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28.- La Fiesta del Rey


Hoy mi padre cumplía años, no muchos calculaban tal cosa, generalmente los de la realeza guardaban su nacimiento y los pueblerinos hacían una fiesta masiva para celebrar todos los años de cada persona, una fiesta para todos. Hoy le tocaba a papá y vendrían algunas personas importantes.

–Accedí a lo que querías ¿Por qué aún no he recibido ninguna carta?

–Thion no seas impaciente, sabes que Sean es orgulloso tardara en buscar la forma de arreglar esto.

–¿Arreglar esto? ¿Cómo arreglas la vida de todas las personas que hoy le falta un integrante?

–No seas tan extremo, Zocim remplazara a esa gente.

–Tan fría y poca empática como siempre. Fadila si no cambias me buscare a otra Reina.

–Sabes que no hay nadie como yo.

–¿Esa no es la idea?

–Estás celoso, porque yo tengo una relación con mi familia en cambio tú no tienes a nadie.

–Cállate mujer, mi reglado de ti hoy será que ni te aparezcas.

–Vete a beber Thion, es lo mejor que puedes hacer.

Mi padre y Fadila comenzaron el día así, los pisos superiores eran los que más estaban enterados de sus discusiones y más si lo hacían con las ventanas entre abiertas. El invierno se había comenzado a marchar y en el día comenzaba a hacer más calor.

–¿Hoy no ira a entrenar?

–No, hoy Leo tenía que hacer unos informes, entrenaría con Kurok pero no me gusta estar sola con alguien que no conozco mucho.

–¿El aun no la busca?

–No pero está haciendo exactamente lo que le pedí– dije sentándome en la orilla de mi cama.

–¿Esa es su justificación?

–Creo– dije con seriedad– ...que lo perdí.

–Princesa Helina.

Habían pasado casi 9 semanas desde lo de Harag y también desde que le pedí espacio, él no volvió a insistir y guardo distancia. Una distancia que hasta el día de hoy era muy inquietante y me desanimaba con pensarlo. Solo atiné a observarlo, nunca me había arrepentido tanto de mis decisiones y no tenía el coraje de decirle "me equivoque quiero estar a tu lado"

En los entrenamientos el evitaba mirarme a los ojos y aunque su actitud no cambio, si note su poco interés en mí. No había roses, ni palabras con otra intención simplemente era la persona que me enseñaba el vals de la espada.

Cuando habíamos ido a repartir provisiones, dos o tres veces lo vi conversar con la mujer pelirroja que conoció en el día de Zocim, cada vez que él hacía eso, no podía evitar apretar los dientes y en mi garganta se formaba un nudo que me hacía difícil tragar. Quedaba pensativa y dolida, me sentía enojada y quería explicaciones, pero ya no éramos los mismos.

–Debe hablar con él, antes no lo dudaba ni por un segundo y lo confrontaba ¿Por qué ahora no va y le dice "hablemos"?

–Me da miedo.

–¿Miedo a que? Leo es incapaz de hacerle algo.

–No a lo que haga Clara, sino a sus palabras. Si me dice que ya no está interesado en mí y si le agrada otra persona yo... no sé cómo reaccionaré. A pesar que ahora es poco el tiempo que tengo con él, es suficiente. Si hablo con él y me rechaza quizás no volverá a enseñarme con el afán de no incomodarme.

–Princesa Helina– dijo Bony que arreglaba mi ropa para la noche– déjese de decir estupideces. Ha pasado bastante tiempo y sigue en lo mismo, vaya y hable con él.

–Bony– dijo Clara llamándole la atención.

–No, es cierto, Bony tienes razón, nada se arregla si no converso con él.

–Hágalo hoy, nosotros la cubriremos– dijo Clara riéndose.

–Cobraré tu palabra–dije riéndome.

–Sea cual sea lo que él le diga sin duda la dejara más tranquila.

–Eso espero.

Cuando comenzó la fiesta no tarde en buscarlo con la mirada. Estaba obligada a saludar a los invitados de mi padre que se acercaban a su trono a entregarle regalos, yo también bajaba mi rostro sin perder a mi objetivo.

La música era bastante movida y me gustaba mucho ver como bailaban las parejas en especial los soldados que se reían mientras coqueteaban con sus parejas de bailes. Era tan poco común verlos relajados que me reía al verlos. De repente note que Leo desde la esquina derecha me miró, disimuladamente alce mi copa de vino y el me respondió para luego beber de ella y seguir conversando con sus soldados.

–¿Ira ahora? – dijo Bony acercándose a mi oído.

–No, aun no, es muy pronto.

–¿Pronto? ¿Desea hablar con el cuándo él vino afecte? Su padre subirá cuando se sienta ebrio y cansado eso será en un tiempo más, podría ver si puede conversar con el ahora.

–Sera muy notorio bajar y meterme entre la gente.

–No, es perfecto porque su padre también tiene pensado bajar– dijo mirando a mi padre.

Volteé a verlo y me di cuenta que se había levantado y mientras reía con unos viejos amigos comenzó a bajar los peldaños hasta llegar al nivel del salón.

–Estoy nerviosa.

–Vamos– dijo Bony tomando de mi brazo derecho.

–Princesa Helina– decían las personas cuando me iba haciendo paso, yo respondía con una sonrisa y con palabras rápidas como "que bien que estén aquí" "me alegra mucho verte" "te ves bien" sin dejar de caminar, me alejaba de ellas. Hasta que al hacerlo con una dama volteé y me di de lleno en la nariz con Leo.

–¿Quién te persigue?

–Leo– dije acariciando mi nariz.

–¿Estás bien?

–Sí, ¿Por qué no tienes más cuidado?

–Lo siento– dijo bajando un poco su rostro y mirándome– ¿Todo bien?

–Sí, no te preocupes.

–Me alegro, con tu permiso– dijo bajando la cabeza y haciéndose pasó entre las personas.

–Leo, espera– dije deteniéndolo– ¿Podemos hablar?

–¿Aquí? – dijo extrañado.

–No, en privado– me acerqué otra vez a él y lo miré esperando su respuesta. El mojó un poco sus labios y vi que tomo un respiro profundo mientras asentía con la cabeza– Esta bien, te espero en tus aposentos– dije acercándome más a él. Note que al hacerlo el dio un paso sutil hacia atrás, mientras volvía a asentir sonriendo y volteo dándome la espalda caminando hacia mi padre.

–Lo hizo bien– dijo Clara.

–Y el aceptó, eso es algo– agregó Bony.

–Dioses, como llegamos a ser tan desconocidos.

Desde el barco que nos dimos nuestro primer beso, de verlo casi desnudo y él a mí. Yo había sido atrevida e insinuaba bastante mi deseo a él, ahora mi deseo no había cambiado, pero si me lo pensaba con mayor detalle. El sexo duele al principio ¿Será que lo que me ocurrió ayudaría a que eso ya no doliera? ¿O me la pensaré más de una vez si será igual? Me dolía el estómago con solo pensar en lo vulnerable y doloroso que había sido. Mientras veía su espalda alejarse de mí, seguía pensando que él me tenía completamente atrapada en sus lazos invisibles y a pesar de la distancia quería que el fuera aun mi primero.

**********************************

Helina se veía distinta, hermosa como siempre, pero se había acercado más de lo debido a mí y sin pensar en toda la gente que había en el lugar, inclusive su padre podían tomarlo a mal. Su invitación había sido muy tentadora y no me negué, ¿Me dirá que ya no quiere espacio? ¿O simplemente me dejara en claro que las cosas entre los dos llegaron a su fin? Por su acercamiento, lo dudo.

Pero, ¿Cómo irme de aquí sin ser visto? Me acerqué a un guardia y le pedí prestada su capa, él se rio al pedido tan inusual, pero accedió solo "porque era yo"

–Leo– dijo Thion al verme– ¿Ya estas ebrio? – dijo al mirarme la capa agarrada al cuello.

–Un poco, Feliz cumpleaños mi Rey– dije sacando una cajita con una nueva pluma dentro.

–Oh hombre no debiste, gracias. Espero que te estés divirtiendo, ¿Todo bien?

–Sí Señor, gracias.

–Bueno ve a divertirte hoy pienso embriagarme– dijo mientras soltaba una carcajada.

–Que la pase bien– dije bajando mi cabeza.

Volví en dirección a mis hombres y de lejos aún veía a la princesa.

–Eiric no vendrá– dijo Cathal– lo más probable es que mañana tengamos noticias.

–Eso espero, ha pasado mucho tiempo. Sean aún mantiene sus puertas cerradas y custodiada, asique no espero que haga movimientos.

–Ese cobarde, debió dar la cara hace tiempo– dijo Lucas.

–No lo hará, seguramente buscará como comprar soldados de Liastian.

–Dalia debe saber lo que hizo.

–Ella es imparcial no se meterá– dije bebiendo– siempre ha sido así, Neutral.

–Oye Leo, hablando de ella me gustaría hablar contigo...

–¿Puede ser mañana?, ¿Qué tan urgente es?

–Mañana está bien, no te preocupes no es nada grave.

–Bien, mañana me cuentas.

Mis ojos comenzaron a moverse, Helina fue con su padre y riendo se marchó por la puerta del este hacia sus aposentos, o eso es lo que intentaba dar a entender. Mire con rapidez a Cathal ya que Thion se giró a mirarme y disimule reírme con ellos.

–¿En qué andas?

–Una conversación privada.

–No me digas y ¿con quién? – dijo Kurok dándome unos codazos.

Desaté la capa de mi cuello y sin sacar mi mirada de Thion, amarré la capa al cuello de Thiao.

–¿Qué haces? – dijo al mirarme.

–Ahora eres yo, prohibido moverte de aquí.

–¿Te vamos a cubrir?

–Buenas noches.

–¿Volverás?

–No creo, igual estoy cansado– dije haciéndome paso entre las personas y saliendo por la puerta del sur.

Camine a mis aposentos preguntándome si realmente Helina me esperaría allí, pero solo me basto con llegar al segundo piso y ver a Clara parada en el balcón.

–General– me dijo al verme.

Yo solo la observé un poco avergonzado, pero ella solo me señalo el pasillo y volvió a darme la espalda agregando– No la hagas esperar.

Dioses solo pensar en sus palabras me causo escalofríos. Caminé a mis aposentos y al abrir la puerta pude verla apoyando su espalda en el muro y mirando la ventana.

–Te verán ahí– dije cerrando la puerta.

–Te equivocas, he cuidado mis movimientos. Qué bueno que viniste, me preguntaba dónde está tu regalo.

–Helina.

–Tienes muchas cartas, ¿Acaso no has terminado bien tus trabajos? – dijo acercándose a mí y tomando en sus manos unas de ellas.

–Son las que llegaron hoy– dije tomando de ellas y suavemente rosé sus manos. Ella con rapidez me quedó mirando mientas mojaba sus labios.

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Lo miré nerviosa, hacía mucho tiempo que no estábamos completamente solos y su mirada atenta a mis movimientos me quitaban todas las palabras de mi mente. El rápidamente se fijó en mis labios que sin intención había mojado. Sin decir nada el me leyó mis pensamientos.

–¿Se acabó? – respiró profundamente sin dejar de mirarme.

–¿Qué? No yo... o sea si tú quieres o bueno si ya no quieres.

–No, me refiero al tiempo.

–¿Al tiempo...? – ¿Qué tiempo? ¿A qué se refería? No tarde en encontrar la respuesta. El tiempo que le había pedido alejarse de mi– ¿Tus sentimientos...?

No pude terminar mi palabra cuando el dio un paso más hacia mí y me contesto con rapidez.

–Son los mismos.

–Leo yo...– ¿Podría decirle que lo amaba que me tenía completamente loca por él? ¿Era muy pronto y tonto? – Sera mejor que me vaya– dije caminando a la puerta.

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–¿Te das cuenta? – dije caminando a ella– Me has pedido darte espacio, tiempo y que me alejara de ti ¿Ahora me llamas y ni siquiera eres capaz de decirme algo a los ojos?

–Leo.

–No juegues conmigo, ya no– ella al escucharme volteo a mirarme cerca de la puerta– se sincera y dime que quieres, no podre esperarte siempre.

–Lo siento yo nunca...

–Si quieres más tiempo dímelo– dije acercándome a ella– si quieres terminar con esto yo no vuelvo a buscarte y a tener esperanzas. Pero si no es así, si tú aun me quieres solo dilo.

–Te explicaría todo, pero es muy difícil para mí.

–¿Es por ese día cierto?

–No, no es por Marcus.

–No hablo de el– dije mientras apretaba mis dientes, no quería escucharlo. De hecho, nunca lo pronuncié e intenté ni siquiera pensarlo, pero tenía que decirle– Sé lo que ocurrió, y te entiendo. No te presionaré.

–¿Qué?

–Sé lo que te hicieron, no recuerdo muy bien esa noche es muy confuso, pero he soñado mucho con ese día y sé que no llegue a tiempo– "yo también viví eso" quería decirle, pero no abriría mi pasado, porque hoy no se trataba de mí, sino de ella– Lo lamento, no hay noche que no lo haga y eso explicaría tu actitud conmigo, pero no estaba seguro si tus sentimientos aun...

–Son los mismos.

–No te detendré, ni te obligare a quedarte. Pero a pesar de lo que dije quiero que sepas que muero por ir y besarte.

**********************************

Dioses, su voz tan tranquila y pacífica hacia latir mi corazón incontrolablemente. Estaba consciente de que estábamos solos, en sus aposentos y que ambos seguíamos deseándonos, su respirar lo delataba e incluso nuestras miradas sinceras. Me encantaba verlo con ropa ligera, se veía más joven, y sus enormes brazos sobresalían en los bordes de su vestimenta y podía ver su pantalón libre sin armaduras y cosas de metal.

–No te detendré, ni te obligare a quedarte– dijo respirando profundamente– pero a pesar de lo que dije, quiero que sepas que muero por ir y besarte.

Nos miramos cómplices de nuestras intenciones sin sacar nuestra mirada, el observaba constantemente mis labios y volvía a mirar mis ojos. Su mirada delataba todo.

No me atrevía a dar ningún paso, y constantemente me decía a mí misma "solo muévete hacia el" pero no podía mover ningún solo musculo. El lentamente se fue acercando a mí con una mirada seria.

–Yo...

–Olvídalo– susurró y caminó más a mí, tomando con sus manos mi rostro. Pude sentir sus labios en los míos y su cálido aliento. Nos besamos lenta y dulcemente mientras mis lágrimas comenzaban a brotar.

–Te extrañé– dije secándome las lágrimas, sonreímos mutuamente y volvimos a besarnos.

Puse mis manos en sus pectorales, pude sentir su piel y el calor que emanaba su cuerpo entre el telar, su aroma estaba en mi nariz y mis piernas poco a poco comenzaban a temblar.

Entre besos, pude sentir su lengua que recorrió mi boca y con rapidez, dejé de besarlo para respirar profundamente, el besó mi cuello, el lóbulo de mi oreja y volvió a besarme la boca provocándome un leve gemido que salió tímido de mí. Me asombró la reacción que tenía mi cuerpo a él, pensé que cuando llegaría el momento de volver a sentir su cuerpo, volvería a esa fatídica noche, pero no fue así. Mi cuerpo comenzó a relajarse y a sentir un cosquilleo cada vez que sentía su lengua dar batallas con la mía. Él seguía respetando mi espacio sin apegar su cuerpo al mío, pero yo comencé a querer más de él.

Esta vez lo besé más rápido y brusco, sin timidez levanté el borde de su polera y sentí su piel, todo su cuerpo estaba caliente, tibio, mi mano se fue por su cadera subiendo con lentitud. Note con rapidez su cambio al respirar y sin oposición apego su cuerpo al mío aceptando mi invitación.

Tenía un abdomen bastante duro y marcado hasta que llegue a su pectoral derecho y anime a mi otra mano a subir su ropa. El con rapidez desnudo su torso y mientras sonreíamos nos volvimos a besar, esta vez más profundo.

Fue entonces que toó mis manos y la subió a su cuello, luego me levanto en el aire con rapidez tomando mis muslos. Mis piernas rodearon su cintura y me arrinconó apoyando mi espalda en la pared. Sentí enseguida sus manos en mis piernas que lentamente, pero con presión se deslizaron a mis muslos, mis glúteos y mi cintura. Nuestra respiración ya era bastante agitada ¿Se habrá dado cuenta que no llevaba nada debajo?

–Espera... espera– susurró entre respiraciones. Apoyo su frente en la mía y luego se apartó un poco dejando su mano apoyada en la pared– ¿Estas seguras? – dijo y tragó saliva para luego volver a respirar por la boca– este es mi límite, si sigo no me voy a detener.

Por los dioses que se veía irresistible desnudo y con esa expresión tan seria cuando me habló.

–Entiendo– dije caminando detrás del hacia la cama.

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Podía sentir como mi cuerpo estaba caliente, y las ganas de poseerla eran muy grandes, incluso me preguntaba si realmente podía controlarme, quería que dijera que sí.

Voltee a verla y ella estaba terminando de desabrochar los ganchos de su vestido, mirándome decidida con una leve sonrisa abrió su escote que llegaba a su ombligo dejando ver los bordes de sus senos.

–Ven– dijo tragando saliva mientras daba pasos lentamente hasta chocar con la orilla de mi cama. Mordí mis labios con solo verla.

No era primera vez que la veía, pero si era primera vez que con su permiso podía tocarla.

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Él, caminó a mí y nos volvimos a besar mientras me fue empujando hasta recostarme en su cama. Podía ver sus brazos rodeándome mientras su cuerpo rozaba el mío, yo quería sentirlo, sentir más su piel, su calor, su cuerpo. Seguí acariciando sus pectorales, sus brazos, su cabello sin dejar de besarnos, sentía una presión en mi entrepierna que explotaba con cada rosé, era un sentimiento muy extraño y me gustaba.

–Leo, quiero que me toques– dije con gran dificultad– no tardó en reaccionar a mis palabras y sentí su mano deslizarse por mi estómago y subir lentamente a mi seno derecho que agarro con toda su palma. Su boca también salió de mis labios y volvió a besar mi cuello, pero esta vez bajo un poco más.

Sentía ganas de frotarme con su pierna que estaba entre las mías, quería más de él. Bajé mi mano y llegué al borde de su pantalón mientras que él con su mano izquierda subió mis vestiduras tocándome el muslo hasta mi cintura, luego lo hizo con la derecha. Pero yo no me quede atrás, y lo toque por encima de su pantalón, sentí un respirar profundo cuando lo hice. Amé sus reacciones y recordé lo que me habían enseñado, su miembro estaba completamente duro y escondido hacia su lado izquierdo. El no tardo en posicionarse entre mis piernas y lentamente sentí su cuerpo apegándose al mío. Que sensación más exquisita fue sentir su piel tocar la piel de mi abdomen, pero eso no se comparó a lo que sentí allí abajo.

Al apoyarse completamente en mí, sentí su miembro en mi entre pierna y lo aprisionó soltándome un gemido. Él me miro un segundo y sonriéndole continúo llevando su mano a su pantalón y acomodándose, quedo perfecto para acariciar por completo mi sexo que palpitaba cada vez más.

Me sentía mojada, no aguantaba más, lo deseaba, deseaba más y más. Fue entonces que apoyándose su brazo derecho llevó su mano izquierda y soltó su pantalón.

¿Había llegado la hora? No me aguantaba y aunque me sentía muy nerviosa quería continuar. Pensé un momento en lo que me habían hecho, pero enseguida me dije "No basta de pensar"

–Princesa– oí a Clara tocar la puerta– debo llevarla a sus aposentos, el Rey está por marcharse. Debe estar usted cuando él suba.

Nos quedamos completamente cayados y sin mover ni un solo musculo más que el que hizo Leo, bajó su cabeza y la apoyó en mi hombro izquierdo.

–Leo– susurré y el negó con su cabeza sin mirarme– debo irme, lo siento.

–Entiendo– dijo besándome la frente y me observó a los ojos.

–Lo siento– nos miramos unos segundos hasta que escuché otra vez la puerta sonar.

El salió de encima de mí y se sentó en la orilla de la cama mientras apoyaba sus brazos en sus rodillas mirando la puerta.

–No es tu culpa– dijo arreglándose el cabello una y otra vez.

Abroché con rapidez mi vestido y arreglé mi cabello como si nada hubiera ocurrido.

–Princesa– volvió a decir Clara.

–Ya voy– dije sin dejar de mirar a Leo que solo quedo sentado observándome– ¿No abrirás la puerta?

–No me pondré de pie– dijo mientras los músculos de su mandíbula se apretaron y su respirar era aún muy agitado, subiendo una y otra vez sus hombros.

–Oh, sí, si entiendo– dije soltando una risa picarona.

Caminé a la puerta y sentí que él se había puesto de pie.

–Helina– dijo mirándome sobre su hombro y dándome la espalda.

–¿Si Leo?

–Me debes una.

–Claro.

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No sé cuántas vueltas di caminando por mis aposentos, intranquilo y molesto. No podía creer que la oportunidad que nos habíamos dado había sido tan corta. Tenía dos sentimientos chocando, la molestia de haber perdido la oportunidad y que me haya dejado deseoso; y la alegría de saber que ella aun me deseaba.

–Dioses, Helina– no podía dejar de pensar en ella.

–¿General? – dijo Charlotte abriendo la puerta y entrando con una bandeja.

–Vete, hoy no quiero compañía.

–Le dejaré esto por aquí ¿bien?

–Solo hazlo y vete.

–¿Está todo bien? ¿De verdad que hoy no quiere que yo...?

–Vete, eso es lo único que quiero.

Me fui a costar bastante tarde, termine de firmar unos documentos y responder unas cartas, agotado bebí un poco de agua y me tire en la cama pensando en lo poco, pero excitante que había sido nuestro encuentro.

–Leo... Leo... – la voz de mi madre resonó esa noche por mi cabeza.

En la mañana siguiente desperté molido, el cuerpo me dolía y noté un peso en mi abdomen, cuando mis ojos se fueron acostumbrando a la luz, la habitación estaba ya con la luz de la mañana. Extrañado por lo tarde que era, miré mi cuerpo y la pierna desnuda de Charlotte se apoyaba en mí, ella estaba completamente dormida a mi lado sin prenda alguna, al igual que ella yo también lo estaba.

Una de mis sirvientes salió por el telar y se sorprendió al verme despierto.

–Lo siento General no lo quise molestar, aproveché de lavarse el agua está caliente– dijo sonriendo.

¿Qué?, ¿Cómo es que Charlotte llego aquí? Empué su pierna y ella rápidamente se volvió a acomodar para seguir durmiendo.

–Espera– le dije al sirviente que había abierto la puerta. Al escucharme volvió a cerrarla y me miro esperando una orden.

Mi habitación estaba completamente destruida y desordenada, la mesa volteada y las hojas esparcidas por todo el suelo, el telar estaba rasgado y la comida esparcida.

–Mandaré a limpiar– dijo la sirvienta, quizás por la expresión de mi rostro.

Me detuve un momento mientras intentando recordar que había pasado y con rapidez me ardió la espalda.

–¿Qué tengo? – susurré pero ella escucho atenta.

–Son rasguños mi Señor, creo que alguien la paso bien anoche– dijo riéndose.

¿Droga?, ¿Otra vez me habían drogado? ¿Cómo era que no recordaba nada? No podía ser, no otra vez, no, no, no, ¡NO!

–¡PERO QUE MIERDA! – grité furioso despertando a Charlotte– ¡lo omití una vez, pero no más! – caminé y cerré la puerta con llave mientras las dos guardaron silencio.

–¡¿Pero ¡¿Qué te pasa?!– me grito ella.

La mujer me miro un poco asustada y quedo perpleja. Mientras yo camine a la cama, tome uno de los pies de Charlotte y la deslice hacia mí.

–¿Fuiste tú cierto? – dije tomándola del cuello.

–No, no sé de qué habla.

–¡NO ME VENGAS CON ESO!, no otra vez. No seré el hazme reír de ti y de nadie.

La agarré de su cabellera y la arrastre a la tina mientras que la otra sirvienta me rogaba para que la dejara. Charlotte me fue rasguñando las manos mientras protestaba y pataleaba en el suelo.

–Dime quien te envío– dije deteniéndome en la escalera de la tina.

–¡Nadie, yo no sé nada!

–¡Mientes!

–¡NO!

La hundí en el agua mientras la agarraba con ambas manos y aguardé ahí para que se ahogara. Sus manos desesperadas rasguñaban mis brazos y chapoteaban bruscamente el agua.

–¡AYUDENME! – gritó la otra mientras golpeaba la puerta– ¡LA MATARA! ¡Por favor! ¡Alguien que nos ayude!, ¡LA ESTA AHOGANDO! ¡LA ESTA AHOGANDO! ¡SE HA VUELTO LOCO!

–¡NO! No por favor detente– dijo Charlotte cuando la saque a superficie con su pelo sobre su cara.

–NO HIJA DE MIL PUTAS– La volví a hundir, no era la respuesta que quería.

La mataría, la mataría ahí mismo si no hablaba. No podía creer que otra vez había sido drogado.

–¡Ayúdenme! – sentí las voces de otras mujeres detrás de la puerta y supe que debía apresurarme.

Saque a Charlotte y la tire al suelo. Mientras ella tocia y se agarraba la garganta intentando de recobrar el aliento, yo fui por mi silla y mis cuchillas.

–Sal de ahí– dije calmadamente a la otra sirvienta– te sientas en mi cama y no te mueves de allí o terminaras igual que ella –

La mujer obedeció con rapidez y sin sacar su mirada de mí, se sentó mientras temblaba. Ellas nunca me habían visto enojado. Y por los dioses que lo estaba, más que enojado, furioso. Siempre había sido bueno con ellas, siempre las había tratado con respeto y siempre las había defendido de mis hombres ¿Por qué me pagaban así?

–Ven aquí– dije tomando a Charlotte de los brazos y la empujé a la puerta– derecha te pararás y harás todo lo que te diga si no quieres realmente morir.

–Mi Señor– comenzó a lloriquear.

Sus ojos estaban desorbitados, su expresión en su rostro era de terror y sus dientes crujían mientras todo su cuerpo temblaba. Intercambiaba miradas con la otra mujer, pero poco podían ayudarse.

–¡Derecha! – le grite mientras me sentaba en la silla que había puesto al frente de ella, a unos 5 metros de la puerta– y levanta tus manos a los costados de tu cabeza, apegadas a la puerta y que tus manos no bajen o te los clavare a ella.

–Lo siento.

–¡Cállate!, responderás solo lo que te pregunte y si creo que me mientes lanzaré una de mis cuchillas– dije mientras jugaba con una de ellas. Tenía 10.

–Bien– dijo con voz tímida y tartamuda.

–¿Dónde naciste?

–En el norte– contestó.

Me puse de pie y con rapidez una de mis cuchillas le cayó cerca de la mejilla derecha. Ella llevo sus manos a su cara mientras se agachaba, miró sus manos con sangre por el rasguño que le hice y lloro mientras balbuceaba.

–No te entiendo– dije intentando escuchar lo que decía– no volveré a fallar.

–De Oriente, soy del Oriente.

–Sí– dije viendo por fin la verdad– ¿De qué parte de Oriente? ¿Del Reino?, ¿De las islas? ¿Los alrededores?

–Al... Alrededores.

–¿¡CUAL MIERDA!? ¡NO ESTOY JUGANDO!

–Soy... Soy de Liastian– debí haber hecho esto mucho antes. Vaya sorpresa.

–Maldita perra. Si te vuelves a mover lanzare tres seguidas.

–Señor– dijo la otra mujer. La silencie poniendo mi dedo en mi boca mientras me ponía el pantalón.

–¿Trabajaste en Tioma con la Reina Dalia?

–No– dijo justo cuando estaba abrochando la correa. Me detuve enseguida y agarre una cuchilla– ¡ESPERA!, espera, mi madre– dijo alzando la voz– mi madre trabajo con ella y yo, yo la acompañaba en... en ocasiones. No me mates por favor.

–¿Cuánto tiempo? – sin sacarle la mirada me puse mis zapatos.

–Hasta mis 8 años.

–¿Estuviste en la muerte del Rey Augusto?

–No, nos fuimos ese mismo día al norte.

Eso no te excluye de la muerte de mi padre, ella o su madre podrían estar involucradas. Mi corazón latía más veloz al tener información nueva. Laurel había estado en lo correcto, ella era la chica que vio junto con mi padre.

–¿Para quién trabajas?

–Para el Rey Thion.

–¡Tu puta madre! – dije lanzándole otro cuchillo que rozo arriba de su cabeza– ¡¿Sigues jugando conmigo?!

–¡Por favor perdóneme, yo no quería, por favor!

–¡¿Para quién trabajas?!

–Lo...Loreas.

–¿Loreas? ¿El consejero del Rey? – dije sorprendido– ¿Cuál era tu fin? ¿Tu propósito? – pensé en ese hombre, ¿Qué querría conmigo? ¿Y porque me había drogado? Era muy tonto pensar que me hayan drogado solo por la satisfacción de una mujer en especial un sirviente como ella.

**********************************

Me escabullí temprano por los pisos superiores, me extraño mucho cuando al llegar al piso de Fadila vi dos guardias que no reconocí.

Temprano en la mañana había recibido los informes de Eiric y por fin con la alegría y tranquilidad de mucho pudo dar con el veneno mortal, la planta combinada con la droga Harang era el efecto deseado para un invierno rojo, explicaba el sangramiento sin parar y el cambio drástico de humor, en dosis pequeñas y prolongado parecía una muerte por enfermedad común. Dalia estaría por fin convencida que su esposo si había sido asesinado. Mi tarea ahora era averiguar quién lo estaba fabricando y quien sería el próximo en morir.

–¿Necesita algo soldado? – dijo uno de esos soldados al verme.

–Estaba buscando a la Reina Fadila tengo que informarle de un asunto.

–La Reina no está aquí, nosotros podemos decirle.

–Bien, gracias infórmele que el Rey va camino a cazar en las tierras altas y volverá a medio día.

–Bien, le diremos.

–Qué curioso– dije al mirarlos, eran bastante más grandes que yo– supongo que Thion trajo mejores soldados. No los había visto por aquí– les sonreí mientras disimuladamente note que uno toco la empuñadura de su espalda– que tengan un buen día soldados.

Me marché haciendo sonar mis botas y seguí haciéndolo hasta bajar las escaleras. No tarde en volver a subir cauteloso. Algo no iba bien ¿Por qué cuidar la habitación si no estaba allí la Reina? Generalmente se dejaba bajo llave y el que cuidaba ahí eran los guardias de las escaleras.

–Todo bien Señora, ya se fue– escuche su voz. Ella si estaba.

Bajé pendiente de todo y fue cuando escuché unos gritos viniendo de los pisos de abajo. Llegue al segundo piso para encontrarme una multitud de personas en el patillo mientras tocaban la puerta de Leo.

–¿Qué ha ocurrido? – dije acercándome– ¿General? – agregué mientras tocaba la puerta. Me di cuenta que había dos puntas filosas atravesadas desde el otro lado.

–Él se ha encerrado con dos sirvientas y según los gritos de Andrea él estaba ahogando a Charlotte– dijo una doncella.

–Sus gritos se escucharon por todo el piso– dijo otra.

–Tiene la puerta pillada– dijo un soldado.

–No sabemos si de verdad él está aquí.

Tan pronto como el soldado termino de hablar una tercera punta filosa llego a la puerta. Junto con grito de las dos mujeres de adentro.

–¡Leo! – le grité– esto tiene que tener una explicación, ¿Qué ocurre? ¡Abre!

**********************************

Escuché la voz de Cathal llamándome desde el pasillo y fue cuando lancé la tercera cuchilla.

–Podríamos habernos llevado bien Charlotte. Pero el problema tuyo fue que siempre me viste como la persona buena. Que podrías hacer y pedirme de todo, pero me has subestimado.

–No por favor no me mates– dijo bajando la mano derecha y volviéndola a subir.

–Te lo advertí– lancé mi cuarta justo en su mano derecha dejándola atrapada con la puerta. El grito de dolor que hizo, hizo despertar todas las células de mi cuerpo, mientas cerré mis ojos y respiré profundamente para volver a fulminarla con mi mirada. La otra sirvienta solo lloraba en silencio, Charlotte se agacho mientras que con su otra mano agarro su brazo que se iba tiñendo de sangre.

–¿Qué ganabas con todo esto? – dije. Deje las cuchillas en la mesa y terminando de amarrar mi espada al cinturón, camine a ella solo con una daga en mi mano.

–Ri...queza, un título cerca de la fu...tura Reina.

–¿Futura Reina? – dije mientras le sonreí– ¿Quién es tu futura Reina? – llegue a su lado y me acerque lo suficiente para poder sentir su respirar.

Ella me miro mientras apretaba los dientes y juntó sus labios fuertemente hasta que se arrugaron. Su mirada era familiar, la mirada que hace alguien cuando te odia y está decidido a irse a la tumba con la información.

–¿Quién... – dije agarrándole la cara desde el mentón, mis dedos se hundieron en su piel, pero no cambio su mirada– es– proseguí a torturarla. Mi cuchilla encontró alimento por debajo de su ojo derecho y comenzó a hacerse paso por su mejilla– ...tu Reina?

–¡LEO! – Cathal volvió a gritar mientras golpeaba la puerta. La mujer comenzó a gritar enloquecida.

¡Maldición! – me dije a mi mismo, los temblores de la puerta hicieron que la cuchilla se moviera unos centímetros errando en mi línea perfecta de una lagrima en sangre. Ella lloraba y gritaba mientras me golpeaba y arañaba, sus ojos pronto se fueron a mi entrepierna, pero yo no soy nuevo en esto. Antes que me golpeara, gire mi cuchilla en la misma mano y con rapidez volvió a romper carne en el muslo derecho.

–No escucho tu respuesta– dije mientras estaba en mi propio frenesí – ¿Debo llegar hasta arriba?

–Fa...

–¿Qué cosa?

–Fa...dila

Maldita mujer. Saqué la daga con rapidez de su muslo y la enterré con fuerza en la puerta mientras la solté.

–La próxima vez que vuelva a verte frente a mí, será la última vez que respires– estaba decidido, pagaría como la rata inmunda que era. Saqué el pestillo de la puerta y al abrirla, de frente me encontré con Cathal.

–¿Qué has hecho? – dijo atónito.

–Buscaré a Laurel– la gente se abrió con rapidez abriéndome el paso y salí con rapidez– ¡Ve por Thion!

**********************************

No estaba jugando ni bromeando, vi en sus ojos que estaba bastante molesto y se fue prácticamente corriendo, comprendí que la situación no era normal.

La habitación estaba hecha un desastre, la mujer en la cama miraba constantemente la puerta mientras permanecía en silencio temblando sin control.

–¿Qué paso? – le dije acercándome a ella.

–Ella, ella está trabajando con Loreas, y algo le hicieron al General yo no sé– tartamudeo– es lo único que dijo no entendí muy bien. Él estaba como loco, le hizo muchas preguntas.

–Ten– dijo un sirviente dándole un vaso de agua.

–Sáquenla de ahí– ordene a los soldados– llévenla a que la curen y quédense con ella, no la pierdan de vista.

**********************************

Camine buscando a Loreas habitación por habitación, aun me sentía furioso y camine con rapidez impaciente de encontrarlo, no escaparía de mí, los bellos de mis brazos se erizaban y mi cuerpo ansiaba pillarlo. Podía entender perfectamente las palabras de Charlotte, otros dirán "Fadila ya es la Reina" sí, pero volver a nombrarla Reina eso significaba solo una cosa, la muerte de Thion.

Había encontrado quien podía haber asesinado a mi padre, superior a ella estaba Loreas involucrado, pero dudaba que trabajase solo, Fadila obviamente estaba involucrada.

Cruce todo el salón del este buscándolo impaciente, y antes de poder salir del, escuche una voz bastante familiar.

–No sabes el tiempo que pase pensando cómo sería el día que pudiera mirarte a la cara sabiendo quien eres realmente General –

Los rincones del salón se llenaron de eco al pronunciar cada palabra, recorrió mi piel erizándola una vez más, de mi pecho rasguñaba una y otra vez el monstruo que allí habitaba. Volteé lentamente y mientras lo hice sentí un sonido agudo como lo hace el metal.

–Imbécil– susurre sacando mi espada y con rapidez choque la espada de un soldado que se había acercado sigilosamente a un costado de mí.

Era un hombre joven, vestido con las armaduras de Cretos, pero sabía muy bien que no era de mi ejército. Eran muchísimos hombres, pero siempre podía distinguir a un hombre criado bajo la mano de mi madre, sus miradas eran distintas y no mostraban distracción alguna, no como este soldado.

–Sé que has estado investigando General– continuó Fadila.

No saque la mirada del soldado, pude sentir la presencia de otros entrando al salón, pero no se acercaron, seguramente tampoco eran soldados de Cretos. La espada del hombre comenzó a tiritar y la mía a avanzar firme y hambrienta. ¿Qué era lo que pretendía Fadila? Claramente la presencia de su soldado quito la importancia de sus palabras y tarde en sentir el peso de ellas a medida que su voz resonaba por mi cabeza.

–Si deseas saber más ¿Por qué no viniste y me preguntaste? Yo hubiera estado dichosa de conversar contigo después de todo, sigo siendo tu Reina y tenía grandes planes para ti.

–Veo que Sean ha sido bastante compasivo para prestarte soldados.

–Deberías entenderlo bien, un Reino debería tener a un Rey fuerte y no es el caso de Cretos.

–¿Y una mujer como tu cambiara eso?

–Leo, me impresiona que lo preguntes, ¿No es tu propia madre una Reina fuerte?

–¿Qué?

Ella sabía, ella ya lo sabía ¿Cómo? ¿Desde cuándo? Mi espada se relajó, no lo había hecho nunca pero mi cabeza estaba confundida y el dolor de estómago a causa de que todos se enteraran me debilito. La mire sin preocuparme de nada.

El soldado con rapidez alejo su espada.

–No ¡NO! – grito ella. Corrí mi cuello hacia atrás a centímetros de la espada del hombre y dándole una patada en el estómago le rebane el cuello igual como el intento conmigo– ¡QUE NO LO QUIERO MUERTO! ¡ENTIENDAN PEDAZOS DE INEPTOS!

–¡SEÑORA! – dijo un soldado acercándose y poniéndose frente a ella.

–Si no quieres morir hoy te ordeno que te alejes– dijo ella más relajada– sabes perfectamente quien es él y ninguno de aquí lo lograra solo.

–Mi Señora, pero...

–El General no me hará nada– dijo sentándose en una silla agarrando una copa de vino– ¿No es así Leo? Tengo tantas respuestas para ti que no te conviene verme muerta.

–¿Cómo es que...?

–¿Lose? Nuestras historias se cruzan bastante, desde hace mucho tiempo y no hablo de ti sino de tus padres.

–Envenenaste a medio Reino.

–No, no fui yo, ¿No ves que Sean quería a su hijo de vuelta?

–¿Y por eso tanta vida tomada innecesariamente?

–En teoría fueron nuestra propia gente que se mató sola.

–Fadila– me enfurecía escucharla.

–No te enojes, se exactamente lo que tú quieres y tengo una propuesta que te puede gustar.

–Asumiendo que sabes quién soy ¿Por qué tenías el sello de mi padre?

–¿De tu padre? – dijo sonriendo– tenía el Sello de Augusto porque el mismo me lo dio cuando se vengó de tu madre.

–¿Qué ganas con hablar ahora? Nada de lo que digas evitaría que te acuse de alta traición.

–Si tú me acusas de alta traición, yo también te acusare de lo que hicimos anoche.

–¿De qué hablas?

–¿Sabes que la mujer que te tocó en Zocim hoy está en cinta?– dijo poniéndose de pie– tu semilla es fértil, ¿Cuántas veces te acostaste con ella esa noche? Puedo estar segura que en unos meses Cretos y Liastian tendrán por fin un heredero en común y ni la propia Dalia podrá hacer algo.

–Fuiste tú.

–¿Creíste que la negra quería satisfacerse? – rio a carcajadas mientras caminó detrás de mí– por tus manos veo que tuviste una gran lucha con ella. Podre mujer

–Sera un bastardo.

–No si firmas estos documentos– dijo sacando un papel de sus vestiduras– te casaras conmigo una vez que me encargue de Thion, además un hijo de dos grandes Reinos no será considerado un bastardo.

–Estás loca.

–No, te explicaré detalladamente lo que paso con Augusto, Dalia y Thion, tú me darás este hijo.

–¿Sabes porque nadie sabe quién soy?

–Porque no quieres ser Rey, lo que te hace perfecto para mis planes. Escúchame primero.

–Para que, si ya comenzaste.

–Leo– dijo acercándose a mí y agarrándome el rostro.

–¡No me toques!

–Solo escúchame, estas confundido, enfadado lo comprendo yo también fui utilizada, pero yo te entregaré lo que tú quieres. Será solo un papeleo, seré la Reina, tendré poder, tú me entregaras el poder y yo te permitiré estar con Helina, no pienso tocarla, ni hacerle daño.

–No– mi cabeza explotaría, no sabía en qué pensar o pensar en tanto. Me sentía incluso un poco mareado, mi respirar se agitaba y la odiaba.o Oh, cuanto la odio.

–Si Leo, yo no pido que llevemos una vida marital solo un hijo que pueda dejarme en el trono, un hijo que signifique tener el control de la tierra.

–¿Y de mi madre?

–Tú no sabes lo que ha hecho tu madre, ella merece esto.

–Dime exactamente que te hizo mi madre, ¿Te quito a Thion y por eso haces todo esto?

–Si lo sabes, sabes que ella me quito a mi Rey y cuando pude amar a una persona también me la arrebato.

–Y terminaste por arrebatárselo ¿no?

–Firma estos papeles, no pierdes nada.

–Respóndeme eso, ¿tú mataste a mi padre?

–No.

–Dime quien fue.

–Firma, si no firma estarás en mi camino y ya no me servirás.

–¿Augusto también estuvo en tu camino?

–Ahora si estás hablando adecuadamente. Sí, él estaba en mi camino, se iba a deshacer de Thion, pero no era su hora.

–¿Qué?, ¿Él sabía de todos tus planes?, ¿Desde cuándo que lo has planeado?

–Si Thion moría ¿Qué quedaba para mí?, ¿Sin un heredero crees que yo aún seguiría siendo Reina? ¿No firmaras cierto? – dijo volviendo a enrollar el papel y pasándoselo a un soldado.

–¿Y mataste a mi padre?

–No– dijo acercándose tan cerca que su mirada se encontró a solo centímetros de la mía– mate a Augusto.

–Eres una perra– mi mano con rapidez se incrusto en su cuello, podía sentir su diminuto cuello aplastándose lentamente con mis manos, pero antes de apretar más fuerte ella continuó.

–Hazlo– dijo con dificultad mientras la acostaba en una mesa, ninguno de sus soldados intervino.

–¡Thion te decapitará!

–No lo hará. No te saldrás con la tuya esta vez.

–¿Estas... estas seguro que Au... Augusto era tu padre?

–¿Qué?

Ella sin mostrarme ninguna señal me dio de lleno en mi entre pierna y al soltarla un poco gritó con todas sus fuerzas cerca de mi oído. Sentí el sonido de su ropa rasgarse y descubrió sus senos.

Las puertas se abrieron con rapidez entrando soldados y cuando voltee allí estaba Thion mirándome furioso.

–¿Qué has hecho? – dijo entre dientes.

–Thion– susurré.

–¡Thion el me violo! ¡Yo luche, pero el...! – Fadila se largó a llorar sin control inundando todo el lugar con sus alarmantes gritos. Sus soldados se esfumaron como el humo.

–Guardias tomen en custodia al General y llévenlo a los calabozos.

–¡Es mentira! ¡Está mintiendo! – los soldados agarraron con rapidez mis brazos, eran mis hombres, pero de títulos nada si era el Rey quien lo dictaba– ¡NO PUEDES CREERLE THION! ¡NO SEAS NECIO!

–¡LLEVENSELO DE AQUÍ!

–¡THION!

**********************************

–¿Leo? – dije al verlo mientras lo sacaban por el pasillo hacia el salón– ¡Leo! – 4 hombres lo sostenían de los brazos y hacían fuerza con él.

–¡Cathal! – dijo al verme– Arregla esto, avísale a Dalia.

–¿Avisarle? – dije atónito mientras él se iba alejando. Sabía perfectamente que Leo podía con esos soldados, pero no lo hacía, había algo mucho más grave que querer zafarse de ellos.



Próximo Capitulo: 29.–Engaño

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