27.-Zocim, Diosa de la Fertilidad
–Princesa no debería hacer esto– dijo Bony mientras me amarraba el pelo en una cola.
–Lo haré, lo intentaré y luego decidiré si realmente sirvo para esto o no.
–Se ve hermosa. No siempre usa pantalón y blusa.
–¿No es cierto? Me siento muy cómoda.
–Debería abrigarse, ¿Dónde le enseñara?
–No lose– dije mientras amarraba mis zapatos.
–Tenga– dijo Clara poniéndome una chaquetilla de cuero con pelo en su interior– se mantendrá un poco más abrigada.
El sol aun no salía del todo, la ciudad había amanecido con una capa gruesa y blanca de nieve. Desde mi ventana, podía ver las antorchas prendidas y como las personas comenzaban a salir de sus casas sacando la nieve de las calles, las carretas se estancaban y la gente se enterraba en la espesa nieve. Sin duda hacia bastante frio e incluso dentro de mis aposentos donde estaba más abrigado, mi boca botaba vapor.
Salí de mi habitación bastante animada, seguida por mis soldados y robándome las miradas de ellos, reí mientras daba saltos de felicidad.
–¿Helina? – dijo mi padre que justo bajaba por la escalera a mi piso.
–Hola padre mío.
–Te ves radiante, ¿Hoy es tu primera clase?
–Sí ¿y sabes? Estoy muy agradecida contigo.
–Agradécele a Leo que tendrá la paciencia de enseñarte, pobre de él.
–¡Papá! – reclamé.
–Fadila– dije al verla detrás de Thion.
–Princesa Helina– dijo y miró a otro lado ignorándome.
–Bien, me iré– dije bajando con rapidez las escaleras y corriendo por el pasillo.
–Princesa espere– dijo Lands corriendo detrás de mí.
Llegue al portal y el clima era bastante frio en comparación a dentro del Castillo, pero no me preocupaba, mis ojos buscaban a mi maestro, pero no estaba en la parte delantera del castillo así que me fui al otro portal y llegue a la parte trasera. Allí estaba Leo con un abrigo de piel que cubría sus hombros y con la cabeza abajo permanecía sentado en un tronco de madera.
–Llegas tarde– dijo bajándose del y soltando una bocanada de aire.
–Lo siento, este helado aquí.
–Lo está. Debes abrigarte más– dijo soltando su abrigo y poniéndome en los hombros– vamos no podemos practicar aquí iremos a los cuarteles, ya arreglé una habitación allá.
–Leo, puedo caminar– dije al ver que se acercaba a un caballo sin ensillar.
–Lose– dijo y mirándome con una sonrisa me tomo de los brazos y me subió al caballo con rapidez– Lo siento– continúo mirando a mis soldados– no traje caballos para ustedes– pego un brinco mientras agarraba el pelo del caballo y monto detrás de mí– ¡YA!
Llegamos con rapidez a los cuarteles, Leo montaba bastante bien, podía sentir su cuerpo completamente apegado al mío y su respirar hacia cosquillas en mi cuello.
–Ten– dijo pasándome una espada de madera. En la habitación había un tronco alto como una persona y me hizo golpearlo una, dos, tres o más veces.
Leo no intento nada más conmigo, se dedicó a enseñarme, la postura, la forma de como mis manos agarran la espada, mis brazos e incluso la forma de poder agachar la espalda. Mientras el me observaba y me iba corrigiendo, me distraían los ojos de los soldados asomándose por las ventanas y los bordes de la puerta. Leo me retaba cada vez que notaba mi distracción. Al final de los días mis manos ardían, y mis sirvientas me las vendaban con agua calientes para bajar la hinchazón, caía rendida a la cama y muchas veces no me daba cuenta cuando quedaba dormida.
Golpear el tronco de madera, fue todo lo que me ordeno hacer en lo que duro el invierno. Mi padre se reía al haberlo asombrado, yo seguí con mi perseverancia y su poca esperanza en mí se fue al olvido. El entrenamiento era muy de mañana y parte de la tarde. Llegaba a odiarlo a veces y me enojaba cuando me corregía tan duramente mientras yo juraba que lo hacía bien.
Él era grandioso, no lo tomaba personal, no me gritaba como a sus hombres, me exigía calmadamente y luego que terminaban las clases, el simplemente me alagaba con palabras como "Lo estás haciendo bien" y eso solo me animaba a seguir. Cumplió con su palabra, y no volvió a buscarme para estar conmigo o intentar besarme, de hecho, tampoco volvió a buscarme en los momentos que estábamos solos. Eso comenzaba a preocuparme y a preguntarme si él aún me quería y ahora que Zocim estaba por llegar, ¿Le gustara alguien más?
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Y llego el día, las mujeres estaban eufóricas, vistieron su mejor prenda, se asearon, se perfumaron y amarraron sus cabellos, ansiosas, se reunieron, en las afuera del castillo amontonándose mientras miraban por los barrotes y el ruido era caótico.
Fue entonces que junto a mis 6 hombres bajamos al patio y caminamos al Castillo. Eiric fue el único que se eximió de esto junto a los soldados que participaban en su investigación.
–Cuando hay muchas mujeres juntas, nada sale bien– dijo Cathal.
–No le tengas miedo– dijo Marlen riéndose.
–Esto es un gran honor– sonreía Kurok.
–Claro hombre– Marlen estiro su brazo y abrazando su cuello lo molestaba–ya veo a pequeños niños igual a ti corriendo por las calles.
–Mañana ahí entrenamiento, asique nada de embriagarse– voltee a verlos sin detener mi caminar– los quiero bien despiertos al salir el sol.
–¿Estarás con nosotros u otra vez estarás viendo a la Princesa mover tu espadita de madera? – preguntó Kurok mientras bajaba y levantaba una y otra vez las cejas.
–Voy a golpearte– le dije mostrándole el puño.
–Queridos hermanos, ¡Por nuestras vergas que esta noche sea inolvidable! – dijo cambiando el tema mientras se reía.
–Todas tus noches son inolvidables Kurok– dijo Thiao riéndose y empujándolo a un lado. Su rostro ya estaba curado, las costras estaban por caer.
–Con tu nariz aun roja dudo que la mujer quiera contigo, se asustara en cuanto te vea– dijo Lucas.
–Oye Leo– dijo Cathal acercándose a mí, mientras los demás se molestaban uno a otros– ¿Ella no te ha dicho nada?
–No, más que disculparse por decime lo de la otra vez y ahora nada más que entrenamiento.
–No la entiendo, pensé que ella te hablaría sobre Zocim.
–Yo también, pero no fue así. De todas formas, Cathal yo te dije que me conformo con solo mirarla.
–Oh vamos hombre, no seas estúpido, quien se conforma solo con mirar a su amada. Si ella no quiere estar contigo pues olvídala, disfruta de este día. Han pasado muchas lunas que no tomas a una mujer, olvídate un momento de Helina por los dioses.
–Lose Cathal, lose.
Dejamos nuestros nombres en el cofre y pudimos ver la gran cantidad de mujeres que estaban haciendo fila para cuando las puertas del castillo se abran, por otro lado, los hombres que participarían ya habían entrado la noche anterior para los arreglos.
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–¿Él no le ha dicho nada? – pregunto Clara mientras me amarraba el vestido.
–No, actúa indiferente.
–Pero usted le pidió espacio, ¿No cree que él solo está cumpliendo con su mandato?
–Pero no es lo que quería, yo solo necesitaba enfrentar esto sola.
–Pues dígale entonces, si los sentimientos de él han cambiado, pregúntele y sabrá.
–Es verdad, no ganamos nada con hablar de esto y sacar conclusiones.
–Sea sutil, toque su mano, agárrelo y le pregunta de frente– dijo Bony desde la ventana mientras nos mostraba todo su trasero meciéndose de aquí y allá– Querrá ver esto, está lleno de hombres hermosos por todos lados– agregó con gran entusiasmo.
Nos asomamos y claramente el patio de al frente estaba lleno de grupos de hombres que conversaban y reían entre ellos y por fuera las mujeres ya comenzaban a hacer fila. El día de Zocim era toda una locura.
–Allí esta él– dijo Clara mientras me agarraba de los hombros y me apuntaba al portal de al fondo.
Leo se veía tan apuesto con ropa ligera, aun así, estaba con el cinturón donde sujetaba su espada y la mantenía controlada mientras agarraba la empuñadura con la mano izquierda. Amaba su rostro cuando sonreía o reía a carcajadas con sus hombres, sus ojos achinándose y sus hermosos hoyuelos que se formaban en sus mejillas.
–Estoy enamorada– dije soltando un gran suspiro– es definitivo.
–¿Qué? – dijo Clara mirándome asombrada.
–Ya lo sabían ¿Cierto? Pero ahora que lo veo, me siento completamente engatusada por él– dije mordiéndome los labios.
–¿Y que está esperando? – dijo Bony alzando la voz– participará en Zocim al igual que usted, pero el cumplirá con el mandato de la diosa, porque no lo detiene y le dice sus sentimientos, ¿Por qué su padre aun no anuncia sus planes a con usted?
–Dalia no ha contestado las cartas, seguramente después de Zocim mi padre hablará con Leo para que el mismo mande carta, pero y si ya no me quiere.
–Por eso es que usted debe ir y conversar con él.
–¿Y si no quiere ser Rey?
–Princesa– dijo Clara tomándome de las manos– ¿Quién no quiere ser Rey?, todos morirían por esa posición y no solo eso, sino desposarla sería un sueño de todo hombre.
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"Cathal ¿Qué significa que el halcón desposara a una Realeza? ¿Quién es ella y por qué no se me informó antes? Si te estas preguntando si se me informo algo de parte de él, pues el bastardo no la ha mencionado correctamente, ¿Necesito traerlo de vuelta? Jamás en mi cabeza se me pasó desposarlo ¿Por qué tengo que soportar las cartas de un Rey que aún me debe tanto y sabiendo eso insiste en este vínculo? ¿Qué se trae entre brazos? No han solucionado lo que les pedí y ¿ahora esto? Necesito explicaciones, tienes 1 luna para venir o tu cabeza corre por mi cuenta."
–¿Qué te pasa? Te noto un poco más serio de lo normal Cathal.
–No es nada Leo, he estado pensando que realmente deberíamos ir a Liastian, sería ideal ir después de Zocim.
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Cuando llego la hora mencionada comenzamos a arreglarnos, el ruido de afuera aún era bastante fuerte pero no hacía mucho que las puertas se abrieron y las mujeres comenzaron a entrar al salón.
–Me pregunto ¿Qué tipo de mujer nos tocara? –dijo Thiao amarrando la manta a su cintura.
–Hay mujeres solteras como casadas– dije buscando una manta.
– ¿Qué? ¿Cómo es eso? –preguntó Kurok.
–Vamos, es el día de Zocim, la fertilidad es algo que, a muchas mujeres, la Diosa no les ha dejado concebir algún hijo– dijo Marlen.
–Exacto– dije– y este día es un día especial, los hombres dejan ir a sus esposas con tal que ellas conciban uno con el hombre que la diosa le indiqué.
–No se considera infidelidad, al fin y al cabo, si la fertilidad funciona ellos criaran en familia el regalo que Zocim envió– continúo Marlen ya vestido– son niños bendecidos.
– Ojalá me toque una mujer soltera y virgen– dijo Kurok levantando una copa y bebiendo de ella– ¿Qué ocurre con la familia Real?– preguntó– ¿también participan?
–Solo el Rey puede participar– dijo Marlen– la Princesa y la Reina solo les sirve para tener una hermosa velada y compartir, lo que hagan después puede ser castigado.
–Te salvaste Leo, nadie cogerá a tu Princesa– rio Kurok.
–Y si saca tu nombre, tampoco podrás tocarla– dijo Lucas.
– Eso no importaría– dije sonriendo.
Pero la sonrisa me duro poco, quería estar con ella, quería besarla abrazarla y tocarla, pero ella había dejado claro lo que quería. Si yo debía cumplir con este día, aunque sabía que no le debía nada a Helina, nuevamente me sentía incómodo y decepcionado.
–Leo no te pongas serio, no le hagas caso a estos hombres– dijo Thiao.
Fue entonces que la primera campana sonó, dando aviso al inicio de esta ceremonia. Kurok corrió a la ventana.
–Vengan a ver, son hermosas– dijo sonriente.
–Prepárense y vámonos– dijo Thiao.
A la segunda campana bajamos, no había ruido fuera, todo estaba en silencio, el llegar al salón, los murmullos se hicieron presente, nos quedamos justo en la entrada sin llamar la atención. El salón estaba repleto, las mujeres se sentaron en el fondo cerca de una gran olla donde se habían vaciado los cofres, y los hombres aguardaron cerca de las paredes.
–Están muy bien vestidas– dijo Thiao.
–Sí, se puede ver la importancia que le dan– dije como podía para que mi hombre escuchara.
El Rey pronto se hizo presente, la Reina se puso al lado derecho del salón cerca de la olla junto a la Princesa.
–Esta hermosa– dijo Thiao mirándome.
Solo sonreí, resplandecía ante todas estas mujeres, sus cabellos acariciando sus senos, su vestimenta de fina ceda moldeaba sus caderas y su fina cintura, había pintado sus ojos y enrojeciendo sus labios. Mi corazón latía tan rápido, realmente era la flor más hermosa del lugar.
–Mis queridos anfitriones– grito el Rey y todo quedo en silencio– les doy la bienvenida a esta nueva noche especial, donde la diosa Zocim nos bendecirá y cubrirá sus vientres infértiles y traerá gloriosa fertilidad a ustedes– el grito enloquecido de las mujeres sonó rápidamente por el lugar– espero que Cretos crezca con sabiduría, y que ustedes mujeres porten hijos de hombres esforzados, de consejeros, soldados incluso y talvez hijo de la sangre Real. Que traigan consigo riquezas y oportunidades de nuevas vidas y títulos– el Rey estaba complacido, abría sus manos al hablar sonreía y se gozaba con los gritos de estas– Con mi bendición comenzamos con esta gran ceremonia– tomo su capa real y cubrió la olla, luego estiro su mano a la Reina y esta se acercó, introdujo su mano y todos guardaron silencio.
–Que saque tu nombre– dijo Kurok.
–Ni lo menciones– dije enojado pendiente de la mano de esta mujer– no debería ni participar.
El Rey anuncio el nombre y entre todos nos miramos hasta que salió un hombre que provenía de los herreros, respire aliviado. El Rey no se mostró incomodo hizo seña para que se abra la puerta que conducía al patio trasero y marcharon, siguió rápidamente el curso de esta y los nombres comenzaron a salir. No tardo en salir el nombre de Kurok, Luca y Thiao.
–No la trates mal– dije tomando el hombro de Kurok.
–Intentaré– dijo moviendo sus cejas mientras sonreía.
–No quedan muchas– dijo Thiao– y la Princesa no ha dejado de mirarte.
–Lose– baje mi rostro– la dañare si mi nombre atenta en salir.
–¿Cómo dices eso? la mujer te ha estado evitando, gracias que entrena contigo que la puedes ver.
–Leo, sabrás como manejar esto– Cathal me miro sonriendo– ahora ve.
– ¿Qué? dije extrañado.
– ¿General? dijo el Rey en voz alta.
–Tu nombre acaba de salir– dijo Marlen– suerte– golpeó mi espalda.
–Por los dioses– me dije.
La mujer que estaba adelante estaba vestida con ceda de muy poca clase, su mirada nerviosa y preocupada fue lo primero que observe, la tela con mi nombre la había tomado y la agarraba fuertemente entre sus manos y la poso entre sus senos. Tenía una cabellera rizada de color rojizo oscuro, una tez blanca y pecosa, adema de un rostro inocente en un cuerpo de una mujer bien dotada. Las demás mujeres guardaron silencio, se mostraban molestas y susurraban insultos a esta.
Camine lentamente entre la gente, se habían amontonados y habían abierto un espacio para pasar hacia donde esta joven mujer me esperaba, no tenía cara para mirar a Helina, sentía su mirada punzante en mi pecho y mi respirar se agitaba nervioso.
–Puta– decían algunas.
– ¿Por qué ella?
– ¿Por qué la puta del leñador?
–Me dan ganas de partirle la cara.
No entendía los comentarios negativos de estas mujeres, la dama de al frente se veía tranquila, sumisa y muy vulnerable. Llegue a su alcance y estire mi mano mirándola seriamente, ella apretaba sus labios y tardo unos segundos en tomar mi mano, su brazo temblaba y bajaba la mirada al suelo en completa vergüenza y sorpresa. Baje mi cabeza al Rey saludándolo y caminamos hacia el patio, y antes de salir baje nuevamente mi cabeza ante mi bella dama.
–Princesa– dije, pero ella no respondió a mi saludo y me miro atentamente hasta que me perdí de su vista.
Al salir al patio, las sirvientas habían puesto mesas con comidas, había hombres que hacían show con fuego, magia, malabares y hacían reír al público, la dama era tímida, sostenía mi brazo, pero miraba a otro lado, era baja de altura un poco más baja que la Princesa, pero tenía bonitas facciones. Caminamos lentamente entre una fila de mesas con distintas comidas y cosa para beber.
–¿Te acuerdas de mí? – dijo deteniéndose.
–¿Nos habíamos visto antes? – pregunte extrañado.
–Sí– contestó tímidamente y baó su mirada mientras ponía su pelo detrás de la oreja.
–¿Cómo te llamas?
–Halley.
Escuché su nombre y mirándola detenidamente sonreí.
–La señorita "que importa"– dije asombrado con la gran casualidad.
(Aquí Leo la recuerda en el capítulo de Los Ancianos, cuando él le pidió su nombre y ella le contesto con un "eso que importa")
–Lo siento, era una niña aún.
–Sí y haz cambiado mucho.
–Y usted también, ahora ya es del pueblo.
–¿Qué haces aquí? ¿Cuántos años tienes ahora 20, 21?
–Me halagas ¿De verdad que parezco de más?– dijo riéndose y mirándome con los ojos achinados– tengo 19.
–Un año menos que Helina– pensé mientras me daba cuenta que tenía unos ojos color miel y unos labios finos.
–Cuando la gente te conoció, no te conocimos con buenos términos– dijo caminando mientras sobaba su codo derecho– creo que tardamos un poco en apreciar tus buenas obras y saber que no nos harías daño. Además, que eras bastante maduro para tu edad te veías un poco engreído.
–Engreído– dije siguiéndola– creo que si pude haberme visto así.
–Sí, pero ahora todos te aman General, mi padre siempre dice que has hecho un cambio bastante grande a lo que la gente estaba acostumbrada.
–Eso es bueno. ¿Puedo hacerte una consulta?
–Lo escucho.
–¿Por qué la gente no te quiere mucho? ¿No eres hija de soldado o sí? – dije mientras agarraba una copa con vino ya servida.
–No General mi tío era un soldado, no soy su hija realmente. Mi padre es un leñador que trabaja a las afuera del Castillo, pero me he criado más con mi tío. Cuando joven mi educación no fue muy buena, mi abuelo veía la venta y la entrega de leña, muchos hombres iban a mi hogar por él, pero mi reputación se manchó con eso. Las mujeres creen que esos hombres iban a verme y que yo tenía un burdel de mala suerte.
–¿Y qué tan cierto es la historia que cuentan las otras mujeres? – la miré un poco más atento para pillar si me mentía.
Ella con rapidez evito mi mirada y se agacho a tomar una copa.
–Solo un poco.
–Eres una mujer hermosa y aquí las mujeres aprovechan su belleza con otros fines.
–General doy fe que esas acciones quedaron en el pasado. Hoy estoy casada con un hombre fiel y honrado– dijo mirándome seriamente.
–No te juzgo, solo necesitaba saber un poco de ti– dije mientras detrás de ella paso Helina acompañada de un hombre bastante joven– después de todo, pasaremos la noche juntos.
Halley que en ese momento había bebido de la copa, al escucharme, su piel completamente blanca se puso colorada como un tomate y boto un poco del líquido sobre su barbilla y parte de su pecho.
Su tierna reacción me saco una sonrisa, era una mujer con una personalidad bastante opuesta a la de Helina, la primera vez que nos conocimos había sido dura y valiente, hoy se notaba que había madurado a una mujer bastante tranquila y cortes, a pesar que dijo que no había tenido una buena educación.
–¿Le rogaste a tu esposo para participar aquí?
–No– dijo sonriendo– el insistió. Llevamos 1 año intentando tener un hijo y los dioses no nos han bendecido.
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Me sentía incompetente, Leo me había mirado sin importancia, Zocim lo había elegido para otra mujer y no podía ocultar mi malestar en mi interior, estaba enojada, irritada, celosa. El hombre que me había tocado, era el hijo de un mercader del Castillo, era joven tenía casi mi edad, pelo negro, un poco delgado pero simpático, había agradecido ser mi acompañante y tocaba temas interesantes que pronto había despejado mi mente.
Caminamos mientras degustábamos fruta y postres, reía con las cosas que contaba, me mostraba siempre una sonrisa de oreja a oreja, fue ese momento donde pude ver a Leo sentado en una piedra con su acompañante sin parar de hablar.
–General– dije acercándome a él junto con mi acompañante.
Leo al verme se puso de pie y rápidamente vi su mirada observando el toque cercano que tenía con este hijo de mercader.
–Princesa, ¿Cómo está? – dijo mirándome con unos ojos que sonreían.
–Adolorida– dije quejándome de los brazos– pero ya me acostumbré.
–Princesa– dijo la mujer agachando la cabeza velozmente– es un honor para mí conocerla y...y verla de...de tan cerca. Usted le hace un gran honor a su belleza natural descrita por las voces del pueblo, estoy encantada y agradecida por esta oportunidad.
–Supongo que lo mismo le dijiste a tu acompañante– dije mirando a Leo– Gracias por tus palabras deseo que disfrutes la compañía de un gran hombre y que Zocim este contigo esta noche– continúe bajando mi cabeza.
Ella respondió a mí y caminé ignorando a Leo que me quedo mirando sin decir nada. Di unos pasos hasta que escuché su voz.
–Princesa– me di vuelta para verle, pero bajo su mirada al suelo– tenga una buena noche.
–Igual tú.
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¡Dioses! ¿Qué había sido eso? me había alagado como si nada y por un momento creí que podía tener la oportunidad de hablar con ella sobre lo nuestro, tarde unos segundos en darme cuenta en el día que estábamos. Hablar con ella no arreglaría las cosas, solo las haría más difíciles.
–La amas– dijo la voz de Halley detrás de mí.
–No– voltee a mirarla y ella con una sonrisa volvió a insistir.
–General, ¿Usted crees que el pueblo no ha soñado con ustedes dos juntos? Si usted me da una pizca de esperanza sería una alegría enorme para todos. El amor no es hacia el Rey– continúo susurrando– sino a ella, ella es la flor real del Reino.
–No se obtienen hermosas cosas tan fácilmente.
–Pues no se rinda.
Kurok como era de esperarse había formado rápidamente un vínculo con la mujer que le había tocado, se reían los dos, se abrazaban y conversaban con naturalidad, nos juntamos con mis soldados y juntos conversamos y reímos rompiendo toda clase de tención que había entre soldados y las mujeres de distinto ámbito social.
Halley venia de una familia que estaba saliendo de apoco de la pobreza, se habían ido a vivir a una casa cerca del puerto hacia el ala este. Su padre se había lastimado la mano y su situación había caído grandemente, si podía concebir en esta noche no solo sería la dicha de su esposo y de ella misma, sino que también se le había prometido una gran suma se dinero y un trabajo en la cosecha de la muralla este.
Luego de un tiempo sonaron las campanas anunciando la entrada, se había preparado el subterráneo y el segundo piso del edificio principal, llenas de habitaciones, vinos, camas con pieles, todo para hacer de esta noche algo especial y poco a poco comenzaron todos a entrar.
–Leo, sonríe hombre– dijo Kurok un poco pasado de copas.
–He sonreído toda la noche– reí.
– ¿Vamos? – pregunté buscando a Halley.
–Por aquí General– alzó su mano caminando a mí.
–Lo siento por dejarla, mis hombres son unos tontos.
–Son divertidos, no se ve eso allí afuera y tú, Leo– llamo por mi nombre– te ves mucho más serio y formal.
–Si le he dado una mala impresión ruego que me disculpe, pero hay que dejar lo que es trabajo de vez en cuando.
–No se disculpe, me agrada como eres– sonrió tomando mi brazo y caminando al edificio– hemos tardado, nos tomara tiempo encontrar algo vacío.
–No, mi habitación se encuentra en el segundo piso, esa no será ocupada.
Entramos en mis aposentos, las velas las habían prendido y había un olor a incienso puesto por mis sirvientes. Halley entro con cautela, el asombro en su rostro complacía un poco la oportunidad que Zocim le había dado, miro los muebles, el cielo que era inmenso, y sonreía estirando los brazos.
–Puedes ir donde quieras– dije sentándome en una silla y rápidamente sus ojos se abrieron y sonrió caminando por el lugar, la tina, los telares, asomándose en la ventana, era como una niña pequeña.
No tardo mucho tiempo y volvió a mí.
–Disculpe mi atrevimiento General, ¿Todo esto es solo de usted? – dijo acercándose.
–Sí, mis comandantes vienen de vez en cuando a bañarse y conversar un poco, pero generalmente– dije poniéndome de pie y caminando por mí habitación mirándola– solo estoy yo.
No quise seguir pensando, tenía un sinfín de emociones y sentimientos que necesitaba despejarme. Estaba tranquilo, todos estos días estuve tranquilo, pero aguantándome todo lo que realmente quería hacer o decir. Con Helina nos estábamos evitando la mayor parte del tiempo, al menos eso notaba de ella, los entrenamientos los disfrutaba era el único momento que podía hablar con ella, talvez si terminamos arruinando nuestra amistad. No, algo más había pasado y eso lo conocía muy bien, ya llevaba días pensándolo y eso explicaría que no me quisiera cerca.
–Cuando encuentres a tu persona indicada– dijo acercándose a mí– no volverás a estar solo.
Halley terminó de hablar y acercándose más a mí, agarró del cuello de mi ropa y me empujo a ella dándome un beso. Dude al principio, el sexo es sin beso, el sexo es sin...
Su boca me atrapo por completo, como si me succionara, como si me fuera devorando cada vez que abría la suya y atrapaba mis labios. Ella se movió veloz, que a poco mi espalda choca con la puerta de la entrada y sorprendido nos miramos sin decir nada.
Mi piel ardió y mi respiración se hizo agitada, mi cuerpo reaccionó con el más mínimo estimulo de ella, un beso ¿Esto es porque había pasado bastante tiempo?
–¿Puedes solo por hoy no pensar en ella? – dijo media avergonzada.
Ella no dijo más palabras, fue a mí y miró un momento mi rostro, no podía mantener mí mirada mucho tiempo en ella, me incomodaba un poco. Eso me hizo recordar la primera vez que tome a una mujer, había sido estresante y lleno de nerviosismo, tampoco conocía a esa mujer, pero la diferencia de Halley era que por lo menos con ella había hablado un poco.
Caminé a una mesa y comencé a apagar las velas, cuando fui por la ultima, la tomé lentamente pensando en que realmente no merecía todo esto.
–General– dijo con un susurro, con una suave y delicada voz.
Apreté mis dientes, un poco nervioso al voltear a verla, ella estaba parada a los pies de la cama, había tirado con lentitud de las cintas en su espalda y me miraba atentamente agarrando una de ellas, sabía perfectamente lo que hacía y la miré sin hacer nada, fue entonces cuando ella abrió su índice y pulgar y la ceda callo lentamente por sus senos, abdomen, muslos hasta los pies quedando completamente desnuda y permaneció ahí.
El cuerpo, la cintura, los brazos, los senos, que caían como hermosos atributos, eran moldeados por los mejores dioses para formar el increíble cuerpo de las mujeres, no había cuerpos feos sino solo cuerpos mal cuidados, tenían distintas formas unas más que otras, anchos, gordos, flacos, macizos, pero todos llevaban a la hermosa perfección de las mejores deidades.
Sin decir nada me acerque lentamente con la última luz que había. Ella era hermosa, diferente de Helina, pero había algo en ella que la hacía distinta.
–No te avergüences– dije tomando un poco de su pelo y poniéndolo detrás de su oreja.
–No lo estoy– Sonrió soplando la vela y todo quedo en oscuridad, la luz de la luna era la única presente para alumbrar un poco la habitación.
–Bien– dije sonriéndole. Estiro sus manos y desato mi túnica de arriba abriéndola. Su mirada se centró en mi pectoral y abdomen, estaba un poco tímida, abrió sus labios sin decir nada y subió su mirada buscando el permiso que necesitaba. Se lo concedí.
Ella ya un poco más activa estiro su brazo y termino de abrir mi túnica, la ceda era bastante suave asique esta, cayó al suelo por mis hombros. Sus ojos se movían de un lado a otro mientras me observaba podía ver su excitación ya que lentamente y sin darse cuenta mordió su labio inferior. Ella con lentitud y un poco tímida estiró su mano y toco mi piel, tenía manos un poco ásperas y lo esperaba de una hija de leñador. Mientras me tocaba yo podía ver sus senos desde mi altura como se iban endureciendo con los segundos.
–No– dije viendo las intenciones de sacar la manta que cubría mi parte inferior.
–Lo siento– dijo mirándome y lentamente baje mi rostro y apoye mi frente con la de ella y fue cuando me beso respondí a ella por inercia, pero no quería besarla.
Con lentitud la aparte de mi rostro, podía sentir su aliento, ella se excitaba con mucha facilidad y lo más probable es que incluso ya estaba lo suficientemente húmeda como para tomarla. Pero yo no.
Mientras nos mirábamos atentamente, agarre su mano y la lleve a mi sexo, su rostro me hizo entender que comprendió que con besos no iba a obtener lo suficiente y sin más decirle, se arrodillo empujándome a la pared, saco mi manta y se hecho mi miembro a la boca. Lo había hecho tan rápido que mayor fue mi sorpresa.
–Veo, que no eres novata en esto– dije mirando el cielo de la habitación. No quería ser brusco con ella, pero comenzaba a desesperarme cada vez que ella llegaba a mi base y me soltaba como si la fuerza de su boca se acababa para luego volver a introducirlo. Comencé a dejarme llevar, mi mano instantáneamente se posó en su nuca e hice presión hasta que ella hizo una arcada. Para mi sorpresa, ella volvió a meter mi miembro a su boca sin preocupación y sin oposición. Volví a presionarla contra mí, obteniendo otra arcada más– Así mujer, así–
Luego, la levante con rapidez, rodeé su cintura con mi brazo derecho y la apreté en mí, tenía glúteos grandes y firmes donde la pude agarrar con firmeza y recordé que ella no venía con la intención de satisfacerme como todas las mujeres que son enviadas a mis aposentos.
–Puedes tomarme...– dijo suavemente– como una esclava.
Al escúchala sentí esa fuerza y brutalidad de los hombres a coger una esclava, de introducirme sin permiso en ella, de tomarla del cabello hasta dejarla sin fuerza, la maldad y la parte salvaje de mis ancestros salía y estremecía mi cuerpo, imaginando como tomarla hasta hacerla gritar ¿Por qué tenía ella que despertar eso en mí?, ¿esa parte tan oscura de un hombre? Todo hombre lo tiene, solo es que es muy fuera de lo moral.
Fue entonces que le agarré el seno y la puse a espalda de mi agarrándola con firmeza, mi mano izquierda en su seno y con la otra, agarré su mandíbula y la corrí a un lado dejando su cuello y oído a mi merced.
–Te tomaré como a ellas– dije mientras mi respirar se agitaba, solté su seno, y acomode mi miembro bruscamente entre sus glúteos. Luego tome su cintura– pero no creo que realmente quieras saber cómo se trata a una esclava.
Ella al sentirme entre sus muslos soltó un gemido excitada, los poros de su piel se definieron, y su bello tomo altura junto con un escalofrío que recorría su piel y pronto el deseo de esta satisfacción y obsesión de tener a una mujer se apodero de mi cuerpo.
–¿Es tan diferente? – dijo en voz baja.
–No me despiertes– tiré su cabello aún más atrás.
–Tómame.
Lleve mi rodilla a su entrepierna y empuje su muslo derecho, ella se abrió lentamente a mi mientras la empuje un poco a la cama y olvide el tiempo.
¿Cuántas más podría aguantar? Siempre imaginando que es ella, ella quien me tiene tan atado y enamorado. Helina.
A la mañana siguiente, desperté antes que ella, realmente no era mujer poco agraciada, todo lo contrario, dormía abrazando las sabanas entre sus piernas y sus brazos. Además, oí una que otra palabra salir de su inconciencia. Su pelo era hermoso, ahora que lo pensaba, salvaje y sin control.
– ¿Necesita algo más, mi general?
–Calienten el agua cuando ella despierte– ordené a mi sirvienta– y traigan mi armadura.
–Sí general, enseguida.
Caminé a la ventana y apoyándome en el borde del muro, cruce mis brazos y observe el exterior. Había hombres en la entrada y miraban atentamente a las mujeres que salían por los portales buscando entre ellas sus propias mujeres.
–Hermoso es el día– me dije al subir mi mirada al cielo.
Me sentía desilusionado, pero aceptaba lo que había hecho, como también los sentimientos de arrepentimiento que vendrían después.
–Hermosa mañana– dijo su voz.
Levanté mi mirada y ella aun acostada me miraba soñolienta.
–Buen día– le sonreí–mis mujeres te prepararan el baño, por favor alístese y coma algo.
– ¿Por qué no vienes conmigo un tiempo? –se apoyó en sus codos y me miro sonriendo.
Reí al escucharla, era encantadora, no como otras mujeres precipitadas, simplemente sabia usar sus palabras y las hacia escuchar elegantemente e inocente.
– ¿Sabes que la noche de Zocim terminó? –caminé a la mesa y cogí un plato con uvas y volteé a verla.
–Sí, lose– rio avergonzada mordiéndose las uñas.
–Debes estar cansada.
–¿Tu lo estás?
–Un poco, hacía tiempo que no me desvelaba tanto.
–Mi señor, esta lista la tina.
–Gracias, ahora ¿ira?
– ¿Ya se ha lavado general?
–Sí Halley, solo faltas tú, tu esposo debe estar esperándote y hoy la diosa no está con nosotros, así que esto nos traería consecuencias.
– ¿General? – toco la puerta Cathal.
–Espera– le ordené– Halley cúbrase y vaya al agua.
–Si general– dijo sonriendo mientras sacaba las pieles de mi cama– entra– dijo en voz alta– Lo siento general, siempre quise dar orden a alguien que no sea mis futuros hijos– río y caminó a mi lado mirando a la puerta.
Cathal abrió la puerta extrañado, levante mis brazos para que no dijera nada ante la orden de una mujer sin poder.
–¿Él es tu soldado personal?
–Sí, ahora ve al agua.
–Sí general– fue a mí y toco mis brazos mientras me miraba.
–Leo tengo unas cartas que son para ti.
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El día de Zocim había sido hermoso, podía decir que muchos pudieron olvidar por un momento todo lo malo que vivimos con la droga Harag pero podía ver la esperanza en cada uno de los pueblerinos. Los días comenzaron a ser un poco más alegres e incluso las plantas comenzaban a formar capullos.
Por otro lado, estaba mi cabeza. Amenazado por las palabras de mi Reina intenté pensar en alguna salida, pero lo único que podía hacer era ir donde Leo y comentarle la situación. Tenía que estar bien con Thion, pero también tenía la mirada de Dalia encima, como si se levantara como un monte y yo estuviera en sus faldas mirándola desde lo más profundo. Dioses, le temía más a ella que a cualquier hombre en la tierra, con excepción de Leo drogado.
¿Qué tendría que hacer? ¿Mandarle una carta a Dalia y contarle sobre Helina? ¿Vendría ella a aprobarla? No para nada, primero vendría a hablarlo con su hijo y me tiraría a los calabozos sin pensarlo. Yo era la rata como había dicho Leo y esto no se lo había informado.
No sé si mi decisión sería la correcta, pero sin duda salvaría mi pellejo al contarle todo a Leo, él sería mi salvación y más ahora que quedaba una semana para cumplirse una luna desde que ella envió la carta. Mi cabeza, mi cabeza dioses.
–Eiric– dije al verlo cruzando el salón principal. Él no me escucho al principio y apuré mi paso para alcanzarlo– Disculpa– dije al empujar a una sirviente que llevaba unos manteles.
Hoy era el cumpleaños de Thion y todo estaba bastante movido.
–Eiric.
–Cathal– dijo dándose cuenta de mi presencia.
–Eiric, ¿Cómo va todo?
–Lo siento no he tenido mucho tiempo para ti– dijo dándome un beso en la frente, esto– dijo mostrándome unos papeles– va muy lento y estoy harto.
–Has hecho lo mejor.
–Sí, pero no encuentro nada que me lleve a algo. Creo que estoy yendo en otra dirección.
–¿Qué te falta?
–He hecho las combinaciones con muchas plantas y nada, hay una planta que me la traerán en una luna más, si no es esa pues he descartado todo lo demás.
–Quizás viene de otro lugar.
–Sí, si fuera así estoy perdido.
–Animo, no te presiones tanto. Hoy está la fiesta ¿Vendrás?
–Si Cathal, creo que sí iré.
–¡Cuidado, cuidado! – dijo la voz de una mujer y un fuerte estruendo que hizo eco por el salón. Al darnos vuelta vimos como una de las plantas que habían estado moviendo, se había caído y su macetero de greda se hizo añicos en el suelo.
La cara de Eiric quedo atónita al ver el accidente.
–Dios no pueden hacer nada bien– dijo acercándose a los sirvientes– ¿Por qué no solo la dejan? Son las mismas plantas en todo el lugar.
–Lo siento Señor, pero esta es de este salón, pero la llevamos al salón pequeño.
–¿Por qué?
–Nunca pensé que te interesarían las plantas– dijo Helina apareciendo con sus mujeres.
–Tampoco lo pensé así.
–Soldado estas frente a la princesa se mas cortes– dijo Clara retándolo.
–Déjalo Clara, ya sé cómo hablar con Eiric.
–Que tengan un buen día caballeros– dijo bajando su cabeza– si ayudaran a mover esa planta, tengan cuidado en cortarse, la herida dura un siglo– continuó riéndose.
–Que molesta– dijo Eiric mientras enderezaba la planta desde el tallo.
"Un siglo"
–Un siglo– susurré– ¿Una herida que cuesta que cierre?
–¿Qué?
–Eso dijo la Princesa, una herida que no cierra fácil, ¿Por qué no has investigado esta planta?
–Esta planta es de acá– dijo como si fuera tan obvio.
–No Señor, este es el regalo que trajo el Rey Sean– dijo la sirviente mirándonos– antes era más frondosa, pero ha perdido unas cuantas hojas.
–¿Qué?
–Me la llevaré– susurró.
–No puedes Eiric, piensa. Si te la llevas se darán cuenta.
–Pero Cathal la necesito.
–¿Y porque crees que ha perdido hojas? No esta seca– dije bajando la voz para que no nos escuchen– duro todo el invierno, sus hojas no se caen.
Me aparté a mirarlo y vi que enseguida comprendió lo que yo le estaba diciendo.
–Llévenla y pónganla en otro macetero– dijo sujetándola y mientras le hablo a los sirvientes disimuladamente saco algunas hojas guardándolas en los bolsillos del pantalón
–Me alegra ayudarles a levantarla, no le diremos a nadie que la tiraron. Por favor que quede igual como estaba.
–Sí Señor.
–Gracias se lo agradecemos mucho.
–Eiric– dije mientras salíamos con paso veloz de allí.
–Si Cathal comprendí.
–Ten cuidado.
–Claro que si.
¿Debería decirle a Leo? Pero ¿Y si solo era una falsa alarma? Si estuviéramos en lo correcto y por fin habíamos encontrado el eslabón que faltaba, podía comprometer a Sean en el asesinato del padre de Leo, pero también eso me decía una cosa. Si las hojas se están perdiendo y no se secan para que se caigan, significa que alguien más las está sacando y peor... podría venir otro día terrible.
Próximo Capitulo: La Fiesta del Rey
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