Al salir del barco, la mujer que me había delatado fue llevada a la orilla del barco con el fin de mostrarle el bote, voltee a verla solo para apreciar como su garganta era cortada por una daga y lanzada al mar.
No me acostumbraba a ver tanta sangre y saber cómo la vida comenzaba a abandonar el cuerpo de una persona que a solo minutos estaba a mi lado y respiraba sin dificultad. Comida para tiburones fue su final.
Al entrar a la cabina del barco enemigo, la decoración de este cambio radicalmente, las paredes de madera estaban pintadas y recubiertas por finas capas de mármol, y listeles de oro que separaba la mitad de estas. Los gritos que había escuchado en un principio comenzaron a oírse más fuerte a medida que me adentraba más y más. Al llegar al fondo de todas las habitaciones, una puerta separaba una habitación grande que cubría todo el perímetro de la popa del barco, allí estaba el Rey de Oriente, Amurs, sentado en una gran silla comiendo frutas de una mesa con manteles blancos con decoraciones doradas.
–Los dioses lo han complacido, mi Rey– dijo el soldado.
–La hija de Thion– dijo otro.
–Bondadosos han sido los dioses, con este tan preciado regalo – dijo el Rey poniéndose de pie y rio a carcajadas mientras aplaudía.
Su aspecto demacrado y poco higiénico provocaron mis nauseas, su pelo y su barba eran largas y rizadas de colores negro. Tenía una espesa y abundante ceja, labios gruesos, carnosos y una grandísima panza. Su armadura estaba hecha a su medida, pero era absurdo ver a este ser e imaginar participando en guerras, su estado físico hacia énfasis a una vida llena de lujos y comodidades.
–¡Tráela, tráela a mí!– dijo mientras escupía comida por la boca– eres una belleza, eres perfecta para mi hijo aunque te preferiría para mí– volvió a reír a carcajadas junto con sus hombres.
–Es fácil tomar victoria sin mover ni un solo musculo de ese asiento– dije mirándolo atentamente.
–Veo que Thion te ha enseñado bien, una mujer sin pelos en la lengua es agradable para una buena conversación.
A un lado del inmenso lugar había una habitación llena de telares que era imposible ver que había adentro de ahí, pero sin duda los gritos venían de esa habitación, gritos desgarradores, desesperados muestra de dolor y agonía.
–¿Quieres acompañarlos?– dijo el Rey al ver que había puesto atención a dicha habitación.
–Mi Padre vendrá por mí.
–Espero que lo haga bella mujer, ven siéntate y come conmigo.
–Mi Rey, estas son las armaduras, ¿Las fundimos? – dijo uno que venía saliendo de esa habitación con tres armaduras en sus hombros, 4 en el brazo y dos en la mano derecha, todas ensangrentadas.
–Déjalas, al llegar veremos qué hacer con ellas.
–Leo– me dije a mi misma, reconocí sin duda una de esas.
–Oh, conoces alguna de estas armaduras– sonrió el Rey.
–Que los dioses te lleven, maldito seas tú y tú maldito Reino– dije acercándome mientras que mis ojos volvían a cristalizarse. Pero fui sujetada por dos soldados–Paren–deseaba con mi vida ¿Qué le harán allá adentro?, ¿De quiénes son las otras armaduras?, ¿Habrán más? Por favor los dioses, sea que sea lo que le estén haciendo, déjenlo ya.
–Llévensela– rio el Rey mientras haciendo una seña con su mano.
–¡Morirás Amurs!, ¡te revolcaras en tu mierda mientras tus tripas ardan! ¡Maldito infeliz!
–Ponla con sus hombres, y que sea la última vez que los vea.
Me sacaron agarrada de los brazos y me llevaron nuevamente a los calabozos. Al llegar ahí abrieron una de las puertas y me empujaron dentro. Tenía tanta impotencia, estaba aterrada.
–Pórtate bien lindura– dijo uno de los soldados.
–Princesa– dijeron los míos al verme.
–¿Ellos lo tiene?– dije mientras mis lágrimas caían, estaba más que enfadada y ninguno podía responderme.
–Princesa– escuche la voz de Cathal detrás de mí.
–Cathal– dije acercándome a él, sin pensar solo lo abrace y llore.
–Tranquila– dijo tocando mi cabello.
Por primera vez mostraba esta intimidad ante todos, ya no me importaba que pensaran, yo confiaba en Cathal y necesitaba que me abrazara. Su piel era tan cálida, y pude sentir que su corazón latía apurado incluso su respirar llegaba a mis oídos por su baja altura.
–¿Son solo ustedes?– dije incorporándome y secando mis lágrimas.
–6 cedas Princesa.
–¿Cuántos sobrevivieron?.
–La mayoría Princesa.
–¿Dónde está Leo?, ¿Él está aquí con ustedes?, dime que lo está Cathal.
–Está vivo si es lo que quiere saber –no, no era lo que quería escuchar, vivir a veces era el peor de los calvarios.
Al escuchar esa frase cerro mis ojos y apoye su frente en los barrotes, ¿Habrán sido sus gritos?, por los dioses, no quería imaginar lo que podrían hacerle y en solo cuestión de horas atrás, yo estaba junto a él, y él junto mi regalándome una sonrisa.
–Princesa, sé que es un poco nueva en esto, pero confié en nosotros.
–¿Confiar en ustedes?.
–Si Princesa.
–¿Cómo podre confiar en ustedes, viendo cual absurda derrota?
–Princesa, a veces pelear no es la mejor opción.
–Ve tu a sacarnos de aquí, mi vida vale más que las de ustedes, ¿Crees que estaré aquí junto a vosotros mucho tiempo?– Estaba tan herida, tan desesperada, era verdad, no estaría por mucho tiempo con ellos y talvez sea a donde sea que vaya sin duda no los vería más.
No hubo mayor palabra que ellos o yo pronunciemos, caminé por el lugar un momento y me di cuenta que al frente de nuestra celda estaba Kurok y Thiao, y las celdas continuas a la izquierda solo había más soldados y las mujeres.
El lugar esa sombrío, no había mucha luz, olía muy mal, las antorchas de vez en cuando bajaban su intensidad y volvían a iluminar. El vaivén del barco a veces hacia revolver mi estómago y junto con los nervios me mareaba fácilmente.
Pasando la tarde el sol se escondió y todo oscureció aún más, no nos quedaba más que esperar e intentar dormir en el suelo del lugar.
Al poco tiempo los sonidos de unos barrotes al abrirse despertaron a todo aquel que dormía, abrí rápidamente los ojos y me mantuve en el suelo pensando que había llegado la hora de llevarme a otro lado. Poco a poco los pasos de los soldados enemigos se hicieron presentes y llegaron a nuestro lado mientras arrastraban a los cuerpos de los nuestros.
–Muévete de ahí– dijo un soldado mientras abría la puerta de nuestra celda y dos hombres entraron y fuertemente tiraron a uno de los hombres y este, quedo boca abajo.
–¿Eiric?– dijo Cathal acercándose a él para darlo vuelta
–Por los dioses– dije tapándome la boca. El hombre era un desastre, cubierto de sangre y con su mano gravemente herida, su pelo mojado junto con su ropa y se quejaba en silencio.
–Eiric, ¿Me escuchas?– dijo Cathal dándolo vuelta lentamente para ponerlo de espalda.
–Oye hombre ¿Nos escuchas?– dijo otro soldado mientras agarraba su rostro y lo ponía en sus rodillas.
Mientras, los otros soldados hacían lo mismo en otras celdas, abriendo cada puerta y dejando en cada una de ellas a un herido. Hasta que al levantar nuestra mirada pudimos ver quién era el último.
–Leo...– susurro Eiric agotado.
–¿Qué?, no, no te esfuerces–dijo Cathal.
–Leo– volvió a repetir.
–¿Qué les han hecho?– dijo Cathal juntando la frente con la de Eiric–Thiao, ¿Lo puedes ver?
–Si– contestó poniéndose de pie.
Leo había sido el único que lo dejaron en una de las celdas solo, era la que continuaba de la celda de Thiao y Kurok y entre los agujeros de la pared podían verlo. Nosotros un poco más lejos solo podíamos ver sus botas, sus piernas, su espalda y parte de su pelo acostado de estómago sin moverse.
–Leo– le gritó Cathal pero este no contestó.
–Esta inconsciente– dijo Thiao mientras trataba de ver por unos agujeros en la pared– pero respira.
–Que ves Thiao– Cathal dejo a Eiric con unas sirvientas que estaban ahí y se aproximó a los barrotes.
–No le puedo notar la cara.
–De aquí lo vemos, pero solo esta acostado – dijo Cathal.
–Déjenlo que despierte por su cuenta– Kurok molesto se sentó apoyando su espalda en la muralla y aguardo en silencio. Él también estaba herido, un golpe en la cabeza había hecho que la mitad de su rostro se manchara con sangre.
–¿Cómo puedes estar tan tranquilo?– Cathal se había enojado.
–¿Y qué quieres que haga?, ¿Qué me ponga a llorar como nena?, no podemos hacer nada si Leo no despierta, asique déjenlo tranquilo debe despertar.
Leo estaba acostado de estómago, una de sus manos estaba debajo de su cuerpo y la otra cerca de su rostro empuñándola, me preguntaba ¿Estará en las mismas condiciones que Eiric o peor?
–Tranquila Princesa– dijo Cathal en voz baja.
–Eso intento– dije volteando a ver a Eiric– tú y este hombre son importantes para Leo ¿No?
–Todos somos importantes para él, Princesa.
–Déjame ver tu mano soldado– dije tomando su muñeca.
Era impresionante el estado que lo habían dejado y seguía consiente, no podía imaginar el dolor que sentía. Ambas manos estaban heridas, sus dedos sin uña y los dedos indicen estaban raspados hasta el hueso. Se veía su dolor en su cara, en sus ojos completamente rojos, además sus manos tiritaban y no dejaba de respirar acelerado.
–Eiric, no solo soy una Princesa, si es lo que creías de mí, sé también que eres el hombre más malhumorado del grupo y eres bastante arisco– dije mientras que lo miraba atentamente– ahora te quedaras quieto, esto te dolerá– rasque parte de mi vestimenta y comencé a vender su mano firme y fuertemente– también sé que sabes de lo que estoy haciendo, talvez un poco más que yo, pero se cómo vendar una mano– el solo me miró mientras apretaba los dientes y su mano derecha seguía tiritando fuertemente.
–Gracias Princesa– dijo Cathal volviendo a mirar a Leo– despertara, por favor tenga paciencia.
–No me malinterpretes soldado, es solo porque es el General y a mi padre le preocuparía si le pasara algo– dije desviando mi mirada de el– listo terminé, pásame tu otra mano– Eiric volvió a obedecer tranquilamente sin decir nada. ¿Dónde había quedado el muchacho antipático de siempre? Hasta el hombre más frio se descongelaba cuando estaba herido e indefenso– te recuperaras rápido.
Al cabo de unos minutos había terminado con su otra mano y aunque Leo aun no despertaba, con solo saber que aun respiraba y estaba ahí me tranquilizaba.
–Lo siento por lo de recién– dijo Cathal acercándose y sentándose al frente de mi– yo pensé que...
–No soldado, pensaste mal-
–Tal vez– dijo mirándome atentamente como sabiendo a que le estaba mintiendo– trate de descansar y lo lamento si fui impertinente.
–Descuida.
La noche paso lentamente, había un silencio profundo que nos envolvía en una atmosfera de tranquilidad, a pesar de la situación en la que estábamos viviendo, muchos, la mayoría de ellos se acostaron en el suelo, otros sentados y apoyando su espalda en la pared, durmieron. Para mi cerrar los ojos era incluso más difícil que estar despierta, recordar todo desde que empezó esta emboscada hasta lo que había vivido, la mano de Eiric, mi mente imaginaba lo peor para Leo, si no podía ver su rostro entonces mi mente jugaba conmigo. Maldición, la noche seria eterna, pero sin darme cuenta, también terminé cayendo en un sueño, un sueño bastante liviano.
Pasaron unas cuantas horas cuando volví a abrir los ojos, miré a mi alrededor y no podía creer que todo esto estaba pasando.
A mi alrededor todos dormían asique acurrucándome en una orilla guarde silencio mientras me preguntaba ¿Por qué nosotros?
–¿No descansara?– dijo Cathal abriendo sus ojos. Estaba al otro lado de la celda, apoyado en el muro quedando frente a frente de mí.
–No puedo.
–Debería intentar dormir.
–Es difícil, solo puedo recordar todo esto al cerrar mis ojos, una y otra vez.
–Confié en nosotros, aún hay esperanzas.
–Es difícil.
–Sí, con mis respetos Princesa, solo si quiere charlar un momento, quería preguntarle ¿Quién le enseño curar heridas?– dijo sentándose derecho con sus piernas cruzadas– ¿Su madre la Reina? –
Solo lo miré un rato y sonreí, que ofensa más grande me dije.
–Llegaron tarde para saber de mi ¿No?
–Si la he ofendido, lo lamento.
–No soldado, bueno en parte sí, pero como no sabes la historia entonces estas perdonado– sonreír– veras la Reina Fadila, no es mi madre.
–Lo lamento, yo...– dijo sorprendido
–Deja de lamentar– reí era tan tierno este hombre, de verdad me preguntaba ¿Si este hombre era el mismo que mataba a los enemigos con tanta rapidez?– soy una hija ilegítima y legítima a la vez. Thion tampoco es mi Padre verdadero– no tenía que negarlo y tampoco me sentía mal hablar del tema. El tema jamás había sido un especie de problema para mí y mi crianza, por lo que me sentía tranquila conversando– mi verdadero linaje son los antiguos Reyes de Cretos, la Reina Elisa y el Rey Robert son mis padres– Cathal mostró el mismo asombro que Leo había tenido cuando le conté una tarde, pero este, si fue divertido verlo– eran jóvenes pero gobernaron sabiamente, mi Padre, el Rey Robert enfermo gravemente en la fiebre del invierno rojo, la gente enfermaba, entraban en sus camas y no podían salir más, sus narices, oídos y boca se manchaban con sangre y se debilitaban lentamente –
–Robert es tu Padre– dijo asombrado mientras pensaba en lo que sabía y en lo que no había comprendido– por eso el nombre de esa fiebre.
–Sí, mi Padre no tenía hermanos, pero si un primo lejano, ¿Puedes adivinar quién es?– dije mirándolo con una sonrisa que solo era levantada por la parte derecha de mi rostro.
–Thion– sus ojos no podían abrirse más, sus labios entre abiertos permanecieron así por largo tiempo.
–Si Cathal, Thion subió al Reinado heredero por sangre y para salvar el linaje de mi familia se casó con mi madre, desafortunadamente los dioses tenían otras ideas y al nacer mi madre quedo muy débil, falleciendo a las pocas lunas, asique mi Padre, digo el Rey Thion, me crio desde el día que nací.
–No llevan la misma sangre pero él te llamo hija y Princesa.
–Sí, me dio nombre, los títulos y mientras él no tenga hijo varón, yo soy la heredera. Te lo cuento solo porque ustedes no tiene conciencia de esto y todo Cretos si.
–Es usted muy interesante– sonrió Cathal.
–El pueblo no me ama solo por mi actitud– sonreí recordando a mis padres verdaderos, me sentía orgullosa de ellos, porque todo el pueblo tenía grandes historias de ellos.
–Ven en ti a sus amados Reyes– dijo este procesando todo– en los libros y pergaminos los describen como los mejores Reyes de Cretos.
–Sí, aunque mi Padre, Thion no ha hecho mal trabajo tampoco. Cuando tuve 8 años Fadila subió como Reina, ella es la hermana de la Reina del Este.
–¿Sean?, el Rey de las montañas.
–Si Cathal, no tengo nada que ver con esa mujer, puede ser la Reina de Cretos pero para mí no es nada.
–Sus palabras son fuertes al hablar de ella.
–Mi padre es un poco tonto, no quiero que en mis manos recaigan la muerte de ella, por lo que no seré yo quien le diga las acciones de la Reina.
–¿Con los soldados?
–Sí, ella siempre ha sido codiciosa y nunca una persona que se satisface fácilmente. Obviamente ni mi padre la hace feliz.
–Tu padre debería saberlo.
–No, le cortara la cabeza si se entera. Eso es algo que el mismo debe darse cuenta.
–Talvez si lo sabe y no quiere tomar esa decisión.
–Lo dudo, en fin, esa es mi historia Cathal, ¿Cuál es la tuya?
–¿La mía?
–Sí, tengas o no tengas familia, recuerdes algo de ella o no, todos tenemos una historia que contar
–Bien– dijo pensando– todo el tiempo que he tenido con Leo puedo decir que me llevo muy bien con la Reina madre, ella es muy buena conmigo.
–¿Cómo es la Reina?, ustedes hablan tan bien de ella que a veces siento un poco de envidia, ¿Es verdad que su piel no envejece con los años?
–¿Eso dicen de ella?– dijo sonriendo– bueno la Reina es la mujer más bella en la tierra, creo que todos los soldados le tenemos eterna devoción, en especial Leo, pero no me malinterprete, ella es como nuestra madre y respecto a su piel, digamos que envejece muy lentamente que a su edad, se ve bastante joven.
–Desearía conocerla, los libros la describen como la Reina incólume, fuerte, firme, aterradora, pero con una belleza que hasta los dioses envidiarían, como una gran montaña indestructible.
–Sí, ella es así.
A medida que la conversación comenzó a ser cada vez más interesante, la noche fue pasando, Cathal era un gran chico, me agradaba el hecho de que no me trataba como Princesa sino como alguien más con quien hablar y minuto a minuto entendía porque se llevaba tan bien con Leo.
De pronto mientras conversábamos sentí esa sensación extraña de una presencia y alce la vista y mire a Leo
–Cathal– dije poniéndome de pie y el rápidamente se acercó a mi lado.
Leo había despertado, sus pies comenzaron a moverse lentamente, solo para descubrir los dolores de su mal herido cuerpo, los primeros movimientos fueron cortos y precisos, volteo con cuidado a un lado y entre quejas diminutas pudimos verle, apretó los dientes como una gran sonrisa y llevó su mano izquierda a su frente. Fue entonces que le vimos su mano derecha completamente ensangrentada de colores rojo oscuro y negro.
–Por los dioses– susurré.
–Thiao, despierta– gritó Cathal mientras agarraba los barrotes– ¡Thiao!
Este despertó de un salto, estaba sentado a espaldas del muro que divida a este y al General, sus brazos entrelazados sobre su estómago y su rostro apoyo en los barrotes dieron un gran y fuerte sobresalto.
–¿Qué?– dijo abriendo sus ojos y mirando a ambos lados sin comprender bien su realidad.
–El General– dijo un soldado ya despierto y Kurok junto a Thiao se pusieron rápidamente de pie y trataron de mirar por los agujeros.
–Leo– susurro– ¿Estás bien?
–Eres tonto, como le preguntas eso– gruño Kurok.
–Tranquilo hombre, sigamos el plan.
–¿Plan?– pregunté asombrada mirando a Cathal– ¿Qué plan?
Los miré a cada uno, pero me ignoraron, asiqué si había un plan, pero ¿Cuál era?, ¿Todo esto era necesario? ¿Era parte del plan haber quedado en las condiciones que los enemigos nos los entregaron?
Thiao y Kurok me miraron y pusieron su dedo índice en su boca y comprendí rápidamente que debía quedarme callada ¿Quién más sabia de este plan? Los demás soldados y mujeres pronto despertaron atento a estos astutos pero arriesgados hombres y de aquí en adelante todos hablaron en silencio para no alertar a los guardias que se encontraban custodiando las celdas a lo lejos.
–Thiao– dijo Leo bajando su mano de sus ojos.
–Aquí General en la celda continúa a la suya.
–¿Cuánto he dormido? – dijo con su voz media cortada.
–Bastante General, está por amanecer ¿Cómo se siente?
–¿Amanecer?– repitió– mierda.
–General, díganos si consiguió...
–Calla Thiao– con gran dificultad Leo se sentó en el suelo y arrastrándose consiguió apoyar su espalda en el muro que los dividía con sus hombres y poco a poco se acercó a los barrotes.
Leo tenía su rostro ensangrentado también, sus ojos estaban adormilados, su labio inferior se había hinchado y su mano la apegaba a su pecho tratando de no moverla, respiraba rápidamente, exhausto miraba el cielo y cerraba sus ojos.
–Thiao, tu mano– dijo entre exhalaciones. Rápidamente su soldado estiro su mano fuera de la celda y Leo acercándose a la esquina sacó entre sus telas un pedazo de esta manchada en sangre y se la paso– aún hay tiempo para hacer lo acordado.
–Leo hay muchos guardias en la entrada.
–No Thiao– interrumpió este– déjame pensar.
Estuvimos en silencio un momento escuchando y aguardando las órdenes del General, el sol pronto comenzó a salir, al fondo del pasillo se podía divisar en una de las ventanas como el sol comenzaba a mostrarnos sus primeros rayos.
–Es hora– susurró Leo acercando su rostro a la orilla y observando a su lado– Thiao, me llevare a los guardias, encárgate de abrir las celdas, espera un tiempo y...
–No Leo, yo debería irme con los guardias– reclamó sentándose en la orilla, su pelo se asomaba entre los barrotes y Leo supo que estaban cerca.
–No Thiao.
–¡Leo!– golpeó el barrote.
El General rápidamente se arrodillo en la esquina, estiro su brazo por los barrotes y cruzando el muro tomo de la garganta de su hombre y lo aprisiono en la pared.
–Leo– dije con gran impresión.
–¡ESCUCHAME!– alzó su voz y hablo con sus dientes apretados.
–Leo– dijo Cathal a ver que este atentaba con su propio hombre.
–¡Basta Leo!– dijo Eiric acercándose a los barrotes con sus manos envueltas.
–¡No me subestimes, me obedecerán!– dijo frunciendo el ceño, su mirada penetrante hizo bajar rápidamente la cabeza de Cathal y de Eiric que incluso me sentí invadida y corrí la vista, era petulante, inquietante, como si una sola mirada mostraba su gran poder, incluso a una Princesa como yo– ahora, abrirás las celdas– bajó su voz mientras apoyó su cien en los barrotes para que Thiao escuchara mejor y sin soltarlo, le hablo– después de contar 101 hombres, irán por el pasillo y subirán a cubierta, los soldados arriba estarán pendientes de mí, sube y ve al ala izquierda, entra ahí, el acero y armamento están guardados detrás de la primera puerta, conociendo a los demás, los barcos estarían pronto en llegar y alcanzarnos, maten al vigilante, no pueden saber cuándo nuestros barcos se aproximaran.
–Leo– susurró con una voz más aguda por la presión en su garganta.
–No vas tú, porque sin tus dedos– hizo una pausa mientras respiraba y cerraba sus ojos– no eres nada, además... yo no puedo pelear– lo soltó y se sentó un momento en la celda mientras recobraba el aliento, no podía estar segura de cuan herido estaba, se notaba que le costaba respirar y se cansaba con rapidez.
–General– sobo su cuello y se puso de pie– ¿Tienes la fuerza para esto?
– Ya te dije, no me subestimes Thiao.
Me mantuve al margen comprendiendo lo que este hombre había hecho, las llaves conseguidas le habían costado los 5 dedos fracturados de su mano derecha, pero lo que no comprendía es porque lo hizo, ¿Todo por sus hombres?, ¿Por mí?, ¿Por el?, justo cuando comenzaba a preguntarme los porque, él levantó su mirada y me miró por encima de su hombro.
–Leo– nuestras miradas se encontraron por dos segundos hasta que el solo bajó el rostro cerrando sus ojos.
Fue entonces que la oportunidad que todos estaban esperando se presentó, un soldado de Oriente, un muchacho joven venia de un extremo a otro. Eiric fue el primero en verlo eh hizo silbar un sonido que rápidamente Leo abrió sus ojos y se levantó junto con Thiao y Luca, como si las fuerzas hubieras vuelto, fue como si hubiera guardado toda su energía para este preciso y significativo momento.
–¡Ahora!– gritó uno y este soldado inepto volteo a ver a Thiao enojado.
–¿Qué pretendes?– dijo golpeando los barrotes.
Thiao sin moverse sonrió mirándolo cerca de estos.
–Te estoy hablando, te llevare para que jueguen contigo también– dijo escupiendo saliva, pero Thiao seguía con esa sonrisa.
Fue el momento correcto, el soldado dio un paso más adelante y cayó en el juego de estos hombres.
Por momentos no entendía nada, mi corazón corría a todo ritmo y me faltaba el aire de vez en cuando, tenía miedo, pero mire atentamente a estos hombres que sin decir mayor palabra se comunicaban como si sus mentes hablaran por ellos, ¿En qué momento habían planeado todo esto?, eso explicaba la calma que tenía Cathal en el transcurso de la noche. Jamás había podido presenciar la sincronía de estos soldados estando juntos, pero al ver a tan solo 5 de estos era realmente asombroso.
–¿Fallo?– Ese dolor en el estómago que se siente al perder algo invadió mi cuerpo, mi estómago se estrujo fuertemente pensando lo peor.
Thiao alzo su mano entre los barrotes y agarro el cuello de este soldado, con gran rapidez este se soltó pero Thiao lo había empujado y este perdió estabilidad cayendo hacia el lado derecho de su eje, fue ese momento que pensé que habían perdido, pero estaba inmensamente equivocada. El soldado cayo sentado en la orilla de la celda continúa y fue el turno de Leo que esperaba estar a su alcance, con su brazo izquierdo rodeo su cuello y lo aprisionó con los barrotes de la celda. Los demás soldados rápidamente comprendieron y comenzaron a hacer ruido para alertar a los otros guardias.
–¡Déjalo!– grito un soldado enemigo corriendo a este.
–¡Abran la puerta!– grito otro que se había acercado.
Y así vinieron 5 hombres con gran rapidez.
–Te gusta la sangre parece– entro un soldado.
Leo soltó al joven hombre ya inconsciente y entre los 5, entraron y lo agarraron tratando de contenerlo mientras lo sacaban al pasillo, como era de esperar Leo tenia gran fuerza, empujo a más de uno con todo su peso aplastando a los soldados con los barrotes y estos caían sobando su estómago mientras que sus hombres los agarraban y quebraban su cuello, les hizo muy difícil llevarlo a cubierta, los demás soldados enemigos que estaban al otro extremo del pasillo rápidamente se unieron, entre maldiciones y gritos lograron sacarlo. Todo quedó en silencio nuevamente.
–1, 2, 3– comenzó Thiao.
–4, 5, 6– siguió Cathal hasta los 101 hombres.
Pero todos pensamos que habíamos tenido éxito, pero nadie pensó que dos de ellos, volverían por mí, se me había acabado el tiempo junto a los míos.
–Ven Princesa– dijo uno abriendo la celda y me sacaron.
–Mierda– escuche decir a Eiric.
–Tranquilo, sigue la cuenta– dijo Cathal.
Y fue lo último que escuche de ellos antes de llegar a cubierta.
¿Qué numero van?, ¿Dónde quedo la cuenta?
Leo había armado un gran alboroto en cubierta, que, al llegar a ella, solo había 5 soldados custodiando y todos los demás, habían ido con Amurs.
Nuevamente entré en el pasillo de la otra vez, podía ver sangre por las paredes y en el suelo, me llenaba de terror solo preguntarme ¿De quién era la sangre?
–Te gusta ¿No?– escuche la voz de uno de los soldados detrás de la puerta y un gran y fuerte golpe que hacía que mi corazón latiera aún más rápido.
La puerta se abrió y los soldados me llevaron directamente con el Rey, a un lado de la habitación, Leo estaba arrodillado sostenido por tres soldados que tomaban sus brazos y uno su pelo, todo el perímetro del lugar estaba cercado con soldados custodiando al mayor desafío que se les había propuesto.
–Princesa, ¿Ha descansado bien?– dijo el Rey acercándose a mí.
El sonido que producía golpear a un hombre sonaba en mis oídos, estaba realmente incomoda, sentía lo seco y fuerte del golpe en su piel, pero no quería voltear a verlo, no quería ver a Leo destruido o acabado, no a mi General.
–Siéntenlo en esa silla– ordenó el Rey– ¿Conoces a este hombre?– preguntó volteando a mirarme.
¿Si le contesto que sí, me arriesgaba a que creyera que lastimándolo me lastimaría a mí o hablaría de algo, y si contestaba que no, creerá que no sea importante y lo matara ahí mismo?
Solo lo miré, no podía dar respuesta.
–Traed agua del mar, límpienle el rostro, necesito ver bien a este bastardo– dijo caminando a una mesa y se sentó en ella con una pierna elevada y la otra en el suelo mientras miraba al General– sé que conoces a este hombre y me lo dirás– sonrió.
Rápidamente tres soldados se acercaron con barriles de agua que tiraron a Leo, este bajo su rostro a su pecho y apretó los dientes por el dolor que hace la sal de mar en sus heridas, su pecho se levantaba con gran rapidez al respirar, pero su mirada no cambiaba.
–Vamos soldado, la Princesa no quiere cooperar, háganla hablar.
Mierda, yo solo podía mirar, mirar su rostro mientras aguantaba el dolor, mirar su rostro mientras me hablaba con la mirada, ¿Suplicando?, no, nada de eso, el no suplicaría nada, él era como la Reina, incólume y yo no podía hacer nada.
Los soldados tomaron a Leo de los brazos y mantuvieron su espalda apegada al respaldar de la silla, uno de los soldados que trajo el agua saco un puñal y rasgo parte de su ropa descubriendo el hombro de este.
–De tu propia medicina– rio el soldado y a la vista de todos, puso la punta del puñal entre el pectoral y el hombro izquierdo y comenzó a hundir.
–No– me dije asustada mientras tapaba mi boca con mis manos.
Por los dioses tenía tanta impotencia, ¿Qué podía hacer? Había tantos soldados, no quería escucharlo, no quería verlo, por favor Leo, perdóname.
Sus manos comenzaron a temblar y bajó su rostro mientras apretaba los dientes mientras que la sangre comenzaba a fluir. Por los dioses, por los dioses ¿Dónde va la cuenta?
–Te gusta ¿No?– 1 centímetro.
El Rey volteo a mirarme sonriente mientras que mostraba la comida en sus dientes, pero yo solo miré a otro lado evitándolo.
–Vamos soldado, ¿No querías salir de la celda?– 2 centímetros y siguió hasta que el Rey levanto su mano y este se detuvo para mirarle.
–¿Conoces a este hombre?– volvió a pregúntame el Rey. La mirada de Leo se encontró con la mía e hizo dudar rápidamente mi decisión de silencio– si tú hablas yo devolveré a este soldado a las celdas.
Leo movió lentamente su cabeza en negativa, si el volvía, su plan y sus soldados serian encontrados, perdiendo rápidamente la oportunidad de salir con vida y eso lo tenía más que claro.
Fue entonces que al no escuchar palabras, el soldado enterró más su cuchillo y lentamente lo comenzó a girar– No, no, por los dioses ¿Qué hago?– Leo bajó su rostro y entre dientes gritó de dolor.
–Saldré por su espalda– el soldado me miró esperando respuestas y volvió a mirar a Leo. Tomó la empuñadura de esta con sus dos manos y junto al peso de su cuerpo, la daga llego a su fin.
–¡Basta!– grité consternada– maldita sea ¡Déjalo ya!
El soldado al escucharme se levantó y alzo sus manos dejando rápidamente a Leo– conozco a este hombre – dije firmemente
¿Por qué las ganas de llorar siempre venían cuando no podía hacer nada?, ¿Porque no podía solo aguantarme y odiar a esta gente?
–¿Quién es?– pregunto el Rey.
–El General del ejército de Cretos.
–Claro que es el– dijo el Rey poniéndose de pie– Leo es tu nombre– se acercó y se agachó mirándolo de cerca.
Lo maldigo, lo maldigo ante todos los dioses y los humanos, que su muerte llegue cruelmente y que el dolor invada inmensamente su cuerpo donde lo único que pueda salvarlo sea la muerte misma.
–Púdrete– dijo este mirándolo mientras escupió de su boca sangre a los pies del Rey.
–Llegaras a doblegarte ante mí Leo, y no volverás a mirarme de esa manera– dijo entre dientes y un soldado le golpeo el rostro– ¿Conoces sus gustos, Princesa?
–No– conteste enojada.
–He escuchado su nombre hace unos días en la guerra del Norte, la gente, los soldados gritan su nombre– caminó a la mesa y sacó de una canasta unas uvas y se la echó a la boca– pero este hombre no es más que un maldito enfermo, la gente le teme y mis soldados también– hizo una seña y rápidamente un soldado que sostenía su mano izquierda tomo de ella y de su hombro.
–¡Déjenlo!, ¡Paren!– grité y caminé a él, pero dos soldados me agarraron.
El soldado entonces agarro el brazo izquierdo del General, y la llevo hacia atrás y con todo su peso golpeo a este justo en la unión del brazo y el hombro, sonando junto a un grito de él y enseguida lo soltaron tirándolo al suelo.
Cayo al suelo de estómago, su mano herida amortiguo la caída, pero su brazo izquierdo había sido inmovilizado por la dislocación de su hombro.
–Traed los apretadores– dijo el Rey sonriente– tardaste en responder Princesa.
–¡Eres un estúpido!– grite pero el Rey rápidamente me dejo en silencio con una gran cachetada que me hizo caer al suelo. Mis ojos se nublaron con rapidez y mi rostro, por los dioses que ardía.
Los ojos de Leo se abrieron con gran temor al escuchar la solicitud del Rey, los dedos de su mano izquierda le costarían nuevamente esta estúpida oportunidad.
–¡101!– me dije mientras escuchamos el sonido del acero en la cubierta.
–¡Mi Rey!– gritó un hombre– ¡Los prisioneros han escapado!
Los soldados que estaban en el lugar, rápidamente corrieron afuera desenvainando sus espadas y el sonido de la lucha comenzó a invadir todo el lugar.
–Tú morirás aquí– gritó el soldado que había enterrado el puñal en Leo. Se acercó a este, subió a su espalda y agarrando su pelo dejo al descubierto su garganta y poso la daga en su cuello.
–¡Leo!– grité tratando de ponerme de pie
Pero todo ocurrió tan rápido, de un momento a otro mis pies estuvieron en el aire, alejándome de su lado para luego perder rápidamente la conciencia.
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¿Sería mi fin?, a tan poco de obtener algo de victoria, lejos de los otros barcos, teníamos esperanza, podíamos acabar con estos soldados antes que den la alarma a los otros barcos y vinieran en su ayuda.
Todo ocurrió en segundos, el barco se ladeo a la derecha junto con un fuerte estruendo y todas las cosas cayeron, el suelo no tuvo piedad con nosotros, pero me sacó al hombre que estaba arriba y volamos por el aire cayendo en la pared de la entrada sin entender nada.
–Thion– susurre mientras mareado intentaba volver a tomar el control de mi conciencia.
–¡Tómala y llévala!– escuche la voz del Rey.
Alcé mi vista y la vi estaba inconsciente, el soldado de recién tomó a Helina y junto con el Rey salieron a cubierta.
–Mierda, ¡Mierda!– me puso de pie tambaleante y caminé por el pasillo. Estaba tan adolorido, exhausto que sentía que caería en cualquier momento y roge a los dioses que me perdonaran.
Llegué a la salida y pude apreciar una gran revuelta de hombres, unos caían, otros se resbalaban con la cubierta mojada y la sangre que teñía la madera. A un lado del barco, un barco conocido se había aproximado y los soldados saltaban a pelear. Había sido un gran choque del espolón del barco de Thion y este, lo alcanzo con gran velocidad.
–La Princesa– susurré mientras caminaba apoyándome en una de las paredes de la escalera con mi mano en el pecho.
Muchos de los míos cayeron, sin armadura era difícil pelear, pero no imposible y mis comandantes sabían de esto. De un momento se acercó a mí un soldado enemigo que con su espada desenvainada la blandió contra mí, ¿Cómo podría contra atacar así?, mi mano izquierda apenas tenía la fuerza antes de que mi hombro ardiera dándome una clavada que llegaba a la punta de mis pies.
–¡General!– escuché mientras que me agache y tire mi espalda para atrás.
Mis ojos vieron la espalda pasar a centímetros de mi rostro, justo después un hacha doble me roso la cien, solo por su empuñadura supe enseguida de quien pertenecía y esta, cayó de lleno en la frente del soldado.
–Marlen– susurré.
–¡General!– dijo este acercándose– reconocería el baile de sus piernas ante todos estos estúpidos hombres.
–Marlen– dijo aliviado.
–Vamos, más tarde preguntaré por su estado tan deplorable, ¿Puede caminar?
–Si Marlen, se mi espada.
– Con gusto General, ¿Dónde está la Princesa?
–¡Ahí!–grité viendo que el Rey era embarcado a un bote pequeño mientras era protegido por sus hombres– ¡Maldición!
–¡Leo espera!– no podía quedarme ahí, no me importaba nada, era la Princesa la que tenían ahí, era la heredera al trono, ella, ella realmente era alguien muy importante y espacial para mí. Marlen hizo un esfuerzo en protegerme mientras que yo intentaba hacerme paso sin salir herido.
–General, te protegeremos– Luca y Kurok rápidamente se acercaron mientras hundían sus espadas en los cuerpos de unos soldados.
No tardaron en inmovilizar a los enemigos que al cabo de un tiempo se habían rendido, pero el Rey ya en el agua poso una daga en el cuello de la Princesa y los miró mientras se alejaba.
–¡Helina!– le grité mientras llegue al borde del barco.
Estaba tan desesperado, mi corazón se salía de mi pecho, el aire me mareaba y la adrenalina había quitado el dolor de mi hombro, yo solo quería recuperarla.
–¡Thion querrá que viva!– gritó el Rey.
Los soldados apuntaron sus flechas hacia el Rey y aguardaron esperando una de mis órdenes.
–Leo– dijo Cathal acercándose a mí, pero estaba hundido en sus pensamientos entre la ira y la impotencia de no saber qué hacer.
Pero los dioses fueron generosos con nosotros, en especial al Rey Thion. La Princesa despertó lentamente.
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–¿Qué paso?– me pregunte mientras mis oídos comenzaban a tomar conciencia y al poco tiempo pude abrir mis ojos. Sin hacer ningún movimiento, sentí el calor de una persona en mi espalda junto con algo helado en mi cuello, comprendí y recordé la situación en la que estábamos.
–¿Por los dioses que hago?– dos barcos se levantaban majestuosamente justo al frente de mí y el sol llegaba de lleno a mi rostro que no podía distinguir quienes eran, solo siluetas en todo el borde de ambos barcos de soldados con flechas apuntándonos– ¡Ayúdenme!– gritaba mi interior pero a la vez no podía mover ningún musculo, tenía incluso ganas de vomitar, estaba mareada por el vaivén del bote y sabía que ellos no hacían nada porque el Rey me tenía a su merced.
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–Por favor Helina, ayúdanos.
–Leo– susurró Cathal poniendo su mano en mi hombro derecho y salte– Tranquilo, tranquilo.
–¡Leo, trae a mi hija ahora!– gritó el Rey.
Y yo sin sacar la mirada de ella, pude presenciar la oportunidad que estaba esperando. Ella, con un movimiento imprevisto, puso su mano en la daga y empujándola se lanzó al agua y el soldado tomo su pie derecho.
–¡Matadlo!– gritó Thion desde su barco.
–¡NO!– grité al ver el peligro que podía estar la Princesa y esas flechas, los soldados rápidamente se detuvieron dejando el arco extendido– ¡Thiao!
Thiao que había agarrado arco lanzo con extrema certeza una flecha que rozo la mano del soldado, y este soltó rápidamente a la Princesa.
–Vayan por ella– ordene y Kurok se lanzó junto a 4 hombres de ambos barcos para socorrerla.
–¡MÁTENLOS!– volvió a gritar Thion.
Las flechas rápidamente comenzaron a cubrir el cielo pero la corriente del mar había alejado al bote y ninguna de estas alcanzo al Rey o a su soldado.
–Mierda, Thiao– dije volteándome, pero no lo encontré– ¡¿DÓNDE ESTÁ?!– grité desesperado.
–Allí– dijo un soldado apuntando a la popa del barco del Thion.
¿Cómo pudo llegar tan rápido a ese barco?, era impresionante como había sabido que ninguna de las flechas podía alcanzar al bote y de un momento a otro había llegado a la popa del barco de Thion.
Se posicionó, con una flecha negra y una normal apuntó y observó al Rey de Oriente. El sudor en su frente caía con esta inmensa responsabilidad en sus manos, cerró sus ojos y tranquilizo su respirar.
–¡THIAO!– volví a gritar presionando su actuar. Ellos se alejaban cada vez más.
El respirar de este bajo relajándose, abrió sus ojos, tensó más la cuerda del arco y boto con lentitud el aire en sus pulmones mientras soltó las flechas.
Tardó, pero él sabía su tiempo, y sabia de la presión que yo le ejercía, el doble de su esfuerzo dio tregua a que las flechas llegaran a su destino, la negra al Rey y la otra al otro soldado y yo solo pude sentir alivio. Apoyé mi espada en la orilla del barco y miré el cielo–lo logramos– susurré deslizándome por la madera y caí sentado.
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–¡Bien!– gritó Eiric mirando al otro barco.
–Ahora no llegará a Oriente con vida–decían los soldados– la flecha envenenada quemaría su pecho y sus tripas arderían dando una muerte lenta y tortuosa–reían.
Los soldados gritaron por haber vencido y se abrazaban y daban la mano a los demás, el Rey sonreía malvadamente por el fin del otro Rey y cruzó al barco en el que estábamos para encontrar a su hija que la subían entre cuerdas.
–¡Helina!– gritó este abrazándola.
–Padre– sus ojos se cristalizaron y se acurruco entre su pecho y mentón mientras se abrazaban.
–¿Estás bien hija mía?, ¿Estás herida?– dijo el tomando su mano y viendo un corte.
–No es nada– dijo mirándose.
–Princesa estábamos preocupados– dije acercándome a ellos– Perdónanos mi Rey.
A pesar de la alegría del momento, me sentía arrepentido y que por hoy solo quería invocar al olvido, no quería ver el rostro del Rey, ni escuchar sus palabras.
–No soldado, tengo claro cómo fueron las cosas ¿Dónde está Leo?
– Leo– lo recordé.
–¿Dónde está Leo?– dijo Marlen acercándose– Lo ayude pero ¿Dónde está ahora?
Era cierto, la mayoría de los soldados solo escucharon su voz y yo la última vez de verlo fue cuando toque su hombro, justo en la Proa.
–¡Leo!– gritó ella. Volteé a ver y la vi corriendo. Leo estaba sentado en el suelo con su mentón apegado al pecho.
–¿General?– dije al llegar a su lado pero él ya estaba entrando en la inconciencia– Maldición, ¡Traigan una tabla!
–General.
–General.
–Hey General.
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Mi cuerpo no podía más, había ocupado mis últimas fuerzas, mis piernas temblaban y el dolor era inmensurable. Logramos la victoria, pude sentir como mi cuerpo se relajaba, el dolor volvía y mis fuerzas se marchaban. Caí rendido mientras mis ojos rápidamente comenzaron a nublarse, su voz, su vestimenta y cuerpo tan cerca del mío, junto con su exquisito aroma propio fue lo último en mi conciencia, antes que mi cuerpo perdiera mi propia realidad.
Jamás volvería a cometer semejantes estupideces.
Próximo Capítulo 15.- Deseo, Odio, Envidia.
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