35.- Mi Primogénito
Con el permiso de Dalia pude salir a ayudar, buscamos algunas cajas con alimentos y pieles que bajaban del barco, luego lo repartiríamos con la gente que volvía poco a poco al Reino. Aun me sentía muy nerviosa con todos los nervios a flor de piel, ante cualquier ruido mi cuerpo saltaba y estaba muy a la defensiva producto dela guerra.
Tardamos en bajar unas cajas cuando pude ver a Leo, Eiric y Kurok encargándose de unos soldados, mientras reían los hacían gatear hacia la calle principal.
–No Princesa no se involucre– dijo Bony tocando mi brazo al verme que estaba poniendo más atención de lo que debía.
–Sé que Dalia no perdonara a nadie, pero humillar a la gente así no pueden.
–Mi Señora, piense que ellos mataron, violaron y humillaron también a otras personas, personas que era su pueblo– dijo un sirviente de Dalia que nos ayudaba a instalar las cajas en la carreta.
–Se lo merecen– dijo Bony.
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Yo sé que eh nacido libre, pero esa libertad me es indiferente en las circunstancias en la que mi vida había sido puesta, sabía perfectamente que mi nuevo yo había cambiado mi forma de pensar, no sentía mayor empatía con los demás y sentía más satisfacción a la sangre, y no hablo de un suceso donde mi miembro sea parte de todo esto, después de aniquilar a este soldado, la inmensa paz había llegado a mi cuerpo y aunque solo durara unos segundos ansiaba minuto a minuto volver a sentirla. Habíamos salido temprano en busca de los enemigos que aún estaban refugiados y me emocionaba encontrar más.
Sentí la presencia de Cathal a unos pasos de mí, pero caminé sin voltearme hacia la calle principal, las personas quedaron mirándome con gran temor, pero poco me importaba.
– ¿Leo? – me alcanzo, pero no voltee ni me detuve– Leo...– volvió a llamarme poniendo su mano en su hombro y rápidamente me detuve.
– ¡¿Qué?!– grite mirándolo. Estaba enojado.
–Leo no te enfades conmigo– dijo bajando su rostro.
Mi pelo y mi mentón aun goteaba sangre, sentía el fuerte olor de esta en todo mi cuerpo y en especial mis manos.
– ¿Puedes tranquilizarte por favor?, no soy tu enemigo– dijo mirándome.
Comprendí rápidamente que mis emociones me llevaban a actuar de forma irrespetuosa con mis propios hombres, su rostro perturbado y temeroso, de su propio hermano.
–Lo lamento– dije mientras expulsé el aire en mis pulmones.
– ¡General! – dijo Marlen acercándose por unas de las calles adyacentes al puerto. Ellos aún me llamaban así y mientras no fuera Rey prefería serlo más que me dijeran príncipe.
– ¿Qué ocurre? –preguntó Cathal con gran interés.
La cara de Marlen dio grandes inicios de algo serio, su boca, sus ojos y cejas eran señales de algún tipo de problemas y rápidamente volví en sí.
– ¿Qué paso Marlen?
–Le... General– se corrigió mientras miro a los aldeanos– será mejor que venga conmigo.
Recuerdo el dolor en el pecho cuando veo esa expresión, ¿Miedo, tristeza, decepción? Todo eso que ellos sienten, entran en mi causándome angustia y rápidamente el clima se vuelve lleno de seriedad y tensión.
Seguimos a Marlen hasta unas casas en ruinas dentro de un pasaje allí estaban los demás sacando los cadáveres de las casas.
–Leo– dijo Cathal señalándome una pequeña fuente. Asentí con la cabeza y me dirigió allí.
Camine con lentitud mientras los miraba, todos tenían la misma expresión, al llegar a la fuente divise mi reflejo– de verdad soy un monstruo– la sangre había cubierto casi todo mi rostro y tenía parte de sesos en mi armadura. Alce mis manos y tome de ella limpiándome, el agua era cálida y refrescante para un día lleno de tensiones.
– ¿Me dirán que ocurre? – dije posando mis manos en la orilla de la fuente y los mire mientras las gotas caían de mí.
–Eiric y Marlen los encontraron, pero no supieron cómo actuar– dijo Kurok
– ¿De qué estás hablando? – pregunte extrañado.
–Vamos– dijo llegando a la entrada– cúbranse– dijo subiendo la tela a su boca y nariz.
Nuestra vestimenta había sido equipada con una tela agregada, que cubría el cuello de la armadura, era espacial para asaltos, para camuflarnos y estas ocasiones, nos cubría la boca y la nariz por fuertes olores.
Entré, detrás de mí me siguieron los demás, la escena era abrumadora para cualquier ojo no acostumbrado a esto, la sangre teñía paredes, suelo y algunos telares, colores negros de sangre acumulada producía un olor fuerte y nauseabundo.
A un lado de la entrada había una pareja de ancianos fallecidos tomados de la mano.
– ¿Todos muertos? – dije entre la tela que bajaba el tono de mi voz– ¿En qué me compete esto? –me hinqué a observar lo salvaje de sus heridas.
–Mi General– dijo Marlen– encontramos a una mujer escondida entre las pajas de atrás, y no es cualquier mujer.
Sus palabras sonaron fuerte y claro, abrí mis ojos sorprendido mientras me ponía de pie y lo miraba.
–¿A qué te refieres? – dije con un poco de angustia ¿Quién podría ser la mujer que llenaría de importancia mis pensamientos?
–Leo– dijo Eiric asombrado mientras miraba detrás de mí.
Voltee a ver y he aquí una mujer sostenida en los brazos de Kurok, su cuerpo estaba maltratado, su cabello enredado, con su vestiduras rasgadas y llena de sangre y suciedad.
–Halley– dije sorprendido. Su existencia había sido olvidada de mi persona, pero al verla pude reconocerla de inmediato independiente de su estado.
–Leo– dijo titubeante y apenas abría los ojos.
–Halley, hey Halley– dije acercándome y tomando su cuerpo. Kurok me la pasó con cuidado y la acosté en el suelo mientras rodeaba su cabeza en mí ante brazo y la miré tocando su mejilla.
–Estas vivo– palabras cortas y lentas salían de su boca– estas aquí– toco mi mejilla con sus dedos.
–Escúchame Halley– la moví.
– ¿Tiene más herida? – dije mirando su cuerpo.
–Tiene una herida en su pierna, pero no es grave.
–Esperamos a que volvieras, y has vuelto tarde– sus lágrimas mojaron sus mejillas y su voz se fue apagando– muy tarde.
–Halley.
–Esta inconsciente– dijo Kurok acariciando sus cabellos.
–Mierda– suspiré mirando el suelo mientras pensaba.
–Leo– dijo Eiric hincándose a un lado.
Mientras veíamos a esta mujer Cathal entro por el telar hacia la habitación de más al fondo.
–Dámela, debes ir allí atrás.
Kurok la sostuvo sin dificultad y me miro con seriedad.
Había algo que aún no me decían, y eso era la causa de la poca palabra que podían decir.
Me puse de pie y lentamente caminé al telar, al entrar, una luz iluminaba el cuarto entrando por una pequeña y larga ventana, los colores eran sombríos y amargos como si fuera hecho para los malestares, en una esquina había un soldado del sur abatido, estaba sentado apoyado en la pared, en el medio de este había una mesa grande y unas sillas tiradas y rotas. También había una pequeña puerta que llevaban a un patio lleno de paja.
Un pequeño cuerpo de un niño permanecía allí, sobre la mesa. Al verlo me detuve a unos pasos, mi estómago se revolvió un poco y en mi pecho pude sentir el temor a la muerte, mi garganta se apretaba y me costaba ingerir saliva. Camine lentamente a él y baje mi tela mientras que mi corazón quería salir de mi pecho ¿Qué me ocurría?, no era primera vez que veía un niño, en las guerras era algo común y aunque al principio uno tiene sentimientos por ellos, a medida que se agarra experiencia el cuerpo y la mente se acostumbraba a ignorar.
El pequeño bestia una manta en la parte superior, llevaba unos pantalones cortos y estaba descalzo, a pesar que mis hombres le habían limpiado su rostro aun podía divisar la sangre asomándose entre sus labios, no tenía cortes ni sangre en su cuerpo, era solo un niño dormido. Supuse su edad, casi 2 años debió tener. Era un hermoso niño con pelo negro carbón que caía por su frente como hilos finos de ceda completamente liso, tenía una tez clara, unos labios finos y los ojos de su madre Halley, encerrados por grandes pestañas, su mirada había perdido el brillo y la vida en esta tierra. Era sin duda un niño hermoso.
Algo no estaba bien, me sentía perturbado.
–Leo– dijo Cathal acercándose con lentitud.
– ¿Es de ella? – pregunte mirándolo.
–Creo que sí– contestó.
–Estas así porque lo encuentras igual a mi ¿Cierto?
–¿Te diste cuenta?
–El día de Zocim paso menos de año antes de mi sentencia, luego dos años estuvimos fuera– dije volteando a mirarle– puede que si sea un hijo bendecido.
–¿Tu hijo?
–Hijo de ese día– Recordé con rapidez las palabras de Fadila y fruncí rápidamente el ceño.
–¿Qué?
–Fadila lo dijo, quería embarazarse de mí porque la mujer que estuvo conmigo en Zocim estaba en cinta.
–Entonces si llegamos tarde– dijo Eiric apoyándose en la pared.
–No es mi culpa.
–Lose, lo sabemos.
Voltee a mirar otra vez al pequeño y desee comprobar todo.
–Halley– dije acercándome a ella. Me hinque y tome su rostro– escúchame Halley.
–Leo– dijo Kurok.
– ¡Despiértala!
–Hey Halley– dijo Kurok dándole palmadas en su cara– por favor despierta.
Ella poco a poco comenzó a abrir sus ojos media ida, entre la conciencia y la inconciencia nos miraba.
–Hey Hallen– volví a decir agarrando su mejilla– ¿Quién es el padre de ese niño? – pero ella no respondió– ¡tráiganme un paño mojado! – ordené.
–Halley, despierta mujer– dijo Kurok fuertemente y esta abrió sus ojos y nos miró un poco.
– ¿Halley me escuchas? – pregunte y ella asintió con la cabeza– dime ¿Quién es el padre del niño que está adentro?
–El niño– dijo lentamente repitiendo mis palabras.
Me miro y de un momento a otro sus lágrimas corrieron por sus mejillas.
–No– lloraba– mi hijo no– se sentó con rapidez y apoyando su cabeza en mí pecho me abrazo– ¡Mi hijo!
–Halley.
– ¡Mataron a mi hijo, mi hijo! – entre lágrimas y gritos se desesperaba como cualquier madre.
–Espera Halley
– ¡Mi hijo Leo! – golpeaba mi armadura– mi hijo bendecido, ellos lo golpearon.
–Detente Halley– dijo Kurok al ver mi rostro.
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Leo al escuchar las palabras de esta mujer confirmo ante todos nosotros las sospechas que teníamos, el único hijo que tenía y que iba a tener estaba muerto en la sala continua, como un hermoso niño dormido. Estaba claro que Leo no podría tener hijos por el alto consumo de la mandrágora y leche de amapola. Además, en todo este tiempo ninguna mujer quedo en cinta después de estar con él.
Sus ojos se abrieron sorprendidos, estaba atónito mientras esta mujer lloraba en su regazo y daba fuertes golpes en su armadura a la altura de sus pectorales. No necesitaba oír detalles, ni su nombre, solo había bastado con decir "hijo bendecido" para despertar el huracán que pronto saldría a la luz.
Pensar en el futuro me causaba bastante dolor, ¿Qué haría Leo?, ¿Qué estaba pensando?, sin duda su mente jugaría con el junto a sus sentimientos y de ahora en adelante sería absolutamente impredecible o simplemente guardaría todo para el mismo y actuaria fríamente.
Los gritos de esta mujer eran fuertes y desgarradores, su dolor no era compartido ni comprendido por nosotros que ninguno había sido padre de crianza, no sabíamos ni imaginábamos lo que esta pobre mujer sufría, pero sabíamos sin duda que nada podía reconfortarla.
En esto sentí un leve sonido detrás de una puerta, observé sin sacar mis ojos de allí y de a poco subí mi mano a sacar unas de mis cuchillas. Leo y Eiric no fueron ajenos.
Kurok saco igual su cuchilla y se quedó agarrando a Halley mientras nosotros nos acercamos. Leo hizo sonar sus dedos y Eiric con rapidez se posiciono por donde la puerta se abriría, sabía que podía ser cualquier cosa, incluso una rata, lo importante era que no fuera una rata con manos, pies y que pudiera hablar.
–Ahora– susurro Leo y Eiric abrió con rapidez la puerta.
–NO, NO, NO, NO NOS HAGAN DAÑO, NOS RENDIMOS, NOS RENDIMOS– dijo un soldado arrodillado mientras en su rostro se veía el terror.
–¿Eres del Este? – dijo Eric acercándose.
–No me hagas daño estoy desarmado y tengo familia ¡Tengo familia!
–¿Viste que ocurrió aquí? – preguntó Leo agachándose a su altura.
–Sí, ese hombre de allí junto a otros más, mató a esta familia. Cumplían solo órdenes.
–¿Tú eras de su grupo? – volvió a preguntar Leo. Eiric se ubicó justo al lado derecho del hombre mirándolo de las alturas.
–Sí, pero yo no hice nada. Por favor– dijo agarrando los pies de Leo– quiero vivir.
–No te mataré– dijo Leo poniéndose de pie. La cara de hombre se relajó al escucharlo, pero yo sabía que no se podía cantar victoria. Leo no tardó en hablar sin piedad– Yo no, pero él sí– Eric sacó con rapidez su espada y con fuerza, en cosa de segundos se la incrusto en su cuello casi decapitándolo mientras la sangre comenzó a saltar.
–Pensé que sería tu juguete– dije caminando hacia Kurok.
–No estoy de humor hoy– dijo mirando como el hombre se desangraba y se movía.
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Amaba la reacción que tenía el cuerpo al ser dañado sin que se diera cuenta, como todas sus extremidades daban espasmos y no podía apartar mi mirada hasta que realmente dejaba completamente de moverse.
–Llevemos al niño– dijo volteando.
–No debí excederme– susurro Eiric que también veía al hombre lamentando su rápido actuar y su rápido deceso.
–Kurok lleva a Halley al Castillo– dijo mientras caminaba hacia el pequeño. Eiric limpio su espada y fue al lado de la mesa a mirarle, tampoco mostro alguna emoción en su rostro. Pero si me impresiono que llevo su mano derecha a su pelo y lo acaricio un tiempo.
–Si se parece a ti– dijo y fue el único momento que le vi una leve sonrisa.
–Hay que darle una sepultura digna– dijo Marlen.
–Sí– susurré.
Marlen lo cubrió con una tela y fue a tomarlo.
–Despacio– dije al ver que lo cargaba con lentitud en sus enormes brazos.
–Espera– dijo Eiric mientras recogía una tela que lo cubrió con ella.
–Preparen la celda 12– volteo Leo a vernos – hoy no dormirá nadie– entre dientes y sus manos apretadas condeno al dolor a todos los prisioneros.
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¿Cómo era posible que Leo no tuviera empatía con los pobre soldados?, su mirada y sonrisa disfrutando lo que hacía, era un monstruo que había despertado por ¿Culpa de su madre?
Dalia tenía un rostro hermoso y conmovedor, cara de ángel como la llamaban algunos, pero también tenía gustos extraños, claramente no era algo constante por la nula guerra que tenía su Reino, pero si eso cambiaba, esta mujer sin duda era de temer.
–Esto es un infortunio, ese hombre hará caer el Reino.
–Habla con él, padre– dije mientras subíamos al Castillo.
–¿Qué sentido tiene?
–Padre, no puedes más que intentar llegar a un acuerdo– puse su mano en su hombro– ¿no lo ves?, el pueblo aun le debe tener devoción. Además, es hijo de Dalia, tienes que olvidar todo sentimiento que tenías por él.
–Como sea, iré al salón por los papeles– dijo adelantándose junto con sus guardias.
Ya casi llegábamos al Castillo junto con mis doncellas cuando al doblar la esquina de una casa me encontré con una escena bastante extraña.
–¿Quién es ella? –preguntó una de mis doncellas sin cuidado.
–¿Qué? –ella tapó su boca y bajó su rostro.
–Lo lamento mis palabras solo se escaparon.
–No, está bien– titube mientras miraba a Leo llevando algo en sus brazos.
Caminaron hasta encontrarse con Dalia, ella se veía molesta pero no tardo en acercarse a su hijo e intercambiando palabras su rostro cambio asombrada.
–Es un cuerpo– dijo otra doncella. Dalia luego de un momento beso la frente de su hijo y descubrió el rostro de un pequeño niño.
No entendía absolutamente nada lo que mis ojos estaban observando, pero rápidamente tome conciencia de las palabras de mi doncella, detrás de Leo, uno de sus hombres traía consigo a una mujer con cara de ángel y cuerpo dotado.
–Zocim– susurré asombrada.
–¿Zocim? –preguntaron ellas.
–Esa es la mujer que sacó el nombre de Leo en el día de Zocim.
– ¿La hija del leñador?
–Sí, no sé cuál es su nombre.
Próximo Capítulo: 36.–Halley
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