47.- Propuesta
Lands también era un idiota, sabiendo que su vida pendía de un hilo y conociendo lo que Leo había hecho con él seguía siendo desafiante. Leo se las arreglaría para romperlo, pero no rompiendo lo que yo le había pedido. Quería salvarlo, pero si su actitud seguía así, me sería muy difícil convencer una vez más a Leo y que él convenciera a la Reina Dalia.
Leo lo soltó tirándolo hacia atrás y luego volvió a concentrarse en las telas ya impregnadas de esa sustancia. Lentamente agarró uno de los pies de Lands y los envolvió desde el tobillo hasta por debajo de la rodilla, luego la otra pierna.
– ¿Qué es eso? – pregunté, pero una vez más no me respondió.
–Respóndele a tu querida ama, perro.
– ¡Lands! – grité y Leo lo golpeó fuertemente con el puño bien apretado en el estómago. Lands cayó al suelo tosiendo y quejándose de dolor.
– ¡Ven aquí! – dijo poniéndose de pie y lo agarró del cuello.
–Leo basta– le sujete el brazo, pero era tan fuerte que por más que le golpee el brazo no cedió.
–Olvídate de mí Princesa– dijo entre dientes– No seré tu Rey– Lands con su mano buena intentó agarrar la mano que lo sujetaba, pero Leo comenzó a arrastrarlo hacia a la cama ¡Fuera todas! – ordenó y todas sus mujeres salieron sin dudar.
–Leo, por favor– dije acercándome a él.
Lanzó a Lands a la cama y pronto me agarró firmemente del brazo derecho conduciéndome a la salida.
–Espera, Leo– dije volteando a verlo y el solo cerró la puerta con llave– por favor déjalo, dale una oportunidad, solo una– grité golpeando la puerta.
–Vuelve en dos horas– dijo entre dientes atrás vez de la puerta.
Mierda. Maldije a los cuatro vientos, Leo lo había intentado, iba a seguir lo que le había pedido si no hubiera sido por Lands, ¡Maldita sea!
–Cathal– dije llegando a los aposentos de Dalia. Gracias a los dioses el justo iba saliendo.
–Princesa Helina, ¿Cómo estás? – dijo tratando de mirar mi cuello.
–Bien, yo...
–Me alegra que no fuera a mayores. Burak no tiene temperamento cuando se trata de Dalia ¿En qué te puedo ayudar?
Le conté a Cathal todo lo ocurrido, el hizo una mueca de disgusto cuando le conté sobre la mano de Lands y también se sorprendió cuando le dije que Leo había comenzado a hacerme caso con lo que le dije. Al fin de mi relato se puso bastante serio y me recomendó no volver a los aposentos de Leo hasta que no terminaran esas dos horas, asegurándome que ni él ni nadie convencería a retractarse por lo que haría.
Tarde en entender como pondría en su lugar a mi hombre "Es cosa de soldados" se excusó Cathal y era algo que muchos hacían, pero no me imaginaba a Leo cumpliendo con eso. Él no se saciaba con rapidez, eso lo tenía más que claro.
Pensaba en aquello hasta que Cathal mencionó que posiblemente mi soldado seria castrado.
–Sería bueno que lo dejes partir. Si Lands se queda aquí tarde o temprano intentará vengarse. Si no quieres que uno de los dos muera, deja que Dalia lo envié a Liastian.
– ¿Qué haría allá? ¿Será prisionero?
–No, es un soldado y Dalia a pesar de su comportamiento quizás le entregue la oportunidad de vivir una vida normal. Lands te ama, pero se volvió muy sobreprotector a tal punto que sus sentimientos están por arriba de sus ideales y su honor. Olvidando el respeto, los modales, yo creo que si Lands tuviera la oportunidad de llevarte con él lo haría a cualquier costo.
–Leo no es una blanca paloma.
–No defiendo a ninguno, solo es cosa de prioridades. Si Lands te llega a ofrecer marcharte con él, recordaras lo que te digo porque él no respetara tus sentimientos hacia otros hombres. Jamás acepto o aceptará a Leo y lo sabes. Ahora sería bueno que me acompañaras– dijo agarrando mi mano y posándola en su brazo.
– ¿Ya no estás enojado conmigo?
–Para nada, ¿Quién se enojaría contigo tanto tiempo?
–Leo seguramente– reímos. Mi corazón aun corría agitado, nerviosa por todo.
–Las cosas entre ustedes dos se han ido mejorando como veo. La otra vez te vi saliendo de sus aposentos.
–Oh... Cathal no es lo que crees.
–Sí, si lo es. A mí no me engañas– dijo mientras se reía– conozco la mirada de Leo y ha cambiado bastante en comparación a cuando llegó. Tú le haces muy bien y me sorprende que aún te tenga devoción.
– ¿Devoción? Ha, ha– dije burlándome.
–No acabas de decir que intento cumplir tus condiciones, ¿Por qué crees que él quiso cumplirte?
–Pues para no perderme.
–Sí, pero como tú misma dijiste, intentó cumplirte para no perder a su Reina– me detuve pensando lo que él había dicho.
– ¿Su Reina?
–Eres tú la única mujer apta para sentarse al lado en la corona. Nunca olvides tu valor, estés herida o él lo esté, tú no perderlas esa posición– dijo agarrando mis hombros y hablándome con seriedad fijamente mirándome a los ojos– en esa posición te puso hace mucho tiempo. Pídele ahora lo que sea y él lo hará porque te ama.
–Él nunca lo ha dicho– dije desanimándome.
– ¿No lo ha dicho? Maldito cobarde, solo espera y verás– dijo y seguimos caminando mirando como las flores comenzaban a crecer– olvídate de Lands Helina, si lo piensas detenidamente tu hombre no es un buen soldado y es un peligro directamente hacia el mayor heredero de toda la tierra. Si Dalia no lo ejecuto es porque valora la importancia que le tienes tú.
–Sí, bueno supongo que eso le ayudará. Lands no es bueno para cerrar la boca, pero sé que tiene algo personal con Leo.
–Sí, es como te digo.
–Supongo que es similar a lo que pasa con Halley.
– ¿Halley? – dijo volteando a mirarme fijamente mientras comenzaba a sonreír– ¿Veo celos fluyendo de ti?
–Ah Cathal.
–Sí, bueno yo también sería un poco celoso si me pongo en tu posición, pero no es lo mismo, si tú haces elegir a Leo entre Halley y tú, sabes muy bien a quien elegiría sin dudar, pero ¿Y tú? ¿Elegirías a Leo sobre tu soldado?
–Creo que sí.
– ¿Y porque no lo has hecho? – abrí mi boca, pero no salieron palabras, no entendía muy bien lo que me decía– tienes a un hombre curando el cuerpo de su rival mientras él se aprovecha de la situación frente a él.
–Oh Cathal solo apoyó su rostro en mi hombro y está muy herido. Eso lo hizo Leo y no es una batalla que se debe hacer.
– ¿No morirías de celos si Halley hiciera lo mismo con Leo?
–Ellos estuvieron juntos, ella conoce a Leo más de lo que yo lo pude conocer hace dos días. Yo jamás besé ni toque a Lands.
–Buen punto. Si Lands vuelve a hacer algo contigo piensa en eso y no te preocupes por Halley, Leo siempre le recuerda su lugar.
– ¿Su lugar? ¿Ella a un lo busca? Perra.
–Oh...– Cathal se echó a reír a carcajadas– Jamás– volvió a reír agarrando su estómago– jamás había escuchado vulgaridades de tu boca.
–Lo siento– reí también.
–Conócela un poco– dijo recobrando el aliento– De verdad, ella es distinta pude que te lleves bien y entre las dos compartir experiencias después de todo, sus parejas son soldados y reconocidos.
– ¿Sabes que Kurok va a hacer papá? – dije tapándome la boca, no debí haber dicho nada.
– ¿Qué? – dijo borrando su sonrisa y mirándome asombrado– ¿Quién te dijo eso?
–Ella fue a contarle a Leo. Al principio pensé que era de él, pero después recordé lo que dijo Dalia.
–Oh eso, eso cambia bastante las cosas– dijo sonriendo– Me encantará ver bebés corriendo por los establos y cuarteles.
–A mí también, mientras deje tranquilo a Leo.
–Deja eso– río.
–Solo bromeo
– ¿Y?
– ¿Y qué?
– ¿Cómo es Leo en la cama?
–Oh– dije dándole un codazo en el brazo– eso no te incumbe.
–Oh vamos estuve tanto tiempo esperando a que ustedes dos llegarán a ese punto que ahora quiero saber detalles.
–Pregúntale a él, seguramente es bastante abierto en ese tema.
– ¿Bromeas cierto?
–Si– dije riéndome– bueno digamos que sabe lo que hace cuando se trata de hacerme sentir bien.
– ¿Te doy un consejo?
–Claro.
–Toma la iniciativa, harás la diferencia y seguramente le gustará– sus palabras me causaron un escalofrío.
–Bien, es hora que paremos de hablar de ese tema.
Las palabras de Cathal siempre me tranquilizaban, su dulce voz y su presencia tan pacífica me hacía olvidar que también era un gran asesino. Quería a este hombrecillo.
Por otro lado, la palabra "Rey" se introdujo en mi cabeza, la seguridad con lo que dijo aquello me daba esperanzas. Leo siendo mi Rey, mi esposo, mi compañero. Había estado bastante enojado conmigo, pero las cosas se habían arreglado y poco a poco volvía a ser el General que tanto había amado.
–Princesa Helina– dijo la voz de un hombre sorprendiéndome entre los portales. Volteé lentamente y en la entrada había un hombre iluminado por el sol, solo pude ver su silueta.
– ¿Si?
–Princesa– dijo acercándose a mí– soy el príncipe Héctor y quería saber si usted sería tan amable de caminar conmigo.
–Príncipe Héctor– susurré al verlo– tengo algunos asuntos pendientes que tratar.
–Yo lo lamento, pero debo insistir. Usted ha cautivado y tomado prisionera toda mi atención. Hablé conmigo tengo arto que ofrecerle para conversarla que usted es perfecta para ser mi Reina.
–Príncipe Héctor ¿Habló primero con...?
–Sí, el Rey Thion sabe de todo, yo estaría dispuesto a hacer una breve ceremonia y casarme con usted lo antes posible. Seré gentil en nuestra noche de bodas, y me aseguraré que nunca le falte nada.
–Príncipe.
– Venga conmigo– dijo agarrándome de la muñeca y jalándome hacia los pastizales.
–Espera, no podemos estar solos.
–Sí aceptas eso no importará.
–Aun no le he dado mi respuesta– intenté resistirme, pero dioses, los hombres siempre tienen tanta fuerza.
Caminamos hacia la entrada de los bosques justo donde empezaban los árboles y mientras a la mala seguía caminando recordé todas las veces que había venido aquí con Leo siendo mi guardia.
Debí aceptar cuando me hizo la misma invitación.
–Aquí estará bien– dijo él sentándose en el pasto y me indico que me sentará a su lado.
–Esto se malinterpretará– dije sentándome a una distancia prudente.
–Puede que sí, pero si aceptas entonces no le daríamos explicación a nadie. Mi tierra también es hermosa, la gente es muy amable con todos y no hay mucha delincuencia ¿Has viajado a otro Reino?
–Sí, he conocido el Norte mucho antes que mi padre lo tomara, y el Este cuando era una niña.
–Te agradará mi tierra.
–Príncipe Héctor, yo...– dije enterrando mis uñas en los dedos– tengo a alguien a quien quiero.
– ¿Si? ¿Y estás segura que puede darte todo lo que yo tengo para ti? Te entregaré una mansión completa para ti sola, tendrá las decoraciones que tú quieras, comerás lo que tú quieras y tendrás tus propios sirvientes. No es necesario casarnos queriéndonos eso se formará en cuanto vivamos juntos, llevará tiempo.
–Como dije antes, las tierras y el poder no son cosas que puedas mencionar para llamar mi atención.
– ¿Y qué te llama la atención? – dijo acercándose y sentándose a mi lado.
–La persona, su cariño, que sea amable conmigo– dije pensando solo en un hombre– que sea protector, y que me conozca sin pedir que yo le cuente las cosas.
– ¿Y eso existe? Yo puedo concentrarme en eso, pero claro que después de la boda te demostraría todo lo que puedo ser para ti. Eres una mujer pura y yo te enseñaré también a conocerte y que conozcas a un hombre de verdad.
–Príncipe Héctor– dije poniéndome de pie– Deseo volver.
–Está bien– dijo poniéndose de pie– pero antes– agregó y se fue acercando lentamente a mí.
– ¿Qué haces?
–Quiero besarte.
–No– dije poniendo mis manos al frente.
–No seas escurridiza, un beso no le hace mal a nadie– dijo agarrándome los brazos y dejándolos debajo de los suyos para sujetarme.
Mi corazón quería escapar, salirse de mi pecho, porque siempre tenía que meterme en problemas.
–Leo– pensé en él en cuanto el príncipe rodeo mi cintura y apegó todo su cuerpo en mí, al mismo tiempo que con su mano derecha sostuvo mi nuca para juntar sus labios con los míos.
Cerré los ojos fuertemente tratando de alejarme de él. Su lengua recorrió mis labios dejándolos húmedos y comencé a sentir miedo. El mismo miedo de la noche donde me violaron.
– ¡Suéltame! – trate de separarme otra vez de él. Su mano en mi cintura bajo y me agarró del trasero apegando mi cuerpo más a él– ¡NO!
Sentí un sonido de unas hojas rompiéndose y rápidamente una mano agarro el brazo del Príncipe y lo empujó lejos de mí. Su otra mano me sostuvo de la cintura.
–Veo que te pone duro el rechazo de una mujer– dijo su voz. Me acurruqué con rapidez bajo su brazo y miré al Príncipe aún asustada. Que se acomodó su verga apretada entre los pantalones.
– ¿Qué haces aquí? ¿No veías que estábamos en algo?
–No la respetas siendo una Princesa, ya veo lo que harías si fuera tu Reina.
–Eso, eso no te incumbe– dijo mirándolo enojado, luego me miró estirando su mano– Princesa Helina, la llevaré de regreso.
–No te la entregaré– la voz de Leo salió brusca y bastante espinosa.
–Princesa, la buscaré más tarde, por favor piense en mis palabras– dijo caminando hacia el Castillo. Leo no le sacó la mirada hasta que estaba lo suficientemente lejos.
Un gran viento nos golpeó el rostro y fue cuando él lentamente volteó a mirarme.
–Tranquila– dijo con una voz bastante suave mientras tomaba mis manos que no dejaban de temblar– ¿Estás bien?
–Lo... Lo siento
–Ven aquí– dijo dándome un abrazo firme. Enterré mi cara en su pecho y respiré con profundidad. Era increíble que solo su olor y su calor corporal comenzó a calmar mi cuerpo– ¿Dónde están tus mujeres? ¿Y por qué no estás con algún soldado?
–Yo, lo siento estuve con Cathal, iba a buscarte después de eso– trataba de hacerme la fuerte pero una qué otra lágrima rodó por mis mejillas.
–Tranquila– dijo pasando su dedo pulgar por debajo de mis ojos– Nunca debes confiar en un hombre, tu belleza cegara a muchos actuando bajo sus instintos más primitivos con la mínima oportunidad que tú le des– su mano pronto fue a tocarme los labios con delicadeza– Te llevaré de vuelta– dijo entrelazando sus dedos con los míos y caminando lentamente, pero yo no di ni un paso.
–Olvida lo que te dije, yo... lo lamento, de verdad lamento golpearte– volví a llorar.
–Princesa Helina– escuché la voz de Clara detrás de Leo.
–Princesa Helina– dijo él mirándome a los ojos y acercándose lentamente a mí, me observo desde su altura con unos ojos cálidos– Se mi Reina– apretó sus labios y trago saliva– no hay otra mujer que pueda tener esa posición más que tú.
Sentí el sonido de asombro de mis sirvientas, Bony también estaba ahí. Lo miré unos segundos solo para volver a llorar está vez más fuerte. Sentí su aliento en mi cara y al verme llorar mojo sus labios y soltó un gran suspiro.
Lo próximo que hizo fue arrodillarse frente a mí, hurgo en su bolsillo trasero y sacó una tela de color blanco. La abrió ofreciéndome un anillo forjado en oro con pequeños diamantes blancos en sus contornos.
–Tardaste– dije tratando de calmarme.
–Sí– lo mantuve en esa posición mientras Bony me hacía señas para que le diera respuesta– ¿Me estás castigando cierto?
Asentí con la cabeza entre sonrisa y arrodillándome frente a él. Tome el anillo que él rápidamente me lo quitó agarrándome la mano derecha y poniéndolo en el dedo anular.
–Mi Reina– susurró justo antes de agarrar su rostro y besarlo. Sus labios suaves y su lengua que avivaba el fuego en mi interior, no se comparaban con el beso del Príncipe Héctor. Comprendí una vez sus palabras.
"Contigo siento todo"
Leo me cargó en sus brazos y mientras yo aún lloraba me aferre a él.
–Ahora trátela bien– dijo Clara al acercarnos a ellas.
–Lo que haga con mi futura Reina en la cama no es de tu incumbencia.
–Lo será hasta que tu palabra "futura" sea eliminada. Hay una boda que organizar.
– ¡SI! Por fin una boda Real– dijo Bony dando brincos por el pasto.
Leo no dijo nada, ni siquiera reaccionó a las palabras de Clara que seguramente podían haberlo molestado. Me alegré al notar que solo se le formó una leve y diminuta sonrisa.
Amaba sentir su calor corporal y lo fácil que le resultaba tomarme en brazos y caminar cargándome. Mi corazón aún estaba muy emocionado, por fin y después de tanto tiempo seríamos una pareja. Quizás ya había hablado con su madre ¿Hace cuánto tiempo había mandado a hacer el anillo?
Comenzamos a ascender la colina con tranquilidad mientras mis mujeres nos iban siguiendo unos pasos más atrás.
–La boda tendrá que esperar–dijo Leo deteniéndose mirando al Castillo. Alcé la mirada y vi sus ojos fijos en un blanco.
– ¿Barcos? – susurré viendo 6 barcos acercándose en el mar. Su mirada de halcón los identificó rápidamente. Un fuerte sismo movió la tierra apareciendo una luz azul detrás de las murallas y se elevó hasta el cielo.
–Oriente– escuché su voz tan áspera y ronca.
– ¿Oriente? ¿No que no estaban invitados? – dije mientras él me fue soltando hasta que mis pies tocaron el pasto. Leo quedó intranquilo. Miraba una y otra vez hacia mí y volvió a mirar el Mar.
–Vete– dije posando mi mano en su hombro– nos vemos más tarde.
–Por favor, ten cuidado– dijo agarrándome las mejillas con sus manos y me beso terminando de juntar su frente con la mía.
–Lo haré.
–Y ustedes– dijo mirando a mis sirvientas con bastante seriedad– no la dejen sola.
–Leo, ¿Lands?
–Está bien. No te preocupes– dijo volteando y sonriéndome. Fue difícil creerle.
Próximo Capitulo: 48.– Visita Imprevisible
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro