31.- Pensamientos Impuros
Sabía perfectamente que habían pasado unos días, pero no sabía con seguridad cuantos eran, mi cuerpo estaba rígido y sentía que había dormido una eternidad y me costaba poder despertar, cada vez que lo intentaba mis parpados pesaban tanto que no podía mantenerme consiente.
–¿Dónde estoy?– mi voz a penas salía. Estaba tan desorientado.
–Leo– dijo Thiao acercándose– estamos camino a Liastian, llegaremos en unos días.
–¿Estas solo?, ¿Dónde están los demás?
–Hey, no te levantes, tranquilo.
–Veo que has despertado– dijo entrando una vieja con atuendos plomos y un delantal celeste.
–¿Quién? – mire a Thiao y me regalo una sonrisa mientras se arrodillaba a mi altura.
–Ni siquiera me recuerdas– rio ella mientras con un trapo tapaba un jarrón.
–Mira, has dormido por dos días, es normal que te sientas desorientado ¿Te duele algo? ¿Recuerdas que ocurrió?
–Sí, Thiao– dije apoyando mi cabeza nuevamente en mis manos.
–¿Es normal que este así?
–Si joven, estará lento y confundido, pero mientras no tenga dolor, creo que es lo mejor. Joven general– dijo acercándose a mí, despierte debe beber algo, tus heridas tardaran bastante en sanar.
La escuchaba y percibía todo a mí alrededor, pero no podía controlar mi cuerpo, mis ojos se sentían cada vez más pesados y me costaba mantenerme despierto. Me iba en segundos y luego volvía a tomar conciencia para volver a irme una vez más.
–Te echaré este ungüento y te daré algo para que bebas– sentí sus pasos que fueron a mi costado, pero aun así no sentí nada, esperé el dolor de su mano en mis heridas, pero no podía ni siquiera mover mis pies.
Traté de pronunciar palabras, pero solo escuché balbuceos de mí.
–¿Qué ocurre? ¿Necesitas algo? – dijo Thiao, pude sentir su mano en mi cabello.
–Me cuesta.
–Leo trata de hablar más alto, no te logro escuchar.
–Me cuesta– repetí.
–¿Qué te cuesta?
–Tragar– abrí mis ojos y pude verlo aun inclinado muy cerca de mí.
–Estas– dijo poniéndose de pie y cogiendo un paño– bastante baboso, ¿Es normal? – miro a la anciana y ella se acercó.
–Si joven, pero le daré beleño para quitarle la mescla de su paladar y veremos si puede beber leche de amapola para el dolor y comer algo o te debilitaras con rapidez.
–Leo, mantente despierto ¿Bien?, ¿Debo llamar a los demás?
–No hace falta pero alcánzame el tarro por favor.
–Si señora– Thiao le obedeció
–¿Todo bien? – dijo Cathal asomándose en la puerta.
–Sí, tú debes estar durmiendo.
–Solo quería saber cómo estaba.
–Bien, escúchame una cosa joven General– dijo la anciana con un jarro en su mano mientras me miraba detenidamente. Pude notar lo vieja que estaba, sus arrugas, una verruga en el costado de su rostro y unas cejas pronunciadas de color plomo. La había tenido a un costado mirándola de reojo y esta vez era primera vez que la veía de frente– te daré de beber esto, es muy importante que bebas solo dos tragos, esto disolverá la mescla en tu paladar, pero si tomas de más puede que devuelvas lo bebido inclusive el efecto calmante de los ungüentos ¿Me entiendes? –
La conocía, pero ¿De dónde? Reconocía su voz, su boca, pero no estaba seguro si la había visto en algún lado o solo escuchado.
Moví mi rostro asintiendo lo que me preguntaba, comprendía lo que me decía, pero odiaba que me tratara como un niño.
–Bien, bebe– dijo y puso su mano áspera debajo de mi mentón subiendo mi rostro y con la otra me acerco el jarro a la boca.
Aquel liquido toco mis labios y sentí lo caliente que bajo por mi garganta, un sentimiento que me invadió con rapidez, un deseo que rápidamente lleno mi brazo derecho con la fuerza de levantarme un poco y agarrar el jarro, la vieja hizo un poco de fuerza conmigo antes que Thiao interviniera.
–Oye, para ya– dijo agarrándome de la muñeca y estirándome el brazo hacia atrás. Grite de dolor otra vez– lo siento– se disculpó soltándome.
–Cuidado Thiao– dijo Cathal acercándose con rapidez.
–Quiero más.
–No porfiado– grito Cathal– ¿Qué pasara ahora?
–Ya lo he dicho muchacho – dijo la vieja con el tarro en las manos– no conozco soldado o mujer que haya podido detenerse, viendo que el General es fuerte pensé que iba ser capaz, pero eso solo me da a entender que aún es muy pronto para que ingiera alimento.
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–Vamos, acérquenlo a la orilla– obedecimos rápidamente y lo sostuvimos. La anciana era un profeta que al fin y a cuentas siempre se hacía lo que ella había predicho. Leo comenzó con regurgitaciones– tráiganme las mantas– ordenó a las sirvientas. Le pondremos las mantas que estuvieron sumergidas en esa pasta, se sentirá más fresco –
No había mucho que devolver, su estómago apenas aceptaba el agua y mucho menos la comida, asique supuse que solo se alimentaria de sopas. Luego de un rato volvimos a ubicarlo más centrado en la mesa y se quedó tranquilo.
–¿Fadila? – escuche el nombre de la reina salir por la boca de Leo y lo mire un momento.
–Ella está muerta– Leo pareció comprenderme y se quedó tranquilo– ¿Recuerdas lo que paso?
El solo asintió con la cabeza y trató de voltear a ver a la vieja.
–Tu máscara...– dijo con dificultad.
–Sí, ella misma. Me costó reconocerla, pero es ella, así que tranquilo.
No podía imaginar todo lo que se venía en adelante, Leo estaría meses con heridas en su espalda que sin duda lo harán permaneces encerrado. Dalia por otro lado también era de temer y no sabía que decirle al llegar. Solo les pedía a los dioses que la espalda de Leo se mantuviera sana y no se infectara, solo quería que llegara con vida y sin problemas. Por otro lado, todos nos dimos cuenta que la Princesa Helina no hizo nada, sabíamos de su romance, conocíamos su relación, pero nunca imaginé que ella le diera la espalda así, la vi conmocionada, pero para dejarlo solo, imperdonable. Me sentía furioso con ella y con su maldito padre.
¿Cómo calmaría a Dalia? ¿Cómo saber si ya había preparados barcos para ir a Cretos? Dioses no quería imaginar su rostro, su mirada tan intimidante. Con mucho temor escribí una carta.
–Mi Querida Reina. Las cosas no salieron como debían salir, Thion no respeto el tratado...
–No, no eso es muy negativo.
–Mi Querida Reina, lamento profundamente estas noticias, vamos en camino a Liastian con su hijo. Thion perdió cordura y lo flagelo ante la acusación de su Reina, Fadila está muerta y Thion inmerso en la locura, escapamos y partimos hace dos días de Cretos. Esperamos llegar allí lo antes posible.
Dioses no quería entregar la carta, pero sin pensármelo mucho se la pase a Marlen para que la haga volar ¿Qué podía esperar? Una respuesta con todos los retos de mi Reina, una carta en blanco o simplemente ninguna respuesta ¿Qué era peor?
La respuesta a esa carta llego al cuarto día, estuve tratando de mantenerme activo, Leo estaba ingiriendo solo sopas y caldos, mientras que la anciana no se apartó de su lado. Estuve por todos lados, llevando la carta entre mis pantalones, me dolía el estómago con solo pensar que era lo que había en ella. Añoraba solo una muerte rápida, pero Dalia era igual que su hijo.
–¿Aun no la abres? – pregunto Eiric entrando a mi habitación al ver la carta en la mesa.
–No puedo.
–Todos están preguntando que dice, ábrela de una vez.
–Ábrela tú si quieres– dije tragándome un vaso completo de vino.
–Bien– dijo tomando el sobre. Saco el cello con mucho cuidado mientras me pegaba una que otra mirada. Me senté en mi cama y apoyando mis bazos en mis rodillas miré su reacción.
–¿Y? – pregunté al ver que la abrió completa. El pareció un poco sorprendido, mordió un poco su labio y corrió la vista– ¡Dime que dice, dioses!
–Quizás no redactaste muy bien tu carta.
–¿Qué? – dije poniéndome de pie y quitándole la carta de las manos.
"Ansío tu llegada"
Mierda, soy un hombre muerto.
"Yo todavía sueño con el día donde siempre te vea triunfar y aunque pase el tiempo, seguirán los recuerdos y los hijos de los Halcones nunca te abandonaran"
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Quería dormir, dormir para siempre y nunca más pensar en lo que había ocurrido. Estaba postrado día y noche sobre una cama y una tabla que no hacía más que apretar mi pecho al gritar. Jamás había tenido un dolor tan fuerte, siempre eran focalizados en un sitio especifico, pero este no tenia, era todo, incluso una parte de mi glúteo derecho ardía al igual que mis hombros, cada movimiento me recordaba lo mal que estaba mi espalda. No me atrevía a mirarme, el simple hecho de tratar de hacerlo ya me dolía todo.
Suprimí también mi pensamiento ante Helina, aunque cada noche ella venía a mi como un cruel fantasma no podía dejar de ver su espalda caminando lejos de mi ¿Habrá hecho algo para persuadir a su padre? No podía verla bien, en ese momento todo fue un caos, pero si vi cuando se fue.
No, debí deshacerme mucho antes de todos ellos, Charlotte, Fadila, Loreas y otros que recuerdo sus rostros, pero no sabía quiénes eran. Los mataré sin duda, sobreviviré y volveré por sus cabezas.
¡Volveré! Me hare más fuerte, más cruel yo.... ¡VOLVERE POR SUS MALDITAS CABEZAS! THION, TU TAMBIEN.
Próximo Capitulo: 32.–La Desesperación del Reino
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