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23.- Verdades ocultas

–No sale para quien va dirigida.

–Ten– dijo lanzándome un objeto en el aire.

–La insignia de mi padre– dicha insignia era bastante reconocida para mi tierra, era un gran círculo dorado con un águila posada en el- Laurel, ve al grano– me puse de pie y mire por la ventana.

–Sucede que he sobornado a un cartero, después de unas largas charlas y buenos regalos, pude enterarme que tiene algunas cartas guardadas que debían ser quemadas pero que la misma Reina ordeno no hacerlo. Entre ellas esta esa. Si te das una vuelta a los subterráneos del castillo puedes ver estatuas de todo tipo, y además retratos, y gracias a algunas cosillas tengo unas sospechosas.

–Fadila– dije riéndome.

–No había llegado al punto, pero puede que estés o estemos en lo correcto.

–¿Ella, con mi padre? ¿Y las pruebas?

–Allá voy, hay tres retratos, uno de ellos solo sale tu padre, otro esta junto a Fadila y otro sale la alianza con Liastian, ¿Por qué tendrían más retratos del? Tu padre cargó su sello como anillo al dedo siempre.

-Supongo que Liastian y Cretos alguna vez fueron amigos.

-Tonterías Leo, aquí no hay solo amistad. El sello de tu padre era muy hermoso e inusual. Espera– dijo mirándome con gran atención– ¿Te han dado una cachetada? Tienes la mejilla un poco roja

–Laurel olvida mi cara, solo habla.

–Bien continuaré, pero pon algo allí más tarde ¿Recuerdas como era el sello de tu padre?

–El halcón tallado en piedra Jade, mi madre lo lanzo al mar.

–¿Y cómo estas tan seguro?– dijo acercándose a mí con una sonrisa.

–¿A qué te refieres?

–Ten– dijo sacando algo de su bolsillo.

–El Gran Halcón– dije sorprendido.

Había caído a mis manos exactamente el sello de mi padre, era un gran anillo de oro con una piedra de color verde que tenía la forma de un halcón.

–No es posible.

–Tu madre te mintió o habían dos sellos idénticos.

–¿Dónde lo obtuviste?

–Fadila, en los aposentos de ella estaba el sello y la insignia.

–Imposible, jamás había visto el sello de mi padre. A pesar que siempre lo llevaba jamás dejaba que lo mirara, solo lo conocía por sus pinturas ya que siempre estaba en su dedo.

–Es un enorme tesoro.

–Lo es, devuélvelo Laurel, no podemos dejar sospechas. Desearía atesorar aquella reliquia, pero ella puede enterarse o cuidará más sus espaldas.

–Lo haré esta noche, quería que lo vieras.

–Entonces, ¿Mi padre tuvo una relación con Fadila? dudo mucho que mi madre me mandara a vigilarla solo por un despecho que ya ha pasado muchos años, yo...

–No saques tan rápido tus conclusiones– dijo interrumpiéndome y acercándose a mí– sabes que tu madre siempre tiene un porque. Es una mujer muy sabia, tengo mis sospechas.

–¿Más?

–Tu madre me mandó a investigar la muerte de tu padre, debe creer que realmente no fue una muerte por enfermedad– dijo un poco nervioso acariciando su rostro.

–No me ha dado esas instrucciones.

–Llegarán, te mandaré tu sello para que mandes algunas cartas, sin duda necesitaras pluma y papel.

–Esto no tiene sentido.

–Si la tiene, detente a pensar Leo, hay muchas preguntas que podemos contestar.

–Me impresiona que ella este escudriñando sobre mi padre, después de tantos años.

–Tu padre no era tan malo.

–¿A tu parecer?

–Sí, bueno solo Dalia sabe, aunque antes del invierno pude notar su cambio. En una de mis visitas estaba bastante malhumorado y agresivo, supongo que la vida te pone así al estar más cerca de la muerte.

–Sí, talvez. Gracias Laurel.

–Leo ten cuidado, yo estuve muy ciego y anduve viviendo de puro alcohol y mujeres. Créeme que mi vida ha sido una basura, un desperdicio y ahora sirviendo a una mujer tan poderosa, haría todo lo que ella me pida, aunque me lleve a la muerte, pero tú debes vivir.

–No te pongas sentimental, la muerte llegará en algún momento.

–Te estaré informando de cualquier cosa, pero por el momento no volvamos a repetir esto, que no nos vean mucho tiempo juntos, o en espacios muy personales. Hay oídos y ratas por todos lados y aún no sabemos si esto es obra solo de Fadila o si hay más personas.

La muerte de mi padre había sido en unos de los inviernos más fríos de Liastian, las pestes y las enfermedades, estuvieron por mucho tiempo y cobraron muchas vidas. Padre estuvo con mucha temperatura, su piel se había puesto pálida y al largo de una semana no hablaba, no comía por su cuenta y estaba todo el día durmiendo. Días anteriores a su muerte había comenzado a sangrar por su boca y había perdido mucho peso. Debo admitir que sufrió bastante, se quejaba al dormir y olía bastante mal, supongo que también era el precio que pagaba, ya que, con mi madre no había sido un buen hombre los últimos años.

Todos creímos que se había enfermado como los campesinos, ¿Cómo? Nunca lo supimos. Nunca estuvo expuesto incluso uno de los consejeros de ese tiempo dijo que la enfermedad venia en las telas. Ahora que lo pienso era un poco absurdo, ¿Por qué fue el único de la familia real, que falleciera ese invierno?

¿Qué idea tendría mi madre ante esto?, ¿Cuáles era su sospechas?, ¿Veneno?, ¿Contagio premeditado? ¿Qué? Y si fuera alguna de esas, ¿Qué relación tendría con Fadila aparte de su amorío? Su dedo apuntaba a dos partes, la muerte de mi padre y su amorío con Fadila, ¿Relación alguna? Mierda.

–Oh, como te decía Leo, el norte y el Oriente en su tiempo tenían una persona con esa piel.

–¿Con esa piel?– dije mientras lo veía caminando hacia la puerta.

–La morena, pero sabes ¿Dónde vi a la primera mujer negra?

–¿Dónde?

–Con tu padre, en Liastian– dijo abriendo la puerta– pero solo era una niña pequeña– cerró la puerta lentamente dejándome con una incertidumbre enorme.

Nada tiene sentido

–¿Y si la morena tiene que ver algo con todo esto?– tonterías, solo estoy delirando y hablando solo.

La noche ya había llegado cuando me encontraba en la cena. Me mantuve en la pared de la izquierda del salón y sin decir ni una sola palabra, observé mientras Thion, Fadila y Helina cenaban junto con los del Este. Había un ambiente bastante tenso y las miradas iban y venían.

–Thion ¿Puedes decirme cuando podré ver a mi hijo? Es solo un hombre tonto, en mi Reino, se les permite esa clase de modales y actitudes, debes disculparnos si te hemos ofendido.

–Sean– dijo Thion con una voz muy grave y con su rostro enfurecido aun– este es mi Reino y te lo volveré a repetir si no te queda claro ¡Mi Reino! Y aquí se actúa como yo lo he dicho. Yo he sido muy paciente y bueno contigo, pero no aceptare esa falta tan grave de respeto.

–No querrás una guerra con nosotros, solo déjalo ir y nos iremos tranquilos.

–Tu hijo se quedara unos días como castigo Sean, hoy como lo acorde, debes dejar mis tierras.

–Thion no me iré sin mi hijo.

–Entonces no soy yo quien iniciara una guerra.

Miré atentamente al Rey si hacia alguna señal pero no lo hizo, se mantuvo indiferente con mi presencia. Si estallara una guerra sería bastante difícil, por mi experiencia en combate podría asumir dos cosas, atacar por fuera y una revuelta aquí adentro, dividiendo así a mi ejército, pero teníamos la ventaja, éramos numerosos y no cualquier soldado.

Seria suicidio declarar una guerra dentro de tierras enemigas, dudo mucho que Sean sea un tonto, pero esto marcara el fin de esta alianza eso era seguro. Debíamos prepararnos a un futuro.

–Nos marcharemos– dijo su mujer mientras agarraba los brazos de su Rey– esperaremos a nuestro hijo fuera de tus tierras.

Mientras la familia siguió discutiendo, pude sentir rápidamente que alguien se acercó a mí con cautela.

–Leo– dijo Cathal– oye ¿Qué ha ocurrido? El Rey está furioso, Thiao me contó que tuvo que someterte.

–¿Y que más iba a hacer?, estaban todos ahí. La princesa casi desnuda prácticamente a solas conmigo y Kurok solo le dijo al Rey que la princesa había sido desnudada delante de todos.

–Eso es un error de tu parte, pero...

–Sí Cathal, pero yo solo quería protegerla, además si Kurok hubiera informado al Rey lo que había pasado en realidad no hubiera tenido que hacer fuerza con mis propios hermanos. El Rey creyó que yo había sido.

–No somos ingenuos en estos temas– dijo acomodándose a mi lado y silenciosamente continuó– Kurok cometió un grave error, si Thion se hubiera dejado llevar con lo que vio, no podríamos haber hecho nada y las palabras no hubieran servido.

–Una de las mujeres de Helina me ayudó, si no fuera por ella quizás no estaría aquí.

–Ten cuidado, muchas veces te lo he dicho.

–Lose Cathal– nos quedamos un momento en silencio pero él no se apartó de mi lado– ¿Te puedo hacer una pregunta?

–La que tú quieras.

–Crees que la Reina Dalia quiera la cabeza de Fadila solo por un despecho.

–¿Un despecho?– dijo pensando y al cabo de unos segundos comprendió su palabra. Volteo la cabeza a mirarme y su boca se abrió de sorpresa– No.

-Sí.

–¿Ella te lo dijo?

–No, es solo una corazonada de Laurel, ¿Lo crees?

–Por supuesto que no.

–Si buscaras una razón para que mi mad... la Reina Dalia– me corregí– pudiera pedir con tanta profundidad espiar a Fadila ¿Cuál podría ser?

–Conociéndola, tiene que ser algo más que un solo capricho. Creo que si tu padre rompió sus votos matrimoniales con esta mujer y Dalia lo sabe, no sería muy astuto de ella habernos pedido semejante cosa. Por el contrario si Fadila haya hecho algo aún más grave, tener un hijo por ejemplo, intentar una guerra con Liastian...

–¿Matar a mi padre sería suficiente?– Cathal volvió a mirarme con sus ojos desorbitados.

–¿Qué más sabes?, espera, ¿Seguimos sacando conclusiones a la ligera?

–Claro que sí.

–Pero ¿Si hubo algún tipo de romance no sería raro que se deshaga de tu padre? No te veo muy convencido.

–La verdad no lo estoy. Creo que hay algo más que se nos está pasando, si Fadila haya mandado a matar a mi padre, cosa que solo es una idea. Creo, que algo debió saber él que ella no quería que todo se estropeara. Talvez Fadila sabía que Dalia podía saber todo a pesar que mi padre jurara nunca contar...

–¿Contar que cosa?

–Ese es el problema, ¿Qué puede estar guardando esta mujer que haya tenido que silenciar a mi padre?

–¿Y si mando a asesinar a tu padre pero realmente él no era su objetivo?

–No lo sé Cathal.

–Pero Leo no estás seguro de nada de lo que estamos hablando.

–Pero solo piénsalo un segundo. Es lo más lógico que puede estar pasando.

–Tienes razón, bueno hablando del tema deje en tus aposentos un frasco. Hay que abrirlo en un lugar ventilado ya que no tengo idea de lo que es.

–¿Un frasco?

–Sí, un frasco pequeño. Hoy anduve bastante ocupado y si nos pusimos a hablar de Fadila, pues es de donde proviene ese frasco.

–¿Entraste a sus aposentos?

–Sí.

–Oh, Cathal.

–Fui bastante cuidadoso, lo descubrí hace unos días atrás, tiene un cajón con 26 botellas en uno de sus armarios. Conseguí un frasco igual y lo llené con agua y tinta, ella no sospechará que uno de sus frascos haya sido ultrajado.

–¿Qué tiene el frasco?

–No lo sé, iba a llevárselo a Eiric después de mostrártelo a ti.

–Pero Cathal, ¿Y si es veneno?, ¿Cómo estas tan relajado? ¿Y si este momento se lo han dado a la familia real?

–Cálmate Leo, hoy he hecho muy bien mi trabajo mande a vigilar las comidas, a cada cocinera, y a cada sirviente.

–Cathal esto debiste haberme informado desde que tuviste sospechas.

–El Rey te tuvo con mucho trabajo no podía ir y decirte sin tener pruebas.

–Ve a buscarlo y llévalo con Eiric es esencial descartar si es veneno.

–Bien, ¿Nos vemos allá?

–Sí.

La cena no terminó con buenos términos, Thion no dio su brazo a torcer y Sean estaba furioso, aun así guardaron silencio y comenzaron a hacer los preparativos para su salida.

Le comenté al Rey sobre un recipiente que habíamos encontrado, omití obviamente su procedencia y la cantidad de estos, él acepto que investigara antes de ir con la información necesaria y concreta. Asumimos que era algo con extrema urgencia y gracias a los Dioses el Rey lo tomó con calma.

Cathal ya debía estar con Eiric asi qué me apresuré caminando con rapidez por los pasillos tratando de no abrir sospechas y por el momento, nadie me seguía.

–Leo– escuché la voz de Helina mientras bajaba las escaleras.

–Princesa no tengo tiempo ahora, tiene que disculparme.

–Que lastima escucharte, esperaba verte aunque sea hoy en la noche donde siempre.

–Helina– dije subiendo los escalones hasta llegar a su altura– te prometo que mañana iré a verla aunque sea tarde y la luna comience a estar sobre nuestras cabezas, iré.

–Está bien, no te sobres fuerces.

–No mi Princesa, ten una buena noche.

–Igual tu.

Ella, como siempre se veía radiante y hermosa. Lamenté profundamente no aceptar su compañía y pensé nuevamente en devolverme y darle un beso pero no lo hice.

Llegué a los aposentos de los soldados y en uno de los dormitorios estaba Eiric, sentado con los pies sobre una mesa hacia equilibrio con la silla mientras miraba aquel frasco, Cathal por otro lado se mantenía de pie cerca de él.

–Leo– dijo Cathal al verme.

–¿Alguna novedad?

–No me presiones– dijo entre dientes– no puedo saber mucho de esta cosa.

–Eiric– dije acercándome a la mesa mirándolo– él solo me miró con una ceja levantada con toda la tranquilidad del mundo sonrió.

–Bien, si quieres puedo probarla.

–Estás loco– dijo Cathal.

–No me refiero a probarla en mi estúpido.

–Bien haz lo que quieras.

–No te irrites Cathal– Eiric así sin más se puso de pie y buscando un cuchillo abrió la botella de tal forma que no se quebrara– no tiene olor– dijo poniéndosela en la nariz.

–Eres osado.

–No lo soy, si este es un veneno, debería ingerirse por su falta de olor, es más se confundiría incluso con el vino y el agua. ¿Tomara algún color al tocar otras sustancias? No lo sabemos– vertió una gota en un palillo de madera y agitándola por los aires la llevó a su lengua con un movimiento rápido– tampoco sabe a nada.

–¿No es veneno?

–Espera, me queda algo áspero en el paladar– dijo sacando rápidamente la lengua y bebiendo un poco de vino que rápidamente escupió al suelo.

–Eiric– volví a decir impaciente.

Bien, creo que si es un tipo de veneno, veneno que quizás no te pueda matar por su nulo ardor que debería dejarme en la garganta o en la lengua, pero no sabría con seguridad que es o si estoy en lo correcto. ¿Quieres que lo pruebe con un prisionero?

–Sí, lo antes posible. Encárgate de esto Eiric, quiero que investigues bien de que esta hecho, que es lo que produce, si tiene efectos mortales, cual sería alguna cura y principalmente, de donde podría haber sido hecha.

–Bien, lo haré y te informaré, ¿Puedes darme el pase para poder ir por libros?

–Has lo que sea necesario.

–Disculpe la intromisión– dijo un soldado abriendo la puerta– el Rey mandó a la anciana madre a revisar la salud de nuestros soldados, solo falta Eiric, ¿Me permite su entrar?

–Déjala entrar.

**********************************

Todos quedamos en silencio mientras una mujer con contextura un poco ancha y con senos caídos entró tapando su rostro con una máscara. En sus manos traía una caja ancha de madera y una botella.

–¿Por qué la máscara?– pregunté. Era primera vez que recuerdo haberme encontrado con ellas, supongo que no era así para Leo.

–Ordenes de nuestro Rey, así protegemos nuestra identidad.

Leo solo guardó silencio y se paró cerca de una ventana mientras cruzaba sus brazos, Eiric por otro lado volvió a echarse en la silla, no era primera vez que una de las mujeres mayores venía a verlo.

–-Déjame ver– dijo ella mientras se sentaba al frente de Eiric, este le pasó la mano derecha y la anciana con cuidado le quitó la venda observándole lo que le quedaba de mano– se ve bastante bien, me alegra ver que no has hecho esfuerzos con ella– continúo limpiando con un paño que sacó de la caja. Humedeciéndolo con un líquido transparente– aun tienes un dedo medio morado pero debería sanar bien en una luna más.

–¿Puedo agarrar la espada?

–Cuchillos, espada aun no.

–Anímate aun podrás doblar cabezas– dije sonriéndole.

Seguramente Leo aún estaba impaciente pensando en el contenido de ese frasco y buscando en sus pensamientos que podría ocurrir con ellos. Constantemente mordía sus labios y apretaba sus brazos con sus manos ajeno a nosotros.

–Sí, estoy muy animado– dijo Eiric en modo sarcástico mientras me miraba seriamente.

–Tu otra mano también se ve bien, puedes intentar usar tu espada de manera zurda.

–Debes entonces comenzar a aprender a balancear nuevamente la lanza– dijo Leo sin sacar los ojos de la ventana.

–¿Qué me dices tú? ¿Ya has intentado golpear tu espada con alguien? ¿No?, dime eso cuando lo intentes.

–Eiric– dije llamándole la atención ya que no estábamos solos. Leo solo lo ignoró.

–He terminado, no te sigas vendando la mano izquierda, ya no lo necesitas.

–Bien.

–Joven General, ¿Por qué no me da un poco de su tiempo y se sienta al frente de mí? Usted también fue herido en el último viaje.

Leo pareció un poco sorprendido y la miró con una ceja levantada. Sin decir nada me miró, asentí con la cabeza para que se animará a hacerlo, él respiró profundamente caminando a ella.

La máscara de la anciana tapaba toda su nariz y ojos pero podíamos verle sus labios y mentón, cada vez que sonreía, se le hacían hoyuelos a los costados de su boca.

–Quítate la armadura por favor.

–¿Es necesario?– dijo Leo mirándola desde lo alto sin expresión en su rostro.

–¿Te has visto con los eunucos? ¿O te has visto con una de mis mujeres?, si la respuesta es no por favor desvístete.

Desde que habíamos llegado a Cretos Leo había tenido tanto trabajo que ni siquiera había visto algún médico y aunque yo lo había visto sin ropa, su cuerpo aun presentaba magullones y los puntos de sutura cerca de su hombro izquierdo.

Leo la miró sin decir nada y en silencio desabrochó su armadura dejándola caer en la mesa. Sacó sus brazales con lentitud sin dejar de observarla y volvió a soltarlos en la mesa haciendo un ruido fuerte al caer. Quedando solo con la túnica y se la sacó suavemente descubriendo sus pectorales. Luego fue por su cinturón.

–Hasta ahí, Joven General, ¿No has tenido daño bajo los pantalones que yo sepa o sí?– dijo con una gran sonrisa que vimos todos– vamos a ver esto– dijo poniéndose de pie– veo que aun te quedan marcas de las contusiones en tu espalda baja pero ya están por borrarse– prosiguió rodeándolo– quitaré tus suturas asi qué no te muevas, hace tiempo que debiste haberlas sacado, tu piel ya cerró y las costras se salieron.

–¿Usted le da clases a las mujeres del Reino?– preguntó él.

–A las que pueden pagar claro que sí, pero veo más a las mujeres del castillo– con unas pinzas y un cuchillo pequeño comenzó lentamente a cortar y sacar los hilos de ceda que Leo aun tenia cerca de su hombro– también veo a las mujeres tomadas por tus hombres joven General.

Eiric se mantuvo ajeno a la conversación, mientras ojeaba un libro pequeño que tenía el de venenos y curas. Mientras con su mano izquierda dibujaba rallones en la mesa con una pequeña daga.

–Es de esperarse, gracias a ustedes las mujeres pueden saber lo que hacen.

–¿Es usted la encargada de enseñar a las mujeres jóvenes sobre el sexo?– pregunté sin pelos en la lengua.

–Interesante pregunta viniendo de alguien que realmente no tiene mujeres en su lista– dijo mirándome con una leve sonrisa en su rostro– sí comandante, ¿Hay alguna queja ante eso?

–Yo tengo una– dijo Leo mirándome mientras sonreía.

–Lo escucho.

–El regalo que me envió el Rey y sé que sabes bien a quien me refiero. Ella no sabe nada de como satisfacer a un hombre ¿Qué puedo hacer para deshacerme de ella?

–Mi General– dijo ella mientras se ponía de pie detrás de el– muy pocas mujeres con pureza aprenden a servir bien a un hombre, si usted fuera un poco más gentil con ellas quizás podría enviarle a alguien menos puro y con mayor experiencia, pero ¿No cree usted que las mujeres ganan mayor experiencias si son tomadas?

–No la deseo.

–Bien, si mi lengua está hablando blasfemias entonces puedo asegurarle que hay una mujer pura que se ha esforzado y ha aprendido muy bien las técnicas más sucias y eróticas que puede uno hacerle a un hombre. Lo ha hecho sin faltar a una sola clase y con solo un objetivo.

–¿Cuál?

–Usted– contestó mirándolo desde su espalda.

–No soy ajeno a los deseos de las mujeres ante mi persona pero eso no contesta mi pregunta.

–No la contesta pero le diré cuál es el nombre de esa mujer y dígame si quiere que yo arregle un encuentro. Protegido claramente por mujeres de mi propia confianza y arreglado, claro está para el futuro.

–No te estoy pidiendo otra mujer.

–No– dijo ella acercándose a su oído– pero creo que te interesaría saber que la mejor de mis aprendices es la princesa Helina.

¡¿Ella dijo lo que dijo?! Mi cara prácticamente se cayó al suelo al oírla, hasta Eiric que estaba inmerso en lo que hacía lo miró asombrado. Mientras, Leo obtuvo un gran escalofrío seguido con la risa de esta anciana.

–El escalofrío que tuviste– dijo caminando lentamente al frente de Leo– no fue por mis palabras sino por ese segundo de imaginación que te pude dar ¿O me equivoco joven General?

Leo no dijo nada, solo llevó su mano izquierda a su mentón y mientras apretaba su rostro la miró con gran seriedad

–Conozco a los hombres y me acabas de confirmar que es un sentimiento mutuo.

**********************************

Estaba tan concentrado en la conversación que sin duda no pude ver a lo que iba esta mujer, la pronunciación solo del nombre de Helina ante el tema, hizo recorrer de mis pies a mi cabeza un escalofríos muy notorio. Sentí como sus pasos se acercaban a mí y al poder verla pude notar que ella hablaba enserio, sus ojos detrás de esa mascara estaban fijos mirándome y no los quitó hasta que se sentó justo al frente.

–Tu mano– ordenó.

–¿Qué sabes de mí y por qué la has mencionado?

–Tu mano– volvió a decir y con lentitud se la di– no creas que no lo sé, soy como una madre para ella y sé muy bien que este secreto se ira a la tumba cuando yo muera. Están tus soldados personales asi qué no te preocupes.

Sentí de repente un dolor en mi mano que hice un tirón hacia mí y ella agarró firme mi brazo.

–Oh, tranquilo, no te muevas– dijo mientras sacaba de su caja el líquido transparente– tienes un poco de costra pegada al vendaje. Eso me da a entender que no te has cambiado muy bien las vendas– sentí como mi mano se mojaba cuando ella derramó el líquido en ella y con suavidad terminó de descubrirla.

Por un segundo observé la daga que tenía en la mesa y la miré.

–Me sorprende lo tranquila que estas después de decir semejante cosa. Debes entender que para mí, usted es un peligro y una amenaza para mi seguridad , cualquier persona que lo es, no termina de ver otra vez el amanecer– dije mirándola fijamente.

–Si es obra de los dioses...

–No, no serán ellos seré yo.

–No me mires con esa cara joven General, ella me ha contado de usted, de sus palabras, sus gestos, no haga que las palabras de ella sean mentira. Yo solo conozco una faceta de ti, puedo conocerte por las palabras de mis mujeres, del hombre viril que eres o eras y por tus guerras pero, esta es la segunda vez que te veo a los ojos en todos estos años. Debo admitir que me sorprendieron los gustos de Helina, eres un hombre muy peligroso pero confió en ella.

–No eres solo tu anciana– dijo Eiric.

**********************************

–Eiric– dijo Leo mirándolo seriamente.

–Es verdad, él ni siquiera nos ha mostrado como es él en realidad asi qué no tiene de qué quejarse– dijo Eiric poniéndose de pie– iré a investigar lo que me pediste– prosiguió marchándose.

–Última cosa joven comandante– dijo la anciana poniéndose de pie y deteniéndolo con sus palabras– debo preguntar ¿Siguen tomando leche de amapola?

–No– contestó Leo.

–Algunas veces– contestó Eiric.

–Ruego que dejen de tomarla. Se acerca el invierno, luego vendrá el día de Zocim y este año tendrán que participar. El agua de amapola en cantidades excesivas dañará.

–¿Qué tiene que ver con el día de Zocim?– pregunto Eiric.

–Los efectos a largo plazo de la amapola dañan sus semillas y para ese día queremos que dejen herederos.

–Ah... tonterías, ¿Quién quiere hijos bastardos?– dijo Eiric mientras salía regañando por la puerta.

–Tu sí– dijo mirando a Leo.

–Hablas de mí como si me conocieras de mucho tiempo tus palabras son contradictorias.

–Ahora puedo decir que te conozco un poco más, solo por las palabras de ella.

–¿Y no te da miedo lo que ella te ha contado?

–Claro que sí, pero he decidido no juzgarlos, todo lo contrario, puedo ayudaros.

–No, solo cuídala a ella.

–¿No deseas que ayude a intervenir un poco?

–Así como el tiempo va dando los momentos para cada cosa, pienso que ese momento llegará a su debido tiempo.

–Me asombras joven General.

–No me creas tan débil. Espero que hayas entendido lo que te dije.

–¿Tu amenaza? He recibido peores amenazas y no de ti. Me alegra escuchar que vas enserio. Debió ser bastante incómodo saber que habían venido por su mano– dijo poniéndose de pie– me marcho, no vendas más tu mano, deja que las cicatrización respire, solo te quedan costras, no las rompas.

–Leo– dije poniéndome de pie y acercándome a la ventana– los del Este se marchan– dije al ver la entrada llena de luces.

–Iré– dijo poniéndose la armadura con rapidez.

–Te ayudo.

–Hasta luego soldados– dijo la anciana y marchó sin esperar despedida.

                                      



Próximo Capitulo: 24.- Frenesí



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