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34.-Dalia, la Reina Incólume

Luego de un tiempo, los ruidos comenzaron a cesar, un grupo de soldados comandados por Eiric nos llevaron camino de vuelta al castillo mientras yo aún no podía asumir todo lo vivido. Subir por esa calle fue un martirio, ver y escuchar a gente herida, muerta, aplastada, decapitada era horrible. Clara rápidamente se había sentido mal y vomito en una esquina, no hice lo mismo, pero si mi estómago se revolvió más de una vez. Los soldados se Sean no habían tenido piedad, mujeres niños ancianos, mi pueblo, mi gente

–Dioses calmen el dolor.

Mi padre estaba furioso, podía sentir su respirar y las maldiciones que tiraba al aire. ¿No había tranquilidad y alegría para el?, habíamos estado por poco de morir y estábamos camino al Castillo con la ciudad extrañamente recuperada. Nos habían salvado, una salvada de milagros, un día después nosotros estaríamos acabados y debíamos estar agradecidos, pero algo no iba bien.

–¿Mi Rey está bien usted? – dijo acercándose Laurel.

–Laurel, estás vivo– dije asombrada.

–Si Princesa– dijo sonriendo.

–Esto es estúpido, ¿Qué somos?, ¿Nos están escoltando o somos prisioneros? – escuché decir a mi Padre.

–No lo sé mi Rey– dijo posicionándose detrás de mi padre.

–¿De verdad no lo sabes? – dije en voz baja casi sin hacer ruido.

–Prepárate– dijo Laurel modulando.

–¿Por qué?

Estábamos por llegar cuando un grupo de soldados corrieron y nos sobrepasaron como si nada. Llegaron al castillo antes que nosotros, vi que habían intercambiado palabras con los soldados de ahí y pronto todo comenzó a moverse, corriendo de allá para acá formándose.

–¿Lealtad a mi padre? Lo dudo– susurre a Clara.

–¿Qué está pasando? – dijo ella mirándome mientras nos tomábamos de las manos y temblábamos.

–Laurel –

Los soldados hicieron unas columnas de ellos para el ingreso, pero era extraño porque no había formalidad ni respeto para nosotros. Caminamos entre ellos, era verdad lo que había dicho mi padre, parecíamos prisioneros más que una familia con gran título y mi padre "rey de Cretos" solo era un hombre más. El castillo aún estaba intacto, se veía un poco oscurecido y sobresalían el rojo de la sangre en las paredes, escalones, murallas y el hermoso balcón. A los lejos de los portales pude notar a un grupo de prisioneros que iban camino a la parte de atrás.

–Leo– escuche susurrar a Laurel que miraba con unos ojos bien abiertos al frente– Lo reconocería, aunque estuviera tapado– agregó posicionándose detrás de mí.

Intente no hacer contacto visual con Leo, era incomodo pensar que después de tanto tiempo volviéndome loca y asumiendo que había muerto, hoy, justo ahora estaba al frente de mí. Él se puso frente a nosotros sobre uno de los escalones que estaba en la entrada y nos observó oculto detrás de su casco. Tenía sus manos y parte de su cuello manchado con sangre oscura y seca, mis ojos lo examinaron rápidamente pero no subirían más. Me negaba a verle.

–¿Eres el líder? – pregunto mi padre sin haberlo reconocido– ¿Seremos tus prisioneros?, podemos negociar, tengo tierras, dinero si es que deseas.

–No quiero nada de tu tierra, pero te ordeno que beses mis pies y pensare si debo dejarte vivo.

–Yo soy un Rey.

–No te pregunte quien eres, ¿Harías eso por tu vida y la de tu gente?

Mi padre volteo a vernos un poco indeciso y mojándose los labios volvió a observar a quien estaba justo frente del.

¿No podías padre? Después de estar días y noche maldiciéndolo y culpándolo por todo lo que nos había ocurrido, ¿Ni siquiera eras capaz de reconocerlo?

–Bien, no besare tus pies, pero si quieres me arrodillare– dijo posando sus rodillas en el suelo lentamente– eso es lo que puedo hacer. Tú debes tener honor, tienes a un Rey de rodillas ante ti.

Leo, podía ver sus ojos como miraba a mi padre, no estaba tranquilo. Tenía unos ojos más abiertos y su mirada como flecha. Camino lentamente hacia mi padre, sus pasos hicieron sonar su armadura y se detuvo justo para mirarlo desde arriba.

–Bésalos o ¿quieres que saque mi verga? La decisión es tuya mi Rey

Mi padre no volteo esta vez a mirarnos y Leo tampoco saco sus ojos de él. Era inmensamente humillante ver a mi padre así, pero ¿y si Leo no viene de buena fe? ¿Si realmente lo que viene era solo por venganza y por eso nos ayudó? ¿Quién y cómo era Leo hoy?

Mi padre apoyo sus manos a cada lado de las botas de este hombre y lentamente beso una y luego la otra. Leo al ver lo que había hecho se hinco un poco y lo miro más de cerca.

–Es increíblemente asombroso que no puedas saber quién soy ¿Qué se siente despojarte de tu honor? Eres un Rey roto, pero seré paciente contigo Rey Thion y no te hare daño aun– dijo mientras se podía escuchar cómo se reía detrás de su máscara, luego una carcajada– Este por lejos es el mejor día mi vida– agrego volteando y caminando hacia los escalones. Dándonos la espalda saco su casco con lentitud.

Su cabello cortado, sin trenzas algunas, su hermoso cuello y nuca, me saco todo el aire de mis pulmones. Le paso el casco a uno de sus soldados y volteo lentamente mirando a mi padre.

–Te dije que besarías mis pies cuando volvieras a verme.

Sentía un impulso en mi interior de querer abrazarlo, tocarlo y sentir su calor. Todo eso se confirmó cuando lentamente, volteo completamente mostrándonos su rostro y al verlo tome una gran bocanada de aire y trague. Los dos años habían hecho de este hombre más maduro, más hermoso y atractivo, había cortado su pelo y lo tenía bastante corto a los costados y lo dejo más largo en el medio, pero algo más en él era distinto, sus ojos realmente no eran los mismos, una mirada como la lanza tan puntiaguda que te quitaba el habla, una mirada llena de odio y rencor. Rodeado de un aura oscura y tenebrosa

–Leo– susurro mi padre y escupió rápidamente al suelo mientras se ponía de pie– ¿Vienes a buscar tu perdón?, deberías estar muerto, imbécil.

–Un sentimiento mutuo Thion, también espere encontrarte así.

–No tienes vergüenza. Soldados– ordeno Thion desenvainando su espada– tráiganlo ante mí.

Leo solo sonrió con la orden de mi padre.

Estábamos rodeados de soldados que no eran de Cretos, nos superaban por lejos y aunque nosotros aun estábamos protegidos por nuestros soldados, no sería suficiente. Cuando mi padre ordenó ir por Leo, nuestros soldados no se movieron.

–Ella está aquí– dijo un soldado a los de nosotros y me pregunté ¿Quién está aquí?

–¡ME TIENEN QUE OBEDECER! ¡HICE UN CONTRATO CON SU REINA! – grito mi padre alterado, pero no lo escucharon, de un momento a otro en vez de obedecerle, todos los soldados se hincaron una rodilla y bajaron sus cabezas– ¡ENTONCES LO HARÉ YO!

Thion se acercó con su espada sobre su cabeza hacia Leo, entendía la frustración que tenía contra él, pero ¿Cómo era posible que intentara matarlo teniendo a tantos soldados en su contra? Leo puso su mano en la empuñadura de su espada y lo miro listo para contratacar. Kurok que estaba detrás de él le agarro el brazo derecho tratando de quizás detener cualquier movimiento de Leo y mi padre se detuvo a unos pasos de ellos. Solo por la voz que salió de una mujer detrás de nosotros.

–¡THION! No tocaras a mi soldado.

–¡Ay dioses! – escuché decir a Laurel.

Una hermosa voz de mujer resonó por todo el lugar como si invadiera cada uno de nuestros oídos, fuerte y claro.

–¿Quién es ella? – preguntó Clara mientras todos volteamos a verla.

–Ella es...– dijo Laurel mientras la miraba.

–La Reina Dalia– dije en un susurro.

Era hermosa, una mujer bastante hermosa, con cabellos castaños, alta y delgada. Tenía unos ojos grandes de color café, su labio inferior era grueso y el superior delgado, su tez era clara con unos pómulos no tan pronunciados, unos senos que se veían con su gran escote y unas manos con dedos delgados ¿Cuándo años tenía? Era realmente hermosa.

Nos miró unos segundos de frente, iba escoltada con un soldado bastante alto, más alto que Thiao con un pelo revuelto de color castaño y usaba la armadura de Liastian, pero llevaba una capa dorada y una máscara del mismo color cubriendo todo su rostro, no se le veía nada, ni los ojos como los demás soldados. Además, detrás de Dalia venían 6 mujeres con los cuerpos pintados de color plata, vestidas de túnicas celestes y con unos aros en su cabeza de color dorado.

–Thion, tienes mucha valentía para hablar con tanta superioridad– dijo ya al alcance de nosotros. Mi padre no movió ningún musculo, estaba igual que Laurel.

Comprendí lo que había dicho Laurel hace tiempo, Leo tenía la misma mirada de su madre, claro que yo muy pocas veces vi a Leo cuando estaba enojado o esa mirada de autoridad, conmigo siempre había tenido una mirada más suave y dulce.

–Dalia– susurro mi Padre guardando su espada.

Ella camino por un lado de nosotros y se detuvo justo frente a mí, levante mi mirada solo para verla unos segundos. Ella me observo de pies a cabeza sin expresión alguna en su rostro, no hizo nada y tampoco dijo nada.

–No digas nada Thion, no necesito escucharte, habrá tiempo para eso– dijo pasando por delante de mi padre y él solo agacho la cabeza– No estoy feliz– siguió caminando.

Era primera vez que podía verlo bajando el rostro ante alguien ¿Podía entender el poder que tenía esta mujer si mi padre bajaba su cabeza ante ella? A pesar de ser Neutral, se veía como si aquella mujer era la Reina superior a todos los demás Reinos, era increíble.

–Dalia– dijo Laurel corriendo delante de ella y agachando su cabeza– Necesito que me dé, de su tiempo, aceptare cualquier castigo de usted.

–Mis manos no te tocaran, debes saber que mis manos no tocan a cualquier hombre– dijo y levemente subió su cabeza dando una señal. Su caballero que estaba de atrás, salió de su posición y con gran rapidez le propino una fuerte cachetada, moviéndolo unos pasos atrás– cobraría tu cabeza.

–Lo acepto mi señora– dijo posando sus manos en el suelo. Pero ella siguió su camino llegando a Leo.

–De pie– ordeno y todos se levantaron en silencio– ¿Todo bien?

–Si– dijo el mirándola de cerca– solo un pequeño inconveniente.

–No más inconvenientes– su voz se hizo más suave. Pensé que con Leo iba a ser la misma, pero su voz se había hecho más ligera y luego un gesto. Poso su mano en la mejilla izquierda de el por unos segundos y volvió a caminar, seguida por todos.

Recordé lo que eran ambos, madre e hijo, era extraño y bastante perturbador pensar que entre ellos se conocían más de lo que yo lo había llegado a conocer, pero no solo eso, sino que Dalia también debería saber quién fui yo para Leo.

–Dalia ¿Traes un gigante? – preguntó mi padre acordándose de ese monstruo.

–Todo a su tiempo– dijo sin mirarle–Cathal– agregó fuertemente y volteo, sus mujeres y los dos soldados se abrieron para que ella mirase.

Y entre los soldados formados, salió este pequeño soldado parado firmemente.

–¿Si mi Reina?

–Encárgate de los médicos, que vean a la familia real y los preparen para la cena para más tarde. Sera una larga y aburrida noche– dijo volteándose sin esperar respuesta.

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–Hay unos hermosos pastos a las afuera de las murallas, deberías decirle a Thicio que encuentre lugar allá.

–Sí, losé– dije siguiendo el caminar de mi madre. Estaba todo tan en silencio que podía escuchar los pasos de ella al pisar el interior del castillo.

–El lugar sigue igual como lo recordaba– dijo ella.

–Madre, los soldados están limpiando aun los pisos superiores.

–No me importa ver un poco de sangre Leo, tomare las habitaciones del lado este, si es de tu gusto puedes quedarte conmigo o buscar otras habitaciones.

–Debes hablar con Thion aun.

–No te preocupes, como dije, todo a su debido tiempo. Por el momento incauten todo el edificio dejen solo las habitaciones del rey y su hija. Ven a verme en un rato– dijo sonriéndome y siguió caminando con su escolta.

Un gran grupo pasó delante de mí antes de quedar solo. Mi madre prácticamente se había acentuado en el castillo y todas sus cosas ya habían sido dirigidas a sus aposentos ¿Quién le diría que no?

–¿Estas bien? – oí la voz de Cathal acercándose por los pasillos.

–Lo estoy. Debo mandar a Thicio fuera de las murallas.

–Creo que me adelante– dijo riendo mientras ponía su mano en mi hombro– el grandote da una impresión bastante aterradora asique supuse que estaría más cómodo fuera de las murallas y allí está ahora.

–Gracias Cathal.

–¿Cómo estás? Es una pregunta media tonta, pero sé que esto es difícil para ti.

–Quisiera matarlo, quisiera verlo morir.

–Pero si lo haces, la Princesa.

–No me importa ella.

–Si tú lo dices.

Helina seguía siendo la misma mujer que dejamos hace dos años, no había cambiado absolutamente nada. Podía ver el terror en sus ojos de lo vivido, aún era hermosa y a pesar de todo, sentía que algo había quedado pendiente entre los dos, había sido la única mujer que había amado, aunque nunca pude decirle, pero estaba aun profundamente herido. No me importaban las demás personas, todos pagarían tarde o temprano como Charlotte, pero no podía hacer lo mismo con Helina, ella me debía explicaciones y respuestas ¿Por qué no hizo nada? ¿Y porque me dio la espalda como lo hizo? No merecía eso, no después de todo lo que vivimos juntos. Me sentía enojado con solo pensarlo, pero por otro lado solo quería evitarla, no volver a tocar el tema, no volver a conversar con ella. Era un conflicto interior que venía luchando desde que emprendimos el viaje hasta aquí.

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Leo estaba firme, había guardado muy bien su compostura con excepción lo que hizo con Charlotte, pero se veía tranquilo. Mientras yo no lograba imaginar cómo teniendo a su verdugo al frente no había cedido a sus deseos de venganza, el simplemente me sorprendió. Por otro lado, también estaba la Princesa, Leo no se dirigió a ella en ningún momento y tampoco lo vi mirándola, en cambio ella sí ¿Qué podría esperar de esto? Esperaba con ansias que la Princesa se pudiera disculpar con Leo y entre los dos puedan volver de a poco a conversar como antes, quizás ella podía lograr lo que yo no podía lograr con él, que se abriera y que hablara más.

–Te vez pensativo– dijo su voz.

–Sí, lo siento esto igual me trae recuerdos, tampoco es fácil para nosotros Leo– dije mientras subíamos por las escaleras, sabía muy bien que Leo iría directo a sus antiguos aposentos.

–Supongo que sí.

–¿Qué harás con ella?

–Cogerla.

–¿Estas bromeando?

–No.

–Pero la Princesa...

–Hablaba de Charlotte.

–Después de lo que le hiciste ¿Enserio?

–No.

–Oh Leo, me volverás loco.

–Me quedare aquí, ve donde mi madre de seguro te estará esperando.

–Deberías esperar a que limpien todo– dije echando un ojo dentro– el tiempo ya ha hecho de las suyas.

–Sí, es una lástima.

–Bien, te dejo. Leo trata de que este día sea tranquilo.

–Lo intentaré– dijo sin voltear.

–Ve a ver a tu madre más tarde.

Camine por el Castillo sin dirección, observando cuanto había cambiado, dejando de lado la mala decoración que dejo la guerra podía ver que todo se había descuidado, el pasto estaba seco, las murallas sucias y los hermosos colores que había en el ambiente lleno de vida, hoy solo era un recuerdo pasajero, no había mucho césped e incluso el árbol hermoso que llegaba al balcón del segundo piso estaba seco.

–Dioses, todo huele a muerte.

–Cathal– dijo Thiao acercándose– ¿Vas con la Reina?

–Sí, me estaba dando un tiempo, vi algunas habitaciones y todo está demasiado sucio, supuse que Dalia tardaría instalarse.

–¿Entonces no le has dicho lo que paso?

–No, pero seguramente ya lo sabe ¿Esta con vida?

–Sí, Leo la dejo con vida.

– Bueno sabíamos a lo que veníamos.

Más tarde Dalia nos llamó a todos, no tardó mucho en que sus aposentos se vean relucientes y junto con sus doncellas sirviéndole a cada momento se sentó en un sillón viéndonos entrar.

–Gracias por venir– dijo ella mientras se echaba a la boca unas uvas– deben saber que todo ha salido como lo habíamos planeado, y nuestro eslabón más débil ha podido cumplir con lo que hemos hecho, pero no quiero que lo pierdan de vista. Hoy es el primer día de muchos y como saben, Leo no se quedará con las manos cruzadas, ha estado bastante tranquilo, pero no esperen que esa tranquilidad dure por mucho. Cada palabra, cada acto, cada lugar, olor y sonido despertaran todo recuerdo no solo de mi hijo sino de ustedes. Intentemos que el gigante no entre a la ciudad buscando a Leo, es su deber y el mío resguardar a todos y mantener a mi hijo como lo hemos hecho hasta ahora, llegara el momento– dijo poniéndose de pie y acercándose a mí– que no me obedecerá, por más obediente y sumiso que sea y ustedes saben perfectamente quien producirá eso

–¿No hay alguna forma de mantenerlos alejados?

–Habrá que intentarlo, pero estemos listos y preparados para todo, en especial tu Cathal– dijo bajando la voz y poniendo su mano en mi hombro– no juzgare antes de conocer a esa mujer y tampoco me dejare llevar por las palabras de ustedes, palabras que conllevan muchas heridas. A pesar de todo lo que signifique que estemos aquí otra vez, espero sus respetos a las personas que están justo aquí arriba– refiriéndose a los aposentos reales– no podemos ser impertinentes después de todo Thion sigue siendo Rey, obedezcan según sus corazones y su razón. Kurok– dijo fuertemente– no quiero bromas de mal gusto y falta de respeto a la familia real, tu enojo debe ser igual que lo ha estado llevando hoy mi hijo, que no florezca en rencor. Tengo la esperanza aun de encontrar una explicación ante todo esto. Thion es mi amigo, un viejo amigo quien compartió conmigo un tiempo en mi juventud y tengo muchos sentimientos encontrados con él, no se interpongan.

–Si Señora– contestamos todos.

–Mi hijo debe estar llegando, ruego recordar mis palabras no como su Reina y Señora sino como una madre ante ustedes.

–Mi Señora, su hijo– dijo un soldado en la entrada.

–Hazlo pasar, Cathal quédate y guarda compostura.

Mientras todos comenzaron a salir, yo me ubique en un muro cerca de la entrada y aguarde en silencio como si no existiera.

–Leo.

–¿Harás una cena?

–Pensaba que sería la mejor forma para conocernos.

–Como unos queridos invitados– dijo el burlándose– es inaudito.

–¿Te parece mal? He escuchado lo que has hecho, ¿Cuánto tiempo pretendes dejarla con vida?

–Acabare con ella esta noche si gustas, pero ¿Por qué debería hacerlo? Esa mujer jugo conmigo y contigo, fue responsable de muchas cosas en especial la muerte de tu esposo, merece un poco más.

–Lose, y te entiendo. Has con ella lo que te dé la gana, pero no quiero más sorpresas por hoy, sé que no es la única, faltan unos más, pero por hoy te lo prohíbo.

–Mañana.

–Si mañana quizás, déjame llevar una reunión tranquila, concuerdo también que una cena no está muy bien, asique deja que el día termine lo más tranquilo que se pueda. Yo te daré el permiso.

–Lo esperare con ansias– dijo bajando su cabeza. Se veía tranquilo, se había limpiado un poco la cara, pero aun así aun tenia algunas partes con sangre.

–Trata que la mujer no vea a alguien que pueda tratar de intervenir y se agrave la situación.

–Madre, eso no hace falta– dijo sonriendo mientras volvió a bajar su cabeza y camino a la salida. Dalia quedo media extrañada y me miro sin decir nada, yo solo tuve que hacerle una seña haciéndole entender que Leo le había sacado los ojos a Charlotte y además de eso, la tenía completamente muda.

Dalia no pareció sorprenderse y siguió con sus asuntos conversando con su guardia.

–Sera una Reunión entonces– dijo alzando la voz– Cathal avisa que no habrá comida hoy, la cena se servirá dentro de cada aposento y espero que por este día todos se mantengan dentro de sus habitaciones.

–¿Sitiara el Castillo?

–No soy la enemiga Cathal, pero este Castillo necesita orden. En mi vida había visto a Cretos tan descuidado, Cretos es hermoso por sus tierras verdes, pero mira ahora como esta. Ahora comprender porque Thion dejo que su Reino se deteriorara tanto es algo que me gustaría descubrir, porque, no creo que todo haya sido porque odia a Leo, es algo más.

–Quizás él ya sabe toda la verdad.

–No, lo dudo. Si eso pasara será la única vez que me veras bajar mi cabeza ante un hombre, después de todo yo soy la culpable que él no sepa nada, pero esta noche espero que pueda decirme por qué su estado. ¿Crees que Leo se comporte?

–Sí mi Reina.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, la reunión comenzó. Dalia junto con Leo fueron los últimos en llegar, había un silencio enorme en todo el salón, Thion estaba inquieto y caminaba haciendo círculos por todo el lugar sin detenerse y de vez en cuando nos pegaba miradas que podía asumir que nos odiaba.

En cuando la Reina entro, todos se pusieron de pie, ella miro a Thion y fue directamente a él haciendo una señal para que Leo no la siguiera.

–Thion– dijo ella acercándose.

–Dalia, ¿Qué es todo esto? ¿Me quitaras mi Reino?

–No Thion.

Ellos verdaderamente se conocían, pude ver simpatía y amabilidad en sus miradas. Sin duda tuvieron un pasado, una amistad y algo más que eso. Continuaron platicando alejados de los demás mientras que todos se preguntaban qué era lo que hablaban, en especial los consejeros que no se veían contentos.

–Dalia yo lo lamento, ¿Cómo iba a saber yo que Leo era...?

–Thion eso lo hablaremos después– dijo con una cara más disgustada. Ahora tengo unos documentos que deberías ver– agrego haciéndole seña para que se sentara.

Por otro lado, la Princesa se mantuvo callada y pensativa a un costado de la mesa. Leo otra vez la ignoro mientras conversaba con Kurok sin sacar los ojos de su madre.

–Quiero comenzar diciendo que estoy bastante adolorida y asombrada por la situación que Cretos está viviendo, vine aquí con las intenciones de arreglar un asunto aparte, pero he decidido que tomare Cretos en mis manos– al decir eso todos comenzaron a murmurar, Thion no hizo más que mirarla atento a sus palabras. Dalia muy bien podía hacerlo por la buena o por la mala.

–¿Qué significa eso?

–Que Cretos desde hoy está bajo mi mando y mi poder, no puedo dejar que este hermoso Reino que ha prevalecido por años caiga en decadencia. Desde hoy Rey Thion trabajaremos juntos.

–Dalia no puedes.

–Aceptaras– dijo ella bajando su mirada y clavando sus uñas en la mesa. Todos los soldados conocemos esa mirada, que incluso un escalofrío recorrió mi cuerpo, los demás apartaron sus rostros de ella. Abrió sus ojos tan grandes y forjo una gran sonrisa tan espeluznante que Thion bajo con rapidez su rostro y guardaron silencio– todos– dijo con una voz ronca pero fuerte– deberían estar muertos en este momento, independiente que supieran quien es mi hijo, rompieron un tratado que firmo su Rey Thion. Y para los que no les queda claro lo diré una vez más, el único heredero de todo mi Reino y mi único hijo es Leo, el príncipe de Liastian– agregó mirando a Thion– eso lo hace personal. Ahora, ¿Puedo tomar tu Reino?

El silencio en la sala hizo que la amenaza de Dalia saliera con palabras amables y cordialmente dejo que Thion contestara, mientras que Burak lentamente comenzó a desenvainar su espada haciendo un sonido que todos percibimos. Dalia y él sin duda se entendían sin tener que hablar.

–Si Dalia, puedes tomar mi Reino– dijo Thion mientras apretaba sus dientes disgustado.

–Me encanta que nos entendamos– dijo sonriendo– Bien hay algunas cosas que deben saber– agrego sentándose y abriendo unos documentos– Tratados, rotos– prácticamente se los tiro al Rey sin importarle nada– con tu firma y sello Thion, dime que dice en tercero o cuarto punto no recuerdo– Dalia siempre parecía que bromeaba cuando realmente todo lo estaba tomando seriamente con una sonrisa y una mirada hacia el cielo esperando que el Rey leyera.

–Si un soldado comete algún error grave y se dicta una sentencia que puede llevarlo a la muerte, necesita usted la aprobación de la Reina

–Ahora, recuerda esas palabras y tratemos de llevarnos bien.

–Por cuanto tiempo.

–Yo determinare eso a su tiempo. Hay mucho que hacer en Cretos, mañana se limpiara la ciudad, no quiero sobrevivientes, junten a los que más puedan y los reúnen fuera de las tierras para su posterior ejecución.

–Si Señora –contestaron la mayoría de los soldados.

Leo por otro lado tenía ya fijo sus ojos en su blanco y como una gran montaña se fue acercando lentamente mirándolo desde lo alto a Laurel. Era un tigre acechando a su presa.

–Necesitare los documentos de ingresos de la ciudad, un conteo de los sobrevivientes del Reino, además de algunos soldados ayuden en la construcción de nuevos hogares para nuestra gente, Thiao coordinaras eso y me lo informaras diariamente. El castillo será restaurado, esta demás decir que ninguno puede salir sin mi autorización.

–Dalia el hijo de Sean– dijo Thion.

–Sera ejecutado también a su debido tiempo.

–¿A su debido tiempo? – dijo Loreas– es un Príncipe necesita un juicio justo, si lo ejecutamos eso no evitara la guerra posterior, a penas pudimos con su reciente ataque.

–Señor, Loreas, sé muy bien quién es usted, lo recuerdo. Ahora el tema de la guerra deberíamos preocuparnos cuando el enemigo sea realmente peligroso, pero no es así. Gracias por avisarme eso me lleva a otro punto– dijo pasándole otros papeles a Thion– Marlen, necesito que me des un informe de la situación en la que se encuentra hoy el norte y en especial el Este, manda un vigilante o ve tú, tienes tres días. Sean tiene que estar resguardándose.

–Si Señora.

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La reputación de Dalia era totalmente verídica, tal cual como la habían descrito. Sonreía y mostraba simpatía, pero sus ojos solo demostraban frialdad y cero remordimientos con sus decisiones. Me llegaba a doler el estómago con solo pensar en tenerla como enemigos, pero no, era mi padre quien flagelo a su soldado irrumpiendo sus reglas y sumándole también que era su hijo. Dioses lo único que deseaba era volver a mis aposentos y jamás nunca volver a encontrarme con la Reina.

Deseaba también poder hablar con Leo, aunque sea saludarlo y saber cómo estaba, podía observarlo por largos minutos sin que me devolviera la mirada, de hecho, nunca lo hizo, en ningún segundo cruzamos miradas ¿Me estaba ignorando? Por más que yo quisiera hacerlo también con él, no podía. No me quedaba más que mirarlo a lo lejos y poder ver su cabello como caía por su frente, sus ojos, sus hermosos labios y esas manos que muchas veces fueron mi fantasía. Habían pasado dos años y el en este momento me sacaba completamente de la realidad.

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– Sé que prometiste comportarte– agrego mientras firmo unos documentos, yo sabía muy bien para quien eran esas palabras– eso ya no hace falta.

Dalia termino de hablar y Leo se movió con rapidez, enrollo una cuerda en el cuello de Loreas y con la fuerza de una gran patada rompió la silla para que el hombre callera.

–¡DALIA!– gritó Thion asombrado mientras su hombre hacia sonidos de ahogo, todos se levantaron asustados con la rapidez que inmovilizaron a uno de ellos, la pregunta ahora era ¿Quién es el siguiente? Leo solo se llevó la cuerda al hombro y se lo llevó a rastras, ningún soldado movió un solo pelo.

–Mírame– susurró ella acercándose lo suficientemente cerca de Thion que cuando él volteo, casi tocaban sus narices– tú eras el próximo.

–Mi Reina– dijo Helina acercándose a su padre.

–No necesito escucharte ahora– dijo ella deteniendo las palabras de la Princesa– se perfectamente quien eres. Thion te veo sorprendido, tienes arto que leer y te dejaré para que comprendas todo lo que está ocurriendo, saca la venda de tus ojos y ve por primera vez tu Reino hecho ruinas– agregó saliendo de su asiento y mirando a su soldado.

–Mi Señora– dijo Burak bajando su cabeza, ella salió con rapidez y todos salieron junto con ella. Quedando lo poco y nada de Cretos aun sentados.

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¿Saben cómo se despelleja a un venado? Se mata, se limpia sacando viseras y órganos, luego se ata a un árbol de los pies y se comienza a sacar la piel de los muslos hacia abajo, llegas a la cintura y comienzas con las patas delanteras aflojando un poco la piel, cortas la parte del esternón y tiras hacia abajo removiendo todo.

Claro que me olvide el primer, y segundo paso. A este punto ser el villano ya no me importaba, es más, me reconfortaba y me daba cierta paz.

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Los gritos de Laurel fueron tormentosos, cuando creía que Leo se sobrepasaba con sus torturas siempre se las ingeniaba para ser cada vez más cruel. El igual sufrió por sus heridas y su recuperación tardo meses, gracias a los dioses sus prisioneros no duraban más de dos días.

–Cathal, ¿estas acá?

–Si Señora, lo siento estaba pensando que es muy pronto para relajarse con la familia real e invitarlos a un banquete.

–Con Thion no hay problema, ¿Crees que el problema está con mi hijo y la princesa?

–Mi Reina es el primer día, creo que hay que tomarse las cosas con calma después de lo que este lugar nos hace recordar– dije mientras la miraba como su soldado le daba masajes en su espalda. En esto la puerta se abrió con lentitud entrando Leo ya con ropa ligera.

–¿Te divertiste? – le dije al verlo, pero el solo me respondió con una mirada sin expresión.

–La mayoría de los enemigos han sido encarcelados, la ciudad completa está vigilada asique si quedara alguno vivo no pasara a la noche de mañana.

–Bien, mañana sal a revisar con mejor luz. Ahora–dijo ella sentándose mientras se cubría el pecho– salgan todos, menos tu Cathal.

–Si Señora.

–Leo, es una hermosa mujer, entiendo porque querías casarte con ella.

–No empieces– dijo el caminando a la ventana– nunca quise casarme con ella madre.

–Es una buena opción, no puedes negarlo y tú la habías elegido antes de que yo supiera de ella. Digo por algo la querías.

–No me estas escuchando, yo solo... nunca quise casarme.

–Está bien, solo la querías para cogerla entonces ¿eso es lo que quieres hacerme entender?

–NO, no Dalia.

–Eres un Príncipe y serás Rey y necesitaras una compañera.

–¿No pudiste aguantarte unos días? Tocar el tema en la primera noche.

–Helina es hermosa, se verá muy bien como esposa a tu lado ¿No piensas lo mismo?

–No.

–¿Y tú Cathal?

–Si mi Reina, aunque debo admitir que no he visto interés por su hijo ante ella, pero si de ella hacia él.

–Cathal– dijo Leo advirtiéndome mientras me observaba.

–¿A pesar de su virtud?

–¿Enserio? – Leo se giró y miro a su madre quien lo miraba sonriente desde el sillón– llevamos menos de un día aquí y ¿Ya estás hablando de la virtud de una mujer?

–¿Te ofendes? – dijo ella poniéndose de pie. Leo no le contesto simplemente apoyo su espalda en el muro que daba a la ventana y negó con la cabeza– a su debido tiempo deberás hablar con ella, no es como si tuvieras otra opción.

–Tú has gobernado sin un Rey a tu lado, porque piensas que yo necesito una Reina. Tu no estuviste ese día, ella me dio la espalda ¿crees que hará algunas cosas para salvarme si yo llegara a enfermar? Ella condenara mi muerte.

–No es lo mismo. Una, yo era lo suficientemente madura para llevar un Reino con experiencia, tu no. Eres inteligente y sabio para hacerlo, pero estas dañado y lleno de rencor eso no te hace apto para gobernar solo.

–Olvídala, a esta altura me conformaría hasta con un hombre.

–No te burles de mí.

–Helina siempre ha soñado con una familia, yo no soy el indicado.

–Eso aún no lo sabemos, pero te pido que no te cierres. Ella se ve como una mujer con buenos modales, es bastante callada y tranquila. Cathal ¿Thion sabe de su pureza?

–No mi Reina ella sería incapaz de decirle a su padre, Thion sabía de Leo, asique seguramente lo culparía.

–No, él no culpa a alguien sin tener pruebas– dijo sarcásticamente.

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Helina, porque todos trataban de hablar de ella, como si fuera la cosa más importante del Reino. Admitía con vergüenza y con dolor que cada noche podía volver a pensar en ella y es que era bastante obvio que después de haber vivido con ella por años hoy éramos como desconocidos. Así lo quería yo, aunque me doliera, me recordaba una y otra vez lo que hizo y eso me volvía a poner en el lugar.

Mire por la ventana solo para verla caminando con sus doncellas, las tres se veían bastante mejor, en especial Bony. Era ella, después de dos años tormentosos, ella estaba ahí mirándola en carne y hueso, como si se hubiera escapado de mis sueños y pesadillas.

–Siempre fui su súbdito, su más leal soldado, jamás la toque indebidamente– dije volteando a ver a mi madre– no seré su perro faldero, ella deberá entender que no soy más un soldado que obedecerá a su amo.

–Concuerdo contigo.

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¿Sí? Después de tanto tiempo Leo estaba diciendo que no la buscaría más ni le obedecería, ¿será que ahora poder verla a ella buscando la aprobación y atención de él?

Después de todo los dos tenían los mismos títulos, pero significaba que entonces Leo ya no la cortejaría, sino que ella debía hacerlo. Seguía dudando que él no la amara.

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–Tendré paciencia, espero que pongas de tu parte y no te portes indebidamente con ella, a pesar de todo lo que hizo. Yo hablare con Thion para tantear un poco el asunto, no le gustara sin duda.

–Pero a ti nadie te dice que no, que descanses madre– dije dándole un beso en su frente y camine a la puerta.

–Tú también querido.

Bueno por lo menos eso había calmado un poco a mi madre, no iba a tratar mal a Helina no podía, pero si evitaría a toda costa verla y hablar con ella, solo hasta que me sintiera más calmado. Thicio y yo compartíamos un vínculo extraño, con una historia compleja, pero debía mantenerme al margen o el grandote sentiría mis emociones y vendría por mí.

Abrí la puerta y al cerrarla, levanté mi mirada y la vi. A la diosa de la conversación que tenía hace unos momentos

–Leo– su voz abriendo cada poro de mí. Mi instinto de supervivencia simplemente me dijo, "apégate al plan y corre"

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Iba justo subiendo las escaleras cuando me toque con Leo justo saliendo de los aposentos de la Reina Dalia. Fue un momento congelado como si pudiera observarlo todo en cámara lenta y prácticamente mis enaguas se mojaron al verlo con ropa ligera, era él. El hombre que me quitaba el aliento y me hacía latir con rapidez el corazón.

–Leo– dije al ver que levanto su mirada y me miro. Se detuvo solo unos segundos– ¿Podemos hablar?

Pero el no dijo nada, me miro hasta pasar justo a mi lado, lo bastante cerca como para sentir su aroma y su esencia, cerré mis ojos tragándome tal vergüenza.

–Lo siento Princesa– dijo Clara posando su mano en mi hombro mientras yo como tonta voltee a ver su espalda alejándose de mí.

–No hay nada que lamentar, es mi castigo– dije mientras intentaba guardar compostura. Era el amor de mi vida alejándose de mí, como cual desconocido.

–Tendrás que esforzarte más– otra voz conocida.

–Cathal, oh Cathal no hace falta que comentes esta vergonzosa escena– dije parpadeando con rapidez para que mis lágrimas atrevidas no salieran– sé que también estas molesto con nosotros.

–Lo estoy– dijo acercándose a mí– pero creo que siempre hay una explicación en el trasfondo de la situación, al menos contigo.

–Yo...

–No Helina, no a mí, a él. Con Leo debes disculparte.

Mi culpa, por mi maldita culpa. No lo ayude, no lo apoye, ni lo fui a ver el día que estaba en las celdas, pude escaparme y no lo hice, es más, le creí a mi padre sobre su inocencia. Pero hasta el día de hoy no sabía en quien creer, dudaba que Leo y Fadila hayan intimado, lo dudaba mucho pero también papá nunca me había mentido y cuando me dijo que los había visto lo hizo mirándome a los ojos ¿Dioses cuál era la verdad? Ya era tarde para saberla.

Sin duda debía corregir mi error, debía obligarlo a hablar conmigo, quizás le daría tiempo, pero no podía ignorarme todos los días. Él debía actuar como adulto y darme palabra tarde o temprano.

Próximo Capitulo: 34.–Mi Primogénito

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