Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17.- Atrevida

Estuve horas y horas sentada mientras escuchaba los sermones de mi padre, y para más remate Fadila hacía de las suyas metiendo palabras hiriente para mi persona. Quizás si debí haberles avisado todo lo que había pasado, pero no quería recordar. Me sentía sucia, inmunda, quería solo olvidar el tema, olvidar las manos de ese hombre en mi cuerpo y sus intenciones. Solo guardé silencio mientras que mi padre hablaba fuertemente y caminaba de un lado a otro, ¿Estaba desilusionado de mí?, quizás, pero no por el hecho de lo que había ocurrido sino por mi silencio.

–Vete ahora, quiero que pienses en todo lo que te he dicho.

–Padre– dije poniéndome de pie, pero el no volteo a mirarme, su respirar solo daba tregua a su enojo. Mi pureza aún estaba presente pero no era muy bien recibida por él– Lo lamento.

Marché pensando en él, en como pude haber cambiado las cosas, ahora ¿Con qué cara puedo pedir el banquete o la fiesta para los soldados?, no podía, no hasta que todo se calme.

Extrañamente, no causaba en mi algún tipo de rechazo o asco. Si pensaba en que algún día podía tener a Leo, lo sentía cercano y confiaba en él, no como ese estúpido hombre, hoy ya debería estar muerto.

Al llegar a mis aposentos, me di cuenta que mis doncellas no estaban, solo los escoltas en la entrada cuidaban de mí, era extraño, un ambiente extraño para estar sola, ya que nunca lo estaba. Entré sin cautela y todo estaba en silencio pero la luz del pasillo que daba a las habitaciones interiores llamó mi atención. La puerta a ellas nunca estaban abiertas pero esta vez, sí.

Caminé con cautela al pasillo y al llegar a él, escuché ruidos extraños que hacían un poco eco en el lugar. Los seguí sin escuchar a nadie más, y mientras más me acercaba, podía imaginar a que se debían tanto alboroto. Llegué a unas de las puertas y los sonidos se habían acentuado, eran gemidos y gritos de una pareja. Sin darme cuenta ya estaba ahí, pensando que Leo podía ser participe o el responsable de tan grato momento para aquella mujer.

Abrí lentamente la puerta corredera y aguarde. Era uno de los soldados con una mujer que no podía ver su rostro. Ella estaba recostada en una cama agarrando los barrotes de esta con sus brazos por encima de su rostro, mientras que el hombre arrodillado sostenía de su cintura mientras la penetraba. No pude quitar los ojos de encima, ¿Qué era esto?, ¿Morbosidad?, ¿O simplemente por qué algo aquí era distinto? no era brusco, no estaba como furioso (algo común a las otras veces que pude presenciar esto), ¿Qué era?, ¿Amor?

Mi corazón comenzaba a agitarse y sentía un leve cosquilleo en mi estómago pero algo en mi espalda tapo la luz que llegaba desde el pasillo y escuché su voz.

–¿Por qué esta aquí?– susurró.

–¿Por qué tú también estas aquí?– dije sin voltear mientras sonreía.

–La puerta estaba abierta.

–Por un momento creí que fueras tú el causante.

–No– dijo y voltee a verlo para notar solo su silueta.

–Ve más atrás para verte– el obedeció enseguida y dando dos pasos atrás su rostro se iluminó.

–¿No le molesta lo que ve?– preguntó mientras cruzaba sus brazos y se apoyaba en la pared.

–No, ¿A ti si?

–No.

–¿Sientes cómo se acelera el pecho?– volteé a ver otra vez dentro– ¿Por qué debería sentirme así? no es algo nuevo para mí.

–Tal vez porque se encuentra sola aquí.

–Estas tú.

–Con mayor razón.

–Sí.

–Princesa– dijo suavemente.

–¿Has sentido esto alguna vez, Leo?– pregunté pero él guardo silencio– ¿Tomar a alguien que amas?, ¿Has amado alguna vez a una persona y querer tenerla así algún día?

–No.

–Yo menos– sonreí mirándole un poco incomoda. Por un momento había pensado que diría que sí.

–Helina– dijo bajando los brazos y se acercó un poco– ¿Por qué no me contaste lo que te había hecho ese hombre?

–No quise, yo solo quería olvidar.

–¿No confías en mí?

–Claro que si Leo, pero es muy extraño. Y después de lo que me dijiste no sé si puedo contarte algunas cosas.

–Lo lamento, no quería que las cosa cambiaran entre usted y yo.

–No Leo, no, no es a lo que me refiero. Si te cuento, no quiero que te hagas una idea equivocada de mí– dije acercándome a él y mirándolo desde mí altura– solo es...

–Que– susurró, mi pecho estaba a centímetros de él y en mi rostro podía sentir su respirar. Estaba un poco nervioso pero me miraba atentamente.

–Tuve miedo, mucho miedo de lo que haría ese hombre. Fue un momento donde realmente me sentía como una esclava que estaba a punto de ser tomada a la fuerza.

**********************************

Mientras ella hablaba, podía oler su aroma, estábamos muy cerca y sentía su miedo en sus ojos, que cuando mencionaba su experiencia no tenía donde posarlos. Se movían por toda la habitación y constantemente apretar sus labios, sus hermosos labios.

–Pero no solo quedo el miedo a esa situación Leo, sino que siento las ganas de adentrarme en un mundo que para mí siempre será prohibido, y la verdad es que, no puedo sacarme eso de la cabeza– dijo levantando su rostro y me miró, con esa mirada que me desnuda completo y me ponía indefenso– pero estando contigo...– dijo bajando su voz.

El ruido fuera de todo se fue silenciando y mi corazón comenzó a correr, sus ojos se movían mirando los míos y yo solo me decía, bésala ya.

–...Ya no tengo miedo.

**********************************

Mis manos sudaban, pero estaba decidida, excitada por los sonidos de la pieza y completamente gobernada por los ojos de este hombre.

Me acerqué lentamente a él y mientras pronunciaba "no pude sacarme eso de la cabeza" supe que era el momento que esperaba.
Si el no quisiera hubiera mantenido su rostro en alto mientras me escuchaba pero no. Su pecho se levantaba rápidamente al igual que el mío. Acercó su rostro mientras yo le hablaba y tal vez yo también acerqué el mío.

La gente no es que cierren los ojos al besarse sino, que están tan concentrados en ver los labios del otro que se crea esto, ojos cerrados.

Pude sentir el calor de su cuerpo ya tocándome y su labio superior rosando los míos.

–¡¿Princesa?!– escuchamos a Lands por el pasillo, venia hacia acá, yo solo apoyé mis manos en los pectorales de Leo y le empujé atrás golpeando su espalda con el muro.

–Lo siento– dije asustada mirándolo, el no dijo nada, llevo su mano tapando su boca y mentón con un leve cariño brusco y camino a la puerta sin mirarme.

–¿Princesa?– dijo Lands llegando a nuestro encuentro–¿Qué hace usted...? ¿General?– dijo y frunciendo un poco el ceño nos miró a ambos– ¿Qué hace usted aquí?– su voz se hizo más grave.

–Yo lo llamé– dije.

–¿Paso algo?– se acercó a mí y me miró un tanto preocupado.

–No, yo... yo– dije nerviosa como si tuviera que darle explicación pero tarde entendí. Leo carraspeo su garganta y me miró seriamente– No Lands, lo llamé por un asunto personal que tenía que arreglar.

–Y lo arreglaré– dijo volteando a la puerta.

–Bien, la escoltaré afuera– dijo con un tono un poco más relajado y mirándome dio unos pasos al pasillo.

–Leo– voltee a verle. Si fuéramos tú y yo detrás de esa puerta, creo que no estarías conforme con detenerte a medio camino– Déjalos terminar– le sonreí y caminé al pasillo mientras el parecía sorprendido.

–Entiendo– dijo y me siguió unos pasos más atrás.

Mi corazón aún estaba agitado y no podía dejar de mojar mi labio superior, estaba segura que habían rozado los suyos y también estaba segura que era algo mutuo.

–¿No estás listo para que afeiten y corten tu cabello?

–¿Lo has notado largo?– dijo acercándose a mi lado.

–Claro.

–Si Princesa, me eh descuidado un poco– dijo sonriendo.

–Le avisaré a sus mujeres que le preparen su baño– dijo Lands que iba unos pasos más adelante pendiente en nuestras palabras.

–Está bien, nos vemos General– dije caminando más rápido y entrando en mis aposentos.

–Princesa– dijo Clara.

–Clara, ¿Dónde está Bony?

–Ah, ella, ella fue– dijo mientras hacía cariños a sus dedos mientras me miraba.

–Ella es la que está adentro– susurré seriamente, ella no podía engañarme, sus ojos de perra acorralada siempre la delataban.

–Princesa–dijo Clara lamentando el suceso– yo solo.

–Después hablaremos. Lands.

–¿Si Princesa?

–Retírate por favor tomaré un baño y si entran las doncellas de mi padre no quiero que me veas cuando entren y salgan, así que en vez de quedarte cuidando la puerta del pasillo, te ordeno que salgas a las escaleras.

–De acuerdo– dijo caminando a la salida.

–¿Tomara otro baño?– preguntó Clara sin comprender

–Permiso Princesa– dijeron las doncellas de mi padre llegando justo a tiempo.

–Adelante.

Eran tres hermosas mujeres con grandes atributos, vestían una ceda ligera que podía incluso ser transparente. Unas de las cosas que se encargaban era el aseo de los hombres y traían toda cosa para hacerlo de la mejor manera. Una de ellas me llamo la atención, su color de piel era oscura, labios gruesos, pelo negro y un gran trasero.

–Ellas no son las mismas de siempre.

–No Princesa, el Rey les ha dado al General y sus hombres las mejores de sus mujeres.

–¿Desde cuándo?

–Esta mañana.

–¿Las conoces? ¿Es primera vez que sirven a los soldados?

–Si Princesa, primera vez?

¿Podrían llamar la atención de estos hombres?, ¿Podrían ellas ser igual que todas las mujeres ajenas y desear esto? ¿Desear, ser tomadas por ellos? Por los Dioses, no podía dejar de pensar en estas vulgaridades.

–Clara, me siento emocionada– dije sonriéndose y acostándome en la cama.

–¿A qué se debe?, le prepararé el baño.

–No, yo solo quería deshacerme un tiempo de Lands, no es necesario el baño.

–Pensé que hablaba enserio, ya me extrañaba que quisiese dos baños al día, pero ¿Deshacerse de su soldado personal?

No estaba segura de contarle que por segundos casi beso a Leo, confiaba en ella pero igual no me sentía a gusta sabiendo que tampoco me contaron lo de Bony, esa mujer si se llevara un reto de mí. Volviendo al tema, por los Dioses que me sentía extasiada, quería volver a ver a Leo, y mientras más lo pensaba más nerviosa me ponía.

–Casi bese a Leo– no me aguanté.

–¿Qué usted qué?– dijo asombrada mientras sonreía- cuéntemelo todo– prosiguió sentándose en mi cama y agarrando mis manos. Pensé que en sus ojos vería temor pero no fue la ocasión.

–Es que paso tan rápido, de verdad yo solo sentí un poco su labios, ¿O solo fue el calor?, no lose, pero estuve a punto de besarle- grité entre dientes– pero ese estúpido soldado llegó.

–¿Lands?– rió Clara– vaya con cuidado es mucho el riesgo Princesa.

–Lose Clara no hace falta que lo repitas.

–Entonces le diré algo, he escuchado que la morena que entro recién es el regalo que tiene su padre para el General, no estoy segura cuan cierto es, pero debería usted cuidarlo.

–¿Cuidarlo?, no tengo ninguna relación con él, como para pedirle que no haga nada, es un hombre después de todo.

–Si pero usted igual es hermosa, y cualquier hombres estaría perdido si entre todas esas mujeres no la eligen a usted.

–No puedo entregar lo mismo que otras mujeres, pero que me aconsejas.

–El Rey está en una reunión con sus consejeros, Fadila descansa en sus aposentos.

–No, ella nunca duerme– sonreí.

–Bueno ella está haciendo de las suyas. Pero a lo que voy, es que todo lo que usted haga está bajo su dominio.

–¿Me estas insinuado que entre?

–Si quiere estar tranquila.

Buena idea Clara, podía irrumpir y terminar nuestra conversación con Leo, mis intenciones dudo que las entienda y esta sería una gran oportunidad de dejarle en claro mi postura, además, soy muy buena con la cuchilla.

–Está bien, iré.

–Voy con usted.

–Bien, pero te quedas al margen, aunque te recomendaría que buscaras a Bony.

–Si Princesa.

–Pero ¿Y si lo encuentro desnudo?– pregunté mirándola atentamente, ella solo se encogió de hombros y sonrió.

–Se llevará una gran sorpresa.

–¡Espera!, primero debo armarme de valor.

**********************************

–No debes dejar que Leo se relaje con su salud, debe cuidarse e ir a que le vean regularmente la mano.

–¿Por qué yo, no puedes ir tú y decirle?

–Porque a ti te escucha Cathal, además últimamente anda bastante extraño– dijo haciendo una pausa y mirándome– ¿Es cierto lo de la Princesa hoy en la mañana?

–¿Quién te ha contado eso, Thiao?

–No eres el único que escucho el alboroto de hoy, además Leo estaba muy irritante, hasta yo pensé en dejarlo hablando solo, y ahora, su actitud cambio por completo.

–Tal vez solo estaba harto de nosotros y le dolía la mano.

–Oye sabandija, no me mientas– dijo apuntándome con su dedo índice mientras hablaba apretando los labios– si no lo conociera diría que su pecho se ha inflado.

–¿Inflado?

–Sí, me refiero a que a hoy tiene a alguien a quien atesorar.

–Calla– dije a pasos de llegar a la habitación donde nos aseábamos. Si Leo descubriera que estábamos hablando de él, válgame los Dioses– Él debe estar aquí.

–¿Entonces es cierto?

–No lose- dije con un suspiro– dudo que sea mutuo. Espera– dije mirándolo seriamente- que mierda es ese término de pecho inflado.

–Ah Cathal tu entiendes– dijo entrando– ¡Leo! ten, te traje amapola– Leo estaba sentado en una silla, completamente en silencio y mordía sus labios a cada rato.

–No creo que la necesite– contestó poniéndose de pie.

–Bébela, te volverá la fiebre si no la tomas, tu mano falta que sane?

Mientras me senté en una silla cerca de la entrada y los mire un rato, Thiao se veía bastante alto al lado de Leo, ni pensar como me veía yo a su lado.

–Cathal te ríes solo– dijo Leo acercándose.

–Solo estaba pensando que Thiao es muy alto a mi lado?

–Si pequeñín, te falto comer cuando chico– rió el grandote.

–Yo como más que tu.

–Sí, eso también es cierto– rió. Cada vez que Thiao reía, su cien se arrugaba haciendo surcos y surcos entre sus ojos.

–Con Permiso General– dijo una mujer desde la puerta.

Al escucharla volteamos a verla extrañados y detrás de ella, venían otras dos.

–Prepararemos su baño General, ¿Ustedes se unirán?– preguntó una de ellas que llevaba consigo los cuchillos.

–¿Y ellas?– dijo extrañado Thiao.

–Son las nuevas mujeres que se nos han asignado.

Las mujeres si eran bellas, las mejores que tenía Thion debo decir, estas hasta las uñas las tenían arregladas y su pelo suelto junto con dos trenzas que sujetaban a los costados. Sin duda la morena siempre llamaba la atención, incluso de Leo, que lo vi mirándola.

–¿Te gusta?– sonreí observándolo.

–No– dijo seriamente– no me creas débil– agrego sonriendo mientras me miraba.

Los baños en el barco eran distinto, no teníamos lugar para bañarnos, solo se elegía la pieza con más iluminación y ventilación, en ella se colgaba una cuerda que hacia polea en el cielo, y con ella se levantaba un cubo de agua, donde al soltar un extremo, vaciaba toda el agua al quien estuviera debajo.

–General, siéntese aquí por favor– dijo la morena junto con la cuchilla en sus manos.

–Cuídate– dije señalándo su miembro mientras él desnudaba su torso.

–Tranquilo, se controlarme.

–Leo ¿Has ido a ver a Eiric?– preguntó Thiao mientras apoyaba su espalda en el muro de la entrada.

–No, lo vi ayer, aun el hombre balbucea.

–Hoy ha estado mejor– dije un poco nostálgico.

–Se recuperará, sus manos se ven bien después del corte.

–Sí, ya no huele mal– dijo Leo mientras caminaba a la silla desnudo.

–El agua esta tibia, ¿La desea más caliente?– dijo una mujer. Mientras las demás se desnudaban.

–Está bien como está.

–Dejaré caer el agua entonces– dijo y tiró de la cuerda dejándolo todo mojado, Leo solo sacudió su cabellera y quedo inmóvil.

–Bien General, yo veré sus pies.

–Yo veré su mano, démela– dijo otra.

–Se gentil– dijo Leo mientras las miraba con una leve sonrisa en su rostro.

–Este hombre se deja querer– dijo Thiao sentándose en el suelo y cruzando sus brazos– ¡Después me toca a mí!

–Espera tu turno– rió Leo.

–General, yo lo afeitaré– dijo la morena mientras se hincaba delante de él– permítame por favor.

–Como gustes– dijo Leo y se abrió de piernas– no te aseguro que lo sostendré todo el tiempo, mi mano no hace bien su trabajo.

–No se preocupe, si desea otro tipo de servicio estoy disponible para...–dijo mientras comenzaba a rasurar su entrepierna.

–No, solo has tu trabajo.

–Y se acabó– susurró Thiao mientras miraba a Leo.

–¿Qué?

–Leo siempre consigue engañar o ilusionar a las mujeres ¿No te has dado cuenta?, les dice insinuaciones y cuando ellas creen tenerlo, las pisotea con sus palabras frías. Pobre morena, ¿Creerá que puede disuadir a Leo?

–Concuerdo contigo, a él le gusta aplastar las esperanzas de las pobres chicas. Pero la cara de la morena, pobre mujer.

–No se rendirá.

–Te apuesto que no.

–Mi General, he escuchado que estuvo magnífico en la guerra– dijo la rubia que se encontraba mirando la única mano buena que le quedaba.

–Hay muchas mujeres que han dicho que baila muy bien con la espada.

–¿Estuvieron ahí?

–Yo no– contestó la rubia.

–Yo tampoco– dijo la morena.

–Yo sí, junto al Rey– respondió la que se encargaba de sus pies.

–Que bien, entonces tu si puedes comentar con confianza.

–General, disculpe la pregunta, ¿Ha elegido mujer para el banquete que se hará al llegar?– murmuró la rubia mientras terminaba con su pulgar.

–No, ¿Creen que deba elegir una pronto?

–No General– rieron las tres mientras bajaban sus cabezas como si escondieran las ganas de ser elegidas.

–Me tiene asombrada– dijo la morena– mientras de abajo lo miraba sonriéndole– había escuchado a las demás hablar sobre su control de su ímpetu, no pensé que sería cierto, ¿Acaso no le agrada lo que ve?

**********************************

La morena si me ponía nervioso, era hermosa pero más que todo era su mirada, con ojos bien redondos delineados en color negro, tenía sus parpados pintados en celeste y su voz era como una melodía que a cualquier hombre podía engatusar. Sus pezones eran con un tono más negro que su piel y los bellos de sus brazos se erizaban juntos con ellos.

–Creo que cualquier hombre que busque, encuentra.

–Mi General debo volver a solicitar cualquier tipo de servicio si usted lo desea. De vez en cuando, es bueno probar otras cosas.

–¿Otras cosas?

–Sí, otras experiencias, otras personas– dijo de manera provocativa mientras con sus manos se apoyó en mis muslos haciéndome masajes en ellos.

**********************************

–Ahí va otra vez– dije.

–Pero que morena más buena– dijo Thiao mientras se refregó su verga por encima del pantalón.

–¿Cómo tú?– preguntó Leo, mientras se acercó al rostro de esta mujer y la observó con una leve sonrisa. Nosotros guardamos silencio esperando las palabras que aplastarían a esta mujer.

–Podría ser, mi General. Soy una buena opción. Pídame lo que desee.

–Bien, te lo diré– Leo la tomó de la barbilla y mirándola le dijo– termina de rasurarme y comienza con mi barba.

Nuestras risas explotaron por toda la sala mientras la morena se avergonzaba de sus palabras sin sacar la sonrisa falsa de su cara.

–Antes de pensar en satisfacerme primero debes cumplir con tu trabajo.

–Si General– dijo ella poniéndose de pie y ubicándose en su espalda para comenzar con la barba.

**********************************

Llegué con gran cautela y lo observé unos segundos. Leo estaba sentado en una silla de madera en el medio de la habitación con sus manos en su entrepierna, las mujeres se encargaban de él, Cathal y Thiao estaban sentados al lado de la puerta, Cathal en una silla y Thiao en el suelo.

Mi corazón latía con fuerza, estaba haciendo algo que nunca había hecho y que me había animado a hacer sin pensar, fui atrevida pero no daría marcha atrás. La morena estaba encargada de su rostro, había apoyado sus senos en toda su espalda y le sonreía mientras cortaba el bello de su mejilla.

–Es muy discreto para ver mujeres– susurró Clara en mi oído pero la ignoré, era el momento.

Antes de entrar vi a Cathal que me había descubierto y sin dejar de mirarme tocó el hombro de Thiao.

Ni un minuto más, ni un minuto menos.

–Qué extraño– dije en voz alta– no sabía que las mujeres debían desnudarse para esto.

–¡Princesa!– gritaron todos con un gran salto. Pero que risa me había dado que solo apreté fuertemente mis labios y me aguante. Todos al verme se levantaron y bajaron sus cabezas en señal de respeto.

–Debo haberte dado un buen susto– dije mirando a la morena. Era bastante más alta que yo, sus senos eran distintos, más negros, duros y levantados, tenía una cintura delgada pero una cadera grande. Si, era una hermosa mujer.

–Princesa– susurró subiendo de apoco su mirada.

–¿También te asuste General?

–No la esperaba– dijo subiendo su mirada. Sus brazos se veían musculosos mientras que sus manos se juntaban para tapar su entrepierna. Que gran escena.

–Le has cortado– volví a mirar a la morena que rápidamente se asustó aún más y miró a Leo que tenía una gota de sangre en su mejilla– pásame la cuchilla– ordené acentuando más mi voz.

–Yo... yo– balbuceo.

–No lo repetiré.

–Si Señora– contestó obedeciendo.

–Ahora, fuera todos– volteé a mirar incluso a los comandantes.

**********************************

–Atrevida– pensé mientras miraba a Leo y con un simple movimiento de sus dedos obedecimos saliendo al corredor. Él estaba al igual que nosotros impresionados, afuera estaba Clara la sirvienta, ella lo estaba tomando con gran calma– ¿Sabías que ella haría algo así?– dije acercándome a su lado.

–Y cierren la puerta– volvió a ordenar Helina.

–Soldado solo te diré una cosa, yo amo como es mi Señora– sonrió mientras obedecía.

–Impredecible– susurró Thiao– Entonces es verdad lo que dicen.

–¿Qué dicen del?

–Ella y el– dijo mirando adentro entre las terminaciones de la madera.

–Thiao, estamos a poco por confirmar tu pregunta?

**********************************

–Princesa.

–Siéntate– me ordenó.

La miré un momento, no entendía muy bien sus intenciones, en parte estaba avergonzado, me encontraba sin prenda alguna delante de la mujer más prohibida de la tierra, y ella extrañamente se encontraba tranquila con una leve sonrisa, pero con una mirada que me decía lo segura que estaba de sus acciones. Yo obedecí.

Me senté sin quitar mis ojos de ella, hasta que caminó a mi espalda sin decir nada. Sentí por un momento su aliento en mi nuca y lo frío que llegaba a ser al estar mojado. Se aproximó a mí y agarro mi pelo tirando de el con suavidad hasta levantar mi rostro.

–¿Debo desnudarme igual que las demás?– dijo en mi oído mientras la cuchilla comenzó a pasar por mi cuello.

–No– susurré avergonzado, mientras un escalofrío recorrió con rapidez desde mis pies hasta mi cabeza.

Mierda, ¿Cómo hago que mi amigo allí abajo no de señales de vida?

–Quédate quieto.

**********************************

Leo era hermoso, su cuerpo, su piel tan suave, tenía uno que otra cicatriz pero se veía tan varonil, tan deseado mientras estaba mojado y brillante.

–Quédate quieto– su respirar era intranquilo, que cuando le dije eso sentí el movimiento del cuerpo que produce un escalofríos– No te haré nada más que afeitarte, por el momento– sonreí.

–Helina– Si Leo, llama por mi nombre, eso somos los dos, no somos desconocidos, sino algo que hemos mantenido oculto sin asumir nada.

–Cuando chica me gustaba un muchacho, siempre creí que algún día podríamos ser algo– relaté ignorándolo– pero era un simple campesino. Era el hijo de la persona que hacia los muebles más hermosos de Cretos. Mi Padre siempre le solicitaba, aunque, cuando se enteró no le gusto la situación, y lo mandaron a trabajar a las murallas. Creí que jamás podía soñar con un romance, los hombres para mi eran tontos, no podía creer que ese muchacho se había ido así sin más. Luego me enteré que mi padre había dictado esa orden- Leo me escuchaba con tranquilidad, aunque su pecho no dejaba de subir y bajar con rapidez, él se mantuvo ahí quieto mientras iba cortando toda su barba.

–¿Por qué me dices eso?

–Porque...–dije con mis palabras lentas mientras me concentraba– tú no eres un campesino. Mi padre se justificó diciendo, que cuando llegase el tiempo el elegiría a un hombre para mí de acuerdo a una selección– lo solté y con tranquilidad camine delante de él y lo miré– junta las piernas– le ordené, el obedeció. No había expresión en su rostro más que apretar de vez en cuando sus labios– El amor, ahora, es un poco efímero, pero estoy dispuesta a dar otra oportunidad a este tipo de cosas y claramente...– dije y puse mis manos en sus hombros, lentamente abrí mis piernas y me senté en él. Su impresión y el sonido de su boca al tomar aliento me hizo entender que nada de esto lo esperaba– tú no has entendido mis intenciones.

–Helina, nos están observando.

**********************************

Maldición esta mujer, no podía entenderla o quizás sí y no quería aceptar que ella, justo en este momento buscaba provocarme. Y a la vez sus palabras me entregaban algo de esperanza.

–Helina, nos están observando– dije al ver la cara de sorpresa de mis comandantes que se asomaban en la puerta, por otro lado la sirvienta de la Princesa sonreía con orgullo.

–¿Te importa que ellos vean?– dijo agarrando mis brazos e hizo un poco de fuerza. Ella quería que sacara mis manos de mi entre pierna. Se acercó más cerca y subió sus muslos. Su ropa rápidamente cubrió todo y saque mis manos de allí.

Podía sentir su cuerpo caliente, su olor tan cerca de mi nariz, ella continúo afeitando arriba de mis labios y me miraba con una sonrisa de lado, sentía que mi rostro cada vez se ponía más caluroso y no tenía donde dejar las manos más que colgadas a mis costados, quería tocarla, sentirla, tomarla.

–¿Esta es tu respuesta a mis palabras?

–¿Qué fue lo que me dijiste en la mañana?

–Que tengo sentimientos por usted.

–Yo también ¿No te das cuenta?

–Si Helina, pero también me acuerdo haberle dicho que algún día no controlare mis deseos contigo.

–No necesito que te controles– dijo y sentí como presiono sus muslos con los míos.

–Bien, bien, tus ganas– dije levantando mis manos y mirando al cielo– soy un hombre Helina, y a los hombres nos cuesta controlar nuestro ímpetu– con ella, tenía menos control.

–Estoy consciente– dijo mientras se concentraba en mis labios– confía en mi.

–Confió en ti y en mi hombres, pero ¿Qué hay de tus sirvientas?, mis comandantes han estado siempre conmigo.

–Y mis sirvientas también conmigo. Terminé– dijo tomándome del mentón y mirándome– General, creo que los dos sabemos nuestras intenciones y aunque muy prohibidas son, yo quiero darle una oportunidad a este tipo de cosas. Eres nuevo ante estos temas y yo también– dijo sonriendo– pero tengo la esperanza que nuestro futuro cambie, si aceptas claro está. Lo de hace un rato me entrego la valentía que necesitaba.

**********************************

Podía ver a Leo sonrojado, evitaba mirarme a la cara por mucho tiempo pero también sentía su calor, por mi parte sentía una presión tan grande de ser tocada, de estar solos e ignorar a esos ojos que con respeto se escondían entre la puerta. También había pensado en acercarme más a él, pero estaba más que incómodo, al moverme encima de él podía sentir como comenzaba yo misma a sentir su miembro, aunque entre tanta ceda de mi vestido poco podía decir con seguridad pero, era cierto lo que decían las viejas y me sentía feliz, como un niño que gano con una simple travesura.

–Me gustas Leo– agregué.

–¿Esto es por lo que yo le dije?

–No, es por lo que hoy no terminamos de hacer– dije acomodándome.

–Deja de moverte– dijo y rápidamente sentí sus manos en mis muslos sujetándome para que no me siga acercando. Bajó su rostro y cerró sus ojos, ¿Te provoco General?

–¿Quieres que me baje?

–No, solo quédate quieta un momento.

–Sabes, nunca te había mirado tan cerca– dije agarrando su rostro.

–Helina.

–Eres realmente...– dije acercándome a él, sus labios eran hermosos, ¿Cómo no me había dado cuenta antes?– bueno te diré algo, ¿Sabes...?

–¿Estas segura de lo que haces?– me interrumpió.

–Sí y ¿Sabes de otra cosa que estoy segura?

–Dime.

Me acerqué a su rostro y el respiró profundamente aguantando la respiración, cualquier cosa que hacia podía notar sus nervios. Y en su oído sintiendo el calor de su mejilla contra la mía susurré.

–No solo el agua está caliente.

**********************************

Ella se había dado cuenta, ¿Qué hombre en la tierra podía haber evitado todo esto?

–Enfríate– dijo y bajándose con rapidez tiró de la cuerda.

El agua calló mojándome completo, sacudí mi rostro sacando el exceso de mi cabello y la miré. Miré su sonrisa, la misma sonrisa que hace uno cuando cumple su cometido y realmente lo cumplió.

–Te dejaré solo ahora, ven a verme más tarde– dijo caminando a la entrada.

No pude decir más, estaba un poco confundido, sorprendido, no esperaba esto de ella. Todas las mujeres que he conocido siempre han sido sumisas y obedientes pero no podría esperar algo así de la Princesa y su nueva actitud, era valiente, era osada, pero era muy pura aún.

–¿Qué fue eso?– dijo Cathal entrando mientras reía.

–Me siento ultrajado– dije y comencé a reírme mientras que ellos también.

–¿Quién pensaría que la Princesa podía tener esta faceta?– preguntó Thiao tirándome una manta.

–Creo que no conocemos muy bien a Helina– dijo Cathal.

–No la llames por su nombre.

–Lo siento lo he olvidado.

–Leo, ten cuidado– dijo Thiao– no queremos bajas por un simple romance.

–Se controlarme, mi cabeza no rodara por algo como esto.

–¿Controlarte? Mírate hombre.

¿Estaba viviendo un sueño? Mi corazón se quería salir de mi pecho y correr detrás de esa mujer, su calor, su olor era una especie de hechizo que me había enjaulado, ¿Cómo llegue a estar así?

Pero ante todo, ¿Por qué soy un soldado? ¿Por qué estoy aquí?

El sentimiento de arrepentimiento inundo con rapidez mi conciencia y maldije el día que decidí dejar de ser el hijo de mi madre y padre. Que gran error.



Próximo Capítulo 18.- Tus Labios

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro