13.-Mar de Oriente
El Norte pronto fue de Cretos, la noticia de la victoria, corrió rápidamente por todas las tierras, la tercera parte del ejercito quedo en la ciudad y nosotros volveríamos a Cretos pero antes de eso, mi padre decidió ir por más hombres a Liastian, como Liastian quedaba hacia el Oriente y Cretos hacia el Este, dejaron 3 barcos a la deriva donde iría yo en el barco de mi padre y él iría con los demás a Liastian.
–Leo, quédate con mi hija en este barco, nosotros iremos a Liastian.
–Mi Rey, deseaba ver a la Reina.
–Espera que lleguemos a Cretos, hablaremos y te permitiré volver a Liastian con 2 de tus hombres.
–Si mi Rey– contestó.
–Esperen mi regreso y volveremos juntos a Cretos, no tardaremos más de un día.
–Luca y Marlen irán con usted.
–Bien, aunque con los soldados que llevare creo que será suficiente.
–Mi Rey, Leo debería ir en mi barco– dijo Fadila– Helina tiene ya artos soldados y a mí me falta alguien que me acompañe.
–Padre– dije alzando la voz. La verdad es que haces unas lunas atrás había notado una incomodidad en la actitud que tiene Leo contra Fadila, se veía más inquieto a su lado, e intentaba evitarla, causa a eso, me entraba la curiosidad de saber ¿Qué era lo que había cambiado en ellos?, Fadila por otro lado intentaba siempre estar sola con él y eso, despertaba mis celos– Leo debería decidir– sonreí mientras miraba a Fadila.
–Helina– alzó la voz ella.
–No, Fadila– dijo mi padre– iras conmigo a Liastian y Leo se quedará aquí a proteger a mi hija.
–Si mi Rey.
–Ante cualquier cosa, por favor manden a los Halcones– dijo luego besó mi frente y marchó a los otros barcos.
Leo solo volteo y caminó a las escaleras que estaban al lado derecho del barco.
–Oye, espera, ¿A dónde vas?
–¿De cuando tengo que informarle a usted mis intenciones?
–¿Estas molesto conmigo?
–No– dijo sin detenerse.
–Entonces, por ultimo deberías agradéceme que no fuiste con Fadila– dije y él se detuvo rápidamente y volteó a mirarme.
–¿Lo sabes?– dijo con una cara de espanto.
–¿Saber qué?, ¿Te has vuelto un soldado de la Reina?
–No Helina, no.
–Sabes que puedo ayudarte.
–No, estoy bien, ¿Si?
–Bien– dije entrando a donde él se dirigía.
–Helina, espera.
En cubierta no se veían muchos soldados, uno que otro custodiando el mar y otros refrescándose con vino o agua, pero ¿Dónde estaban los demás? Pues dentro del lugar donde me había propuesto a entrar, estaba la respuesta.
Al entrar pude ver unas escaleras que llevaban a lo profundo del barco y ahí se escuchaban los llantos de mujeres.
–¿Doncellas?, ¿Mujeres de alta clase?
–No debería venir aquí– dijo y sentí su calor en mi espalda. Lentamente llegó a mi lado.
–¿Has tomado a mujeres a la fuerza?– pregunté sin voltear.
–Princesa.
–Contéstame.
–Si.
–Así que esto es lo que hacen aquí– dije observando a mi alrededor.
La luz era tenue en el lugar, había celdas en todo el perímetro, algunas vacías, otras con mujeres de distintas edades, podía notar que las celdas terminaban en una especie de sala para luego continuar hasta atrás del barco y en esa sala había soldados.
–No soy responsable de las acciones de mis soldados aquí.
–Eres el General, deberías.
–No Princesa, esto es un pacto con tu padre, es parte de las recompensas de una guerra.
–Entiendo.
–Iré a tomar un baño, por favor acompáñeme – dijo dándome una seña para que volviera a cubierta.
–Eres osado para pedirme algo así Leo– reí.
–No me malinterprete– sonrió, volvía a ser el mismo hombre que bromeaba conmigo.
–Me gusta cuando sonríes.
–Lose, me lo dice seguido.
Es que de verdad, me agradas, Leo.
Me pregunto ¿Cuando mis ojos comenzaron a buscarte tan seguido?, ¿Cuándo comencé a atesorar cada momento que podía estar a tu lado?, aunque sea en un barranco, aunque sea en una celda, o una prisión, si pudiera compartir más tiempo junto a ti, daría hasta mi último suspiro para que me volvieras a sonreír. Y si en algún momento mi valor se concentra en mi voz y pueda decirte cuanto anhelo ser correspondida por tus sentimientos, talvez pueda estar tranquila. Siendo indiferente ante mis títulos, mi nombre, si puedes hacerme olvidar siempre en la posición que estoy, creo saber un poco del amor, un poco de amor a ti. Solo si pudieras darme alguna señal para poder avanzar o ¿Tienes miedo a ser irrespetuoso conmigo o parecer los antiguos soldados de Fadila?
–¿Qué está pensando Princesa?– pregunto Bony.
–¿Ustedes creen que a Leo le gusten las mujeres?
–¿Qué dice Princesa?– dijo acercándose Clara y se arrodillo a mi lado– ¿A usted le agrada Leo?
–Clara, eso ya lo sabes, incluso hace mucho tiempo yo, yo, desde que llegó me llamo la atención.
–Si Princesa, pero nunca lo había asumido, ¿Por qué ahora?
–Porque me da miedo, si él sabe, cambiara su actitud conmigo, ¿Y si se aleja?, las mujeres mueren por su atención y yo aquí como una tonta.
–Es claro eso Princesa– dijo Bony mientras cepillaba mi cabello– Leo es un hombre muy apuesto y tiene esa actitud que nos hace entrar en curiosidad de saber más de él, pero usted es la única que ha podido acercarse a él, y el disfruta estar con usted.
–El Rey dijo que le gustaban las mujeres además yo creo que el gusta de usted.
–¿De mí?, tonterías, ¿Cómo saben que disfruta mi presencia?, ósea, todos los hombres lo hacen, ¿Qué le hace distinto?, si yo le os gustase, el odiaría ponerse en la misma posición que los soldados de Fadila.
–Es muy distinto a esos soldados.
–Si Princesa, los hombres de Fadila eran obligados, aunque algunos estaban de acuerdo tiene que recordar que Fadila es la esposa del Rey y tú eres la Princesa y pronto tu padre tendrá que hacer los preparativos para desposarte. En cambio, Leo es un hombre libre, usted no está desposada y si se acerca a usted no será por obligación.
–Ahh Bony me pones nerviosa– dije poniéndome de pie y mirándome al espejo– él no se acercaría a mí, es muy estricto hasta consigo mismo.
–Eso lo dudo– rio Bony.
–Explícate.
–Los ojos de Leo brillan cuando está usted, lo he visto buscarla también, que los dioses me lleven si no es cierto, pero estoy seguro que el siente lo mismo que usted.
–Sí, pero es tímido.
–No sé si tímido será la palabra correcta, para mí, es que le avergüenza lo que dirán sus propios hombres, ese lado de él que nadie conoce – dijo con dulzura mientras lo imaginaba.
–Tenga el valor de decirle, ahora que no está el Rey ni la Reina y el único que dirige el barco es él– dijo Clara tomando mis hombros y mirando al espejo– esta hermosa, usted es hermosa, la mujer más hermosa de Cretos.
–Tengo miedo, pero bien– dije caminando a la salida– si él se aleja de mí– volví a mirarlas y bajando mi mirada las observé detenidamente y les dije– si él no es el mismo, las castigaré a las dos.
Al salir, el sol estaba bajando dándonos sus hermosos colores naranjos, solo sonreí porque sabía que Leo le gustaban estos paisajes. Caminé bajando las escaleras a cubierta cuando lo vi en la proa apoyando sus codos en el barco.
–Conoces hasta la brisa de este lugar ¿No? – reí y sentí a mis doncellas ubicarse atrás.
Mis túnicas habían cambiado, era una vestidura gruesa de colores azul oscuro, tenía unos hermosos bordados, pantalones y botas de cuero de cabra, el cuello del traje se levantaba alzándose y mi figura era afinada por un cinturón que rodeaba mi cintura. Mis cabellos estaban tomados por trenzas cayendo en una espiral cerca de mi nuca.
–Princesa– bajo su cabeza al verme.
– ¿Te asienta el ambiente General?
–Igual que a usted ¿No?
–Si– sonreí y llegué a su lado. Su aroma fragante rápidamente llegó a mi nariz y lo observé un momento. Su piel liza, sus ojos fijos a un horizonte como si algo hubiera ahí, una meta, un deseo, un sueño.
–El aroma incluso del agua huele a mi tierra.
–Lamento que te quedaras, de seguro la Reina le hubiera encantado verte, después de todo lo que me has contado de ella.
–Sí, bastante tiempo que no he vuelto, pero, ya llegara la ocasión.
–Leo– dije tímidamente, las palabras en mi cabeza volvían a flotar perdiéndose y nuevamente me arrepentía de mis posteriores acciones. Él, solo giro su rostro y me miro atento– Lamento que Lands te causara problemas.
–No es tu culpa– dijo y volvió a mirar al horizonte, se veía en su rostro como sus dientes eran apretados.
–Lamento volver a tocar el tema, pero, es mi hombre, yo debí...
–No Princesa, es mí hombre y su entrenamiento no fue suficiente.
–Déjame verte– caminé por detrás de él y me puse a su lado izquierdo. Ahí pude contemplar la herida que mi propio hombre había causado.
–No es nada.
–No, incluso la herida de tu brazo, esa vez que te heriste en el entrenamiento, era más profunda que esto.
–Sí.
–Espero que no te quede cicatriz, arruinarías lo bonito que eres.
–¿Bonito?– sonrió mirándome.
–Sí, digo, perderás a tus admiradoras, muchas mujeres esperan por ti en Cretos.
–Oh– dijo bajando su rostro y con su brazo derecho acarició su cabello cerca de la nuca– ¿A eso te referías en la mañana?
–No, yo me refería a...
–Princesa– dijo interrumpiéndome– ¿Le agrada Lands?
–Si lo dices por mi apego a ese hombre, debo decirte, que hemos estado bastantes tiempos juntos.
–No le pregunte eso.
–No, no me agrada, solo me ha cuidado bastante tiempo.
–¿No le agrada?– dijo parándose derecho y acomodó su cuerpo a la baranda mientras cruzaba los brazos.
–No.
–¿Entonces tu apego a él es porque le has tenido cariño por que te cuida?
–Si Leo, eso estoy diciendo.
–Comprendo– dijo y sonrió bajando su rostro mientras que sus ojos se achinaban mirándome.
–Hablando en serio, ¿Por qué últimamente tus palabras son cortas y precisas? tus palabras con las mías siempre han llegado a buen puerto, últimamente has estado un poco reacio.
–Si la he ofendido...
–No General, tu poca atención a mí me ha ofendido, ¿Acaso ha comenzado a evitar mi presencia?– dije interrumpiéndolo.
–No Princesa, he estado pensando en muchas cosas últimamente, además estaba ansioso de la guerra.
–¿Crees que me asustaras si me muestras ese lado tuyo?
–La verdad– dijo apoyando su espalda en el borde y miro el cielo un momento– a veces sí, creo que ofendería la moral, lo natural de una persona.
–En gustos no hay nada escrito– dije mirándolo.
Note su impresión en su rostro, bajó la mirada y lentamente la llevo al encuentro de la mía. Mutuamente nos encapsulamos.
Siente por favor lo mismo que siento yo.
Las doncellas a mi espalda rieron en silencio, pero fue suficiente como para romper esta hermosa conexión que había sentido con él, como si esa burbuja se rompiera y volviéramos a lo que éramos. Leo carraspeo su garganta y llevó su mano a la boca empuñada.
–Lo siento– dije y volteé a ver a mis mujeres– mis doncellas les cuesta no demostrar presencia, ruego que me perdones.
–No son solo sus doncellas– sonrió– mis hombres se hacen los tontos, pero no lo son, siempre están pendientes de mí, y de usted.
–Debo ser sincera contigo Leo.
–¿A qué se refiere?
–Quiero decirte, que necesito que sepas mis verdaderas intenciones de estar aquí.
–Princesa– dijo parándose y dando unos pasos adelante. Lo miré un momento y pensé ¿Lo habré incomodado?, el solo me dio la espalda y sin escuchar todo lo que tenía que decirle, el solo me interrumpió.
–¿Desea hablar más en privado? Yo también tengo algo que decirle– miré un momento a mis doncellas y ellas solo sonrieron y bajaron su rostro. Ese cosquilleo que hace mi estómago cada vez que el me mira de esa forma me hizo ponerme rápidamente nerviosa.
–Está bien.
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Si ella quisiera decirme lo mismo que yo le diría, si tan solo pudiera tener la confianza en mí mismo de poder ver más arriba, se preguntara ella ¿Desde cuándo que la vengo observando?, estaba tan nervioso, pero aun así me sorprendía que mi cuerpo se mantuviera en tranquilidad y pudiera llevar la conversación en calma, si yo muriera en batalla, me gustaría que ella supiera lo mucho que me agrada, lo mucho que me gusta. Hace mucho tiempo no era parte de una guerra tan caótica, agotadora y excitante. Eso, me había llevado a pensar, en que antes de volver a otra batalla, yo debía decirle y si lo que le tengo que decir al final ella se alejaba de mí, me quedará el consuelo de que siempre podré mirarla, aunque sea.
–¡General!– escuché el grito de Cathal y levante la vista a las escaleras– Leo, ¡Leo!
–Espera– le dije caminando a el– ¿Qué pasa?– me asombre de su miedo, sin duda algo estaba por ocurrir y me aterre con el solo hecho de pensar quien estaba detrás de mí, bella dama.
–Hay barcos que se acercan.
–¿Thion?
–No Leo, hablo enserio– dijo bajando con rapidez las escaleras– vienen de Oriente, son 6
–¿6?– no puede ser, rápidamente mi cabeza comenzó a pensar en muchas cosas a la vez ¿Qué podía hacer?
–Leo– dijo Cathal, pero rápidamente levante mi mano y lo calle. Necesitaba silencio para pensar bien.
Como podría proteger a la Princesa, como puedo proteger el barco con mínimos soldados, si son 6 barcos lleno de soldados, aunque luchemos con mis comandantes no lograríamos vencer, ¿Qué puedo hacer?
–Leo– dijo la Princesa acercándose a mí, pero la ignore, necesitaba planear algo ¡Ya!
–Cathal, llama a los hombres.
–Si– dijo corriendo a tocar el cuerno.
–Mi General, recibo ordenes– dijo Kurok acercándose.
–Manda a los Halcones a Liastian y manda uno ahora y a los otros barcos que están ahí– dije apuntando a los dos barcos más que habían quedado– diles que naveguen a Cretos ahora
–¿Qué?, Leo pero no podremos.
–Lo sé, lo sé, pero no tenemos tiempo, esos barcos son más ligeros que este.
–¿Y la Princesa?, ¿No estás pensando en ella?
–Claro que si, por lo mismo Kurok haz lo que te pido ahora.
–Si General.
–¡Manda uno a Thion, di que se devuelvan!
–Si General– dijo mientras corría escaleras arriba.
–Ganaras tiempo– dije tomando la mano de Helina– ven aquí.
–Leo, ¿Qué pasa?
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Leo apretó fuertemente mi mano mientras me llevaba por la cubierta, y entró a mis aposentos.
–Espera, ¿Qué haces?, ¿Qué haces Leo?– pero el no contesto, me llevo a una de las habitaciones que están al fondo y abriendo la puerta entro junto conmigo.
–Espera aquí, ¿Bien?
–Pero Leo.
–Escúchame.
–¿Qué vamos a ser?, ¿Me dejaras sola?
–¡ESCUCHAME!–dijo alzando su voz.
Jamás me había faltado el respeto, ni mucho menos me había mirado enojado, incluso mis doncellas se impresionaron al verlo, pero estaba asustada, sabía que él también lo estaba y necesitaba cooperar para lo que él iba a planear.
–Lo siento– dijo bajando el rostro, pero su mirada no cambio– necesito que estés tranquila con todas las mujeres y sirvientes que se quedaran aquí, por favor cambia tu vestimenta como las que tienen ellas. Ellos no deben saber que tú eres la princesa, si esto sale mal por favor se la princesa que siempre has sido, y si puedes– dijo tomando mi rostro con sus manos– sé que puedes, gana tiempo, hazme ganar tiempo.
–Si– dije tranquilizándome mientras asentía con la cabeza.
–Por favor, mantente saludable– y marchó.
¿Qué estará pensando?, ¿Ganar tiempo?, no estoy segura si poder hacerlo, si realmente podre ser lo que soy, deseaba que mi Padre estuviese aquí, por los dioses, tenía miedo.
El sonido del acero pronto se hizo presente, el barco a los pocos minutos nos hizo perder el equilibro y comenzó la lucha, el grito de los hombres llegaba a nuestros oídos y nos aterraba en solo pensar que es lo que ocurría allí afuera. Sabía perfectamente que eran pocas probabilidades de vencer, un barco entre 6, también comprendía la decisión de Leo de mandar a los barcos que nos acompañaban a Cretos, eran más rápidos que nosotros y el mínimo de pérdidas estarían sin ellos, a espera del regreso de mi padre y los demás.
–¿Qué tenemos aquí?– dijo un soldado enemigo al abrir la puerta donde nos escondíamos las mujeres. Su rostro depravado, sus ojos sobresalientes, su estúpida sonrisa aterro a las doncellas y sirvientes incluso me perturbo a mí.
Sus armaduras eran a cuadros fundidos en acero de color plomo y llevaban cascos que incluso protegían la nariz. Guardamos silencio al verlos, mis sirvientes me dejaron en el medio de todas con la misma ropa de ellas y el mismo peinado para que no me descubrieran, podía sentir el miedo en sus miradas. Las mujeres siempre nos llevábamos la peor parte de una guerra.
–Salgan.
–El Rey estará contento– rieron mientras obedientemente salimos.
Llegamos a cubierta escoltadas por 8 guardias, el barco era un desastre, había sangre en la cubierta algunos cuerpos tirados, que no podía saber si estaban vivos o muertos. Muchos de nuestros soldados estaban de rodillas mirando el suelo mientras que los enemigos lo custodiaban puestos de pie a su alrededor, ¿Cómo podría saber si Leo estaba bien?, no lo veía por ningún lado, solo vi a Kurok acostado en el suelo sin moverse ¿Estará muerto?, por otro lado, Cathal y Thiao estaban arrodillados cerca de la proa, pero ¿Y los demás?
Pasamos por tablas de madera al otro barco, era un barco más pequeño con madera más oscura y decorado con franjas doradas, supe enseguida que este barco, era el barco del mismo Rey.
Entramos al interior de este, y nos hicieron formarnos en fila apoyadas en una pared, éramos casi 25 mujeres y gracias a los dioses todas sabían cómo actuar ante esto, les habían enseñado desde pequeñas, todas, menos yo.
–¿Serán del agrado del Rey?– preguntó un soldado mientras nos miraba.
–Revísalas– ordeno uno que estaba en la entrada con sus brazos cruzados
–Bien– dijo y comenzó a soltar la ceda de la primera sirviente y mientras lo hacía descubrió toda su espalda, hasta la cintura dejando al a la vista sus senos y su piel.
–Princesa, debe estar tranquila– dijo Bony susurrándome yo solo baje la cabeza asintiendo.
–Son hermosas, el Rey no le molestara si tomamos alguna.
–Cállate y haz lo que te pedí.
–No estés tan molesto viejo, tenemos tiempo para divertirnos.
–¡Que las revises!
–Si eso hago, eso hago– dijo levantando sus manos.
Bony se veía tranquila pero Clara no, su cuerpo tiritaba a mi lado y sorprendentemente a pesar que yo estaba asustada mi cuerpo no reaccionaba a mis emociones, respiraba profundamente para no sentir mi corazón latir tan rápido. Poco a poco fue llegando mi turno, el hombre se puso frente a mí, tiró de la cuerda que amarraba mi ropa y dejó caer mi vestidura hasta mi cintura. Siempre había pensado que el hombre que viera mi cuerpo por primera vez, iba a ser el hombre que yo elegiría amar y no un estúpido soldado inferior y mucho menos que me tocase.
–Mira que tenemos aquí– dijo y llevo su mano a mi seno izquierdo y con su dedo pulgar toco mi pezón– Tú eres realmente hermosa, tienes un cuerpo perfecto.
–Maldición– me dije. Me sentía tan avergonzada, impotente, ¿Por qué tenía que ser yo?, ¿Por qué no toco a las demás?, era repugnante, era absolutamente asqueroso sentir sus manos en mi piel. Apreté fuertemente mis dientes hasta más no poder, quería llorar, esas ganas de llorar, pero no podía, debía mantenerme firme, pero mis lágrimas estaban a punto de salir sin permiso. Fue entonces que levanté la mirada y lo vi.
Él sonreía y apretaba sus labios con sus dientes, mientras que aun sentía su dedo pulgar en mí, entonces llevó esa misma mano a mi cuello y bruscamente me tiro al suelo delante de todas.
–No– dije asustada, voltee a mirar y él se desabrocho con rapidez el pantalón. Mis sirvientas rápidamente suspiraron asustadas y Bony dio un paso adelante y le hablo.
–Mi señor yo podría complacerlo más.
–¡Tú te callas!– dijo abofeteándola.
–¡Hey!– dijo el otro hombre acercándose– te dije que no.
–Lo hare rápido.
–No, tenemos órdenes.
–Pero ellos no sabrán, mírala no podemos desperdiciar esta oportunidad, ¿Y si es virgen?, ¿No te complacería ser tu quien la desflore?
–Tenemos ordenes– dijo entre dientes mientras tomaba el cuello de la vestimenta del otro soldado– Marquémosla ya.
–Eres un estúpido, te arrepentirás de esto.
–Después podremos hacer lo que nos dé la gana, pero el Rey no quiere que las toquemos aun, marquémosla y las llevamos abajo.
–Bien, como digas– dijo enfadado– vuelve a tu sitio.
Me puse de pie rápidamente y me ubique entre mis doncellas, mi respiraba estaba tan agitado, sentía que mi corazón se saldría de mi pecho y mis lágrimas, aunque estaba tan enfadada rodaron por mis mejillas– Malditos sean– sentí la mano de Bony agarrar la mía y la tome firmemente mientras que en parte sentía su consuelo.
–Lo siento– dije en silencio por su mejilla roja, ella negó con la cabeza, pero no dijo nada más.
Uno de los hombres estaba calentando un fierro, en el extremo que estaba en el fuego había el signo de la serpiente, Oriente.
–Esperen– dijo otro soldado entrando al cuarto– necesitamos ayuda allá arriba, además el Rey ha dicho que quiere verlas antes de marcarlas, no se llevara a todas.
–Oh, hombre, siempre arruinas las cosas, llévalas tú, me canse– dijo el hombre que me había tocado mientras salía del lugar.
–Bien, llevémosla a los calabozos por mientras.
Al caminar a la cubierta, los barcos ya habían comenzado a moverse, a lo lejos se escuchaban gritos que provenían de algún lado del lugar, bajamos lentamente por una de las escaleras y llegamos a un lugar parecido al de nuestro barco, celdas y celdas lleno de hombres y mujeres.
–¿Esta bien?– preguntó Bony.
–Sí, tranquila– aun podía sentir como ese hombre tocaba mi piel, era una sensación tan aterradora.
–Señor nosotros no somos de Cretos, por favor déjenos salir– decía una mujer detrás de los barrotes, pero los soldados no le hacían caso.
–Somos prisioneros de ellos.
–Cállate mujer– dijo uno de ellos.
–¡Espera, espera, no sabes a quien llevas ahí!
–La matare– me dije mientras el miedo volvía a tocar mi piel.
–¡Si me sueltas y me das un bote para regresar a tierra, yo te diré quién es la Princesa!
–No– su voz sonó por el lugar y los soldados se detuvieron y lentamente se devolvieron a la celda de esta mujer.
–¿Qué has dicho?– ella sonrió por haber llamado su atención y entre los barrotes de la celda puso su rostro y les hablo.
–¿No lo saben cierto? entre todas esas mujeres, llevan algo precioso.
–Dime quien es.
–Primero el bote.
–Soldado– dijo y un soldado que custodiaba las celdas se acercó y la abrió– tendrás tu bote, acompáñanos mientras me dices quien es.
–No, primero el bote.
–Confía en mí, soy un hombre de palabra– dijo sonriendo– Hey soldado, preparen un bote ahora mismo.
–Si señor.
–Ves, al salir a cubierta estará tu bote ya en el agua, lo prometo, ahora dime quien es.
–Bien, la numero 12 de la fila.
–¿La 12?
Lo siento Leo, no podré hacer lo que me habías pedido.
Tan pronto el hombre escucho el número, me encontró.
–Asique la de los senos bonitos no es más ni menos que la hija de Thion– dijo sonriendo– El Rey estará muy feliz de verte, ahora vendrás conmigo. Las demás métanlas en las celdas.
–Princesa– dijo Bony y Clara cuando iba saliendo de allí.
No podía tener peor suerte que esta.
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