mi Padre, incluyéndote y los hombres extranjeros.

–No podría responder.

–Explícate– lo miré, vi su expresión intentando de encontrar palabras adecuadas, pero estaba incómodo y un poco molesto. Por otro lado, la lucha había comenzado, pero no le presté atención. Solo quería saber la opinión de un soldado que no era como todos y mucho menos corrompido por Laurel.

–Si medito fríamente sobre lo que es ser realmente un soldado, puede ser que estos hombres sepan perfectamente lo que es serlo, pero no tienen experiencias, dudo que sus espadas se hayan manchado con sangre.

–Pero Lands, todos sabemos que Tioma cría a estos hombres siendo unos niños, desde muy temprana edad, tal vez sus manos ya han sido manchadas mucho antes de alcanzar la pubertad.

Lands me miró asombrado, entendía que nadie aquí se había puesto a pensar sobre lo que realmente podíamos enfrentar. Si estos hombres estaban en Cretos y se revelaban podíamos terminar acabados.

–Entonces, si sus palabras son ciertas– dijo poniéndose de pie– no creo que salgamos bien de esto.

Nuestras palabras comenzaron a ser realidad, los primeros hombres realmente fueron masacrados, tardaron bastante y los guerreros de Leo sufrieron una que otra herida, no significativa para sus vidas, pero en cambio los hombres de Laurel no tuvieron oportunidad alguna de blandir su espadas

–Son buenos– decía mi papa sonriente mientras agarraba su mentón.

Laurel se veía enfadado, su rostro se enrojecía y su respirar se aceleraba mientras apretaba fuertemente los dientes.

–Laurel baja a prepararte– le ordenó mi Padre y este un poco testarudo tardó en obedecer.

–Princesa– dijo Lands y voltee a verle– usted ha dicho las palabras adecuadas.

–Acércate– ordené con autoridad– dime ahora, ¿Lo odias por cómo es o por lo que aún no puedes saber?

–¿A su líder?

–Sí.

–No confió en él, Princesa.

–¿Quién confía en el?, ha llegado hace poco tiempo, creo que nadie en su sano juicio daría su confianza tan rápidamente.

–Pensé que usted sí, al ir a buscarle.

–No, yo confiaba en ustedes y confió en mí. Mi intuición me dice que no es un mal hombre, quizás te termine agradando, además de ayudarte a ser mejor soldado– sonreí, él pareció entenderme. Lands también era joven.

El cuerno rápidamente sonó y esta vez solo entró un soldado de cada bando.

–Kouro- susurré, no estaba segura de su nombre pero era algo así, extraño– Padre.

–Dime hija– dijo sin sacar la mirada de los soldados.

–Aquel hombre, es uno de los soldados más cercanos del Líder.

–Puedo notarlo– dijo pensando en voz alta– es bastante grande y fornido, intimida bastante.

La gente guardo silencio asombrados de este hombre y la cicatriz en su rostro, se veía tranquilo aunque su rostro estaba bastante serio. Pero lo que más asombro nos dio, a todo espectador, fue que no llevo ningún arma y se puso al frente de su contrincante con sus manos a los costados.

–¿Esta loco?– mi Padre se puso de pie y me miraba constantemente como si yo conociera a estos hombres y le tuviera respuesta a cada una de sus preguntas. Me puse de pie y caminé a la orilla. Allí pude ver a Leo junto a Cathal, se encontraba observando seriamente hacia la arena con sus brazos cruzados.

Fue entonces que la bandera se bajó, el soldado de Laurel no tardó un segundo en alzar su espada y atentar contra su contrincante, pero para su mala suerte el hombre de Leo manejo la situación de la mejor forma. Mientras sonreía macabramente alzó su brazo derecho horizontalmente y la espada calló en sus brazales luego con su mano sin atención, tomó del cuello de este hombre y lo levantó. Fueron solo dos movimientos y había dejado indefenso al soldado de Laurel, sin duda, este hombre tenía la suficiente fuerza para levantarlo en el aire y triturar su cuello con solo una mano. Un monstruo.

Mi Padre se había puesto de pie y se había acercado al borde mientras tapaba su boca sonriente, estaba fascinado. Estos eran los mejores hombres de Laurel cayendo como lo hacen las hojas en otoño.

–Es impresionante mi Señor–dijo uno de los consejeros.

–Ese hombre es temible.

–Oh Thion, esto es suficiente– reclamaba la Reina mientras se tapaba la cara, ella odiaba ver sangre.

–Lo es, pero en una guerra no usara solo sus manos, deseaba verlo luchar con armas.

–Lo veras, lo veras Loreas, ¡JA!, esto es magnífico– gritó mi Padre levantando sus manos.

Se podía notar la gran diferencia de los soldados de Leo con sus soldados personales, no estoy diciendo que los soldados normales de él eran malos, sino que eran bastante bueno en lo que hacían. Sabían manejar muy bien la espada e incluso ocupaban el terreno, el peso de sus cuerpos, todo para obtener la victoria pero los otros, los otros eran sin duda un arma mortal.

Fue entonces que comenzaron a salir los demás, Eiric sonreía cuando su espada bailaba entre la piel y el cuero de sus contrincantes, Marlen uso un hacha doble, eran lo suficientemente fuerte y afilada para cortar las extremidades limpiamente, luego salió Luca y Thiao, fue uno de los mejor que vimos.

–Son asombrosos– reía excitado mi Padre, con cada muerte reía a carcajadas junto con la multitud que enaltecía, todos sabíamos que entraban 2 y salía 1 y si entraban 4 salían solo 2– Dime sus nombres hija mía

Mi padre se había enfado cuando supo que había salido de las murallas pero ahora parecía que aquello había dejado de ser importante y creía que yo podía recordar cada uno de sus nombres.

–Oh Padre, su líder los presentara.

–No los olvidare, esto es fantástico.

–No te diré sus nombres, pero si te diré, ninguno de estos ha podido con el líder.

–¿Qué?– dijo sorprendido.

–Eso dicen los soldados– me encogí de hombros. Mis palabras no eran con certeza verdaderas, no si mis ojos aun no podían verlo en una lucha seria, y con ansias esperaba verlo este día.

–Laurel no podrá.

–Padre, ¿Cómo puedes hablar así?, Laurel es un tonto, pero te ha servido por bastantes años.

Thiao y Luca habían pasado a la arena y tomaron gran distancia entre ellos, Luca sostenía dos manglares en cada mano, estas tenían poca empuñadura con unas grandes y fuertes cadenas y sosteniendo al final de estas, había una cabeza de maza con púas, Thiao solo llevó un arco y dos flechas. No vi en su rostro inquietud ni ansiedad, solo estaba tranquilamente sonrientes.

La bandera se bajó y rápidamente Luca alzo sus armas al aire y las comenzó a girar en torno a él, tenía gran control con ellas, sabía dónde iban. La coordinación de sus brazos y las cadenas hacían que estas no chocaran entre si, las enormes mazas se perdían haciendo un brillo a su alrededor.

–¡Ese es un niño!

–No Padre, es el más joven pero míralo, debe saber lo que hace.

De vez en cuando Luca ladeaba su cabeza y la cadena pasaba por ella, uno de sus contrincantes intentó acercarse pero la masa rápidamente cayó cerca de sus pies, dio un paso atrás.

¿Cuánta fuerza debe tener ese hombre?

La masa era pesada como para golpear la arena y volver a girar por el aire, las enroscaba en sus brazos, en su cuello con tal de hacer los giros más pequeños cuando uno de sus enemigos se acercaba, solo cambiaba su ritmo y las masas como grandes serpientes le obedecían. La arena se levantaba con la rapidez de estas, se podía ver como la arena se dividía haciendo pequeños rasguños que formaban un pequeño círculo, tenía un radio de casi 2 metros donde nadie lo podía tocar. El mismo soldado se detuvo con una cuchilla en sus manos y las lanzo a Luca que lo miraba atentamente, pero como lo esperaba, el cuchillo chocó antes de acercarse y cayó al suelo, era impenetrable. Para estos soldados un nuevo baile que ninguno de los presentes había podido ver jamás.

Fue entonces que con tranquilidad Thiao camino a él, Luca lo miró un momento y sonriendo su mano izquierda cambio a otro ritmo y dejando que su compañero entrara.

–¿Cómo?

–Pregúntale después– caminé junto a mi Padre–¿Los apruebas?

–Eso ya no se debería preguntar, la Reina de Liastian, sabe bien lo que hace, me arrepiento de no haber podido firmar los pergaminos mucho antes?

–El Norte será tuyo Padre– sonreí.

–Eso, eso es un hecho.

Los soldados eran incapaces de acercarse y uno de estos se acobardo, gritando blasfemias soltó sus armas y corrió al otro extremo de la arena fue entonces el turno de Thiao. Alzó su arco y sacó una flecha apuntando entre las cadenas que aun giraban a su alrededor.

–Ese es el hombre que dijiste que se especializaba en el arco.

–Sí Padre, pueden luchar con cualquier cosa, pero tienen claro sus especialidades.

–Está bastante lejos ¿Cómo lo hará para no chocar con las cadenas de su comp...?

Mi Padre no alcanzó a terminar sus preguntas cuando el hombre callo a la arena con la flecha en su espalda y al mismo tiempo Luca estiro las cadenas a su espalda. Caminó al otro soldado llegando a tiempo para estirar ambas cadenas por su cabeza. La fuerza centrífuga llevó a que estas giraran con fuerza a su derecha y callera con todo en el rostro del pobre hombre haciendo pedazos el casco.

**********************************

Reímos al verlo.

–¡Vamos hombres!– gritó Cathal.

–Cathal– lo llamé.

–Dime Leo.

–He decidido que no lucharás esta vez– el no pareció sorprendido

–Bien, debo asumir que no quieres compartirme con tantos ojos.

–No lo digas así–reí.

–De todas formas no tenía ganas de luchar, vamos Laurel esta caminando a la arena.

La gente comenzó a gritar con locura, tiraban flores y agua a la arena mientras que Laurel como ya había dicho Cathal, había entrado en la arena.

–Lo aman– dijo Eiric acercándose a mi lado mientras lo observábamos.

–No, ellos solo quieren ver la lucha del General. Apostaría mi cabeza.

–Leo.

–Si Cathal, apostaría mi vida a que toda la gente de aquí lo único que hace es temerle.

–Leo no te pongas a jugar, tomate esto en serio– decía Cathal preocupado.

–Tranquilo hermano– lo agarré de las mejillas y le sonreí– mi cuerpo no saldrá herido hoy.

Estaba emocionado, quería saber la fuerza del General de Cretos, tenía que tener algo especial, digo, para tener tal título, alguna habilidad, algo que lo haga distinto al resto, por fin me volvía a sentir libre y excitado, ¿Alguien digno de enfrentarme?

Le pedí a Eiric y a Kurok que sacaran mi pectoral, quedándome solo con los brazales, la ropa ligera que estaba dentro de la armadura y las botas.

–Ten cuidado– volvió a decir Cathal yo solo le sonreí y entré solo, con una daga de hoja curva que tenía entre la armadura.

**********************************

–¿Qué está haciendo?– preguntó mi Padre asombrado– este hombre esta demente.

La gente lo desaprobó rápidamente, por algún motivo querían a Laurel, yo creo que era solo porque lo conocían, el hombre era arrogante, mezquino y déspota. Abusaba constantemente de su superioridad con las personas incluso con sus soldados. Los golpeaba y los encerraba si no cumplían con sus mandatos, mandatos que eran triviales a las cosas del Reino.

¿Cómo podía ser tan confiado este hombre?, ¿Era bastante presumido o solo quería estar más cómodo sin armadura? Arriesgar su vida de esa manera era de temer, un buen hombre que caería en la arena por negarse a proteger su cuerpo, sería absurdo y también será el hazme reír del pueblo. La credibilidad de Liastian estaba en esta última batalla, donde un hombre cubierto por metal se enfrentaba a uno que no llevaba casi nada.

**********************************

–¿Te crees tan importante como para venir así?– gritó Laurel cuando me vio entrar– eres un niño inmaduro, ven aquí yo te enseñare lo que haces mal.

La sangre fluyo con más rapidez, la adrenalina se apoderaba de mi cuerpo y mis manos se apretaban constantemente de emoción.

Fue entonces que la bandera se bajó y yo que aún no llegaba al centro del lugar, corrí. Corrí con la rapidez que tenía y en solo segundos ya estaba al alcance del General, este al verme sacó sus dos espadas y se inclinó listo para atacar.

–¡No puedes venir de frente!– gritó sonriendo y alzo sus espadas, ambas se juntaron alfrente y se separaron.

Yo solo frene mis piernas y tiré mi cuerpo atrás mientras con mi mano derecha enterré mis dedos en la arena.
Frene la velocidad en que mi cuerpo iba, las espadas pasaron sobre mi rostro mientras veía el cielo completamente despejado. Laurel pareció sorprendido, pase por debajo de él, mientras la arena y la tierra se había levantado como una gran nube que envolvió todo nuestro alrededor. Llegué detrás de él y con rapidez me apoyé en mis dos manos, justo cuando el volteaba su cuerpo para verme. Lo golpeé con mis dos pies lanzando su casco por el aire. Laurel dio unos pasos hacia atrás tocando su nariz ya ensangrentada.

–Así te veré mejor Laurel– me puse de pie.

Era aburrido cortar a alguien y sin poder ver la expresión que hace su rostro al dolor.

–¡Te mataré!– gritó empuñando una de las espadas y corrió a mí.

Esquivé su ataque, pero estaba deprimido, era como todos los demás.

–¡Atácame!– volvió a atacar. Su espada llegó a mi brazo derecho y con el brazal se deslizo sin problema fuera del alcance de mi cuerpo.

–Dime Laurel, ¿Temes morir?

–¡Cállate!, jamás serás apto para ser General. Solo eres un niño.

–Un hombre, que te demostrara lo que es ser realmente un líder.

**********************************

Leo y Laurel llevaban una lucha lenta y sin tantos altercados gracias a Leo que siempre lo esquivaba, pero este no daba un centímetro atrás, y era el General que al final daba paso atrás, volviendo a blandir su espada intentando poder derramar sangre.

"No lo quiero muerto"– fueron sus palabras– "No puedo acabarlo"

Leo debía saber muy bien lo que hacía, lo que haría y lo que no iba a poder hacer, sus palabras eran una orden para cada uno de nosotros. En silencio estuvimos pendiente no de como luchaba, ni de sus movimientos, ni sus palabras sino, su rostro en especial sus ojos que delataban su sed de sangre.

**********************************

El pobre hombre estaba agotado, el vals que se llevaba cabo en una pelea siempre es más grato de hacer antes de comenzar los ataques, en una lucha cuerpo a cuerpo como esta ocasión siempre era mejor cansar al contrincante y solo esquivar sus ataques donde con cada ataque su fuerza comenzaba a debitarse. Por lo contrario si esto fuera parte de la guerra, lo hubiera acabo antes de decir alguna palabra.

La nariz de Laurel sangraba por la patada que le había dado y tenía arena en la mejilla derecha, sus piernas pronto iban a desfallecer en el medio de toda la multitud que aun gritaba por más sangre.

Entonces fue el momento que había planeado, puse mi daga con el filo hacia afuera y la agarré de tal forma que quedo apegada a mi brazo.

–Viejo

–¡¿A quién llamas viejo idiota?!

–Haré que pagues por todo lo que has hecho, ¿Crees que lo has hecho bien?

–Ven aquí hijo de...– sus palabras no alcanzaron a terminar.

Fui a él con toda la fuerza que aún me quedaba, corté su espalda, luego la parte posterior de su rodilla y cayó.

Sentía poco a poco como mi cuerpo comenzaba a desesperarse, a anhelar sangre. Cuando estiró la mano le corté los dedos. Sangre roja comenzó a caer por su mano mientras trató de cortarme con la otra espada. Pero no era suficiente. Mientras mis ojos comenzaron a ver la sangre derramada un solo pensamiento llegó a mi cabeza.

"Más, quiero más"

Esquivé su ataque mientras se quejó con fuerza, y está vez mi daga le rebanó completamente la muñeca. Un chorro de sangre comenzó a teñir mi ropa mientras mi sonrisa se dibujaba excitada por aquella escena. La mano cayó a metros de nosotros.

–Ahh– gemí excitado. Miré el cielo tratando de buscar la forma de calmarme. No podía matarlo.

–Mátame de una vez– dijo aún arrodillado en el suelo mientras apretaba su brazo.

"Un gran León acabado por un halcón que lo despedazaba lenta y tortuosamente"

–Tengo...– dije jadeando cómo perra en celo– ...una tarea para ti Laurel.

–¡Púdrete!– dijo apretando los dientes por el dolor que le había causado.

No podía mirarlos, más me excitaría ver su rostro.

–No, no morirás hoy, necesito tus conocimientos y tú vida– dije mirando a mis hombres con una sonrisa– pero esto es lo mínimo para un traidor como tú- me acerque a su rostro.

Dioses

–¿Qué quieres de mí?

–¿Crees que no me he dado cuenta quien era, el que mandaba a los soldados a la Reina?

–Ellos te lo dijeron.

–No, lo deduje por sus expresiones al nombrar tu nombre, esta demás tener miedo a que esto se divulgue, pero ¡Mira!– sonreí poniendo mi dedo índice en mis labios- yo no diré nada.

**********************************

Sin duda era un perro acorralado, Leo no había hecho más movimiento que tres y había prácticamente acabado con este hombre. Podíamos ver en su rostro como se divertía y sonreía con sus ojos abiertos como sorprendido, era un poco aterrador pero Laurel aun intentaba mantenerse firme.

**********************************

–Ahora dime Laurel, tus hombres ¿Te respetan o te tienen miedo?– él no contestó.

Estaba un poco ansioso de lo que había logrado, no lo quería muerto porque este hombre aunque había hecho algunas cosas inapropiadas y comandado de mal manera;  sabia de guerra, del territorio y negocios. Me sería muy útil tenerlo cerca

–Servirás a mis hombres y a mí.

–¡Antes muerto que servirte!

**********************************

Leo le dio la espalda y caminó a nosotros mientras los soldados de Laurel lo llevaban a arrastras hacia la salida, y por otro lado la gente pedía a gritos la muerte. El estúpido soldado herido comenzó a gritar blasfemias al aire, la cara de Leo cambio rápidamente y se detuvo a un paso de nosotros.

–Leo, déjalo no lo escuches.

–Trata de provocarte– le dije tocando su hombro.

Todo el ejército, todos nosotros lo queríamos, lo respetábamos con orgullo pero también le teníamos un poco miedo cada vez que este ponía esa mirada asesina, era como si entrara en un frenesí sin control que incluso algún día atentaría contra nosotros, gracias a eso, la confianza ante este hombre debía ser absoluta.

–¿Tu madre te dejó por puta cierto?– dijo Laurel.

Leo pareció enojarse un poco pero no volteo y pasando por nuestro lado siguió su camino, hasta que de nuevo Laurel volvió a blasfemar.

–Perro estúpido, si tuviera la oportunidad de conocer a tu madre la cogería una y otra vez por puta, eso es– hizo una pausa y luego continuo mientras observaba las reacciones de Leo– ¿Cierto?, ¡Te molesta porque sabes que es cierto!– dijo mientras reía.

Mientras que la situación aquí abajo se volvía tensa, la voz del concejero del Rey resonaba por el lugar dando término a este torneo y dando a conocer a todos que el General Laurel dejaba el título, lo escuchamos por momento mientras sonreíamos, pero al ver la cara de nuestro nuevo General, con gran rapidez lo agarramos.

–¡¿Qué has dicho?!– gritó mientras caminó hacia Laurel.

–¡Leo!, no lo quieres muerto recuerda– Kurok se puso detrás de él y lo agarró de ambos brazos y yo me puse al frente mirándolo, pero él se había concentrado en Laurel como un halcón que tiene fijado su objetivo.

Pero tardo unos minutos cuando cerrando sus ojos me llamó.

–Cathal– dijo tomando una gran bocanada de aire y tranquilamente suspiro– muévete.

No, realmente no lo quería muerto y yo sabía cómo leer su lenguaje corporal, me hice rápidamente a un lado obedeciendo su orden y Kurok me miró un momento para luego soltarlo. Leo era impredecible para muchos pero no para mí, sus cejas y su nariz se relajaban cuando no iba enserio por lo tanto sabía que no iba con la intención de quitarle la vida.

Los soldados que reían sosteniendo a Laurel, pero a ver a Leo acercarse rápidamente sacaron sus espadas y miraron a Leo, nosotros solo nos quedamos detrás, fue la primera vez que estos hombres veían esa mirada... la mirada de un asesino a sangre fría y poco piadoso.

"La mirada de Leo era un huracán, un agujero profundo de oscuridad y maldad. El infierno mismo reflejado en una sola mirada, y era esta la que hacia que los hombres se postraban a sus pies. La misma mirada de su madre, él era poder, él era autoridad, él era un hombre peligroso con una belleza incomparable"

Así era Leo, bueno con los suyos, sus hombres era su prioridad, podía incluso dar la vida por nosotros, yo realmente preferiría morir antes de tenerlo como enemigo. Era cruel, tirano, salvaje, para todos los que se ponían en contra de él. Desde muy pequeño había sido así por lo tanto no nos sorprendía.

Leo caminó a Laurel y los soldados no tuvieron palabra ni respuesta ante el acercamiento de este hombre, solo quedaron ahí sorprendidos

–Esa mirada– dijo Laurel boquiabierto mientras era sentado en el suelo.

–Mi madre te manda saludos– dijo agachándose a su altura–cuida de tus palabras. La próxima vez que hables de ella con tanta libertad no tendré piedad de ti y tu muerte no llegará cuando la pidas– mientras Leo se ponía de pie, la actitud de Laurel cambio radicalmente, se veía con un gran miedo, tapó su boca y sus ojos se nublaron.

¿Acaso sabe quién es Leo, ahora que lo ha visto molesto? O quizás, ¿Sabe quién es la madre de este gran hombre?




Próximo Capítulo 6.- El Nuevo General.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro