3- Una Deidad hecha Mujer
El poco tiempo que pude tener junto con la realeza me había dejado tenso, su autoridad, su lengua, su mirada había llegado a mi como un malestar, un sinfín de emociones y sentimientos negativos. Comprendí rápidamente que la Reina estaba acostumbrada a tener otro tipo de interacciones con los soldados y que tal vez el Rey era ajeno a esa loca actitud. Claramente pude ver que este lugar me dejaría enjaulado.
¿Cuán difícil seria salir de estos muros en mis días libres? Mi libertad pronto se había comenzado a ir.
Los dioses deberían estar riéndose en sus tronos y jugaban conmigo muy a menudo. Caminé por el pasillo escoltado por un guardia, fue en ese momento donde al levantar la mirada pude apreciar el apogeo, la grandeza y la perfecta pureza hecha mujer.
Una hermosa dama con cabellos castaños caminaba hacia mí, su piel era rosácea, tenía unos labios delineados, el inferior un tanto más grueso que el superior y este se levantaba como una sutil sonrisa. Su cara tenia forma diamante haciendo de esta un muy femenino rostro, su mirada enjaulo mi valor, mi respirar y mis sentimientos en un solo momento. Se detuvo a mi lado, estaba acompañada de 2 mujeres, pero su hermosura no daba tregua a la belleza de las demás. Me miró un momento sorprendida, nuestras miradas se encontraron por primera vez y sentí como si el tiempo se detenía, sus ojos eran grandes de un color verdoso y nos miramos unos segundos sin decir nada.
–¿Eres... eres tu un soldado de Liastian?– Preguntó rompiendo el silencio.
Mis ojos jamás habían visto un ángel, ¿Cómo era posible haber caído del cielo?
–La Princesa te hizo una pregunta soldado– dijo el guardia esperándome unos pasos más adelante
–¿No hay palabras que puedas pronunciar?– dijo ella con una sonrisa mojando su labio inferior.
–Soldado– volvió a decir el guardia, pero ella levantó sus manos borrando su sonrisa y este rápidamente siguió caminando.
–¿Sabes volver?, seguro encontraras la salida sin ayuda de ese hombre– dijo mirándolo marchar– ¿Y bien?
Sonreí al ver su firme actitud ante el guardia.
–Usted debe ser la Princesa entonces– pronuncié mientras baje mi cabeza y ella devolvió con elegancia mi saludo– usted está en lo correcto ante mi procedencia.
–Lo sabía– sonrió–tu peinado, incluso– hizo una pausa y dio un paso más cerca de mí– tu piel.
Me miró detenidamente un momento a mis ojos, luego de unos segundos carraspeo su garganta y dio paso atrás mirando a un lado.
–¿Has venido a ver al Rey?
–Sí Princesa.
–Espero...– dijo seriamente–...que tus acciones no sean iguales a las acciones de los soldados de la Reina, cuento contigo soldado– dijo bajando su cabeza y marchó.
–Asique estaba al tanto del trato que les brindaba su madre a los demás hombres– pensé mientras me marchaba.
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>Por la princesa<
Subí rápidamente las escaleras, mis doncellas murmuraban hablando de los soldados nuevos, habíamos quedado encantadas con ellos. Eran jóvenes, sus pieles no se habían quemado con el sol, y la mayoría de ellos tenían grandes atractivos. Mi bienvenida a ellos había sido de su agrado y con ansiedad esperaba pronto verlos en alguna lucha.
Fue entonces que al llegar a los aposentos reales, ví a un soldado que caminaba a lo lejos, venia acercándose con su rostro al suelo frunciendo el ceño. Al estar a su alcance subió su mirada, rápidamente me detuve y él también. Tenía una hermosa mirada, intensa, penetrante, su cabello y ojos negros como el carbón acentuaba su rostro. Tnía su pelo amarrado en trenzas dando volumen en la parte de arriba y a los costados su pelo había sido cortado, tenía un mentón pronunciado sin hoyuelos y cejas bajas.
Se dice que la mirada de una persona es la ventana del alma y fue justamente lo que sentí, un hombre decidido, fuerte y con gran don de líder.
Respiré acelerada, era un muy apuesto hombre, era más alto que yo y su musculatura al igual que los otros soldados era por mucho más trabajados que los soldados de mi Padre. Este hombre sin decir palabra alguna hizo rápidamente olvidar mi nombre y mis títulos. Por un momento me sentí incapaz de pronunciar palabra y tan solo nos miramos sin interrupción.
Intercambiamos palabras, pero sentí rápidamente que no habían sido las suficientes y voltee a verlo.
–Princesa– murmuraban mis doncellas encapsuladas también con la mirada de este hombre, sonreían y mordían sus labios.
–Debe ser el líder– susurré viéndolo caminar.
"La hermosura de un rostro es frágil, es una flor pasajera que con el tiempo ira cambiando, pero la belleza del alma es firme y segura"
–Deseó, deseó conocerlo más.
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>Por Leo<
¿Cómo puedo detener eso?, mi corazón corría muy fuerte y me había quitado la respiración. Sentía las ganas de voltear, de verla una vez más, era extraño y voltee.
Llegué a la orilla de la escalera y me detuve, giré mi rostro y la vi. Ella a lo lejos me miraba atentamente y al verme, bajó su cabeza y le respondí.
¿Acaso también había sentido lo mismo hace un momento?
Es estúpido e inmaduro pensar en lo prohibido y que pudiera acercarme a ella. Después de todo solo soy un soldado y ella la realeza.
Caminé devuelta por los pasillos sin sacar su rostro, su aroma y su voz de mi cabeza, ¿Por qué los dioses eran así? Hermosa dama, bella mujer, que grato momento, sin duda, su belleza no se comparaba con ningún otra.
Caminé por el corredor y desde el segundo piso pude apreciar a mis hombres bebiendo y comiendo alrededor de una fogata.
–Leo– dijo Cathal al llegar–¿Cómo te ha ido? ¿Qué dijo el Rey?
–Blasfemias– dije mientras vi a Luca con un plato de pollo y al estar cerca de él, alce mi mano y se lo quite sonriendo.
–¡Oye!– dijo un poco molesto– busca el tuyo.
–Ya encontré el mío– sonreí mientras caminé hacia un gran tronco de madera y me senté apoyando mi espada en este.
–Siempre haces lo mismo Leo, no sé porque Luca aún no se acostumbra– rio Thiao acercándose con un vaso de vino que rápidamente me ofreció.
–Gracias– sonreí.
–Por último saca tu armadura, la ensuciará así– dijo Cathal mirándome seriamente.
–Ya me senté– dije mientras echaba comida a mi boca para ignorar su petición.
–La comida aquí tiene más sabor– dijo Marlen mirándome del otro lado de la fogata con un pedazo de pollo en la boca.
Miré las estrellas un momento, podía sentir la profundidad de la tierra y lo diminuto que me sentía ante todo lo que había vivido. Mientras más cerca estaba del suelo el olor a pasto era más fragante, entraba con gracia a mi nariz, a medida que el sol se ocultaba, la tierra se volvía fría y fresca, el calor se iba pero no hacia frio, solo era agradable.
–Ella es como las estrellas, como la luna perdida en la inmensidad. Hermosa, brillante, resplandeciente, ella es como una estrella que se perdió y cayó aquí– pensé.
–¿Hey, qué te ocurre?
–Déjalo Cathal, debe estar cansado- dijo Thiao.
–Oye Leo, si hubieras estado antes aquí, hubieras conocido a la hermosura– Marlen se puso de pie y me miró.
–No, ella era la rosa más bella– dijo Kurok llevando sus manos al aire.
–¿Qué?- pregunté sentándome– ustedes ¿Han visto a alguien el tiempo que no estuve?– ellos solo sonrieron mirándose.
Y por un momento sentí que mis propias palabras habían sido arrebatadas de mis pensamientos, como si se referían a la misma mujer que había engatusado mi pobre alma.
–A ver Leo– Kurok se acercó rápidamente a mí gateando por el pasto– ¿Cuáles son tus gustos?
–¿Qué?– sonrió y lo miré sonriendo.
Kurok a pesar de su actitud fuerte, él era el único que siempre buscaba molestarme, era atrevido y a veces no media palabras. Sabía perfectamente su posición pero aun así se aseguraba siempre de buscarme la segunda ronda de palabras, pero yo se lo permitía solo porque era divertido. Marlen era igual pero nunca iniciaba las bromas, era un poco más brusco conmigo, Luca era tranquilo muy influenciado por estos dos, Thiao era el más pasivo, tranquilo, bueno con los consejos y era el que habla más enserio sobre los temas a tratar. Con Cathal solo podía decir que solo una mirada mía y el entendía lo que le pedía, en cambio con Eiric, el siempre peleaba conmigo y mayormente siempre terminábamos a combos, la razón, celos de mi por Cathal.
–¿Por qué ahora te interesa eso?– dije mirándolo atentamente mientras dejaba la comida a un lado.
–Nosotros hemos sido sinceros contigo, hemos dicho más de una ocasión nuestras intenciones, yo amo a las mujeres– dijo sonriendo y poniendo sus manos en su pecho– Thiao le gustan las maduras.
–¡Kurok!– dijo este desde otro lado.
–No hables con tanta libertad– gruño Luca– si vas a hablar, habla por ti.
–Oh, cállense, a ustedes también les interesa lo que esta cabeza...– dijo poniendo su dedo en mi frente que rápidamente saco–...piensa– volvió a mirarme atentamente. La verdad estaba bastante cerca para incomodarme– Leo, ¿Si yo te hablo de una mujer, tu amigo ahí funcionará?
–¡Kurok!
–¿De verdad buscas que te golpee?– sonreí.
–Sí, seguiré. A Luca y Marlen las mujeres jóvenes y bueno, Cathal y Eiric...
–Yo aún no puedo entender cómo puedes soportar a ese tipo– dijo Marlen mirando a Cathal refiriéndose claramente a Eiric.
–Déjense de tonterías– gruño Eiric.
–Sigue con tus cosas Eiric– dijo Kurok enojado y luego me miró sonriendo– ¿Te gustan las mujeres?- golpeo mi pecho suavemente- ¿Te gustan los hombres?
–¿O ambos?– Marlen se aproximó a mí y me miró fijamente– ¿Eres como nosotros?, ¿Cómo Cathal?, ¿o como Eiric?
–Si les contesto, ¿Me dejaran tranquilo?
Claro– levantaron sus manos.
Esa mirada que tienen los hombres antes de molestar, esa ceja levantada, esa sonrisa algo ladeada era exactamente la que veía en estos dos hombres. Seguramente no se iban a quedar tranquilos con mi respuesta por lo tanto tampoco la verdad podía ser la solución, pensé en lo más inteligente y razonable que podía hacer. Contesté.
–¡Tu Verga!– dije golpeando la ya dicha verga de Kurok. Fue lo único que se me ocurrió.
–¡Maldito traidor!– dijo Marlen y mientras Kurok se hizo diminuto por el dolor, este hombre con contextura igualitaria a él, cayó encima de mi agarrándome de los brazos.
–¡No se quedarían tranquilos!– me quejé mientras forcejeaba– no me vean cara de tonto.
–Marlen, deja a Leo, terminaras como Kurok– gritó Thiao.
–¡Lloraras como niña!
–No Leo, tu lloraras como niña– agarró mi brazo derecho con su rodilla y con la otra sostuvo mi otro brazo apegándolo a mi cuerpo– Ahora ¿Quién es la niña?–prosiguió agarrándome el pezón derecho.
–¡Maldito!– grité apretando los dientes mientras hacía fuerza para zafarme.
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>Por Cathal<
Leo tenia tantas facetas, a veces era tan indiferente con nosotros y otras veces tan cercano. A momentos se sentía como si fuera parte de nosotros, participando en cada actividad, sonriendo, molestando, sacando su niño interior, pero otras veces era apagado, indiferente y muy cerrado.
Leo había tenido una infancia bastante dura, luego de algunos acontecimientos el cambió y era el de hoy, un pasado que aún es temprano para mencionar.
–Déjalo Marlen.
–Cathal, él se la busco, no tienes que ser una madre para el– dijo Thiao.
–Ves a lo que me refiero– dijo enojado Eiric.
–Oh, basta Eiric.
–Eres como su mujer– dijo tirando las cosas que tenía en la mano y caminó a los aposentos.
–Déjalo, siempre se le pasa.
–Si– dije bajando el rostro. Luego subí la mirada solo para volver a reír con estos niños pequeños.
Leo levanto rápidamente la pelvis empujando a Marlen hacia delante, nos sorprendimos al verlos ya que habían quedado bastante cerca, pero Leo sonriente y ya con las piernas libres, subió su rodilla fuertemente dandole de lleno a Marlen que cayó a un lado tocando su entrepierna. Kurok no falto, volvió a tirarse y luego Luca que golpeo la entrepierna de Leo.
Fue entonces que Leo tomó acciones con sus piernas, mientras que se quejaba, zafó una de estas y dio con toda su fuerza en el estómago de Luca. Lo tiró unos cuantos metros, para luego continuar haciendo fuerza con el otro llegando a sentarse, logró liberar una de sus manos, agarró a Kurok del cuello y con la otra uno de sus hombros. Lo tiró hacia el dando media vuelta y cayendo este en el pastizal con su espalda.
–Ya, tranquilo– dijo Marlen al ver su derrota– solo estamos jugando– se puso de pie y dio pasos atrás.
Luca y Kurok ya puestos en pie se acercaron a Marlen observando detenidamente a Leo, que claramente se había molestado por la expresión de su rostro, este rápidamente comenzó a sacar su armadura con desesperación mientras se encorvaba un poco por el dolor.
–Tranquilo Leo, te ayudo– dije desabrochando parte del pectoral.
–No lo ayudes, ¿De qué lado estas?– Marlen agitado tomaba más distancia.
–El culpable fue Luca.
–No hay honor en eso Luca.
–Fue parte del juego, si solo te dejaras tocar de vez en cuando– dijo Luca.
El sonido que hace un asombro inundo los oídos de los soldados, lo miramos atentamente y luego miraron a Leo que miraba precisamente a este joven e ingenuo muchacho.
–Esto se pondrá bueno– reía Thiao levantándose y sentándose cerca de la muralla dando bastante espacio a los demás– Cathal sal de ahí– Thiao le hacía señas mientras se reía.
–Eh hombre, no vamos en serio– dijo Kurok cuando Leo ya había sacado toda su armadura y quedando con la tela, una tela ligera, sin peso, sin estorbo, sin problemas. Apoyaba sus manos en sus rodillas tratando de calmar el dolor de su abdomen bajo.
Leo sonrió.
–¿Sonrió?–dijo Thiao mientras este se abalanzo a Luca y los demás se unieron en este juego de niños.
–Si– conteste.
–Mira– dijo Thiao observando el Castillo.
He aquí en la cima de este en una ventana la Princesa nos observaba sonriendo, apoyaba su rostro en una de sus manos y con gran atención reía encantada.
–No le digas– dijo Thiao simulando no haberla visto.
–No lo haré– sonreí.
El juego no duro mucho, Marlen, Kurok y en especial Luca, exhaustos cayeron al suelo agarrando sus miembros, arrugaron sus rostros y se movían lentamente. Nosotros solo nos mofamos riendo de tal espectáculo, Leo no tuvo compasión por sus estúpidos soldados.
–Hace tiempo no veía que juegues así– dije acercándome a su lado.
–Hace tiempo que no me molestaban en serio– rio este mientras se agachaba aun con un poco de dolor en su abdomen bajo.
–¿Estas bien?, te traeré vino.
–Sí, entraré- dijo poniéndose de pie y caminando a las habitaciones.
Al poco tiempo llegue a su lado, estaba sacando sus botas cuando me vio.
–No eres mi sirviente Cathal.
–No Leo, yo solo...
–Y no me debes nada, tampoco yo a ti– interrumpiendo sacó su ropa y estiró su cuerpo completamente desnudo. Tenía uno que otro raspón pero algo insignificante con el dolor en su estómago.
–Tú me has salvado la vida Leo, no digas que no te debo nada.
–Y tú la mía– susurró bajando la cabeza.
–Estas mal de la cabeza– reí dejando el vino en una mesa– hablas sin sentido, bueno, hoy vino la Princesa.
–¿La princesa?– volteó con una cara de espanto que me hizo sonreír.
–Si, a ella se refería Kurok y veo– dije riéndome– que también la has visto.
–Oh Cathal, has tardado en decírmelo.
-¿Tan difícil fue decirle a tus hombres tus gustos?
–No, solo los quería fastidiar– dijo acostándose en la cama– la verdad, jamás había visto a una mujer tan hermosa, siempre he sido...
–Reservado y como si no te interesaran esos temas– dije sentándome en la orilla de su cama mientras lo miraba.
–Bueno, sí, pero ella, no he sacado su rostro de mi mente.
–Sí, hasta puedo decir que sí, es hermosa, pero recuerda que es la Princesa.
–Si Cathal, me lo repito una y otra vez – dijo cerrando sus ojos.
–Oye, ¿Qué te dijo el Rey?
–Blasfemias– contestó sin mirar.
–¿Qué?– Leo abrió sus ojos lentamente y miró arriba guardando silencio un momento.
–Harán un torneo, nos quieren ver luchar, además que al parecer el Rey quiere cambiar a su General– dijo un tanto extrañado.
–¿Qué?– volví a decir sorprendido, mi boca entre abierta se acercó más a Leo y con mis ojos brillantes de emoción dije– ¡TU!
–¿Qué?, espera Cathal– dijo sentándose.
–Tú debes ser nuestro General, claro, ¿Quién más que tú?, ¿Quién te enfrentaría? ¿Quién osaría enfrentarte Leo?
–Si– pensó un momento mordiéndose el labio inferior– sí, podría estar más cerca de la familia real– sus ojos y su sonrisa plasmaron un plan macabro.
–Leo eso es mucha responsabilidad.
–Déjame solo, solo son falsas fantasías.
–Oye– me incliné cerca de él– necesitamos que seas nuestro líder, el mismo líder que salió de Liastian. Te aseguro que las cosas mejoraran, esto es solo el principio ¿Bien? Y si logras tomar ese puesto, nosotros te seguiremos.
–Sí, Cathal lo sé.
–Iré con los hombres, por favor medita todo esto.
–Está bien, necesito que mañana saques a los hombres, hay que empezar el entrenamiento– dijo cerrando sus ojos acostado entre telas aun con esa sonrisa en su rostro.
–Bien.
Los días pasaron entre entrenamiento a entrenamientos, el calor nos sofocaba y más de alguno perdía la conciencia, comprendimos que tardarías más de la cuenta para acostumbrarnos al calor de Cretos. Era el doble de esfuerzo pero Leo con sudor en la frente siempre nos exigía aún más, demostrándonos con acciones que si se podía luchar ante cualquier adversidad.
A la segunda Luna, los soldados de Cretos nos llevaron a las afuera del Reino, en dirección al Norte. Luego de una caminata de una hora, nos adentramos a un bosque y en el medio de este pudimos estar frente a la tierra que nos vería crecer. Un terreno baldío con piedras enormes, agujeros profundos, pasadizos subterráneos en quebradas y árboles de casi 30 metros encerraban este lugar. Había mucho que hacer, muchos lugares donde asentarse, muchos más lugares donde practicar, con tierra, pastizal, piedra y arena.
Próximo Capítulo 4.- Los Torneos
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