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12.- El Norte


Luego de dos años Leo había comenzado agradarle bastante a mi Padre, había participado juntos en pequeñas guerras y conquistas, regresando siempre con una sonrisa en su rostro. Mi padre decía que era otra persona en el campo de batalla, que deseaba que la Reina y yo lo acompañemos a la conquista del Norte. Mi padre llegaba a tratarlo como hijo, lo invitaba a grandes banquetes con sus hombres, reían, bebían y era agradable verlos juntos.

La actitud de Leo ante el pueblo y ante todo el reino habían llegado a engatusar todos los corazones que le conocían. En todo el reino de Cretos se hablaba de Leo, a pesar de su actitud un poco arrogante y sin hablar de su inexpresivo rostro, las pocas sonrisas que se le podía apreciar hacia que todos cayeran en gozo. Era sumamente respetado, admirado, tenía un sinfín de mujeres que lo elogiaban y las cortesanas constantemente estaban pendientes de él. Cuándo solicitaba a una de ellas, estas se preparaban lo mejor posible para su encuentro.

Las mujeres del pueblo tampoco eran ajenas a este deseo, y si antes tenían mucho miedo de salir a las calles cuando este recorría el Reino, ahora Leo salía con muchos más soldados que resguardaban su caminar, era algo molesto, pero no solo fue ese el cambio, sino también la actitud del pueblo con el Rey y mi familia. Nos saludaban con más gozo, regalándonos flores, nos estiraban la mano para tocarnos. El Reino había cambiado mucho después de la llega del ejército.

Mis sentimientos por él aún se mantenían al margen, pero nuestra relación también había cambiado mucho, era el único ajeno a nuestra familia que podía llamarme por mi nombre, muchas tardes nos encontrábamos en el balcón a contemplar la salida de la luna y reíamos mientras conversábamos de cosas absurdas o cabalgábamos al lago de atrás del Castillo. Él me había entregado la libertad que siempre había luchado por tener y mi Rey, mi Padre se sentía tranquilo, confiado cuando él estaba conmigo.

–¿Cambiaran de barco?- pregunté mientras mi padre me visitaba en mis aposentos.

–Sí, estamos a poco tiempo de llegar.

–¿Estas nervioso?

–No, solo estoy ansioso, vas a ver una de las mejores batallas, acuérdate de mí.

–¿Iras?

–No preciosa, me acercare después. Tú y Fadila deben quedarse aquí.

–Padre, Lands, me ha solicitado participar.

–¿Le has dejado?

–Sí, Leo me debe asignar a un soldado.

–Vamos a ver el resultado de los entrenamientos en nuestros hombres, ¿No te emociona?– dijo mi padre sonriendo mientras acariciaba sus manos.

–¿Princesa?- dijo un soldado entrando a mis aposentos y bajando el rostro.

–¿Tu cuidaras de mi Princesa?

–Si mi Rey.

–Bien, más te vale– rio mi Padre– ¿Cuándo harán el cambio?

–Está acercándose el barco en estos momentos.

-Vamos Helina.

Salimos para encontrarnos con un sol que brillaba fuertemente, había muchos hombres que caminaban de aquí y de allá mientras preparaban sus cuerpos, sujetaban sus armas, otros se preparaban para abordar el barco que guiaba a todo el ejército. Mi padre bajó a cubierta mientras que yo me quede arriba cerca de la escalera admirando la majestuosidad del ejército.

–Los de bandera amarilla, son los de Cathal– dijo el soldado al ver lo que observaban mis ojos.

–Dime tu nombre.

–De seguro que usted no se acuerda de mi– dijo acercándose más y ubicándose a mi lado. Al escucharlo lo miré un momento, su cara me hacía conocida pero no encontraba el origen– soy Baris, pero no debe recordarme por mi nombre, sino porque fui yo quien...

–¡Tú me presentaste a los comandantes!– le interrumpí sorprendida– Claro, claro eras tú quien me guío a ellos.

–Sí, me alegra mucho que lo recuerde.

–Un gusto entonces que seas mi soldado.

–El gusto es mío– rio.

–Bien, que me decías, los amarillos son de Cathal.

–Sí, los de ahí al fondo– dijo apuntando al Este, el mar estaba repleto de barcos, eran tantos que no podía saber bien quien era de quien– esos tienen bandera verde son de Marlen.

Todos los barcos tenían la bandera de Cretos, pero se dividían por colores en una bandera más pequeña en el palo mayor que dividían a los comandantes y era un poco difícil de ver por el movimiento del barco y la distancia que tenían.

–El negro supongo que es del General.

–Sí, princesa, incluso nosotros– dijo mirando nuestro barco– son todos los hombres de él.

–Es mi primera vez que salgo del Cretos para presenciar una guerra, te agradecería si me explicas algunas cosas, digo, debes conocer como pelean todos ¿No?

–Sí, hay algunas cosas entretenidas de esto, se las iré relatando.

–Princesa ¿No desea entrar?, esto son cosas de hombre.

–Tranquila Clara– dije volteando a verla– si deseas entrar, pues hazlo, sé que no te gustan estas cosas asique puedes entrar.

–Gracias princesa, gracias.

El barco que esperamos pronto se juntó al de nosotros y los soldados que aguardaban en cubierta comenzaron rápidamente a pasar entre tablas y cuerdas.

–Nos dejaran sin protección– reí.

–No, Princesa estará bien, no se preocupe.

–Magnífico ¿No?– dijo mi Padre subiendo las escaleras.

No tardaron en sonar los cuernos, un sonido agudo y profundo a la vez que se propagó repitiendose por todo el mar, luego de esto, los hombres en las cofas comenzaron a repetir– ¡Tierra a la vista!

–Bien– dijo Baris sonriendo y empuñando su mano– ahora Princesa, todos los barcos disminuirán su velocidad para que los barcos de los líderes se pongan al frente.

–¿Al frente, en primera fila?– dije sorprendida, por otro lado mi padre sonreía con sus manos en la cadera– padre pensé que irías a luchar.

–Oh, no Helina, esta vez no, quiero verlo todo.

–Sí mi Rey, el espectáculo comenzara dentro de poco.

Como había dicho el soldado, el barco rápidamente hizo un pequeño frenado que se sintió y nos hizo dar un paso adelante sujetarnos en las barandas, para luego a nuestro alrededor los barcos ya dicho comenzaron a adelantarse. Al lado derecho de nuestro barco salió el barco de Leo, más al fondo Eiric, Kurok, y detrás de este Thiao, hacia la izquierda Cathal, Luca y Marlen.

Todos los soldados que estaban arriba de estos barcos, estaban formados linealmente, sus escudos estaban a sus pies y se mantenían arrodillados mirando fijamente en dirección a la tierra y en la proa estaban los líderes.

–Kurok y Eiric son los más impacientes, mírelos – dijo pasándome un catalejo.

–Sí, los estoy mirando– dije y estos caminaban de un lado a otro golpeando la madera.

Cambie la mira, y lo vi, Leo no estaba tan tranquilo del todo, su mirada tan decidido como si su objetivo estuviera siempre al frente, sus manos las empuñaba al lados de sus piernas y mojaba sus labios constantemente, pero lo observé poco tiempo, el barco rápidamente nos dejó atrás.

Nuestro barco se fue deteniendo lentamente dejando a los demás pasar, la tierra estaba próxima y mientras nos fuimos acercando, el ejército del Rey del Norte comenzó a verse fuera de las murallas que encerraba al Reino. Esperándonos y haciendo ruido con su acero.

Al poco tiempo, los soldados que estaban de rodillas se pusieron de pie agarrando sus escudos y desenvainaron espadas. Los comandantes junto con Leo rápidamente hicieron la diferencia con los demás, fueron los primeros en encallar y comenzó la guerra.

El terreno rápidamente se llenó de colores plomos y negros, negros lo enemigos, plomos nosotros. La orilla de la playa estaba completamente infectada de soldados, había una línea donde se dividían nuestros enemigos y al tiempo, dentro de esta barrera comenzaron a abrirse círculos, 7 círculos de espacios vacíos.

–Allí están– dijo el soldado con una sonrisa sin sacar su mirada de este espectáculo.

Allí estaban, los 6 comandantes y el General adentrándose entre los enemigos, como pequeños y fuertes tornados que acababan con todo a su paso, 7 aberturas que hacían que el ejército enemigo intentara esparcirse sin resultados.

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Me sentía tan emocionado, jamás habíamos participado en una guerra tan grande, pero no tenía miedo, no estaba nervioso todo lo contrario, estaba bastante excitado que incluso podía sentir como mi miembro daba tregua a mi estado.

Al encallar, nos cubrimos rápidamente con los escudos, recibiendo la primera ola de flechas y mientras lo hacía, pude ver a mis hermanos que al igual que yo, ya habían tocado tierra.

–¡Adelante!– grité y comenzamos a hacernos paso hasta llegar a la primera fila de enemigos.

Mi brazo no dejaba de tiritar, sentía como mi sangre se calentaba llegando a mi cabeza, la saliva se volvía dulce, mi corazón me mandaba bastantes escalofríos. Por los dioses que estaba excitado.

Fue entonces que un soldado atento contra mí, corrí mi cuerpo rápidamente a la derecha y mientras su brazo estaba estirado, con mi escudo lo golpee fuertemente enterrando mi espada en su costado. Mi espada entró como cuando uno entierra los dedos en la arena, suave y sin impedimento rasgando todo al interior. Sentir como se rompía las capas de órganos, hasta que llegó hasta la empuñadura y la saque con fuerza. La sangre se escurrió en mis botas y en mi mano, caliente, fresca y un poco espesa. Una perfecta muerte, no aguanté y reí a carcajadas mientras miraba el cielo hundiéndome en un frenesí donde mi cordura comenzaba a romperse, y a salir mis deseos más oscuros.

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–Llegaran a la muralla– dijo mi padre al cabo de un tiempo- supongo que es Leo.

–No mi Rey, es Cathal.

–¡¿El soldado pequeño?!

–Si mi Rey.

Puse el Catalejo en mi ojo y observé, no podía distinguirlos, se movían bastante, el reflejo de sus armaduras brillaban de vez en cuando. Solo se apreciaba ese vals que le dicen ellos mientras, que los soldados enemigos caían muertos a sus lados, busqué al que estaba más cerca de la muralla y lo que vi fue increíble .

–Cathal es muy rápido.

–¿Enserio es él?

Sus movimientos eran agiles, veloces no podía ver su espada, subía al cuerpo de los enemigos como un animal, los degollaba y seguía con otro, los abría, los destripaba. Su ritmo era constante, el único que no habíamos podido apreciar en el torneo de hace 2 años hoy por fin veíamos a este compasivo y simpático asesino.

–Luca y Marlen siempre se juntan, así que los de ahí– dijo apuntando a la izquierda donde dos de los agujeros comenzaban a ser uno gigante– deben ser ellos.

–Por los dioses.

Seis horas duró la guerra, bastante rápido para un reino casi de nuestras proporciones. Cuando derribaron la puerta y el ejército entró, el grito de la gente fue perturbante, sus gritos agónicos, desesperados. Podía sentía su miedo, imaginándome correr por las calles antes que ellos nos alcanzaran, ser cruelmente asesinados, niños, ancianos, todo desmoronándose y tiñendo la tierra de sangre, era lo peor de la guerra, pero luche por no demostrar esa emoción.

El barco pronto toco tierra y mi padre partió al Reino.

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Había sido un espectacular comienzo hasta el final, mi corazón aún estaba tan agitado, tenía la garganta seca, me temblaban los músculos de las piernas que aún estaban calientes y enérgicos.

La arena era un desastre, había cuerpos por donde uno los viera, bastantes muertos pero también había soldados heridos que debíamos terminar su agonía.

–Thiao– grité al verlo cerca de donde yo estaba.

–Cathal aquí– dijo levantando su mano mientras que ponía un pie en el pectoral de un hombre.

–¿Estas bien?– pregunté sonriéndole.

–Si– dijo con dificultad mientras enterraba su espada en el corazón del hombre– hay que terminar esto luego, me vendría bien una ducha y bastante vino.

–Oh Thiao eso estaría de maravilla.

Miraba a mí alrededor pero no veía a Leo, solo a soldados caminando con calma mientras revisaban a los enemigos para asegurarse que todos murieran este día.

–Luca, está a la vuelta de la muralla, Leo lo vi entrar con el Rey, y creo que el de ahí es Marlen– dijo apuntando a un hombre que se bañaba en el mar.

No me impresionaba lo que veía más al fondo, los tres hombres más sanguinarios del ejército disfrutaban bastante de las guerras pero esta vez, Leo iba a tener que aguantar.

–Pobres hombres, si yo fuera ellos tomaría la primera daga y me la metería en el pecho– dijo Thiao mientras caminábamos a la orilla de la playa.

La playa estaba cercada por una quebrada hacia la derecha, donde la arena cubría todo el lugar hasta las murallas del Reino, un sitio más o menos pequeño para una guerra bastante grande.

–¡Eiric, Kurok!– grité pero ellos estaban inmerso en sus locuras mientras reían a carcajadas.

Los habíamos visto a lo lejos como buscaban a los soldados que aún estaban con vida y los torturaban. Mientras caminábamos podíamos observar las obras de arte que dejaban a su paso, dos hombres despellejados, ambos brazos, otros toda la espalda, otros con sus miembros en la boca y otros le habían sacado todo el cuero cabelludo dejando tapadas sus rostros.

–Oye hombre– dijo Marlen acercándose mientras que con cada paso nos lanzaba agua– ¿Por qué no se vienen a meter?, esta exquisita

–No hombre, me bebería toda el agua del mar si entro.

–Thiao eres un llorón.

Podía sentir los gritos de un hombre aun a lo lejos y mientras Thiao y Marlen conversaban yo no podía sacar mi atención de esa persona.

–Déjalos– dijo Marlen acercándose más a mí. Había visto mi molestia, mi malestar ante estas situaciones, aunque siempre había sido así, nunca iba a aceptar algo tan horrible como lo que hacían estos hombres incluyendo a Leo. Pero también intentaba entender que en algunas ocasiones lo ameritaban pero eran pocas ocasiones– Sabes que estas son las recompensas que ellos obtienen– dijo tocando mi hombro pero yo rápidamente le saque su manos de mí.

–No me toques si los vas a defender.

–No lo defiendo Cathal– dijo tranquilamente– solo te digo que se molestaran contigo si intervienes.

–Cathal, Marlen tiene razón, esto siempre ha sido así, no van a cambiar.

–¿Quieren que siempre de vista gorda?, ¿Hasta cuándo debo hacerme el ciego? Son soldados– dije y cerré mis ojos, sus gritos eran tan desgarradores que llegaba a erizar los bellos de mis brazos– soldados que deben tener familia, soldados como ustedes, como yo, solo obedecen ordenes, no merecen esto.

–¿Cuántas veces has hablado esto con Leo?– dijo Marlen cruzando los brazos.

–Muchas veces– contestó Thiao– pero a Leo tú no le dices nada cuando vuelve de los calabozos con las manos ensangrentadas– rieron.

–Es cierto, los tres son unos enfermos y no podrás hacer nada para cambiarlo.

–Leo, es distinto– dije bajando la cabeza.

–No me metas en este tipo de conversación– dijo Marlen levantando las manos– no quiero saber de su vida pasada, quizás algo tiene que ver con este gusto que tiene pero no de esos hombres.

–Si Cathal, y te recuerdo que eres tú la pareja de Eiric y aun así– dijo pero lo dejé hablando solo– oye.

–¡Cathal!– dijeron mientras me seguían.

Al tiempo ya habían agarrado a otro soldado, tenía amputado un brazo que había perdido seguramente en el medio de la guerra. Tenía pelo negro carbón y muy tieso que se levantaba como espinas en su cabeza. Eiric, lo sostenía de la armadura de su espalda y Kurok de los pies, el soldado lloraba mirando el cielo mientras que Eiric me había demostrado sus intenciones. Introdujo una espada en la clavícula de este y golpeo fuertemente hacia abajo rompiéndola y lo mismo al lado izquierdo.

–Hijos de puta– susurré mientras apuraba el paso y comenzaron a jalar.

–No llegaras– Marlen y Thiao también apuraron el paso y se mantuvieron detrás.

–Le sacaran la cabeza antes.

–¡Cállate Marlen!– grité enojado y corrí desenvainando una daga.

Sus gritos, la expresión en su rostro era horrible, llegue a él e introduje mi daga en su pecho apagando su vida con un grito seco y corto mientras se quedaba inmóvil.

–¡¿Qué mierda has hecho?!– gritaron mientras soltaron el cuerpo.

–¿Por qué no tienen honor con los demás?

–¿Nos estás hablando de honor?

–Cathal ¿Por qué hiciste eso?– dijo Eiric acercándose furiosamente a mí.

–Si a ti te hubieran mandado al Norte a nosotros a Cretos ¿Estarías de acuerdo con esto?

–Seríamos enemigos Cathal, sería igual que ahora.

–Mientes.

–Cathal– dijo llegando Thiao y Marlen.

–Poco honor tienes tú– dijo Kurok. Era tan grande, macizo y alto que yo solo le llegaba a sus labios, intentaba intimidarme pero no me asustaba– esto es nuestra recompensa ¡¿Porque intervienes?¡

–Hicimos pactos con esto, como tu prefieres salir y tener más días libres, esto es lo que pedimos nosotros, nos faltas el respeto.

–¡Estos hombres tienen familia!.

–No, Leo se encargó de sus familias, ya no existen– gritaba Kurok.

–Estas fallando en la segunda regla Cathal, lo que nos guste o no, no es de tu incumbencia.

–La Reina estaría asqueada.

–¿La Reina?, ¿Enserio hablas de la Reina Madre? Ella acepta todo esto.

–No Kurok, acepta las locuras de su hijo no las de ustedes.

–Basta Cathal– dijo empujándome con sus pectorales.

–No me hagas sacar la espada.

–Oh, ¿Enserio?, ¿Derrotarme a mí?– dijo y volvió a empujarme pero esta vez bastante fuerte que al dar unos pasos atrás choque con algo.

–Leo– dijo Kurok y Eiric bajando la cabeza.

–¿Quién me explica por qué saliendo de una guerra están buscando más encuentros?

–Leo– dije volteando mi rostro pero él había agarrado de mis hombros.

–¿Qué ocurre?– dijo bajando su rostro a mi oído sin dejar de mirar a los demás.

–Yo...– Mierda, de seguro no me apoyara en esto, tenía la suficiente conciencia de que lo que había hecho estaba mal, pero la moral estaba mal, no podía permitirlo y ahora solo aceptar sus palabras– yo solo...

–Ese hombre– alzo la voz Kurok– se ha interpuesto en nuestros acuerdos.

–¿Acuerdos?– repitió Leo mientras me soltaba y se separaba de mi–¿Eso es cierto?

–Leo– dije firmemente mientras me volteaba. Él estaba parado detrás de mí con sus brazos cruzados y con esa mirada tan punzante, una mezcla de enojo y serenidad– lo lamento pero...

–Cathal– me interrumpió– hemos hablado bastante de esto.

–Si Leo, pero también quedamos que esto se llevaría en un calabozo, no al aire libre. Todos escuchan a estos hombres, los gritos de estos llegan a todos los oídos, incluso la Princesa– debía nombrarla. Leo siempre cambiaba un poco cuando ella estaba involucrada y esperaba que esta vez sea igual– ¿Crees que ella entendería este tipo de cosas?– el lentamente llevó su mirada al barco, luego miró a Kurok y Eiric acercándose a ellos.

–¿Qué intentaban?– dijo sonriendo mientras se hincaba a ver al soldado ya muerto.

–Leo.

–Si querían sacar su cabeza con su espina, no les iba a funcionar–rio– falta cortar aquí– dijo nombrando la cadera del hombre–y aquí– su costillas.

–Solo nos divertíamos.

–Así parece. Bien– se puso de pie y nos miró a cada uno de nosotros– Cathal, no quiero que te vuelvas a meter en algo así y es una orden– dijo bajando su mirada y mirándome atentamente– no me hagas actuar, puedo olvidar quien eres– mierda, me aterró rápidamente esa leve sonrisa que había dibujado al pronunciar con lentitud sus palabras

–Si General.

–Bien– dijo relajando sus hombros y mirándonos más tranquilo– no vine a actuar como una madre cada vez que discuten, yo los vine a buscar, necesito que me ayuden con los prisioneros. Kurok, Eiric, desde ahora en adelante si van a ser este tipo de cosas, serán dentro de 4 murallas y no al aire libre.

–Bien– dijeron al unísono.

–¿Cuántos prisioneros?– preguntó Thiao.

–Es un grupo numeroso, Luca los está contando, y hay bastantes mujeres– sonrió mirando a Kurok y el devolvió su sonrisa.

–De eso me encargo yo– dijo.

–Claro que sí, pero antes necesito que me acompañes al barco.

–Oye Leo.

–Que Cathal.

–¿Estoy mirando mal o tienes una herida en la mejilla?

–¿Una herida?– dijo Marlen acercándose junto con Thiao.

–El que te haya cortado ya debe estar muerto– dijo Eiric a unos pasos más atrás.

–No lo está y lo solucionaré ahora, Kurok– dijo bajando la cabeza y los dos caminaron al barco.

–¿No lo está?– dijimos sorprendidos.

**********************************

–¿Lands?– dije desde el barco a un hombre que estaba sentado en la arena mirando sus manos. Estaba cubierto completamente de sangre y tierra, no tenía su espada, ni escudo. Solo se mantenía ahí.

–Oye soldado.

–Lands– gritó Marcus hasta que él se dio cuenta de nosotros y nos alzó la mano saludándonos.

Al poco tiempo llego al barco siendo ayudado por los soldados a cargo de las cuerdas.

–¿Qué pasa hombre, estas así por la guerra?– dijo Marcus dándole palmadas.

–No, solo estoy un poco choqueado.

–¿Estas bien soldado?– dije acercándome a él.

–Si Princesa no se preocupe.

–¿No te han herido?.

–No– dijo bajando el rostro, luego camino a un baúl con agua y lavó ahí su rostro y manos.

Haber participado en una guerra no era algo de poca cosa, lo que se apreciaba en el transcurso de esta era chocante y fuerte, y aunque Lands intentaba ocultar esa parte de incomodidad o de shock nosotros podíamos ver lo nervioso que estaba y lo cauteloso que se había puesto en el transcurso de unas horas.

–Soldado.

–Si Princesa.

–¿Qué hacen con la gente del Reino?

–¿La gente?, bueno algunas son asesinadas, otras soy cautivas o prisioneros en especial los de clase alta, pero la mayoría quedara en el mismo Reino siendo ahora gobernados por Thion.

–¿Por qué los de clase alta?

–Porque ellos tienen poder y hay que tenerlos controlados antes que intenten algún complot

+Los niños pequeños también.

–Lo siento Princesa– dijo con un tono más suave y contesto lo que no quería escuchar- Los niños también.

–Son verdaderamente unos monstruos– dijo Lands sentándose en un barril cerrado– Princesa, ahí– dijo apuntando a la tierra– no son los mismos.

–Mi padre ya lo había dicho.

–No Princesa, me refiero que están dementes.

–¡Ja!– dijo Baris riéndose– te estas refiriendo a los comandantes– volvió a reír pero no estaba asustado ni nada. De hecho hablaba con una sonrisa de oreja a oreja cuando comenzaba a hablar de ellos– son fantásticos ¿No?–se acercó a Lands y apoyando su mano en su hombro nos miró– no me extraña que estés así, yo les dije que era un espectáculo, un espectáculo digno de ver para los dioses, pero lo más atemorizante de una guerra es escuchar las risas ¿No?– dijo levantando sus cejas. Seguro este hombre estaba más loco que los demás.

–¿Las risas?– me pregunté.

–Sí, sus rostros, no había visto a personas con esas miradas, crueles, frías.

–No entiendo explícate Lands.

–Sus miradas Princesa, te corrompen psicológicamente, los rompen con el miedo antes de encontrarse con sus armas, no tienen oportunidad– dijo Lands con su rostro lleno de terror– estaba detrás de Kurok, pero no pude seguirle el paso ellos solo avanzaron. Sus ojos, su sonrisa, todos sonríen, sonríen mientras asesinan a los soldados en especial Eiric.

–Si– dijo Baris– cuando uno lucha cerca de ellos se escucha como Eiric se pone a reír, es el único momento en que podemos escuchar a ese hombre reír a carcajadas.

–Y también me encontré con Leo, lo vi a pocos metros, el también disfruta mucho lo que hace, rodeado de enemigos y ninguna herida en su cuerpo, son hijos de dioses– dijo levantando su mirada– y él vendrá por mí.

–Oye Lands, tampoco es un hombre malo, somos su gente.

–Sí, pero cometí un gran error allá.

–¿Qué error Lands?– dije acercándome.

No tarde en escuchar el agua detrás de nosotros y los pasos firmes en cubierta, una cálida briza les dio la bienvenida al barco.

–Leo– dijo Lands poniéndose de pie y caminando a Proa sin dejar de mirarlo con una cara de espanto. No era el mismo hombre que había salido de Cretos.

Voltee a ver y Leo se veía enfadado, había subido junto con Kurok y aún estaban todos manchados en sangre, sus ropas, su manos, su rostro incluso sus cabellos. No dijeron nada, solo bajaron sus cabezas saludándome y caminaron hacia Lands.

–Leo, espera– dijo Lands alejándose de ellos– fue un error, lo siento.

Pero Leo solo caminó a él sin decir nada y al estar a su alcance acorralándolo entre el borde del barco alzo su mano y tomó del cuello de Lands.

–Jamás– sentí su voz, áspera y con ira acumulada– vuelvas a confundirme.

–Leo– dije acercándome pero Kurok se interpuso alzando su mano y deteniéndome. Después de todo él era quien dirigía a los soldados y Lands era de él este día. Sobre el brazo de Kurok pude ver que Leo tenía una pequeña incisión en su mejilla izquierda que terminaba en su cien.

–¡Cuantas veces te dije que mantengas tu entorno, que veas antes de atacar! ¡¿Cómo mierda no me viste?!– le gritó a centímetros de su rostro– ¡Contéstame!

–Yo, yo– dijo tartamudeando.

–¡TU QUE!, te dije miles de veces, entrenaste en conjunto con mis hombres, ¿Cómo respondo al Rey si mueres por desobedecer mis órdenes?, ¡Te esperan en Cretos!, ¡Te esperaban en este barco!

¿Qué?, ¿Leo hablaba de mí?, ósea a pesar de haber participado en una guerra ¿Él estuvo atento de mi hombre?, si no hubiera aceptado que Lands fuera a esta guerra ¿Él no estaría herido?

–Lo lamento.

–Te lo advierto Lands, no es la primera vez que me hieres, no habrá tercera– dijo soltándolo.

–Si General.

–Revísalo– dijo Leo mientras caminaba dándole la espalda y Kurok rápidamente fue donde Lands. Comenzó a tocar su cuerpo por encima de la ropa, piernas, muslos, las botas y encontrando entre el pectoral una daga.

–Solo una daga General.

–¿Solo una?

–Hija– dijo mi Padre acercándose a mí– entra, esto es cosas de hombres.

–Padre.

–Vamos– dijo tomando mi mano– ve a tus aposentos.

–Oye ¿Está todo bien?

–Si hija, son altercados que Leo ya me ha contado, dejémoslo solos, ve y prepararte zarparemos en unas horas.

–¿Tan luego?

–Sí, ya te contaré porque.

–¡FUISTE A UNA GUERRA SOLO CON UNA ESPADA Y UNA DAGA!– lo volví a escuchar gritar. Por los dioses, me sentía avergonzada, Lands, había sido solo una molesta para Leo– te mataría con mis propias manos en estos momentos– subí las escaleras sin voltear mientras que tomaba la ceda de mis vestiduras y mi padre no dijo más palabras.

–Eres verdaderamente valiente– dijo Kurok– pero te faltará mucho de eso de ahora en adelante.

Mi padre entró a sus aposentos y me soltó la mano justo afuera, las palabras de Leo sonaban aun en mi cabeza, no eran muchas ocasiones que podía verlo enojado. Volteé lentamente y lo vi lavándose la cara en el barril que estaba a un lado de la escalera– Maldición– me daba incluso vergüenza verle el rostro, ¿Estará enojado conmigo también? Le di nuevamente la espalda y sentí sus pasos subir por la escalera, pasos fuertes, firmes y yo solo lo esperé.

–Oye– no se detuvo ni a mirarme– que te detengas– y lo hizo dándome la espalda a pasos de entrar a los aposentos de mi padre. Su respirar era tan brusco, inhalaba profundamente y exhalaba con rapidez– yo solo– lo siento, lo siento, fui una tonta–yo solo– volví a repetir. Mis palabras no salían, y entre lo que mi boca decía y las que pensaba no tenían sentido– aquí también, te esperan.

Supe que me escuchó, cuando mis palabras llegaron a sus oídos, levantó su rostro levemente y su respirar se tranquilizó.

–Leo, entra– escuché la voz de mi padre desde adentro.

Pero Leo solo volteo a verme con una ceja sobre la otra.

–¿Estás enojado conmigo también?

–¿Qué...?– dijo pero hizo una pausa observándome con sus labios separados dejando una abertura para ver sus dientes– ¿Qué tan importante es Lands para usted?

–¿Qué?, espera Leo ¿Qué estás diciendo?

–Hablaremos en su momento, Princesa– dijo bajando su cabeza y entró dejándome sin respuesta.

Maldición, ahora había malinterpretado las cosas, tampoco pude tener el valor de explicarle o de decirle que yo también lo esperaba y que eso era más importante que esperar a mi estúpido hombre.

La expresión en su rostro de enojado había cambiado, más bien me había mirado con un rostro más pensativo, más tranquilo, pero incomodaba su mirada atenta a mis ojos.

–Lo siento.


Próximo Capítulo 13.-Mar de Oriente

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