18.- Tus Labios
Nos reunimos más tarde en nuestros aposentos, Leo estaba sentado en la orilla de una cama sin decir nada y ahí quedo un buen tiempo.
–¿Y lo mataron al final?– dijo Thiao comiendo un poco de uvas.
–No, la princesa fue directa y sencilla para ordenar– dijo Lucas sentándose en el suelo– así que Kurok se encargó de él y lo tomó como perra.
–Fue el más llorón de todos– dijo Marlen– pero nos fuimos rápido de allí. Leo se quedó como siempre lo hace. ¿No cierto Leo?
Levante la mirada pero vi rápidamente que estaba presente ausente. Marlen volvió a repetir su nombre y con eso lo sacó de trance. Thiao me dio un codazo en el brazo riéndose asumiendo que la Princesa sin duda lo había dejado atónito.
–¿Qué?– respondió indiferente.
–¿Dónde está tu cabeza?– dijo Marlen riéndose.
–Estábamos hablando del prisionero.
–Y de la verga de Kurok.
–No me gustan sus detalles– reclamé poniéndome de pie y caminando a Leo.
–Eres una nena Cathal.
–Si bien el soldado se lo merecía ¿Por qué no lo matan y ya?– El hombre si era culpable pero era un soldado, personalmente para mí un soldado debía morir dignamente. Jamás aprendería de mi esto.
–La princesa dijo que quería que le hiciéramos lo que a ella le iban a hacer.
–Kurok solo basto en pensar en tenerla a ella y listo- dijo alzando sus manos– pero el hombre gritó como mujer cuando le arrancamos los dedos.
La cara de Thiao se puso blanca enseguida y me miró con la boca abierta cayendo de ella una uva.
–¿Qué fue lo que dijiste?
Yo que me había sentado al lado de Leo atiné a ni siquiera moverme, de hecho volteé mi rostro para verlo lentamente sin hacer movimientos bruscos, que podrían echarle carbón al fuego que se aproximaba. El sin duda escuchó lo último.
–Lo siento, ¿Te molesto algo de lo que dije?– preguntó Marlen poniéndose erguido.
–No– contestó Leo mientras dibujaba una sonrisa fingida en su rostro– tranquilo, es solo que– hizo una pausa mientras fruncía un poco sus cejas, luego asintiendo con la cabeza continuó– hay algo que deben saber.
–Asumo, que Cathal y Thiao lo saben por la expresión que pusieron hace un rato– dijo Lucas poniéndose serio.
–¿General?– dijo un soldado acercándose a la puerta– el Rey requiere su presencia.
–Es por la Princesa y ese soldado– dije susurrando.
–Lo más probable– Leo se puso de pie lentamente y salió sin mirarnos seguido por el soldado.
–¿Qué quiso decirnos Leo?
–¿Qué es lo que ustedes saben que nosotros no?
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–Princesa, ¿Qué desea?– preguntó una de las ancianas al verme entrar otra vez por los aposentos de mi padre.
–Si busca a la Reina, ella esta con su padre en el pequeño salón.
–Helina– dijo la más anciana al verme– ¿Necesitas conversar?– preguntó mientras sonreía. Ella estaba sentada y me miraba asomando su rostro por un telar. Podía sentir el ambiente un poco tenso, eran muchos ojos y oídos en alerta.
–Quería comentarte algunas cosas de lo que me dijiste antes- dije sonriendo.
–Bien, si has logrado algo creo que debes sentirte tranquila y guardar compostura. Algo que dure un momento no se compara a lo que puedas obtener cuando algo se vuelve duradero y te guste.
–Tendré un mal enfoque ¿Quieres decir?
–Un poco joven Princesa– dijo acercándose a mí y acariciando mi mejilla– haz que dure si tú quieres pero yo te he advertido.
–No es como tú mencionaste.
–¿No es como yo mencione?– dijo mirándome y luego miró a las demás para dar una orden– Termina con ella– agarró mi brazo y me llevó al otro extremo de la habitación– ¿Qué has hecho?
–Nada yo solo...
–No me mientas– dijo mostrándome su dedo índice como una madre me regañaba– ya he escuchado unas cosas. Te dije que tengas cuidado y las mujeres son las más habladoras.
–Ni siquiera lo toque.
–¿No era eso lo que me habías venido a hablar la otra vez? ¿Provocar sin tocar?
–Sí, bueno– bajé mi rostro, la anciana era muy astuta– Creo que me pase un poco y ¡Ahora ya no sé cómo mirarle a la cara!
–¿Cómo que no sabes?– dijo agarrando mis brazos y mirándome atentamente– si fueras mí hija ya te hubiera dado unas cachetadas.
–¿Por qué te enojas gran madre?– reí mientras la miraba.
–Eres muy osada, solo prométeme que no dejaras que te haga algo.
–No lo conoces, él es distinto, ni siquiera hizo nada.
–Todos dicen lo mismo mi niña. Bueno no lo voy a juzgar, tú lo conoces mejor, pero veremos si después de tener a una mujer entre sus piernas sigue interesado en ti.
–¿A qué te refieres?
–Debes estar consciente de que no serás la única, jamás.
–Lose– que ánimos eran lo que ella me entregaba con aquel comentario, pero era verdad. Ella caminó donde las demás y haciendo una seña, salió detrás del telar la mujer morena de hace un rato atrás– Ella– dijo agarrando su brazo– es el regalo de tu padre al General de Cretos, ¿No la encuentras bella?
–Es hermosa– dije con seguridad.
–Su nombre es– dijo una anciana mientras la miraba.
–Mi nombre es Charlotte– dijo con una reverencia– a su servicio mi Princesa
Por los dioses, esta mujer era alta, tenía que mirarla desde otra altura, aunque se veía una mujer muy delicada, podía sentir en su mirada una presión constante. Quizás solo eran ideas mías, o tal vez realmente no me quería.
–Aunque no lo creas Princesa, Charlotte también es Pura, viene de las tierras bajas, había estado en el norte donde nuestros hombres la encontraron– dijo– podemos decir que era muy preciada y es difícil encontrar a gente con el color de su piel.
–¿Mi padre la solicito?
–Algo así.
–¿Quién entonces? ¿Fadila?, ¿O los consejeros?
–Loreas– el consejero de mi padre.
–Entiendo. Me retiro entonces, iré a ver al Rey.
–Yo iré enseguida– dijo la anciana mientras las demás bajaban sus cabezas– Charlotte vaya con la princesa.
–Si Señora.
Salí de allí un poco molesta, no había sido buena idea ir a hablar con la anciana, después de todo, solo hizo presente lo inevitable y eso lo sabía. Clara y Bony me esperaban en el pasillo y cuando me vieron notaron rápidamente mi cara de disgusto, pero no pronunciaron ni una sola palabra.
Charlotte por otro lado nos siguió de cerca y mientras caminábamos por el pasillo podía sentir su olor, estaba perfumada completa. La habían peinado con grandes joyas y llevaba una ceda que solo se amarraba a su cintura, dejando los bordes de sus senos a la vista junto con sus caderas y glúteos.
–Antes de llegar te diré algo– me voltee rápidamente y la empuje a la pared– si tus palabras pronuncian algo de lo que ocurrió hoy en la tarde– dije enojada mirándola y con el dedo toque su estómago hasta abajo– te destriparé con mis propias manos ¿Entendido?
–Sí Princesa– dijo asustada mirándome de lo alto– Yo no diré nada.
–Más te vale no meterte en mi camino.
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–Leo, esto no puede volver a ocurrir.
–Si mi Rey, no sabía que ella había vivido todo eso. Es toda mi culpa y debería ser castigado.
–Sí Leo, debería castigarte, gracias a los Dioses mi hija sigue siendo pura, pero fue peligroso.
–Deberías castigarle– decía Fadila mientras caminaba por toda los aposentos del Rey. Su rostro estaba rojo y podía verse las arrugas en su frente al fruncir el ceño.
–Mi Rey si lo hubiera sabido antes.
–No Leo, no hace falta que digas más– dijo echándose en su silla, estaba molesto no así enojado, pero era de esperarse– el asunto ocurrió y gracias a los dioses no ha cambiado el destino de nosotros, no le demos más vuelta al asunto así que cambiando un poco el tema Leo, quiero saber ¿Cómo estás?, mis concubinas han llegado bastante desanimadas.
–Mi Rey he estado bastante ocupado, además el dolor en mi mano no puedo lograr un buen descanso.
–Pero Leo– dijo haciendo una morisqueta con su boca– eso es solucionable, tu mano sanara aún más rápido si la semilla se libera, la sangre fluye y olvidaras un poco el dolor. No veo porque no quieres tomar a una de mis mujeres. Me ofendes Leo.
–Mi Señor no se sienta ofendido.
–Si lo siento, ¿Que más te puedo dar que mujeres?
–¡Thion!, no es posible que pienses en la virtud de tu soldado después de la negligencia que cometió, ¿Acaso olvidas tan rápido?
–Calla mujer– dijo poniéndose de pie con rapidez– ya se me ocurrirá algo. Retírate mejor– Fadila obedeció sin antes fulminarme con su mirada, pero ya estaba acostumbrado–Que los dioses me den paciencia, todo el maldito día peleando con esa mujer– dijo cayendo en su sillón tapándose la frente– Hasta me pregunto ¿Por qué me case con ella?
–Mi Rey con todo respeto...
–Sí, te preguntaras ¿Por qué aun es mi Reina? Fadila no es una mala mujer, es leal y me ha acompañado por bastantes años, pero es incapaz de darme un heredero. Hijos debo tener por todo el Reino– dijo mientras con sus manos hacía gestos demostrando su poca importancia al asunto– más de uno se me habrá escapado pero las aborteras están pendientes pero puede que algunos estén vivos. No son dignos de heredar mis cosas y tú tienes que aprender de eso. Toda mujer que tomes debe estar en mi conocimiento, no puedo permitir que tengas hijos, todos menos tú. ¿Entiendes?
–Si mi Rey, pero lo que no entiendo es la razón de sus palabras– ¿Por qué me contaba esto?
–Porque hijos ilegítimos son un problema. Estoy seguro que encontraré algunas sorpresas cuando volvamos a casa y si no pues grandioso son los dioses.
Y su hija no era realmente su hija, Thion me dejaba sin palabras.
–¿Padre?– dijo la voz de la Princesa mientras que tocaba la puerta.
–Entra querida– dijo Thion poniéndose de pie.
–Padre, espero no molestarte– dijo entrando. Baje mi cabeza saludándola pero no me miró.
–No lo haces, dime ¿A qué viene tu visita?
Pude mirarla sin problema mientras ella me ignoraba, su rostro, su expresión. Me agradaba mucho la relación que tenía ella con Thion, de verdad era una relación de padre e hija, incluso siendo de esos "hijos ilegítimos"
–Espero que no estés molesto conmigo
–Ah que va, no puedo enojarme mucho tiempo contigo– dijo el sonriéndole.
–Lose Padre, es por eso que vengo con esperanzas.
–¿Esperanzas?, ¿Qué pasa por tu cabeza hoy?
–He notado que los soldados y sirvientes están muy estresados y cansado. Al igual que yo, no espero más que llegar a mi hogar, es por eso que vengo a pedirte permiso para hacer un banquete con música y baile hoy.
–¿Un banquete?– dijo agarrando su barba.
Ella no me miraba, después de lo que había hecho, ¿Enserio iba a ignorarme?
–Me parece bien, ¿Qué opinas General?– dijo y recién Helina se giró a verme. Sus ojos estuvieron solo un segundo y los desvió.
–Si General, ¿Crees que le hará bien a tus hombres un poco de relajo?
–Si Princesa, creo que es una buena idea antes de llegar a Cretos– acentué un poco mi voz para que volviera a mirarme pero no lo hizo, solo sus mejillas se tornaban ruborizadas.
Soy yo quien estuvo desnudo delante de ella sin poder controlarme, yo soy quien debería sentir vergüenza en este momento. Quería solo reír de la expresión de su rostro.
–Bien–dijo Thion dándole un beso en las manos de su hija– mandaré a organizar todo.
–Oh padre gracias, ah lo olvidaba. Hay una sirvienta esperando afuera.
–Entra– ordenó mirando a la puerta y de ella entró la morena que había ido a afeitarme.
Encontrarme junto con la Princesa y ella en la misma habitación que Thion me puso verdaderamente incómodo. Disimuladamente miré a Helina, ella la miraba con seriedad pero no así los soldados que resguardaban el lugar. Sus ojos rápidamente se fueron a esta mujer que pocos habían visto.
–Mi Rey– dijo apareciendo en la puerta una de las ancianas. Era robusta y con senos caídos, su rostro estaba tapado con una máscara blanca que me causó extrañeza al verla– perdone mi falta de modestia por llegar tarde.
–Déjalo, solo entra ya.
–Si mi Rey.
–Leo como te había comentado. Debes tomar a una mujer– dijo señalándome con el dedo– por tu mano y tu virtud he preparado lo mejor que tengo.
–Con su permiso– dijo la anciana mientras bajaba la cabeza a mí– su nombre es Charlotte, viene de las tierras del norte, no está marcada, ¿Se la muestro?
–No hace falta– contesté. La mirada de Helina la fulminada a cada instante. Tenía una hermosa mujer delante de mí, pero no era precisamente Charlotte.
–Si General. Ella ha tomado clases con las mujeres mayores, aun así es pura y está lista para cualquier hombre, Loreas la trajo.
–Si mi mejor consejero haya encontrado la mejor mujer para ti, hay que estar al tanto que sin duda es la mejor– dijo el Rey sonriendo.
–Mi Señor, espero servirle de la mejor manera.
–Bien General– dijo Helina mientras hizo de mí su objetivo y con una leve sonrisa, continuó– Ahora no tienes excusa para que tu mano no sane rápidamente. Padre– agregó bajando su cabeza– iré a mis aposentos.
–Sí querida, descansa nos vemos en la noche.
Aun no le debía nada a esta mujer, no tenía por qué serle fiel, sentirme mal por este hermoso regalo, pero aun así, sentí un poco de rechazo y malestar de la princesa hacia la mujer que hoy era mi regalo.
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La música comenzó cuando el sol comenzaba a ponerse. Había ido a ver a los esclavos un momento y mientras lavaba mi mano ensangrentada Cathal vino a mí con un bol lleno de frutas, pollo y pan.
–Leo mira lo que he conseguido, se las he quitado a un eunuco que venía hacia aquí– dijo con tremenda sonrisa orgulloso de su acto– podemos ir a las habitaciones y nos refugiamos ahí con los demás.
–Me parece buena idea– dije mientras sacaba el exceso de agua de mis manos.
–Kurok ira antes, creo que llevara unas mujeres, ve después del anuncio del Rey.
–¿Crees que tenga que hablar con él?
–¿Haces de la Princesa un hecho?
No dije nada, lo miré asombrado por la rapidez de sus palabras y tragué un poco de saliva. En mi vida había tenido este tipo de situaciones y me sentía nervioso incluso con mis hombres.
–Quizás– bajé mi cabeza con un gran suspiro.
–No lo hagas, creo que Kurok al enterarse, él sabrá respetarte a ti y a la Princesa. Debes saber y asumir siempre que muchos soldados piensan en ella. Es muy inalcanzable, hermosa y joven, no serás el único que la tiene en sus pensamientos.
–Lose.
Más tarde, había salido el Rey y junto con todas sus mujeres, comenzó el baile y la música a todo ritmo. Con la princesa nos mirábamos de lejos, ante tanta gente trataba de evitar observarla, pero no tenía control de mis propios ojos, ella se veía hermosa.
–General, ¿Desea que lo acompañe esta noche?– preguntó la morena mientras se acercaba a mi lado.
–No hace falta.
–No debe sentirse incomodo junto a mí, después de estos bailes todos terminan deseando lo mismo. Lo esperaré en sus aposentos, dormiré junto a usted– dijo y se retiró sin esperar más palabras mías. Esa confianza que se tenía me molestaba, pero Helina aun rondaba por mi mente.
–General– dijo Thiao acercándose– ¿Te comento Cathal lo que queremos hacer?
–Sí.
–Me alegro que quieras participar– dijo mientras cortaba un pedazo de pan– ¿Y... como te fue con la princesa?
–¿A qué te refieres?
–Tú sabes– dijo tratando de mostrar poco interés– lo que paso hoy no lose, ¿Conversaron?
–Thiao.
–Bien, bien, no me hago participe de tus cosas– dijo riéndose mientras me daba empujones en el hombro.
–Supongo que los demás saben.
–Lo siento General, todo se divulga.
–Rayos, seré el hazme reír, por lo menos no tuve que decirles yo.
–¿Por qué?, porque en años junto a ti ¿Nunca habíamos visto que te interesa algo que no sea cosas de soldados?
–No, creo que he visto muy alto ¿No crees?
–Si Leo, bastante alto. Pero en tu posición no me preocuparía.
–No me preocupan los soldados, los demás si.
–Sí, pero tú tranquilo, lo entendemos y te cubriremos. Cuida tu verga nada más.
En la cubierta, pude divisar al resto de mis comandantes, que caminaban hacia nosotros, mi corazón se detenía de vez en cuando, asimilando la risa y las bromas que me harían por mis acciones. Mejor dicho, sus acciones.
–Leo– dijo Kurok alzando los brazos mientras se acercaba con comida en la boca y escupiendo de esta por todos lados– Mí querido General, lo tenías bien guardado.
–Contrólate– le dije.
–Mira quien habla de controlarse.
Empezamos, lo veía venir...
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–Princesa ¿No se ve guapo el General?
–No me hables Bony– dije enojada por mi estúpida sirvienta.
–Princesa.
–Te lo advierto, no quiero escucharte, hoy dormirás fuera de mi habitación.
–Si Princesa.
–¿Desea acercarse a él?– preguntó Clara mientras me ofrecía una copa de vino.
–Lo haré, pero no quiero incomodarlo.
Me sentía tan expuesta, tan diferente. Mirarlo a la cara después de los que había hecho, ¡Qué vergüenza!
–Después de lo que ha hecho ¿Se preocupa de incomodarlo?
–Es cierto– dije pensativa mientras me reía sola– ¿Se ve bien mi escote?
–Claro que sí, y su cintura, ha elegido muy buen atuendo.
–Estoy muy nerviosa Bony.
–Usted tranquila, que el General no note su nerviosismo, él tiene que ver en usted lo segura que esta.
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La princesa si se veía hermosa esta noche, o ¿Era la actitud tan fuerte y provocativa que había visto hoy junto con Thiao? Los bellos de mis brazos se erizaban con solo recordarla verla encima de Leo. Su espalda, las manos de el en los muslos de ella y sus miradas, caería yo mismo rendido de amor, pero además de todo eso tenía que asumir que hacían estupenda pareja. La reacción que provocaban, esa mezcla de emoción, nervio y excitación, me daban ganas de robarme a Eiric y que el tomara de mí, por los dioses que lo necesitaba, lo extrañaba estar más junto a él.
–Leo– dijo Eiric– saludándolo. Era primera vez que había salido de su habitación, desde que cortaron sus dedos y se encontraba con más ánimo. Su rostro aún se veía decaído y con grandes ojeras pero no podía no permitirle salir después de haber descansado todo estos días.
–Eiric– contestó Leo– ¿Cómo te encuentras?
–Bien, mejor ¿Y tú?– dijo un poco dudoso mientras observaba sus manos.
–No me quejo, sana lento. Igual te ves cansado.
–¿Cansado?, mis fuerzas no duran mucho y estoy harto de todo esto.
–Tranquilo– dijo Leo acariciando su pelo– ya pasara y volveremos a ser los mismos de antes.
–Una vez que toquemos tierra mejoraremos sin duda.
–También pienso lo mismo.
–¿Oye y es verdad?
–No me digas– dijo Leo y rápidamente me miro seriamente mientras cerraba un poco los ojos enfocándome.
–Lo siento– dije bajando la cabeza. Soy el culpable.
–Leo, ríndete todos lo saben– dijo Thiao llegando a su lado mientras agarraba sus hombros.
–Mientras no llegues a oídos más importantes, todo bien.
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Estuvimos un tiempo en cubierta y el trago comenzó a hacer efecto. Los hombres comenzaban a irse poco a poco con sus mujeres a cualquier lugar que encontraban. La música aún seguía resonando por todo el barco, eran ritmos cambiantes, fuertes, otros lentos, estos ayudaban muchas veces en el sexo y el ritmo.
Sabía que la fiesta terminaría con cuerpos desnudos y en poco tiempo se me había venido a la mente que tal vez sería una buena noche para literalmente robarme a la princesa y hacerla mía. Ella al fin y al cabo no llegó a mi lado y yo tampoco fui a ella. Se veía hermosa pero quería llegar a tener la oportunidad de encontrármela a solas y poder hablar. Aunque mis pensamientos nunca son acorde a mis actos.
–¿Leo qué opinas?– preguntó Thiao y claramente no había escuchado nada.
–Disculpa, ¿Sobre qué?
–Podríamos venir a beber aquí y traer algunas mujeres, más seguido.
–Saben que si debo tomar a una mujer me gusta hacerlo...
–Solo– dijeron a coro– lo sabemos– comentaron mientras rieron mirándome atentamente para luego solo conversar entre ellos. Las mujeres aun esperaban en las camas a que ellos se embriagarán– tienes suerte que tienes tus aposentos solo para ti.
–No era lo que te querían preguntar– dijo Cathal acercándose con dos copas de vino– Ten– agregó ofreciéndome una y se sentó a mi lado– Piensas en ella ¿Cierto?
Cerré mis ojos mientras sonreía, me había pillado, ¿Era tan obvio?
–Oye– dijo dándome un empujón suave a mi brazo– no quiero que te sientas tan entusiasmado, es la Princesa y es bastante difícil pero yo ya lo sabía desde antes, tu actitud a ella es tan distinta, no muchos pueden entender tal diferencia.
–No es eso Cathal. Lo que hizo hoy Helina es...– que palabras usar para referirme a ella y a esa actitud– nunca pensé que ella se atrevería a jugar conmigo.
–Fue bastante osada– dijo riendo– y debes aceptar que te dejo bastante prendido.
–Si tuvieras mis gustos tampoco creo que te controlarías.
–Pienso que si esto llega a buen puerto, ella se tranquilizara.
–Seguro que si.
–Pero sabes otra cosa, se ven muy bien juntos. A tal punto que me provoca un poco de ganas de estar con mi amado, ahora piensa en eso, ¿Qué reacción tendría el pueblo ante ustedes? Serian completamente amados, envidiados obviamente pero a ella la aman, a ti también. Que ustedes lleguen a un acuerdo de matrimonio en un futuro será estupendo, me lleno de emoción.
–Si Cathal, te olvidas que soy solo un soldado.
–No Leo, quizás eso serás tú, pero para mí y para mucha gente que sabe de ti, aun eres el heredero de Liastian, eres aun el Príncipe oculto.
–No me des falsas esperanzas
–¿Por qué no?, ¿Y si Thion se entera y lo aprueba? ¿Y si tu madre también te deja obtener tus títulos devuelta? Manda una carta cuéntale de a poco, que sepa que existe un deseo, después una mujer en tu vida, luego un nombre y una princesa.
–Sabes ¿Cómo me sentiré si esta pizca de esperanza que me estás dando sea aplastada?
–Sí, solo digo que estés abierto a todo.
–Ya Cathal, ve a beber otra copa de vino.
–Bien, en cuanto a lo otro, no seas tan exigente contigo mismo, solo ten cuidado. No sé ustedes, pero yo iré a ver a Eiric– dijo saltando de un brinco y parándose lo más erguido posible.
–Sacar pecho no te hace ver más alto Cathal– rió Kurok mientras se servía más vino.
–Cállate Kurok– reclamó él levantando un brazo de disgusto.
–Saldré un momento, volveré luego, no se queden mucho tiempo– dije saliendo primero.
–¡Oye Leo!, tenemos que hablar de tu mujer– gritó Kurok para soltar una gran risa mientras me alejaba.
Caminé por el pasillo con tranquilidad, el ambiente comenzaba ya a dar signos de un cambio, estaba obligado a caminar por fuera de la habitación del Rey y al pasar no me extraño escucharlo reír con más de una voz de mujer. Por otro lado, Cathal no solo estaba fantaseando, pude encontrar un poco de lógica en todo lo que dijo pero, mi objetivo era atrapar a la reina o deshacerme de ella, ¿Donde entra una mujer más, en los planes de mi madre?
–Oye– dijo Cathal rápidamente alcanzándome–¿Quieres que te acompañe primero?
–Se cuáles son tus intenciones con Eiric, puedes ir.
–Soy un hombre después de todo– dijo sonriendo y levantando las manos en señal de que nada se podía hacer.
–Sí lose. Puedes ayudarme en otra cosa.
–Solo dime, aún es temprano.
–Busca donde esta Fadila, sus aposentos están vacíos.
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Las estrellas aparecieron en el cielo con gran resplandor y la luna comenzaba a dibujar todos sus contornos, la música aun sonaba fuerte pero no era tan molesta como hace un rato.
Después de lo que había hecho en la mañana con Leo, sentía mi cuerpo inquieto, como si algo necesitara con urgencia, no dejaba de pensar en su rostro, en su calor. Luego pensaba en ella, hasta este día jamás me había importado si Leo tenia sexo con alguna mujer, pero en este momento, mis dientes llegan a apretarse de enojo o más bien, envidia, de que ella tenga algo que yo no puedo tener.
–Creo que no soy el único que se siente nervioso al verle– dijo su voz. Solo su voz hizo que los bellos de mis brazos se volvieran como aguja.
–Concuerdo contigo– dije y volteé.
–¿Quién eres?– preguntó con una ceja levantada mientras una leva sonrisa se dibujaba en su rostro- ¿Y porque hoy me doy cuenta de esa faceta suya?
–Deja las formalidades, Leo, solo estamos tú y yo.
–¿Dónde están sus soldados?
–Fueron a beber, no deben tardar. Por el momento ¿Me cuidarás tú?– Leo se mantuvo cerca de la escalera y me miró con su rostro relajado– solo acércate, prometo no hacer nada– él soltó una leve sonrisa y caminó a mi lentamente.
–¿Desde cuándo?
–¿Desde cuándo qué?
–Desde cuando vienes sintiendo estas cosas por mí y ¿Por qué tardaste tanto?
–¿Por qué tarde tanto? ¿Por qué no te haces esa pregunta también?
–Porque es peligroso.
–Si Leo, lo es.
–Aun me siento confundido– dijo llegando a mi lado. La expresión de su rostro me daba a entender que al igual que yo estaba nervioso, pero nos mirábamos sabiendo que habíamos cruzado la raya y algo ocultábamos.
–¿Confundido o asombrado?
–No, el asombro ya no es tanto.
Nos apoyamos en la baranda que da al mar, miramos el cielo y las profundidades del océano con un silencio incómodo. Por los dioses que olía tan bien, sus codos estaban cerca de los míos y podía sentir su calor a centímetros, mis brazos se veían tan delgados a su lado.
Extrañamente cuando respiraba profundo los nervios se iban por algunos segundos y me repetía una y otra vez– Tranquila, solo es Leo, sí, solo es el hombre que había estado conmigo por años, solo es el hombre que desde que lo vi me había revuelto el estómago, ¡Solo es el hombre que hoy lo tuve desnudo entre mis piernas!–Por los dioses mi cara se puso caliente por haber dicho eso último y miré rápidamente al otro extremo del barco ignorándolo.
–¿Y si no funciona?– preguntó.
–Quiero intentarlo.
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Terminé encontrando a Fadila en los aposentos de unas de las sirvientas, ella estaba bebiendo vino mientras conversaba con una doncella y aprovechaba de mirar a los hombres como tomaban a unas de ellas. No entendía los gustos definidos de esta mujer, a veces gozaba con las violaciones y otras veces con un amor romántico donde ella, era la mayor espectadora.
–Vamos Leo– me dije sonriendo– No creo que la búsqueda de Fadila haya sido solo para tenerla en la mira– Leo me tendría que perdonar, pero no iba a dejar pasar este noche sin ver lo que se proponía.
Ya casi no habían personas en cubierta más que dos soldados que caminaban en ella haciendo la guardia, así que atiné a subir la escalera que iba al balcón de la princesa y ahí fue donde lo encontré. Me escondí en una esquina y observé en silencio con gran cautela. Uno de mis grandes rasgos era espiar así que esperaba que alguien tan sensible como Leo, no me descubriera.
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–Mantengamos esto al margen, y después de un tiempo puedo ir diciéndole a mi padre de a poco. Quizás pueda darte mi mano, tu posición no es mala, es bastante buena.
–Los pergaminos dicen otra cosa.
–No, dicen que no puedes contraer matrimonio obligado, ¿Estás obligado?
–Si lo pones así suena que sí– dijo riendo.
–¡Leo!– mientras sonreía tomó mi mano derecha y con suavidad la sostuvo. De a poco comenzó a empujarme hacia él, mientras me miraba seriamente.
–¿Qué dirán tus soldados?
–Deja de hablar.
–Es algo que tenemos que hablar.
–Helina, has hecho cosas peores hoy en la mañana, ¿Me estas evitando?
–¿Evitándote? Estoy hablando contigo.
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–Por Dios hombre, ¡Bésala ya!– gritaba mi interior mientras veía que entre los dos la brecha se hacía cada vez menos, pero ella no paraba de hablar, aun así se miraban con esa ternura que jamás había visto en ellos– ¡Mujer estas arruinando todo!
Leo soltó su mano y cruzó ambos brazos mirándola sin hacer nada más.
–Está bien– dijo ella bajando la cabeza mientras sonreía– guardaré silencio.
Parecían niños pequeños, jamás había visto a la princesa bajar su rostro y poner esa cara de niña ante nadie, él lo había hecho tan fácil.
–Me encantaría conocerla más, su actitud desafiante, ahora no es nada de eso.
La princesa caminó de vuelta a la baranda y yo con el corazón en la mano, mordiéndome los labios esperé ansioso con el miedo de que alguien apareciera.
Leo se quedó parado un momento mientras la miraba desde atrás, quizás tratando de encontrar el valor de ir y besarla. Estoy seguro que es lo que ha estado esperando hace un tiempo atrás y no se iría de este lugar sin antes lograr su objetivo.
Fue entonces que dio paso– eso, has matado bestias, enfrentados a un millón de enemigos y no eres capaz de tener el valor de ir y besarla, por los dioses, ¡Ya! Y no la dejes ir– algo en mi sabía que ella era escurridiza.
Ella se dio vuelta justo para encontrar a Leo a solo un paso y sonriendo nerviosa intentó salir por su lado derecho, pero él, la acorraló entre sus brazos. Maldición mordería mis labios.
"Esa mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar"
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No la iba a dejar escapar esta vez, sabía que ella trataría de irse y puse mi brazo mientras la miraba. Esa cara de ángel ya no me detendría, ya no tenía el poder de alejarme, ella me había demostrado que no era nada de eso.
–Leo– dijo ella mientras puso con bastante timidez, sus manos en mis pectorales. Pasando mi mano por debajo de su oreja la besé y ella respondió a mí.
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El tiempo se fue, mi entorno y la sensación de mis pies en el barco se había esfumado. Estaba tan nerviosa que al sentir sus labios con los míos todo quedo en blanco, el latido de mi corazón estaba en cada punta de mis dedos, en la cien de mi cabeza, en mi cuello, incluso en mis pies. Sus ojos achinados mirándome de tan cerca. Era mi primer beso y se sentía extraño, sabía que sus labios no eran gruesos pero mi boca que jamabas había probado, hacían que esa sensación fuera así, labios gruesos, dulces, delicados y exquisitos.
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Quería gritar, saltar, incluso aplaudir, pero solo tapé mi boca con ambas manos y mordí mis labios. Me volví a esconder mientras mi alma corría por todo el barco de la emoción. Luego de un rato me pare en cubierta mirando la luna, pero mi corazón aun corría. Sentía que esa victoria era mía, y me moría de ganas de hablarle, pero Leo se molestaría o se sentiría muy incómodo.
–Esperaré a que se acostumbre, solo debo esperar– dije mientras reía.
–¿Esperar?– dijo su voz.
–Leo– dije al darme vuelta y verlo bajando las escaleras– ¿Cómo estuvo? Ósea,.. ¿Cómo estás?, yo, yo solo vine aquí a tomar aire.
–Sí Cathal– dijo cerrando un poco los ojos haciendo obvia su sospecha– iré a dormir, espero que hagas lo mismo.
–Sí, iré enseguida.
–Oh, ¿Qué te paso en el labio?, ¿Te mordiste?
–Ohm– dije exclamando– no, no te preocupes no es nada, debí haberme pasado a llevar.
¿Tendré problemas mañana?, tal vez....
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