48.- Visita Imprevisible
—Son de Oriente estoy seguro— dijo Kurok mirando por un catalejo.
—¿Habrán sabido de la fiesta?— pregunto Eric quitándole el catalejo.
—Sí no han sido invitados entonces que significa eso— dije acercándome a Dalia.
—Quiero que desplieguen a los soldados, que todos estén alertos ante la más mínima acción no duden en borrarlos del mapa.
—¿Y si vienen en paz?
—Eso no lo sabemos Thiao y prefiero tratarlos neutralmente.
—Dalia— dijo Thion abriendo la puerta— ¿Es Oriente?
—Me parece que sí— contesto ella mientras fruncía un poco el ceño mirando por la ventana. No tardó en llegar Leo entrando aún con ropa ligera.
—¿Informes? — dijo dirigiéndose rápidamente a ver por el catalejo.
—Son 6 barcos y en una hora estarán tocando tierra— dijo Lucas.
—Leo— dijo su madre acercándose— ¿Conoces el rostro del Príncipe? ¿Alguien lo ha visto?
El negó con la cabeza. Oriente era uno de los Reinos más alejados de Cretos. Tenían costumbres bastante extremistas y extrañas. Creían en la brujería más allá de los dioses y tenían dioses propios.
El Rey Amurs había muerto a manos de Thiao en el asalto a los barcos y eso era un tema bastante preocupante. No podía creer que algo como eso se nos fue de las manos. Dalia sin duda hubiera mandado espías a investigar y así evitar otra posible guerra en Cretos.
—Reafirmen la guardia. Quiero a todos los reyes en el salón del Este de forma urgente— dijo ella caminando a la puerta seguida de Burak— Leo ve a ponerte la armadura y está de más decir que lo tuyo tendrá que esperar.
—Si madre— dijo caminando también a la puerta.
—Escúchenme bien— dijo la Reina deteniéndose y volteando a mirarnos— esperen mi señal y no perdonen a nadie.
—Sí Reina Dalia— contestamos a coro bajando nuestras cabezas.
Era poco el tiempo, pero Dalia ya había comenzado a hacer sus planes, sus palabras fueron claras. Mataría a cada uno del que venían en ese barco y cambiar su decisión no era nada fácil. Si Oriente venía en son de paz, era bastante difícil de creer, y no solo porque habían intentado secuestrar a los barcos y a la Princesa Helina, sino porque una visita sin ninguna carta de aviso era sin duda una falta de respeto.
Habría otra guerra en Cretos eso ya no se dudaba.
—Leo— lo llamé acercándome a él. El rápidamente volteó— ¿Cómo te fue con eso? ¿Ya se lo pediste?
Leo sonrió un poco y me guiño un ojo para luego volver a caminar. Miré detrás de mí y Thion me miraba con seriedad— claro, no dirías nada en presencia del— pensé.
**********************************
Los invitados no tardaron en enterarse de todo y como era de esperarse rindieron lealtad a Dalia, pero ella no estaría tranquila esperando apoyo de tierras que después tendría que devolver su lealtad. Debía mantenerse Neutral ante todos y como ahora Cretos era de ella, esto era personal. Prohibió que los demás Reinos se involucran, y dio órdenes específicas para que ellos cumpliera aquello.
No tardamos en reagruparnos en la entrada del Castillo, no todos los Príncipes y Reyes pudieron estar. Los demás aguardaron en el gran salón a que Dalia una vez de dar la bienvenida volviera junto Thion a tomar el trono.
Estaba nerviosa, no quería otra guerra, no quería otra pelea y problemas. Mis manos tiritaban y lo único que podía pensar era que llegarán y se fueran por donde vinieron. Rodeaba una y otra vez el anillo en mi dedo, en momento como estos solo quería estar a su lado para que me ayudara a calmarme. Jamás pensé que lo vivido pudiera hacer estragos en mi cuerpo, pero si lo había hecho.
—Princesa Helina— sentí la voz del Príncipe Héctor a mis espaldas.
—No es el momento Príncipe— dije mirándolo de reojo. Para mí mala suerte se puso justo detrás de mí. Al esperar la llegada en los escalones, podía sentir claramente su respirar en mi cuello.
—¿Esto es emocionante no lo crees?
—¿Cuantas veces has estado en una guerra? — él no contestó así que asumí que su respuesta era "ninguna"— no sabes de lo que hablas.
—Príncipe Héctor ¿Estás interesado en la Princesa Helina? — dijo Theodore que estaba justo a su lado
—Claro ¿Y quién no? Le pedí que fuera mi Reina, pero ella aún se hace de rogar.
—Es porque no le interesas— dijo Theodore poniéndose a reír.
Leo, pensé en él y comencé a buscarlo, vi a su madre y a mi padre, pero no estaba él. Ansiaba que estuviera conmigo.
—La Princesa Helina me dirá que sí, espera nomas.
El tiempo era tan lento, miraba mis pies y sentía que mi corazón comenzaba a latir con rapidez, mis piernas pronto comenzaron a debilitarse. Respire por aire para no desmayarme, no quería hacer una escena, pero tampoco podía controlar la reacción de mi cuerpo. Miré el cielo y cerré mis ojos para tratar de calmarme.
—Respira— Leo llego justo a mi espalda y sentí como se apegó a mí y me dio un beso en el cuello.
—¡HEY! Tienes todo el lado de allá para ubicarte, o anda donde tú madre. No puedes venir y empujarme como lo has hecho— reclamó Héctor.
—Príncipe Héctor— Leo rodeó mi cintura y a la vez volteó a ver al Príncipe— ¿Recuerdas la advertencia que te hice?
—No te he vuelto a llamar perro— dijo entre dientes.
—Te hago otra. No te vuelvas a acercar a mi mujer— dijo con una voz bastante tranquila antes de voltear a mí— Tienes que estar tranquila— me habló en mi oído.
—Me falta el aire, te juro siento que voy a desmayarme— dije apoyando mi cabeza en él.
—Respira profundamente y ve botando lento. Si te desmayas yo estaré aquí para tomarte.
Le hice caso y él no se movió de mi lado. Cordialmente puso su brazo sujetándome la cintura, pero con su mano empuñada para no tocarme. Sabía que debíamos mantener nuestra postura antes de nuestro matrimonio.
**********************************
—Dalia, controla a tu hijo— escuché la voz de Thion y rápidamente mire hacia un costado donde Leo estaba justo detrás de Helina, bastante cerca, no había centímetros entre el pectoral de Leo y la espalda de ella. Dalia también volteo a verlos.
—Tardaran para que la ceremonia se lleve acabó, pero lo bueno es que ya dejaron de discutir.
—Tu facilidad de llevar estos asuntos con seriedad me molestan. Asumes como si ya te he dado la mano de mi hija.
—Thion ¿Quieres tú Reino de vuelta? — preguntó ella mirándolo de frente. El solo apretó los labios y le desvío la mirada— Tú fuiste joven al igual que yo. Lo que veo yo ahora— dijo mirando otra vez hacia su hijo— es que tú querida hija no soporta la idea de una guerra. Si tú no te has dado cuenta de eso pues mi hijo lo hizo.
—Ella ha vivido rodeada de guerras, sangre y sigue siendo una mujer espectacular.
—Sí Thion de eso no tengo dudas, pero nunca vio a Cretos caído a punto de ser arrebatado por otro Rey. ¿Has hablado con ella sobre ese tema? ¿Por qué crees que vómito en la cena cuando mencionamos a Oriente? Sé más padre que Rey, Thion, se más padre, eso necesita ella. Cathal.
—¿Si mi Reina?
—Necesito que Leo este aquí, si ella se descompensa acompáñala, y que él vuelva. No puede perder la cabeza solo porque es ella.
—Sí mi Reina.
Me quedé observando, me gustaba ver cómo los dos comenzaban a actuar como una real pareja. Leo estaba pendiente de ella y aunque su padre no se había dado cuenta, el sí lo había hecho llegando a reconfortarla. Los observé intentando ver también su mano con el anillo que él le había dado.
**********************************
—Leo, nos estarán mirando— dije aún apoyada en él y acercando mi boca a su oído.
—No importa, eso ya no importa ahora ¿Debería soltarte un poco el vestido?
—Leo— dije su nombre y mi vista comenzaron a mostrarse puntos azules— voy a desmayarme...
**********************************
Helina se veía bastante afectada. La había estado mirando de lejos, veía que constantemente miraba el cielo y respiraba con rapidez mientras cerraba los ojos. No era fácil vivir lo que ella había vivido antes de nuestra llegada así que supuse que Oriente la pondría mucho más nerviosa.
Note otra vez al príncipe Héctor detrás de ella. No era un contrincante en el cual podía preocuparme, pero si merecía una buena paliza para ponerlo en su lugar. Ella era mía y no pensaba compartirla con nadie.
Me acerqué haciéndome paso entre los soldados y luego uno que otro Rey hasta que llegué a su lado. Ella no se dio cuenta de mi presencia y empuje un poco a Héctor posicionándose en su espalda.
Alce mi brazo izquierdo y a la viva mirada de otra mujer a su lado la rodee.
—Respira— le dije en su oído para luego darle un beso en su hermosa piel. Sentí como ella dejó caer un poco de su peso en mí.
No quería deshonrarla delante de tanta gente asiqué en cuando la pude sujetar con firmeza cerré mi mano para no tocarla. Mi otro brazo quedo a mi costado y seguí mirando como si nada pasará hacia el mar.
Ella estaba bastante agitada y sentía como su cuerpo daba pequeños espasmos. Debería desabrocharle el vestido, pero eso sí sería muy mal visto.
No tarde en sentir como su cuerpo se fue apegando más a mí y sentí su peso.
—Leo...— dijo con su voz apagada— voy a desmayarme.
En el segundo que lo dijo, sus piernas perdieron la fuerza y la tomé firmemente de la cintura. Traté de no llamar la atención, pero las mujeres rápidamente se dieron cuenta.
—Princesa Helina— dijo la mujer a su lado era otra princesa.
—Princesa ¿Qué le pasó? Yo puedo cargarla— dijo el Príncipe Héctor.
Voltee mientras tomaba sus piernas y le lance una mirada feroz. Todos abrieron el paso y la cargué con lentitud hacia dentro.
—Leo— dijo Cathal acercándose.
—Helina— dije tratando de palmarle la mejilla izquierda.
—¿Qué paso? — se acercó Clara y Bony.
—Esta desmayada.
—Traigan agua y un abanico para echarle viento— ordenó Clara. Rápidamente las sirvientas corrieron a obedecerle.
—Llévela a sus aposentos por favor— dijo Bony mientras le desamarraba un poco el vestido que soltaría sus senos.
—Yo me quedaré con ella así que no te preocupes. Tu madre necesita que estés allí afuera— dijo Cathal siguiéndome a las escaleras.
Llegue arriba y sus doncellas abrieron con rapidez la puerta. Luego, fueron por las ventanas para que corriera el aire. La dejé en la cama y comenzó lentamente a abrir los ojos desorientada.
—Yo...— dijo su voz mientras apretaba sus ojos.
—Princesa Helina ¿Me escucha?
—¿Donde... Dónde estoy?
—En sus aposentos— le contestó Bony mientras le mojaba un poco la frente con un paño.
Quería quedarme, quería tomar su mano, pero cuando di un paso para hacerlo los cuernos resonaron por todo el Reino avisando que Oriente tocó tierra.
—Vete, yo la cuidaré— dijo Cathal acercándose a la cama.
—Te la encargo.
**********************************
Leo se veía bastante tranquilo mientras las mujeres veían a Helina. Pero cuando escuchamos los cuernos frunció un poco el ceño mirando hacia la ventana que daba al mar.
Se fue enseguida. Me ponía un poco nervioso la llegada de Oriente en especial porque no sabíamos cómo era él Príncipe.
**********************************
—¿Ella está bien?— preguntó mi madre y Thion me miró con atención.
—Sí, todo bien no es nada.
—Debería traer a la vieja aquí. Después de todo ella ha demostrado que tiene más experiencia en las cosas de medicina. Sin duda le haría alguna infusión a la princesa.
—Sí, sería bueno que la mandes a traer. Ella y Helina se conocer desde pequeñas.
—¿De quién están hablando? — preguntó Thion.
—De una mujer que sabe de medicina. Te sorprenderás cuando la veas.
Oriente comenzó a desembarcar, rodeado de nuestros soldados. Thicio por otro lado dejo su rostro apegado a la muralla mirando desde afuera lo que ocurría. De las pocas veces que me sentía nervioso, está era una de esas.
Pronto divisamos un grupo bastante grande subiendo por la calle principal. Instintivamente mi mano fue a la empuñadura de mi espada.
—¿Que sería lo peor que podría pasar? — preguntó Laurel ubicándose a mi lado.
—¿Es necesario pensar en eso?
—Si llegarán más barcos, eso sería más grave.
—Mi madre no ha tenido bajas, eso es suficiente para que dos Reinos atacarán y aun así saldría victoriosa.
—Es difícil no pensar de esa forma con total confianza.
El ejército de mi madre era lo suficientemente grande como para dejar solo la mitad dentro de las murallas y los demás acampaban en las cercanías. Atentos y siempre listos para alguna orden de ella. Por el norte y por él esté se desplegaron conociendo ya la situación con Oriente.
Cuando ella atacó el Este, solo fue necesario la mitad de los soldados que acampaban afuera, suficientes para tomar un Reino, claro que un Reino que ella conocía. Oriente era algo nuevo.
El grupo se fue acercando, un hombre con túnicas de colores extravagantes, iba a la cabeza, rodeado de hombres con vestimentas moradas. Todos tenían joyas y aros en sus rostros, mejillas, orejas, narices. Además de todos sus dedos con cadenas de oro y sus ojos delineados en negro.
—Reina Dalia— dijo el hombre a la cabeza. Agachó su rostro encorvándose casi en 90 grados y todos los demás hicieron lo mismo— Es agradable por fin conocerla. Mi nombre es Argos soy el Rey de Oriente, mi madre— agregó girándose y extendiendo su mano. Entre toda la gente salió una mujer de cabellos rubios— la Reina madre, Agustina.
Era un hombre bastante delgado con piel blanca y de pelo café. Lampiño hasta los brazos con unos ojos verdes bastante llamativos como los de Cathal. Tenía un mentón pronunciado dándole una cara un poco cuadrada. Me sorprendió lo joven, podía ser de menor edad que yo.
—¿Que hace Oriente en mis tierras?— mi madre no tuvo cortesía.
—Lamento profundamente su molestia. Sé que no hemos sido invitados, pero me informaron que estaría aquí.
—Sí te informaron eso ¿No sería mejor ir a Liastian que les queda más cerca en vez de viajar un largo tramo hasta Cretos?
—Reina Dalia Cretos es suyo por lo que sé y como bien debe saber Cretos está en deuda conmigo.
Mi madre soltó una riza burlona y miro a Thion.
—Una negociación por la paz sería bastante acogedor— dijo el Príncipe mientras sonreía incómodo por mi madre.
—Te daré la oportunidad de hablar y te escucharé, pero no me hagas perder el tiempo.
—Sí mi Reina. Tú debes ser Thion— dijo sonriendo— y tú el antiguo General de Cretos. Sus ojos rápidamente bajaron a mis manos y encerrándolos un poco mojo sus labios al darse cuenta que mi mano derecha estaba intacta. Él debía conocer lo ocurrido o más bien lo que hizo su padre conmigo— Hay alguien que falta— llevo su mano a su boca y nos miró a todos— tu hija Thion ¿No nos dará la bienvenida?
—Mi hija está de viaje, se desposará en poco, así que está haciendo sus arreglos.
—Oh, lamento escuchar eso. Pensaba en tener la oportunidad de conocer a la joya de Cretos. Pero claro ya no sería la joya si es desposada, en fin. Traje unos regalos— estiró su mano y un hombre de su lado hizo seña a otros que se aproximaron con baúles llenos de telas y adornos— él es Rioc mi más fiel consejero.
—Bien, basta de tantas presentaciones— dijo mi madre bajando su cabeza y volteando a caminar al Castillo.
Thion y los demás fueron entrando, yo me hice a un lado sobre los peldaños y al igual que Eiric y Kurok que estaban al otro extremo, observamos a la nueva gente que caminaba a la boca del León. Eran bastantes casi 100 soldados sin contar con dos mujeres, la Reina madre, 4 consejeros y el Rey.
—Mucha ropa— dijo Eiric acercándose en cuando todos comenzaron a dejarnos solos.
—La mayoría son soldados.
—Sí también lo noté— muchos hombres llenos de túnicas escondían sus armas dentro de ellas. Se veían corpulentos y abrigados.
Alce la vista y Thicio que nos miraba con atención jugueteaba con una roca entre la mano derecha. Al verme levantar mi palma entendió que todo estaba bajo control y sacó su cabeza de allí.
—¿Helina de viaje? — preguntó Kurok.
—Su padre la encerrará otra vez— murmuró Eiric mientras comenzamos a caminar hacia el interior del Castillo.
—Creo que esta vez concuerdo con él— dije pensando en lo que se aproximaba. Helina debería estar a salvo y tranquila hasta que todo pasara.
—¿Ya coincides con Thion?
—Es lo mejor, después de desmayarse con solo pensar en guerra, sería bueno que quedara ahí tranquila— caminé atento a todos los nuevos invitados, tardé segundos en acordarme de una noticia en especial. Me giré y miré a mi soldado. ¿Kurok no tienes algo que decirnos?
—¿Ya lo sabes? — dijo sorprendido— Maldita mujer.
—¿Qué es lo que sabes Leo que yo no?
—Sería bueno que lo anuncies antes que todo se vuelva una mierda— dije dejándolos solo sin antes de agregar— Felicidades, espero que tengas el valor de hablar con mi madre.
—Claro que sí, lo tengo.
Dalia había sido firme en sus órdenes, y mientras compartimos la cena, terminamos lentamente de comer. Entre risas y bromas con la gente de Oriente hasta que mi madre se levantó de su asiento, agradeció la comida y la presencia de ellos. Cordialmente salió del salón con su escolta, luego Thion también lo hizo.
—¿Aquí las cenas se terminan temprano? — preguntó el rey de Oriente.
—La mayoría de las veces cuando vienen invitados.
Leo habló sonriendo sin sacar sus ojos del Rey, el ambiente aún seguía siendo tranquilo mientras terminaban de comer. Pacientemente nuestro Príncipe se mantuvo tranquilo, pero era cosa de verle los ojos, seguramente su pantalón ya estaba apretado.
Luego de un silencio extraño, el Rey de Oriente bebió su copa sin parar dejando que el líquido cayera por los bordes de su boca, dejó fuertemente la copa en la mesa y miró a Leo.
—Antes— dijo con suavidad— que las cosas se pongan feas e inquietas tengo una pregunta— no espero más palabras, continúo asumiendo lo que vendría— ¿Qué mujer es más importante para Thion y para ti?
Leo no tardo un solo segundo, sacó la espada rápidamente y lo degolló en la mesa. Desde ese momento, todo el caos comenzó. Sacando cada uno las armas, Oriente no demoró en mostrar las suyas debajo de las vestiduras.
Las palabras del hombre solo hicieron entender una cosa, realmente venían por Dalia, todos comprendimos aquello.
El sonido del acero inundó todo el lugar, la sangre comenzó a cubrir el suelo, las paredes y el olor a metal llegar a nuestras narices. Muchos soldados de Oriente salieron junto con la Reina madre por la puerta de atrás siendo seguido por Kurok y Thiao.
Leo a pesar de todo aún era bueno con la espada, se fue deshaciendo de la mayoría de los que se le acercaban. Eric entre todo el bullicio mandó a un grupo a cuidar a Dalia, ellos obedecieron rápidamente saliendo por la puerta donde ella había marchado.
**********************************
Lo que había temido, se había hecho realidad. Como si el tiempo se detuviera a mis pies, me quede inerte viendo como todo se volvió un caos. No debía haber estado allí, no debía haber salido, de hecho, si no me hubiera vestido de esta forma, creo que nadie hubiera sabido quien era yo. Todo el ruido como el de la guerra estalló rápidamente por todo el lugar, la conmoción, gente corriendo, gente muriendo, todo terriblemente aterrador para mí. Golpeándome una y otra vez la cara asumí que no debía mostrarme débil, los enemigos no se detendrían al saber que soy una princesa, yo estaba en peligro.
— ¡DALIA! — escuche la voz de Burak. Giré mi cuerpo y un grupo de soldados habían traspasado las espadas de sus soldados y la de Burak acercándose con furia a la Reina. La querían muerta ¿Ese había sido el fin de esta visita? ¿Matarla a cualquier costo?
La cara de terror se plasmó en mi rostro, vería como la madre de Leo moriría frente a mi rebanada por 3 soldados y eso era lo último que podía imaginar. Los soldados levantaron sus espadas por encima de sus cabezas, entonces Dalia que solo los había mirado sin mostrar alguna emoción, soltó la capa que traía y este cayó al suelo lentamente. Dalia levanto el brazo derecho, sus vestiduras se movieron en el aire y de su mano salió una fina y hermosa espada de tonalidades celestes.
No dijo ni una sola palabra, se movió veloz, pero a la vez suavemente como un pétalo de rosa movida por el viento. Diez segundos y los tres soldados cayeron heridos de gravedad.
—Dalia...— susurré plasmada. Nunca se me había venido a la mente que ella sabía cómo manejar una espada tan dulcemente como lo había hecho, no chocó espadas con ninguno, supuse que sería por la fuerza de los hombres en comparación al de ella, solo los esquivo moviéndose veloz y dándose golpes mortales. Dalia era más que solo una Reina, ella era una heroína, una hija del dios Tir.
—¡VE POR TU ESPADA MUJER! Morir sin una en la mano es deshonroso para alguien que sabe cómo ocuparla— me dijo volteándose a mirarme con enojo. Luego de dar dos pasos me marche corriendo por las escaleras arriba, sin antes de verla como se acercaba a cada soldado y les enterraba la punta de su espada en sus ojos destruyéndole todo dentro. Morían cruelmente.
Rápidamente pensé que Dalia pensaba muy bien antes de actuar, si hubiera chocado espadas quizás sus manos y brazos no hubieran sido capaces de mover su espada como lo había hecho. Recordé cuando choqué espada con Leo y aunque habían sido de madera, la fuerza que el hizo en ese entonces hacía temblar mis huesos. Para un soldado que estaba dispuesto a matarme, claramente sus fuerzas serian triplicadas.
Cuando mi espada estuvo en mis manos baje las escaleras. Me encontré con un soldado de Oriente, riéndose tenia a dos sirvientas de Cretos en su mira mientras me daba la espada. Recordé a Leo ¿Estaría dispuesta a mancharme las manos? ¿Podría matar a alguien? No lo pensé mucho. Corrí y sin pensarlo levanté mi espada y la enterré en su espalda. La espada sorpresivamente entró como si fuera un pedazo de pan con una corteza dura pero blanda por dentro.
—Argg...— soltó el hombre mirando el cielo. Saque mi espada y este sorpresivamente volteo y me golpeo el rostro con le empuñadura de ella. Las mujeres rápidamente salieron corriendo dejándome sola con el hombre.
Me aterré, pero no sentí dolor, quizás era la adrenalina corriendo por mi cuerpo. Me moví justo para el hombre no me cortara, tambaleándose su espada golpeo el suelo y me puse de pie. Sin pensarlo demasiado mi espada le corto el cuello cayendo de rodillas.
—Ay dioses— dije al ver la cantidad de sangre brotar por su cuerpo y comenzar a manchar todo el piso.
Sobreviviría, sobreviviría una vez más, viviría, me casaría y tendría hijos y una vida lejos de esto.
—¿Usted... usted es la Princesa?— dijo un hombre de túnica morada.
—¡NO TE ACERQUES A MI!
—No, no estoy armado— dijo arrodillándose en el suelo y mirándome con ojos asustados— claramente soy de Oriente, pero yo no sabía de esto, yo... yo quiero vivir no quiero ser parte de esto.
—No puedo ayudarte. Tu Rey debe estar muerto a estas alturas y la Reina Dalia no será compasiva con ninguno.
Dalia si pudiera los aniquilaría con sus propias manos. Y así como había visto cómo se encargó de los soldados sin siquiera cambiar la expresión de su rostro, ni por esfuerzo, ni por miedo, ni por sus actos. Me acerqué a una puerta abierta que daban al salón principal y la vi junto con Burak y más soldados. No había más enemigos. Una leve tranquilidad.
—Siento mucho lo que mi gente hizo, pero dígame ¿Usted es la hija de Thion?
— ¿Por qué preguntas?
—Tu vestimenta. Debes ser la Princesa Helina
—¿Princesa?— escuché la voz de Bony detrás de mí, mirándome asustada.
**********************************
La masacre fue dura, pero no tardo mucho, limpié mi espada con el borde de mi ropa y caminé por el castillo encontrando a la mayoría de las túnicas moradas, muertos en el suelo.
—Madre— dije acercándome a ella. Al verla pude entender que las cosas se habían salido un poco de las manos ya que ella jamás usaba la espada si realmente no era necesario. Y generalmente sus soldados en especial Burak podía encargarse de las cosas, esta tarde no fue así.
—Todo bien hijo— dijo sacando un pañuelo y limpiando su espada— ¿El Rey...?
—Muerto, Cathal se encargará de los cuerpos, hay un grupo que salió perseguido por Kurok y Thiao, iré a ver si ya se encargaron.
—Bien hecho.
Estaba excitado aun, ver tanta sangre hacia que la mía se revolcara como perra. Respiré hondo y desde el portal observé la ciudad.
—Le...Leo— la voz de una mujer apagada llegó a mis oídos con dificultad.
Volteé lentamente y lo que vi detuvo mi corazón.
—¿Bony?— dije acercándome a ella. Venía arrastrándose de quien sabe dónde, tenía un corte en el cuello manchando su piel y sus vestiduras con sangre. Con ojos asustados me miró mientras trataba de tapar con su mano la herida— Tranquila— me hinqué a ella y rasgué mis vestiduras— déjame ver— no era un corte tan profundo, no había tocado la gran vena que estaba allí y lo mejor es que podía respirar normalmente— Presiona allí, te llevaré con los médicos.
Ella me negó con la cabeza mientras con su mano libre y ensangrentada tomo el borde de mi pectoral mirándome con ojos llorosos.
—Ellos... la... tienen... el barco— dijo con voz áspera.
Mi estómago rápidamente se estrujo, así como si realmente me apuñalaran con una daga y mientras me puse de pie, los cuernos sonaron por las calles.
**********************************
Iba caminando por los pastizales de adelante, sorpresivamente mucha gente de Oriente encontró su fin en el frio verde del pastizal, nuestros hombres no tuvieron piedad con ninguno y gracias a los dioses todo había salido como era planeado. Al menos eso creía.
Cunado miré al frente vi a Leo mientras los cuernos sonaron, eso significaba una cosa. Barcos, miré el mar solo para ver como un barco zarpaba al ancho mar.
—¿Leo?— dije al verle pero el estruendo de Thicio me hizo comprender que aunque Leo se veía tranquilo, en su interior no lo estaba.
No me miro ni dijo nada. Corrió al puerto, algo iba mal, pero ¿Qué? Miré dentro del portal y encontré mis respuestas, una de las mujeres de Helina estaba en el suelo ensangrentada.
—Oh, no— dije y corrí detrás de mi hombre.
Helina, ella debía estar en sus aposentos encerrada. Si Bony estaba fuera y herida eso significaba que habían salido. Nervioso corrí con todas mis fuerzas tratando de llegar a Leo, pero él me dejó sumamente atrás. Thicio siguió retumbando el suelo, podía sentir los temblores cada vez más fuerte y si yo los sentía, significaba que todos ya se estaban dando cuenta de que algo malo había ocurrido.
El gigante pronto apareció en el muro caminando rápidamente hacia el mar. Cuando llegué vi la cara de Kurok, tampoco lo podía creer, seguramente Leo le había preguntado por ella.
—No la vi, yo no sabía— dijo el mientras se tapaba la boca.
Thiao no dijo nada más que mirar cómo se alejaba el barco. Leo sobre la arena sin decir nada nos daba la espalda, respiraba sumamente agitado. Thicio no tardo en acercarse traspasando el muro que llegaba al mar.
—¿Leo?— dije pero su mirada fue aterradora.
Apretó fuertemente los dientes mientras que tensaba las manos y gritó. Gritó con tanta fuerza que las venas de su cuello sobresalieron y pronto el gigante hizo lo mismo. Como el sonido de un trueno de voces multiplicadas de una bestia, resonó por toda la tierra. Tapamos nuestros oídos lo más que pudimos hincándonos en la arena. Fue tan fuerte que, aunque apretara mis orejas, el sonido traspaso mis manos fuertemente.
Leo cayo de rodillas aplastando la arena de sus manos y luego se jalo el pelo con fuerza.
**********************************
—¿Cómo vengas las acciones de dos hombres? ¿Cómo hieres a un padre? Robando a su hija ¿Cómo hieres a un hombre? Robando a su mujer. Increíblemente tu eres la hija de uno de mis enemigos y al mismo tiempo la mujer de mi otro enemigo, es perfecto. Tú eres perfecta— la voz de un hombre sonó en mis oídos. En un lugar oscuro vi solo su silueta antes de volver a cerrar los ojos.
Próximo Capítulo 49.— Una Guerra Maldita.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro